De la nueva sociedad 3.0 organizada horizontalmente en red que ha enterrado la edad contemporánea. ¡Bienvenidos a la edad digital!

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La piratería es buena para el cine

El mantra de este post es muy sencillo: La piratería es buena para el cine. Repitamos: la piratería es buena para el cine. Remezclemos, todos juntos: la piratería es buena para la música, para la literatura, para la cultura. Ahora una frase redonda con un link irrefutable (un estudio de la Comisión Europea): Los investigadores encontraron que la piratería en general no tiene un efecto negativo en las ventas de música, sino todo lo contrario. ¿A qué viene todo esto?

Esta entrada es una respuesta personal al texto La tragedia del cine, que el escritor Luis García Montero publicó recientemente en InfoLibre. El texto confunde la velocidad con el tocino, churras con merinas, para que me entiendan los menos jóvenes. Y se me antoja totalmente irresponsable, pues es difícil argumentar que un hombre de letras como Luis García Montero esté tan mal informado. Frases como «durante los últimos años el desarrollo de la piratería ha sido vertiginoso» podrían considerarse un desliz. La SGAE,  los ventri-locos del lobby y su coro mediático han estado identificando descargas con piratería durante la última década.

Pero otras frases del texto de Luis García Montero hacen saltar todas las alarmas de la cordura de la era red: «El desprecio a la cultura que encierra la piratería se traduce de forma inmediata en la pérdida de independencia de los creadores, que son obligados a someterse al mecenazgo de las grandes multinacionales y los ámbitos globales de control ideológico». Luego se resienten porque las redes (o sea, las personas) y el público están cada día más distante de ese star system cultureta de España que se mira en el espejo deformante del No a la guerra del año 2003, cuando todavía eran relevantes.

 

 

Luis García Montero debería leer Software Libre para una sociedad libre, de Richard Stallman, piedra de toque de la denominada cultura libre. La licencia copyleft, que garantizaba inicialmente la copia, circulación y modificación del código informático, contagió rápidamente a la cultura. Y creo un nuevo paradigma de circulación, gestión y consumo (palabra que odio) cultural para la era red. Stallman ya dejaba clarísimo que asociar el «intercambio» al «asalto de un barco corsario» (piratería) es simplemente inaceptable. El otro gran objetivo de Richard Stallman era dejar claro que el ‘free’ del free software o free culture no es sinónimo de gratuidad, sino de libre. El libro Cultura Libre, de Lawrence Lessig, sería otra imprescindible lectura para Luis García Montero, el sector cultural y los amigos de InfoLibre que prometieron licencia Creative Commons y se agarran al copyright como a un clavo ardiendo.

Y por eso el mantra casposo del ‘todo gratis’, de la cultura libre como sinónimo de gratuidad y piratería es, además de una falta de respeto, una falacia gigantesca. El colectivo de escritores italianos Wu Ming publica hace exactamente una década libros con licencia copyleft. La copia está liberada. Pero los libros del colectivo, una máquina de best sellers, se venden en librerías. Curiosamente la circulación de copias digitales benefició (y mucho) a las ventas. El exitoso modelo económico de la libería-editorial cooperativa madrileña Traficantes de Sueños, que ofrece la copia libre de sus títulos desde el primer día pero sigue vendiendo libros en papel, demuestra que el discurso del ‘todo gratis’ es una construcción inexacta.  Lo mismo ocurre en el universo de la música. El citado estudio de Joint Research Centre de la Comisión Europea recoge que la mal llamada piratería (descargas, intercambio) beneficia a la venta de música. Además, la mayoría de los artistas viven de los conciertos y ya no más de vender plástico (CD). Y más preguntas para Luis García Montero y amigos: ¿Cómo podéis seguir hablando de descargas cuando la cultura está emigrando a la nube y el streaming se insinúa como nuevo formato, plataforma y modelo?

 

wuming

Imagen del colectivo Wu Ming

Y eso es lo más triste: que mientras hasta el viejo periodismo habla del fin de la era de los objetos físicos (papel, Cds, Dvds…) algunos siguen empeñados a que todo siga funcionando como antes de la existencia de Internet. Mientras algunos investigan sobre libros en la nube (como Bookcamping.cc o 24Symbols) o en música en streaming (Spotify), la vieja guardia sigue entonando lo de piratería=descarga, sin haber entendido que los programas de intercambio de archivos P2P, como el histórico Napster, ni siquiera se basan en la descarga desde un site centralizado.

El caso del cine es diferente, lo reconozco. Existen muchos más factores. Incluso políticos. Tal vez Luis García Montero tenga razón al acusar al Gobierno de Mariano Rajoy de intentar ahogar al cine español. Pero creo que hay muchos más motivos. El cine de autor muere en España  por la existencia de monopolios en la distribución comercial, un chiringuito del mismo lobby del copyright que acuñó el término piratería. Muere sí, por una ridícula subida del IVA al 21%. Pero también porque precisamente el star system de cineastas y solemnes autores viven en una burbuja ajena a la realidad. Siguen pendientes de los premios, de las galas y de los viejos medios. Y no están narrando practicamente nada de la lucha social en red que nació al calor del 15M.

 

Vídeo del colectivo Iaioflautas invadiendo la Bolsa de Barcelona. 

Mientras la España reivindicativa reinventa el activismo, los Iaioflautas (los abuelos del 15M) ocupan la Bolsa de Barcelona o los ARTivistas montan fiestas en bancos para lanzar campañas digitales, los cineastas narran una España paralela, pretérita o simplemente inexistente. Mientras el espacio público renace con asambleas políticas y/o culturales, Fernando Trueba factura El artista y la modelo, un insulso filme recreado en la Francia de 1943. Mientras las redes humanas del 15M protegen a los inmigrantes de las redadas policiales y la solidaridad interracial explota en España (único rincón de Europa donde eso ocurre), los Bardem participan en una patética Alacrán enamorado, un película donde un grupo neonazi español pega palizas a los inmigrantes en las calles. Si no tienen imaginación, que beban de la realidad.

Y más preguntitas. ¿Por qué los actores del No a la guerra y la mayoría de los artistas progres son casi invisibles en el nuevo mundo? ¿Por qué no participan aunque sea algo en una nueva forma de hacer las cosas (15M) que España ha exportado al resto del planeta? ¿Por qué no están narrando esta rebelde España en llamas? ¿Por qué estando España a la cabeza global de la innovación en redes, de las licencias libres y de la tecnología social (de WIFI cooperativo a trabajo colaborativo) los famosetes culturetas de la izquierda utilizan el discurso del fascismo cultural de Hollywood, de la derechona española y de la industria del pasado? ¿Por qué no han entendido nada?

 

Trailer El Cosmonauta (En todas tus pantallas el 18 de Mayo) from Riot Cinema on Vimeo.

Intuyo que el cambio tecnológico ha pillado fuera de juego a la vieja guardia cultural. Mucho me temo que desconocen la mayoría de casos de éxito reflejados en el The Power of Open, todos basados en procesos abiertos.  Me da a mí que Luis García Montero ni siquiera habrá oído hablar de El Cosmonauta, la película española que se está haciendo en red entre más de cinco mil personas, que ya ha recaudado más de 400.000 euros vía crowd funding y que está siendo elogiada por medios como Wired. La vieja élite del cine tampoco estará al tanto de los festivales de cine Creative Commons en los que Barcelona y Madrid son referencias mundiales. Y, por supuesto, ni pajotera idea de lo que es el festival ZEMOS98 de Sevilla, toda una referencia global en la remezcla y la autoría colectiva que renacen en la era de las redes. Ójala me equivoque… Pero si me equivoco, creo que será todavía más grave.

¿Tragedia del cine? ¿Tragedia de la cultura? Sí, de la vieja cultura. Sí, de su modelo de negocio y formatos. ¿Culpables? Muchos. El viejo modelo, el Estado y las instituciones, los propios creadores, los monopolios, la vieja política… Pero, por favor, dejen de hacerle un favor a Hoollywood y a la derecha industrio-cultural, intoxicando con el discurso de la «piratería». Dejen que les expliquemos con calma y cariño el nuevo modelo en el que, por cierto, todavía no hay receta económica definitiva. Nada mejor para concluir este texto que una frase de Amador Fernández-Savater: «Hay una forma de hacer las cosas, lo que podemos llamar el modelo televisión, que está en crisis. Aquel era un modelo unidireccional de emisor-receptor que ha funcionado tanto en el periodismo como en la política o en el saber. Y surge otro que es un modelo más en red, donde hay más nodos, donde más gente puede hablar, donde las conexiones son más horizontales. Y en ese modelo la red no está dada, hay que hacerla para que esos enlaces se comuniquen y se entiendan unos con otros. Para que se cree un mundo«.

¿Cuándo y dónde hablamos, Luis García Montero?

Almodóvar MixTape, una remezcla de cine

Eclectic Method – Almodóvar Mixtape from Eclectic Method on Vimeo.

Almodóvar remixed. Amodóvar reloaded. Almodóvar remezclado, mutilado, crecido. Almodóvar Mixtape es un trabajo del colectivo Eclectic Method, uno de los más conocidos en esta vieja-nueva disciplina del remix. Es una remezcla que despedaza el universo de Almodóvar con buen gusto, puntería y un buen pellizco de admiración. Eclectic Method aborda Almodóvar con una mirada propia: con un estilo personal que fusiona el lenguaje televisivo, la estética del video-clip y el cine. Eclectic Method, en sus propias palabras es «música, comunicación y cultura pop, convertido todo en una fiesta gigante».

La remezcla está en el borde de la ilegalidad. La industria cultural y el lobby del copyright no sólo rechaza, sino que desprecia cualquier tipo de remix. De hecho, hace diez años, cuando nació Eclectic Method la industria de los derechos de autor persiguió al colectivo hasta la saciedad. Algunas de las persecuciones contra los remixers aparecen en el documental Copyright Criminals (el trailer y las remezclas de imágenes son de Eclectic Method). Carambolas de la historia, artistas como U2 o  Fatboy Slim acabaron solicitando los servicios de Eclectic Method. Y el mundo mediático entronó al colectivo. Dj Magazine les llamó los «reyes del remix» y Wired les calificó, simple y llanamente, el  «futuro».

Recomiendo la lectura del libro Código fuente: la remezcla, editado con licencia libre por el colectivo sevillano Zemos98. Os dejo con un extracto de un texto de Felipe G. Gil, de Zemos98. Y con otra joyita audiovisual de Eclectic Method, la Tarantino Mixtape, al final de la entrada.

«El código fuente es un conjunto de líneas de texto que son las instrucciones que debe seguir una computadora para ejecutar un programa. Compartir el código fuente es la base del software libre. Y la cultura implica dos cuestiones básicas con respecto a esto: por un lado, asumir que «toda obra intelectual es derivada» (Lawrence Liang); es decir, que nuestra noción de creatividad está sujeta a una serie de convenciones que habría cuestionar, que hay que reconstituir nuestra noción sobre el origen de las ideas y que debemos exigir una reformulación de las actuales leyes del copyright así como de los modelos de negocio de las grandes industrias culturales; y por otro lado, defender la idea de la cultura como un palimpsesto infinito, del arte como un juego entre todos los seres de todas las épocas y de la remezcla como un sistema operativo transversal que afecta a los procesos educativos y comunicativos»

The Tarantino Mixtape from Eclectic Method on Vimeo.

Cómo acabar de una vez por todas con la cultura (remix)

Fuente de la imagen: http://www.mindjumpers.com/blog/ Vista en: urbanohumano.org

Cuando Woody Allen publicó su libro-dinamita Cómo acabar de una vez por todas con la cultura, allá por 1974, ya tenía una sospecha: la cultura es todo aquello que pasa mientras unos intentan definirla y los críticos la evalúan. Justo antes de morir, allá por 1985, el escritor Italo Calvino entrevió que la literatura estaba amenazada de muerte. Sus Seis propuestas para el próximo milenio (5+1 conferencias que dio en la Universidad de Harvard) anticipaban algunas realidades de nuestros tiempos. La primera propuesta, la levedad, parecía intuir el vértigo de Internet, de las redes, del planeta hipervínculo: «La escritura es en el libro lo que el byte en la pantalla: no pesa, fluye sin dificultad y constantemente se transforma». Calvino vio claramente la agonía de la cultura, el desgaste de las definiciones forjadas a los largo de milenios.

Muchos años después, frente al pelotón de fusilamiento, algunos siguen confiando en las definiciones seculares de la cultura. La cultura como «cultivo del espíritu» (Ilustración), como una «función social» (funcionalismo), «como un reflejo de las relaciones sociales de producción» (Karl Marx), como un conjunto de símbolos compartidos (Claude Lévi-Straus), como una suma de costumbres colectivas (folclore), como sinónimo de civilización (Edward Tylor), como un derecho humano (ONU), por citar algunas. Definiciones top down (verticales e impuestas), definitivas, excluyentes. Y peor que todo ello: la denominada industria cultural sigue anclada en su monovisión de la cultura como sinónimo de mercado. La cultura como un producto. La cultura como algo cuantificable. La cultura como consumo. La cultura como producto elaborado de una elitista clase creativa. La cultura como entretenimiento de las masas. Y peor todavía: una buena parte de la industria cultural y de los Gobiernos del mundo actúa como si Internet no existiese. Como si nunca hubiera existido. Como si la única manera de producir, distribuir, gestionar y consumir cultura fuese aquella que nació en el siglo XX: mitificados autores individuales, productos físicos (plástico, papel…), transacciones monetarias…

Hace poco, publiqué un libro, #24H, con formato híbrido, licencia copyleft y una sala de remezclas para que los lectores lo despedazacen. Quien mejor lo ha entendido no son los críticos literarios, sino una revista de vídeo juegos. Me dio bastante que pensar. La industria no ha entendido (casi) nada de mi propuesta. Las redes, sectores transversales de la cultura clásica, sí. ¿Los vídeo juegos son cultura? ¿#24H es literatura, arte multimedia, documentación-ficción? ¿Vivimos en la era poscultural? ¿Acabamos de una vez con la cultura (con su definición clásica)?

Tengo más preguntas que respuestas. Aun así, he decidido compartir en este blog algunos pensamientos. A continuación no intentaré definir lo que es la cultura en el nuevo milenio. Mientras intento definirla, la cultura seguro que se convierte en otra cosa.Me limitaré a comentar algunas prácticas y dinámicas que han nacido con la red. Prototipos e inercias que están modificando radicalmente la cultura. Me limitaré a trazar algunos caminos o perspectivas que ya están en el epicentro de la producción y consumo cultural. He escrito la entrada en presente, y no en futuro (cuestión de optimismo). He dejado fuera un asunto caliente: financiación. Y no me preguntéis por qué han salido 13 puntos (podrían ser muchos más). La mayoría de ellos están relacionados entre sí. Y son remezclables-mejorables.

1.  De la cultura digital a la cultura de red. El término cultura digital, usado insistentemente para definir la creación cultural que tiene que ver con Internet o medios digitales, queda algo obsoleto. La palabra cibercultura, utilizada para definir la cultura que crece y habita en el ciberespacio virtual, también. Con Internet móvil y la computación ubicua, la barrera del off y on se diluye. El cibridismo que propone Martha Gabriel – off+on, siempre conectados en todas partes – trastoca para siempre la frontera de lo analógico y lo digital. Las nuevas dinámicas de las redes – Peer-to-peer, colaboración, prosumidores, remezcla, co-creación… – substituyen a la misma definición de cultura. Por eso, la cultura de red es más amplia que la definición de cultura digital e incluso que la propia cultura. Hacer ecología en red, feminismo de red, ciudad en red, política en red, por ejemplo, son nuevas caras de la cultura de red. Substituyen a la definición. Son cultura.

2. El fin de los objetos acabados. La cultura deja de ser un producto acabado (un cuadro, un libro, una canción). La cultura abandona su estado alfa (definitivo) y se balancea en un permanente estado beta, utilizado en las comunidades de programadores de software libre pasa definir algo inacabado. El reuso de la obra no es sólo inevitable, sino deseable. Los prototipos se convierten en modelos.

 

La Global Revolution remezcla visualmente una canción de Instituto Mexicano del Sonido

3. La remezcla como esencia. Las licencias abiertas (Creative Commons, copyleft…), el auge del procomún y la popularización de las herramientas tecnológicas de bajo coste incentivan la remezcla. Las obras se desmiembran en collages, en nuevas mutaciones. El fork – un desvío en un trabajo colectivo en jerga hacker – pasa a ser una virtud. Las obras se quiebran para componer puzzles de piezas inconexas, unidas por nuevos hilos. Ninguna lógica – ni la de los críticos ni la del mercados – consigue imponer el nuevo pegamento de las remezclas.

4. La cultura como proceso colectivo. El ‘proceso’ sustituye cualquier objetivo de la cultura. El proceso de creación-elaboración de una obra cultural, en la mayoría de los casos, es algo compartido. La película El cosmonauta (que lleva años en un proceso de co-financiación y co-creación), el documental de Stéphane Grueso 15M.cc sobre el movimiento 15M (cuelga las entrevistas íntegras en Internet, diáloga con usuarios) o la gestión de la biblioteca colaborativa Bookcamping.cc son prueba de ello. En muchas ocasiones, algunas personas acompañan el proceso colectivo y no ven el resultado final. En otras, conocen apenas las remezclas y vidas posteriores de la obra. La obra es un continuum de contornos flexibles. La cultura pasa a ser un diálogo, una conversación. Cada autor elege que parte de su obra es un proceso colectivo y qué parte, una inspiración-rincón individual. El Do It Your Self (DIY) se convierte en el Do It With Others (DIWO).

5. La autoría como algo diluído. Cualquier faceta en el arte, como afirma Joan Fontcuberta en su Manifiesto posfotográfico, «es camaleónicamente autoral». El autor es un eslabón más en una imprevisible cadena de curadores, usuarios, gestores, comentaristas y remezcladores. El autor es una parte de una identidad colectiva mayor. Paradoja: su identidad individual puede estar compuestas de retazos de diferentes identidades colectivas.

6. El fin de los objetos físicos. La música no es más sinónimo de CD. La literatura no es sinónimo de libro de papel. El cine no es sinónimo de pantalla grande. El cloud computing (computación en la nube) y el streaming dinamitan los objetos físicos. La cultura pasa de la estantería a la nube. Nuestros hijos nunca entenderán la conexión entre estos dos objetos.

7. La era del upload.  Cada minuto se suben 24 horas de contenido a You Tube. Los usuarios, ahora, son prosumidores. Consumidores activos, productores de contenido, polinizadores de contenido. La cultura deja de ser algo unidireccional. Pero la descarga (download) de un contenido no es tan revolucionario. La explosión de la red reside en el upload: en la posibilidad de que cualquier persona pueda subir contenidos a Internet. Contenidos distribuidos, compartidos, remezclados, conectados entre sí a través de redes y etiquetas. Contenido, por cierto, que ya ni tiene que descargarse.

 Creaciones nacidas alrededor del fenómeno ‘meme’ Ecce Homo.

8. Memecultura. El concepto de meme de Richard Dawkins – «una idea, comportamiento o estilo que se expande de una persona a otra dentro de una cultura» –  muta en la era de la red. El meme adopta ropajes de virus contagioso. Además, suele surgir en procesos bottom-up (de abajo arriba) imprevisibles. A diferencia de la cultura de masas que presidió el siglo XX, vertical y dirigida por los grandes agentes económicos, la memecultura se rige por las lógicas distribuidas y horizontales de las multitudes conectadas. La expansión de la imagen del Ecce Homo, la viralidad de su construcción social, son una prueba viva de la memecultura.

9. Hibridación formal, transversalidad, mestizaje. Historicamente, las diferentes artes vivían en compartimentos separados. La literatura dialogaba tímidamente con el cine o la música. La pintura, con la escultura. Pero en la era de la red, la taxonomía rígida (clasificación temática) da paso a la folksonomía (clasificación a través de etiquetas sociales). Los compartimentos de las artes se mezclan.  Sus muros, sus fronteras, se desmoronan. La cultura aterriza en la multidisciplinaridad, en lo interdisciplinar, en lo transversal, en lo polifónico. Las obras-procesos, además, pueden estar construidas de formatos diferentes (imagen+texto+audio+vídeo+… ). La narración híbrida de géneros, formatos, lenguajes, cotiza al alza. Lo multimedia – más de dos medios – es el estado natural de la cultura.

10. Cultura ubicua, orgánica, e-emotiva. La expansión de Internet móvil (celulares 3G, Wi-Fi…), el cloud computing (nuestros datos y archivos en la nube) y la realidad aumentada cuestionan los espacios clásicos de la cultura: museos, teatros, cines, salas de concierto… La cultura es, siempre que se quiera, un post it para colocar en cualquier lugar. Exposiciones post it, conciertos post it. La cultura es un nuevo paisaje orgánico y ubicuo de los territorios. Además, gracias a la nanotecnología y a una nueva ciborg (tecnología relacionándose en nuestros cuerpos) la cultura camina hacia la e-emotividad. Cada día habrá más aplicaciones culturales adaptadas a nuestra sensibilidad, como la aplicación songza (selecciona canciones acordes con nuestro estado de ánimo).

11. Glocalidad en tiempo real. Las herramientas de streaming y la comunicación en tiempo real a través de algunas redes sociales difuminan el espacio físico. La cultura se ve inmersa en la nueva era de lo glocal (local+global). Los territorios y sus habitantes se conectan al margen de su proximidad física en un nuevo espacio de flujos (teoría de Manuel Castells). El planeta funciona con la lógica de una red distribuida peer-to-peer en la que cada nodo puede comunicarse en tiempo real con cualquier nodo. Los eventos culturales, transmitidos en tiempo real, dialogan con personas, colectivos, objetos y eventos de cualquier lugar del planeta.

Imagen: montaje de Doménico di Siena en su blog UrbanoHumano.org, licencia Creative Commons

12. UpCycling, el residuo hecho arte. El UpCycling es un término que convierte un residuo en un nuevo material usable bajo las lógicas de las sostenibilidad. Lo que es residuo para la cultura oficial o la industria puede transformarse en una nueva obra de arte. El caso del Ecce Homo – una restauración considerada de mala calidad – es un versión colectiva de los objet trouvé de Marcel Duchamp. El residuo se transforma en un icono, se remezcla, adopta valor. Transformar una plaza de parking en un espacio temporal, habitable y de convivencia, como hace ParkingDay, también es UpCycling. Es cultura.

13. La cultura fragmentada, no lineal. La temporalidad clásica de Occidente, el tiempo lineal del Cristianismo y la Ilustración, pierde fuerza. Con el link y las líneas de tiempo de redes como Twitter – donde puede aparecer siempre algo del pasado- , el presente es un tiempo de flujos circulares. «El pasado es siempre presente – como escriben en el proyecto 10Opencult.cc – la cultura del link ya teje una red de conocimiento que desborda la linealidad y crea un eterno presente. Un fondo que permite un sinfín de recombinaciones y reutilizaciones”.

Una idea: no estaría de más tuitear esta entrada con copia a José Ignacio Wett (@Jiwert), ministro de Educación, Cultura y Deporte (sobre todo de Deporte) de España, uno de los cargos públicos del mundo que peor ha entendido los nuevos paradigmas de la cultura. Etiqueta sugerida: #WertNoDoyUna

Hacer feliz a mi sobrina me convierte en un pirata

Una contradicción presidirá esta entrada: hacer feliz a nuestro prójimo puede estar tipificado como piratería por la industria cultural y algunos Gobiernos (la mayoría de los europeos y Estados Unidos). Una sospecha: regalando música a mi sobrina me he convertido en un pirata cultural. Mi estrategia: compartiendo con los lectores este proceso pretendo que reflexionemos en alto sobre el absurdo de las leyes que afirman que luchan contra la piratería.

Aquí los hechos: desde que nació mi sobrina Vera le preparo un recopilatorio musical que representa la variedad y diversidad cultural del mundo. El día de su nacimiento – hace ya dos años – preparé el recopilatorio Vera año 0: un cd con una portada hecha por mí con canciones de Beirut, Rodrigo Leão, Telepopmusik, Richard Bona, Lenine y Boards of Canada, entre muchos otros. El rito se repitió el año pasado, con un pequeño detalle: Vera año 1 también se convirtió en un Cd, pero compartí con mi hermano y cuñada una carpeta con los archivos en formato MP3 gracias al servicio Dropbox. Ya tenía claro que el formato físico – cd, plástico envoltorio – pasará a la historia. No tenía sentido regalar apenas en formato Cd ese Vera año 1 regado de Henry Mancini, Jun Miyake, Ekova, Finley Quaye y Natacha Atlas, entre otros…  Cuando mi sobrina escuche de aquí a unas décadas su serial de recopilatorios anuales – cuando los baile imaginando el mundo – no existirá el formato CD. El plástico – eso espero – no será asociado ya al formato de distribución que comandó el final del siglo XX: el plástico.

Pero entre Vera Año 1 y Vera año 2 el mundo ha vivido un maratón represor. Megaupload, un servicio de entrega de archivos y almacenamiento en la nube muy parecido al tan elogiado DROPBOX, fue cerrado con la excusa de la piratería. El Gobierno de Estados Unidos ha estado intentando imponer la famosa SOPA (Stop Online Piracy Act) al resto del mundo. La tenebrosa Ley Sinde Wert que criminaliza hasta las webs con enlaces a contenidos protegidos por derechos de autor ha sido aprobada en España. Entonces, la gran duda. ¿Tener un enlace en mi cuenta de DROPBOX con 26 canciones protegidas por los derechos de autor es un crimen? Aunque la ley defienda el derecho a una copia privada, sigo teniendo dudas. ¿Realizar una copia privada y dejarla online es un crimen? No hay ánimo de lucro en mi enlace, pero tampoco lo hay en los servicios de intercambio de archivos P2P como Soulseek que tanto persiguen. Y más: algunas de las canciones incluídas en Vera año 2 las compré con mi dinero, otras las recibí de mano de discográficas por ser periodista y una gran mayoría las conseguí en Soulseek gracias al P2P. ¿Soy un pirata?

He decidido compartir con todos los lectores esta Recopilatorio de la Felicidad de Mi Sobrina. Apenas tenéis que bajar el contenido de Vera año 2 en el siguiente enlace. Ahora sí que soy, mucho me temo, un peligrosísimo pirata para algunos.  Richard Stallman, fundador del movimiento del software libre, se preguntaba por qué era considerado un pirata alguien que ayuda a su vecino prestándole software. Yo me pregunto por qué con la ley en la mano yo podría ser considerado un pirata por hacer feliz a mi sobrina.

Mi web: bernardogutierrez.es Fundador de la red futuramedia.net En Twitter soy @bernardosampa

 

 

 

Kutiman, el remezclador de You Tube

 

Vídeo 1. «Lo que estás a punto de ver es una serie de vídeosclips de You Tube sin relación alguna entre sí, editados juntos para crear ThruYou (a través de ti). En otras palabras: lo que ves es lo que escuchas». Mira los créditos de cada vídeo, tal vez aparezcas». Así arrancaba el celebrado proyecto Thru You: Kutiman mixes You Tube, del músico, animador, compositor y productor israelí Kutiman. 2009 fue su año. La revista Time le incluyó entre los 50 creadores del año. Su fórmula: mezclar. (Re) hacer. (Re) componer. Sin permisos. Sin miedos. Sin pensar si está usando copyright de alguien. Pero Kutiman es honesto, como casi todo el mundo que comparte en red y (Re) crea. Cita sus fuentes, el link exacto de todos los vídeos que usa en cada canción, en sus créditos.

 

Vídeo 2. Kutiman mixes craftsman. El chaval sigue su fórmula: (Re) mezcla de vídeos sin relación alguna entre sí. Copy. Paste. Corta. Pega. (Re) crea. Remezcla el significado. Crea uno nuevo. (Re) Apropiación de imaginarios.

 

Vídeo 3. This is real democracy. Y el chico cool, el Dj de moda del amiguete Israel, de repente, se mosquea con los dueños del mundo. Y lanza en septiembre de 2011, el año de las Revoluciones 2.0, un vídeo inquietante, duro, inspirador. La plaza Tahrir de El Cairo, revueltas, Mubarak, violencia, Netanyahu, Cameron, piedras, mangueras, Sarkozy. Y un detallito, amigos, en el segundo 46. Lula defendiendo a Julian Assange en 2010: «al chico le detienen y no veo manifestaciones en contra de la libertad de expresión». Pero luego llegó el coqueteo de Assange con Brasil (una portada de TRIP pidiendo el asilo de forma sutil). Y llegó el silencio brasileño, el país que podía haber ahorrado el estrafalario proceso persecutorio al fundador de Wikileaks. Is this real democracy?  Cómo seguimos remezclando el hit?

(Esta entrada no la habría escrito si Mono, Dj sin fronteras y fundador del incipiente Parlamento Nómada, no hubiera pasado por mi casa. Sin nuestros intercambio P2P de música-ideas no existiría esta entrada).  

 

Baila en tu plaza, pásalo

Una frase clásica: «Si no puedo bailar, tu revolución no me interesa» (Emma Goldman). Una idea: salgamos en masa a las plazas, bailemos juntos. Un sueño: los ayuntamientos colocan un suelo especial que convierte el movimiento de las multitudes inteligentes (y bailongas) en energía. Cada paso, es una zancada de sostenibilidad. Cada danza coral, un baño de energía limpia.

Ahora, para llegar al párrafo-sueño, coloquemos algunos peldaños de esta escalera bailable. La tecnología para convertir pasos de persona en energía ya existe. La empresa Pavegen se ha especializado en ello. Y alguna marca ya ha sacado tajo de tan inspiradora idea. Johnny Walker convirtió gracias a su Keep on walking project  42.000 pasos colectivos en energía eléctrica. Y una excelente noticia para nuestra escalera al cielo bailable: ya existe una discoteca que transforma en energía los movimientos de sus clientes en la pista. La organización londinense Club4Climate  abrió un club en King´s Cross que convierte el baile en energía limpia. Y ya piensa abrir sucursales en Nueva York, Ciudad del Cabo y Rio de Janeiro.

La calle es nuestra. ¿O apenas pertenece a marcas de whysky que incentivan el pelotazo fácil? ¿Y si Rumba rave, el ya mítico flash mob que puso a bailar flamenco a varias activistas en un banco, se traslada a las plazas y encima produce energía limpia? ¿Y si el super concurrido y curioso Experimento MP3 que abre con un vídeo esta entrada generase electricidad?  Sigamos subiendo esta escalera-sueño. Es sólida, creéme: los visionarios de Pavegen, que están experimentando su tecnología en East London, no están solos. El estudio madrileño Ecosistema Urbano ha desarrollado un proyecto que convierte la energía el movimiento de un carrusel de feria. El Dordrecht Energy Carousel, llevado a cabo en Holanda, enreda con sutileza ludismo, espacio público y ecología. No te cortes: juega, comparte. Crea energía. Baila con otra persona.

Tras el espectacular éxito de Acampada Sol, que consiguió el premio especial del público en los Premios Europeos Espacio Urbano 2012, la mutación de las plazas ocupadas bien podría ser un baile. Si los gobiernos fuesen innovadores (y ahorradores) invertirían en el pavimento bailable-capta-energía. Incentivarían el mambo del procomún en cada plaza. El chachachá del copyleft en cada esquina. El tango del P2P. Las bulerías de la sostenibilidad. Sin embargo, creo que de momento, los Gobiernos están dejando de lado los bailes agarrados del colectivo. Prefieren el death metal de los mercados o el techno machacón y alucinado  de los recortes.

Imagen del proyecto Dordrecht Energy Carousel de Ecosistema Urbano. 

 

 

La infinita velocidad de la red


«Es necesario repensar la riqueza como goce del tiempo y no como pulsión adquisitiva. No se trata de predicar otra idea de riqueza, sino de crear un movimiento de ricos, es decir, de personas libres que no posean nada, que tengan necesidades de poquísimo y de disfrutar del propio tiempo como propiedad inalienable. Un movimiento del ocio y del sabotaje, un movimiento de la substracción y de la lentitud, multiplicado por la infinita velocidad de la red»

El texto es un extracto del libro Generación Post Alfa (bájatelo gratis y legalmente aquí gracias a Tinta Limón Ediciones), del (gran) pensador italiano Franco Berardi BIFO. El vídeo es una de las acciones del movimiento ciclista Nuvem de Río de Janeiro. Piden fondos con crowd funding e invaden el espacio público con espíritu de sound system (bicis+música+Djs). La conexión (Bifo+Nuvem) se me ocurrió tras una charla con el (gran) Adriano de Angelis (@deangelis) en la casa Fora do Eixo de Minas Gerais (Brasil), durante la Invasión Hacker de la Casa de Cultura Digital y Fora do Eixo. El texto lo escribo en algún lugar entre Belo Horizonte y São Paulo, dentro del autobús hacker (ônibus hacker).

El vídrio refleja la pantalla de mi netbook. Los párrafos reflejados se incorporan a este espacio de flujos, fragmentado, no lineal. El verde-tras-el-cristal engulle «la infinita velocidad de la red».

Mi web: bernardogutierrez.es Dirijo la consultora futuramedia.net En Twitter soy @bernardosampa

Que la cultura fluya como el agua

«Son muy pocos los que dejan de ir a un restaurante (caro) porque pueden cenar en casa, o los que dejan de comprar agua embotellada porque tienen la del grifo, o los que no van a un concierto porque la música de la radio es gratis, o los que no van al cine porque las películas «las ponen» en la TV. Si permitimos que las obras fluyan libremente (como el agua por las cañerías), no bajaría la demanda de ellas (ya sean música, películas o libros).

Ejemplos por suerte ya hay muchos que corroboran esto: los maravillosos libros de Cory Doctorow se pueden descargar de su página web de modo gratuito, y aun así vende más de cinco ediciones de cada uno, viviendo tranquilamente de ello; lo mismo se puede decir de los libros de Lawrence Lessig; Wilco ha vendido más discos desde que su música se puede descargar gratis de internet, que cuando estaba con una discográfica y ésta lo prohibía; la BBC consiguió records de audiencia (e ingresos) cuando capítulos de una de sus series de ciencia ficción fueron compartidos en las redes P2P antes de sus estreno en EEUU (Battlestar Galactica en SciFi Channel); el último disco de 50 Cent apareció en las redes P2P días antes que en las tiendas, y cuando salió a la venta batió records con 9 millones de copias vendidas. Ellos lo tienen claro: El P2P es parte del marketing…»

Este es un fragmento del libro Creación e Inteligencia Colectiva, del colectivo ZEMOS98, escrito por Jorge Cortell, especialista en propiedad intelectual. El libro tiene no usa copyright y sí licencia Creative Commons. Me he limitado añadir algunos vínculos y dos matices. La imagen la he obtenido de Flickr, buscando Agua+cultura libre con licencias Creative Commons, del álbum de Lucy Nieto. Este post tiene un objetivo principal: demostrar que la vida de las obras no acaban cuando el autor las termina. Continúan en los lectores. Mejor todavía: mejoran tras el uso colectivo. Los remixes del libro El Sur: instrucciones de uso de Silvia Nanclares son una bella prueba. Me pillaste: abriste el link correspondiente a la palabra «caro» de la frase «muy pocos los que dejan de ir a un restaurante (caro) porque pueden cenar en casa». Y viste que te lleva a la detención de ‘Teddy Bautista y los cuarenta ladrones’ en la operación SGAE.  Creo que Jorge Cortell estará de acuerdo conmigo: Teddy Mangante se pulía el dinero de los músicos en restaurantes caros, entre otras cosas. El texto inicial de Jorge, ya es otra cosa. Puede seguir creciendo después de ti. 

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El macarrismo ilustrado de Mr.Wert

«La ministra de cultura española, Ángeles González-Sinde, se ha sacado de la chistera de la improvisación una ley contra las descargas ilegales en Internet que permitirá cerrar webs en apenas cuatro días. Incluso webs que tengan un vínculo con presuntos archivos ilegales. Webs que, siendo puristas, podrían ser Google o Youtube. Un precinto express que hará un poquito más farragosa la burocracia de la Audiencia Nacional, esa institución que se ocupa de asuntos tan nimios como el terrorismo, el narcotráfico o la falsificación de moneda». Así comenzaba una entrada en mi blog personal, Desde Alfa Centauro, publicada el día 9 de enero de 2010, titulada El imperio (del plástico) contraataca.

Han pasado dos años. El mundo ha dado vueltas sobre su propio eje /crisis. La cultura está más viva y libre que nunca, mientras la industria del entretenimiento agoniza.  Pero el nuevo ministro de cultura de España, José Ignacio Wert, ha aprobado la demostada Ley Sinde, ahora Ley Sinde Wert. Han pasado dos años. Teddy Bautista y el combo arribista de la SGAE fueron detenidos acusados de desviar fondos y robar de los autores. Pero el señor Wert ha aprobado sin debatir ni un minuto una ley pensada para la prehistoria del mundo digital (el vídeo inicial pide este debate). España sigue siendo referencia en cultura libre, de la creatividad con licencias abiertas (Creative Commons, copyleft), pero Wert ignora el potencial de esta industria. El mundo de la cultura empieza abandonar el mundo de la descarga directa. Renace el P2P (peer-to-peer, intercambio de archivos entre usuarios) tras el cierre de Megaupload. Se mantiene el intercabio de arhivos .torrent (intercambio de un archivo distribuido entre muchos usuarios). Y más importante: la estrategia del streaming (escuchar online, leer online, sin descargar), cotiza al alza.

Spotify, una radio gratuita y personalizada que paga a los autores, ilumina nuevos caminos. Pero Wert utiliza argumentos / manipulaciones del pleistoceno: compartir cultura=piratería. Florecen bibliotecas virtuales de libros libres, como Bookcamping.cc, pero Wert prefiere apostar por la industria de la celulosa. Los músicos usan masivamente el servicio Soundcloud y colocan su música en la nube. Pero a Wert le pone la industria del plástico (Cds)+distribuición altamente contaminante (camiones, aviones, barcos, gasolina). La creación colectiva (Fundación Robo, 15m.cc) es tendencia. Pero Wert cree en la genialidad de la clase creativa y en las musas inspiradoras. Wikileaks desveló las presiones de Estados Unidos para que España, esa provincia de Hollywood, aprobase la Ley Sinde. Pero Bienvenido Mr.Wert (un remake cutre del genial Luis García Berlanga), afirmó que España «tiene personalidad aprobando» dicha ley. El Congreso estadounidense paralizó el proyecto de ley SOPA ante la presión internauta. Pero Wert, erre que erre, sigue obnubilado en su medievo digital.

No me extraña que el Tribunal Supremo haya aceptado la denuncia de la Asociación de Internautas contra la Ley Sinde Wert, que ningunea el papel de los jueces. No me sorprende que el Tribunal Supremo haya aceptado a trámite el recurso de la Red de Empresas de Internet (REI) y la Asociación Española de la Economía Digital contra una ley que frenará el crecimiento económico de España. No me extraña que el siempre agudo colectivo Hacktivistas haya lanzado la Operación Wert. Desde el site Wertenlaces están incentivando que cualquier site se convierta en ilegal copiando este código. Basta enlazar una canción del músico Eme Navarro  – miembro de la SGAE – que voluntariamente ha querido poner en entredicho al Ley Sinde Wert. De hecho, Hacktivistas ha promovido la estrategia de la autoinculpación. Ellos mismos han denunciado a casi  300 sites desobedientes. La autoinculpación pretende crear un verdadero virus troyano para colapsar la justicia. Para  demostrar que la ley, además de obsoleta y vertical, es inútil.

Estoy convencido que Mr.Wert pasará a la historia como el ministro más impopular de la democracia española. Como un títere efímero. Como el impulsor de un macarrismo ilustrado que remezcla aquel controvertido despotismo ilustrado. Wert ha hackeado aquel  «todo para el pueblo pero sin el pueblo» y lo ha convertido en un «todo para la industria pero sin el pueblo». Y lo que es peor: lo ha hackeado con cierta chulería, ignorancia digital, prepotencia y ceguera empresarial. Por todo ello, la #OpWert contra el macarrismo ilustrado del pacato thriller ‘Bienvenido Mr. Wert’ es más necesaria que nunca.

Yo ya me he bajado la canción Nobodys death de Eme Navarro. Soy un pirata. Sólo me duele que sea demasiado buena. Bienenido Mr. Wert se merecía una remezcla chapucera de Paquito el chocolatero interpretada por Ramoncín.

 

 

 
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