La novela histórica en España hoy: autores, polémicas, medios y redes sociales

Imagen de la conferencia en los Encuentros de Novela Histórica de León (foto: @PoloRenedo, en TW)

El pasado mes de noviembre tuve el placer de impartir una conferencia sobre la novela histórica en España en el marco de los Encuentros de Novela Histórica de León invitado y presentado por el novelista y profesor Santiago Castellanos. Siempre que acudo a estos eventos, me preparo y me escribo mi intervención, aunque luego tengo por costumbre no leer los papeles. Así que mi intervención de aquella tarde fue aproximadamente esta, al menos en un 80%. En cualquier caso, pongo en esta entrada el texto preparado, que espero os guste y os interese.


Muy buenas tardes a todos. Gracias al Ayuntamiento de León y a Santiago Castellanos por organizar estos encuentros de novela histórica y por invitarme a participar en ellos. Y muchas, muchas gracias a todos los que estáis hoy aquí con nosotros, porque sin público, sin asistencia, estos actos culturales no tienen sentido. La Cultura sois vosotros. Da gusto ver a tanta gente interesada en la literatura.

Para mí es muy especial dar esta charla sobre novela histórica en un lugar como este Palacio del Conde Luna y en esta ciudad tan llena de Historia. Además, en esta provincia, cuna de uno de los padres de la novela histórica española, Enrique Gil y Carrasco, autor de El señor de Bembibre… y de mi abuela materna, Marucha, a la primera a la que vi leer esa novela.

Dicho esto, vamos al meollo de esta charla. Cuando me invitó, Santiago, me pidió que diera una panorámica de la novela histórica española hoy. Que os contara si vive un boom, una edad dorada, o no, si tiene polémicas, cuáles son sus interioridades… Algo que llevo haciendo en 20minutos desde 2015, cuando abrí el espacio XX Siglos. Además, de que es un género que me interesa desde niño. Así que, en teoría, debería resultar sencillo.

¿Qué como está la novela histórica española? Bien, gracias, pero como respuesta, como esas que damos a los vecinos en el ascensor, no dice nada. Así que voy a dedicar los próximos cuarenta minutos a daros una respuesta más larga, a la que espero que contribuyáis, y que espero que nos haga pensar un poco a todos y os pueda descubrir alguna cosa nueva. Al final me lo contáis.

Bien, empecemos por el principio. ¿Todos sabemos qué es una novela histórica? Sí, verdad, es fácil. ¿Las novelas de Santiago Posteguillo lo son? (al público) ¿Y las de Arturo Pérez-Reverte? Claro. ¿Y las de Ildefonso Falcones?

Oigan, ¿Y Patria, de Fernando Aramburu? Pues hay autores y estudiosos que les dirán que sí, y otros que no. Definir una novela histórica, a veces no es una cosa tan sencilla. En teoría, podríamos decir que es una ficción ambientada en el pasado, donde el contexto histórico tiene peso en la historia y que transcurre antes de la Primera Guerra Mundial, para algunos, y de la Segunda Guerra Mundial para otros. Esa es la teoría más aceptada. Otros autores, más que en una fecha, ponen el énfasis en que sea un tiempo del que no queden testigos vivos. Y otros, como os decía, defienden una concepción mucho más amplia, donde que esté ambientado en la pasado, cualquier pasado, y que esta contextualización tenga peso valdría. Y con ello, entraría novelas como Patria, Anatomía de un instante, de Javier Cercas sobre el 23-F, o la reciente Un tal González, de Sergio del Molino, sobre Felipe González.

Llevo siete años pateándome jornadas y festivales de novela histórica por toda la península y, os lo aseguro, este debate aparece de manera recurrente y no suele haber consenso casi nunca. Pero, para responder al título de esta conferencia, si os parece, nos vamos a ceñir a la definición más clásica, a la que genera menos dudas. Aunque siendo conscientes de que lo histórico es más grande de lo que parece.

Veréis, la novela histórica es un género, aunque no lo parezca, bastante polémico, bastante problemático. No me refiero a polémicas literarias que acaban a puñetazos como Vargas Llosa y García Márquez, aunque puede que Perez-Reverte y Corral… No, no, no voy a ir por ahí. El principal problema de este género tiene que ver con su apellido, histórica. Por esa doble condición, un tanto paradójica, que tiene este género, la de que es ficción, por tanto, fabulación e imaginación, pero también Historia, rigor, realidad.

Ninguna crítica de una novela negra o de un thriller se basará en si sus protagonistas siguen el Código Penal o la Legislación vigente para resolver sus casos. En cambio, en no pocas reseñas de novela histórica, en muchas entrevistas sobre una obra así, se habla mucho de historia y apenas nada de la literatura.

Sin adentrarnos en muchos tecnicismos ni subcategorías, es verdad que una tendencia muy exitosa en la novela histórica, que creo que está cada vez más en retirada, ha sido la historia novelada, una idea que se basa en básicamente novelas con pocas licencias lo que se sabe de una historia. Sinceramente, creo que es la menos interesante corriente. Luego hay etiquetas y categorías para todos los gustos el thriller o novela negra histórica (que algunos tildan de pseudohistórica, equivocadamente, en mi opinión porque el pasado para todos nosotros es un enigma y qué mejor tipo de literatura puede explicitar esa sensación), la novela de aventuras, la ucronía, la auto ficción histórica y tantas otras.

Y lo cierto, es que para ser llamada así, tiene que haber respeto a la Historia y rigor en una novela. Pero, ¿hasta qué punto? Hay fantásticas novelas que patinan en la recreación histórica y novelas intachables en su tratamiento histórico que no valen un pimiento como literatura.

Muchísimos autores hablan de los tres objetivos de la novela histórica. Suelen ser, como decía la reciente premio Planeta Luz Gabás, con una novela histórica, por cierto, enseñar, entretener y emocionar. Las dos primeras siempre salen, la tercera puede variar algo.

¿Puede una ficción enseñar? Sí, obviamente. Pero, ¿debe ser su objetivo enseñar Historia? Es complicado. Muchos autores españoles del género dicen en las entrevistas y en sus charlas y actos públicos que el éxito de la novela histórica hoy se debe al hambre de saber de los lectores. No dudo que algo hay, claro, pero no creo que sea ni el único ni el principal motivo. ¿Los lectores acuden en masa a las novelas sobre Julia Domna de Posteguillo porque estaban deseando saber de aquella emperatriz bastante desconocida?

Todo esto se agudiza cuando los periodistas, en la mayoría de casos, cuando entrevistamos a los novelistas les preguntamos casi todo por lo histórico que hay en la novela y apenas por lo literario. Algunos autores aseguran en esas entrevistas muy ufanos aquello de “Todo lo que cuento en mi novela es real, histórico”. No les creáis, es más una exageración de márketing que la verdad. ¿Quién puede saber cómo pensaban realmente o cómo sentían o hablaban en la intimidad personas que vivieron hace miles de años? No creo que ni historiadores tan buenos como Santiago, que aquí me acompaña. Pero es que, además, si nos centramos solo en eso, nos olvidamos de otros deberes fundamentales de una novela como los placeres estéticos y narrativos.

Otro fantástico historiador y novelista José Soto Chica dice que «los novelistas, aunque no sean historiadores de carrera,  historian, crean historia… Siempre que lo hagan bien». Y estoy en cierta manera de acuerdo, pero creo que en otro sentido.

Fotograma de Braveheart (Paramount)

Voy a poner un ejemplo provocador, pero creo que os dará algo que pensar. Dejemos un momento la literatura y saltemos al cine. ¿Quiénes en esta sala han visto la película Braveheart, de Mel Gibson? Bastantes, ¿no? ¿Y la de Barry Lyndon, de Stanley Kubrick? Algunos menos, veo.

Las dos son películas históricas y, a su estilo, buenas. Braveheart, por su parte, no es realmente muy rigurosa en lo histórico y pienso que no es fruto de descuido ni de falta de asesores, es simplemente que no iban por ahí, buscaban emoción primero: pero vamos, que los escoceses de aquella época no llevaban kilt, la famosa falda, en la batalla del Puente de Stirling no hay puente en la película, ni Braveheart fue William Wallace, sino Roger de Bruce… Por su parte, Barry Lyndon es una auténtica obra maestra del cine, artísticamente, y algo más rollera, si me permitís la herejía. En cambio, es un deleite ver el mimo histórico que desprende: ambientada en la Guerra de los Siete años, las escenas bélicas son magistrales, detallistas y realistas, para recrear la iluminación de la época se usaron velas, aunque no solo, etc.

Pero, ¿qué ficción enseñó, divulgó más la historia? Pues pensemos en que la película de Gibson trasladó un hecho bastante local, que dudo que más allá de los colegios escoceses se enseñe en ningún lado, desde Argentina hasta China. ¿A quién no le suena ahora William Wallace?

Con la novela histórica pasa lo mismo. ¿Es más efectiva una novela mejor escrita, más literaria, mejor planteada, capaz de provocar más emociones o tener mejores personajes o una donde su mayor valor sea la recreación minuciosa? Yo creo que lo primero, aunque lo deseable sería que ambas cosas fueran posibles a la vez. Y alguna vez pasa, pero seguramente solo los historiadores especialistas sean capaces de reconocerlo.

Creo que la novela histórica, y hasta cierto punto la novela histórica española actual lo está entendiendo en general, puede divulgar la historia, despertar el interés por el pasado… pero ¿enseñar?. Tengo mis dudas.

¿Cuántos de aquí habéis leído Yo, Claudio, de Robert Graves? Hay bastante consenso en decir que es una de las grandes novelas históricas de siempre. Y coincido. Pero fijaos, la novela histórica también deforma nuestra forma de entender la Historia. El emperador Claudio, que tuvo sus cosas buenas y malas, fue, en comparación con otros, bastante gris, no creo que fuera uno de los más populares en el siglo XX si no hubiera sido por esa novela y por la genial interpretación, literaria, sin duda, del personaje que hizo Graves.

El historiador húngaro Georg Lukacs que escribió un libro sobre este género, dijo, y no os quedéis con la literalidad, sino con la idea, que una novela histórica cuyo objetivo sea únicamente enseñar el pasado como fue solo puede interesar a los anticuarios. Esto me parece clave y básico y muchas veces se nos olvida a todos. Los novelistas, aunque escriban sobre el pasado, escriben desde su presente y para lectores del presente y del futuro. No para los del pasado. Y esto marca todo.

¿Qué significa esto? Pues que de manera más o menos sutil, todas las novelas históricas que leemos hablan tanto del pasado como del presente.

Pero, ¿la novela histórica no es un género escapista? Sí, tanto como la ciencia ficción. Pero resulta que ya hace tiempo que descubrimos que en las visiones futuristas de ese género los autores volcaban sus ideas sobre el presente. Exactamente como hacen los autores de novela histórica hoy y siempre.

¿Habéis leído la última novela de Santiago Posteguillo sobre el joven fiscal Julio César? ¿No os suena muy cercana esa historia de un joven fiscal que lucha contra la corrupción en un sistema judicial viciado y controlado por los poderes políticos? ¿Creéis que es casualidad que los Episodios de una Guerra Interminable de la fallecida Almudena Grandes se hayan escrito en los años de mayor debate sobre la memoria histórica sobre la guerra civil y el Franquismo? ¿O la cantidad de novelas sobre la Conquista de América o la Reconquista que se publican en estos años en plenos debates sociales, políticos y históricos sobre esos temas?

La novela histórica funciona como un espejo. Nosotros los lectores nos vemos reflejados nosotros y nuestro tiempo en el de la novela y nos emocionamos, empatizamos y nos sentimos cercanos. Si no tuviéramos ese enganche con nosotros, si no sintiéramos esa conexión con lo leamos y no la sintiéramos como propia, como cercana, esto no funcionaría.

Así que no, la novela histórica no es un género escapista. Ni tampoco es un género ajeno a las redes sociales y a su habitual modelo de polémicas. Lo que pasa es que normalmente y como os contaba antes, sus polémicas están insertas en el tema de la Historia, en cómo miran y reflejan la historia. Fijaos como suenan novelistas en las redes cuando se habla de Leyenda Negra, de Memoria Histórica, de Reconquista o cuando algunos proclaman que van a salvar la Historia. Y eso, significa que todas las miradas sobre el pasado esconden lecturas sobre el hoy, sobre nuestro presente. Hablar de esclavitud, poder, sexo, política o guerra busca, en realidad, hablarnos a nosotros. Hoy.

Pero cuidado, sí que es cierto que no es el género más presente en Internet y creo que tiene una explicación. El lector de este género, salvo honrosísimas excepciones, no es joven. La última vez que el Barómetro de Hábitos de Lectura de la Federación del Gremio de Editores preguntó por preferencias de géneros literarias, hace ya unos años, la novela histórica era el género favorito en general, y en todos los grupos de edad, salvo en los menores de 30 años. No sé si los baremos han cambiado, pero estoy seguro de que en ese grupo no lo habrá hecho.

¿Por qué pasa esto? Quizá porque la novela histórica tiene un punto de nostalgia, quizá porque la Historia todavía tiene un injusto prejuicio de aburrida y densa. Porque la crítica literaria no ha elevado a los altares al género como ha hecho en los últimos veinte años al género negro, quizá porque todavía se ven a los escritores del género como solemnes autores mayores… Pero lo cierto es que la novela histórica en España no es un género para jóvenes.

Imagen de la conferencia en los Encuentros de Novela Histórica de León (foto: @PoloRenedo, en TW)

¿Cómo se puede cambiar eso? No lo sé, pero es uno de los grandes retos del género en España. Pienso que el camino está en lo que ya está haciendo. La entrada de autores más jóvenes, con una mirada más fresca más cercana a ese público y una forma de escribir más accesible para ellos como Santiago Mazarro, Luis Manuel López, Alan Pitronello, Mario Villén, José Zoilo, Nieves Muñoz, David B. Gil, María Reig y tantos otros. También la mezcla de géneros, la combinación del thriller, lo negro, lo romántico o incluso el terror y lo fantástico con lo histórico como hacen el propio Posteguillo, Santiago, aquí presente, Luz Gabás o Luis García Jambrina.

Por cierto, ¿sabéis otra cosa en la que tiene que mejorar el género español? En las autoras, hoy en día todos los indicadores nos dicen que la mayoría de lectores son lectoras, pero que este género lo leen hombres y mujeres. Sí, y aun así parece que las escritoras lo tienen un poco más difícil que sus compañeros hombres. Y tienen que aguantar cosas que ellos no aguantan. ¿Un ejemplo? Cuando una autora introduce en su novela histórica una historia de amor, inmediatamente parece que las editoriales sienten la necesidad de encajarlas como novela romántica, ficción para mujeres, landscape o alguna categoría similar. Y fijaos en las portadas: mujeres de espaldas, parajes bucólicos, tonos pastel… ¿Eso les pasa a los hombres? Estoy casi seguro que no, pero es que además, hace unos días, el pasado sábado moderé una mesa con cuatro autoras de novela histórica española y las cuatro lo contaban.

Pero no hay que ponerse dramáticos. ¿Qué como está el género histórico español? Muy bien, gracias. En un momento, quizá no de Boom, pero sí de una madurez indudable.  En la novela histórica española conviven en armonía los pioneros del género en su versión más contemporánea como Juan Eslava Galán, Pérez-Reverte, Jesús Maeso o Almudena de Arteaga con voces más modernas, como Sebastián Roa, Olalla García. Autores de éxito con minoritarios. Hombres y mujeres. Autores cuya mirada política van desde la izquierda hasta la derecha, desde el nacionalismo español hasta los regionales e independentistas, desde el feminismo o lo LGTBI.  Hay autores que vienen de la propia Historia, historiadores como José Luis Corral, Calvo-Poyato, Santiago Castellanos o José Soto Chica, pero también de otras disciplinas, con la riqueza que eso ofrece: hay ingenieros de formación como Luis Zueco (aunque también tenga la carrera de Historia), biólogos como José Zoilo, periodistas, profesores, etc. La novela española es diversa, variada y está en crecimiento.

Además, ha logrado romper barreras. Hace veinte años había temas que no podía escribir un autor español y sobre los que solo leíamos a autores foráneos. Hoy tenemos novelistas españoles que ambientan sus historias en la Segunda Guerra Mundial, en el Japón Feudal o en la Antigua Grecia. Se lo ponemos difícil a los autores de fuera, como debe ser. Como hacen en Inglaterra o Francia.

Y el éxito, está ahí. Con cada novela, autores como Pérez-Reverte, Isabel San Sebastián, Falcones o Posteguillo se cuelan en las listas de más vendidos durante meses. Otro dato: el Premio Planeta, del que podemos pensar y desconfiar lo que queremos, pero del que no podemos dudar que es una maquinaria bien engrasada de venta de libros que conoce el mercado como casi nadie. Así que algo nos quiere decir cuando cuatro de las cinco últimas novelas premiadas tenían ambientación histórica.

Es verdad que quedan cosas por hacer. Lo de los jóvenes que antes os decía. Romper la barrera elitista la de crítica e innovar más literariamente, que también se va haciendo, para que nuestras obras despierten el aplauso global como las novelas de Hilary Mantel, Eric Vuillard, Scurati o Maggie O´Farrell, aunque cada vez hay mayor calidad en nuestras letras históricas. Lograr que nuestras novelas históricas sean más distribuidas en Latinoamérica o traducidas a más lenguas, lograr que se hagan grandes adaptaciones audiovisuales… Pero se está en el camino.

Así que, ¿cómo está hoy la novela histórica española? Bien gracias. Es un género que desde el siglo XIX, con sus altos y sus bajos, no ha desaparecido y mantiene una importante masa de lectores. Y no parece que vaya a hundirse en un futuro cercano.

Espero haber despertado en este ratito el interés y la pasión por este género, y haber facilitado alguna reflexión para disfrutar algo más en vuestras próximas lecturas de este tipo. Recordad aquello que dijo Umberto Eco: “los libros se respetan usándolos, no dejándolos en paz”.

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1 comentario

  1. Dice ser Laura

    Este mes no has publicado las novedades

    10 abril 2023 | 10:30

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