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Demasiado pronto

Por Carmen Suárez

Una conversación con Elysia Buchanan, asesora de políticas de Oxfam en Sudán del Sur, nos ha llevado a una enorme preocupación por las crecientes cifras de matrimonios de niñas en el país. Su descripción es un mapa de la pobreza y la desesperación en la que están cayendo las familias:

“El incremento de la pobreza y el hambre, surgidos tras cinco años de una terrible guerra civil, están llevando a las familias a una gran desesperación, y por esos muchos padres casan a sus hijas muy jóvenes, para obtener una dote que les permita sobrevivir. Al negarles su derecho a elegir cómo quieren vivir sus vidas, las niñas corren un mayor riesgo a quedarse sin educación, de morir en el parto o de padecer violencia sexual y física en su matrimonio”.

El matrimonio infantil no era algo insólito en la historia de Sudán del Sur, pero con la guerra civil ha ido a más.

Tras un estudio realizado en Nyal, al norte del país, se comprobó que el 70% de las niñas se casan antes de los 18 años, un porcentaje significativamente más alto que el registrado antes del conflicto, cifrado en el 45%. Se puso de manifiesto, también, otro demoledor dato, que una de cada diez niñas se casa antes de cumplir los 15 años. Sudán del Sur existe desde 2011, después de un referéndum en que el 98,3% de la población votó a favor de la independencia. Es el último país que se ha formado y ha sido reconocido en el mundo.

«Quiero llegar a gobernar. Siento que saltar a la comba me hace fuerte. Por eso que me encanta jugar con ella y quiero que me tomen una foto saltando». Mary (nombre falso), 16 años. La razón más común para que las niñas abandonen la escuela en Sudán del Sur es el matrimonio.
(C) Noura Nyal Kids/Oxfam

El conflicto interno estalló al poco, provocando al menos 300.000 personas muertas, casi dos millones de desplazadas y 2,4 millones de personas forzadas a buscar refugio en otros países de la región. Aunque el pasado mes de septiembre se firmó un acuerdo de paz y sus habitantes ansían la paz después de 5 años de conflicto. Falta asentarlo y superar la profunda crisis económica y social que ha impactado a la población hasta tal punto que en 2017 se declaró la hambruna durante unos meses en dos zonas del país.

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Un lugar seguro: la historia de dos matrimonios forzosos

Por Flor de Torres 11745440_501780593319126_8306042186364881214_n

 Hace días que recuerdo el testimonio de Salma Altaf Hussein, una mujer pakistaní que contaba su historia personal de matrimonio forzoso:

 ‘Me casé muy joven. Era solo una niña y no sabía nada acerca del matrimonio.  Yo quería jugar e ir a la escuela pero no tuve la oportunidad. Ahora nosotras hemos aprendido sobre los peligros del matrimonio infantil. Quiero que mis hijos vayan a la escuela y puedan ser alguien antes de casarse.’

Mujeres y niñas de Pakistán comprometidas en la defensa de sus derechos. Imagen de Irina Werning / Oxfam

Mujeres y niñas de Pakistán comprometidas en la defensa de sus derechos. Imagen de Irina Werning / Oxfam

Hoy Salma dirige un espacio Protective Learning and Community Emergency Services (PLACES) donde se brinda a los niños protección, educación y la posibilidades de jugar, bajo el auspicio de Unicef. Un lugar donde pueden ser niños, en un país donde  una de cada 4 niñas contraen matrimonio antes de los 18 años.

Salma es del mismo país de donde nos llegó Aisha: Pakistán. El de Aisha es un nombre figurado que nos permite contar aquí la historia real, ya juzgada y y con sentencia en el Tribunal Supremo, de una joven de origen pakistaní que vivía en una ciudad española. En el año 2005 la familia de Aisha se concertó con la familia de su primo para que ambos contrajeran matrimonio en Pakistán, y desde el año 2007 residen juntos en España.  En la  sentencia se recoge el escalofriante relato que muestra cómo se transita del matrimonio forzoso a la violencia de género y a la detención ilegal. La sentencia presenta entre los hechos probados algunos que muestran la dureza de las acciones del marido de Aisha:

‘Desde su inicio reprochaba a su esposa su forma de vestir, que trabajara fuera de casa, sin que nada de lo que hiciera le pareciera bien, criticándola constantemente.  Ella le pidió el divorcio negándose tanto éste como sus padres y hermanos a que se separaran, manifestándole su marido que tenía que estar a su lado, que no le iba a dar el divorcio y que si se iba de su lado la iba a matar, recibiendo insultos de tipo zorra puta, tanto de su marido como de sus padres hermanos, y cuñada  al enterarse de la decisión de  divorciarse…

Durante el tiempo en el que estaba controlada y vigilada toda la familia cerró las ventanas, y bajó las persianas, controlando en todo momento a Aisha que era acompañada al baño por alguna de las mujeres, y siempre era vigilada por al menos dos miembros de la familia, no dejándola salir de casa, y a todo (sic)  mundo que le llamaba por teléfono le decían que estaba en Pakistán.

Finalmente el día 16 de diciembre de 2010, aprovechando un descuido de su familia, Aisha escribió tres notas de ayuda, lanzándolas por la ventana cayendo una en el balcón de su vecina y las otras dos a la calle. En la nota que cayó en el balcón de la vecina decía «por favor llame a la policía, mi padre me ha pegado y los de mi casa me tienen encerrada por favor ayudarme me van a matar porfa llamar a la policía, ayudarme, ayudarme, llame a la policía rápido, Gracias«.

La policía local de la ciudad española donde vivía liberó a Aisha gracias a esa nota. Hoy sus captores, su propia familia, han sido condenados y cumplen condena. En su historia confluía la imposibilidad de divorciarse con la dura vigilancia, control, maltrato e insultos por parte de su marido y su entorno.  Se  le atribuyó la carga moral de no  avergonzar a la familia. Obligada a dejar su trabajo, fue sometida  por sus padres, hermanos, marido, cuñada y tía por turnos  a vigilancia férrea  e impedida de  salir de casa. Permaneció  vigilada por turnos de dos miembros de su familia, sin dejarle acceder al teléfono fijo ni al ordenador.  Era amenazada de muerte reiteradamente por su padre y su marido que le decían ‘que si salía de casa la mataban, y que de casa no iba a salir viva’.

Ante esta situación, desesperada, Aisha intentó acabar con su propia vida: bebió lejía y  se lesionó con los cristales del espejo del baño en dos breves descuidos de sus familiares. Ambos intentos fueron frustrados por la vigilancia férrea a la que fue sometida. En represalia recibió golpes y no asistencia médica.

El Tribunal Supremo, al resolver y condenar a los autores de estos hechos, nos habla también de Aisha y de los derechos que le fueron mutilados, arrebatados, secuestrados, cercenados por el hecho de ser mujer:

‘Las convicciones culturales y sociológicas de otros pueblos no pueden ser tuteladas por nuestro sistema cuando para su vigencia resulte indispensable un sacrificio de otros valores axiológicamente superiores. El papel secundario y subordinado que algunas sociedades otorgan a la mujer nunca podrá aspirar a convertirse en un valor susceptible de protección. Ni siquiera podrá ser tenido como un principio ponderable ante una hipotética convergencia de intereses enfrentados.

 La libertad de Aisha fue radicalmente cercenada por su familia. Lo fue cuando le impuso un matrimonio que no quería y cuando la encerró en el domicilio paterno para evitar su integración social y neutralizar cualquier intento de desarrollo de su proyecto existencial como mujer’.

La sentencia expresa claramente que el matrimonio forzoso no solo es delito, sino que es un atentado a los derechos de la mujer. Es imprescindible evitar que se produzca y ahorrar a las niñas y mujeres sus terribles consecuencias. Aisha  ya  es libre y mujeres como su compatriota Salma Altaf Hussein luchan porque historias como las de Aisha o la suya propia no vuelvan a ocurrir.

Flor de Torres Porras es Fiscal Delegada de la Comunidad Autónoma de Andalucía de Violencia a la mujer y contra la Discriminación sexual. Fiscal Decana de Málaga.

¿Cómo acabar con la violencia contra las mujeres en la India?

Por María Solanas  María Solanas

Amanat fue el nombre con el que los medios de comunicación de todo el mundo se refirieron a Jyoti Singh Pandev, joven estudiante india de 23 años que, en diciembre del pasado año, fue violada en Nueva Dehli por cinco hombres y un menor, muriendo dos semanas después por las brutales heridas que le habían causado sus violadores. El asesinato de Amanat conmocionó a la sociedad india, que se movilizó para exigir medidas eficaces que eviten y castiguen estos crímenes contra las mujeres. Sólo en 2011 las cifras oficiales registraron 25.000 agresiones sexuales, en un país donde sólo se denuncia el 10% de los abusos.

Mujeres de la India reclaman sus derechos

El pasado 10 de septiembre, el tribunal que juzgó su caso condenó a la pena de muerte a cuatro de los cinco adultos que violaron y asesinaron a Amanat. Junto con mi rechazo sin matices a la pena de muerte, comparto plenamente con Amnistía Internacional que esta condena no pondrá fin a la violencia contra las mujeres en India. Para acabar con esta lacra es necesario, como también subrayó el pasado mes de enero Oxfam India, un conjunto de medidas legislativas, institucionales y sociales, incluyendo la presencia de las mujeres en todos los niveles de representación, y un mayor esfuerzo para cambiar creencias y actitudes. Para conseguir, en definitiva, un verdadero cambio social.

La Constitución y las leyes indias garantizan la igualdad entre hombres y mujeres. Los matrimonios infantiles, la dote o los abortos selectivos, están prohibidos en el país. Sin embargo, según el último informe de TrusLaw, el 47% de las mujeres son obligadas a casarse antes de alcanzar la mayoría de edad. Se calcula que en las últimas tres décadas se han producido unos 12 millones de abortos selectivos de niñas, y que entre 25.000 y 100.000 mujeres son asesinadas cada año en disputas sobre la dote. Para lograr el cambio social, a medio y largo plazo, se requieren, además de cambios legales, medidas educativas y de empoderamiento de las mujeres, en particular una mayor presencia política.

Un estudio del Instituto Tecnológico de Massachussets (MIT), realizado en casi 500 poblaciones indias, y publicado el pasado año por la revista Science, muestra cómo la presencia de las mujeres en política influye positivamente en l@s adolescentes. El estudio, que analizó 8.000 adolescentes indi@s y sus padres, demostró que la existencia de mujeres gobernadoras ha tenido un marcado impacto en las adolescentes y en sus familias, aumentando las expectativas, las aspiraciones profesionales y el rendimiento educativo de las jóvenes, por un efecto de imitación de modelos.

Educar desde edades tempranas, ofreciendo modelos y referentes de mujeres en ámbitos políticos de decisión, tiene un impacto directo en la infancia y la adolescencia, y es esencial para conseguir un verdadero cambio social en el país, donde sólo un 11% (61 sobre un total de 545) de los miembros del Parlamento nacional son mujeres. Como revela el estudio sobre adolescencia de UNICEF de 2012, más de la mitad de l@s adolescentes indi@s (el 57% de los chicos y el 53% de las chicas) encuentra justificable que un marido golpee a su esposa.

La visibilidad de una mujer contribuye a la visibilidad de todas las mujeres. En la India, además, las mujeres en política constituyen imprescindibles modelos de respeto a los derechos fundamentales, de lucha contra la discriminación y de igualdad. En recuerdo de Amanat, éste, y no la condena a muerte de quienes la violaron y asesinaron, debería ser el camino a seguir.

 

María Solanas es experta en public affairs y relaciones internacionales. Entusiasta del diálogo hasta la extenuación, y convencida del poder transformador de la política. Privilegiada en los afectos, feliz madre de una hija feliz.