Entradas etiquetadas como ‘naturaleza’

Esculturas ‘matemáticas’ que engañan a los sentidos

Es un objeto de plástico rígido y es fácil imaginar que los pinchos redondeados son blandos como los de una anémona. Las esculturas cinéticas de John Edmark ponen de relieve lo poco fiables que pueden ser nuestros sentidos con respecto a la realidad. El cerebro humano siente debilidad por rellenar espacios vacíos para generar ilusiones ópticas o imaginar un movimiento vivo donde sólo hay una rotación rápida.

«Mientras el arte es a menudo un vehículo para la fantasía, mi trabajo es una invitación a profundizar más en nuestro mundo y descubrir cómo de asombroso puede ser». El diseñador, artista e inventor estadounidense, conocedor de que «el cambio es la única constante en la naturaleza», adora los patrones, las rotaciones y los giros de precisión matemática.

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Un florista que experimenta con el arte callejero

'Léopold II', intervención de Geoffroy Mottart - Foto: www.geoffroymottart.com

‘Léopold II’, intervención de Geoffroy Mottart – Foto: www.geoffroymottart.com

Como buena intervención callejera es inesperada y efímera. Geoffroy Mottart utiliza las flores con humor e ingenio, modifica estatuas en jardines y parques de Bruselas y añade «una pequeña nota de color que llama a los transeúntes».

Florista afincado en la capital belga, llama a sus creaciones fleurissements (floraciones). Duran como mucho un par de días y sólo quedan documentados en fotografías. Los espesos arreglos son peinados con permanente, barbas de importancia o elegantes tocados sobre las cabezas pétreas de «testimonios del pasado», manifestaciones artísticas y conmemorativas que el autor considera que «valen la pena ser vistos», que son «parte de nuestro patrimonio cultural» y se pierden en el frenético ir y venir de los habitantes de una ciudad.

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Steve Cutts, el artista tras el nuevo videoclip de Moby

'Santa' - © Steve Cutts 2016

‘Santa’ – © Steve Cutts 2016

«¡¡¡Es noviembre!!! ¡¡¡Empieza ya a comprar mierda!!!», dice un Papá Noel rabioso, con una cadena al cuello que sujeta un hombre encorbatado. El Santa Claus monstruoso, infartado y de enormes fauces, le hace tragar un árbol de Navidad a un consumidor cualquiera. La ilustración corresponde a una de las entradas más nuevas del blog del artista británico Steve Cutts, agitador gráfico, terrorífico, humorístico y veraz.

Sobreexplotación, contaminación, obesidad, desigualdad, falta de empatía, consumismo, maltrato animal… Nada queda fuera del radar de un autor sin reparos en señalarnos como culpables de un mundo miserable e insostenible. Si no te gusta, demasiado tarde, la imagen ya habrá hecho su trabajo recordándote que pasar a otros asuntos más frívolos no surtirá efecto.

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La anatomía mentirosa de un oso de peluche

'Ursulus melias' y el oso original utilizado por la artista - © 2016 Stephanie Metz

‘Ursulus melias’ y el oso original utilizado por la artista – © 2016 Stephanie Metz

Con los ojos todavía sin abrir, el feto de oso descansa en un frasco, suspendido por una solución para conservarlo para siempre así, listo para su estudio. El rostro es sin embargo demasiado enternecedor, lo que todos esperaríamos de un cachorro vista desde el filtro de los dibujos animados. En las calaveras también hay implícita una ternura irreal, las delatan las orejas, dos encantadores apéndices oseos.

«Los ositos de peluche al principio parecen triviales», advierte Stephanie Metz, la autora de las disecciones y autopsias. La artista estadounidense crea estas falsificaciones de la naturaleza fieltrando la lana hasta que resulta en una masa compacta.

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Óleos que ‘nacen’ en el tronco de un árbol

'Trophy' - Alison Moritsugu - Foto: alisonmoritsugu.com

‘Trophy’ – Alison Moritsugu – Foto: alisonmoritsugu.com

En el tronco cortado a lo ancho, las finas circunferencias concéntricas (anillos) revelan la edad de los árboles —los seres vivos más longevos del planeta— desplegando una prodigiosa biografía. La ciencia de la dendrocronología analiza los surcos exactos como discos de vinilo, documentos gráficos de sequías, inundaciones, cambios en la estabilidad de la tierra y en el clima.

Los círculos rodeados de corteza y los cortes limpios y verticales de troncos de árbol son para la hawaiana Alison Moritsugu lienzos en los que pinta parajes naturales del pasado. Con los óleos de Log Series (Series de troncos), bellos de un modo canónico, la artista explora «los artificios de la pintura paisajística de los siglos XVIII y XIX».

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¿Y si las plantas decidieran a dónde quieren ir?

Ruidosos y dinámicos, los humanos tendemos a creer que la inmovilidad de un árbol, un arbusto o una flor equivale a una forma de vida sumamente básica que sustituye los sentimientos por reflejos.

Un amplio abanico de disciplinas y subdisciplinas (biología molecular, fisiología vegetal, fitoquímica…) cuestionan la simpleza en la percepción de estos seres. Las plantas producen proteínas que se encuentran también los sistemas neuronales animales, pueden cambiar su fisiología si les faltan la luz o los nutrientes, pueden emitir a las plantas de alrededor señales de peligro en caso de ser heridas… No tienen cerebro, pero siguen patrones de aprendizaje y memoria y desarrollan soluciones para problemas.

Contemplar el armazón poligonal de Hortum Machina B prueba que las plantas también pueden opinar sobre lo que les conviene o apetece. Todavía en fase de prototipo, la esfera geodésica de tres metros de alto se traslada por la ciudad obedeciendo a las necesidades fisiológicas de las plantas que tiene en su interior.

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Alexandra Kehayoglou, tejedora de la naturaleza

'Refugio para un recuerdo' - Alexandra Kehayoglou - Foto: alexkeha.com

‘Refugio para un recuerdo’ – Alexandra Kehayoglou – Foto: alexkeha.com

Es hierba de diferentes colores, parcheada y asalvajada, de esa que muestra impune calvas de tierra y rincones menos frondosos y verdes que otros. Nada que ver con el césped mimado de un campo de golf: la naturaleza no obedece a más cánones que a los suyos.

Alexandra Kehayoglou teje con tal destreza que cuesta aceptar que en realidad la superficie es una alfombra que sube del suelo a la pared para continuar como un tapiz. En vertical, la artista representa hierbas y arbustos que se pierden en la oscuridad incitando a explorar el bosque. Para completar el conjunto, un columpio hecho con cuerdas blancas y una tabla de madera espera a que alguien lo disfrute.

Refugio para un recuerdo es una de las hazañas de la diestra tejedora de pastizales, bosques, jardines… También tapiza banquetas de las que salen descolocadas pelambreras verdes o imita lagunas como vistas desde las alturas.

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¿Cómo ven los animales: una rana, un búho, una libélula…?

Imagen del proyecto 'In the Eyes of the Animals' - Marshmallow Laser Feast

Imagen del proyecto ‘In the Eyes of the Animals’ – Marshmallow Laser Feast

En el plano contrapicado se distinguen árboles que desprenden tonos plateados, el cielo es negro y no cuesta localizar a los insectos, puntos rojos y brillantes como bombillas en una feria. Se trata de una recreación del modo de ver de las ranas, animales con ojos muy sensibles al movimiento, torpes para ver de lejos y con una buena percepción de la profundidad.

El estudio londinense de diseño Marshmallow Laser Feast, especializado en «explorar la línea entre las experiencias virtuales y las del mundo real», se atreve en una de sus últimas andanzas a reproducir el modo en que ven los animales y nos pone los pies en la tierra cuando asumimos que nuestra visión de lo que nos rodea es certera e incontestable.

In the Eyes of the Animals (En los ojos de los animales) es «un relato breve centrado en el ciclo vital de tres especies«: una rana, un búho y una libélula. La «experiencia de 360 grados» utiliza como escenario el Grizedale Forest, un bosque de 24,47 kilómetros cuadrados situado en el Distrito de los Lagos, al noroeste de Inglaterra, paraíso natural de ciervos rojos, milanos reales, lechuzas comunes, busardos, tejones, zorros, mariposas…

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Rogan Brown, ‘escultor’ de bacterias y microorganismos

'Cut Microbe' - © Rogan Brown

Cut Microbe’ – © Rogan Brown

Ver un mundo en un grano de arena
Y un cielo en una flor salvaje
Sostener el infinito en la palma de tu mano
Y la Eternidad en una hora

El artista angloirlandés Rogan Brown cita al poeta e ilustrador inglés William Blake (1757-1827) para explicar un cuerpo de trabajo asombroso y complejo, «esculturas de papel» basadas en visiones microscópicas de microorganismos y cultivos de laboratorio.

Corta con tijeras y cuchillas, disecciona hoja por hoja produciendo capas que superpone, pela y agujerea. Raices, fósiles, corales, los nervios de una hoja, conchas marinas, amebas, esporas y virus son claras inspiraciones para Brown, que se deja seducir por la «arquitectura de la naturaleza y el crecimiento orgánico». Al igual que el angelical Blake, es un observador apasionado de los sutiles movimientos de la naturaleza, «la textura de una piedra, el movimiento del agua, la complejidad de las formas de las plantas o la estructura geológica de paisajes enteros».

'Cut Stem' - © Rogan Brown

‘Cut Stem’ – © Rogan Brown

El proceso al que se somete es lento, puede durar meses, pero sabe que esa es la única manera en que se deben reproducir texturas y patrones tan delicados: «el acto lento de cortar» repite el proceso progresivo y lento que «domina la naturaleza», «el crecimiento y la decadencia». No escoge el papel sólo como medio, sino como filosofía, porque reúne las «cualidades paradógicas que vemos en la naturaleza», es frágil y duradero, resistente y al mismo tiempo delicado.

Acaba de presentar su obra más reciente, Cut Microbe (Microbio cortado), una obra en la que ha invertido cuatro intensos meses, que mide más de 112 centímetros de largo y es «medio millón de veces más grande» que una bacteria original.

Con la ampliación, Brown se ha tomado la libertad de añadirle detalles, pero las características principales corresponden a la realidad de bacterias como la Escherichia coli (E.coli) y la salmonela. Un halo de apéndices «como tentáculos» le permite desplazarse y las marañas de finos hilos sirven para que el microorganismo se adhiera a las paredes del intestino.

Helena Celdrán

'Cut Pod' - © Rogan Brown

‘Cut Pod’ – © Rogan Brown

'Growth' - © Rogan Brown

‘Growth’ – © Rogan Brown

'Blossom Fossil' - © Rogan Brown

‘Blossom Fossil’ – © Rogan Brown

Detalle de 'Cut Microbe' - © Rogan Brown

Detalle de ‘Cut Microbe’ – © Rogan Brown

Lámparas ‘tímidas’ que imitan la reacción de las flores

'Shylight' - Studio Drift

‘Shylight’ – Studio Drift

La nictinastia es una respuesta inteligente de algunas especies vegetales, una reacción a los estímulos lumínicos. De día, las hojas y los pétalos permanecen desplegados, de noche se pliegan con una perfección robótica. Amapolas, hibiscos y tulipanes adoptan el mecanismo cada día y esperan pacientes a que vuelva a salir el sol.

En el proceso hay una elegancia innata y una armonía de las que a menudo se nutre el diseño, receptivo a los mecanismos que desarrolla la naturaleza para que la vida siga su curso.

Los diseñadores Lonneke Gordijn y Ralph Nauta, fundadores del estudio holandés Drift, admiten estar «fascinados» por los movimientos de la naturaleza y reproducen la nictinastia en Shylight (Luztímida), vaporosas «esculturas de luz» que se retraen y se despliegan en una delicada coreografía ante los ojos del espectador.

«Es una lámpara que parece estar viva por sus movimientos impredecibles y de aspecto natural: desciende para florecer en toda su gloriosa belleza, para después cerrarse y retirarse hacia arriba». Han invertido cinco años en perfeccionarla, los primeros modelos se movían tras una semana de trabajo, pero hicieron falta hasta seis «generaciones» de lámparas para lograr la precisión de una flor.

Los pétalos son de seda, un material ligero y flexible que «se mueve con elegancia». La estructura que sujeta el tejido es de aluminio y acero y los movimientos de las luces LED se pueden controlar con smartphone o una tableta, «abriendo un abanico de posibilidades como coreografías para música».

«Cuando todas las capas y los compartimentos de seda se llenan de aire, la luz se rompe de una manera muy suave y poética», dicen sus creadores. Pensadas para techos altos, las lámparas tienen una distancia de caída de 9 metros y las hacen ideales para las majestuosas salas del Rijksmuseum de Ámsterdam, la Galería Nacional de Holanda, que ya ha adquirido e instalado varias en el museo.

Helena Celdrán