Reflexiones de una librera Reflexiones de una librera

Reflexiones de una librera
actualizada y decidida a interactuar
con el prójimo a librazos,
ya sea entre anaqueles o travestida
en iRegina, su réplica digital

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El bit que habito (vuelve Regina ExLibris)

Reginaexlibrislandianos del mundo, he vuelto.

Durante años diseccioné mi día a día entre anaqueles mientras aprendía el oficio de librera, y post a post caísteis en mi red de libros por leer. Pero un buen día eché el cierre de Reginaexlibrislandia y me esfumé. Se acabó. Sin un adiós, sin una nota y, más preocupante aún, sin una última recomendación. Nada. Adiós a Regina ExLibris

Pero, ¿Qué me ocurrió en enero de 2010? Os lo cuento rápido con ayuda de Almodóvar y de Thierry Jonquet, que ya sabéis que si no hablo en términos de referencias literarias y de celuloide ardo por combustión espontánea.

Por aquel entonces alboreaba el sector del libro digital, y con más recelos que curiosidad fui a unas jornadas. ¿Quién demonios me iba a decir a mi que ese lapso suelta entre gurús, plataformas y tecnologías terminarían conmigo encerrada en un sótano lleno de cables, instrumental quirúrjico y prototipos de dispositivos de lectura, sin un puñetero libro en papel que llevarme a los ojos?

La piel que habito

La piel que habito (Warner Bros. /El Deseo)

Pues así fue. Un fundamentalista de la ciberlectura decidió que, como los editores ignoraban su mensaje papel-apocalíptico, su mejor baza era convertir a un librero en su profeta digital a medida. Y como no encontró mejor lugar para buscar víctima que la cafetería del evento allá que me pilló a mi, Regina ExLibris, con la guardia baja y hasta las cejas de cafeína.

Total, que he pasado siete años de encierro sometida a un pulso agotador: él emperrado en convertirme en un prototipo de librera digital, y yo erre que erre que Regina ExLibris es más pro-imprenta que Gutenberg. Y mientras él no ha escatimado en terapias invasivas ni cirujías de implantación de microchips y vete tú a saber qué más ardides para «digitalizarme«, yo he sobrevivido como buenamente he podido.

La piel que habito (Warner Bros. /El Deseo)

La piel que habito (Warner Bros. /El Deseo)

Porque lejos de rendirme yo me dije: Reina, cualquier día a éste mamarracho se le va la mano y te fríe el cerebro, así que lo mejor es adoptar el modo alerta máxima del glorioso tigre de  Elías Canetti en Libro de los muertos:

«El ininterrumpido ir y venir del tigre ante los barrotes de su jaula para que no se le escape el único y brevísimo instante de la salvación».

Y, por fin, ese momento llegó y me liberé. Pero eso es otra historia. Ahora lo importante es que yo, Regina ExLibris, he vuelto. Cargadita de secuelas y de traumas, eso sí. Tantos que lo más terapéutico para todos es que por ahora me desdoble en dos libreras: la analógica y la digital. Al menos hasta que logre unificar ambas facetas sin masacrarme en el intento.

Así que por el día seré la Regina Exlibris de siempre, con mi querencia a la cafeína, mis delirios antropológicos y esta obsesión enfermiza por alimentar la bibliofilia de cualquiera que se me ponga a tiro en Reginaexlibrislandia.

Pero al echar el cierre me travestiré en iRegina para soltar a la librera digital que me han inoculado a la fuerza y tratar de conciliar ambos mundos silueteándome bit a bit y con vuestra ayuda la versión digital de Reginaexlibrislandia.

Porque, total, si lo mío es dar de leer ¡qué más da el formato! El quid, queridos, es cómo hacerlo. ¿O no? ¿Quienes de vosotros, reginaexlibrislandianos de pro, a estas alturas no habéis pecado en digital en mayor o menor grado?

NOTA DE REGINA:

Si buscas emociones bibliófilas intensas deja lo que tengas entre manos y hazte con Tarántula, de Thierry Jonquet. Esas poco más de 130 páginas te colocan en una guillotina para dejar caer sobre tu nuca una enorme cuchilla de una aleación de acero, horror, sadismo, amor, sexo y venganza. Te aseguro que al llegar al final tu cabeza reposará en un saco con una mueca bobalicona congelada para la posteridad. 

Tarántula, de Thierry Jonquet

Tarántula, de Thierry Jonquet

En ella un delincuente cuyo mejor amigo lleva años desaparecido cree que la vía de escape para sus problemas es pasar por las manos de un brillante cirujano plástico local. Lo que no sabe es que su «salvador» es un ser corroído por una obsesiva sed de venganza, que alterna su tiempo con su hija enferma mental y con una sinuosa mujer fatal, a la que adora y humilla según el día. Si eso ya es un campo minado, pronto emergerá otra voz en la narración: la del amigo desaparecido, recluido y vejado sistemáticamente en un oscuro sótano por alguien que se hace llamar Tarántula. Vertebrada en tres partes y con un uso magistral de cuatro voces narrativas, la trama se precipita a velocidad de crucero hasta un final tan inesperado como demoledor. Esta Tarántula literaria es uno de los artefactos narrativos más inquietantes, siniestros, elegantes y retorcidos que puedas encontrar entre anaqueles. Almodóvar adquirió los derechos y filmó La piel que habito, su particular versión.

El Horror es no tener en la librería ‘El Coleccionista’, de John Fowles

El horror puede adpotar muchas formas, queridos, pero en reginaexlibrislandia se materializa en la ausencia de un ejemplar en mis baldas. Y no exagero. Para nada.

Ni las criaturas más infames de Stephen King, ni los horrores oníricos de Lovecraft, ni el sadismo desatado de Erzsébet Báthory narrado al detalle por Valentine Penrose son comparables a ese abismo de apenas cinco centímetros de ancho que se abre ante mi cuando busco un título que no está. Cuando eso ocurre los pelos de mi pelucón se desintegran, mis facciones se distorsionan en una mueca atroz y el alarido que suelto petrifica a todas las bestias del averno.

Así que sí, amigos y amados, hoy volví a ser la versión hardcore de El Grito de Eduard Munch en la librería. Y con motivos. Resulta que apareció un cliente que quería que le recomendara un buen libro:

«Una novela de esas que te dejan del revés, que te revuelven casi tanto como te enganchan. Algo sobre obsesiones…»

Y yo lo tuve claro casi al instante. Claro, él aún no lo sabía, pero sin duda venía en busca de El Coleccionista, del británico John Fowles. Un novelón de órdago, cuyos ecos continúan resonándote en la mente años y años después de que atravesaras su punto y final.

Total, que embriagada por la idea de haber dado con lo que buscaba y antes de cerciorarme de que efectivamente disponía de algún ejemplar en reginaexlibrislandia, largué todo lo que pude y más sobre el libro:

Es un auténtico clásico, una maravilla de principio a fin. La trama es tan real que asusta: un chico mediocre y gris se enamora de una joven brillante a la que nunca podría acceder y la secuestra. A partir de ahí cómo estructura la relación que se establece entre ellos es absolutamente brutal, porque cuenta los dos puntos de vista: las reflexiones metálicas y asépticas de él frente la batalla interior, la inocencia y la desesperación de ella. Es enloquecedor, brillante, claustrofóbico y absolutamente revelador de la condición humana, y además…

Y así de suelta iba yo hacia la balda cuando, tras pararme en seco, me tragué la última palabra. No estaba.

A ver, Regina, cielo, cálmate. Mira otra vez, bonita, que yo se que tu sabes que ambas sabemos que El Coleccionista tiene que estar.

Pero no estaba. Me quedé muerta, queridos, incapaz de reaccionar, incapaz de comprender. Finalmente dejé escapar un hilillo de voz:

Lo siento, pero… pero… me temo no lo tengo ahora mismo.

Al pobre hombre le impactó (o le aterró, porque así, entre vosotros y yo, creo que a veces doy miedo) tanto mi metamorfosis que antes de que yo pudiera decir nada me pidió que se lo encargara.

A vosotros os pongo por testigo de que para el jueves lo tiene el caballero en reginaexlibrislandia… ¡Como que me llamo Regina ExLibris!

 

¿Alguno de los presentes y/o paseantes leyó El Coleccionista? ¿Qué opináis?