La televisión ha creado un mundo esquizofrénico en el que entre el individuo y lo global no hay nada. Alain Touraine

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Numb3rs en Antena3

Me encanta cenar con M. y J. en Barcelona. Porque cuando lo cuento en alguno de mis blogs, algún lector poco atento puede pensar que mantengo encuentros habituales con Michael Jackson. Y eso a mí, que soy súper mitómano, me hace muchísima ilusión.

Pero no. M. es Mónica y J. es Javier, una pareja de amigos colombianos adorables que me cuidan siempre, aunque en especial cuando mi marido está de viaje. Como en estos días.

El miércoles cené con ellos y me hablaron de una serie de TV a la que Mónica se ha enganchado últimamente, ‘Numb3rs‘, sobre la que yo no había oído hablar jamás. Y mira tú por dónde, acabo de descubrir que desde la semana pasada Antena3 la emite los domingos por la tarde.

Javier, que es matemático, me cuenta que la serie podría compararse en algún sentido con CSI: «en el sentido de que CSI es sobre ciencia falseada para hacer la serie «sexy», y este es sobre ciencia «real» en un ambiente atractivo para hacer la ciencia «sexy».

Una serie que resuelve misterios a través de la matemática. Puede estar muy bien. Y que además tiene el apoyo de una asociación educativa norteamericana que la creó, precisamente, con el objetivo de promover el interés por la ciencia. Me interesa la idea, tiene buena pinta. Uno de estos domingos voy a verla (si aguanta en antena) y os cuento más.

Lo de hoy era sólo para que supiéseis que existía. Y, de paso, para agradecerles a M. y J. lo lindos que son conmigo.

Feliz fin de semana a todos y hasta el lunes (ah, y si alguno ve un episodio de Numb3rs el domingo, que me diga qué tal).

Millás, Izaguirre y Planeta

Lo que más me inquieta de estos premios de anoche, y lo primero que pensé cuando me enteré ayer por la tarde de la noticia, no tiene que ver con lo literario. En absoluto. Y conste que durante mucho tiempo a mí me interesó bastante la narrativa de Millás, creo que hasta que Aznar lo volvió loco de ira y más tarde Zapatero, loco de amor. Y conste también que yo siento muchísimo cariño y respeto por Boris, y que su «Morir de Glamour» me pareció interesante.

Sin embargo, el asunto de sus libros ganadores me da lo mismo. De momento. Lo que me interesa es el hecho de que un grupo editorial y mediático tan potente como Planeta (Antena3, Onda Cero) haya premiado a dos de las joyas de la corona de Prisa (los viernes, Millás escribe su columna en El País y tiene un espacio propio en el programa «La Ventana» de Gemma Nierga en la Ser. Donde también colabora Boris un día a la semana, además de presentar el programa vespertino de Cuatro).

Y pienso en las colaboraciones habituales de otros dos premios Planeta en la tertulia de Espejo Público en Antena 3 (De Prada y Pombo), y en el recién estrenado programa de Julia Otero en las tardes de Onda Cero. Y me pregunto si en el contrato de ganador y finalista hay letra pequeña. Y si Planeta ya no utiliza su premio para arrebatarle autores a otras editoriales como hacía antes, sino para hacerse con nuevos colaboradores en sus canales. Vamos a ver.

Archivos a traición

Imagina que trabajas en una cadena de televisión como presentadora o como tertuliano habitual de un programa de chismes.

O, si lo prefieres, imagina que eres una starlette en decadencia.

¿Ya?

Perfecto.

Ahora imagínate que yo soy el productor de un Telemaratón televisivo que prepara la cadena para la que trabajas (si es que has imaginado lo primero).

Para el segundo caso, piensa simplemente que soy un productor que te llama, después de meses sin que nadie se acuerde de ti en ninguna televisión. Te llamo y te propongo que colabores – gratis, por supuesto – en una gala benéfica donde va a participar gente importantísima. También gratia et amore, como tú. Gente cuyos nombres te voy soltando poco a poco, para que te dé tiempo a imaginarte a su lado, entre primeras figuras, como en aquellos buenos tiempos tuyos que pasaron hace años…

YO: ¿Y qué, contamos contigo?

: Pero, ¿qué es lo que tengo que hacer exactamente?

YO: Nada mujer, es una tontería. Grabamos una cancioncita, una versión simpática que preparen los guionistas de algún tema

(porque yo sería de los que dicen tema),

te caracterizamos y la cantas en el programa. En playback, si tú quieres, si te sientes más cómoda…

: ¿Y dónde dices que va el dinero?

YO: Este año hemos pensado en los niños de Calcuta, que desde la muerte de la pre-santa lo están pasando fatal…

TÚ: ¿Y hasta cuándo te puedo confirmar?

Dices que sí. Y apareces unas semanas más tarde, vestida como una mamarracha y con menos voz que un gato de escayola cantando en televisión. Pero te dicen que no importa, que el público lo va a ver como un generoso detalle tuyo hacia los niños de Calcuta. Y que así, de paso, le recuerdas a la gente que sobrevives y, quién sabe, hasta te puede salir un trabajito.

(Todo eso en el caso de que fueras una estrella venida a menos. Porque si hubieras estado en la plantilla de la cadena, nada de charlas previas: te plantaron la peluca y la lycra, y te dieron el día, la hora y el plató de grabación. Inconvenientes de estar en plantilla, mi amor).

Lo malo es que, al cabo de unos años, eso que hiciste gratis y que parecía tan entrañable en el momento, que servía para animar a los espectadores a donar dinero para una buena causa (cuya legitimidad no voy a entrar a discutir), vuelve a aparecer en antena. En un programa refrito, hecho con cuatro duros y que, además, subtitula tu numerito musical con adjetivos supuestamente jocosos que acentúan tu humillación. Especialmente si trabajaste en la cadena y ahora andas en la competencia… Un asco.

(Sí, lo confieso: anoche volví a ver ANTENA3, «Desafina2. Dando el cante»)

«Si yo fuera tú», con Bárbara Rey

Grande, muy grande el nuevo programa nocturno de los miércoles de Antena3. Enooooorme. Y apoteósico su estreno con Bárbara Rey, ese icono español.

Para los que no tuviéseis la gran suerte de verlo anoche os cuento de qué va el formato:

Se lleva a un famoso por semana, se le sienta en una butaca giratoria en medio de un pequeño escenario rodeado de gradas con público, mientras un presentador guapete (Aitor Trigos, que debe de haber sacado el nombre de un personaje de Gomaespuma), le va haciendo un «Hormigas Blancas» garrafón en vivo y en directo.

El público – que ya se ha aburrido de limitarse a abuchear o a aplaudir según lo que diga el regidor – tiene aquí un papel muy participativo. A saber:

BÁRBARA REY: A mí Ángel Cristo me pegaba.

TESTIMONIO DEL PÚBLICO 1: Ay, no, Bárbara. Tú no sabes lo que es que te peguen. A mí sí que sí. Y además me vi sola, en la calle, sin dinero, con un bote de leche en polvo y un bebé de 9 meses. Tú qué vas a saber…

O, por ejemplo:

BÁRBARA REY: Yo tengo una relación maravillosa con mis hijos.

TESTIMONIO DEL PÚBLICO 2: Hace años que no veo a mis hijos, mi mujer envenena su mente y les dice que yo soy malo, lo peor. Por su culpa mis hijos no me quieren ni ver. Yo no digo que tú hayas hecho eso, Bárbara, aunque quién sabe…

En fin. Así es el plan.

Yo pienso que el programa debería cambiar su título por el de «Y yo, más. Y gratis. Tía puta» Para que nos quede a todos claro que la entrevista dedo-en-la-llaga a los famosos acaba de alcanzar una nueva dimensión. Ya no basta con que aireen sus miserias en un plató. No. Ahora tienen que enfrentarlas a las de «la gente normal».

Una buenísima idea… para vomitar.

Y que anoche contó con una Bárbara Rey tan agradecida que hasta les regaló unos minutos de cabreo que merecerán sus minutos de zapping – ya no son los 15 de fama de Warhol; son los 3 de zapping. No hay tiempo ni talento para más.

Un consejo para famosos; si vais a ir en próximas semanas a «Si yo fuera tú«, en Antena 3, pensad que aquello va a ser como recibir la visita de vuestra cuñada, madre de 5 hijos, al hospital cuando acabáis de parir a vuestro primogénito. Todo lo que le contéis, ella ya lo había pasado antes, más y peor…

Yo soy Bea

No. No es que me haya vuelto loca del todo, y tras afirmar ayer mismo que ‘I am what I am‘ hoy me dé por confesar un cambio de sexo. No. Vamos a tranquilizarnos.

Lo que pasa es que llevo una semana enganchadísimo a la telenovela de las tardes de Tele5 – sí, ya, tenéis razón; a buenas horas… después de más de doscientos capítulos ahora llego yo a hablar de »Yo soy Bea».

Bueno, pues así es. Qué le vamos a hacer.

Además – qué coño – que una telenovela tan larga como ésta consiga engancharme en el episodio 230 tiene muchísimo mérito. Y más después de haberlo intentado con los primeros capítulos y no haberme interesado nada.

Probablemente, el mérito de la simpleza y de lo obvio. Que no me parecen en absoluto elementos despreciables en el caso de una teleserie para la hora tonta de las tardes y que para sí querrían en pequeñas dosis los productores de »Círculo Rojo», esa serie de Antena 3 donde en cuanto te descuidas aparece un nuevo mensaje secreto, un nuevo villano, una nueva víctima o una sociedad secreta de sopetón.

»Yo soy Bea» tiene el encanto de la televisión confortable. De la televisión sin sobresaltos. »Yo soy Bea» retrata con inteligencia, humor y ternura las intrigas laborales de la empresa privada, el aroma a azufre de los pasillos de cualquier sede de una publicación de prensa femenina – y se queda muy corta, me atrevería a decir -, y a lo largo de los meses que lleva en antena ha sido capaz de mostrar una excelente evolución de personajes, que va desde la buenísima que decide disociar bondad de candidez,

el canalla redimido por amor

o la mosquita muerta que acaba por demostrar que nadie es lo que parece. Para bien.

Me gusta ‘Yo soy Bea‘ porque sé que todo acabará bien. Y hay días en los que uno necesita esa certeza. Aunque sea en la ficción.

¡Cómo está el Servicio… Secreto!

Anoche en Antena 3, »Diana revealed», o lo que es lo mismo – o casi – »Diana revelada», o lo que es lo mismo, »Diana lo larga todo frente a la videocámara de su logopeda».

Yo no puedo con Lady Di. Que lo sepáis desde ahora, devotos de la princesa triste, la princesa de los pobres, la princesa chic…

Yo nunca soporté a Lady Di, y cada día la soporto menos. Y menos aún después de haber visto anoche como la muy torpona confesaba delante de su logopeda – alguien tendría que haberle explicado a la pobre la diferencia entre un psicoterapeuta y un logopeda – las típicas cosas que uno no larga frente a una cámara de vídeo, y menos aún cuando estás casada – todavía – con el Príncipe de Gales:

»Tras cuatro años de matrimonio con Carlos me enamoré de uno de mis guardaespaldas. E incluso llegué a pensar en dejarlo todo y marcharnos a vivir juntos».

Toma ya, Lady Di.

Claro, que esto no es nada. Lo bueno llega cuando confiesa que la muerte del guardaespaldas en accidente de moto la dejó destrozada y que

»Yo creo que se lo cargaron».

Di que sí, Di, lady. Que te hicieran esas cosas los malvados de los Windsor, con lo buena que has sido tú siempre…

»Empujé a mi madrastra escaleras abajo. Fue una gran satisfacción, pero mi padre se enfadó mucho».

Otro canalla, tu padre, de verdad…

Yo aún sigo impresionado por la estupidez de Lady Di – casi tanto como por sus peinados imposibles – y me pregunto si el reportaje ‘Diana revealed‘ se hizo para sostener la teoría del crimen de estado que defiende Al Fayed padre [esa escultura de Diana y Dodi en Harrods es tan buena que podría ser de Jeff Koons], o si en realidad se hizo para que – directamente – entendiéramos que no había otro remedio que estamparla contra un puente. No lo sé, la verdad.

Pobrecita Lady Di

Y pobre Maribel de Windsor. Lo que tuvo que sufrir. Y lo que tuvo que esperar, pacientemente, mientras se lamentaba entre suspiros, »¡Cómo está el Servicio… Secreto!»

Mientras tú estás en el atasco de vuelta del trabajo, alguien gana miles de euros en televisión

Curioso fenómeno.

Antena 3

Cuatro

Tele 5

[Maaaaaaaaaaambo]

Emiten casi a la misma hora cada día sus concursos vespertinos.

¿Quién quiere ser millonario?

Money, money

¡Allá tú!

Una curiosa trilogía del juego y del euro seguido de muchos ceros, de la posibilidad, del azar y del conocimiento descendente.

Porque en ¿Quién quiere ser millonario? todo depende de la memoria y los conocimientos del concursante.

En Money, money hay que saber algo, pero además tener suerte al elegir al bailarín – eso es tremendo – que muestre el premio obtenido tras cada respuesta acertada.

Y en ¡Allá tú! – directamente – todo es azar. Y tedioso compadreo. Y una mecánica que uno tarda varios años en descubrir [lo peor es que cuando la descubres te das cuenta de que la cosa es estúpidamente simple].

Bah, pero eso no es lo importante. El formato es lo de menos. Lo de más es que en los tres programas el espectáculo es el dinero. Las enormes cifras que pueden llevarse los concursantes y que funcionan como reclamo de una audiencia que tal vez en ese momento no esté sentada frente al televisor, sino que acaba de llegar a casa y lo escucha de fondo mientras se dedica a cosas mejores.

Pero el anuncio de tantos euros en juego, de tan buen dinero, le lleva a la pantalla sólo para comprobar si eso es posible, si será verdad que se lo van a llevar…

Y qué buenas son las hermanas ursulinas que nos llevan de excursión…

… Y qué buena es la televisión que regala a diario dinerales…

Y qué casualidad que los tres concursos se emitan justo antes del informativo nocturno de cada una de las tres cadenas [5, 4, 3…] y al tiempo que La Primera emite Gente Viva Gente Muerta, donde queda claro que las penas con pan son menos, que el dinero no da la felicidad pero ayuda, y toda esa retahíla de píldoras de incultura popular tan recurrentes.

Porque en el fondo de todo esto hay un mensaje. Un mensaje bien claro: la vida es una mierda. El mundo es una mierda. Y tal.

Sí.

Pero en tu mano está salir del vertedero, coño. ¿No ves que la televisión te está ofreciendo la posibilidad de forrarte en media hora y olvidarte de las miserias que suceden a tu alrededor?

Así es que deja de quejarte y de pensar que todo está fatal. Pues claro que todo está fatal. Porque eres pobre. Porque no te dejas ayudar por Sobera o por Vázquez. Que pueden hacer del mundo un lugar mucho mejor. Que lo hacen cada tarde.

Porque mientras tú estás en el atasco de vuelta del trabajo, alguien gana miles de euros en televisión.

Who wants to be a millionaire? I don’t.

Have flashy flunkeys everywhere? I don’t.

Who wants the bother of a country estate?

A country estate is something I’d hate!

Who wants to wallow in champagne? I don’t.

Who wants a supersonic plane? I don’t.

Who wants a marble swimming pool too? I don’t.

And I don’t `cause all I want is you.

COLE PORTER

Antena 3 busca presentadores

Hace pocos días, Antena 3 se lanzó a la caza y captura de nuevos talentos, de almas cándidas que sueñen con presentar »un programa de televisión real, uno de verdad» (una inquietante aclaración, tal y como anda el patio…)

Y para eso han decidido usar uno de sus canales online, tuclip.com – que lo mismo les sirve para recibir pruebas de cámara que para acumular vídeos caseros de accidentes o peleas con los que apañar algunos minutos de cualquiera de sus programas »reales, de verdad», o para darle cuartelillo a Buenafuente .

Y los candidatos ya han empezado a enviar sus vídeos:

El de esta chica, Débora, que – suscribo las palabras de Buenafuente – llegará muy lejos…

O los de Pablo Regueiro, el rey del camuflaje…

A ver, Pablo Regueiro,

a la entradilla. Clásica pero elegante.

NO a la tipografía del título del programa.

NO a ese estampado en lycra que contrasta con ese papel pintado a rayas y provoca un efecto óptico lisérgico en el espectador.

NO a la técnica Nati Mistral de vocalización interdental.

Ay, Pablo Regueiro, OTRA VEZ.

Ese estampado… ese fondo… de armario tuyo. Qué barbaridad. Lo tuyo no es un ropero, es una bomba de relojería que podría fulminar a Karl Lagerfeld

Y hay más. Pero ya no me atrevo…

»El internado» en Antena 3

Como me he hecho súperdiva de Antonio Abeledo e Israel Álvarez, y de su vídeo diario de »Al mando de la tele» – confieso que me parecen los dos guapísimos y adorables, ya sé, ya sé, que je suis une chienne – ayer decidí hacerles caso y vi la serie que estrenaba Antena 3, »El internado».

¿Y qué tal?

Pues muy bien, la verdad. Claro que lo mío es una opinión sin ningún rigor, porque tú me das a mí una teleserie que contenga:

– adolescentes cachas en camiseta imperio

– a Amparó Baró en estado de gracia

– a Luis Merlo

– un bosque misterioso

– personajes que fuman

– una aparición estelar de Lolita – la española que mejor lleva taconazos con jeans

… y me tienes ganado para la causa y enganchadito cada semana.

Me gustó mucho el primer episodio de »El internado», me pareció que la serie empezaba muy bien, que la presentación de los personajes era excelente, el ritmo interesante y las tramas un acierto – aunque ese tour de force final de yo-fui-madre-adolescente me pareciera un poquito excesivo. Pero lo compensó lo bien que estuvo ahí Amparo Baró.

Y me gustaron mucho algunos detalles, como el hecho de que los alumnos hablen con acentos diferentes (canario, gallego…), y el homenaje – no sé si voluntario – a Spielberg/ Schlinder con esas imágenes iniciales de la niña perdida entre la gente con abriguito rojo [inmediatamente posteriores a una línea de diálogo que decía algo así como »¿Te acuerdas de Auschwitz? Pues esto es igual, sólo que aquí no te gasean…»]

Insisto. Me gustó la serie. Y creo que hay un excelente trabajo de guionistas, de actores y de producción.

Aunque, si tuviera que ponerle un pero, yo le habría cambiado el nombre al internado. A mí me dicen que mi hijo va a ir interno a un colegio llamado LAGUNA NEGRA y tengo claro que va a acabar degollado en las duchas… o corriendo desnudo por el bosque perseguido por un psicokiller con máscara… hmmmmmm…

Ah… podéis ver el capítulo de ayer entero en la web de la serie. Otro acierto.

El español – jijiji – de la Historia – jajajaja

Ya lo sabréis, ya lo habréis leído en portada o tal vez incluso tuviéseis el valor de ver ese bodrio anoche en Antena 3 de ‘‘El español de la Historia».

Yo tuve el valor. Y la paciencia.

Y qué dramón. Qué programa tan malo, qué guiones tan ramplones, repletos de lugares comunes, perfiles de personajes que eran pura »cultura Trivial» y un montaje de imágenes patético – juro que aquellas transiciones parecían hechas en »punto poderoso» -, por no hablar de la tremebunda cortinilla que cerraba cada tríada de »españoles de la historia’, ilustrada con un sonoro e incomprensible »aaaaah».

Y qué despropósito la elección de los periodistas que glosaban a los »históricos»:

Carlos García Calvo a Carlos I

María Patiño a Santa Teresa de Avila – lucidísima [de lucida, no de lúcida] la pobre cuando se refirió a la »fe inexplicable» de la Santa. Toma ya, Patiño. Esperamos con fervor tu teoría sobre la »fe explicable». Por favor.

Qué »pograma», qué pavor, qué país [ese trío estelar compuesto por Felipe II Rocío JuradoCarlos I, en este mismo orden, aún me tiene espeluznado].

Menos mal que allí estaba Antonio Gala – »yo ya sólo creo en mi maquilladora» – para promocionar su libro y su Fundación – de la que, por cierto, ha salido un poeta excelente, Ben Clark -, para pimplarse unos whiskies con alegría y darle un punto de humor al engendro.

[Yo tengo una teoría sobre Antonio Gala: yo creo que el día en que se muera se encontrará un manuscrito – pero este de verdad, este suyo -, que resultará ser la gran obra de Antonio Gala. Una especie de »Plegarias Atendidas» a lo bestia que habrá estado escribiendo toda la vida, mientras publicaba todas sus porquerías.]

El español de la Historia. Ah… el español de la Historia… es EL REY.

Y atención a la locución que acompañaba las imágenes del ganador:

»Ser nuestro mejor embajador en los cinco continentes no le ha impedido disfrutar de la vida.»

Olé ahí. Chimpún.