La televisión ha creado un mundo esquizofrénico en el que entre el individuo y lo global no hay nada. Alain Touraine

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El hormiguero a diario

«El Hormiguero» se lanzó anoche al formato diario en directa competencia con ese fenómeno de la vergüenza ajena patria que es «Escenas de matrimonio«.

Se lanzó, se zambulló y se hundió con una primera entrega que empezó bien (le sienta estupendamente a Motos el trato jocoso de la actualidad diaria), con interesantes propuestas novedosas (el juego de las webcams, por ejemplo, que después funcionó fatal); pero que desgraciadamente fue derivando en un más de lo mismo con la presencia de Javier Sardá como primer invitado estrella de la temporada (es muy interesante ver cómo la competencia entre cadenas queda en un segundo plano frente al corporativismo de las productoras…) que aceleró acontecimientos sin sustancia ni ton ni son al tiempo que bromeaba sobre una supuesta colonoscopia, asistía a las demostraciones del científico de cabecera del programa – con prisas, a trompicones – mientras departía brevemente con un sosias que pasaba por allí.

A esas alturas «El Hormiguero» ya no era esa reserva moral en la que yo confiaba ver refugiarse a una buena parte de esos millones de españoles condenados a los brevetes chabacanos y ramplones de «Escenas de matrimonio«.

No.

En ese momento «El hormiguero» acogía a Toño, el guionista del programa; un tetrapléjico que hacía chistes sobre su condición, con ese humor negro que sólo se consiente a los lisiados sobre sí mismos, como si no ofendieran a otros en su misma situación. O incluso a mí, que quedé repugnado por el espectáculo que no es humor, es bufonada. Una bufonada patética. Y cruel para aquellos que, con todo el derecho, no compartan su sentido del humor autoparódico.

Un programa bien pensado y bienintencionado – tal vez, no lo dudo. Pero mal estructurado, mal resuelto y muy, muy decepcionante.

Aunque, eso sí, al menos Pablo Motos no malversó ningún verbo en infinitivo para gastárselo en imperativos esta vez…

Qué cansado es ser Bisbal

Ser David Bisbal debe de ser muchísimo más agotador que ser Javier Sardá y ejercer de viajero hombre anuncio que aparece en India, móvil en mano, pidiendo un servicio de helicópteros a lastminute.com:

¿Lastminute.com? Nada, que me he quedado tirado, que esto no anda. ¿Pueden mandarme un helicóptero, por favor? Muchas gracias, lastminute.com

Y al momento, aparece un helicóptero.

Y digo yo, que si la web de viajes patrocinadora del Dutifrí no ofreciera ese excelente servicio de recogida urgente, lo mismo la bromita es denunciable por incurrir en publicidad engañosa. Aunque, qué tontería, si en la pantalla no aparecía escrito Publicidad…

Aunque, insisto, lo que tiene que ser cansado de verdad es ser David Bisbal todo el día. Y lo digo porque lo sé. Lo he visto. Anoche lo vi en TVE. En Hora Cero, «Un día con Bisbal«, un exhaustivo reportaje que mezclaba imágenes de la última gira del cantante (Y COMPOSITOR…) con una entrevista de estudio, imágenes de su juventud como ciclista, alumno díscolo, concursante de OT, cantante de orquesta e hijo ejemplar.

Y ahí estaba él: Bisbal ejerciendo todo el día de Bisbal. Risueño, saltarín, cercano, ceñido, encantador, impetuoso, bonachón y fotogénico. Un día en la vida de Bisbal

… que es un muchacho muy trabajador a quien respeto enormemente como personaje y desprecio como artista, cuyos grandes referentes musicales fueron Sergio Dalma y Luis Miguel . Cágate. Pero a quien el éxito masivo convierte en un ¿artista?, que vende millones de discos, llena estadios y plazas de toros:

‘Son escenarios que te presentan mucho respeto»

(¡COMPOSITOR!), y merece un monográfico nocturno en la televisión pública nacional, donde además de sus pelos (jijiji) y señales, aparecen imágenes de sus fans con las manos pintadas de rojo en señal de protesta «contra los niños soldado, que es un tema que no teníamos dominado», lo que – para los redactores del reportaje – demuestra que Bisbal es un hombre que conciencia a las masas, y que no duda en cortarse sus rizos para ello (un hombre solidario con los niños soldado y con el gabinete de prensa de su discográfica: un gran hombre…)

Anoche vi «Un día con Bisbal» y me dio por preguntarme qué es el éxito. Si el éxito es que te den la razón. O encontrar un nicho de mercado. O poder decir sin rubor que tus referentes son Dalma y Luis Miguel (me imaginé a un joven escritor español que afirmara que sus referentes eran Vizcaíno Casas y Antonio Gala…)

¿Qué es el éxito? ¿Vender? ¿Obedecer? ¿Acertar? ¿Ganar?

No lo sé. Pero ver a Roza – flaca – llegar al concierto de Bisbal de Las Ventas me lo puso aún más difícil. Porque Roza no ha triunfado como artista, no se ha convertido en un ídolo de masas internacional, ni tiene casa en Miami, ni acude a los Grammy latinos, pero Roza sigue triunfando. Porque sigue delgada y se ha puesto guapísima. O al menos eso dicen cuando hablan sobre ella…

¿Qué es el éxito, Bisbal?

Un buen Sardá, un bon detectiu y un «La que se avecina» acertado

Los domingos por la noche me encanta ver televisión en televisión, con lo que eso tiene de acto pasivo, contemplativo, a veces kamikaze; alejado de esa otra actividad más de diario de búsqueda activa, de inmersión por las descargas online. O con los maratones de teleseries en dvd de otros momentos.

Porque la televisión en televisión está muy desprestigiada, casi siempre con razón, y sin embargo sigue teniendo algo muy atrayente, me sigue inquietando saber que al tiempo que yo estoy sentado en el sofá de mi casa en pose de odalisca peluda con el mando a distancia en la mano, otros miles o millones de personas hacen exactamente lo mismo que yo, ven exactamente lo mismo. Y piensan diferente. O no.

Anoche tuve una buena noche de televisión.

Porque me lo pasé estupendamente con Sardá y la curia romana, me gustó su Dutifrí de ayer y disfruté muchísimo con un programa que combinó con buen ritmo y mejor humor la reinserción pública y dignificación de un par de exmarcianos – Lecquio y Apeles – y el descubrimiento de tres grandes personajes del Vaticano (fabuloso el navarro profranquista, divino el profesor jienense que parecía salido de «Poderes terrenales» de Burgess…)

Un buen Sardá el de anoche.

Y un excelente programa en Canal 33 – de TV3 -, «Detectiu» (Detective), un formato documental fabuloso que mezcla ficción con tono de novela negra e investigación periodística de enorme calidad, que profundiza en el pasado de Barcelona (otro día, tal vez toque hablar de esa tendencia autocomplaciente y onanista de Barcelona en sus programas televisivos) a través de personajes más o menos anónimos muy interesantes, que marcan el hilo argumental y cronológico de cada episodio. Buenísimo «Detectiu» también.

Y muy bueno también el episodio de «La que se avecina«, una serie que me tiene desconcertado por lo irregular de sus episodios. Algunos trepidantes y llenos de tramas cruzadas loquísimas, situaciones cómicas desternillantes y reacciones humanas que son un catálogo de la maldad middle-class. Algunos excelentes, como el de ayer. Y otros soporíferos, repletos de chistes pésimos y sketches fallidos, actores fuera de registro, como otros muchos de semanas anteriores.

Yo no sé qué pasa con los guionistas de «La que se avecina«, pero la intermitencia de su talento me parece preocupante (claro, que lo mismo dirán ellos de mí…)

»Dutifrí», el (decepcionante) retorno de Sardá

Ha vuelto Sardá.

El Sardá regresó anoche a Telecinco con un programa de viajes »diferente», con una buena idea, un formato prometedor con una realización excelente – qué bien rodado está todo – y dinero, mucho dinero. A la BBC.

Como bien resumió mi fiancé cuando terminamos de ver Dutifrí: »es un programa muy divertido… para el que lo hace».

Anoche volvió Sardá a la tele, se marchó de viaje a Brasil y a punto estuvo de acertar. Pero no. O no para mi gusto, al menos.

Porque todo parecía estupendo, muy buena idea:

Loles León en plena selva amazónica podría haber dado mucho juego, pero todo se redujo a Loles León muy impostada en una situación muy forzada. Me aburrió.

– el Río de Janeiro de El Dioni era una idea buenísima. Pero se quedó en una gracieta, sin más. Un desperdicio.

– el juego de intervención de Sardá en el espectáculo para turistas que fotografían el exotismo de una tribu de indígenas era una ocurrencia muy feliz. Qué lástima que no la desarrollara bien.

– el carnaval y el fútbol, mira qué original…

Como si a Sardá, de nuevo, le hubiera vuelto a perder la velocidad, la prisa, la obsesión por el ritmo del entretenimiento, que descarta cualquier amago de profundidad y construye brillantes superficies deslizantes, sin una sola muesca. Pura superficialidad deslumbrante.

Y después de Sardá, »La que se avecina» – la versión de Tele5 de »Aquí no hay quien viva». Con los mismos actores que interpretan otros personajes junto a nuevas incorporaciones no muy afortunadas. Y situaciones humorísticas que retratan no ya la cutrez del vecindario de barrio de-toda-la-vida-de-dios, sino el horror de los bloques periféricos de reciente construcción y la convivencia entre hipotequeros de manual. Me aburrió también.

Lo mejor de todo fue que ambos programas en Tele5 anoche estaban patrocinados por una bebida isotónica, cuyo eslogan es

Lo demás se desgasta…

¡Qué gran verdad!