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Ese incómodo momento en el que una respuesta u ocurrencia nos llega demasiado tarde: ‘el espíritu de la escalera’

A todos nos ha pasado en alguna ocasión: quedarnos en blanco y no saber qué responder, no poder argumentar o decir algo preciso en un determinado momento (jugando una partida de trivial, realizando una entrevista de trabajo, dialogando con un grupo de amigos, participando en un concurso…) y no debido a que desconozcamos la respuesta sino porque nos ha pillado fríos, desprevenidos, nerviosos o pensando en otras cosas.

Ese incómodo momento en el que una idea, respuesta u ocurrencia nos llega demasiado tarde

Se trata de ese incómodo momento en el que una respuesta u ocurrencia no nos sale en el instante preciso y, transcurridos unos minutos (cuando ya nos hemos ido, la partida ha terminado o se está hablando de otro tema), de repente nos llega la inspiración, la contestación perfecta… pero ya es demasiado tarde.

Pues eso tiene un nombre y se conoce como ‘El espíritu de la escalera’, aunque es más habitual denominarlo en francés (l’esprit de l’escalier) el cual hace referencia al momento en el que nos viene a la cabeza la ingeniosa respuesta que hubiésemos podido dar hacía tan solo unos minutos.

Evidentemente, el término ‘espíritu’ (esprit) nada tiene que ver con un ser inmaterial, fantasmas o almas, sino que originalmente (a finales del siglo XVIII cuando se acuño la frase) hacía referencia a la mente, el pensamiento, la ocurrencia.

La expresión se la debemos al escritor, filósofo y prolífico enciclopedista francés, Denis Diderot, quien la introdujo en su obra ‘Paradoxe sur le comedien’ (escrita a mediados de la década de 1770) y venía a referirse a que numerosas eran las ocasiones en las que una persona era incapaz de responder oportuna, correcta o ingeniosamente a sus interlocutores y en el momentos de estar bajando las escaleras (tras marcharse de una reunión o evento) le venía la inspiración, la frase perfecta, una respuesta sin igual, pero ya era demasiado tarde para ello.

A partir de ahí, otros autores utilizaron la expresión l’esprit de l’escalier (el espíritu de la escalera) para hacer referencia a ese preciso e incómodo momento en el que una respuesta nos llega demasiado tarde.

 

 

 

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¿De dónde surge el mito que indica que el ‘alma’ pesa 21 gramos?

¿De dónde surge el mito que indica que el ‘alma’ pesa 21 gramos?Existe la creencia de que el peso del alma es de 21 gramos. Al menos así lo señalan aquellos defensores de esta teoría, asegurando que esos gramos son los que exactamente se pierden en el momento posterior al fallecimiento.

Evidentemente se trata de una teoría avalada mayoritariamente por aquellas personas, colectivos y religiones que defienden que todo ser humano está constituido por un cuerpo y una esencia inmortal (llamada alma o espíritu) y que esta sale del organismo una vez llegada la muerte del individuo.

A pesar de tratarse de un supuesto pseudocientífico ampliamente refutado, este es uno de los mitos en los que más personas creen en él, existiendo la errónea convicción de que el alma pesa 21 gramos. De hecho está tan incorporada en la cultura popular que incluso se filmó una película en el año 2003 que llevaba por título ’21 gramos’ y que fue dirigida por Alejandro González Iñárritu.

Para encontrar de dónde surge este mito hemos de trasladarnos hasta principios del siglo XX, época en la que el médico estadounidense Duncan MacDougall, doctor en biología, realizó una serie de experimentos con seis personas moribundas a las que pesó e inmediatamente después del fallecimiento de éstas anotó lo que pesaban.

Con todo lo anotado hizo una sencilla operación matemática con la que le salió la media de 21 gramos (por lo que no todos los fallecidos dieron el mismo resultado).

Una vez determinado que cada persona perdía como media esa cantidad de gramos el siguiente paso era averiguar cuál era la causa, a lo que el doctor MacDougall en lugar de buscar respuestas científicas y pruebas que demostrasen que podía ser debido a la pérdida de fluidos corporales, incluso del aire o gases contenido en el organismo una vez exhalado, prefirió tirar por el camino de la creencia religiosa y avalar la teoría de que los seres humanos poseemos alma.

Cabe destacar que finales del siglo XIX y las primeras décadas del XX fue una época en la que tuvo una gran influencia el espiritismo y todo lo relacionado con los temas paranormales sobre almas, muerte y el más allá.

El doctor Duncan MacDougall dio a conocer sus conclusiones a través de un comunicado a la prensa a principios de 1907, por lo que  The New York Times publicó un artículo titulado ‘Soul has weight, physician thinks’ (El alma tiene peso, el facultativo piensa) el 11 de marzo de aquel mismo año, haciéndose eco del ‘descubrimiento’ del médico. El 11 de mayo en el ‘Journal of the American Society for Psychical Research’ (publicación de la organización de parapsicología de la que formaba parte MacDougall) publicó el artículo firmado por el propio médico: ‘Hypothesis concerning soul substance together with experimental evidence of the existence of such substance’ (Hipótesis relativa a la sustancia del alma junto con evidencia experimental de la existencia de tal sustancia).

Desde entonces (y gracias a la gran influencia que tuvo este tipo de temas en la sociedad) se ha tenido la convicción en ciertos sectores de que el alma pesa exactamente 21 gramos.

Como nota curiosa cabe destacar que el propio Duncan MacDougall hizo el experimento con quince perros, a los que pesó antes y después de morir, no dándole apenas variación en el peso, por lo que determinó que los perros no tenían alma, otro de los mitos también ampliamente difundido y rebatido en su día por el también médico Augustus P. Clarke, quien apuntó que las conclusiones de su colega eran erróneas debido a que en el momento de la muerte se produce un repentino incremento de la temperatura corporal a causa de que los pulmones dejan de enfriar la sangre y que el consecuente incremento de la sudoración podría explicar fácilmente los 21 gramos de menos defendido por MacDougall, además de que hay que tener en cuenta que los perros carecen de glándulas sudoríparas por lo que no es de extrañar que el peso de estos animales no sufriera ningún cambio súbito en el momento de morir.

 

 

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Fuentes de consulta: xatakaciencia / cienciadesofa / pseudociencia.wikia / snopes / nytimes (pdf) / diogenesii (pdf)
Fuente de la imagen: pixabay

¿De dónde surge llamar ‘pusilánime’ al falto de ánimo y valor?

¿De dónde surge llamar ‘pusilánime’ al falto de ánimo y valor?

Pusilánime es uno de esos términos que parecen estar destinados a desaparecer de nuestro vocabulario y que cada vez es menos utilizado.

Su significado literal, según el Diccionario de la RAE, es ‘falta de ánimo y valor para tomar decisiones o afrontar situaciones comprometidas’ y se consideran sinónimos vocablos como ‘achantado’, ‘medroso’, ‘apocado’, ‘cobarde’, ‘miedoso’, ‘timorato’ o ‘vergonzoso’.

El término lo recibimos directamente del latín ‘pusillanĭmis’ que era la contracción de la expresión ‘pusillus animus’ y que venía a significar ‘de alma o espíritu pequeño’ (pusillus: pequeño – animus: alma/espíritu) y se aplicaba a aquel que era apocado, cobarde y sin valor. Por poner un ejemplo, un personaje ‘pusilánime’ podría considerarse a ‘Zeke’, el león cobarde de ‘El mago de Oz’.

Por el contrario, los romanos crearon el término ‘magnanĭmus’ (magnánimo) para referirse a todo lo contrario, a aquel que tenía ‘gran alma/espíritu y valor’ (magna: grande – animus: alma/espíritu).

 

 

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Fuente de la imagen: fdctsevilla (Flickr)