56 personas que nos faltan

Por Flor de Torres Porras

Nos faltan 48 Mujeres y 8 menores que en 2017 han sido víctimas directas de la violencia de género. Pienso en cifras y personas. Me imagino qué ocurrirá en los días que pasan entre el momento en que genero estas reflexiones y su publicación. Ignoro si cuando lo lean se habrán sumado más mujeres al contador de las víctimas de la desigualdad. A ese recuento doloroso de las víctimas mortales y de sus hijos. Qué historias y qué vidas encerrarán esas nuevas cifras. Y qué inmensa tragedia social que nunca tengamos al día los números mortales de la violencia de genero.

Mientras reflexiono con ustedes, me vienen a la mente las palabras de Leila Guerriero en un magnífico artículo sobre de nuestra actitud contra la violencia de género:

‘Ayer mientras cenaba con el hombre con quien vivo –una cena más en mi vida de mujer a la que nadie ha tocado un pelo- pensé que en el mismo momento, la mujer sangrante podría estar hundiéndose bajo una lluvia de golpes o viviendo sus últimos minutos. Que esa noche fuera la misma noche para las dos (la misma luna, el mismo país, el mismo cielo) me pareció de pronto inmoral, insoportable.’

Se cerró 2017 con 48 mujeres víctimas mortales de la violencia de género y 4 casos más pendientes de investigación. De todos ellos, 10 mujeres habían denunciado previamente. 31 eran españolas y 17 de otros países.

Ellas a su vez dejaron huérfanos a 27 hijos de la violencia de género. Las mujeres asesinadas tenían entre 18 y 85 años. Con distintas vidas, orígenes, estructura familiar y social. Parejas que convivían en 30 de los casos y exparejas en fase de ruptura en 18 más. Todas ellas tenían un denominador común: eran las víctimas mortales de la violencia de género de 2017.

Con ellas fueron asesinados 8 menores, sus hijas e hijos. Se multiplicó por 8 la cifra del año anterior. 7 de los 8 eran españoles. Sólo en un caso la madre había denunciado, y retiró la denuncia después. No se detectó ni evitó el asesinato de estos menores, desde bebés menores de un año hasta 11 años de edad. Niñas y niños asesinados en absoluta indefensión frente a sus maltratadores, que eran sus padres y que convivían con sus madres en 7 de los casos. Todos eran padres biológicos a excepción de uno de ellos que era pareja de la madre.

Tras estas escalofriantes cifras están nombres, historias, vidas de violencia de género como las que he conocido a través de sus Juicios, sus autopsias, los testigos y sus familias: Sus historias de violencia de género. Vidas como las de Ana Padilla, Irina Petrova y su hijo de 8 meses Sergio, Isabel Ortuño, Cecilia Natalia Coria Olivares, Yadira Miarella, Estefanía Torres Verdugo y Aarón de 5 años, Susana Galeano, Ana Isabel González, Sheila Wood y su hija discapacitada Shopie Elisabelth Wood, Rosario Aguilar Rubio, Verónica Frías, la pequeña Leonor con apenas 8 años…

Mujeres, hijos e hijas cuyos derechos tuve el honor de defender en los tribunales: sus derechos arrebatados en denigrantes actos de violencia de género que acabaron con sus vidas y a los que la Justicia les dignificó sus nombres y derechos en sus memorias, con sentencias firmes que condenaron a sus maltratadores y asesinos.

Y es esta, nuestra actitud contra la violencia de género, la que genera y mide la altura de nuestra lucha. Si seguimos validando actos, acciones, chantajes, desvalorizaciones, insultos, gritos, lesiones, coacciones, agresiones, vejaciones entre nuestras parejas, o entre las parejas de nuestras hijas, de amigas nuestras o de nuestras hijas, de nuestros padres, de nuestros vecinos, familiares o sencillamente conocidos, estaremos alimentando historias que serán luego los recuentos de la violencia de género.

Si cuestionamos nuestros mecanismos de lucha sin luchar, sencillamente, mantendremos actitudes que siguen haciendo impune e invisible la violencia de género. Y lo que es peor: cuestionada.

Y si nos quedamos en los números en las estadísticas o en el reproche desconocemos la máxima intensidad de esta tragedia social que arrastra vidas, hijos e hijas y a sus propias familias condenadas a vivir con las ausencias injustificadas de sus seres más queridos en nombre de esa Violencia de género que los arrebata, las une y las nombra.

Hay un camino. Uno solo. El de la igualdad. Sin fisuras ni concesiones. Sin tregua y sin paz hasta encontrarla.

Es ella, la igualdad, la que planta cara a la violencia. De frente. De igual a igual. Y es la que gana. Porque es la desigualdad la que propicia esa fábrica de sentimientos que determina el desastroso resultado de la violencia.

Siempre es momento para recordar que la igualdad solo puede generar igualdad. Lo semejante atrae a lo semejante y es que además se refleja en su espejo: en el bello y combativo espejo de la igualdad donde se proyecta y a la vez se refleja y expande.

Si. Nos faltan 56 personas, 48 mujeres y 8 menores, tras este año 2017 que acaba de terminar. Mujeres e hijos que se hundieron bajo esa lluvia de golpes y que vivieron sus últimos minutos en el 2017.

Nunca olvidemos sus nombres. En sus memorias.

Flor de Torres Porras es Fiscal Delegada de la Comunidad Autónoma de Andalucía de Violencia a la mujer y contra la Discriminación sexual. Fiscal Decana de Málaga.

1 comentario

  1. Dice ser despreciado por ser hombre

    No se habla de los hombres asesinados por mujeres, no se habla de los niños asesinados por mujeres, no se habla de las mujeres muertas en peleas de bandas, ajustes de cuentas, de territorio de drogas, venganzas personales, de mujer contra mujer, etc. por no hablar de falsas denuncias, falsas acusaciones, delitos cometidos por mujeres, que están fuera de las estadísticas, como acoso, manipulación, mobbing, agresiones varias y lo mas importante y relevante

    la ley sobre violencia de género, perjudica al hombre, por ser hombre precisamente.

    11 enero 2018 | 12:20

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