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Hombres y mujeres para el feminismo

Por Flor de Torres Porras

Hace unas semanas leíamos a Rosa Montero en un espléndido artículo titulado ‘Corazones Blancos’, que decía :  ‘a esa legión de hombres inteligentes y sensibles es a la que nos estamos dirigiendo las mujeres’

Aunque los hombres no son el motor del feminismo, -porque no es posible invisibilizar la hermosa y digna lucha protagonizada por tantas mujeres, movimientos sociales y reivindicativos de la igualdad-, ellos sí  han de contribuir con su complicidad  y activismo a la lucha feminista para lograr la igualdad de género efectiva. La igualdad  como derecho fundamental se consagró hace 40 años en la Constitución Española, en al Art 14.

Ahora buscamos la igualdad real. Es la que construye e el  camino de la  lucha feminista, proclamada como su motor. A lo largo de años se ha ido forjando un sólido edificio, a pesar del cuestionamiento que trata de debilitar sus pilares. A pesar de las dudas impuestas por argumentarios interesados de quienes nunca han luchado por la igualdad, que no creen en ella, que alimentan sus  discursos con falsos mitos y afirmaciones sin apoyo científico, empírico o empático. Sombras lanzadas a la igualdad que estamos construyendo y  que solo  sirven para   perpetuar el patriarcado, en el que se asientan como agentes ejecutores de la desigualdad.

El feminismo ha logrado grandes avances hacia la igualdad. Imagen de Melany Rochester / Unsplash.

Pero dentro del corazón de la igualdad, como eje y motor, sigue avanzando  un feminismo robustecido. Feminismo inclusivo con la complicidad de los hombres. Y ello es así porque la  palabra igualdad  ya no conoce límites. Avanza y deconstruye privilegios basados en la sociedad patriarcal. No hay modelo de sociedad igualitaria, de  estado social y democrático de Derecho que no sea creado, entendido y dirigido en igualdad por hombres y mujeres. Es en las personas donde ha de convivir e ponerse en práctica. Crecer y ampliarse como valor fundamental.

Por ello siguiendo la estela de Rosa Montero hemos de dirigirnos a todos y cada uno de los hombres para que reflexionen sobre el camino transitado por el feminismo, y se incorporen a él. Que se comprometan en la lucha por la igualdad y que entiendan  que hay que romper en mil pedazos  su  complicidad con la desigualdad.

Sigue siendo esta la revolución pendiente: la de los hombres que renuncien a perpetuar el actual modelo de inequidad.  Que esa renuncia abarque la negación de una vez y para siempre a ser utilizados como instrumentos de control del patriarcado.  Hombres que miren cara a cara al Machismo y a lo que  Marcela Lagarde  nombró como “la escisión del género” o extrañamiento entre las propias mujeres que provoca la escisión del propio género femenino dando pie a la naturalización del  patriarcado como la única forma de convivencia. Y que tras  esa nueva mirada feminista ya no se reconozcan en ello.

Y sobre este entramado sociológico, la Justicia tiene un papel fundamental, y lo está asumiendo. En 2018 ,una tras otra, han ido iluminando el camino judicial varias Sentencias del Tribunal Supremo, abriendo un camino de luz y esperanza hacia la igualdad. Son sentencias que reconocen la desigualdad estructural a la que la mujer se ve sometida por el hecho de ser mujer. Todas estas resoluciones vienen avaladas y precedidas por las más de 200 sentencias que avalan la constitucionalidad de la Ley Integral contra la Violencia de Género (L.O 1/2004)

En una muy reciente Sentencia del Tribunal Supremo del 20/12/2018 se resuelve en Pleno un recurso de la Fiscalía contra la absolución de una pareja, hombre y mujer,  donde se argumentaba que no había situación de desigualdad por existir entre ellos una agresión mutua. Se  reconoce en ella que no por ello se ha de dejar de contextualizar como acto de violencia la que se ejerce sobre la mujer con ocasión de una relación afectiva de pareja. Pues constituye acto de violencia de género cualquier acto de poder y superioridad de los hombres frente a las mujeres con independencia de cuál sea la motivación o la intencionalidad. Son actos de desigualdad estructural que no necesitan motivarse como actos de violencia de género.

Previamente a esta sentencia, los menores se  fueron reforzando como víctimas directas de la violencia de género, aun sin ser testigos presenciales de las agresiones a sus madres. Tan solo con su percepción. O la necesidad de imponer medidas de alejamiento de forma imperativa aun sin acto de violencia física, en la necesidad de seguir el camino de atender y prevenir las otras violencias que atacan la integridad moral de las mujeres víctimas de violencia de género. Caminos ya amparados previamente en el Tribunal Constitucional, justificados ante la  mayor carga penal en los delitos cometidos a las mujeres en el ámbito de la pareja.

Se dirimió la plena constitucionalidad y vigencia  de la redacción del art. 153 ,1 del Código Penal  para las agresiones en el ámbito de la pareja o expareja y se declaró constitucional la distinta carga penológica si es agresor hombre (153,1)  que si es mujer  (153,2) y se justificó  así:

«No es el sexo en sí de los sujetos activo y pasivo lo que el legislador toma en consideración con efectos agravatorios, sino -una vez más importa resaltarlo- el carácter especialmente lesivo de ciertos hechos a partir del ámbito relacional en el que se producen y del significado objetivo que adquieren como manifestación de una grave y arraigada desigualdad. La sanción no se impone por razón del sexo del sujeto activo ni de la víctima ni por razones vinculadas a su propia biología. Se trata de la sanción mayor de hechos más graves, que el legislador considera razonablemente que lo son por constituir una manifestación específicamente lesiva de violencia y de desigualdad.”

(Sentencia del Tribunal Constitucional  59/2008 de 14 Mayo de 2008, entre otras)

El Tribunal Supremo y el Tribunal Constitucional  están convalidando y aplicando  con esta jurisprudencia la necesidad de llegar a la igualdad a través de la discriminación positiva. Y  se  hace por el camino marcado por  la propia Constitución Española a través de la búsqueda de un principio de igualdad real. En sus resoluciones se materializa la exigencia de aplicar el principio constitucional del Art 9,2 donde se avala la discriminación positiva como medio de superar los obstáculos a la igualdad de diversos grupos:

Corresponde a los poderes públicos promover las condiciones para que la libertad y la igualdad del individuo y de los grupos en que se integra sean reales y efectivas; remover los obstáculos que impidan o dificulten su plenitud y facilitar la participación de todos los ciudadanos en la vida política, económica, cultural y social.”

Por tanto, quien cuestiona la igualdad tomando como base los resultados de pena distintos si la persona responsable es hombre o mujer lo hace solo desde la superficie de un problema de enorme magnitud. Desde el desconocimiento o, lo que es peor, el rechazo  de una realidad: la desigualdad estructural que determina la violencia de género. O dicho de otro modo, ignora la base constitucional que destaca la necesidad de neutralizar la  desigualdad y evitarla. Y la doctrina consolidada por el Tribunal Supremo y el Tribunal Constitucional, que atienden desde el ámbito judicial la mayor frecuencia y gravedad de las agresiones de hombres a mujeres en el ámbito de la pareja.

No confundamos. Estas medidas no rompen con el principio de presunción de inocencia, un precepto constitucional que preside todas nuestras actuaciones judiciales. Todos los procesos y todos los derechos. Pero ha de convivir en cada proceso de violencia a la mujer con la constatación empírica de la frecuencia y lesividad de la violencia de género, que precisamente por estos motivos se escindió de la violencia familiar.

Y es así por ser un modelo objetivo y reproducido de un arraigado sistema patriarcal que determina un repertorio  de conductas que atentan a las mujeres por el hecho de serlo y en el ámbito de la pareja. Es lo que el feminismo siempre denunció, y seguirá haciéndolo. Lo que hoy como realidad social y evidente se consolida también  en la Doctrina del Tribunal Supremo y el Tribunal Constitucional.

Por eso Rosa Montero nos emocionaba cuando finalizaba su artículo con esta argumentación dirigida a  los Hombres:

“No debería darles las gracias, porque agradecer a un hombre que pelee por un mundo más justo (el antisexismo nos atañe a todos) es como agradecer a tu pareja que ponga la lavadora, pero se las doy, porque aún me emocionan demasiado. A esa legión de hombres inteligentes y sensibles es a la que nos estamos dirigiendo las mujeres. Amigo, hermano, amante, muestra tu corazón blanco y lucha conmigo

Creo que el mejor homenaje a las mujeres víctimas de violencia de género, que afrontan la heroicidad de denunciar, de atravesar un proceso judicial acompañadas de sus miedos, sus peligros y sus inseguridades, es escucharlas y caminar junto a ellas. Que se sientan amparadas por todos los hombres y las mujeres que luchan por una igualdad real y ya incuestionable.

Flor de Torres Porras es Fiscal Delegada de la Comunidad Autónoma de Andalucía de Violencia a la mujer y contra la Discriminación sexual. Fiscal Decana de Málaga.

Ruda: lecciones contra la violencia de las avanzadoras indígenas

Por June Fernández June Fernández

‘No podemos ayudarlas si no denuncian. No podemos ayudarlas, no podemos apostar, y no digo el Gobierno, digo toda la sociedad, si esas mujeres no denuncian’. Esta es probablemente la declaración política sobre violencia de género más indignante que he escuchado. La pronunció Ana Mato cuando era ministra de Sanidad, Asuntos Sociales e Igualdad, y no pasó desapercibida para las feministas. El colectivo madrileño ‘Las Tejedoras’ presentó en 2014 un cortometraje sobre la revictimización de las mujeres que deciden denunciar situaciones de violencia, titulado ‘La última gota’, e incluyeron las irresponsables palabras de la ministra. Las entrevisté en Pikara y me dijeron lo siguiente: ‘Estamos tomando conciencia de que la respuesta institucional no es suficiente, de que tenemos que hacer algo, pero no tenemos herramientas. Hemos de empezar a pensar estrategias colectivas y trabajar en autodefensa feminista para promover el empoderamiento de las víctimas y enfrentar a los agresores’.

Reunión de lideresas en la grabación del documental Ruda, de Oxfam Intermón / Avanzadoras. Imagen de June Fernández.

Reunión de lideresas en la grabación del documental Ruda, de Oxfam Intermón / Avanzadoras. Imagen de June Fernández.

Cuando desde Oxfam Intermón me propusieron participar en un documental sobre las mujeres indígenas organizadas contra la violencia en Guatemala, en seguida tuve claro que quería centrarlo en aprender de sus estrategias comunitarias. Marcela Lagarde define feminicidio como los asesinatos sistemáticos de mujeres, por el hecho de ser mujeres, cuando ocurren en un contexto de complicidad o inacción por parte de los Estados. En Guatemala se registran 45 muertes violentas de mujeres al mes. Desnaturalizar la violencia es especialmente complejo en un país que ha pasado 36 años en guerra, en el que sigue sin reconocerse que hubo un genocidio maya y en el que la violencia es el pan de cada día. A la vez que reclaman al Estado que garantice el derecho a la vida, las organizaciones de mujeres indígenas que conocí en Guatemala apuestan por promover el empoderamiento de las mujeres para que pasen del estatus de víctima de violencia machista al de lideresa que defiende los derechos de las mujeres de su comunidad, empezando por dar apoyo y acompañamiento ante situaciones de maltrato o de discriminación.

Reunión de mujeres indígenas de Guatemala en el patio de una casa. Imagen del documental Ruda, de June Fernández para Oxfam Intermón.

Reunión de mujeres indígenas de Guatemala en el patio de una casa. Imagen del documental Ruda, de June Fernández para Oxfam Intermón.

Me emocionó conocer a señoras como Doña Sebastiana y Doña Candelaria, abuelas que han vivido toda una vida de maltrato y que, ya pasados los 60 años de edad, entienden que son valiosas, que pueden utilizar sus experiencias y sus saberes para ayudar a otras mujeres violentadas. Aprendí con ellas y con Natalia, curandera quiché, la importancia de integrar la sanación en la intervención en violencia de género, con gestos tan sencillos como preparar a la mujer violentada un té con plantas medicinales (como la ruda, de ahí el título del documental) o hacerle un masaje. Frente a la pretensión de que la víctima de malos tratos corra a la comisaría a denunciar y tenga que enfrentarse a un juicio rápido -en el que muchas veces pareciera que es a ella a quien se está juzgando-, con estas lideresas entendemos que lo prioritario es el bienestar emocional de la mujer violentada.

Consejeras y avanzadoras. Imagen del documental Ruda, de June Fernández para Oxfam Intermón.

Consejeras y avanzadoras. Imagen del documental Ruda, de June Fernández para Oxfam Intermón.

Frente a la tendencia de parcelar luchas (la feminista, la ecologista o la antirracista por separado), las lideresas hablan al mismo tiempo de empoderamiento de las mujeres y de reconocimiento de los pueblos originarios. Entienden que la explotación de recursos naturales también es un tema prioritario para las organizaciones de mujeres: porque explotar a la madre tierra también es violencia patriarcal, porque el agua es vida, porque cuando el ejército defiende una mina o una hidroeléctrica y reprime a la población que se opone al macroproyecto en cuestión, la represión también incluye violencia hacia las mujeres.

Cuando presentamos el documental en el País Vasco, alguien del público dijo que sentía un poco de envidia, porque en nuestra sociedad, el desarrollo del feminismo institucional ha hecho que descuidemos las respuestas comunitarias. La entendí, pero repliqué que el peso que llevan en sus espaldas estas lideresas que llegan a donde el Estado no llega es desmesurado. Recordé la entrevista con Johana (lideresa en Cuilapa, ciudad cercana a la frontera con El Salvador, en la que es habitual ver a hombres luciendo pistolas en sus tejanos), se encontraba muy afligida porque en su barrio se la estaba señalando como colaboradora de la policía contra el crimen organizado, contra esas bandas que, entre otras cosas, estaban extorsionando y violando a las maestras de un colegio. Johana se debate entre la satisfacción de salvar vidas y la angustia de poner la suya en riesgo.

 

Johana, Sebastiana y una joven lideresa quiché, Olga, pudieron disfrutar de unos días para presentar el documental en Euskadi. Nosotras nos preocupábamos por que su agenda no fuera muy extenuante y ellas insistían en que estaban felices. Sentían que cruzar el charco era un reconocimiento a su trabajo y también un descanso para cargar pilas. Están orgullosas de ser lideresas, pero no es fácil estar disponible las 24 horas del día, recibir en plena noche a mujeres que acaban de recibir una paliza o que han sido amenazadas de muerte. No es fácil hacer este trabajo de forma no remunerada siendo una campesina humilde que vive de vender artesanías en los encuentros de mujeres. Una se siente inspirada por su valentía y su compromiso, pero también se queda preocupada. ¿Quién vela por la seguridad y el bienestar de las lideresas que dedican su vida a acompañar y a sanar a las mujeres?

June Fernández es periodista. Coordina la revista feminista Pikara Magazine y escribe en medios como eldiario.es, Diagonal o Argia.

Feminicidio a la puerta de casa

Por Flor de Torres Flor de Torres

Thi. degollada en Madrid, 38 años.

Nuria, calcinada en Vilanova i la Geltrú. 43 años

Lasisa, apuñalada en Calpe,  35 años.

Maraganda, asesinada con un cuchillo y un punzón, 50 años en Mallorca.

Vanessa Barradó, descuartizada en Zaragoza, 27 años.

Guacimora, 35 años asesinada delante de sus hijas en Santa Cruz de Tenerife.

Agniezska, asesinada de una brutal paliza en Burgos con 32 años.

Remedios, de 81 años, asesinada por la espalda con un hacha.

Petra, degollada y golpeada en Écija, 46 años.

María del Carmen, asesinada de un golpe en la cabeza.

Nicolasa, asesinada en Jaén, 73 años.

Asunción, de 62 años, asesinada de un disparo junto a su hijo.

Sheila y Shopie  de Mijas, madre e hija discapacitada asesinadas por disparos de su marido y padre.

Miriam, asesinada con su bebé de 1  año en plena calle a cuchilladas en Jerez de la Frontera.

Estefanía, de 28 años, y su hijo Aarón  de 5, asesinados en Málaga, acuchillados.

De la sombra a la luz. Imagen de la campaña contra la violencia en Mali de Oxfam Internacional.

‘De la sombra a la luz’, campaña contra la violencia en Mali. Imagen de Oxfam.

Son solo un ‘muestreo’ de los asesinatos de hombres a sus parejas o mujeres en los últimos tiempos. Feminicidios con rostro, historias, vidas, hijos. Entre ese atropello brutal cayeron y quedaron huérfanos también  en lo que va de año 18 menores. No los olvidemos entre los números, entre las estadísticas. Ahí están sus vidas segadas de forma inútil. Escondidas tras la violencia de género. Con nombres y apellidos. Con origen y con fin. Todas unidas por la violencia de género.

Que esa vergüenza quede al descubierto, desenmascarada y desvestida para  que cada uno desde nuestro ámbito sepamos auxiliar a cada víctima y tenderle la mano desde el colegio, el Instituto, desde la prevención, en el vecindario, en el trabajo,  desde los ámbitos sanitarios, policiales, asistenciales, judiciales, psicológicos, desde los centros de igualdad.  Que no queden impunes sus acciones  y que consigamos  con  nuestros actos  suplir la voluntad de sus víctimas inmersas en  el abandono, en la soledad de su suerte y podamos prevenir el delito bajo el  apoyo psicológico y  para que sean nuestras acciones las que levanten la máscara  donde se ocultan impunemente  los maltratadores.

Porque  como dijo Enma  Goldman : ‘La verdadera emancipación no comienza en las urnas ni en los tribunales, empieza en el alma de la mujer’.

Mientras esa emancipación  no ocurra de forma individualizada, en el interior de cada mujer,  somos todas y todos responsables que nos falten tantas mujeres y tantos hijos. Porque hasta ese momento adquirimos la  corresponsabilidad para que ello no ocurra y que dejemos de usar el anglicismo  feminicidio, como asesinato evitable por razones de género.

Y sólo dejaremos de utilizarlo cuando ello ya no ocurra, cuando no existan listas interminables de ellas y recuentos del acto más denigrante que un ser humano puede hacer: asesinar a su mujer y a sus hijos.

Pues en palabras de Marcela Lagarde, ‘la violencia contra las mujeres continúa siendo una epidemia global que mata, lastima y perjudica física, psicológica, sexual y económicamente a millones de mujeres de todas las edades. Para decirlo alto y claro: es una violación de los derechos humanos negarle a las mujeres la igualdad, la seguridad, la dignidad y las libertades fundamentales’. 

 

Flor de Torres Porras es Fiscal Delegada de la Comunidad Autónoma de Andalucía de Violencia a la mujer y contra la Discriminacion sexual.