La televisión ha creado un mundo esquizofrénico en el que entre el individuo y lo global no hay nada. Alain Touraine

Archivo de febrero, 2009

‘Yo soy la otra, la otra…’

Anoche, mientras hacía zapping loco entre el nuevo programa debate de Telecinco, LA SÉPTIMA SILLA

Ese programa donde invitaron a la madre de un gay apuñalado para que hablara del juicio al asesino de su hijo, a Irene Villa para hablar de la venganza de las víctimas del terrorismo, al padre de Marta del Castillo para volver a engrasar la cadena (perpetua)… y ¡a Gema Ruiz -la ex de Alvarez Cascos– para ilustrar un debate sobre la infidelidad! Jajajaja. Toma del frasco, Angela Carrasco (y déjale un culín a Camilo Sesto. Uy, lo siento; no era mi intención…)

Ese programa donde los micrófonos de los opinadores –Pepe Sancho o Teresa Bueyes entre otros, pa’ qué más- permanecían abiertos mientras su presentadora (muy digna, todo hay que decirlo) se acercaba a hablar con la madre de Rocío Wanninkhof al tiempo que oíamos cómo alguien desde una de las sillas decía «Esa es la que era lesbiana, ¿no?» De puta madre, amigos.

… y trataba de encontrarle un sentido a los 21 DÍAS de ayuno de una periodista para acercarse a los trastornos alimenticios (¿qué será lo siguiente? ¿21 DÍAS con el pelo frito para saber cómo se siente Ana Botella? ¿21 DÍAS vestida de butano para entender a los presos de Guantánamo? Con todos mis respetos hacia el reportaje, que no estuvo mal del todo, la anorexia y la bulimia no son una huelga de hambre, no es eso…)

Me encontré con esta imagen en DEC:

[Creí entender que es una muchacha que se zumbaba al marido de la sobrina de LMG –Lah Mah Grandeh– mientras estaba embarazada (la sobrina, entiéndase)].

LA HOSTIA.

¡AMANTE! Lo que provocó en mí un monólogo interior súper interesante (es lo que tiene pasarse las noches del viernes solo, en casa, viendo la televisión):

¿Queda mucho para el siglo XXI? ¿cuándo llegamos? ¡Tengo pis! ¡Tengo hambre! ¡Me aburro!

Regrevisión

Tras años de fantasía de bonanza ecónómica, después de más de un lustro de espejismo durante el que España se creyó rica-de-toda-la-vida y el dinero fluía y lo iba abrasando todo como la lava de un volcán, llegó la alucinación de la crisis.

También a la televisión.

La televisión que, durante las vacas gordas, demostró ser una máquina de hacer dinero a costa de cualquier cosa (falsos romances, peleas simuladas, mentiras cruzadas, opiniones intrascendentes sobre asuntos vacuos) y que ahora, cuando los presupuestos para montajes de famosillos se han esfumado, se aferra a la fórmula más barata: los sucesos. No hay nada más barato que la muerte, ni nada más real. «La muerte es el nuevo porno», me dijo una vez Bruce LaBruce. Y qué razón tenía.

El mayor problema es que la televisión se ha subido al carro del contenido de saldo, pero lo ha hecho sin perder las mañas aprendidas durante la época de la nada millonaria. Ha dejado de inventar naderías para pasar a jugar con la muerte, la violencia, la vigilancia, el castigo y el afán justiciero con los mismos elementos que utilizó para endiosar a grandes hermanos, meretrices de postín y chulos por horas. Da lo mismo. Ana Rosa pone el mismo entusiasmo en defender el ojo por ojo que en reivindicar a una folclórica.

Por el camino quedaron conceptos como la responsabilidad social o la objetividad. ¿A quién le importa? A mí. Porque soy un gilipollas. Y porque, ante este panorama, agradezco tanto que la ficción española televisiva -insisto en mi maravilla ante Doctor Mateo y Pelotas– haya venido a dignificar la bazofia en que se ha transformado la telerrealidad que nos venden como información. Una mierda.

(Por cierto, si eres uno de los imbéciles que está a punto de dejar un comentario con «pues si no te gusta, no lo veas», abstente, por favor. Forma parte de mi trabajo y, además, no tiene que ver conmigo, ni con mis gustos. Tiene que ver con la putrefacción masiva).

‘Pelotas’ en La1

No ganamos para estrenos de nuevas series, algunas incluso buenas. Como el de anoche de DOCTOR MATEO -que arrasó con 4.463.000 espectadores y un 26.5% de cuota de pantalla; una noticia maravillosa- o la que hoy nos ocupa y llega esta noche a La1, PELOTAS, aunque lleva desde esta mañana en rtve.es, que es donde la he visto yo. Listo, que soy un listo.

Necesito -no quiero, ni debo, ni puedo; necesito- decir algunas cosas de PELOTAS. En primer lugar, que me he emocionado hasta las lágrimas con su primer capítulo. Que me conmueve profundamente su dibujo de los personajes masculinos, la forma tan sutil y tan inteligente en que retrata a un grupo de hombres contemporáneos, aparentemente normales y anodinos, señores de barrio que se alivian las frustraciones a golpe de balones -y pelotazos en el bar- y que resultan enormemente conmovedores. Ya me daréis la razón cuando lo veáis, ya.

Me gusta muchísimo la serie. Me encanta el modo en que hacen las cosas sus guionistas, cómo no necesitan de un beso lúbrico entre dos guapas mujeres para mostrarnos una relación lésbica (con lo que eso vende en televisión), con qué amoroso respeto tratan a sus personajes, tal y como hace ya años yo soñaba que se hiciera en televisión, aquella vez cuando escribí sobre Aída

Me encantaría que a la audiencia le gustara PELOTAS tanto como me ha gustado a mí. Que en televisión se pudieran hacer estas cosas y funcionaran. Cosas como PELOTAS, que me pareció casi la versión masculina -y con más presupuesto- de MUJERES.

Que tenéis que ver. En serio.

Leer televisión en silencio. Una teoría muy personal

Buenas tardes. Hoy vengo con teoría. También es verdad que podría haber venido con un post sobre el AGUILA ROJA que estrenó anoche La1, pero es que me daba una pereza que me mataba. ¿Ninjas justicieros? ¿Mugre histórica? Bastante tengo yo con los debates de INTERECONOMÍA…

En fin, a lo que iba. Mi teoría. Para empezar, unos párrafos de un libro estupendo de Constantino Bértolo, LA CENA DE LOS NOTABLES:

El «lector», en la lectura oral, es un lector colectivo: oye con los demás, lee con los demás, y este hecho modifica su aprehensión de las palabras. En una lectura de este tipo el lector tiende a oír de manera casi inevitable los significados comunes. El lector sabe que el texto no está destinado a él sino a un nosotros del que él es y se siente parte: el público. Y lee desde esa posición. Es lector en cuanto forma parte de un colectivo, llámese éste comunidad, ecclesia o casta senatorial. Desde esa posición, repito, el lector-oyente busca en las palabras lo común, lo que están oyendo los demás, lo que ve la comunidad.

Esta lectura colectiva varía radicalmente con la aparición del lector silencioso, con la aparición de esa forma de lectura en soledad y silencio que hoy tendemos a identificar con la lectura.

(…)

En la lectura silenciosa, ya no parece haber entre el texto y el lector ninguna instancia intermedia. El lector lee solo, desapareciendo así aquella disposición a leer en las palabras lo que están leyendo los demás, la disposición a leer los significados comunes. El lector silencioso, al menos en apariencia, lee desde su libertad propia.

Precioso. Pues ahora va lo mío, que no es tan bueno, qué le vamos a hacer. Mi teoría sobre la manera en que conviven nuestras lecturas televisivas sociales con las particulares y silenciosas. Cómo cambia nuestra percepción de lo que vemos según el medio, el horario y la actitud. De qué modo hemos ido más allá de ‘el medio es el mensaje’.

En relativamente pocos años, la televisión ha pasado de verse en comunidad (teleclubs, bares), para después convertirse en un punto de encuentro familiar que, poco a poco, se fue haciendo electrodoméstico individual (primero, fue el fin del monopolio de la televisión en el salón y su aparición en las cocinas; después, su llegada al dormitorio principal y, más tarde, a todas las estancias de la casa) para acabar en lo que es hoy en día: ubicua emisión multiplataforma personal.

Pasamos de la comunión de las audiencias de aquellos tiempos de dos canales a la total atomización. De la sincronía ante lo emitido al libre albedrío. De la socialización al aislamiento y, de ahí -gracias a las nuevas tecnologías (foros, blogs, sitios de fans)- de vuelta al sentido de comunidad.

¿Qué vemos cuando vemos televisión? O mejor, ¿qué veo cuando veo televisión? Depende.

– Cuando veo programas de éxito en ‘prime time’ veo a los demás, a los otros que en ese momento están viendo la televisión. A veces me siento confortado. Otras, la mayoría, me asusto y me dan ganas de no pisar la calle nunca más.

– Cuando veo series en DVD, veo el trabajo de todos aquellos que se conjuraron para hacerme disfrutar

– Cuando veo pequeños programas sin grandes audiencias pero hechos con talento y cariño, veo televisión. Creo que es el único momento en que me relajo y veo televisión. No a quienes la están haciendo o lo que está haciendo la televisión a quienes la ven.

Ya os advertí de que era una teoría personal. Casi una confesión íntima. Nada más.

Si el 10 de marzo estáis en Sevilla…

‘Doctor Mateo’

Acabo de ver en DVD el primer episodio de la serie que estrena el domingo Antena 3, DOCTOR MATEO, basada en la serie de la ITV inglesa, DOC MARTIN.

La idea de partida es bien sencilla; el clásico caso de alienígena urbanita que aterriza en un pueblo (asturiano en este caso) para enfrentarse a un mundo desconocido, gentes sencillas y ambientazo familiar (el infierno, vamos). Y eso, con un simpático toque ‘House escancia sidra’. Pero todo muy bien hecho, con gracia, con cariño, estupendos actores y un guión que tira más hacia lo disparatado que a lo verosímil. Más a lo cómico que a lo costumbrista. Muy bien, insisto.

No es DOCTOR EN ALASKA, pero la galería de personajes es simpática, dibujada con mucha ternura y un punto de mala leche, juega con los estereotipos lo justo como para no convertirlos en un lastre y fluye, se deja ver con muchas ganas y con una sonrisa.

Si a todo eso le sumamos un casting estupendo –Gonzalo de Castro, Natalia Verbeke, Esperanza Pedreño, María Esteve, Alex O’Dogherty o Rosario Pardo-, una buena ambientación con impresionantes paisajes, un ritmo sosegado y hasta una buena sintonía de cabecera, creo que estamos ante LA serie española de la temporada. Creo que se lo merece.

Salir en televisión, salir indemne de televisión

Hace algunos años, conocí a una guionista de GH, cuando aun no sabíamos que en GH trabajaban guionistas. No estoy seguro, pero creo que el programa estaba a punto de iniciar los castings para la tercera o cuarta edición. Entonces, pensé que tal vez fuese una buena idea intentar que me seleccionaran, entrar, vivir la experiencia desde dentro y después escribir sobre ella en un libro. La guionista me recomendó que me olvidara, que mejor ni intentarlo. Primero, porque cualquier concursante de un reality firma un acuerdo de confidencialidad durante años, de modo que mi proyecto era imposible. Y segundo, porque «es fácil salir en televisión, aunque salir indemne es imposible».

Tenía toda la razón. Tanta como tiene Shangay Lily cuando escribe acerca de sus experiencias televisivas.

Recuerdo y reflexiono a propósito de esto después de haber visto este fin de semana el infame tratamiento que la televisión ha dado al pasado de Cyril Jaquet en el infame especial LA NORIA – MENORES PARRICIDAS, donde descubrimos en directo cómo la televisión captura a sus prisioneros…

[INCISO: qué gran momento ese del viernes pasado, cuando Jordi González aseguró que el ‘Asesino de la ballesta’ había conocido a su mujer en la cárcel y lo suyo «había sido un flechazo»]

… de qué forma nauseabunda se indaga, se expone y se airea el pasado de alguien que cometió la imprudencia exhibicionista de entrar en un reality y que gracias a la insistencia de programas carroñeros (con imágenes del entierro de sus padres, testimonios de familiares llenos de odio vengativo y hasta entrevistas con sus actuales compañeros de trabajo), hacen casi imposible que Jaquet recupere la vida que tenía antes y casi le condenan a convertirse en un fenómeno televisivo para subsistir.

A propósito de eso, y del uso que se lleva haciendo desde anoche de la imagen y testimonio de una niña de 14 años, novia actual del presunto asesino de Marta del Castillo. Vomitivo.

Feliz Día de los Enamorados

Telenredo

Esta noche a las 11, LA NORIA emite un especial ‘Parricidas juveniles’. Cágate, lorito.

Telecinco trata de comerle terreno al DEC de Antena 3 -que produce Ana Rosa Quintana– a costa de un personaje que vio la luz en el nuevo reality que produce Oscar Martínez para Antena 3 después de que dejara de preparar el té para AR por sus mañanas.

No me digáis que esto no da para un buen folletín.

Más aun si tenemos en cuenta que, por otro lado, esta noche en DEC estará como invitada la ex mujer de Julián Muñoz (otra estrella rutilante de Tele5), Maite Zaldívar, que fue colaboradora en el difunto A TU LADO de la cadena amiga.

(Por cierto, a propósito de los enredos T5/A3, estoy viendo ahora mismo a Efrén como comentarista en TAL CUAL LO CONTAMOS -tal cual me depilo las corvas a bocados- de LA VUELTA AL MUNDO EN FALSO DIRECTO y ¡qué penita más grande!)

Se admiten apuestas, ¿cuánto tardará en declararse la guerra entre Telecinco y Antena3 (la única cadena que no está peleada con otra ahora mismo)? Según mi amigo Anómalo (ahí te devuelvo otro enlace), la veremos estallar muy pronto.

’23-F: el día más difícil del Rey’ en La1

Sí, sí. También lo vi.

Ya, ya, veo demasiada televisión.

Por cierto, obtuvo 6.491.000 de espectadores y un 31,5% de share. Acojonante.

¿Qué me pareció?

Vamos a ver. Sinceramente. Con el corazón en la mano y el bolso en la otra: como ‘thriller’ político, tenía su gracia. Aunque si rascabas un poco, descubrías cosas muy inquietantes:

– el golpe de estado del 81 fue un complot organizado por actores catalanes

– si todo el mundo, menos el rey, tenía claro que él estaba detrás del golpe, ¿no sería que al rey se le olvidó a última hora que tenía una conjura pendiente? Vamos, digo yo…

– ni siquiera los grandes equipos de atrezzo y peluquería del cine español son capaces de replicar el cardado de la reina

Pepe Sancho nació para interpretar a Milans del Bosch. Pepe Sancho, como bien dijo anoche mi colega y amigo, Anómalo, es el actor español que mejor dice ‘cojones’

Una vez dicho esto, no puedo dejar de mencionar lo grandilocuente de todos los diálogos (¿en serio alguien se cree que Tejero, los militares españoles y los reyes hablaban como si estuvieran leyendo un discurso de estado todo el rato?) y lo fabuloso que estaba Emilio Gutiérrez-Caba como Sabino. Lo mejor de todo.

Y, para terminar, ¡seis millones y medio de espectadores! La hostia. Hay que ver la rentabilidad que da una sola noche de trabajo…