De la nueva sociedad 3.0 organizada horizontalmente en red que ha enterrado la edad contemporánea. ¡Bienvenidos a la edad digital!

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Cultura de red

 

Imagen: Urbansocialdesign.org

Olvídate de la tecnología. Imagina que Internet no existe. Ahora intenta pensar qué es una red. Una parrafito del libro El origen de las especies de  Charles Darwin puede ayudarte: «Pájaros cantando en los arbustos, con varios insectos alrededor, con gusanos arrastrándose a través de la húmeda tierra, formando un banco enredado que  depende de cada elemento de tantas maneras complejas». Ya tenemos la imagen que necesitamos: varios elementos relacionados, una red.

Podríamos buscar muchas otras. Unos predicadores cristianos distribuidos por el Imperio Romano, creando una religión. Abejas conformando un enjambre. Un ayllu de Bolivia – una comunidad familiar – que vive con propiedad colectiva. En ninguno de los casos las herramientas tecnológicas son una condición necesaria para la existencia de la red. La red es un conjunto de conexiones. La red es un arquetipo que excede a la suma de sus partes.

Siempre hubo redes. Lo interesante es que la era digital, el acceso a Internet y algunas nuevas herramientas están fomentando a un ritmo acelerado las redes distribuidas, capilares y horizontales. Las redes centralizadas (Estado vertical) o descentralizadas (Iglesia católica) están perdiendo su hegemonía. Las redes dinámicas – tan habituales en la naturaleza – empiezan a sostener las construcciones humanas (físicas, sociales, culturales, políticas). Por eso, es más necesario que nunca hablar de la cultura, de los procesos y comportamientos que están surgiendo de esta nueva era: de la cultura de red.

¿Qué es la cultura de red? De momento, una definición abierta, inconclusa. Un concepto en estado beta. Una cultura que emana de  procesos de red. Una cultura que desborda la definición de cultura. Y que también va más allá de la denominada cultura libre (basada en el copyleft y el código abierto) y la cultura digital surgida en el ciberespacio. Una cultura que es un proceso compartido que modifica la relación entre personas, instituciones, marcas y colectivos. Curiosamente, estos procesos colectivos de red ya existían en sociedades precapitalistas. La cultura hacker y la cultura indígena de los Andes, por ejemplo, comparten un ADN colaborativo similar.

Precisamente estoy en Cochabamba, en Bolivia, en  Entretejer Bolivia-Cultura de Red, un encuentro que busca la similitud de las redes analógicas de las culturas indígenas y las redes de la era digital. Un encuentro que es un proceso mayor, que desemboca en la nueva la plataforma Cultura de Red. Un espacio de diálogo, interacción y co-creación de colectivos y personas muy diferentes. Buscaremos nexos entre los procesos colectivos y colaborativos ancestrales como el Ayni y la ética hacker. Remezclaremos las dinámicas de la cultura libre con el procomún indígena. Cocinaremos una definición inacabada de cultura de red que le puede servir a todo el mundo.

Para llegar a la cultura de red, comparto unas  pildoritas alrededor de las redes, totalmente remezclables.

 

Imagen: colectivo Manuela Lucas

#Proceso

«Una red distribuida, descentralizada es más un proceso que una cosa». Kevin Kelly, en su mítico Fuera de control (1995), estudiando los enjambres de abejas o los hongos probó que el mundo está regido por sistemas complejos. La deducción no sirve para explicar las redes compuestas de muchos elementos. La ciencia clásica no conseguía entender el trabajo en red de las hormigas, por ejemplo. La inducción, sin embargo, estudiar los procesos bottom up (de abajo arriba) de los elementos de una red, sí consigue entender los sistemas. Por lo menos una parte. Bajo la complejidad existen algunas reglas simples de funcionamiento: colaboración, mímesis, apoyo mutuo, inteligencia colectiva. Por otro lado, las herramientas que facilitan la comunicación en tiempo real (streamings, pads, wikis….) y permiten compartir información han acelerado la era de los procesos. Las redes son procesos compartidos. Hasta los objetos físicos (cualquier manifestación cultural) difuminan su contorno: son un proceso previo de información, código y diálogo compartido; son una conversación posterior.

#Glocalismo

La conexión de nodos rebasa las fronteras físicas. Las redes son la espina dorsal de un nuevo espacio de flujos donde convive lo local, lo regional y lo global. El glocalismo (global+local) es el nuevo territorio emergente de acción, creación y convivencia. Un detalle interesante: cada vez es más presente la influencia global desde lo local. Un fenómeno que ocurre en un rincón del planeta puede desencadenar reacciones en lugares muy distante en breves espacios de tiempo.

#Wikipedismo

Estamos ante un choque de trenes de la historia: el de  la visión enciclopedista heredera de la Ilustración (todo se puede explicar, todo se puede categorizar) y la visión wikipedista de una cultura de la cooperación, la colaboración y la no jerarquía.  El viejo mundo delegaba en una élite intelectual, científica y creativa la explicación del mundo. El nuevo – más interconectado y horizontal – se apoya en la sabiduría del enjambre, en los amateurs. El conocimiento adquirido informalmente tiene el mismo valor-utilidad que los títulos académicos. Todos podemos aprender, todos podemos enseñar algo. La cultura de red aprovecha lo mejor de cada persona, de cada nodo: favorece el intercambio. La escuela expandida dinamita los muros del conocimiento.

#2+2=Manzanas #InteligenciaColectiva

Las redes complejas no son estáticas. No tienen límite, contorno, final. En los sistemas complejos, en el mundo de las redes, 2+2 no siempre es igual a cinco. El ‘más’ es siempre otra cosa. 2+2 puede ser igual a manzanas, según Kelly. Sumando nodos, conseguimos influencias transversales, laterales. Y el enjambre – la suma de esos nodos dinámicos y distribuidos – se comporta como un nuevo organismo. Este enjambre, esta red, demuestra una nueva inteligencia colectiva inexplicable desde las lógicas de la ciencia clásica. Trabajar en red, conectarse con otros nodos de la red, refuerza la inteligencia colectiva, la eficiencia del conjunto. Reforzar la autonomía de los nodos, revierte en el buen funcionamiento de la red. Una red peer-to-peer (P2P) de nodos interconectados es casi indestructible. Como diría Kelly, «las abejas distribuyen poder, haz lo mismo».

#CódigoAbierto #Transparencia

El código abierto no es más que el compartir la información de un proceso. Y compartirlo desde el inicio e incluso en tiempo real. Las comunidades de programadores de software libre trabajan así. Y llevan contagiando durante las últimas décadas a toda la sociedad. Para construir redes sostenibles y distribuidas el código tiene que ser abierto, libre, transparente. El código abierto incentiva la colaboración, el diálogo, el trabajo en equipo, el buen funcionamiento de la red, los prototipos colectivos. La cultura de red – para no ser vertical ni jerárquica – tiene que apostar por procesos de código abierto.

Quien no comparta el código dentro del sector cultural verá su acción reducida a la compra-venta de objetos. El código cerrado es la base de la industria de distribución de espectáculos (exposiciones, museos, conciertos…) o de venta de productos. La industria no ha demostrado interés en el valor colectivo, en los reusos de las obras. El código abierto, según Josianito Llorente, favorece la ética hacker, la creación de prototipos. Integra lo hard (lo físico) con lo soft (los procesos).

#Remezcla #CopyLove

La cultura de red propicia la creación colectiva. La autoría individual como predominio creativo de las obras fue un paréntesis en la historia de la humanidad. En la antigüedad, las historias se transmitían por vía oral, en las ágoras, en los zócalos, en las plazas. Algunos de los grandes libros de la humanidad (Popol Vuh, Ramayana…) son narraciones colectivas. Las nuevas herramientas facilitan la creación colectiva y, además, no eliminan la creación individual. El código abierto incentiva el reuso y remezcla de las obras. Copiar no es sinónimo de piratería, como pretende la industria. La copia es una muestra de admiración, de interés, de afecto. El copyleft pasa a ser copylove. Los nodos de la cultura de red son personas. Los vínculos están hechos de afecto.

#Diversidad #Procomún

La red es la forma-formato que mejor garantiza la diversidad. Ni la pirámide ni la cadena ni el círculo incentivan la diversidad como la red. Cuanto mayor diversidad de nodos existan mayor probabilidad de supervivencia existe para una red. Cuantas más conexiones entre nodos diferentes más robusta será la red. Por eso el concepto de la cultura de red es más agregador que el de cultura (artistas) o cultura digital (relacionada con medios digitales). Los transversal, lo diagonal, prima en la cultura de red. Y la diversidad de los nodos propicia que el procomún, y no los intereses individuales, alimente a la red.

 #Redes oblicuas 

Las redes casi nunca son verticales o distribuidas de una forma categórica. El investigador Albert Barabási, autor del muy recomendable libro Linked y uno de los mayores expertos en redes del planeta, ha descubierto interesantísimas asimetrías. Todas las redes, además de nodos y enlaces, tienen agrupamientos de nodos (cluster, racimos) y un pequeño número de nodos con un enorme número de enlaces a otros nodos (los hubs, cubos). La cultura de red tienen que lidiar con lo oblicuo. La asimetría, lejos de ser un problema, es una oportunidad.

#Digitalógicos

Lo analógico deja de tener sentido como algo separado de lo virtual. La realidad es híbrida. El cibridismo (off+on) impregna la realidad. La proliferación de medios locativos (móviles, tablets…) y tecnologías como el GPS o el WI-FI genera territorios híbridos. Las dinámicas virtuales se instalan en lo físico. Los procesos analógicos inspiran a las redes virtuales. Como afirma el activista Jeferson Assumpção, no somos ni analógicos ni digitales, ¡somos digitalógicos!

 

(Re) habitando el vacío, enREDando el espacio

Una frase al aire: No necesitamos dinero, no necesitamos nuevos edificios. Sólo necesitamos espacios vacíos y tiempo para pensar, meditar y crear. Una etiqueta: #UnOccupyBiennale. Y una idea/plaza común sobre la que meditar: tenemos que rehabitar el vacío con procesos emergentes e interacciones humanas. Un paisaje para colocar de fondo: la 13ª Bienal de Arquitectura de Venecia, que lleva como lema Common ground (un suelo común) y busca una mutación colectiva de la arquitectura en medio de la crisis.

Un poquito de pólvora: existe una cantidad creciente de arquitectos que no quieren construir. Francesco Cingolani es uno de ellos. Confiesa en su blog Immaginoteca.com que ha reducido su horario de trabajo diario a tres horas, porque «quiere dedicar su tiempo a pensar el espacio en lugar de a diseñarlo». En su inspiradora presentación Space Emergenc (e) (y) Francesco explica la importancia de «diseñar espacios en blanco, incompletos, libres, abiertos, para incentivar fenómenos emergentes». Y hace un buen repaso a las prácticas de ciudad emergente & colaborativa que están dinamitando la misión clásica de la arquitectura.

En la presentación de Francesco, el posarquitecto del vacío, están muchos de los temores, miedos, anhelos o dudas de la actual edición de la Bienal de Venecia. Su director, David Chipperfield, asegura que Common Ground insinúa que la arquitectura necesita «centrarse en asuntos como la sociabilidad, la comunicación y los valores compartidos». El edificio, la estructura, interesan menos que el espacio. Y mucho menos que los vínculos humanos y el nuevo sistema de espacios comunes conectados en red. ¿Cómo será el espacio del futuro?, se pregunta Francesco Cingolani en su presentación. Una serie de diapositivas mencionan algunas prácticas como la Acampada Sol del 15M español (premio europeo del Espacio Público), el proyecto de plaza colectiva Dream Hamar de Ecosistema Urbano, redes de diseño con forma de espacio de co-working como La Nave, un rascacielo ocupado por la tropa creativa Macao en Milán, vacíos urbanos autogobernados como El Campo de Cebada en Madrid, lugares de convivencia de viajeros y creativos (Ostebello, Milán) o una habitación a disposición de gente que quiera compartir ideas (Lagunas.in, Madrid). Y entre las diapositivas un #UnOccupyBiennale, como virus/verso suelto de la presentación. No necesitamos edificios: necesitamos tiempo para pensar y crear.

Espacios, no estructuras. Relaciones, no edificios. Reapropiaciones cognitivas de lugares, no planes urbanísticos. Procesos compartidos, no objetos espectáculo. Sentimientos comunitarios, tejidos en red alrededor del vacío. La arquitectura como contenedor de actividades participativas, auto generadas. Como sinónimo de relaciones y comunicación. Interacciones simples, imprevisibles, que confirman sistemas emergentes complejos. ¿Qué tal si conectamos las redes virtuales con un espacio físico, vacío y libre?, se pregunta Francesco Cingolani. ¿Por qué no enviamos a estudiantes de arquitectura en nuestro nombre a la Biennale para que intenten humanizar nuestras obras?, se preguntaron algunos reconocidos estudios españoles. Y allá están ellos, ocupando la Biennale, estudiantes como Eliott Trujillo, arquitectos del vacío, polinizadores de lo humano, incentivando relaciones e intercambios en los espacios compartidos. Mientras, el pabellón oficial de España – innovador, cool, elogiado – no acaba de empaparse del Espíritu Red que está reinventando el país alrededor del movimiento 15M (gran texto de Ethel Baraona).

Occidente tardó mucho en entender el vacío. Aristóteles lo negó. La ciencia premoderna acuñó su horror al vacío: horror vacui.  Y contaminó el arte, la pintura, la filosofía. Occidente se rindió a la materia. Y hasta importó de la India, gracias a los árabes, el número 0 (el vacío matemático). Albert Ribas, en Biografía del vacío, narra la atribulada vida occidental del vacío. Aunque Newton lo demostró, el horro vacui siguió vivo. Nada de blancos, de espacios libres. Centros, construcciones, periferias. Y mientras, Oriente, gracias al Tao te ching, atribuído a Lao Tse, convertía el vacío en su piedra angular: «Con arcilla se fabrican las vasijas; en ellas lo útil es la nada.  Se agujerean puertas y ventanas para hacer la casa, y la nada de ellas es lo más útil para ella.  Así, pues, en lo que tiene ser está el interés. Pero en el no ser está la utilidad».

Pero Einstein dinamitó la materia: despedazó un mundo mecanicista de objetos sólidos, causas, efectos e inercias. Descubrió que a nivel subatómico las partículas no son sólidas. Las partículas son inestables. Son vacío, casi-nada, movimiento. Meras probabilidades de ser. La materia está llena de vacío. Y  las partículas sólo toman un sentido gracias a los vínculos entre ellas. Sólo existen como sistema. En la era de la red, de la no-arquitectura, de las Revoluciones 2.0, la materia es lo de menos. El 15M, la spanishrevolution, explotó en una concatenación de plazas tomadas, de barrios conectados, de afectos en red. Y nos dimos cuenta que Occidente estaba vacío. Ya no importaba el edificio, la construcción centenaria, la infraestructura: sentimos que apenas nos sirven los vínculos creados, los lazos relacionales que configuran un nuevo espacio compartido, híbrido y glocalmente inspirador.

Space matters. El espacio importa, sí. Y el vacío, imaginado colaborativamente, es más que materia. No construyas websites: crea servicios digitales abiertos. No impongas contenidos (Enciclopedia Británica), crea espacios dignos de ser habitados (Wikipedia, Reddit, Askbot.com). No levantes universidades físicas, crea herramientas para que las comunidades virtuales transformen la urbe en la ciudad del aprendizaje. Entiende cada calle como una narración colectiva. Cada barrio como un proceso emergente. No compitas para ser la Bienal con más obras artísticas: deja un pabellón vacío (como ya hizo la Bienal de São Paulo). Desconfía de burocracias verticales: da poder a un équipo adhócrata, flexible, rotativo e interdicdiplinar (como hará la Istambul Design Biennial en octubre). No apuestes por un centro: que el Manifiesto Antropófago de Oswald de Andrade sea tu guía («porque nunca supimos lo que era urbano, suburbano, transfronterizo y continental»).

Entierra el Estado Arquitectura, el Estado Monolítico, el Estado Estático, el Estado Nación. Conviértelo en un Estado Red, en una plataforma abierta, en un suelo común de interacciones, en un cerebro distribuido. Transfórmalo en un espacio en blanco movido por el sistema nervioso de las redes.

Mi web: bernardogutierrez.es Fundador de la red futuramedia.net En Twitter soy @bernardosampa

Fotografía de Francisco Cingolani tomada en «su pueblo». Licencia Creative Commons. 

Haz tu propia ciudad

Haz tu propia co-ciudad. Co-diséñala, co-creala con otras personas, compártela. Debate en comunidad y crea una ciudad a tu medida. Así de refrescante es la propuesta del estudio holandés MVRDV para Almere Oosterworld. El renombrado estudio acaba de lanzar este proyecto que pretende hacer en el territorio lo que algunos llevan haciendo en juegos como el Sim City: construir la ciudad ideal.La gran característica de este proyecto es que encaja a la perfección con la filosofía Do It YourSelf (DIY) y con las inercias colaborativas de las era de las redes. La dinámicas digitales, aplicadas al territorio, son así de explosivas.

El proyecto, que hace de intermediario entre ciudadanos, sector privado e instituciones públicas, incentiva a los propios vecinos a crear los espacios urbanos, las infraestructuras, las áreas rurales y los centros de convivencia. La apuesta es integrar campo y ciudad, bajo padrones de sostenibilidad absoluta. Y con un abanico de prácticas participativas que están en el epicentro de la cultura de red: procesos bottom up (de abajo arriba), horizontalidad, remezcla y comunidades autogestionadas. El espacio público se concibe como una plataforma (palabra muy común en el mundo digital) en el que las comunidades se relacionan. De hecho, creo que el proyecto de MVRDV va más allá del Do It Your Self (DIY). Podríamos encajarlos en la inercia del Do It With Others (DIWO). Haz tu propia ciudad, sí. Pero con otras personas.

¿Qué habría pasado, por ejemplo en España, si durante la efervescencia ladrillera pre-burbuja, se hubiera aplicado la dinámica del Do It With Others (DIWO)? Pues dudo mucho que tuviéramos un Madrid DF de barrios fantasmas y deshaucios diarios. Precisamente la crisis ha hecho estallar en España la arquitectura espectáculo. Y está creando un ecosistema co-creativo, bottom up y participativo muy poderoso. El urbanismo, como aseguran en Paisaje Transversal, «no es un producto de mercadotecnia». De hecho, la ciudad, tras el intenso año protagonizado por el 15M, ha dejado de ser un objeto para muchos. La experiencias de urbanismo P2P, participativo y procesual se multiplican. Y  muchos de los city makers están empapándose de conceptos como DIWO. El proyecto Master DIWO, que pretenden investigar en procesos de ‘emprendizaje’ desde lo compartido, ha tenido, por ejemplo, bastantes sinergias entre urbanistas.

Haz tu propia ciudad. Pero, recuerda, hazla con otros.

Mi web: bernardogutierrez.es Fundador de la red futuramedia.net En Twitter soy @bernardosampa