Alfredo Lara: «Juego de tronos, El Señor de los anillos y el anime se mueven en escenarios derivados de la capa y espada»

RICHARD E. GRANT como Sir Percy Blakeney, en la adapactación de La pimpinela Escarlata de 1999 (BBC)

No contento con rescatar la literatura western y descubrir que éramos muchos los lectores huérfanos de este subgénero que teníamos hambre de esas novelas con la colección Frontera de Valdemar, el editor y librero Alfredo Lara -un pozo de sabiduría de conocimiento libresco y de género con el que siempre es una gozosa experiencia charlar- se ha adentrado en un nuevo rescate de género.

Con la Colección Aventuras Históricas de la editorial Diábolo, Lara está relanzando o lanzando al mercado editorial novelas de capa y espada. Conocidas que merecían rescate o muy desconocidas que merecen conocerse. Y en sus títulos, cinco hasta la fecha y con prólogos suyos, ya ha conseguido una selección de obras que llaman la atención y que conquistarán a nostálgicos y descubridores de la capa y espada: desde La Pimpinela Escarlata hasta la trilogía de Juan Antonio de Blas sobre las aventuras del capitán Álvaro de Roa.

Así que, en XX Siglos, desenvainamos el acero y nos ponemos en posición de duelo. ¡En guardia!

¿El género de aventuras históricas necesita ser redescubierto?

Pues yo creo que no, que afortunadamente no. Gracias a ensayistas y gente de la cultura como Fernando Savater, Luis Alberto de Cuenca o Jacinto Antón, el término “novela de aventuras” ya no tiene un carácter peyorativo. Siempre habrá “eruditos a la violeta” que piensen que la adscripción de una novela a un género narrativo extrae dicha novela de los estantes de la Gran Literatura y que si las novelas de John Connolly son exquisitamente literarias entonces ya son “más que novela policíaca”, que si Moby Dick es literatura con mayúsculas ya no es “novela de aventuras” y que si los relatos de Edgar Allan Poe son excelsos, son “LITERATURA” y no cuentos de terror… Sin parar en mientes en que, de hecho, son las dos cosas a la vez. Creo que el calificativo de “novela de aventuras”, no genera ya ningún desdoro para una obra literaria y, desde luego, ni de lejos es comparable la apreciación que se tenga ahora por la novela de aventuras, con el desdén que se tenía por la literatura western. De hecho, entre nosotros, casi que ni se suponía que existiera literatura western más allá de las novelas de “a duro” de Marcial Lafuente Estefanía; autor por el que, no gustándome en especial su obra literaria tengo, por otras causas, el mayor de los respetos. En este sentido no creo que la novela de aventuras históricas necesite ser redescubierta o reivindicada. Ahí están Bernard Cornwell, Simon Scarrow, Rose Mary Sutcliff, o entre nosotros, Pérez-Reverte, León Arsenal o Calvo Poyato haciendo que el género goce de salud y prestigio literario.

¿Y tampoco reivindicado?

Me da la impresión, como comentaba antes, que el género no está minusvalorado, aunque algunos autores sí lo están y otros muchos han caído en el olvido o sólo son recordados por una obra en concreto. Ejemplos: Rafael Sabatini está minusvalorado, es un excelente escritor y además se le recuerda casi en exclusiva sólo por Scaramouche y más por la película que por la novela; pero es que Sabatini tiene al menos una treintena de novelas y, al menos diez de ellas excelentes. Aunque… ¿Quién se acuerda de La Bandera del Toro, Bellarión o Antonio Wilding? ¿Y Dumas?, nadie minusvalora a Dumas, pero ahora deben ser encontrables sólo cuatro o cinco de sus títulos… y tiene más de sesenta novelas. Y estos son los más reconocidos, pero ¿a quién le suenan Samuel Shellaberger, Thomas B Costain, Jeffery Farnol, Stanley Weymann?… y los clásicos franceses que no se reeditan desde hace más de medio siglo… Ponson du terrail, Zévaco, Feval, etc… Vale la pena ir recuperando algunos títulos de estos.

Quizá también habría que poner en valor el efecto balsámico de estas historias, su poder tranquilizador… Más en estos tiempos convulsos de guerras, pandemias e información desatada y oscura constantemente…

Sí, de acuerdo, porque, además del distanciamiento respecto a ese mundo, a ese momento histórico y a ese tipo de violencia, que la intriga novelesca de ambientación a unos cuantos siglos de distancia despliega, la “capa y espada”, suele incorporar un componente “galante” y “romántico”, una serie de diálogos y convenciones de lenguaje cortesano que, si están bien reflejados y se entremezclan adecuadamente con la aventura violenta, la dotan de un encanto bastante alejado de lo que suele ser norma en nuestras aventuras de ambientación contemporánea. Los diálogos que construye Dumas en Los tres mosqueteros, o Weyman en Bajo la túnica púrpura, o la Baronesa Orczy en La Pimpinela escarlata tiene, con frecuencia, un encanto especial. A veces dan sensación de irrealidad: ¡qué sanguinarios y, a la vez, admirablemente corteses pueden llegar a ser estos caballeros y damas! Sí, son distintos, y puede que la distancia, la percepción de esa distancia en tiempos y modos, tranquilice.

El editor Alfredo Lara, en su librería Opar (FOTO: D.Y)

La experiencia de Zenda Edhasa, la suya propia con estas dos colecciones, ¿ha detectado demanda de los lectores por estas novelas o es una apuesta hecha por gusto y convicción?

En el anterior caso del western y la colección Frontera, además de una apuesta personal y un intento de reivindicación de un género, desconocido o desdeñado, sí tenía la sensación de que “veníamos a llenar un hueco” —como dice el tópico—. En Frontera, de la editorial Valdemar, se aunaban el gusto, la convicción y la intuición de que habría un buen número de lectores que sorprender y convencer.

En el caso de “Aventuras históricas”, de la editorial Diábolo, el proyecto está más relacionado con una afición personal y con la nostalgia por algunas novelas cuasi perdidas y escritores caídos en el olvido que me encantaría poner a disposición de los lectores. ¿Demanda? Sí que la hay, pero creo que está perfectamente satisfecha con una generación de autores contemporáneos españoles y extranjeros como Pérez Reverte, Calvo Poyato, Mateo Sagasta, Juan Tazón, etc que escriben muy buena capa y espada y luego extranjeros como Cornwell, Saylor, Forester, O’Brian que vienen siendo publicados por las editoriales españolas y son grandes autores de aventuras históricas. Por tanto, vamos a dejar la cuestión en “gusto y convicción”

Estas novelas, ¿van dirigidas a nostálgicos o a descubrir estas historias a nuevos lectores?

Para ambos. Hay quienes me comentan… ¿Y pensáis editar Los Pardaillans de Michel Zévaco?, o que sugieren novelas de Paul Feval, Thomas B Costain o incluso folletinistas españoles como Fernández y González u Ortega y Frías. Podemos apuntarlos al bando de los nostálgicos, pero estoy seguro de que no por ello dejan de leer a los maestros contemporáneos del género. Y por otra parte hay quienes quieren buenas novelas de aventuras de espadachines procedan de donde procedan. Les gustó Alatriste, tienen un recuerdo bueno de películas como Scaramouche o Los tres mosqueteros y están abiertos a leer novelas de este tipo si les parece interesante lo que pone en la contracubierta o si alguien se las recomienda.

¿Cuáles son los requisitos que deben cumplir las novelas que se pueden incluir en esta colección?

Una primera condición que es inherente a cualquier intención de publicar un texto: que tengas la impresión de que su lectura puede provocar un placer estético o intelectual. Vamos, en “roman paladino”: que nos gusten. Otra es que pertenezcan al género “novelesco”, osease que pasen cosas y el riesgo y la aventura estén presentes. Y, en cuanto a ambientación, que, cronológicamente, se sitúen en el periodo histórico conocido como Edad Moderna, casi siempre durante la vigencia del Ancien Régime, si bien es cierto que, por ejemplo, hay muy buenas novelas de capa y espada que se ambientan en el periodo napoleónico o, incluso en la California del siglo XIX, piénsese por ejemplo en el Zorro, de Johnston McCulley. En realidad, la colección quiere construirse en torno al muy específico género de la Capa y espada y sus ambientes más característicos, pero hay tantas novelas excelentes que habitan en los territorios fronterizos con este género, que no nos decidimos a cerrar el campo de una forma taxativa. Y, como siempre, está permitido saltarse las reglas y recoger algo que sea difícil defender como perteneciente al territorio delimitado, pero, esos sí, tiene que existir una Gran Razón para hacerlo y justificarlo bien. Las arbitrariedades se permiten sólo si tienen una buena razón detrás.

¿Cuál es la visión de Alfredo Lara sobre la capa y espada? ¿Estudia que las novelas que publica sean también para los lectores de hoy?

No creo que haya problema. Los elfos, los orcos, las razas alienígenas y los zombis en principio no son seres más cercanos a nosotros que un mosquetero francés, un soldado español de los Tercios, una camarera de Corte de la Reina o una mesonera del Siglo de Oro. Bueno, permítaseme la broma, en estos tiempos sí, sí que estamos más cerca de Gollum que de la Princesa de Éboli, pero Juego de tronos, El Señor de los anillos, las novelas de Alatriste, o los juegos de Rol y tablero, e incluso algunas series de “anime” japonesas, se mueven continuamente en escenarios derivados de los escenarios históricos propios de la capa y espada. Y las intrigas políticas y contiendas personales son constantes de todo tiempo y situación en la Historia humana. Simplemente se trata de recuperar algunas novelas y autores olvidados de esa narrativa, la que dio origen en muchos casos a argumentos, personajes y situaciones que ahora triunfan, y permitir que una mínima parte de quienes ahora disfrutan con sus derivados, se asomen a esos ancestros narrativos y los disfruten.

Lo que a veces puede generar una mayor dificultad de interpretación para un lector contemporáneo son las ideas. Me explico. Lo que puede generar más dificultades, según que lectores, de una novela de capa y espada bien escrita, que intente reproducir con fidelidad la época en la que se desarrolla, son los conceptos y maneras del “amor cortés” provenzal y renacentista, la “honra” y el “honor” del Barroco, las diferencias entre los estamentos sociales del Antiguo Régimen; el abismo existente entre un noble francés o un “Grande de España” y un campesino o incluso un hombre de letras de su tiempo. Pero bueno, cuando lees una novela de Sherlock Holmes o Cumbres borrascosas, también tienes que ponerte en situación. De todas maneras, como un buen porcentaje de las ideas de tiempos pasados ahora se combaten a sangre y fuego, es posible que algunos conceptos o ideas del pasado sean difíciles de captar para algunos lectores contemporáneos… Hay que conseguir “ponerse en situación”.

Arrancó la colección con La pimpinela escarlata, ¿no tienen un punto políticamente incorrecto esta historia hoy en día?

Pues es posible… ¡Y me encanta! Estoy de la “corrección política” hasta los mismísimos. Pero creo que, en cuestiones de ficción, la corrección política no tiene ni que aparecer. Disfruto como un enano cuando el ingenio de la Pimpinela hace que la Baronesa de Nosequé y su hijita de seis años consigan escapar de La Bastilla; aborrezco a las tricoteuses que disfrutan viendo rodar la cabeza de los aristócratas haciendo calceta al pie del patíbulo y disfruto de las artimañas, las persecuciones y los equívocos amorosos entre Sir Percy Blakeney y la encantadora Marguerite Saint Just. Y, todo ello, no impide que esté a favor de La Revolución Francesa. En cualquier contienda hay buena gente en el bando equivocado y gente mala en el bando correcto.

Algo has dicho antes, pero… ¿Las novelas de esta colección van a ser solo de Capa y Espada, o el título de Aventuras Históricas va a ser más amplio?

La intención es que esté muy mayoritariamente dedicada al más clásico periodo de la capa y espada: los siglos XVI, XVII y XVIII. Desde ese punto de vista la colección podría haberse llamado “Colección estocada” o “En guardia” o algún término relativo a la esgrima. Sin embargo, a veces me rondan malos pensamientos de traer a la colección alguna memorable novela del periodo napoleónico de Delderfield o Erckman Chatrian, o alguna novela galante y Versallesca, malvada y procaz de algún libertino francés del siglo XVIII al estilo de Las amistades peligrosas, de Choderlos de Laclos o de alguien más contemporáneo como Abel Hermant… eso sí, en estos casos, siempre que sea posible, con sus maravillosas ilustraciones… A fin de cuentas, lo cortesano, lo frívolo y galante también tiene mucho que ver con este ambiente. Recomiendo encarecidamente ver la película Ridicule (Patrice Leconte, 1996), una excelente demostración de esgrima verbal cortesana con resultados frecuentemente mortales.

¿Cómo surgió la idea de rescatar la trilogía protagonizada por Álvaro de Roa de Juan Antonio de Blas?

Como librero que soy, suelo estar atento a las ofertas y saldos que hacen las editoriales. Siempre me gusta tener una decena, al menos, de novelas a bajo precio que recomendar. Leí Soportal de los malos pensamientos, porque la adquirí en un paquete de oferta. Me pareció una excelente novela, tanto ella como su secuela, Al fondo Eger. Adquirí unas cuantas decenas de ejemplares de cada una y las vendí en mi librería durante algunos años. Siempre pensé que, si tenía ocasión, las reeditaría. Años más tarde, un amigo que me seleccionó para formar parte de un jurado de criba de un premio literario, David Panadero, enterado de mi gusto por esas novelas de Juan de Blas, me dijo que el propio de Blas le había enviado el infolio de una novela suya, inédita, para ver si se podía hacer algo por publicarla. Amablemente Panadero me dijo que, si quería darle un vistazo, me la pasaba. Y así llegó a mis manos, para mi emoción y sorpresa, una tercera entrega inédita de las aventuras de don Francisco de Quevedo y don Álvaro de Roa, Un hombre para cualquier ocasión. La leí. Me gustó mucho, pero, de momento, nada podía hacer por ella.

Cuando unos años más tarde Diábolo me propuso dirigir una colección de novelas de capa y espada, enseguida tuve en mente publicar la trilogía de Juan de Blas. Contacté con él —hasta entonces no lo había hecho, ya que nada podía ofrecer para sus novelas— y estuvo encantado con la propuesta de reeditar las tres. Resultó que era de lo que más apreciaba de su producción y que le dolía que esa parte de su obra pudiera darse por perdida. La propuesta de editar su trilogía en tapa dura y en una misma colección le ilusionó y llegamos rápido a un acuerdo. Desafortunadamente no llegó a verlas editadas. Juan de Blas murió muy pocos meses más tarde, antes de que Soportal, llegara a ver la luz. ¡Lo sentí enormemente!, pero al menos tuvo la noticia de que así se haría y se alegró por ello.

Antes del boom de la novela histórica española de finales del siglo XX, también tuvimos grandes novelistas, ¿alguno más que quiera rescatar?

Algo de los folletinistas españoles —si es que encuentro algo de buen nivel que no sea demasiado extenso… esta gente escribía a destajo y las que ya conozco y me gustan son muy largas— sí me apetecería volver a publicar. Otros autores, de muy alto nivel, Alejandro Núñez Alonso o Tomás Salvador, no encajan temáticamente en el planteamiento de la colección, pero seguro que aparecerá algo que nos alegre reeditar.

Otro rescate que parece de novela de capa y espada, es el de Stantley J. Wyeman y su Bajo la túnica púrpura… Me atrevería a decir que poquísimos lectores conocerán al autor y menos a la novela.

Siempre hay un puñado de nombres que inexplicablemente han sido olvidados por el público, mientras que algunos otros perviven por tal o cual novela o circunstancia. Y además la cosa va por países y temporadas. En España gente importante para el mundo de la novela de aventuras como John Buchan, S. E. White, Pierre Mac Orlan, Pierre Benoit o Joseph Peyré, apenas cuentan. Y supongo que, en otros países, serán otros los arrumbados en el recuerdo de los lectores. El de Weyman es uno de esos casos que claman al cielo.,. Era el rival, escribiendo novelas de capa y espada, del mismísimo Rafael Sabatini, el autor de Scaramouche o El capitán Blood; se le conocía como el “Dumas británico”, contaba con la admiración de Conan Doyle, Oscar Wilde o Robert Louis Stevenson. Su éxito le vino, básicamente, por sus novelas de capa y espada, pero cuando abandonó esta temática, aunque perdió buena parte de su popularidad para el público en general, siguió contando con el aprecio de la Crítica. Durante el primer tercio del siglo XX fue un auténtico superventas. Se editaron en inglés sus obras completas y los mejores ilustradores de aquellos días gloriosos para la Ilustración anglosajona, vertieron a dibujo sus escenas y personajes. Hasta en España, en los años treinta, se tradujeron y publicaron una decena de sus novelas. Y luego, el olvido.

Compré en mercadillos y librerías de lance, leí y disfruté de las novelas que de Weyman se editaron en España en los años treinta, e incluso estuve a punto de editar una de ellas en la antigua colección de novela histórica que dirigía para Valdemar allá por la década de lo noventa del siglo pasado. No llegó a salir entonces, y ahora por fin consigo que una de ellas vea la luz. Y, si es posible, algún título más de Weyman veremos en esta colección.

¿Hacia dónde se dirigirán los próximos títulos de esta colección?

Me gustaría publicar novelas algo menos obvias de autores famosos. Es decir: publicar algún Rafael Sabatini que no fuera Scaramouche o una de sus famosas novelas de piratas; publicar alguna más de la Baronesa de Orczy, pero bien de las secuelas de La Pimpinela Escarlata o de su serie de Cara de cuero, publicar un Dumas o un Feval, pero de los que estando entre los mejores por calidad, no sea de los más conocidos y además recatar algo de Feval o Zevaco, pero que no sean Lagardere o los Pardaillan, sino novelas brillantes que no hayan gozado de la fama que sí obtuvieron sus hermanas más famosas. También alguna novela de la Revolución francesa o el periodo napoleónico de autores como Fortuné Du Boisgobey, Louis Boussnard o Derderfield. Tampoco le haría ascos a unas memorias militares o cortesanas y alguna biografía, eso sí, si es posible, con las ilustraciones que en sus días llevara. Y, como no, cosas que ahora ni conozco, ni soy capaz de imaginar y con las que espero seguir tropezándome de vez en cuando.

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1 comentario

  1. Dice ser La especie que apuesta por lo natural (unas risas)

    Tantas novelas escritas, tantas enciclopedias, tantos tratados, tantas películas y series, para aceptar, hace apenas unos días, después de tanta Historia humana recorrida, que la mujer tiene periodos dolorosos que la incapacitan para trabajar o concentrarse.
    Es lo que tiene esta cultura tan desabrida para con la realidad natural humana, tan cultivadora de la mente y tan separadora de su cuerpo, tan censora de sí misma.

    20 mayo 2022 | 12:15

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