Archivo de la categoría ‘Activismo’

Los mitos de la violencia sexual

Por Bárbara Tardón

“El mito es un habla despolitizada”. La afirmación que en 1953 realiza el filósofo y semiólogo Roland Barthes es extrapolable a la realidad presente de las mujeres, víctimas y supervivientes de violencia sexual en el Estado español, por el escenario de desprotección y garantía de sus derechos.

Los mitos sobre la violencia sexual empañan cualquier intento de alcanzar la justicia y la reparación frente a los derechos humanos vulnerados. Sostienen la discriminación y la aúpan hasta la estratosfera. Parecen inmortales e intocables. He de confesar que incluso yo misma me he sentido atrapada a veces por esos mitos. El estereotipo de género es como si te enganchara, como si no fuera nada. Pero lo es todo.

Manifestación contra la violencia sexual y judicial hacia las mujeres. Imagen: Francisco Ruano / Amnistía Internacional.

Sin rodeos, puedo concluir -después de más de un año investigando para la Sección Española de Amnistía Internacional sobre la violencia sexual en el Estado español-, que el mito, el estereotipo o el prejuicio de género se encuentra estampado de forma generalizada en cada una de las instituciones cuyo deber es acompañar y restituir los derechos humanos de las víctimas de violencia sexual. El estereotipo de género se cuela y se arrastra por las comisarías, por los juzgados, por los hospitales y medios de comunicación, por las calles de nuestras ciudades. Donde menos te los esperas, ahí están.

¿No será que es una discusión entre novios?-, le comentó una trabajadora social de un hospital a una mujer entrevistada para nuestra investigación, después de ser violada por su ex novio.

Vaya niña más ligerita!- afirmó una abogada de un condenado por acoso sexual en relación a una niña de 15 años que terminó suicidándose tras el acoso.

 

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Avanzadoras: antes de que sea demasiado tarde

Por Belén de la Banda

Encuentro de Avanzadoras en octubre de 2013 en Madrid. Imagen de Ana Sara Lafuente/ Oxfam Intermón.

Cuando miro esta fotografía, es imposible para mí no sentir una intensa emoción. Yo estaba abajo, tomando la foto desde mi teléfono, con una mezcla de admiración, alegría y responsabilidad que vuelvo a sentir cada vez que veo estas imágenes. Era un encuentro de lideresas en el más amplio sentido de la palabra. Vinieron mujeres de Mauritania, Togo, Perú, México, Guatemala, y también personas comprometidas con diferentes causas en España (educación, vivienda, sanidad, vida rural…). Hablamos de cómo impulsar mejor nuestras causas, de cómo hacer más eficaz el trabajo, de cómo apoyarnos en la comunicación y en la movilización, de cómo trabajar mejor en red… Pero también de cómo cuidar y cuidarnos, de cómo impedir que lo urgente se lleve lo fundamental, de lo importante que es cuidar nuestra salud día a día para mantener la actividad que impulsa los cambios.

Deberíamos haber hecho al menos un libro, o un documental, con las ideas maravillosas y absolutamente factibles que iban saliendo en las conversaciones, en los grupos, y en los momentos de café. En Madrid, hay jornadas, congresos, simposios y conferencias todos los días. Pero esta no fue una más para ninguna de las personas que allí estuvimos.

Ahora me gustaría que os fijéis en el centro de la imagen. Vestida en colores claros, con el brazo levantado, está Mariam Nana, una lideresa rural de Burkina Faso que tuvo la idea genial de vaporizar el arroz para darle más calidad a la alimentación de su familia, y conseguir ingresos extra para las mujeres. A su lado, con camiseta morada y gafas, Juana Olivia Hernández sonríe. Vino desde México para contarnos la lucha de las comunidades de Chiapas, donde la desigualdad hace estragos en la vida de las mujeres, y donde ella, con una enorme visión estratégica, trabajaba para revertir sus consecuencias más graves.

Hace cinco años de esta foto, y en este tiempo las hemos perdido a las dos. No hay duda de que Mariam y Juana son dos  avanzadoras que cambiaron la vida de sus gentes, y en plena juventud, se fueron dejando un legado que ya nos gustaría a muchas poder tener cuando llegue nuestro momento. No deberíamos olvidarlas, ni olvidar lo que aprendimos de ellas: no sabemos si algún día tendremos mejores lecciones vitales.

En las últimas semanas, hemos perdido también a una magnífica Avanzadora, y gran colaboradora de este blog, Dori Fernández Hernando. Personalmente la extraño ya muchísimo: su absoluta sensatez, su enorme conocimiento, su sentido del humor son recuerdos impagables. Pero sobre todo su compromiso con la igualdad, con los derechos de las mujeres, aunque fuera duro e incómodo, aunque hubiera que soportar absolutos disparates en los comentarios de sus entradas, aunque hubiera que dar la cara para que nos la partan. Te debo un abrazo grande, allí donde estés, Dori. Y desde aquí se lo envío a tu familia, y a tus compañeras de lucha en la PPiiNA, con quienes seguiremos de la mano.

No me gustaría acabar con tristeza. Me gustaría acabar diciendo que a las personas valiosas, y especialmente a las mujeres tantas veces invisibilizadas, hay que agradecerles sus aportaciones cuanto antes. Hay que reconocer ya, sobre la marcha, los esfuerzos, las propuestas, los trabajos, las ideas geniales y las disparatadas que llevan a otras geniales, los hallazgos, las derrotas. Porque una vida mejor para las mujeres, y para todos, se va haciendo gracias a Avanzadoras como Mariam, como Olivia, como Dori. Y como otras en las que seguramente estás pensando en este momento.

Quedan pocos días para que se cierre el plazo del Concurso Avanzadoras.  Un concurso de propuestas abiertas, en el que cualquier persona puede aportar su criterio para reconocer las aportaciones valiosas de las mujeres a la sociedad. Es muy fácil presentar vuestras candidaturas, o las de otras mujeres que sabéis que lo merecen. Os invito a hacerlo. Porque igual que en los últimos años hemos reconocido a Sagrario Mateo, Mabel Lozano, Mariú d’Errico o Ana López Navajas, quizá este año podamos rendir homenaje, de la mano de Oxfam Intermón y 20minutos, a esa persona que tú sabes que merece un premio. Y luego, dile que la has presentado, que su causa te importa, ofrécele apoyo, y trata de que logre muchos otros éxitos. Que serán para todos.

Comencemos a generar una sana costumbre de decir que lo que está bien, está bien y merece la pena. Antes de que sea demasiado tarde.

Belén de la Banda es periodista y trabaja en Oxfam Intermón. Comprometida con el Proyecto Avanzadoras.

La revolución de las «madres normales»

Por Lorena Moncholí

Son días difíciles para las madres feministas. Mujeres que son ninguneadas, invisibilizadas y apartadas, incluso por su propio movimiento de “liberación”.

Hace días Pedro Sánchez pactaba con Pablo Iglesias un primer acuerdo para los Presupuestos Generales del Estado de 2019, que contempla, entre otras medidas, la equiparación progresiva de los permisos de paternidad y maternidad (que, por lo visto, serán intransferibles) y la universalización de la educación de cero a tres años.

Cada año se convierten en madres (o son madres de nuevo) casi 400.000 mujeres (391.930 en 2017).

Todas ellas vivirán un embarazo, que podrá ser más o menos fácil y llevadero, dependiendo de sus circunstancias personales o sociales, pero que en cualquier caso, cambiará y alterará su cuerpo para siempre. Todas darán a luz y de ellas un 26% aproximadamente (según los datos del INE) lo hará mediante cesárea. Todas experimentarán el proceso hormonal de subida de la leche cuando la placenta se desprenda de su cuerpo y cada una decidirá, en ese momento, si quiere amamantar o no a su bebé. Sólo un 30% de madres lo seguirá haciendo a los 4 meses de vida de su hijo, o su hija.

Todas pasarán por la necesidad de recuperarse de su parto. Para algunas será coser y cantar. Para otras (y más si han sufrido intervenciones necesarias, innecesarias o violencia obstétrica, según los casos) será un suplicio, que puede durar años.

Grabado que representa a las mujeres marchando sobre Versalles, el 5 de octubre de 1789. Autor o autora desconocida.

Todas, sean de la clase que sean y tengan la ideología que tengan, pasarán por la exterogestación (que también vivirá su bebé sí o sí) y el puerperio, aunque le pese al feminismo hegemónico de la igualdad que impera en este país. Algunas lo vivirán bien, otras “como se pueda” y otras caerán en una depresión postparto.

Y a pesar de todo ello, el padre o la otra madre -que no ha gestado y parido- va a tener los mismos permisos que ella. Algo falla en la comprensión de lo que es la igualdad formal y material.

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Nombres en un globo negro

Por Lula Gómez

No me quito de la cabeza un racimo de globos negros con los nombres de varias mujeres. Los llevaba una chica en la manifestación del 25 de noviembre. Era de noche, medio llovía y el nombre de Ana Hilda, escrito en morado en uno de ellos, me revolvió las tripas. ¿Quién era ella? ¿Tendría apellidos, quién la echará de menos? ¿Tendría madre, hijos…, qué les habrán dicho, que un salvaje, quizás su padre, la mató? ¿Sería de Alicante, de un pueblo de La Rioja, gallega, de un municipio grande, qué sabrán los políticos de sus municipios más allá de que se hizo un minuto de silencio? ¿Y la Justicia, y él? ¿Tendrán miedo sus vecinas de que pueda pasarles a ellas? No lo sé. Hoy Marta solo es un nombre pintado en un globo que en un rato se pinchará. Me niego a olvidarla.

Globo negro con nombres de víctimas de la violencia machista, en la manifestación del 25 de noviembre de 2017 en Madrid. Foto de Lula Gómez.

Por eso estoy en la iniciativa que hemos llamado #PorTodas, un proyecto de investigación periodística centrado en las 55 mujeres que, según reconocen los registros oficiales, fueron asesinadas en España en 2014. ¿Por qué? Porque nos están matando y sobre nosotras, sobre todas, cae una losa de olvido muy cómoda para todos: para mí también, que dejo el tema para más tarde, que me duele volver a desayunar con otra mujer asesinada, que no pregunto qué planes de prevención están ejecutando los gobiernos para que no asesinen a otra mujer la próxima semana y que no sé qué fue de ella.  Lee el resto de la entrada »

¿Y quién cuida de mis hijos cuando me voy  a trabajar?

Por Lara ContrerasLara Contreras

La mitad de las mujeres europeas que deciden trabajar a media jornada, lo hacen para poder cuidar de la familia o del hogar. Es la respuesta a una pregunta recurrente: ¿Cómo me organizo, quién se queda con mis hijos para que yo pueda trabajar?

Es difícil hacerse a la idea de cuántas otras preguntas se esconden tras esta. Hay una radiografía muy precisa sobre el trabajo de las mujeres, y la pobreza, en un informe, ‘Voces contra la precariedad: mujeres y pobreza laboral en Europa‘, que no sólo habla de políticas laborales y economía. Habla del trabajo, pero también de los imaginarios y normas sociales que subyacen de una sociedad patriarcal y que obligan a las mujeres a cuestionarse cómo acceder al mercado del trabajo y mantener a la vez su supuesto rol de cuidadoras, educadoras y responsables del trabajo doméstico. Es mucho lo que hay detrás de esta pregunta.

Las mujeres asumen de forma desproporcionada el trabajo de cuidados, tanto remunerado como no remunerado. Imagen de Pablo Tosco / Oxfam Intermón.

Muy al contrario de lo que acostumbramos a pensar,  este trabajo aparentemente invisible –o más bien invisibilizado- es uno de los principales sustentos productivos de la economía. Son muchos los estudios que defienden que el trabajo doméstico y de cuidados no remunerado de las mujeres es una de las industrias más grandes e importantes del mundo: asciende a alrededor de 10 billones de dólares al año, lo que equivale aproximadamente al 13% del PIB mundial. En España, se calcula que este trabajo no remunerado, en conjunto, representa el 41% del PIB.

De hecho, las mujeres dedican en Europa 22 horas de media a la semana al trabajo no remunerado frente a 10 horas que dedican los hombres. Pero viendo el valor que tiene este trabajo no remunerado, no sólo en la parte productiva, sino en la parte afectiva y emocional de la vida, es difícil entender que conlleve tantas consecuencias negativas a la hora de acceder al mercado de trabajo. Por un lado, aboca a las mujeres al trabajo en sectores que son una extensión de este trabajo no remunerado: el trabajo doméstico, de educadoras, cuidadoras, de servicios, que tienen peores salarios y condiciones laborales. En España, algunos de los sectores más precarios son la industria de la hostelería, restauración y turismo, y el sector doméstico y de cuidados. Las mujeres representan el 55.8% de la fuerza de trabajo de la primera y el 87.9% de la segunda.

Por otro lado, las condena a formas de trabajo atípicas, como el trabajo parcial, o a sacrificar o bloquear sus carreras laborales por cuidar a sus hijos. En Europa, casi 4 de cada 5 puestos a tiempo parcial fueron desempeñados por mujeres (parcial voluntario). Además, en el caso de España, 3 de cada 4 personas trabajadoras a tiempo parcial no deseado son mujeres. Y los datos nos dicen, que el 50% de las mujeres que eligen realizar un trabajo parcial lo hacen por cuidar a sus hijos, mientras que sólo el 13% de los hombres toman una decisión similar. ¿Por qué?

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Cuando la violencia contra las mujeres se convierte en motor de cambio

Por Judit Saavedra

’Me mutilaron cuando tenía solamente una semana de vida, como a todas las otras niñas de la comunidad donde me crié, en Damina, Malí. Pensaba que todas las niñas del mundo estaban mutiladas, que habían nacido así, por eso lo veía como una cosa normal’: Dialla Diarra, 42 años.

Dialla Diarra llegó a Banyoles (Girona) en 1993 y no fue hasta que vio los problemas ginecológicos que tenía una amiga suya que empezó a hacerse preguntas. En ese momento, entendió que se encontraba ante un problema oculto. Tanto ella como su amiga forman parte de los 200 millones de niñas y mujeres mutiladas que se calcula que hay en todo el mundo. Además, según datos del Mapa de la Mutilación Genital Femenina en España (2016), Girona es la tercera provincia con más población empadronada con origen en países en los que se practica esta terrible práctica (en Cataluña residen un tercio del total).

’Cuando cortas a una niña es como si cortaras una parte de su lengua para siempre’, afirma Dialla. Para las mujeres que lo han sufrido, hablar de ello es muy complicado. La mutilación no solo tiene graves consecuencias para su salud física, sino también psicológica. Implica también efectos que repercuten en su vida social a la hora de relacionarse con los demás, unas secuelas que durarán toda la vida.

La activista africana, sinónimo de fuerza y determinación, decidió que la única manera de combatir esta violencia contra las mujeres en su entorno y en los países de origen era hablando de ello, debatiendo y sensibilizando a las mujeres afectadas, al personal sanitario, a los líderes de las comunidades y a los representantes religiosos. Pero para hacerlo, antes debía encontrar la manera de romper el silencio, ya que de la mutilación no se habla en casa. Pensó cómo apoyar a la comunidad subsahariana en su integración en la sociedad de acogida y fundó, en 2006, la asociación de mujeres subsaharianas “Legki Yakaru” (“mujeres de hoy”, en sarankule). Desde entonces, la organización trabaja para ganarse la confianza de las mujeres y las niñas. Se trata de que se sientan empoderadas y puedan ejercer el derecho a decidir sobre su propio cuerpo, no solo para prevenir y evitar la mutilación genital femenina, sino también otras violencias machistas, como los matrimonios forzados.

’Hemos conseguido que 30 o 40 mujeres se sienten en una mesa a debatir sobre su salud sexual y reproductiva, y que expresen sus sentimientos sobre la mutilación’, señala orgullosa. Algo impensable hasta hace poco. Ahora todas estas mujeres disponen del poder y la formación necesarias para cambiar su situación. Tienen voz y voto en sus casas y además se han convertido en formadoras y se desplazan a distintos pueblos dando charlas sobre la mutilación genital femenina y otros temas que conciernen a las mujeres africanas.

Dialla cree firmemente que la base para luchar contra esta práctica es la educación y el diálogo intercultural. Y precisamente a través de esas conversaciones ha conseguido grandes resultados. Talleres de sanidad, cursos de informática e idiomas y clases de danza, entre otras actividades, han servido para generar espacios de empoderamiento entre las mujeres y las niñas. ’Hoy en día hay muchísimas mujeres africanas que trabajan, que traen un sueldo a casa y que mantienen a la familia, a la vez que ayudan a sus hijos en los estudios’, comenta la defensora de los derechos humanos.

Una de las participantes de esos talleres de sanidad es Goundo Diabira. Nacida en Banyoles hace 19 años, pertenece a la nueva generación de jóvenes que se sienten concienciadas sobre sus derechos. Ella habla de derechos de las mujeres y también reivindica una identidad: ’Para mí es importante que la gente vea nuestra cultura, porque es muy bonita también. Queremos dar a conocer cómo somos, de dónde venimos y quiénes eran nuestros antepasados’. La joven llama a Dialla “Mama Dialla”, que es como la conoce todo el mundo. Porque esta gran matriarca que es energía, alegría y pasión se ha convertido en una figura clave para las mujeres africanas que viven en Banyoles. Para ellas y también para los líderes de las comunidades que viven en África. No hay día que, al salir a la calle, alguien no la detenga. La saludan, le piden consejo, le cuentan sus avances.

Con su organización, ha tejido una red de asociaciones en diferentes países del continente africano que le dan apoyo. Así, cuando se detecta que una niña que viaja a su país de origen está en riesgo de sufrir una mutilación, hay una persona encargada de explicar a la familia de allí qué consecuencias físicas y psicológicas tiene para la niña y a qué consecuencias penales se enfrentan sus padres.

Dialla, fuerza, motivación y cambio, está contenta con lo conseguido hasta ahora, pero su meta va más allá: Tenemos que salir, llegar a más mujeres, las que están mutiladas y las que no. Tenemos que salir y luchar conjuntamente con las mujeres europeas que defienden la salud y el bienestar de todas’.

Judit Saavedra se licenció en Periodismo pensando en ser reportera de guerra… Y aunque no se fue al campo de batalla, lucha día a día por cambiar las injusticias. Tras trabajar en radio, prensa y televisión, decidió especializarme en comunicación social y cooperación al desarrollo. Ha trabajado y colabora en el departamento de comunicación de Oxfam Intermón. 

La juventud en Latinoamérica aún ve «normal» la violencia machista. ¡A desaprender!

Por Aida Pesquera

Los países de América Latina y el Caribe han adoptado, desde los 90, leyes y otras normas para la protección de las víctimas de violencia machista. Colombia, por ejemplo, cuenta con importantes directivas aprobadas entre 1996 y 2015, además de planes nacionales para prevenir y atender la violencia contra mujeres y niñas. Los avances legislativos son significativos, pero hay que reconocer que la situación de la violencia contra las mujeres persiste. Según la Comisión Europea para América Latina y el Caribe, CEPAL, 1.831 mujeres fueron asesinadas por el solo hecho de ser mujeres en 2016.

Imagen del informe publicado por Oxfam sobre imaginarios. En él se recoge también que hay caminos para la transformación de imaginarios.

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‘La mala fe’, un portal de ‘true news’ sobre los derechos de las mujeres

Por Rosa Tristán

La información sobre derechos humanos está plagada de fake news, sobre todo en determinadas regiones de este mundo. Igual se criminaliza en los medios y desde las instituciones a líderes ambientales que a personas que defienden la libertad de elegir sobre la sexualidad. En regiones, como América Latina, el conservadurismo y una agenda cada vez más anti-derechos se está infiltrando en todas las esferas del poder.  Pero también surgen iniciativas para desenmascararlas, como es el caso del nuevo portal de noticias La Mala Fe, una iniciativa del Consorcio Latinoamericano contra el Aborto Inseguro (Clacai), que está teniendo un gran éxito en toda la zona y que se centra en la defensa de los derechos reproductivos, la diversidad sexual y una educación libre de prejuicios. Se trata de sacar a la luz las falsedades y poner en valor las acciones que, pese a ser muchas, no siempre encuentran hueco en otros canales informativos.

Y es que la aparición de La Mala Fe coincide con el incremento de iglesias evangélicas que, aliadas con las facciones más conservadoras de la Iglesia Católica, tratan de impedir cambios legales y sociales fundamentales para caminar hacia la igualdad de género y la libertad de decisión de las mujeres, ya sea desde las altas instancias de los estados o desde los púlpitos, como ha ocurrido en Argentina en relación del proyecto para la reforma del derecho a la interrupción del embarazo.

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Tres urgencias ante las desigualdades de género

Por Ángeles Briñón

‘Mediante el trabajo ha sido como la mujer

 ha podido franquear la distancia que la separa del hombre. 

El trabajo es lo único que puede garantizarle una libertad completa’.

Simone de Beauvoir

Ser mujer es sinónimo de desigualdad, de menos oportunidades que los hombres para acceder al trabajo remunerado, de menores oportunidades de permanencia o de promoción. Pero no sólo la desigualdad se sufre en el empleo, las diferencias se producen también en lo personal.

Las desigualdades de género son una realidad en todas las sociedades, si bien hay diferencias entre sociedades, culturas, momentos históricos y entre clases sociales o países, pero la división sexual del trabajo que confina a las mujeres al hogar, se produce siempre y supone un condicionante para su desarrollo personal y profesional. El espacio público ha sido tradicionalmente un espacio masculino y aún sigue siéndolo, pues a pesar de que las mujeres ocupan cada vez más espacios de decisión y de poder, el predominio de lo masculino es una realidad. Por el contrario, el espacio privado (o doméstico siguiendo a Soledad Murillo, 2006) ha sido y aún es ‘cosa de mujeres’. La dicotomía publico/privado está muy presente aún con las consecuencias que ello tiene para la vida de mujeres y de hombres, especialmente para las mujeres, que ven limitadas sus posibilidades de desarrollo personal y profesional.

Photo de Sharon McCutcheon para Unsplash

Una de las principales causas de la desigualdad de género es que el trabajo doméstico y de cuidados recae en las mujeres. Es cierto que se han producido importantes cambios, pero aún podemos afirmar que el cuidado de las personas dentro de la familia lo realizan las mujeres, ya sea cuidar a niñas y niños al nacer y a personas mayores o con alguna discapacidad. Mientras los roles de género sigan predominando en la sociedad, mientras los hombres no se corresponsabilicen de los cuidados, mientras las instituciones no asuman la parte que les corresponde, la igualdad entre mujeres y hombres no será posible.

Centrándonos en nuestra sociedad y las de nuestro entorno inmediato, es cierto que en las últimas décadas del siglo pasado se produjeron cambios de importante calado en lo que a las relaciones de género se refiere, pero las desigualdades persisten. A pesar de que en España, los 40 años de dictadura hicieron que los cambios legales para eliminar el dominio masculino fueran más lentos y las resistencias a los cambios sociales se intensificaran, las mujeres lograron en pocos años modificar las leyes y las costumbres. La incorporación masiva al empleo y a la educación superior lo demuestra.

No obstante, las desigualdades en el trabajo remunerado siguen estando muy presentes. La autonomía económica no reduce por si sola las desigualdades, pero sin duda es fundamental para lograrla. El trabajo que realizan las mujeres nunca ha sido tenido en cuenta, parecería que las tareas del hogar se hacen solas, que cuidar de niñas y niños no conlleva esfuerzo o que atender a una persona dependiente, ya sea por edad o por tener alguna discapacidad, se realiza por arte de magia. Solamente cuando esas tareas se contratan externamente se contabiliza como empleo, pero si lo realizan las esposas, madres, hijas… pasan desapercibidas.

Son muchas las propuestas que en este momento se plantean desde las administraciones para eliminar las desigualdades de género. Se habla mucho de eliminar la brecha salarial, de potenciar el acceso de las mujeres a puestos de dirección y/o responsabilidad, de evitar las barreras que tienen las mujeres para desarrollar una carrera científica…, pero se habla mucho menos de los trabajos feminizados, mal valorados y mal remunerados: de las trabajadoras domésticas que siguen sin tener derechos laborales, de las cuidadoras informales que siguen dedicando parte de su vida a cuidar de las personas mayores, de las mujeres emigrantes que trabajan en el servicio doméstico en situaciones de gran precariedad.

Por ello, en este momento de esperanza que vivimos, esperamos que las medidas que se pongan en marcha contemplen la realidad de todas las desigualdades de género. Algunas medidas que consideramos imprescindible, junto a las ya señaladas serían:

  • Es imprescindible aprobar la Proposición de Ley presentada en el Congreso para que los permisos de maternidad/paternidad sean iguales, intransferibles y pagados al 100%, que promueve la PPiiNA, para avanzar en corresponsabilidad en los cuidados.
  • Desarrollar la Ley de Dependencia para que todas las personas tengan una atención adecuada sin que sean las mujeres las cuidadoras principales. La cotización de las cuidadoras informales no deja de ser un parche, que solucionará momentáneamente la situación de algunas mujeres, pero sigue potenciando que sean ellas las que cuiden, sin que los hombres se corresponsabilicen. Las administraciones deben dar respuesta a estas situaciones.
  • Asimismo, es urgente que se ratifique el Convenio 189 de la Organización Internacional del Trabajo (OIT) sobre trabajo decente para las trabajadoras del hogar, que supone ampliar los derechos de estas profesionales, la inmensa mayoría mujeres.

Eliminar las desigualdades de género en todos los niveles laborales, transformar aquellos aspectos de la sociedad en los que las mujeres siguen invisibilizadas y sometidas al poder patriarcal, es imprescindible para que desaparezcan las violencias machistas que sufren las mujeres.

Ángeles Briñón García es bloguera, experta en igualdad de género y forma parte de Plataforma por Permisos Iguales e Intransferibles. 

Ideología de género: Pablo Casado y el obispo de Cartagena

Por Pilar V. De Foronda

Este curso pasado me pidieron que participara en mesas de debate sobre ideología de género. A quienes nos gusta generar ciudadanía y la reflexión colectiva nos cuesta decir que no. En los debates posteriores a mi exposición, donde yo explicaba que la ideología de género es como algunos llaman a la filosofía política feminista, que solo busca la libertad de las mujeres para tomar decisiones sobre sus vidas y sobre sus cuerpos y el derecho a una vida libre de todo tipo de violencia, parte de la concurrencia rebatía mis argumentos explicándome que la ideología de género prohibía a su nieta vestirse de rosa o era una confabulación desde la ONU a través de la cual se permitía que cualquiera pudiera elegir su sexo o, lo que es peor, podía decirle a sus niños y niñas que podían cambiar su pene por su vagina.

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