De la nueva sociedad 3.0 organizada horizontalmente en red que ha enterrado la edad contemporánea. ¡Bienvenidos a la edad digital!

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Voces móviles

 

¿Qué pasa si mezclamos teléfonos móviles, con una plataforma web de código abierto y la vida de los inmigrantes mexicanos en California? La respuesta se llama Voz Mob (Voces Moviles), una iniciativa de empoderamiento ciudadano que combina periodismo ciudadano, activismo y storytelling (narraciones de historias) de la comunidad de inmigrantes de dicho Estado.

VozMob, según la propia iniciativa, «es una plataforma para que trabajadores y trabajadoras inmigrantes y/o de bajos recursos puedan crear historias sobre sus vidas y comunidades directamente desde sus teléfonos celulares». Vozmob, desarrollado con el gestor Drupal, se apropia de la tecnología para crear comunidades. Para reforzar las ya existentes. Y para exigir derechos cuando sea necesario. Cualquier persona puede crear una acción concreta y movilizar a la comunidad de Voz Mob. La plataforma, que tiene corresponsales en diferentes regiones, pone a disposición herramientas multimedia y foros de debate.

Vozmob nació como una colaboración entre la Escuela Annenberg de Comunicacion y Periodismo de la Universidad del Sur de California (ASC&J) y el Instituto de Educación Popular del Sur de California (IDEPSCA). Ahora, teniendo el código de la plataforma abierto y disponible, puede ser de cualquiera.

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El pasado 2.0 de la América prehispánica

 

La sharing economy (economía de lo compartido) cotiza al alza. El crowd sourcing (externalizar un proceso hacia una multitud que trabaja en red) está en la boca de los gurús. El crowd funding (financiación colectiva) llega pisando fuerte a ámbitos como la cultura. La sociedad P2P (peer-to-peer) de la que hablan los gurús Yochai Benkler o Michel Bauwens más horizontal, participativa y al margen de las retribuciones meramente económicas, ilumina el túnel del tremebundo capitalismo. El commons – el bien común, los bienes colectivos- está en boga. El co-working ya no es tendencia: es realidad. Sin embargo, algunos apenas creen en estas nuevas prácticas / realidades si llegan de la boca de un gurú del Silicon Valley. Y sólo si vienen de la mano de un término en inglés.

Paradoja: algunas palabras del castellano, como procomún (commons), existen desde el primer diccionario de Antonio Nebrija (1494) y la primera referencia escrita data de 1477.  Sorpresa: si estudiamos las prácticas de la América precolombina encontramos que los indígenas ya practicaban el crowd funding, el crowd sourcing o las dinámicas participativas de la era 2.0. La llegada de los pueblos africanos, de una fuerte raíz colectiva, también convirtió a América (principalmente la latina) en un espectacular territorio del procomún (commons territory para quien lo prefiera). La América pre capitalista era chic, cool y 2.0, ¿vale? Y lo sigue siendo. Los indígenas se anticiparon varios siglos a la tan hablada sharing economy. La mega crisis mundial está empujando al capitalismo a una irreversible mutación. Y el poscapitalismo es sorprendentemente parecido a aquel precapitalismo de la América indígena.

Aviso para incrédulos: he preparado un ligero repaso a algunos términos y prácticas colaborativas de los pueblos indígenas de América Latina. Que cada uno lo remezcle como quiera. Que cada uno complete la lista como quiera, porque sin dudas es apenas una aproximación.

Tequio.  El tequio es una forma de trabajo en beneficio del colectivo muy arraigada en la cultura zapoteca. Los integrantes de una comunidad aportan materiales o su fuerza de trabajo para realizar una obra comunitaria. Puede ser una escuela, un pozo, un camino. El individuo no puede ser nunca el beneficiario exclusivo del tequio. Tiene un toque de crowd sourcing, algo de crowd funding y mucho de commons. El tequio todavía funciona en algunos Estados mexicanos. En el Estado de Oaxaca el tequio está protegido por una ley estatal. Existen otros términos para prácticas similares como gozona o el trabajo a ‘mano vuelta’.

Potlatch. Las tribus indigenas del Pacífico de Estados Unidos y Canadá practicaban un ritual de intercambio que, en esencia, es igual al intercambios de archivos peer-to-peer (P2P) de la era digital. El potlatch, usado por los pueblos los HaidaTlingitTsimshianSalishNuu-chah-nulth, y Kwakiutl, es P2P en estado puro. El potlatch no era trueque. Los pueblos distribuían alimentos (sobre todo carne de foca y salmón) y riqueza a otras tribus que no habían tenido un buen año. Un detalle importante: algunos colonizadores europeos se enriquecieron notablemente gracias al potlatch. Igual que los cantantes super estrella que, según estudios, se benefician del intercambio de archivos entre usuarios que algunos se empeñan en llamar piratería.

Guelaquetza. La tradición de guelaguetza del Estado mexicano de Oaxaca sería una mezcla del tequio y de potlach. El vocablo  significa «intercambio recíproco de regalos y servicios». Su práctica se teje alrededor de las relaciones recíprocas que unen a la gente. Es la base de una red de cooperación entre familias y hasta entre pueblos y municipios. La guelaguetza derivo también en una celebración sincrética que tiene lugar en la ciudad de Oaxaca.

Minga. La minga es un término quechua que define un mecanismo ancestral de trabajo colectivo muy común en el norte de Perú y Ecuador. El objetivo común está por encima de cualquier beneficio individual. La colaboración por encima de la competición. Commons economy 100%+crowd sourcing, vaya. No es casualidad que Cultura Senda, que trabaja con la cultura de red, realizase recientemente un seminario en Quito llamado Open Minga. La minga, según el texto de Cultura Senda, «implica el desafío de superar egoísmos, protagonismos, desconfianzas, prejuicios y envidias; males que regularmente acechan al trabajo colectivo y a la movilización social». Además «implica aprender a escuchar y obedecer proponiendo».

Ayni.  El ayni es un término con un significado muy próximo a la minga que define un sistema de trabajo de reciprocidad familiar entre los miembros del ayllu (una comunidad que trabaja con propiedad colectiva). Lo más común es intercambiar trabajos en labores agrícolas, pastoreo, cocina o en la construcción de casas. Esta tradición continúa viva no solo en muchas comunidades campesinas sino también en la población mestiza de Ecuador, Bolivia, Perú y Chile. Cualquier banco de tiempo de intercambio de servicios del movimiento 15M español, por ejemplo, sería en esencia ayni.

Mutirão. Es un término de origen tupí que se usa en Brasil para definir una movilización colectiva basada en una ayuda mutua no remunerada. La definición de mutirão de Wikimedia es bastante redonda: «Es una expresion usada originalmente para el trabajo en el campo en la construcción civil de casas populares en la que todos son beneficiarios y se prestan ayuda con un sistema rotativo y sin jerarquía». Se usa mucho para acciones colectivas no remuneradas como limpieza de parques, calles, escuelas… Para esta práctica de acción comunal existen muchos sinónimos: muxirão, muxirã, muxirom, muquirão, putirão, putirom, putirum, pixurum, ponxirão, punxirão o puxirum.

Córima.  El pueblo mexicano rarámuri, que vive en las montañas de Chihuahua, usan el término ‘córima’ para definir un acto de solidaridad con alguien que lo está pasando mal. No ofrecer córima a alguien que necesita ayuda se considera un incumplimiento a una obligación y una ofensa a la vez. La definición también desfila por «la práctica del bien común». No tiene mucho que ver con caridad, pues los rarámuri están lejos de la moral católica. La maxima autoridad de las decisiones de este pueblo es la comunidad en asamblea, tal como lo es en el movimiento 15M, en Occupy Wall Street y en el mexicano #YoSoy32.

Maloka. La maloca (o maloka en portugués) es una casa comunitaria utilizada por las tribus indígenas de la region amazónica de Colombia y Brasil. En ellas conviven diferentes familias. Comparten lugar de trabajo, como lo hacen los espacios de co-working. La propiedad es colectiva, como en las okupaciones (squatter communities) de Europa. El commons rige el día a día. Por las noche la maloca es un centro de conocimiento. Se cuentan historias, mitos, leyendas. Las tiendas de campaña de la plaza Tahir de El Cairo, de la Puerta del Sol de Madrid o de Zuccotti Park en Nueva York durante Occupy Wall Street podrían ser la versión tecno-malokas digitales de estas casas colectivas de la Amazonia.

Este artículo fue publicado previamente en Yorokobu.es.

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WI-FI abierto, plataformas sociales e innovación en el territorio

TidePools: Social WiFi de jrbaldwin on Vimeo.

La frase «Ushahidi meets The Sims» puede no significar nada para muchos. O ser directamente pretenciosa para los que no son geeks. Pero con una pequeña explicación nos transporta a otra dimensión. Ushahidi es una plataforma cartográfica de código abierto que sirve para ordenar información recopilada colectivamente procedente de SMSs, Twitter o la Web en mapas colaborativos. The Sims es tal vez la serie de videojuegos de simulación social más popular de la historia. Juntar estos dos conceptos/plataformas no es un capricho: es el eslogan escogido para intentar definir el proyecto neoyorquino Tide Pools.

Podríamos definir Tide Pools como una interfaz de encuentro de necesidades, lugares y personas. Cualquier persona puede darse de alta en esta plataforma y colocar en el mapa los problemas de Red Hook, uno de los rincones más abandonados del Brooklyn. También se pueden crear grupos de relaciones. O dar de alta eventos. Con una estética lúdico-festiva, Tide pools traslada la dinámica de un video juego al territorio, genera comunidades e incentiva la resolución de problemas de forma colectiva. La plataforma tiene una aplicación para teléfonos móviles. Y lo más interesante de todo: el Wi-Fi gratuito que el proyecto ha diseminado por Red Hook  gracias a una red mesh (red mallada inalámbrica). Traduciendo para no geeks: una red mesh es una red distribuida y casi independiente que permite el uso inalámbrico de Internet sin depender de un nodo centralizado. Internet low cost y libre vaya, que no depende de las operadoras.

Por eso, los propios fundadores de Tide Pools colocan la ‘red mallada’ en el epicentro del proyecto. Y lo destacan así: «Las redes malladas inalámbricas proporcionan un acceso de bajo coste y compartido a Internet a las comunidades. Los usuarios socialmente conectados en estas redes son también más resilientes contra las amenazas de las infraestructuras centralizadas, como la censura o los desastres naturales. Censura=terremoro, vaya. Y personas conectadas con tecnología libre=ciudadanía en red.

 

Declaración de la Libertad de Internet

«Defendemos una internet libre y abierta». Así empieza la Declaración de Libertad de Internet que acabo de firmar. La declaración ha sido cocinada en red por decenas de organizaciones, activistas y pensadores del mundo digital. Y pretende llamar la atención ante los crecientes intentos de censura, control y manipulación de Internet. De ACTA a SOPA, pasando por la tenebrosa Ley Sinde-Wert de España, existe una alianza entre poderes políticos, industria del entretenimiento para controlar el acesso y contenidos de Internet. Por eso, la Declaración de Libertad de Internet es tan importante. Entre los firmantes están personalidades como Yochai Benckler, Cory Doctorow o Neil Gaiman o instituciones como Access, Global Voices, Amnistía Internacional o Free Press.

El contenido de la declaración – que puedes compartir en tu blog copiando el código html que encontrarás aquí– es sencillo, redondo  y de una lógica aplastante. La traduzco libremente.

Apoyamos los procesos transparentes y participativos para la formulación de políticas de Internet y el establecimiento de cinco principios básicos:

Expresión: No censuréis Internet.
Acceso: Promoved el acceso universal a las redes rápidas y asequibles.
Apertura: Mantened Internet como una red abierta donde todo el mundo tenga la libertad de conectarse, comunicarse, escribir, leer, ver, hablar, escuchar, aprender, crear e innovar.
Innovación: Protejed la libertad de innovar y crear sin permiso. No bloqueeis las nuevas tecnologías, y no castiguéis a los innovadores por las acciones de sus usuarios.
Privacidad: Protejed la privacidad y defended la capacidad de cada uno de controlar la forma en que usa sus datos y sus dispositivos.

No es casualidad que Electronic Frontier Foundation del ya mítico John Perry Barlow, ex integrante de la banda Grateful Death, sea una de las plataformas más activas en esta campaña. Precisamente tenía guardada en borradores la Declaración de independencia del ciberespacio que la Electronic Frontier Foundation lanzó el 8 de ferbero de 1996 en la ciudad suiza de Davos. Tenía previsto hablar de ella, con alguna excusa. La Declaración de Libertad de Internet me la ha brindado. Reproduzco apenas unos párrafos de la Declaración de independencia del ciberespacio, con algunos links actuales como regalo-remix de ese futuro llamado 2012. Y este jugoso vídeo inspirado en la declaración.

 

«Gobiernos del Mundo Industrial, vosotros, cansados gigantes de carne y acero, vengo del Ciberespacio, el nuevo hogar de la Mente. En nombre del futuro, os pido en el pasado que nos dejéis en paz. No sois bienvenidos entre nosotros. No ejercéis ninguna soberanía sobre el lugar donde nos reunimos. No hemos elegido ningún gobierno, ni pretendemos tenerlo. Declaro el espacio social global que estamos construyendo independiente por naturaleza de las tiranías que estáis buscando imponernos. (…) No tenéis ningún derecho moral a gobernarnos ni poseéis métodos para hacernos cumplir vuestra ley que debamos temer verdaderamente. Los gobiernos derivan sus justos poderes del consentimiento de los que son gobernados. No habéis pedido ni recibido el nuestro. No os hemos invitado. No nos conocéis, ni conocéis nuestro mundo. El Ciberespacio no se halla dentro de vuestras fronteras. No penséis que podéis construirlo, como si fuera un proyecto público de construcción. No podéis. Es un acto natural que crece de nuestras acciones colectivas.No os habéis unido a nuestra gran conversación colectiva, ni creasteis la riqueza de nuestros mercados. No conocéis nuestra cultura, nuestra ética, o los códigos no escritos que ya proporcionan a nuestra sociedad más orden que el que podría obtenerse por cualquiera de vuestras imposiciones.

(…) El Ciberespacio está formado por transacciones, relaciones, y pensamiento en sí mismo, que se extiende como una quieta ola en la telaraña de nuestras comunicaciones. Nuestro mundo está a la vez en todas partes y en ninguna parte, pero no está donde viven los cuerpos. Estamos creando un mundo en el que todos pueden entrar, sin privilegios o prejuicios debidos a la raza, el poder económico, la fuerza militar, o el lugar de nacimiento. Estamos creando un mundo donde cualquiera, en cualquier sitio, puede expresar sus creencias, sin importar lo singulares que sean, sin miedo a ser coaccionado al silencio o al conformismo (…)  Vuestros conceptos legales sobre propiedad, expresión, identidad, movimiento y contexto no se aplican a nosotros.  (…)  Creemos que nuestra autoridad emanará de la moral, de un progresista interés propio, y del bien común«.

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¿Crowd funding para ciudades?

Imagina que los ciudadanos pueden proponer iniciativas para su ciudad en una página web. Que todos los ciudadanos pueden votar las propuestas tal como se hace en las redes sociales, apretando un icono de «Me gusta» y/o comentando. Que después, la institución que gobierna la ciudad estudia las propuestas con más adhesiones y las ejecuta. No se trata de un sueño lejano. El proyecto se llama Bristol Rising y está llevándose a cabo en Bristol (Estados Unidos). Los usuarios de Bristol Rising, por ejemplo, han sugerido propuestas tan dispares como un centro de performances, papeleras con paneles de energía solar o un restaurante mexicano. Evidentemente, aquellas propuestas que benefician al colectivo tienen un tirón infinitamente mayor (Centro de Artes Performáticas 334 «Me gusta», restaurante mexicano, 1). Además, existen herramientas en el site para crear grupos y trabajar colaborativamente en el territorio con otros usuarios.

El proyecto es una brillante vuelta de tuerca a lo que podríamos llamar crowdsourced placemaking (construir territorio en red). Personas relacionándose en el territorio gracias a plataformas digitales. Grupos co-creando, cooperando, alrededor de proyectos. The Civic Crowd, una mapa abierto de proyectos ciudadanos de todo el Reino Unido, podría encajar dentro de esta nueva tendencia que crea puentes entre redes y territorios. Portoalegre.cc sería la versión más activista y contestataria de este camino híbrido de redes-ciudades. Cualquier ciudadano puede crear una causa o petición – como se puede hacer en Change.org, por ejemplo – pero geolocalizada en la ciudad. Una plataforma activista, vaya, para resolver problemas urbanos. Y aquí llegamos al punto quizá, más visionario y polémico al mismo tiempo: el crowd funding urbano. ¿Recaudar fondos colectivamente para financiar proyectos urbanos en la ciudad? El proyecto Low Line, que consiguió en la plataforma de crowd funding Kickstarter 155.000 dólares para revitalizar una parte de la High Line de Nueva York, es el ejemplo más visible.

Sin embargo, existe una creciente corriente crítica haca este crowd funding urbanístico. Alexandra Lange publicó recientemente un demoledor artículo contra el Urbanismo Kickstarter. Por un lado, criticaba la mega envergadura del proyecto. Argumentaba que un proyecto para instalar una mesa de ping pong en el espacio público que recaudó apenas 4.200 dólares dinamiza más la ciudad que el Low Line (gran texto, The Power of a ping pong table). Por otro lado, la crítica viene contra el denominado urbanismo pop up o bottom up (procesos de abajo arriba, normalmente auto gestionados horizontalmente) y su incapacidad de crear intervenciones sólidas a medio plazo. Ricardo Amasté, de la red Colaborabora, comentando mi texto Adhócratas al poder, alerta sobre ello: «la adhocracia, su flexibilidad, provisionalidad y estructuras ligeras podrían terminar no siendo más que otro intento de redefinición del capitalismo en su faceta inmaterial. Una celebración carnavalesca del (neo)liberalismo perversamente disfrazado».

El riesgo existe. La sociedad P2P auto organizada en red y horizontalmente tiene cierta similitud con la idea de big society que el Partido Conservador del Reino Unido lanzó en 2010 antes de las elecciones para «empoderar a los ciudadanos». «El objetivo reconocido – recogía el documento oficial – es crear un clima que empodere a las comunidades, construyendo una «gran sociedad»  que cogerá poder de los políticos para dárselo a la gente». Que las instituciones puedan aprovecharse de las comunidades y dejar de cumplir algunas funciones correspondientes al poder público es, sin duda, un riesgo. Principalmente, si no abren mano de su poder, presupuestos y profesión política. Si se apartan del camino y ceden la gestión política al 100% bienvenida sea la big society.

¿Qué diferencia existe entre la sociedad P2P y la big society? Una principal: en el mundo P2P el intermediario sobra, los políticos serían verdaderamente innecesarios. Por eso, me parece interesante que algunas instituciones estén cediendo espacios y gestiones a colectivos y comunidades (El despertar del comunal urbano, un gran texto) para encontrar fórmulas intermedias. Que Bristol cree una plataforma de crowd sourced placemaking o el Ayuntamiento de Madrid ceda el Campo de la Cebada son una forma de convivencia de instituciones y ciudadanos. Aunque quizá, para espantar, todos los fantasmas neoliberales, el siguiente paso sea un verdadero crowd funding en el que los ciudadanos puedan escoger en qué gastar los presupuestos. Y no sólo en prácticas inmediatas pop up, sino en las intervenciones a medio y largo plazo. El Estado debería ser apenas un paraguas que garantice la igualdad de oportunidades y que cree un marco neutro de intercambios P2P entre sus ciudadanos. Un velador e incentivador del procomún.

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Adhócratas al poder

 

Este texto mío aparece en el número de junio de la revista Yorokobu. Las ilustraciones son de Velckro (muy recomendable sus trabajos).

Cory Doctorow, un aclamado escritor de ciencia ficción y activista digital, imaginó un mundo sin burócratas en su primera novela, Tocando Fondo: en el reino mágico, en 2003. En el futuro utópico del libro, los fans gobiernan Disney World y la reputación social es la divisa más valiosa. El mayor interés de los políticos es desarrollar proyectos participativos de cultura popular. Los burócratas, simple y llanamente, no existen. El mundo, gobernando por un equipo flexible, rotativo y multidisciplinar, se aleja de los pasados distópicos y de las democracias imperfectas del siglo XX. Doctorow bautizó su sistema ideal de gobierno como adhocracia.

En realidad, Cory Doctorow no estaba inventando nada. El concepto de adhocracia fue creado en 1964 por los pensadores Warren G. Bennis y Philip E. Slater para intentar describir un nuevo modelo de organización flexible, intuitiva e innovadora. Incluso ya había existido durante la Segunda Guerra Mundial un prototipo de organización del futuro concepto de adhocracia: los equipos ad hoc (aquí y ahora) que los ejércitos montaban y disolvían después de terminar una misión específica y transitoria. Pero fue durante el poshippismo de los años setenta cuando el concepto de adhocracia maduró gracias a pensadores como Henry Mintzberg o Alvin Toffler. Ambos desconfiaban del mundo vertical. De las soluciones cuadradas. De los expertos endogámicos. Del farragoso aparato de las organizaciones grandes. De los gobiernos. De las burocracias. Y por eso se esforzaron en crear un imaginario de adhocracia, un cuerpo teórico de organización flexible, multidisciplinar y dinámica.

El futuro imaginado por Cory Doctorow ya ha llegado. Es presente. La crisis económica mundial y la popularización de internet están dinamitando un modelo enroscado en los viejos paradigmas. Estamos aterrizando de lleno en la era de las organizaciones de poder (cracia) ad hoc (aquí y ahora). Organizaciones post it. Grupos pop up de acción. Organizaciones netamente adhocráticas. Pero con un matiz de inteligencia colectiva, colaboración, crowd sourcing  y descentralización no previstas por los teóricos setenteros.

Ejemplos no faltan. Una legión de traductores generan subtítulos de series, películas y documentales con total eficiencia. Cualquier foro ciudadano –forocoches.com,burbuja.info…– sustituye al más selecto de los clubs de expertos. El proyecto de carriles bici de una ciudad lo diseñan colaborativamente sus ciudadanos (como el caso de Madrid y MediaLab Prado). La educación se abre en proyectos transversales, como Edumeet o el Open Source Creation, que Edgar Barroso sugiere desde la Universidad de Harvard. Las soluciones urbanísticas se cocinan en conjunto entre geeks, vecinos, urbanistas, diseñadores y/o artistas (como hace el aclamado estudio Ecosistema Urbano o el belga Lateral Thinking Factory).

Paradójicamente, España, el país del ‘vuelva usted mañana’, el país en el que los niños soñaban con ser funcionarios, es una potencia adhócrata. El ámbito del urbanismo es, quizá, el más evidente. En España surgieron prestigiosos colectivos multidisciplinares que trabajan siempre en equipo y que, incluso, se niegan a hablar a título individual, como ZuloarkPaisaje Transversal o Todo por la Praxis. Este enjambre de sociólogos, economistas, arquitectos, artistas, informáticos y adhócratas inclasificable sustituyó el grito del Do it Your Self (DIY) por el DIWO (Do it with others). La competición por la colaboración. Y la espiral parece no haber más que empezado.

En el País Vasco opera una de las empresas que mejor encarna los ideales difusos de la adhocracia: Conexiones improbables. Esta empresa bilbaína incorpora siempre a un artista en sus procesos de consultoría. Conexiones Improbables trabaja, en sus propias palabras, en “proyectos de investigación colaborativa y cocreación”. Vale la pena detenerse en su declaración de intenciones: “[Conexiones Improbables] se basa en los paradigmas de la innovación abierta y en los principios de la intersección entre ámbitos, disciplinas y personas diversas. Así, pone en relación artes, pensamiento, ciencia, empresa y gobernanza en la búsqueda de nuevas preguntas y respuestas”.

¿Qué conexión improbable necesita una organización para dejar de ser burocrática? ¿Encajan los nuevos modelos de organización surgidos en un mundo altamente digitalizado con las definiciones clásicas de adhocracia? ¿Qué organigrama tendría una adhocracia perfecta? Henry Jenkins, en su ya clásico libro Convergencia cultural (2006), calificaba la adhocracia de la siguiente manera: “Se caracteriza por la falta de jerarquía. Cada persona se enfrenta a un problema basado en sus propios conocimientos y habilidades, y el liderato cambia según va evolucionando el proyecto. Es una cultura que convierte el conocimiento en acción”. Lo estático, en palabras de Jenkins, pasa a ser una constante “tensión dinámica”.

¿Será que la adhocracia, en el nuevo milenio, no es exactamente una organización y sí una hoja de ruta? ¿Un estado de ánimo poroso que impregna todo? ¿Una nueva receta de conocimientos remezclados? ¿Un nuevo marco de convivencia de disciplinas? Marco Lampugnani, del estudio de arquitectura italiano Snarkive, describiendo su forma de trabajo en un proyecto de la localidad italiana de Aulleta, brinda algunas pistas: “Reconocemos la imposibilidad de tener proyectos complejos; abrazamos las competencias no ortodoxas y la participación de la sociedad mas allá de la simple comunicación”.

Los proyectos dejan de ser algo cerrado, definitivo, en alfa. Todo pasa a un eterno “estado en beta” (inestable, inacabado), como suele afirmar Ethel Baraona, fundadora del estudio DPR-Barcelona. Curiosamente, Ethel es una de las comisarias asociadas de la Istanbul Design Bienal, que se celebrará en octubre, y tiene como eje la adhocracia. “Bienvenidos a la era de la adhocracia –escribe el comisario Joseph Grima–. La adhocracia atraviesa las convenciones y dinamiza estructuras para capturar oportunidades, autoorganizaciones, y desarrolla inesperadas metodologías de producción”. La adhocracia, continúa Joseph, “habita lo horizontal, el reino rizomático de las redes en el que la innovación –inventiva, subversiva, antidogmática, espontánea– puede venir de cualquier lugar”.

La adhocracia, en el nuevo milenio, prima las conexiones por encima de los objetos, personas o productos. El vínculo, los hilos, es más importante que la existencia física de los elementos aislados. La adhocracia podría ser un remake de la teoría subatómica, que considera las partículas algo inestable, mero movimiento, apenas una probabilidades de ser. Nadie sabrá nunca dónde se encuentra una partícula subatómica: apenas tendrá una aproximada probabilidad de estar en alguna parte. Por eso, las partículas apenas pueden ser entendidas incorporadas en un sistema interconectado. La relación entre las partículas es la única razón de ser de un átomo (y de un equipo adhócrata).

El belga Michel Bauwens, máximo responsable de la Foundation for P2P Alternatives, suele afirmar que movimientos como Occupy Wall Street o el 15M son los prototipos de organizaciones del futuro, modelos de una adhocracia perfecta. Bauwens elogia con entusiasmo, por ejemplo, el Street Vendor Project que Occupy Wall Street puso en marcha en las calles de Nueva York. El movimiento resolvió un problema de una forma colectiva. Los restaurantes colindantes a Zuccotti Park se estaban arruinando porque el movimiento Occupy recibía muchas donaciones de comida. A través de un Wiki, Occupy resolvió el gasto de una parte de las donaciones en dichos establecimientos.

¿Ha cambiado mucho la definición de adhocracia desde aquella primera intuición de Bennis y Slater? ¿Será que la ciencia ficción de Cory Doctorow se ha quedado anticuada en apenas una década? La adhocracia en la era digital se disfraza de la inteligencia colectiva preconizada por Pierre Levy. Camina de la mano del espíritu colectivo de la Wikipedia. Coquetea con esa nueva ilustración abierta cocinada por amateurs de la que habla el sociólogo Antonio Lafuente. Se difumina en la sociedad P2P de intercambio y colaboración vislumbrados por Yochai Benckler. Y su definición-acción muta hacia nuevos territorios oblicuos en los que el paradigma del experto Peter Walsh se funde con la horizontalidad de las redes. El colectivo Paisaje Transversal, por ejemplo, relaciona la adhocracia con un sueño de “una plataforma abierta y transdisciplinar, es decir, una infraestructura que sirva para propulsar proyectos”.

Volvamos a un detalle del utópico mundo adhócrata de Cory Doctorow. Profundicemos en su divisa oficial, el whuffie: una moneda efímera, social y, prácticamente, intangible. El whuffie es algo así como la reputación social de cada persona. Algo parecido a la puntuación en sitios eBay (subastas) o del couch surfing (comunidades de viajeros).

Traduciendo: como si el karma de agregadores de noticias, como Menéame o Barrapunto, tuviesen un valor monetario. La reputación funciona como una divisa. El vínculo entre partículas genera reputación. Y la red conectada de la adhocracia, aparte de solucionar problemas colectivos, genera un sistema sostenible donde ya no hay lugar para la soledad subatómica de las partículas.

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#CómeteElPeriodismo: el #15M desnuda a los medios

 

Tras el éxito de la jornada colaborativa #CómeteLaCultura , la Asamblea Popular del Barrio de los Austrias del movimiento 15M de Madrid presenta su última irreverencia: la jornada #Cómete El periodismo, casquería y despiece de medios. El próximo domingo 17 de junio, el Colegio nuestra señora de la Paloma de Madrid (C/ Tabernillas 2, Metro Latina) se convertirá en un ágora abierta en la que se debatirá la situación de los medios de comunicación, sus intereses ocultos o el estado de los medios alternativos.

#Cómeteelperiodismo – aquí corto y pego el documento cocinado en red en un PiratePad – «surgió en una charla informal a los pocos días de haber terminado #Cómetelacultura. Alguien dijo por Twitter «ahora tenemos que hacer algo así pero con el periodismo. Y saltó la chispa. La idea era poder compartir con ciudadanos ciertos aspectos del mundo del periodismo que no son tan obvios para alguien que no trabaja en un medio».

Por eso, la asamblea ha organizado esta jornada, que cuenta con la siguiente programación:

11:30 – 13:00 h

Rafael Reig, escritor y colaborador de El Cultural (suplemento de ABC), dará la charla Ingredientes de los grupos mediáticos, en la que desmenuzará los intereses económicos y políticos de los grupos mediáticos.

13:00 – 14:30. Tendrá lugar la mesa redonda  ¿Cómo se ‘cocinan’ las noticias?, con la participación de  Javier Gallego “Crudo” (Radio 3-RNE), Fernando Olmeda (ex-editor informativos Tele 5), Virginia P. Alonso (subdirectora 20 Minutos) y Juanlu Sánchez (subdirector de eldiario.es y cofundador de Periodismo Humano).

4:30 – 16:00: COMIDA (en el #CómeteLaCultura se cocinó la primera paella Creative Commons, con receta improvisada y transcultural. Por eso, no te pierdas la comida).

16:00 – 17:30 h: En la mesa Nuevas recetas de periodismo participarán iniciativas tan frescas y variadas como AttacTomalaTele (iniciativa audiovisual del 15M), Periodico 15MGlobal Voices y Mongolia.

17:30 – 19:00 Durante el taller Cata de medio se incentivará la formación de grupos de análisis de noticias y la discusión entre los asistentes.

CIERRE:  Monólogo de Fito Vázquez “Periodismo: Almax, corazón y vida”

Acabo este post con otro pedazo del PiratePad cocinado en red en el que se intentaba explicar qué es #CómeteElPeriodismo: «Para entender la falta de independencia de los grandes medios, por ejemplo, es necesario conocer mínimamente el entramado de las empresas y los poderes económicos que los sustentan».

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Nolotiro.org, te lo regalo sin condiciones


«No lo tiro, te lo regalo (sin condiciones)». Así de sencilla es la filosofía de Nolotiro.org, un sitio web en el que cualquier persona puede regalar y buscar objetos. De muebles a bicicletas, pasando por ordenadores, lámparas, campas, juguetes, cunas o teléfonos móviles. Creado por @Jipipayo y mantenido y coordinado por  Alabs, una asociación que incentiva proyectos de acción social con software libre, Nolotiro.org es un verdadero grito anti consumista y pro colectivo. «Calculamos entre 6.000 y 10.000 objetos que cada mes evitamos que vayan a la basura», asegura Daniel Vázquez, uno de los miembros de Alabs.

Nolotiro.org es un claro ejemplo de cómo la sociedad red funciona desde la lógica de lo compartido. Y una prueba palpable de que cómo un sitio web puede transformarse en una verdadera plataforma de comunidades autogestionadas. Cualquier usuario puede relacionarse con otros usuario. El intercambio es el primer paso de una interacción real. Tal vez, la semilla de una comunidad hiperlocal que puede cambiar el mundo con pequeños gestos cotidianos.  «Nolotiro es una delicia, más de 1.100.000 páginas servidas y 45.000 usuarios únicos al mes», matiza Daniel Vázquez.

Los proyectos de Alabs son un gran faro inspirador en la nueva era de la Sociedad P2P en la que los ciudadanos se relacionan sin intermediarios. Mientras el sistema financiero colapsa y la industria empieza a replantearse la obsolescencia programada (¿para qué fabricar objetos que se rompan?), la sociedad civil da un paso al frente. Otros proyectos de Alabs como Oiga.me (una plataforma activista) o Liberateca (una página comunitaria y autogestionada sobre literatura) muestran que hay vida a la salida del túnel del neoliberalismo especulativo y de los viejos paradigmas.

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#15MpaRato: crowd funding contra el 1%

El hashtag de Twitter #QuerellaPaRato tardó exactamente ocho minutos en entrar en los Trendic Topic mundiales de los asuntos más hablados. Unos días antes, el lanzamiento de la campaña #15MpaRato tuvo el mismo efecto. La tercera fase de la campaña, #RatoFunding, ha estado en lo alto de los Trendidg Topic de España durante toda la mañana. Y ya son centenares los medios del mundo, de Al Jazeera a ABC, que hablan de la última acción del 15M español: una campaña en red para sentar en el banquillo a Rodrigo Rato, ex presidente del Consejo de Administración de Bankia que ha dejado un millonario agujero en la entidad. La petición de crowd funding solicitada, en la que se piden 15.042 euros para costear el proceso, ha tenido tal éxito que la plataforma Goteo está totalmente colapsada. En unas horas, ya se han conseguido la mitad de los fondos necesarios. En el momento en el que escribo en estas líneas, Twitter echa humo:

@SuNotissima Él privatizó Argentaria, Tabacalera, Telefónica, Endesa, y Repsol. Tú puedes meterlo en la cárcel! http://www.goteo.org/project/crowdfundparato/ #RatoFunding

@isaachacksimov ¡¡Ya tenemos 8.838€ para #Ratofunding!! Venga chavalada, serán los 15€ mejor invertidos, metedlos por aquí: http://www.goteo.org/project/crowdfundparato

@democraciareal «Enfrentarse a Rato supone un gesto de dignidad enorme» http://www.publico.es/435782/enfrentarse-a-rato-supone-un-gesto-de-dignidad-enorme #RatoFunding #15MpaRato .Vamos#HagamosComoIslandia @15MpaRato

No me cabe ninguna duda: esta acción de la ciudadanía en red pasará a la historia por muchas cosas. Primero: por ser pionera en utilizar la inteligencia colectiva en una acción jurídica contra una persona concreta. Segundo: por inovar en formato y metodología a la hora de enfrentarse al opaco 1% que gobierna el mundo. Tercero: por unir fuerzas de una manera distribuida e indestructible contra la impunidad. Y es que la gestación, proceso y desarrollo de la campaña ha sido totalmente visionario.

La campaña – que había sido planeada durante el #12M15M – se lanzo desde el blog #15MpaRato.  Luego, se hizo una petición para recibir cables con información relevante sobre la gestión de Rato en Bankia con ayuda de Minileaks (entre otros). Después, se buscó en la red la complicidad de trabajadores de Bankia e inversores. Y el aluvión de información recibida supera ya los 4.000 leaks, que se irán ordenando en una base de datos temática. El poderoso equipo jurídico ciudadano, encabezado por Juan Moreno Yagüe, está listo para procesar a Rodrigo Rato, peso pesado del Partido Popular, ex director del Fondo Monetario Internacional, ex presidente de Bankia y actual presidente del consejo de administración de Caja Madrid.

Habrá un antes y un después. Rato será apenas el primero. El desfile de imputados puede ser muy grande .#15MpaRato ya ha anunciado que tienen el ojo puesto en José María Aznar, José Luis Rodríguez Zapatero, Carme Chacón o Emilio Botín. Lo mejor de todo es que esta plataforma distribuida es apenas la punta del iceberg de una tendencia: los abogados del 99% en red. En España acaba de nacer la plataforma colaborativa Toma Parte (@tomaparte), «un proyecto para el 99 % que sufre los abusos del 1 %».

Toma Parte es «una herramienta diseñada para que los ciudadanos unamos nuestros recursos para lograr soluciones». Juristas de todo el país aportarán conocimiento y experiencia para encontrar la acción legal adecuada. Su site deja muy clara su línea: «Cualquier persona podrá hacer una propuesta online. La comunidad votará las propuestas, las complementará con pruebas y testimonios y aportará lo necesario para costear los procesos judiciales mediante crowdfunding«. La documentación, además, «estará disponible bajo licencias Creative Commons y podrá ser reutilizada». La era del crowd funding jurídico acaba de comenzar.

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Esta revolución no tendrá rostro

 

Este texto es un extracto de mi libro #24H,  que tiene forma de blog y está licenciado con Creative Commons. Ya está disponible en formato PDF interactivo, Epub, mobi (para Kindle) y en papel. La copia está liberada. Existe una sala de remezclas. Cualquier puede enriquecer (con links, textos, vídeos) #24H o este fragmento.  La fotografía del subcomandante Marcos es mía (puede circular, 20 Minutos tiene licencia Creative Commons).

Pildorita 1 (roja). V, el protagonista de la novela gráfica de Allan Moore V de Vendeta, se esconde tras una máscara de corte veneciano: piel blanca, sonrisa fantasmagórica. V es anarquista: escogió premeditadamente la máscara de Guy Fawkes, un personaje popular que intentó volar el parlamento británico en 1605. V conoce su fuerza: su anonimato. V hará temblar a un estado totalitario, oblicuo y tortuoso transformando las calles de un Londres distópico en un baile de máscaras: somos V, somos Guy Fawkes, el pueblo unido, danzando la melodía de la liberación.

Pildorita 2 (azul). Hasta los años ochenta, Luther Blissett era apenas el nombre de un jugador de fútbol jamaicano que pasó sin hacer ruido (ni goles) por el Milán A.C. Pero a finales de los noventa, el movimiento underground italiano comienza a usar su nombre para firmar manifiestos políticos, fanzines, artículos, grafitis u obras de arte. Luther Blissett se convierte en Robin Hood, en V, en el líder de una nueva guerrilla invisible y descentralizada. El Luther Blisset Project dejó desconcertados a los mecanismos de la propiedad intelectual, a los mass media y a las instituciones del arte y/o política.

Pildorita 3 (negra). En enero de 1994, la dedocracia más sólida del planeta (México) se despierta con una revuelta sorpresa: un grupo de encapuchados autodenominados Ejército Zapatista de Liberación Nacional (ladillo) conquista algunas localidades en Chiapas pidiendo libertad y verdadera democracia. Después, se atrincheran en pedazos de tierra donde no rigen las leyes del Estado mexicano: las Zonas Autónomas Zapatistas. Su líder es un intrigante SubComandante que insinúa que el verdadero comandante es Zapata (y que está vivo). Él apenas es el Sub: el verdadero comandante es el pueblo. La narrativa de Marcos cala. Es casi perfecta: «Marcos es el nombre de un compañero que murió, lo uso para continuar su lucha», «tras los pasamontañas no estamos nosotros, están ustedes», «Marcos es judío en Alemania, feminista en los partidos políticos, comunista en la posguerra fría, pacifista en Bosnia, artista sin galería y sin portfolio…».

Pildorita 4 (amarilla). Los cerebros del Luther Blisset Project, cuatro jóvenes escritores de Bolonia, salen del armario en 1999. Pero para esconderse bajo el nombre- máscara de Wu Ming, que significa «sin nombre» en chino y es la firma que usan los escritores desertores. Los miembros de Wu Ming tienen nombre y apellidos. Simplemente firman colectivamente, no dejan que les fotografíen en las entrevistas y licencian sus libros con copyleft.

Pildorita 5 (verde) En torno al año 2004, el término “anonymous” se populariza en imageboards (tablones de imágenes) como 4chan.org. Los usuarios que dejaban un comentario sin identificarse aparecían cono anon (forced anon según la policía). Muchas personas bromeaban, como si Anon fuese una persona. Anonymous, antes que grupo o colectivo, fue una conciencia colectiva. La primera gran conciencia colectiva de la era de Internet. Un heterogéneo supracerebro formado por miles de células desconocidas entre sí con escasa o nula relación. A finales de enero del año 2008, un misterioso colectivo autodenominado Anonymous subió a You Tube un vídeo, Message to Scientology, declarando la guerra a la Iglesia de la Cienciología . El dos de febrero, unas decenas de personas se congregaron en la sede de la Iglesia de la Cientología de Orlando (Florida) escondidos bajo una máscara blanca que entonces pasó desapercibida: La de V. La de Guy Fawkes.

Pildorita 6 (roja) Banksy, el artista, grafitero y activista político que trae loco al mundo escondido en una máscara, aterriza en la gran pantalla en 2010. Exit to the gift shop es una biografía irregular, cóncava e irónica a través de otra biografía: la de Thierry Guetta, un obsesivo simplón que ayudó alguna vez a Bansky a hacer grafitis en Los Ángeles. La mediocridad artística de Thierry se convierte en la sensación de Los Ángeles. Banksy – siempre bajo un pasamontañas – desnuda el mundo del arte, la decadente cultura de masas, gracias a este documentario (¿mockumentary?) de contornos inexactos. ¿Existió el Thierry Guetta que protagonizó portadas de Los Ángeles Time Out? ¿Fue todo un montaje? ¿Una risa negra programada por Banksy?

Cualquier máscara es un arma. Un espejo colectivo. Un pozo del deseo. Una noria explosiva. Un deseo inexacto. Una fábrica de mitos.El misterio que explica la vida. Luther Blisset podría ser un guerrillero zapatista. El subcomandante Marcos podría estar dirigiendo la legión de los Anonymous. Banksy podría ser uno de los escritores de Wu Ming. Prepárate un cóctel excesivo. Venga, va, sin miedo. Pastillita azul, pastillita roja. O todo un armario de pastillitas negras con media amarilla. Agítalo. Enchúfate al pelotazo-máscara. Inevitable: te sientes ellos. Era tan lógico, ¿verdad? Tú eres Marcos. Eres Guy Fawkes, reventando el Parlamento de la carrera de San Jerónimo. Tú – y yo – pusimos el monigote del preso de Guantánamo que Banksy coló en Disneylandia. «Yo pinté la niña que levanta (despedaza) el muro de Palestina e Israel» #soybanksy» . Yo tumbé la web de Mastercard. Yo derrumbé, bajo la máscara, el site del gobierno de Túnez. Yo comandé Operación Tequila contra la censura en la prensa mexicana. Yo regué de pólvora la noche de los Goya mientras la ministra Sinde presenciaba la dimisión de Alex de la Iglesia.

Somos Anonymous. Somos legión. Somos Marcos. Somos Luther Blissett. Somos nosotros. La máscara no es más que una construcción. Una narrativa colectiva que, por fin, deconstruye a base de hostias las meta narrativas del poder: la simplona sinfonía de los mercados, la desafinada moraleja de la democracia occidental, la triste fábrica de entretenimiento llamada Hollywood. La multitud de Spinoza renació multiplicada en los ecos del movimiento anti globalización. Y ahora se esconde tras una máscara, tras diez millones de ellas. Construye una inteligencia colectiva esparcida en todas partes, coordinada a tiempo real. La real time mask fabrica, lo está haciendo, una bomba atómica de clicks que puede explotar en cualquier momento. Por eso el mercado y la hermana de Marck Zuckerberg luchan para que se acabe el anonimato en Internet. Tienen miedo. Mini prueba: comenta algo en este blog con tu nombre: te saldrá un casi-argumento, cifras, algo que huela a equilibrio, una crítica constructiva. Ahora intenta decir algo con la mascarita Anoc (por ejemplo): mierda, electricidad, pólvora, bomba, vísceras, parlamentos en llamas, sexo anal, tu puta madre, fascista de mierda. El mito de Gandi murió asesinado por ser hombre. El Che Guevara acabó siendo una marca de colonia. Por eso, recuerda, es importante: esta revolución no tendrá rostro.