De la nueva sociedad 3.0 organizada horizontalmente en red que ha enterrado la edad contemporánea. ¡Bienvenidos a la edad digital!

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Cuatros años de Wallpeople

Wallpeople- Homenaje al ECCE-HOMO

Wall People Barcelona

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Imágenes (de arriba a abajo). Homenaje al Ecce Homo, Wall People Barcelona, Wall People Berlín, Wall People Buenos Aires. 

De las redes a la calle. Del Do it your self (DIY) al Do it with others (DIWO). Del espacio público como lugar de paso al espacio vivo construido por redes de personas. Del arte como producto de mercado o pieza de museo a la creación compartida al aire libre. Wall People, proyecto que hoy cumple exactamente cuatro años, intuyó como pocas iniciativas las contradicciones y desafíos de la nueva era. No es casualidad que su filosofía se haya expandido como la espuma por todo el mundo: «Wallpeople «defiende la creatividad libre y se sirve de Internet y de sus herramientas digitales para proponer experiencias en la vida real». Y se limita a lanzar una convocatoria. Un día D. Un eje temático. Cualquier persona puede apropiarse de la convocatoria. Hacerla suya. En la última, Express Yourself, participaron treinta ciudades de todo el mundo.

¿Cuál es su secreto? ¿Por qué ha funcionado esta idea tan sencilla? En la definición que Wallpeople hace de sí mismo están algunas claves: «Sus acciones tienen como objetivo la creación de obras callejeras irrepetibles gracias a las aportaciones de todos los participantes. Una de las razones de ser de Wallpeople es devolver el arte a las calles y reivindicar el espacio público como medio de expresión y de interacción ciudadana».

En mi opinión, Wallpeople ha funcionado por motivos muy sencillos. 1) Por la sencillez de su ejecución. 2) Por gritar lúdicamente ese ‘toma la calle’. 3) Por incentivar la creatividad al margen de los paradigmas del mercado. 4) Por que es fácilmente replicable, reapropiable. 5) Porque incentiva la convivencia humana, las redes de afectos. 6) Porque crea un puente intuitivo entre las redes digitales y los territorios.

Podría enumerar muchos más. No creo que haga falta. Que cada uno encuentre los suyos. Acá os dejo con una galería completa de Wallpeople del año 2012. ¡Felicidades Wall People!

Declaración Universal de Derechos Urbanos

«Microentrevistas a ciudadanos sobre cómo es y podría ser la ciudad. Observamos, escuchamos y contamos, para que esa información esté disponible para los que reflexionamos y actuamos sobre ciudad». Directo, simple y contundente. Así es el proyecto Declaración Universal de los Derechos urbanos, el remix que el colectivo multidisciplinar Zuloark de la Declaración Universal de los Derechos Humanos de la ONU. La idea es redonda: abrir un espacio para que los ciudadanos compartan sus ideas sobre la ciudad. Los entrevistados tratan, según el propio site, de proponer un derecho urbano que habría que proteger, un derecho a conquistar  y qué se debería erradicar.

Vale la pena darse un paseo por todas las declaraciones. Quien lo prefiera puede navegar por etiquetas como Movilidad, Paisaje Urbano, Economía Urbana, entre muchas otras.  Lo que más me gusta del proyecto es que está gobernado por la inteligencia colectiva. Cualquier persona puede subir su microentrevista al site. La revolución de internet no es el download, como afirma el coro antipiratería, sino el upload, que cualquiera pueda subir cosas. Y este proyecto es la prueba perfecta. El resultado es un relato coral, distribuido y polifónico de derechos urbanos. Un relato que conforma una nueva piel de contenido de una ciudad imaginaria y compartida construida de retazos de urbes reales. La suma de microentrevistas es un abanico plural de propuestas concretas para nuestras ciudades.

Los posibles desdoblamientos o mutaciones del proyecto son casi infinitos. Se podría elaborar uma cartografía colocando cada vídeo en su lugar de realización. Se podrían colocar códigos QR en esos lugares (o en otros) para que la gente pudiera escanear los códigos con sus teléfonos móviles y escuchar las microentrevistas. Se podrían disponibilizar todos los códigos creados e incentivar que los ciudadanos se los bajen y los cuelguen en las paredes de las ciudades. Se podrían crear herramientas (o usar algunas ya existentes) para que los protagonistas de las microentrevistas hagan cosas juntos. Se podría dar la posibilidad de enviar el vídeo, tal como se envían peticiones en plataformas como Change.org o Oiga.me, a un político concreto…. El primer paso, este gran proyecto, ya está dado. Las remezclas están en el tejado de las multitudes conectadas.

He escogido la microentrevista del colectivo Leon11 por varios motivos. Primero, porque deciden colocar sillas en el espacio público para charlar. Segundo, porque la policía dijo lo siguiente: «NO es legal sacar sillas a la calle. ES OCUPACIÓN DE LA VIA PÚBLICA, es denunciable». Tercero, porque ya tenemos una ley a erradicar: no poder disfrutar del espacio público como lo hacían nuestros abuelos.

Si has llegado hasta aquí y te gustó este proyecto, te encantará Urban Leaks (también de Zuloark). 

Ciudad en tiempo real

La ciudad como un conjunto inconexo de fotografías. La ciudad como un flujo de imágenes distribuidas, geolocalizadas, compartidas. Tu ciudad como una suma de miradas subjetivas. El funcionamiento del proyecto This is Now es simple: presenta en tiempo real las fotos realizadas en la red social móvil Instagram que contengan geolocalización. São Paulo, por ejemplo, a las  07.19.02 Pm del pasado lunes, configuraba la imagen que abre esta entrada. This is Now, del estudio australiano LexicalLabrecopila información en tiempo real de ciudades como Nueva York, Los Ángeles, Madrid, São Paulo, Londres, Sydney o Tokyo, entre otras. Y prueba que estamos asistiendo al nacimiento de una ciudad en tiempo real construida en red alrededor de la no jerarquía. Una ciudad con nuevas capas de información, de datos compartidos, de nuevas relaciones humanas. Las ciudades ya son, como afirma la socióloga Mimi Sheller, «flujos de personas, vehículos e información”.

This is now no es el único proyecto que crea una nueva piel digital informativa sobre ciudades físicas. El proyecto Stweet, del estudio We Love the net, superpone mensajes de Twitter geolocalizados sobre imágenes de Google Street Map. Más disruptivo y libertario es el proyecto Canal Motoboy, que el artista catalán Antoni Abad lanzó en São Paulo: un canal informativo en tiempo real realizado por los populares motoboys (mensajeros). El canal incluye noticias, vídeos, la situación del tráfico de muchas calles. Y compite con ‘inteligencia colectiva’ contra los medios de comunicación clásicos. Aquel periódico de Hong Kong que despidió a algunos fotógrafos y entregó cámaras a los ágiles pizzeros de la ciudad (explicado en el Manifiesto posfotográfico de Joan Fontcuberta) entendió algo del nuevo paradigma del real time. Los viejos medios, casi nada: siguen queriendo llegar primero.

Propongo una remezcla. El ingrediente primero sería el concepto de media building (edificio informativo) de Paul Virilio, «un edificio que alberga más información que viviendas», como metáfora de la nueva ciudad. Segundo: la ciudad distribuida propuesta por el urbanista brasileño Caio Vassão, una ciudad sin centro ni periferia, con una topología de red distribuida y nodos interconectados. La resultado sería una ciudad no centralizada, con nuevas capas de información ciudadana y nuevas interacciones en red. Una especie de ciudad transmedia que incumbe por partes iguales a medios de comunicación y a instituciones urbanas.

BCNoids Reel from enrique soriano on Vimeo.

Para entender esta ciudad transmedia, distribuida, informativa y en tiempo real tenemos que hablar de una nueva ecuación: datos abiertos y visualizaciones. En este blog ya he citado algunos proyectos de visualizaciones en Gran Bretaña (bicicletas y taxis de Londres, tráfico aéreo) o el Ville Vivante (llamadas móviles de Ginebra). El investigador Fran Castillo, en la web del estudio Complexitys, repasa algunos proyectos que visualizan datos ciudadanos de esta nueva e inspiradora real time city. Cita casos como el BCNoids Reel (visualización del uso de las bicicletas alquiladas en Barcelona) o el Live Singapore (realizado por el Senseable City Lab del MIT para visualizar en tiempo real Singapur). Visualizaciones dinámicas de nuevos sistemas complejos conformados por los ciudadanos, gracias a la tecnología móvil, al movimiento open source y a las nuevas herramientas digitales. La exploración de nuevas formas, códigos y lenguajes de las visualizaciones, como destaca Fran Castillo, «nos permiten imaginar nuevos paisajes, máquinas constructoras, que generan nuevos territorios emergentes». Además, matiza Fran, los datos son la «llave de un nuevo empoderamiento ciudadano». Un empoderamiento ciudadano que cuestiona el control vertical de medios e instituciones sobre las urbes, sobre la sociedad.

Uno de los mejores inventarios sobre esta incipiente ciudad en tiempo real es el catálogo Habitar. Redibujar el entramado urbano que el periodista, comisario e investigador José Luis de Vicente, preparó para el Laboral Centro de Arte de Gijón. En él aparecen proyectos como Visualizando el tráfico de Lisboa, In the Air (que mide la contaminación del aire gracias a sensores ciudadanos) o el Sentient City Survival Kit (que explora las implicaciones sociales, culturales y políticas de la computación ubicua). Pero lo más interesante de Habitar son algunas de las reflexiones de los autores invitados. El británico Usman Haque piensa en crear ciudades participativas con las mismas reglas del diseño de plataformas web. La arquitecta Molly Wright, en su texto Urban software: the long view, teje ideas alrededor del “nuestros cuerpos son el hardware, nuestro comportamiento, el software”. La ciudad, en definitiva, como un conjunto de edificios de información, como una red de cuerpos que conforman un hardware que facilita nuevos softwares/procesos compartidos.

San Francisco. ‘Locals and tourists’, por Eric Fischer.

Y aquí llegamos a otras perspectivas, a otras preguntas. ¿Cómo coagulará esta instantaneidad en la memoria? ¿Cómo será recordada esta vertiginosa ciudad en tiempo real? ¿Servirán para algo las hemerotecas de los periódicos? Los antropólogos Alberto Corsin y Adolfo Estalella, en su ensayo The city as archive, hardware, method, abordan las  asambleas de barrio del movimiento 15M español – reuniones en espacio público, procesos de diálogo colectivo, información compartida en redes – con un ángulo interesante. Las asambleas conformarían un nuevo hardware, un suelo común, un método, sobre el que se basa la nueva ciudad en tiempo real. Las asambleas – ese hardware – serán un archivo vivo en red. El proyecto Personal Positioning System (PPS), del Near Future Laboratory, mencionado en el catálogo de Laboral, es otro caso de posinstantaneidad: crea mapas dinámicos sobre la posición de un persona, una verdadera cartografía del flujo del yo.

La arqueología de la ciudad en tiempo real tendrá que ver con las personas, no tanto con los objetos. Estará compuesta de procesos compartidos, no de las normas legales que rigen (prohibiendo) las ciudades. Será aqueología hecha de información en red, no un conjunto de noticias verticales. Se parecerá a los mapas sociales que Eric Fischer compone con fotografías geolocalizadas en Flickr. O al proyecto A more perfect Union, de Luke Dubois, en el que las ciudades llevan el nombre de la palabra más repetida en redes sociales en ese espacio. La ciudad en tiempo real será un arqueología moldeada por todos, un espacio que fue construido para ser habitado, una suma de wikicalles, de wikiplazas, basado en relaciones humanas.

La ciudad en tiempo real será una arqueología de redes o no será.

Mi web: bernardogutierrez.es Fundador de la red futuramedia.net En Twitter soy @bernardosampa

 

(Re) habitando el vacío, enREDando el espacio

Una frase al aire: No necesitamos dinero, no necesitamos nuevos edificios. Sólo necesitamos espacios vacíos y tiempo para pensar, meditar y crear. Una etiqueta: #UnOccupyBiennale. Y una idea/plaza común sobre la que meditar: tenemos que rehabitar el vacío con procesos emergentes e interacciones humanas. Un paisaje para colocar de fondo: la 13ª Bienal de Arquitectura de Venecia, que lleva como lema Common ground (un suelo común) y busca una mutación colectiva de la arquitectura en medio de la crisis.

Un poquito de pólvora: existe una cantidad creciente de arquitectos que no quieren construir. Francesco Cingolani es uno de ellos. Confiesa en su blog Immaginoteca.com que ha reducido su horario de trabajo diario a tres horas, porque «quiere dedicar su tiempo a pensar el espacio en lugar de a diseñarlo». En su inspiradora presentación Space Emergenc (e) (y) Francesco explica la importancia de «diseñar espacios en blanco, incompletos, libres, abiertos, para incentivar fenómenos emergentes». Y hace un buen repaso a las prácticas de ciudad emergente & colaborativa que están dinamitando la misión clásica de la arquitectura.

En la presentación de Francesco, el posarquitecto del vacío, están muchos de los temores, miedos, anhelos o dudas de la actual edición de la Bienal de Venecia. Su director, David Chipperfield, asegura que Common Ground insinúa que la arquitectura necesita «centrarse en asuntos como la sociabilidad, la comunicación y los valores compartidos». El edificio, la estructura, interesan menos que el espacio. Y mucho menos que los vínculos humanos y el nuevo sistema de espacios comunes conectados en red. ¿Cómo será el espacio del futuro?, se pregunta Francesco Cingolani en su presentación. Una serie de diapositivas mencionan algunas prácticas como la Acampada Sol del 15M español (premio europeo del Espacio Público), el proyecto de plaza colectiva Dream Hamar de Ecosistema Urbano, redes de diseño con forma de espacio de co-working como La Nave, un rascacielo ocupado por la tropa creativa Macao en Milán, vacíos urbanos autogobernados como El Campo de Cebada en Madrid, lugares de convivencia de viajeros y creativos (Ostebello, Milán) o una habitación a disposición de gente que quiera compartir ideas (Lagunas.in, Madrid). Y entre las diapositivas un #UnOccupyBiennale, como virus/verso suelto de la presentación. No necesitamos edificios: necesitamos tiempo para pensar y crear.

Espacios, no estructuras. Relaciones, no edificios. Reapropiaciones cognitivas de lugares, no planes urbanísticos. Procesos compartidos, no objetos espectáculo. Sentimientos comunitarios, tejidos en red alrededor del vacío. La arquitectura como contenedor de actividades participativas, auto generadas. Como sinónimo de relaciones y comunicación. Interacciones simples, imprevisibles, que confirman sistemas emergentes complejos. ¿Qué tal si conectamos las redes virtuales con un espacio físico, vacío y libre?, se pregunta Francesco Cingolani. ¿Por qué no enviamos a estudiantes de arquitectura en nuestro nombre a la Biennale para que intenten humanizar nuestras obras?, se preguntaron algunos reconocidos estudios españoles. Y allá están ellos, ocupando la Biennale, estudiantes como Eliott Trujillo, arquitectos del vacío, polinizadores de lo humano, incentivando relaciones e intercambios en los espacios compartidos. Mientras, el pabellón oficial de España – innovador, cool, elogiado – no acaba de empaparse del Espíritu Red que está reinventando el país alrededor del movimiento 15M (gran texto de Ethel Baraona).

Occidente tardó mucho en entender el vacío. Aristóteles lo negó. La ciencia premoderna acuñó su horror al vacío: horror vacui.  Y contaminó el arte, la pintura, la filosofía. Occidente se rindió a la materia. Y hasta importó de la India, gracias a los árabes, el número 0 (el vacío matemático). Albert Ribas, en Biografía del vacío, narra la atribulada vida occidental del vacío. Aunque Newton lo demostró, el horro vacui siguió vivo. Nada de blancos, de espacios libres. Centros, construcciones, periferias. Y mientras, Oriente, gracias al Tao te ching, atribuído a Lao Tse, convertía el vacío en su piedra angular: «Con arcilla se fabrican las vasijas; en ellas lo útil es la nada.  Se agujerean puertas y ventanas para hacer la casa, y la nada de ellas es lo más útil para ella.  Así, pues, en lo que tiene ser está el interés. Pero en el no ser está la utilidad».

Pero Einstein dinamitó la materia: despedazó un mundo mecanicista de objetos sólidos, causas, efectos e inercias. Descubrió que a nivel subatómico las partículas no son sólidas. Las partículas son inestables. Son vacío, casi-nada, movimiento. Meras probabilidades de ser. La materia está llena de vacío. Y  las partículas sólo toman un sentido gracias a los vínculos entre ellas. Sólo existen como sistema. En la era de la red, de la no-arquitectura, de las Revoluciones 2.0, la materia es lo de menos. El 15M, la spanishrevolution, explotó en una concatenación de plazas tomadas, de barrios conectados, de afectos en red. Y nos dimos cuenta que Occidente estaba vacío. Ya no importaba el edificio, la construcción centenaria, la infraestructura: sentimos que apenas nos sirven los vínculos creados, los lazos relacionales que configuran un nuevo espacio compartido, híbrido y glocalmente inspirador.

Space matters. El espacio importa, sí. Y el vacío, imaginado colaborativamente, es más que materia. No construyas websites: crea servicios digitales abiertos. No impongas contenidos (Enciclopedia Británica), crea espacios dignos de ser habitados (Wikipedia, Reddit, Askbot.com). No levantes universidades físicas, crea herramientas para que las comunidades virtuales transformen la urbe en la ciudad del aprendizaje. Entiende cada calle como una narración colectiva. Cada barrio como un proceso emergente. No compitas para ser la Bienal con más obras artísticas: deja un pabellón vacío (como ya hizo la Bienal de São Paulo). Desconfía de burocracias verticales: da poder a un équipo adhócrata, flexible, rotativo e interdicdiplinar (como hará la Istambul Design Biennial en octubre). No apuestes por un centro: que el Manifiesto Antropófago de Oswald de Andrade sea tu guía («porque nunca supimos lo que era urbano, suburbano, transfronterizo y continental»).

Entierra el Estado Arquitectura, el Estado Monolítico, el Estado Estático, el Estado Nación. Conviértelo en un Estado Red, en una plataforma abierta, en un suelo común de interacciones, en un cerebro distribuido. Transfórmalo en un espacio en blanco movido por el sistema nervioso de las redes.

Mi web: bernardogutierrez.es Fundador de la red futuramedia.net En Twitter soy @bernardosampa

Fotografía de Francisco Cingolani tomada en «su pueblo». Licencia Creative Commons. 

Haz tu propia ciudad

Haz tu propia co-ciudad. Co-diséñala, co-creala con otras personas, compártela. Debate en comunidad y crea una ciudad a tu medida. Así de refrescante es la propuesta del estudio holandés MVRDV para Almere Oosterworld. El renombrado estudio acaba de lanzar este proyecto que pretende hacer en el territorio lo que algunos llevan haciendo en juegos como el Sim City: construir la ciudad ideal.La gran característica de este proyecto es que encaja a la perfección con la filosofía Do It YourSelf (DIY) y con las inercias colaborativas de las era de las redes. La dinámicas digitales, aplicadas al territorio, son así de explosivas.

El proyecto, que hace de intermediario entre ciudadanos, sector privado e instituciones públicas, incentiva a los propios vecinos a crear los espacios urbanos, las infraestructuras, las áreas rurales y los centros de convivencia. La apuesta es integrar campo y ciudad, bajo padrones de sostenibilidad absoluta. Y con un abanico de prácticas participativas que están en el epicentro de la cultura de red: procesos bottom up (de abajo arriba), horizontalidad, remezcla y comunidades autogestionadas. El espacio público se concibe como una plataforma (palabra muy común en el mundo digital) en el que las comunidades se relacionan. De hecho, creo que el proyecto de MVRDV va más allá del Do It Your Self (DIY). Podríamos encajarlos en la inercia del Do It With Others (DIWO). Haz tu propia ciudad, sí. Pero con otras personas.

¿Qué habría pasado, por ejemplo en España, si durante la efervescencia ladrillera pre-burbuja, se hubiera aplicado la dinámica del Do It With Others (DIWO)? Pues dudo mucho que tuviéramos un Madrid DF de barrios fantasmas y deshaucios diarios. Precisamente la crisis ha hecho estallar en España la arquitectura espectáculo. Y está creando un ecosistema co-creativo, bottom up y participativo muy poderoso. El urbanismo, como aseguran en Paisaje Transversal, «no es un producto de mercadotecnia». De hecho, la ciudad, tras el intenso año protagonizado por el 15M, ha dejado de ser un objeto para muchos. La experiencias de urbanismo P2P, participativo y procesual se multiplican. Y  muchos de los city makers están empapándose de conceptos como DIWO. El proyecto Master DIWO, que pretenden investigar en procesos de ‘emprendizaje’ desde lo compartido, ha tenido, por ejemplo, bastantes sinergias entre urbanistas.

Haz tu propia ciudad. Pero, recuerda, hazla con otros.

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La era de los procesos

Imagen: Open Source Way bajo licencia CC.

Alguien debería remezclar aquella frase de John Lennon (¿o era de Eric Clapton?): “La vida es aquello que pasa mientras haces otra cosa”. Puede ser un remix simple, mero maquillaje: la vida es eso que te pasa mientras no logras un objetivo. O mejor: la vida es aquello que te pasa mientras deambulas por un proceso imprevisible. Hagamos una prueba. Mira a la pantalla de tu ordenador. Entiéndela como algo más que un conjunto de plasma y aluminio. Piénsala, por ejemplo, como una suma de borradores, prototipos no usados, distribución, conversaciones, estudios de mercado, reuniones, recomendaciones, mejoras y futuros reciclajes.

Demos un paso más. Marchando una frase lapidaria: los objetos no existen. No te esfuerces en intentarlo: los contornos de las cosas se diluyen. Los objetos son algo más. Una experiencia colectiva en un espacio atemporal y distribuido, por ejemplo. Y solo existen gracias a un proceso compartido.

Ahora, algunos argumentos. En el año 2006, el reverenciado Tim O’ Reilly, dejó claro que la era del 1.0 se caracterizó por los “productos”. La era del 2.0 que inauguraba en aquel texto megacitado estuvo protagonizada por los servicios. Algo de cajón, vaya: no entiendas un site como un producto sino como un servicio web. Y en esta incipiente mutación de Internet 3.0 –esa mezcla de web semántica, territorio interactivo y geolocalización– aterrizamos de lleno en la era de los procesos.

No te esfuerces: nunca llegarás a la versión alfa, definitiva, de nada. El mundo está mejor en beta: en constante prueba, investigación y proceso. Para quien siga pensando que su ordenador es apenas un pedazo de aluminio, aquí van seis argumentos (en beta) sobre la era de los procesos.

1. La informática es un proceso. Desde que Richard Stallman saliese del prestigioso Massachusetts Institute of Technology (MIT) por la rigidez de sus patentes, el mundo de la informática ha dado un giro radical. Stallman, hackeando los principios del copyright, creó la licencia copyleft. Y con ello brindó a programadores y usuarios de todo el mundo la libertad de copiar, distribuir, estudiar, modificar y mejorar el software.

¿Existe mejor ejemplo de proceso que un programa de software libre en constante cambio, mejora y remezcla? El código fuente de un programa es apenas una primera línea de un proceso imprevisible. El éxito del sistema operativo Linux, en constante mejora gracias a una comunidad distribuida de programadores, ha puesto en jaque los productos cerrados de Microsoft. Y el movimiento open source, que libera el código de programación aunque no compartan todos los principios éticos del movimiento del software libre, está poniendo patas arriba el mundo tecnológico.

Abre tu código. Colabora en el proceso. Lo que Stallman no sospechaba es que su ética informática, su copyleft, contaminarían a otros ámbitos como la cultura.

2. La arquitectura es un proceso. Si eres concejal de urbanismo, olvídate de inaugurar plazas con fuentes llenas de patos de mármol falso. Si eres un ciudadano, concéntrate en esta frase: no necesitamos la arquitectura, tenemos Facebook.

Es el título de un polémico artículo del arquitecto holandés Edwin Gardner. En realidad, en boca del propio autor, la frase era una provocación para destacar que “una de las funciones de la arquitectura urbana es crear espacios para el discurso social y muchos discursos sociales han sido habilitados por internet y por las redes sociales”.

El espacio virtual convive con el espacio material. Y el proceso urbanísitico bottom up –de abajo arriba– se ha convertido en el epicentro del nuevo urbanismo. El Campo de Cebada en Madrid, un solar colectivo en Getxo, el proyecto Dreaming Hammar de Noruega (cocinado colaborativamente por Ecosistema Urbano) o una plaza de gestión comunal en Errentería son pruebas líquidas (no cuadra decir sólidas, perdón) de la pujante arquitectura-proceso. El hecho de que algunos arquitectos estén subiendo sus planos a la web con licencia abierta Creative Commons también refuerza el proceso-remix frente a la obra física.

3.La cultura es un proceso. Intenta olvidar la cultura estática y el público pasivo. La cultura como sinónimo de productos físicos (papel, plástico) fue apenas una pesadilla del pasado, vaya. La nueva gestión horizontal de la cultura dinamita todo. Un evento –digamos un concierto o un recital poético– deja de ser algo exclusivamente presencial. Se multiplica gracias a herramientas de streaming y a la vida paralela en redes sociales.

Lo presencial tiene un constante feedback desde diferentes esferas. Y la retransmisión en diferido perpetúa el evento o creación. Aunque quizá sea el cine el ámbito que mejor resuma el paradigma de la cultura como un proceso.

La película española El cosmonauta, que lleva años en un proceso de cofinanciación y cocreación, es cine-proceso en estado puro. Durante tres años han contado con la ayuda de 3.757 productores y 502 inversores (microfinanciadores). Han recaudado casi 500.000 euros colectivamente. Y han incentivado un intenso debate en red durante el rodaje.

El documental de Stéphane Grueso 15M.cc, sobre el movimiento 15M, confirma la senda procesual de la cultura. El cineasta cuelga en un blog, además de en YouTube, las entrevistas íntegras que realiza. Es posible que algunas de las personas que van acompañando el proceso de las entrevistas nunca asistan al producto final. El documental-producto no es tan importante. El proceso compartido sí lo es. Por si fuera poco, las imágenes en bruto estarán disponibles online. Cualquier persona podrá editar su propio documental. Y el proceso tiende a infinito.

4.Los objetos son procesos. No te empeñes: tu pantalla es mucho más que un objeto. Los edificios, como decíamos, no son exclusivamente algo físico. Y tu coche podríamos dejar de considerarlo como un conjunto de piezas y diseño. El caso del Fiar Mio, el modelo que la multinacional italiana codiseñó con los usuarios, confirma la supremacía del proceso sobre el objeto. Y el proyecto Local Motors, en el que se diseñan coches con un crowdsourcing distribuido y abierto, riza el rizo del coche work in progress.

5.El marketing es un proceso. Ya no existen marcas, apenas plataformas sociales. Ya no funciona la publicidad disruptiva (yo te vendo la moto, tú asistes en tu sofá). Ya no sirve hablar de uno mismo en un anuncio cerrado. Si tu estrategia para vender consiste en contratar a un famoso para que, por ejemplo, como chocolate en un anuncio, tal vez deberías pensar en cambiar de profesión.

Si abusas del storytelling (un cineasta conocido hace un clip comercial), tu marca puede estar en peligro. Si has conseguido que la comunidad de consumidores hable de tu marca y cuente historias alrededor de ella, sobrevivirás. Y seguramente te guste la definición (en beta) de commons marketing de Olmo Gálvez: “una estrategia de marketing distribuida en la que las personas, grupos e instituciones conectadas por una idea, la transforman, la distribuyen y la hacen propia en red, partiendo de un ADN previamente generado, en beneficio de la sociedad en general”.

Y seguro que te encanta la campaña ‘Name your plane’ de cocreación que Boeing lanzó para cocinar su modelo Dreamliner. Bienvenidos al avión-proceso: medio millón de personas de 166 países contando historias alrededor de su fabricación.

6. La democracia es un proceso. La democracia 1.0 consistía en un objeto: un parlamento físico ocupado por personas fijas que se regía por normas casi inalterables. La democracia objeto, estática durante cuatro años (o más, dependiendo del país), rompe el verticalismo en un día de participación (elecciones). Pero el código fuente es propietario: nadie lo puede modificar.

La democracia 2.0 es un servicio de un grupo de profesionales o de un país a un conjunto de ciudadanos. Está basada en el diálogo y en la participación. Las consultas son constantes. Hum. Cierto: la democracia, con excasísimas excepciones, sigue siendo un objeto 1.0. Un objeto monolítico, vertical, de contornos fijos y software propietario. Sin embargo, ciertos mecanismos de innovación social puestos en marcha por el movimiento 15M o por Occupy Wall Street, adelantan una democracia 3.0 en red, distribuida y en real time. Durante la explosión del 15M se destacó hasta la saciedad la importancia del proceso, de la convivencia, de buscar soluciones colectivamente en las diferentes asambleas.

Algunos prototipos de participación política como el Twittómetro (que permitía votar vía Twitter las decisiones de la asamblea de la Puerta del Sol) o el proyecto Demo 4.0(que permitiría la votación ciudadana de cada ley a costa de restar sillas de diputados) iluminan el futuro cercano de la democracia-proceso. La deliberación, la cocreación de soluciones, el outsourcing legislativo, acabarán cogiendo el testigo de la democracia objeto. El proceso ya ha comenzado.

Este texto fue publicado en el número de verano de la revista Yorokobu.

¿Crowd funding para ciudades?

Imagina que los ciudadanos pueden proponer iniciativas para su ciudad en una página web. Que todos los ciudadanos pueden votar las propuestas tal como se hace en las redes sociales, apretando un icono de «Me gusta» y/o comentando. Que después, la institución que gobierna la ciudad estudia las propuestas con más adhesiones y las ejecuta. No se trata de un sueño lejano. El proyecto se llama Bristol Rising y está llevándose a cabo en Bristol (Estados Unidos). Los usuarios de Bristol Rising, por ejemplo, han sugerido propuestas tan dispares como un centro de performances, papeleras con paneles de energía solar o un restaurante mexicano. Evidentemente, aquellas propuestas que benefician al colectivo tienen un tirón infinitamente mayor (Centro de Artes Performáticas 334 «Me gusta», restaurante mexicano, 1). Además, existen herramientas en el site para crear grupos y trabajar colaborativamente en el territorio con otros usuarios.

El proyecto es una brillante vuelta de tuerca a lo que podríamos llamar crowdsourced placemaking (construir territorio en red). Personas relacionándose en el territorio gracias a plataformas digitales. Grupos co-creando, cooperando, alrededor de proyectos. The Civic Crowd, una mapa abierto de proyectos ciudadanos de todo el Reino Unido, podría encajar dentro de esta nueva tendencia que crea puentes entre redes y territorios. Portoalegre.cc sería la versión más activista y contestataria de este camino híbrido de redes-ciudades. Cualquier ciudadano puede crear una causa o petición – como se puede hacer en Change.org, por ejemplo – pero geolocalizada en la ciudad. Una plataforma activista, vaya, para resolver problemas urbanos. Y aquí llegamos al punto quizá, más visionario y polémico al mismo tiempo: el crowd funding urbano. ¿Recaudar fondos colectivamente para financiar proyectos urbanos en la ciudad? El proyecto Low Line, que consiguió en la plataforma de crowd funding Kickstarter 155.000 dólares para revitalizar una parte de la High Line de Nueva York, es el ejemplo más visible.

Sin embargo, existe una creciente corriente crítica haca este crowd funding urbanístico. Alexandra Lange publicó recientemente un demoledor artículo contra el Urbanismo Kickstarter. Por un lado, criticaba la mega envergadura del proyecto. Argumentaba que un proyecto para instalar una mesa de ping pong en el espacio público que recaudó apenas 4.200 dólares dinamiza más la ciudad que el Low Line (gran texto, The Power of a ping pong table). Por otro lado, la crítica viene contra el denominado urbanismo pop up o bottom up (procesos de abajo arriba, normalmente auto gestionados horizontalmente) y su incapacidad de crear intervenciones sólidas a medio plazo. Ricardo Amasté, de la red Colaborabora, comentando mi texto Adhócratas al poder, alerta sobre ello: «la adhocracia, su flexibilidad, provisionalidad y estructuras ligeras podrían terminar no siendo más que otro intento de redefinición del capitalismo en su faceta inmaterial. Una celebración carnavalesca del (neo)liberalismo perversamente disfrazado».

El riesgo existe. La sociedad P2P auto organizada en red y horizontalmente tiene cierta similitud con la idea de big society que el Partido Conservador del Reino Unido lanzó en 2010 antes de las elecciones para «empoderar a los ciudadanos». «El objetivo reconocido – recogía el documento oficial – es crear un clima que empodere a las comunidades, construyendo una «gran sociedad»  que cogerá poder de los políticos para dárselo a la gente». Que las instituciones puedan aprovecharse de las comunidades y dejar de cumplir algunas funciones correspondientes al poder público es, sin duda, un riesgo. Principalmente, si no abren mano de su poder, presupuestos y profesión política. Si se apartan del camino y ceden la gestión política al 100% bienvenida sea la big society.

¿Qué diferencia existe entre la sociedad P2P y la big society? Una principal: en el mundo P2P el intermediario sobra, los políticos serían verdaderamente innecesarios. Por eso, me parece interesante que algunas instituciones estén cediendo espacios y gestiones a colectivos y comunidades (El despertar del comunal urbano, un gran texto) para encontrar fórmulas intermedias. Que Bristol cree una plataforma de crowd sourced placemaking o el Ayuntamiento de Madrid ceda el Campo de la Cebada son una forma de convivencia de instituciones y ciudadanos. Aunque quizá, para espantar, todos los fantasmas neoliberales, el siguiente paso sea un verdadero crowd funding en el que los ciudadanos puedan escoger en qué gastar los presupuestos. Y no sólo en prácticas inmediatas pop up, sino en las intervenciones a medio y largo plazo. El Estado debería ser apenas un paraguas que garantice la igualdad de oportunidades y que cree un marco neutro de intercambios P2P entre sus ciudadanos. Un velador e incentivador del procomún.

Mi web: bernardogutierrez.es Fundador de la red futuramedia.net En Twitter soy @bernardosampa

 

 

#Greenvia en ocho tuits

«¿Qué herramientas crees que tienes para ofrecer a la comunidad y cuáles otras necesitas? ¿Qué aspectos crees que sería necesario cambiar en el espacio público en el que vivimos? ¿Tendría sentido hacer un mapa de “prioridades ciudadanas”? ¿ ¿Y… cómo gestionaríamos después esos espacios vacíos?». Estas preguntas las he sacado de la convocatoria del taller #Greenvía de transferencias de innovación social al espacio público, coordinado por el Vivero de Iniciativas Ciudadanas. El taller se celebró los pasados días 26, 27 y 28 de abril en el Matadero de Madrid. Unos cuarenta colectivos – muchos amigos míos – debatieron sobre procomún, ciudad, herramientas digitales, procesos, urbanismo P2P y largo etc. Como no pude asistir físicamente al evento lo tuve que seguir por Twitter, con streamings puntuales. He seleccionado ochos tuits de #greenvía, (des)ordenados intencionalmente. De esta manera no lineal cumplo con un objetivo que no pude cumplir por problemas de agenda: hablar de #Greenvia en este blog. En los huecos de los tuits puede que encontremos esa pop up city espontánea, temporal e imprevisible que nos saque de la era del ladrillazo.

@acorsin No hay práctica cultural sin componente ritualístico.¿cuáles nuevos rituales de ciudad #greenvia #procomún@zuloark @basurama@desdevic

@TetuanMadrid Una iniciativa genial de @desdevic es su Glosario abierto y colaborativo: http://bit.ly/JFjIuL #greenvia

@comunes Un poco de sociología de los ausentes: La presentación que hicimos en el #greenvia http://bit.ly/JgxQHO por si os sirve…

@intermediae Trabaja como si no importara el dinero ama como si nunca te hubieran herido, baila como si nadie estuviera mirando @vjrj#greenvia @procomun

@jaronrowan no estaremos romantizando con el esquema de olson (recurso-comunidad-gobernanza)procesos que son más conflictivos?#greenvia #procomún

@vjrj Despertando después del #greenvia literalmente distinto. Soy un adicto a esta sensación. Gracias mil a tod*s @desdevic@intermediae

@jararocha @intermediae @desdevic @comunes @volantebb un gusto #greenvia¡Gracias! Next step: #dancecommons -> ¡comparte tu código coreográfico!

@urbanhumano #greenvia se va de fiesta cc @intermediae @desdevic [pic] —

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Soñé que era un Dj de calles (ciudades copyleft)

*Este texto fue publicado originalmente en Paisaje Transversal. Las imágenes, con licencia Creative Commons, provienen de las galerías de Flickr de Immaginoteca y Rafeejewel

Hace unos días soñé que era un Dj de calles. La ciudad yacía sobre una mesa de mezclas. Cogía pedazos de plazas, fragmentos de calles, y los mezclaba con desparpajo. Nada como agarrar la piel verde de un parque y colocarla sobre un surco del vinilo (sobre una avenida). La ciudad, vuelta tras vuelta, nunca era la misma. A veces, bastaba con volver atrás (scrath)  para mejorar la remezcla. Otras, mejor avanzar. Buscar una variante diferente.

Confieso que antes del sueño devoré un cóctel explosivo durante varios días: releí El derecho a la ciudad (un ensayo urbanístico Henri Lefebvre  y Software libre para una sociedad libre (un conjunto de escritos y conferencias de Richard Stallman). Lefebvre afirmaba que lo “urbano es obra de ciudadanos” y no “una imposición del sistema”. La ciudad,  decía,  no es “un libro ya terminado”, sino “el lenguaje de los individuos”. Y no es sólo un lenguaje “sino una práctica”.

Richard Stallman, fundador del movimiento del software libre , afirma que “la libertad y no solo la tecnología es importante”. Por eso golpeó a la licencia copyright con sus propias armas. Creó la licencia copyleft que libera la copia y la remezcla de un programa informático exigiendo que quien lo use tenga que utilizar la misma licencia abierta. Stallman abrió una puerta: la de la cooperación entre individuos. Los programadores con software no propietario trabajaban juntos en red, mejorando algo por el bien común. Como los ciudadanos haciendo urbe en la práctica. Como los artistas liberando sus obras. “La visión de un regimiento de hackers manos a la obra – escribía Stallman – constituye una fuente de alivio y alegría y pienso que la ciudad sobrevivirá por el momento”.

Relacionar a Lefebvre y a Stallman no es un capricho. Es una intuición infalible. Algo totalmente lógico. Stallman tiene claro que el software libre no es un producto: es un movimiento social. Lefrebvre sufría viendo la ciudad “convertida en objeto de consumo”. Stallman afirma que “un buen ciudadano es aquel que colabora, no aquel que logra éxito cuando roba a los demás” (mercado propietario). Lefrebvre exalta el “valor de uso” (el goce, la belleza) frente valor de cambio (los mercados y sus exigencias). Y lo más revelador, ambos vislumbraron un mundo gobernado por corporaciones oscuras y objetos privatizados. “Lo más importante es resistir a la tendencia a dar poder a las compañías en detrimento del público”, decía Stallman. “La ciudad es la proyección de la sociedad global sobre el terreno”, aseguraba Lefebvre. Software libre para una sociedad libre. Software libre para una ciudad libre.


Sigamos jugando. Imaginemos a Lefebvre programando. O a Stallman pensando la ciudad. Apliquemos la definición de software libre a una urbe. Con un matiz: sustituyamos la palabra “programa” por “ciudad”. Juguemos:

Libertad 0. Libertad para ejecutar la ciudad sea cual sea nuestros propósito

Libertad 1. Libertad para estudiar el funcionamiento de la ciudad y adaptarlo a tus necesidades – el acceso al código fuente es condición indispensable para eso.

Libertad 2. La libertad para redistribuir copias y ayudar así a tu vecino.

Libertad 3. La libertad para mejorar la ciudad y luego publicarlo para el bien de toda la comunidad.

Podríamos cambiar “programa” por “calle” o “plaza”. “Libertad para ejecutar la plaza sea cual sea nuestro propósito…”. El copyleft sería la licencia legal que garantizaría este “valor de uso” lefebvriano de la ciudad. El copyleft garantizaría una ciudad / software libre. Permitiría “la libre distribución de copias y versiones modificadas de una ciudad, exigiendo que los mismos derechos sean preservados en las versiones modificadas”. El código fuente – la esencia de la urbe, su entramado, su funcionamiento – estaría a la vista. Sería modificable. Mejorable colectivamente. El intercambio entre usuarios P2P (peer-to-peer) se convertiría en un Plaza2Plaza, en un Parque2Parque.

Esta hipótesis retro-futurista no es ciencia ficción. Inspirados en el software libre, Rahul Srivastava y Matías Echenove, del brillante e inclasificable estudio Airoots, escribieron en 2008 sus 12 principios para una arquitectura de la participación. Y  existe incluso una licencia abierta específica para ciudades. El escritor Matthew Fuller y el urbanista / diseñador Usman Haque (creador de Pachube)  se han atrevido a proponer una licencia para la construcción y diseño de ciudades de código abierto: el Urban Versioning System 1.0.1 (UVS). En el escrito los autores despedazan los paradigmas de la arquitectura espectáculo y el urbanismo que trabaja con objetos de fórmula cerrada: “UVS reconoce que el mundo está construido por sus habitantes en cada momento”, “La gente llevará  el diseño, de una forma colaborativa, en direcciones nunca imaginadas”, “Sólo un modelo de construcción que es capaz de perder su trama es adecuado”.

Esta soñada ciudad copyleft acabaría con aquellos “consumidores de productos y espacios” de Lefebvre. La adhocracia multidisciplinar de “amateurs” acabaría con la burocracia urbanística. La ciudad post it liquidaría la ciudad definitiva convertida en objeto de consumo. La urbe dejaría de ser un producto de fórmula cerrada para ser una Zona Autónoma Temporal con una trama colectiva en construcción. Y nada mejor para aterrizar el concepto de ciudad copyleft que repasar prácticas ya existentes, líneas de código que ya están siendo escritas.

Una ciudad copyleft es una plaza abierta, participativa, cuyo código fuente está escrito colectivamente (proyecto Wikiplaza). La ciudad copyleft es un espacio urbano gestionado  y mejorado en red (proyecto Esto es una plaza). La ciudad copyleft es un conjunto compartido de datos abiertos sobre los presupuestos de cada barrio (proyecto Mon Quartier). O una visualización de qué camino realiza la basura desde que sale de casa (proyecto Trash Track).

La ciudad copyleft será – ya está comenzando a serlo – una co-creación colectiva en eterno estado beta (en fase de desarrollo). Una imprevisible sesión de un Dj mash up que une pedazos de melodías y ritmos ya existentes con total libertad creadora.

*Este artículo pertenece al proyecto #guerranarrativa que pretende crear imaginarios, teoría y nuevos imaginarios contra las metanarrativas del sistema. Todos los textos se distribuirán con la etiqueta de Twitter #Guerranarrativa. Cualquier persona puede participar.   

Se buscan ciudadanos inteligentes (en el espacio público)

Imagen del proyecto The Data Citizens Driven Data desarrollada por Sara Alvarellos

Acaba de nacer una ciudad big brother. IBM ha elegido a la cobaya de moda, Río de Janeiro, para aplicar su concepto smarter city de control y gestión de datos. La propaganda bidireccional (gobierno local y sector privado) es redonda: la ciudad es smart (inteligente) y controlaremos todos los datos (tráfico, contaminación, temperatura, flujos) de la urbe. Pero las críticas a este concepto  de ciudad inteligente burocrática y top down son redondísimas y demoledoras.

Juan Freire, especialista en ciudades creativas y urbanismo participativo, afirma que el concepto de  “smart city acabaría por ampliar la capacidad de control de la ciudadanía y por disminuir el potencial de participación ciudadana al incrementar la aparente complejidad y el automatismo en la toma de decisiones». El estadounidense Mark Shepard prefiere hablar de sentient city (ciudad sensible). Mark considera insuficiente la Internet of things (objetos conectados) y prefiere hablar de una «nueva esfera pública de las cosas». Adam Greenfield,  de Urbanscale, durante el Smart City World Expo sugirió crear una  smart city hecha con inteligencia compartida «que nace desde la base y con voluntad de código aberto, más que para controlar y optimizar  procesos desde encima». Una ciudad como aquella de la que hablaba Jane Jacobs en Muerte y vida de las grandes ciudades, «construída por y para los cidadanos con diversidad y  espontaneidad». Ethel Baraona y César Reyes, de DPR-Barcelona, en un texto titulado Buscando las neoronas de la smart city, publicado en La Ciudad Vida, reflexionan sobre ello: «Las auténticas ciudades inteligentes no dependen de la tecnología, si no de las conexiones entre sus neuronass, que son las personas (ciudadanos y agentes de gestión)»

Urbanismo bottom-up frente a urbanismo watch above. Participación 2.0 frente a la imposición urbanística vertical. Burocracia lenta frente a adhocracia flexible, emergente y multidisciplinar. Urbanismo P2P frente a la privatización del espacio público. La ciudad de la esperanza frente a la cidade del miedo (gran texto de Zygmunt Bauman). Ciudades de código aberto (gran reflexión de Doménico di Siena) frente al urbanismo excluyenteTales of things (una iniciativa inglesa que incorpora narraciones de la sociedade sobre objetos) frente à Internet of things.

El proyecto  The Data Citizen Driven City, que está desarrollándose en el Medialab Prado de Madrid por César García, Jorge Medal, Sara Thomson y Sara Alvarellos, resume muy bien este nuevo concepto de smart city horizontal hecha por personas. Su wiki destaca que el proyecto es «el escenario donde la ciudadanía digital activa toma el rol de actor principal en una ciudad eficiente y sostenible. La ciudadanía digital activa es creadora y conocedora de sus propios datos cotidianos». ¿Y en qué consiste exactamente el proyecto? Nada mejor que reproducir tal cual, enriqueciendo con algún link, una parte de su wiki. ¿Cómo funcionará?

Tecnología. Utilizando el Internet de las cosas y soluciones basadas en hardware abierto, como Arduino, cada individuo podrá comenzar a recopilar los datos que más le interesen, tales como la calidad del aire o el ruido ambiental. Dichos datos se liberarán utilizando un repositorio online abierto (Pachube).

Cambio social. Se producirá un cambio social en la cultura de los datos, cotidianizándose la actitud activa hacia los datos, su producción, donación e interpretación. Este cambio cultural va asociado a una democratización de las tecnologías y hardware y software abierto, y el avance de la tecnología móvil. Los datos se reinterpretarán de múltiples maneras para generar nuevos discursos en el contexto de la inteligencia colectiva. Una vez alcanzada una masa crítica de participantes, se podrán observar patrones emergentes que ayudarán en la toma de decisiones respecto a problemas y anomalías urbanas. La participación ciudadana aumenta una vez que se percibe que el dato es político.

Resultado producto de ese cambio cultural y social. En un tiempo el ciudadano es actor en procesos de democracia directa a escala local. La gestión de recursos públicos para el mantenimiento del espacio físico y digital de la ciudad se decide colectivamente con los datos locales y globales de la ciudad. Los ciudadanos se ven implicados en tareas de mantenimiento en los espacios físicos y digitales de su barrio tradicionalmente asignadas a la administración. El conjunto de acciones urbanas producto de decisiones de democracia directa basadas en datos a escala glocal supone una utilización de los recursos más eficiente.

Esta red de ciudadanos – concluye el wiki – «constituirá un sistema autónomo e inteligente que se actualiza y resuelve las realidades cambiantes de la ciudad a tiempo real». Con esta nueva democracia directa de ciudadanos inteligentes sería todavía más escandaloso que un Ayuntamiento mintiese sobre la calidad del aire para conseguir unos Juegos Olímpicos. Cada ciudadano desmentiría con un simple sensor de su teléfono móvil la ciencia ficción informativa de sus gobernantes.

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