La televisión ha creado un mundo esquizofrénico en el que entre el individuo y lo global no hay nada. Alain Touraine

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El Rey Zog y las ‘Zoguettes’

Albania

tuvo un rey, que en lugar de tres hijas (a las que meter en tres botijas y tapar con pez) tenía tres hermanas que lo acompañaban a todas partes y que se vestían igual de generalas…

de damas de honor en su boda…

de muchachas de sport (la cuarta no es una hermana nueva; es la reina Geraldine, su cuñada)…

de grandes damas (la cuñada, again)…

que de regia soldadesca…

El Rey Zog de Albania era un hombre muy sencillo, que diseñó las gorras de su ejército con su propia inicial y montó un negociete de sastrería al que debían acudir a alquilar los modelis todos aquellos que quisieran ser recibidos en palacio (pues sólamente en el Taller del Rey Zog se vendían los trajes adecuados para las audiencias con el Rey Zog).

Hasta que Mussolini invadió Albania y el Rey Zog huyó (en un Mercedes que le había regalado Hitler para su boda y era igualito al del Führer, razón por la cual ningún soldado italiano se atrevió a detenerle) con sus hermanas, con su mujer, con su hijo, Leka – de quien os hablaré otro día – y con las reservas de oro del país, of course, y llegó

El exilio

Egipto, Inglaterra y Nueva York, donde el buen Zog se hizo construir un palacio a las afueras que nada tenía que envidiar al casoplón de los Urdangarín, y que le expropiaron por culpa de algún asuntillo con el fisco americano, hasta terminar sus días en un retiro dorado en la Riviera francesa seguido de un digno y elegante entierro en París en 1961.

[Hergé, que era muy fans de él, como yo, lo tomó como modelo para su Rey Muskar XII en «El cetro de Ottokar«.]

AGRADECIMIENTOS: Muchísimas gracias a mi querido amigo J. Albert, rumanólogo y balcanista, que me hizo descubrir a Zog y sus hermanas y me proporcionó tanto y tan excelente material para este post (y el que vendrá, del Gran Leka de Albania, el amigo de Peñafiel).