Alfredo Lara, director de la colección Frontera de Valdemar: «El western necesitaba de gente que lo pusiera en valor»

El editor Alfredo Lara, en su librería Opar (FOTO: D.Y)

Alfredo Lara, editor, librero y auténtica enciclopedia bibliófila de géneros literarios. Preguntar a Alfredo sobre novelas de aventuras, históricas, negras o de terror siempre es un placer: su respuesta estará llena de jugosas y juiciosas recomendaciones y referencias. Nunca se queda en lo obvio, siempre va más allá. Me acerco a su guarida, la librería Opar (en un segundo piso de la madrileña calle de Alcalá) para charlar con él sobre un género y una colección que no me canso de recomendar en XXSiglos: el western y la colección Frontera, que dirige para Valdemar desde 2011.

Cogemos Colt, pañuelo y sombrero de ala ancha y montamos sin demora…

¿Es el western un género histórico?

En buena parte sí. Aunque existe una especie de tradición de western intemporal, mítico, sin casi caracterización geográfica -simplemente es un vaquero, una pradera- que casi todos los aficionados a este género asumen como correcta. A mí, esa indefinición cronológica y geográfica, me transmite falsedad. Es como si leyendo una novela de bandoleros españoles me dijeran “una sierra”, “un país” o “un forajido” en vez de hablarme de Sierra Morena, España o ‘El tempranillo’. Hay veces en las que esa visión del western como un espacio mítico lo perjudica. Siento como más correcto, más auténtico, el western que tiene un buen anclaje en esas circunstancias históricas, geográficas y sociales en las que ese tipo de historias se desarrollaban: no da igual si es el norte o el sur, no da igual si son apaches, sioux, semínolas o iroqueses. Cada cosa tiene su sentido.

[Western, mucho más que las viejas películas de sobremesa del abuelo]

Un escritor español, Alber Vázquez, me decía que los españoles vivieron el western mucho antes que el primer angloamericano supiera qué era un apache, que en España esto se desconoce y que pocos quieren entrar porque hay un sentimiento de culpa sobre el pasado imperial…

Creo que tiene razón en cuanto a la existencia de ese marco histórico geográfico propio del western y a que los colonos hispanos debieron vivir situaciones parecidas y experimentar sensaciones equivalentes a las que se producen en el western clásico anglosajón… y cómo Vázquez dice, mucho antes que los anglosajones. Eso en cuanto a las circunstancias históricas sobre las que se asienta el western. Ahora bien, como literatura, como arte… pues como dice el poema: “se hace camino al andar”… se hace western al escribirlo y al firmarlo y desafortunadamente no es demasiado el western que con este entronque histórico hispano se ha hecho. Alber comienza a hacerlo y Javier Pascual también lo hizo, y antes lo hicieron autores anglosajones como Jackson Gregory y Johnston McCulley.

Pese a que no seamos demasiado conscientes de ello, hay anglosajones que no ocultan u olvidan ese componente hispano. Sí, la conquista del Oeste española tiene narrativa escrita por anglosajones, que además nos ponen muy bien. Hay autores estadounidenses que están absolutamente encantados de su pasado español y publican novelas con protagonistas españoles. De hecho, uno de los primeros antecedentes de la literatura western, a medio camino entre la ensoñación histórica y la novela rosa, fue Ramona, un best seller del siglo XIX que se ambienta en una California idílica de grandes terratenientes españoles y población indígena…. Y cuando lees a determinados autores estadounidenses, de esos que se documentan al menos medianamente, suelen mostrarnos como sus maestros en equitación y conocimiento de los caballos, o se habla del honor de los españoles como algo positivo… incluso en una enciclopedia del western que consulto con frecuencia hay un concepto llamado Spanish West que tiene decenas de relatos y autores. Quizá para el gran público estadounidense y para sus componentes más narcisistas lo hispano sólo tenía que ver con los mexicanos a los que linchaban los colonos anglosajones, pero el western bien documentado no tiene desdén hacia lo español y lo hispano.

En cuanto a lo del sentimiento de culpa… es muy cierto y también se cierne sobre la posibilidad de una narrativa de aventuras relacionada con los conquistadores españoles que nosotros no escribimos apenas, pero que autores de best sellers americanos o europeos nunca han desdeñado… El dios de la lluvia llora sobre México, de Laszlo Passuth; El oro de los Apalaches de Slaughter, etc. dan idea del montón de novelas que se inspiran en este escenario que nosotros no sabemos cultivar. O nos ponemos culpables y todo es terrible, estúpido y sangriento, o nos ponemos estupendos y todo se vuelve solemne, acartonado y triunfalmente épico y estúpido. No solemos encontrar el tono adecuado para ambientar sin complejos de inferioridad o superioridad en este periodo. Me da un tanto de coraje, porque los franceses no tienen esa remóra y en cómic hacen excelentes cómics de aventuras integrados en este escenario… Conquistador ( 4 albúms) o Quetzalcoalt (creo recordar que 7), sin ir más lejos.

Fotograma de ‘El último mohicano’

¿Cuándo descubres tu amor por este género? Me imagino que quizá de niño y a través del cine…

No, de hecho fue de una manera muy distinta. En la niñez y adolescencia sobre todo leía literatura fantástica y ciencia ficción. Con el tiempo acabé llegando a la conclusión de que lo que más me gustaba de esos géneros era su componente de aventuras. Me dije: vale, Marte está muy bien, pero también puede ser África o las estepas siberianas. Y de ahí concluí que lo que me gustaba realmente eran las novelas de aventuras de ambientación exótica. Leí, coleccioné y escribí bastante sobre aquello y ya empezaba a integrar en la novela de aventuras parte de lo que es el western. Por ejemplo era muy consciente de que El último mohicano, era, a un tiempo, prewestern y novelas de aventuras. Seguí por ese camino, pasando de la Guerra de los Siete años y los mohicanos a los tramperos, a los apaches… y acabé por concluir que, en buena parte, —la que a mí más me interesa—, el western es parte de la novela de aventuras. Con el tiempo te llega a molestar ver a la literatura western tan desdeñada, desconocida y vilipendiada… Rider Haggard o Kipling ya tenían buenas ediciones y quienes los ensalzaran, pero el western sí necesitaba de gente que lo pusiera en valor. Y así decidí que me gustaría colocarlo en lugar que se merece y que se lea sin prejuicios y propuse esta colección a Valdemar.

Y cuando se la pones delante a la editorial…

Valdemar ya era favorable de por sí, porque el western les gustaba como narrativa y como cine. Leí Pequeño Gran Hombre y descubrí un novelón impecable. Les dije: esto estaría muy bien en vuestra colección Avatares. No lo veían allí, pero sí en la colección histórica que dirigía yo. Es una gran novela histórica y fue la primera novela de western que apareció en Valdemar hará quince años. A todo el mundo que la leyó le gustó, pero no tuvo las cifras de ventas correctas en aquellos días. Estaba desubicada.

Pasado el tiempo, volví a la carga: el cine western está prestigiado; en el cómic, nadie duda de obras como Blueberry; con la literatura western va a pasar lo mismo tarde o temprano y podemos ser nosotros. Les dije que valía la pena intentarlo: puedo hacer una colección con tantos premios Pulitzer y Nobel como hagan falta, con novelones impecables, pero convendría hacerlo a sabiendas, poniendo el término western por delante, buenas traducciones y portadas y sumar al empeño la dignidad y prestigio que aporta Valdemar. Teníamos muchos títulos posibles, algunos porque no se habían publicado nunca en España, otros porque nunca estuvieron bien editados.

Me dijeron que sí porque les gustaba la idea, no porque pensaran que fuera funcionar. No fue difícil convencerles, pero consideraban que había tantos prejuicios sobre el western que podía haber problemas. Por eso teníamos que empezar la colección con Dorothy M. Johnson: como escritora es de una calidad irreprochable, sus cuentos están a la altura de Scott Fitzgerald o Hemingway y cerraría cualquier debate sobre si es un género machista o sobre si el western puede ser buena literatura o no. Dorothy M. Jonhson abrió la puerta y convenció.

Fotograma de Río Grande

¿Y después de ella ya se podía sacar a James Warner Bellah sin problemas?

Sí, claro, éste es más duro, conservador y militarista. La gente siempre me dice: editáis las novelas de las grandes películas de este género. Y yo siempre respondo: no, lo que pasa es que si yo hiciera una colección juvenil y sacara Peter Pan, Winnie the Pooh y El libro de la selva, todas tendrían película. Y en novela negra igual. Y en el western más, siendo el género literario por excelencia de los EE UU y siendo el cine lo que es allí. Coges 50 grandes novelas western y casi todas tienen adaptación. De hecho, al ver las películas, siempre busco si hay una base literaria detrás y cuando la encuentro, tiendo a pensar que a alguien le gustó tanto aquel libro o relato que decidió jugarse un montón de millones para llevarla a imágenes. Eso ya es un indicio de que el libro puede valer la pena.

John Ford decidió apoyarse en los relatos de Bellah para construir su trilogía de la caballeria americana. Eso hizo que me interesara por este autor y localizara viejas ediciones en español de sus relatos y novelas. Si era conservador, reaccionario o militarista él, personalmente, era cuestión aparte. Si a mi me dicen que Miguel Ángel era un indeseable, me parecería bien o mal pero eso no le quita su capacidad de pintar. Si Benvenutto Cellini era un pendenciero y una mala bestia eso no convierte a su Perseo en una escultura menos elogiable. Son cosas que van por caminos diferentes. Lo que sí me parecía obvio por la lectura de esas viejas novelas y relatos de Bellah, publicados hace décadas por Toray, es que Bellah era un buen escritor de western. Y sí, después de esos dos primeros libros, pude sacar a James Warner Bellah sobre los hombros de John Ford, porque era el sustento narrativo a la Trilogía de la caballería y de una película que a mi siempre me ha gustado pero que no tiene buena crítica como Fort Comanche.

Este libro de relatos, Un tronar de tambores, posibilita tres placeres distintos: el primero, ver a John Ford con “contenidos adicionales”; el segundo, leer a James Warner Bellah; y por último, poder compararlos.

[El western cabalga de nuevo (también en la literatura)]

Hay un cierto resurgimiento del cine western en los últimos tiempos, al menos en número de películas tras un años sin casi apariciones…

Lo que me gusta menos de esto es la continua reescritura de películas ya prestigiadas: me gustó Valor de Ley, pero ya me gustaba la anterior y la novela es cojonuda. El renacido es una versión de una película de El hombre de la tierra salvaje, basado en un relato autobiográfico. Me gusta poco que revisen o busquen complicidades en lo ya hecho, pero está muy bien que vuelva el western. Yo las disfruto, unas más, otras menos.

¿Y esa vuelta al género en cine lo notas en el interés que suscita la colección?

Hay mucha gente a la que el western siempre le ha gustado y ahora le hemos dado la coartada cultural para leerlo. Otros están totalmente sorprendidos de que tal género narrativo existiera y entonces ha resultado que le hemos descubierto algo a alguien, porque había gente que pensaba que el western literario no existía a excepción de las novelas de Marcial Lafuente Estefanía o las novelizaciones de películas. Ahora se han llevado la sorpresa de que Alan L. May, el de Centauros del desierto, escribía muy bien o la de que Elmore Leonard, al que sólo conocían su obra de novela negra, era un gran escritor de western. ¡Ojalá!,

Eso creo que le ha pasado a mucha gente tras su muerte, yo incluido…

Yo me enteré de esto en Irlanda. Estaba visitando una librería en Galway, o quizá fue en Dubín, ví un tocho que ponía Trilogía western de Elmore Leonard, lo empecé a hojear y me dije, esto merece editarse. Luego también vi que en una revista pulp argentina llamada Rojinegro, de los años 30, —que era casi una edición a base de Argosy y Short Story— había cuentos de Leonard de apaches, que es una tribu que me cae especialmente bien. Al principio yo solo pensaba en editar Que viene Valdez y Hombre, pero en Valdemar me dijeron ¿Y los cuentos? Me preocupaba gastar tantos tiros en un mismo autor, aunque me gustara, cuando quedaba tanto autor por rescatar. Pero merecía la pena y fuimos hacia adelante: si algo se queda sin publicar que no sea esto. Los cuentos están completos en la colección, pero quedan seis obras suyas más. De hecho, la primera es un trasunto de una película mítica para la gente de Valdemar, La venganza de Ulzana, que no tiene base literaria, aunque ya me habría gustado. Es de un militar y un joven que tiene que atravesar la frontera con México. No sé, quizá la valore para más adelante.

Fotograma de La venganza de Ulzana

De momento sólo has repetido con Leonard y Dorothy M. Johnson…

Y ella también tiene algunas novelas y ensayos que me harían mucha ilusión sacar. Pero es como iniciar una colección de novela negra y pensar que tengo desde Conan Doyle y Agatha Christie hasta John Connolly y casi todo ello inédito, ¿qué hago? ¿Por cuáles me decanto?

Hablas de prestigiar el género, pero creo que salvo por la negra y la ciencia ficción, que ahora parecen estar mejor consideradas, hay miedo a citar el género de una novela…

Es como cuando hace años había una novela de aventuras o policíaca y querían decir que era muy buena, pero sin condenarla al submundo del “género”, y se empleaba la expresión: “en clave de” novela de aventuras. ¿Moby Dick es una novela de aventuras? Para mí, sí. Pero hay gente que dice ¡No! ¡Es gran literatura! Bueno, ¿tiene que dejar de ser una cosa para ser lo otro? Pero parece que si quieres decir que un libro, que podrías reivindicar como perteneciente a un género, es excelente dices que es en ‘clave de’ para no ganarte la antipatía y la falta de atención de todos aquellos que desdeñan el adjetivo. Es un mecanismo de defensa un tanto vergonzante… y que le da la coartada al lector para disfrutarlo sin problemas: ¡Coño! ¿estoy disfrutando de un western?… Noooo, de gran literatura en clave de western. Pero estaría mejor asumir que el género va por un lado y la calidad por otro. También tenemos el efecto contrario: si de repente el western vendiera, será western todo.

Sí, hubo un tiempo en que muchas novelas negras eran “auténticos western” aunque estuvieran ambientadas en Detroit o en Londres…

O el domestic noir de ahora. Que a mi me dicen ahora eso y te digo Simenon. Es la cuestión de las etiquetas.

También encontramos una apuesta, no sólo por el género, sino por el formato: en tu colección hay relato corto, novela breve…

Es una apuesta inevitable. En EE UU un escritor como Will Cook podía publicar 70 u 80 novelas en casi bolsillo y otros tantos relatos en revistas dedicadas específicamente al western o a la novela de aventuras en general. Alguna, con el tiempo, podría llegar a reeditarse en tapa dura si tenía éxito. Luego hay que tirar tanto de relatos como de novelas. El “qué” forma adopta todo esto cuando se publica este maremágnum en Valdemar /Frontera es otra cuestión. Que viene Valdez u Hombre eran demasiado cortas para ir por separado. Las novelas de Josey Wales, por varios conceptos, era lógico que fueran juntas. Soldado Azul y La luna del Cazador, que son las mejores novelas de Olsen, formaban un volúmen perfecto. Hondo, de Louis L´Amour, del que tenía que publicar una novela, porque no hacerlo era como publicar novelas africanas de aventuras y decir no me da la gana publicar a Rider Haggard, casi nunca acababa con una novela redonda, pero buenas en un ochenta por cien, tenía muchas. Hondo es la mejor terminada y además permitía meter el relato que le daba origen… aunque estuve tentado de elegir otra: Shalako. Esta última me gusta muchísimo, pero en sus quince últimas páginas… abroncaría a su autor: ¡cómo pudo hacer un desarrollo así y cagarla al final por exceso de emoción y grandilocuencia absurda! Es triste lo que pasa con esa novela.

Luego está la parte técnica y empresarial del asunto en la que entra Valdemar que puede pensar que esta es muy larga, o que la traducción o los derechos de aquella presentan problemas. Lógicamente hay una parte industrial en el asunto de editar, que tiene que cuadrar. Si la gente no los compra, se acaba la colección. Todavía no he tenido a renunciar a ningún título que considere oportuno publicar, aunque sí que hay cosas que me apetecían y tengo que dejar para más adelante. No me ponen apenas pegas y estoy más que agradecido a Valdemar por ello, pero yo tampoco las pondré si me dicen que tal o cual novela no la podemos editar y me explican las razones por las cuales tenemos que renunciar a ello, porque sé que los libros hay que venderlos. Afortunadamente me encanta cómo trabaja Valdemar y nos entendemos perfectamente.

También tienes una novela que coquetea con el fantástico y el terror (La última galopada) y un ensayo como Más allá del  ancho Misuri

Sobre la primera ya te comenté la ilusión que me hizo el abordar su publicación. Con la segunda tuve miedo porque es un ensayo muy técnico y algo difícil. Ha habido gente que me ha dicho que era demasiado docto y que igual habría venido mejor algo más ligero y ameno, pero es que ahora entro en YouTube, tecleo arapahoes o Mountain men y viene todo con sonido e imágenes y eso sustituye ventajosamente a los amenos libros de divuglación. Creo que hay que dar que dar un paso más, aunque sea fatigoso hacerlo, y apostar por algo que cambie la visión de lo que fue el western, hasta la de un aficionado avezado. Este libro lo hace. No puedes leerlo y luego pensar lo mismo sobre los tramperos que antes. Resulta que el mundo de los tramperos era capitalismo salvaje. Bestialidad empresarial era lo que pasaba más allá del Misuri… y muchas insospechadas cosas más. En este ensayo puedes descubrir el precio de una bala en San Luis y como iba incrementando su precio hasta llegar a las Rocosas, o ver que los exploradores blancos tenían a sus sqaws más adornadas y más llenas de cintajos y perifollos que un príncipe a su querida en Nueva Orleans. Era todo competición, todo exhuberante y dantesco.

Pasa lo mismo que con El imperio comanche, que es un texto sesudo de un historiador eslavo, pero cambia la visión que tienes de los comanches. O con La guerras apaches, que publicó en España Edhasa, que cambia tu visión: dejas de ver un regimiento de blancos y ves ochenta exploradores indios y unos pocos oficiales blancos.

Me gusta ampliar el campo. No quiero que cuaje una colección tan clásica que sea absolutamente tópica. Creo que los criterios se pueden usar en en sentido estricto o amplio, y cuando haces una colección creo que es mejor el amplio. Tengo en mente una novela sobre un jesuita en el Canadá que tiene que ver qué ha pasado en una misión en 1600 y pico atravesando el territorio iroqués, que me parece una de las novelas de frontera más absolutamente memorables y bien escritas que he leído. Es muy difícil que es una enciclopedia clásica de western pudiera figurar, pero en un colección como esta sí. También me gustaría sacar alguna memoria de los exploradores de Crook o el viaje que hizo Washington Irving por el Oeste.

De los títulos hasta ahora, ¿cuál ha sido vuestro gran best seller?

Indian Country, Centauros del desierto y Bajo cielos inmensos, que quizá suene menos pero es un novelón inmenso. Con ella puedes ver la fusión de frontera, novela de aventuras e histórica: es las tres cosas a la vez.

Fotograma de Desapariciones, película que adapta la novela La última cabalgada.

¿Y la gran sorpresa?

Me hace ilusión que La última cabalgada vaya sobreviviendo, porque aunque la película me gustó no es muy conocida. Pensábamos que nos la dábamos bien con ella, pero la agradable sorpresa fue que funcionó.

También cuidas el aspecto formal del libro con tus cubiertas

Manejo montañas de ilustraciones y si los indios de la novela son apaches no puedo poner sioux: tiene que haber una correspondencia entre contenido y continente. Tengo claro que si busco una portada para un libro de Elmore Leonard que suele ambientar sus historias en la zona del suroeste no voy a poner en la portada a un iroqués o un mohicano. Me produce desagrado esa falta de coherencia. Hay tanta iconografía, tantos dibujantes y pintores que han tratado el tema, que siempre tengo tres o cuatro en recámara.

También tus prólogos redondean y contextualizan estos libros

Estas novelas están escritas para que las disfrute y entienda perfectamente un norteamericano de los años 40 y 50 con la cultura y conocimientos de su época. Hay claves que a un lector español le pueden faltar. Lo único que intento hacer con los prólogos es (aunque no esté muy de moda lo taurino) lo mismo que hace un subalterno cuando deja al toro listo para que el maestro se luzca: no cansar al toro, no malograrlo, para que el maestro haga buena faena. Aquí pongo al lector de la manera más favorable para que el escritor pueda llegar a él. Hay que explicar quiénes eran los apaches, o la secuencia temporal en la que está ambientada, o qué era un mountain man y por qué era diferente a trampero, o cuál es la diferencia del concepto frontera, que para los europeos es una línea que divide países y en América es un espacio cronológico y geográfico y que se va desplazando en el tiempo y espacio,… Pero tampoco busco explicar demasiado porque en la mayoría de los casos por el contexto se saca.

Vuestro último título es El Virginiano, de Owen Wister…

Sí, que yo sepa, nunca se ha publicado en España. El  Virginiano es el best seller de 1902 o 1903. Es una novela que crea, prácticamente, el western moderno: primero esta Cooper y El último mohicano, que no quería escribir un western sino algo al estilo de Walter Scott. Pero esto sí es un western moderno. Y lo hace un autor estadounidense, muy culto y que vivía temporadas en Europa. No tenía sentido que no estuviera editada en castellano, había que publicarla porque me habría fastidiado que alguien la sacara fuera de esta colección: es un hito que llegó antes que Zane Grey.

Y más allá de esa novela…

Hay un ciclo de un profesor de historia y novelista que me encanta porque narra toda la campaña sioux. Aquí seguimos viendo Little Big Horn como una batalla aislada pero no fue así. Tengo también que elegir la que más me gusta de Loomis y Will Cook, que es el tipo que publica la novela en la que se basa Dos cabalgan juntos; también de Kenneth Roberts; estoy buscando algo de western mexicano; alguna sobre la guerra de secesión como Siete comanches,… Mi problema es la abundancia que tengo entre la que elegir.

¿Cuál es tu temática favorita dentro del género?

El prewestern y las novelas de apaches.

Antes de terminar, me permito salir del western, y preguntarte por otro género que sé que también te gusta. ¿Cómo valoras el momento actual de la novela histórica en España?

Está en un momento excelente y sobre todo en el subgénero de la capa y espada. Ahora mismo si juntas a Pérez-Reverte, a Calvo Poyato, Tazón; Mateo-Sagasta y otros pocos,… te juntas con once o doce autores de primer nivel. Y si ya incluimos novelas de aventuras de componente histórico aparecen también escritores como León Arsenal —de mis preferidos—, Javier Negrete o Julio Albi que dan un altísimo nivel.

A vosotros, ¿os gusta el la literatura western?

¡Buenas lecturas!

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