Ideología de género: Pablo Casado y el obispo de Cartagena

Por Pilar V. De Foronda

Este curso pasado me pidieron que participara en mesas de debate sobre ideología de género. A quienes nos gusta generar ciudadanía y la reflexión colectiva nos cuesta decir que no. En los debates posteriores a mi exposición, donde yo explicaba que la ideología de género es como algunos llaman a la filosofía política feminista, que solo busca la libertad de las mujeres para tomar decisiones sobre sus vidas y sobre sus cuerpos y el derecho a una vida libre de todo tipo de violencia, parte de la concurrencia rebatía mis argumentos explicándome que la ideología de género prohibía a su nieta vestirse de rosa o era una confabulación desde la ONU a través de la cual se permitía que cualquiera pudiera elegir su sexo o, lo que es peor, podía decirle a sus niños y niñas que podían cambiar su pene por su vagina.

Lo que se oía era un discurso de miedo hacia la diversidad poco coherente y poco comprensible. Estos días me ha venido a la cabeza por dos razones. Una es la la carta a sus feligreses del Obispo de Cartagena, que apercibe a los padres de “el derecho” que les asiste para que sus hijos reciban la formación religiosa y moral que esté de acuerdo con sus propias convicciones. La otra son las palabras de Pablo Casado en la radio, no mencionaré la emisora, donde declaraba “el movimiento de este feminismo de ideología de género…es un colectivismo social que el centro derecha tiene que combatir. Nosotros creemos en las personas, con su género, con su religión, con su ideología, con su edad, con su procedencia, con sus problemas”.

Justifico más al señor obispo que a Pablo Casado, sin duda. Pero, entendiendo el conflicto de intereses que les supone llegar a comprender el movimiento de liberación de la mujer desde su ideología cristiana, lo que no terminaba de comprender era a que se referían con ese “feminismo de ideología de género”. Y es lo que, después de indagar en mis sabias de cabecera, les comparto hoy: Se acusa a la ideología de género de crear un lobby en la ONU o en Bruselas para recaudar fondos y generar leyes, de embajadores y ministros que no informan a sus gobiernos de lo que hacen en Ginebra porque prefieren ir cambiando los conceptos de familia y los conceptos de derechos humanos. Se acusa a la ideología de género de crear grupos de presión, de manipulación cultural, de infiltrarse en las instituciones.

No les gusta la frase de Simone de Beauvoir “no se nace mujer, se llega a serlo”. No les gusta que el Segundo Sexo esté ocupando primeros puestos en las librerías. No les gusta que la frase “lo personal es político”. Esta frase, de Kate Millet, es la que ha permitido fundamentar que el estado intervenga sobre la violencia dentro del hogar, la que estaba invisible, ha permitido que se haya podido tipificar como un delito la violencia de género, aquella violencia ejercida por quien más debiera de cuidarte. Desde estos ámbitos, que son tan lobbies como aquellos que denuncian, hablan de la ideología de género como “un conjunto de ideas anticientíficas que con propósitos políticos autoritarios vinculados al proyecto ideológico de la nueva izquierda desarraigan a la sexualidad humana de su naturaleza […] Y como hay una sociedad opresora que nos construye culturalmente, los sociólogos de género tienen un antídoto para esto y es la autopercepción”. Ahí lo dejo.

Quería compartirlo, porque me parece importante saber que el patriarcado de siempre anda rearmándose y porque me da la excusa para citar a Audre Lorde cuando presenta los principales comportamientos que llevan a la violencia con una nitidez extraordinaria. Nos dice la autora de La hermana, la extranjera que los cuatro tipos de ceguera, que son el racismo, el sexismo, heterosexismo y homofobia, que define más abajo derivan de la misma raíz: la incapacidad para reconocer el concepto de diferencia en cuanto a fuerza humana dinámica, que lejos de amenazar la definición del propio ser contribuye a enriquecerla siempre que existan objetivos compartidos.

Y así, veríamos: racismo: creencia en la superioridad inherente de una raza con respecto a las demás y, por tanto, en su derecho a dominar; sexismo: creencia en la superioridad inherente de un sexo y, por tanto, en su derecho a dominar; heterosexismo: creencia en la superioridad inherente de un modelo de amor y, por tanto, en su derecho a dominar y homofobia: miedo a los sentimientos de amor inspirados por las personas de nuestro propio sexo y, por tanto, odio a esos sentimientos manifestados en los demás. Lo comparto de manera literal no solo por mi admiración por Audre Lorde, sino con la intención de que Pablo Casado y el Obispo de Cartagena, puedan tomar notas si les resulta necesario.

Pilar V. De Foronda es artista y feminista

1 comentario

  1. Dice ser Poochie

    «[…] el patriarcado de siempre anda rearmándose.»

    Sí, se han reunido los patriarcas más notorios del planeta en una fortaleza subterránea para idear el plan maligno definitivo que someta a las mujeres de una vez por todas. XD

    12 julio 2018 | 15:11

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