Archivo de noviembre, 2016

Retratos desfigurados con aguarrás, disolvente y alcohol

'Heavy Lies the Crown' - Brian Donnelly - Foto: briandonnelly.org

‘Heavy Lies the Crown’ – Brian Donnelly – Foto: briandonnelly.org

Después del cariño y la dedicación llega el destrozo, un desastre buscado que arrastra el trazo y los colores del retrato. Brian Donnelly logra terroríficas imágenes de caras derretidas cuando vierte sobre cada lienzo disolvente, alcohol, aguarrás o gel antiséptico para las manos.

Hay algún homenaje pop, es fácil localizar el peinado engominado de John Travolta y la coleta recatada de Olivia Newton-John en la película Grease. Las cabezas tienen un pelo lustroso, a veces de colores, presumen de tatuajes en el cuero cabelludo, de moños espontáneos y también enrevesados: caprichos que el pintor canadiense disfruta contrastando con la brutalidad de la destrucción.

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Venden la mejor colección de arte ‘underground’ de la URSS, reunida por una superviviente de Auschwitz

'Circus', 1969 - Oleg Tselkov - Cortesía: Sotheby's

‘Circus’, 1969 – Oleg Tselkov – Cortesía: Sotheby’s

Del arte underground (subterráneo) sabemos mucho en Occidente. Los creadores que alguna vez secundaron la estancia en los márgenes ajenos al sistema capitalista del mercadeo cultural son hoy, sobre todo los estadounidenses, figurar estelares. En las décadas de los años sesenta y setenta se atrevieron a ejercer la negativa a la absorción, jugaron con plantemientos rebeldes —la autoedición, la distribución de fanzines y cómix, la cartelería, las portadas de los discos de rock psicodélico, el desprecio por las plusvalías…— y sobrevivieron con mayor o menor fortuna, aunque, en ningún caso, poniendo la vida en peligro.

Del otro lado del Telón de Cero el asunto era más complejo, aunque también allí fermentó lo underground, al que algunos críticos llaman arte no conformista soviético, cuya presencia puede encontrarse entre 1953, tras la muerte de Stalin, y 1986, con la llegada de la perestroika. Los creadores de la URSS, oxigenados por el tímido pero creciente liberalismo que medró con la apertura iniciada en 1956 tras un discurso secreto —había voluntad de apertura pero no era el momento de abrir del todo las ventanas— del nuevo hombre fuerte del sistema, Nikita Khrushchev, quien en el vigésimo congreso del Partido Comunista dió por eliminado el culto a la personalidad estalinista y aseguró que los artistas no sufrirían repercusiones ni serían reprimidos aunque se apartasen del realismo socialista impuesto como estilo único hasta entonces.

La mejor colección del inmerecidamente poco conociodo arte underground de la URSS durante las siguientes más de tres décadas sale a la venta hoy en una subasta en Londres. Fue reunida por una superviviente como agradecimiento y honra a los soldados de la URSS que liberaron a los prisioneros del campo nazi de exterminio de Auschwitz, donde fueron gaseadas 1.100.000 personas.

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¿Y si le hacemos un escáner a una calabaza?

Una de las imágenes del TC de la calabaza - Foto: randomfootage.homestead.com/pumpkinctscan.html

Imagen del TC de la calabaza – Foto: randomfootage.homestead.com/pumpkinctscan.html

Con la tomografía computarizada (TC) se obtienen imágenes del cuerpo humano seccionado para alcanzar diagnósticos más precisos. Los rayos equis no se proyectan como en una radiografía, sino que giran en torno al cuerpo y se procesan en un ordenador. Hay una belleza cósmica en cada imagen, son pruebas de los bailes apretados de vasos sanguíneos, tejidos blandos y huesos, verdaderas fotos de grupo de la complejidad de nuestro cuerpo.

En una de esas asombrosas cabinas fotográficas de nuestras entrañas, a un radiólogo se le ha ocurrido meter una calabaza. Firma sólo como Alan, su nombre de usuario en Twitter es @GammaCounter, dice vivir en Chicago y ser «radiólogo y exbiólogo molecular», no mucho más se sabe de él. «Me gusta escanear de manera ocasional cosas no humanas. (…) En una universidad de Gales ya se había escaneado una calabaza (…) en 2012. (…) Decidí que también tenía que ir a por ello y pensé que seríamos capaces de producir algunas muy buenas imágenes con parámetros optimizados».

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El estreno en un campo nazi del ‘Cuarteto para el final de los tiempos’

Campo de concentración Stalag VIII-A en 1941

Campo de concentración para prisioneros de guerra Stalag VIII-A en 1941

La ciudad de Görlitz, la más oriental de Alemania, ha adquirido en los últimos años la dudosa gloria de servir como escenario para algunas películas de consumo masivo e indecente narrativa —dos ejemplos: el chorreo gratuito de sangre de Malditos bastardos (Quentin Tarantino, 2009) y la astracanada hípster Gran Budapest Hotel (Wes Anderson, 2014)—. Dudo que los directores, una pareja de sobrestimados y satisfechos de sí mismos que resumen esta época banal, fuesen conscientes de que en las afueras de la ciudad ocurrió un milagro digno de guión.

En el sur de Görlitz, a orillas del río Neisse, las Juventudes Hitlerianas establecieron un campamento para actividades de verano. Una vez comenzada la II Guerra Mundial, los barracones tuvieron otro uso: se convirtieron en uno de los campos de concentración de los nazis para prisioneros de guerra, el Stalag VIII-A. En 1941 fueron encerrados en el establecimiento —un campo blando, perdón por el adjetivo, pero cuando se trata de instalaciones nazis la prisión sin exterminio y con cierta tolerancia era una bendición— 15.000 soldados polacos. Luego llegarían 40.000 franceses y 8.000 belgas. Los 56 barracones estaban superpoblados.

La noche que quiero destacar es la del 15 de enero de 1941. En un barracón, a varios grados bajo cero, mientras afuera nevaba y ante unas 500 personas —casi todos prisioneros, pero también algunos guardias hitlerianos—, cuatro músicos estrenaron en el Stalag VIII-A una de las obras musicales más sencillas y puras de la historia, una pieza de cámara basada en la luz, la liturgia, el canto de los pájaros y el apocalipsis.

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Pantalones vaqueros e intimidad en los collages de denim de Ian Berry

'Material Life' - Ian Berry - Foto: Catto Gallery, London

‘Material Life’ – Ian Berry – Foto: Catto Gallery, London

Sin pintura ni blanqueadores. El inglés Ian Berry (Huddersfield, 1984) utiliza sólo denim —la tela resistente de los pantalones más versátiles— para sus cada vez más ambiciosos collage. Su estudio está repleto de vaqueros clasificados según su tono, él se agacha a arrancar o cortar pedazos para crear la sombra adecuada.

La epifanía llegó hace ya más de una década, durante una sesión de limpieza en la casa familiar, cuando se paró a contemplar una pila de vaqueros viejos. El marco nostálgico y las vivencias que guardaban las prendas lo empujaron a investigar qué se podía llegar a hacer con aquellos pantalones. De la curiosidad pasó a la devoción. Entonces se dedicaba a la publicidad y participaba en campañas para grandes marcas, pero la seguridad del nuevo camino artístico lo empujó a dejar el trabajo.

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Cuando Dylan predijo el punk: cofre de 36 discos con la gira íntegra de 1966

'The 1966 Live Recordings' - Bob Dylan, Columbia, 1966

‘The 1966 Live Recordings’ – Bob Dylan, Columbia, 1966

Tres preguntas para empezar:

  1. ¿Tiene sentido la edición de un cofre con 36 discos, cada uno de un concierto de una gira de hace 50 años y con setlists casi idénticos?
  2. ¿Añade algo novedoso la edición?
  3. ¿Modifica la caja —que no tiene el habitual precio venenoso: cuesta 113 euros, coste apañado— lo que ya sabíamos sobre la gira de 1966, encuentro de Bob Dylan y de quienes le idolatraban como profeta con la perversión revolucionaria de la electricidad?

Las respuestas son: sí, sí y sí. Tres afirmaciones taxativas.

Unas cuantas consideraciones de contexto.

Ni una palabra sobre oportunismo, por favor. La publicación del cofre Bob Dylan: The 1966 Live Recordings, que comercializa la división de obras con categoría histórica-documental de Columbia, Legacy, estaba programada y anunciada mucho antes de la concesión al mejor poeta-trovador del siglo XX del Nobel de Literatura, ese premio que ha puesto de los nervios a un montón de protoliteratos, sobre todo veinte y treintañeros, que del compositor saben lo que han escuchado como banda sonora para anuncios de lencería femenina: gente que, en fin, tiene derecho a tanto resentimiento porque sigue considerando a Proust como el centro de gravedad del arte literario (y no les falta razón, pero quizá deban trasladarse a una época temporal más acorde con el planteamiento).

El cofre es una respuesta comercial a dos efemérides: los 75 años de Dylan —cumplidos en mayo— y los 50 del más notable de sus varios clímax creativos: los prodigiosos 1965 y 1966, cuando cambió la forma de sentir, cantar, bailar, hacer rock y dar conciertos gracias a la ruptura de los principios que le habían convertido en un héroe tradicionalista de la nueva izquierda liberal. Cuando el bardo se hizo símbolista, los comunistas, en su línea, salieron corriendo para denunciar una traición.

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Los objetos surrealistas, humorísticos y perversos de Nancy Fouts

'Egg Birth' - Nancy Fouts - Foto: www.nancyfouts.com

‘Egg Birth’ – Nancy Fouts – Foto: www.nancyfouts.com

El de Nancy Fouts es un surrealismo que habría gustado a los fundadores y maestros del estilo: no cuesta enmarcarlo en los años veinte o treinta porque tiene calidad para sobrevivir a la comparación. Las balas rastreadoras de Fouts son las mismas que emplearon sus antepasados artísticos: el sinsentido poético de un objeto, la imagen como extraida de un sueño, surgida del subconsciente, de la angustia, de los deseos y miedos que nunca admitiremos tener.

No es una recién llegada. Nacida en los EE UU, vive en el Reino Unido desde los años sesenta. En la repetición en bucle que al final es Internet, la información curricular de cortapega dice que estudió en Londres en el Chelsea College of Art and Design y luego cofundó el estudio de diseño Shirt Sleeve Studio, que realizó encargos publicitarios para la Tate Gallery de Londres y también portadas de discos para bandas como Jethro Tull.

Mucho más revelador resulta un vídeo del colectivo artístico londinense Black Rat Projects, que se acerca a Fouts y a su arte visitando la vivienda de la artista. Aunque también pinta y crea los objetos necesarios para completar sus obras, en la casa del barrio de Camden abundan silenciosos revoltijos de piezas que ella debe unir para que se produzca la metamorfosis.

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Deja que tus ojos sean un restaurante de lágrimas para insectos

Foto: Center for Genomic Gastronomy

Foto: Center for Genomic Gastronomy

El ojo de los seres humanos puede ser un restaurante de alta cocina para muchos tipos de insectos. Eso opinan los integrantes del Center for Genomic Gastronomy (Centro de Gastronomía Genómica), un colectivo de artistas  y científicos que desea funcionar como un think tank sobre biotecnología, biodiversidad y genómica para investigar polémicas relacionadas con la alimentación y buscar «fórmulas culinarias alternativas». Desean ejercer el derecho a «imaginar un futuro sistema alimentario más justo y hermoso».

El último proyecto del grupo es To Flavour Our Tears (Dar sabor a nuestras lágrimas), un «restaurante experimental» para «investigar las propiedades culinarias de las lágrimas» y compararlas con las necesidades alimenticias de los insectos y otros pequeños animales que se pueden alimentar de las secreciones de los seres humanos. La foto que abre esta entrada es de abejas amazónicas bebiendo líquido lacrimal de un investigador.

La lacrifagia —el acto de beber lágrimas— ha sido comprobada en las mariposas que se nutren de los líquidos excretados por los ojos de los cocodrilos. No está claro el motivo, pero, al parecer, los insectos buscan nutrientes como el sodio y aprovechan la pasividad de los grandes lagartos cuando están semiadormecidos para chupar y darse un atracón sin ser molestados.

Teorías parecidas explicarían un comportamiento similar en polillas que beben de los ojos de aves dormidas e incluso de mamíferos tan voluminosos como búfalos de agua. Se ha comprobado que las de la especie Calyptra eustrigata tienen algo de vámpiras: se alimentan de sangre humana mientras las víctimas duermen.

Si a algunos insectos les gustan nuestros fluidos y los necesitan para vivir, ¿podemos ponérselo más fácil para que, sin hacernos daño, se alimenten a su gusto?, se preguntan en el Centro de Gastronomía Genómica.

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Steve Cutts, el artista tras el nuevo videoclip de Moby

'Santa' - © Steve Cutts 2016

‘Santa’ – © Steve Cutts 2016

«¡¡¡Es noviembre!!! ¡¡¡Empieza ya a comprar mierda!!!», dice un Papá Noel rabioso, con una cadena al cuello que sujeta un hombre encorbatado. El Santa Claus monstruoso, infartado y de enormes fauces, le hace tragar un árbol de Navidad a un consumidor cualquiera. La ilustración corresponde a una de las entradas más nuevas del blog del artista británico Steve Cutts, agitador gráfico, terrorífico, humorístico y veraz.

Sobreexplotación, contaminación, obesidad, desigualdad, falta de empatía, consumismo, maltrato animal… Nada queda fuera del radar de un autor sin reparos en señalarnos como culpables de un mundo miserable e insostenible. Si no te gusta, demasiado tarde, la imagen ya habrá hecho su trabajo recordándote que pasar a otros asuntos más frívolos no surtirá efecto.

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¿Es este el cuadro más atroz de la historia?

'Castigo de Marsias' - Tiziano, c. 1570-1576 - Foto: Creative Commons

‘Castigo de Marsias’ – Tiziano, c. 1570-1576 – Foto: Creative Commons

Al sátiro Marsias, mitad hombre y mitad carnero, le perdió el orgullo. Era un sobrado y, según cuenta Ovidio, se creía el más dotado tocando el aulós, la flauta doble. Decían que había encontrado el instrumento en el suelo, donde lo había dejado su inventora, Atenea, acomplejada porque los demás dioses se burlaban de ella por la manera exagerada en que hinchaba las mejillas al tocar.

Era tal el tamaño de la arrogancia del sátiro que retó a un duelo musical a Apolo, dios de muchas dotes —representaba la verdad, la purificación, las habilidades artísticas, la divina distancia y la humildad y era el patrón de la música y la poesía—. Después de Zeus, era la deidad más venerada en el poblado panteón de la antigüedad clásica.

El envite entre ambos rivales se celebró bajo la premisa de que el ganador establecería el castigo para el perdedor. Serían jurado las musas. La más detallada de las versiones indica que Marsias tocó mejor que Apolo, que eligió la lira, pero el dios decidió entonces dar una lección de modestia al rival por su hibris —impulso irracional que empuja hacia la desmesura— y tocó la misma melodía pero esta vez con la doble flauta colocada al reves. Las musas nombraron a Apolo vencedor.

La tragedia del castigo fue escenificada en una cueva cercana y es el tema del óleo más crudo y atroz de la historia del arte.

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