Sin caer en esa afectación a veces tan contraproducente que es el “buenismo” (prima lejana de esa costumbre de imponer lo dicho a lo hecho, las formas al fondo, que es la «corrección política»), nos sumamos también en este blog a la iniciativa por la convivencia que hoy se celebra en Internet.
Y lo hacemos en buena medida porque en estos casi cinco años de Viaje a la guerra hemos tenido la suerte de ser testigos, entre medio del dolor, la barbarie y la violencia, de no pocos gestos extraordinarios de personas anónimas con las que nos hemos cruzado. En la guerra, como en la pobreza, como en toda experiencia extrema, sale a flote lo peor y lo mejor de la condición humana.
Gestos anónimos a los que en más de una ocasión hemos puesto nombre y apellido en estas páginas y que hoy recordamos a modo de homenaje al compromiso y la lucidez de sus protagonistas:
. El doctor libanés Ibrahim Faraj, que durante 33 días operó – casi sin descansar y a pesar de la escasez de insumos y la proximidad de los ataques – en un hospital de las afueras de Tiro a las víctimas de los indiscriminados bombardeos israelíes.
. El doctor Denis Mukwege, al que tuvimos el privilegio en numerosas ocasiones en nuestros viajes a la República Democrática del Congo (el pasado mes fue la primera oportunidad en la que no pudimos coincidir con él, pues estaba en Suecia). Al frente del hospital Panzi de la ciudad de Bukavu lucha por recuperar a las mujeres víctimas de la violación en la guerra.
. Y a través de ellos, a tantos otros médicos a los que hemos podido entrevistar y que en tantas ocasiones no cejan en su trabajo a pesar de la falta de recursos, del propio riesgo que corren, como los integrantes del hospital Al Shifa en Gaza, o los de MSF en Sudán, Uganda o el Congo.
En África
. Mi buen amigo Patrick Kimawachi, que en Kibera dirige un hogar para los niños huérfanos del sida. Labor que desarolla desde que hace un par de década decidiera ir a vivir a esta barriada situada en la periferia de Nairobi, la más grande de África.
. También en Kenia, una mujer que nos visitó en Madrid: Agnes Paregio, líder masaia que ha dedicado su vida a tratar de terminar con la mutilación genital femenina entre su gente.
. Otra mujer a la que tengo el privilegio de contar entre mis amigos, y a la que vi hace tres semanas en Uganda, Rosemary Nyrumbe, que brinda una nueva oportunidad a las niñas secuestradas y violadas por el LRA.
.En Etiopía, Becky Kisser, que también vino a España gracias a vuestra generosidad, y que sigue allí, en Addis Abeba, dando cobijo a las mujeres que sufren de fístulas obstétricas.
. En el mismo país, pero ya en el desierto, junto a los nómadas afar, otra persona extraordinaria: Valerie Browning, australiana infatigable en el compromiso por los derechos de este pueblo acosado por el cambio climático y las políticas excluyentes del gobierno de Addis Abeba (podéis ver su trabajo en el siguiente vídeo).
. Al sur del continente, Milred Mahlanga, que saca a jóvenes como Cristina, enferma de sida y víctima de repetidos abusos, de las calles de Johannesburgo.
. Más cerca nuestro, por historia y distancia física, Maima Mahamud, que ofrece formación laboral a las jóvenes saharauis del campamento de refugiados de Dahla, en la hamada argelina.
En Asia
. De regreso en Calcuta, mi antiguo hogar, sin dudas merece un lugar destacado Alison Saracena, con su proyecto para enseñar informática a los niños de escasos recursos, y David Earp, que salva a los jóvenes discapacitados de las calles de esta ciudad. Con ambos mantengo una amistad de más de 12 años.
. También con Urmi Basu, que se instaló en el barrio rojo de Kalighat para rescatar a la niñas de las garras de la prostitución.
. Otro médico extraordinario, Alberto Cairo, del Comité Internacional de la Cruz Roja, que lleva veinte años asistiendo a los mutilados por las minas antipersona en Afganistán.
En América Latina
. En Argentina también la lista de nombres es larga: Margarita Barrientos, con sus comedores en Los Piletones; Isabel Vázquez, que recientemente perdió a su hijo, creadora de una asociación de Madres contra el Paco (la pasta base de coca). Y, por supuesto, mi antigua compañera de universidad y admirada amiga, tejedora infatigable de redes solidarias: Belén Quellet.
. En las favelas de Río de Janeiro, dos esfuerzos, el de la rapera Nega Gizza, que pugna contra la violencia a través del arte, y el de Rodrigo Baggio, que cuenta con más de 200 escuelas de informática para personas de escasos recursos.
Al revisar esta lista, que he redactado de memoria (y en la que seguramente se me quedan fuera algunos nombres), no puedo más que sentirme afortunado por haber conocido y mantener contacto con la mayor parte de estas personas. El trabajo que hacen en la sombra, lejos de las ideologías, de los maniqueísimos políticos, es toda una fuente de inspiración. Hechos más que palabras, que es lo que cuenta. Lo mejor que me llevo de este lustro de Viaje a la guerra…
Foto: Niño enfermo es recogido de las calles de Calcuta (Hernán Zin)