De la nueva sociedad 3.0 organizada horizontalmente en red que ha enterrado la edad contemporánea. ¡Bienvenidos a la edad digital!

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La Comuna (P2P) de Madrid

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Los años 20, en el boomerang neblinoso de la historia, sobreviven en una postal roja de un cabaret burlesque del Berlín dadaísta. Los años cuarenta son un eco de tango bailado por inmigrantes en los arrabales de Buenos Aires. Los ochenta suenan a vinilo poblado de los gritos punk del Londres #postindustrial. La década de 2010 será un recuerdo de plazas tomadas, de calles vivas, de creatividad político-cultural. Será sinónimo de Madrid. De aquí a unos años, algunos recordarán la convulsa situación política, la violencia policial o el desempleo. Pero lo que pasará a la historia será otra cosa: una ciudad viva, transversal, oblicua, intensamente social, con un espacio público politizado, libre, conectado con el mundo. La década de los 10 será sinónimo de una ciudad autogobernada por sus ciudadanos, poseída por un vendaval de innovación social, por un dinamismo sin parangón. En la postal, sembrada de manos en alto, se leerá: la Comuna de Madrid.

La Comuna de Madrid – más dispersa, heterogénea y cosmopolita que la Comuna de París de 1871 – será rememorada como el rincón donde nació la comunicación-acción, la acción-pensamiento, el pensamiento-prototipo. Madrid, como efervescencia de redes y calles. Madrid, como territorio e imaginario de proyectos, procesos y acciones tecnopolíticas. Madrid como un laboratorio ciudadano glocal que mira al mundo incluyéndolo al mismo tiempo. Pero en la Comuna de Madrid no todo es acción, hecho, asamblea, escrache. En la urbe – con su tejido red expandido en el resto del Estado español – se está cocinando un cuerpo teórico que arropa las nuevas prácticas. Teoría bastarda, remezclada, promiscua. Teoría-práctica. “El procomún es una zona de intercambio donde los commons tradicionales se encuentran con la cultura libre”, asegura el investigador Adolfo Estalella, contextualizando su texto en Madrid. Y acá radica un pequeño secreto.

Desde finales de los años noventa, la cultura libre se enredó en Madrid con los movimientos sociales en centros okupas como El Laboratorio. Mientras los squatters de Berlín siguen anclados en la estética punk y en un antifascismo clásico, en la treintena larga de Centros Sociales Ocupados (CSO) de Madrid se fragua un nuevo mundo en red, horizontal, agregador. Un nuevo mundo impregnado de ética hacker que diluye las fronteras de lo off y lo online. Que difumina las fronteras de los países y Estados Nación.

Son centros sociales diferentes. Son extensiones de las plazas ocupadas en la primavera del 2011. Centros que funden el dentro y el afuera. Centros que expanden su acción en todos los espacios urbanos. Cierto: nunca en su historia Madrid había tenido tantos Centros Sociales Ocupados (CSO). Aunque en la cantidad no reside el diferencial de esta nueva era de la urbe. ¿A qué sabe huele, suena, huele la Comuna de Madrid?

Captura de pantalla 2013-05-31 a la(s) 09.47.36Imagen: ilustración de  @Ciudad_basura y @maralpel para el seminario #OPENmadrid de ThinkCities.org

Por un lado, algunos de estos espacios exceden la definición de Centro Social Ocupado. Son algo más. Algo diferente. El ejemplo más paradigmático es La Tabacalera, una antigua fábrica cedida por el Gobierno a movimientos sociales del multicultural barrio de Lavapiés. La Tabacalera, que se define a sí misma como Centro Social Autogestionado, es un espacio que encajaría en la teoría del partner state (Estado socio) de Michel Bauwens, fundador de la P2P Foundation. El proceso Esta es una plaza, un parque autogestionado con ayuda de un blog colectivo, también cuenta con el beneplácito del poder público hace muchos años. El Estado socio pone la gobernanza de sus espacios a disposición de la sociedad. Una sociedad en red, peer-to-peer, persona a persona, que se auto organiza al margen de las instituciones sin recharzarlas. Y en la Comuna de Madrid, #estápasando

En segundo lugar, el espíritu del 15M está creando un nuevo caleidoscopio que borra del imaginario la casa okupa clásica. Del Patio Maravillas a La Morada del barrio de Chamberí, pasando por el Espacio Sociocultural Liberado y Autogestionado El Eko de Carabanchel, los nuevos espacios sociales de Madrid son agregadores, heterogéneos, plurales, mestizos. Y no tienen el viejo antagonismo «antisistema» como epicentro. En ellos, se cocinan-prototipan mundos nuevos, sin necesidad de destruir frontalmente el actual. Con construyen cosas, conexiones, procesos. Sin antagonismo. Y la participación es mucho más intergeneracional que hace unos años. Los Yayoflautas de Madrid – los abuelos del 15M – ensayan teatro en La Tabacalera, por ejemplo. La relación con la tecnología, además, es muchísimo más intensa.

En todos estos espacios, el nuevo mundo se vislumbra en jergas-siglas Este interesante texto del Vivero de Iniciativas Ciudadanas de Madrid habla de «DIY (Do it YourSelf), CO-, #, WIKI,MIDDLE-OUT, PRO-, P2P, DIWO (Do it with Others), SLOW-, CROWD-, DIT, @, OPEN, NET- o BOTTOM-UP» como prueba del nuevo mundo que está en marcha en la ciudad. Jergas habituales en la cultura digital. Jergas/siglas que intentan definir prácticas horizontales, colaborativas, en red, transversales. Un detalle vital: las siglas son Prácticas Que Se Tocan. Son reales, aunque algunos no sepan qué significan. ¿A qué sabe-suena-huele, pues, la Comuna (P2P) de Madrid?


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Imagen: La Galería de la Madalena

Una definición imperfecta: Ciudad P2P (peer-to-peer): dícese de la urbe en la que sus nodos (calles, plazas parques) pueden estar conectados entre sí sin pasar por el centro. Persona2persona.Plaza2plaza. Parque2parque. En La Comuna P2P de Madrid los nodos / barrios se han reconectado con otras lógicas, al margen de periferias y centros. Una de las grandes novedades de la Comuna P2P de Madrid reside en los espacios a cielo abierto. El #TomaLosBarrios, que disgregó la Acampada Sol en los primeros días de 15M en asambleas locales, reforzó a esa Comuna P2P de Madrid que ya estaba en marcha

Desde finales de los años noventa, el cambio de piel ha sido paulatino. El 15M apenas multiplicó, aceleró. La Comuna P2P de Madrid empezó a coger forma con los reciclajes / resignificaciones urbanas de Basurama, ZooHaus, Left Hand Rotation o Boa Mistura. Y con los mobiliarios-proceso de licencias libres, low cost y temporales de Zuloark, como el superbench o #Savethedinosaur. Y con las intervenciones urbanas de Todo por la Praxis, su guía de Vacíos Urbanos Autogestionados, sus hackeos físicos como el Banco Guerrilla. Y con las regeneraciones de tejidos barriales de Paisaje Transversal. Y con las galerías post it en muros y paradas de autobús de La Galería de Madalena.

El 15M, como ineludible salvapantallas común, dinamiza las plazas con pensamiento y acción política. En la Comuna P2P de Madrid, a día de hoy, se celebran un centenar de asambleas políticas en el espacio público. La calle, en palabras de Adolfo Estalella, no es sólo el lugar del ejercicio político sino el método de esa política. «El derecho a la ciudad» de Henry Lefebvre renace en Madrid a diario. Y muta y se recicla en calles y redes.

El mencionado proyecto Esta es una plaza abrió el camino de la ciudad híbrida (redes digitales + espacios físicos). El Twittómetro que ampliaba a la red las asambleas de la Acampada Sol o el mapa en tiempo real de #Voces25S crearon esa acuarela digitalógica, fisital, cíbrida. La Comuna P2P de Madrid es una ciudad hecha de átomos y bits, virtual y analógica a partes iguales. Madríbrida, como un cúmulo de streamings ciudadanos de PeopleWitness (proyecto nacido en Barcelona). Madribrida, como personas que deambulan por la urbe comunicándose en tiempo real con grupos de What’s App. Como una sesión de ThinkCommons.org que proyecta en el espacio físico un encuentro virtual de varias personas del mundo.

La ciudad viva con la que soñó la estadounidense Jane Jacobs, icono de la humanización de las urbes, habita en la híbrida Comuna P2P de Madrid. En el hashtag-acción #BarriosDespiertos. En iniciativas como El paseo de Jane, un paseo-deriva urbana para tejer redes humanas en los barrios. La Comuna P2P de Madrid es una postal viva, bastarda, interracial, profunda, poética, sexy. Los profesores universitarios ocupan el espacio público con 500 aulas en un solo día, con streaming y cobertura de redes. Y los desconocidos se juntan en parques, plazas o blogs en los Desayunos ciudadanos.

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Imagen: El Campo de Cebada 

¿A qué sabe-suena-huele, pues, la Comuna P2P de Madrid? A la vida social del espacio El Campo de Cebada, recientemente galardonado con el Golden Nica, del Ars Electrónica, en la categoría de ‘comunidades digitales’. En ‘El Campo de Cebada’ – un espacio gobernado transversal y horizontalmente por sus vecinos – se enredan permacultura, arquitectura en beta, cultura libre y una inspiradora convivencia intergeneracional-racial-cultural. En la Comuna P2P de Madrid la cuestión no es tanto el qué hacer sino el cómo hacer. Y por eso la urbe-mundo está entregada al nuevo concepto del comoísmo: el quid de la cuestión se encuentra en los procesos y metodologías y en lo transversal, inclusivo, interdisciplinar y heterogéneo.

La Comuna P2P de Madrid es copyleft (copia liberada). Sus plazas son copyleft. Cualquiera pueda sentarse, hablar, grabar. Compartirlo con el mundo. Graba tu plaza. Copiala. Súbela a la nube de MediaTeletipos. El invidivuo renace en el nosotros. Y para rabia del fanático individualismo neoliberal la Comuna P2P de Madrid es la ciudad DIWO (Do it With Others). Ciudad Hazlo Con Otros. Ciudad Colabora. La Fundación Robo no es una persona. No hay líderes. No hay rostros. Somos nosotras. Las canciones son colectivas. Son reapropiables. En el Madri DIWO la clásica Bicicrítica – paseo colectivo en bicicleta sin rumbo fijo– transmuta en el Plano de Calles Tranquilas. O en el bar y espacio de co-working La Bicicleta, que nació como un proyecto de crowd funding. Solo no puedes. Con amigos sí.

En los ochenta, en el Madrid narrado por Joaquín Sabina “el sol era una estufa de butano”. Y había “jeringuillas en el lavabo”. Desempleo. Yonquis. Rock cervecero. En la Comuna de Madrid hay desempleo. Pero prima lo trans-, lo co-, lo inter-, lo plural. Y la Cultura_RAM, un nuevo paradigma cultural basado en el intercambio y lo relacional, no en lo acumulativo. Hazlo con otros. Comparte libros en Bookcamping.cc. Cambia tu tiempo en el banco NOCKIN. Comparte Internet con tu vecino en WIFIS.org. Bebe conocimiento libre en la librería-editorial Traficantes de Sueños. Piérdete en el turismo hacker del proyecto Loginmadrid, en el que cada persona local es un password que introduce al visitante en comunidades barriales. La Comuna P2P de Madrid sabe-huele-suena a serendipia, a encuentros fortuitos, a cultura abierta a innovaciones cruzadas.

Al inicio de los noventa, Madrid todavía era aquel “mar de alquitrán, feudo estatal” contra el que despotricaba el grupo de heavy metal Barón Rojo. Una #PostMetrópolis con un centro repleto de instituciones y una periferia obrera desconectada emocionalmente del corazón urbano. La Comuna P2P de Madrid es un dédalo de plazas interconectados que crece y muta al margen de representantes, Gobiernos e instituciones. Dialoga, co-crea. No depende de lo institucional. Pero tampoco es antagonista.

La urbe, simplemente, renace sin pedir permiso en sus espacios inertes o desocupados. En el Mercado de San Fernando (Lavapiés), por ejemplo, se venden libros al kilo en La Casqueria y las verduras conviven con el software libre. La ciudad se reconfigura en lo oblicuo, en lo transfronterizo, en lo asimétrico. En seminarios abiertos como Hack the Academy Studio, donde la academia derriba sus muros y la ciudadanía participa.  Se cocina-piensa en La Mesa Ciudadana, entre expertos, amateurs, arquitectos, artistas, enredas multidisciplinares y técnicos del ayuntamiento.

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Imagen: taller Arquicómics, sobre relación de la arquitectura y el cómic.

La Comuna P2P de Madrid es la cuna del concepto Extitución. Si las instituciones son sistemas organizacionales basados en un esquema dentro-fuera, las extituciones se proponen como superficies en las que pueden ensamblarse, eventualmente, multitud de agentes. Extituciones líquidas, flexibles, incluyentes, intinerantes, post it. Extituciones como el Intermediae, forjado con software libre y participación transversal, que puede celebrar sus encuentros-debates en el Matadero, pero también en diferentes espacios de la urbe. Extituciones como el MediaLab Prado, que ofrece su cuerpo a las comunidades, cocina ciencia abierta, bosteza prototipos múltiples, transforma ciudadanos en sensores (ver Data Citizen Driven City) o su fachada en una pantalla jugable, reapropiable, compartida.

Madrid, para Antonio Machado, “era el rompeolas de todas las Españas”. En la década de los 10, Madrid es el rompeolas remix de todas las plazas, de todos los continentes, de todas las lenguas, de todas las redes. Toma la plaza. Take the square. La nacionalidad no importa. El espacio de disputa de la Comuna P2P de Madrid es el mundo. Lo hiperlocal tiene latidos globales. Los ciudadanos protegen a sus inmigrantes de la policía. En los espacios comunes – ya sea Tabacalera, El Campo de Cebada o el MediaLab Prado – la multiculturalidad es la norma. Y una galaxia creciente de proyectos interculturales con sede en la urbe, como Lab Latino, Inteligencias Colectivas, Red Trans Ibérica o Curator´s Network, conectan las redes de afectos con el planeta desarrollando proyectos en otros países.

Si Madrid – ingobernable urbe de capas, puzzle multicultural, grito micro-macro nacional – estuviera gobernada por políticos despiertos, ya habrían convertido esta efervescencia en “marca ciudad”. Madrid estaría viviendo una REmovida madrileña más cool que la almodovariana. O una Movida 2.0 caza turistas que acabaría descafeinando las propuestas.

Mejor así. Que nadie se apropie del relato. Que la co-creación volcánica no tenga nombre. Que sea un río subterráneo, coral, casi invisible. Que la Comuna P2P de Madrid sea viento tenue, constante. Que sea rizoma. Que sea el océano dónde, en medio de la tormenta macroeconómica, navegan todos los afectos glocales. Que la Comuna P2P de Madrid apenas se entienda de aquí a unas décadas. Y que pase a la historia como aquella primera piedra, aquel prototipo que, plaza a plaza, palabra a palabra, concepto a concepto, fue sustituyendo al viejo mundo sin que nadie se diera cuenta.

Campo de Cebada, un premio internacional a la ciudadanía en red

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«And the winner is… La ciudadanía en red!». El Campo de Cebada, un espacio ciudadano de Madrid gobernado de forma horizontal, acaba de conseguir uno de los premios internacionales más relevantes: el Golden Nica del prestigioso festival Ars Electrónica. Un jurado internacional de renombre, entre los que estaba el mito ciberpunk Bruce Sterling, decidió que no existe otro proyecto en el mundo que esté tejiendo comunidad en el espacio público como El Campo de Cebada. Y por eso ha decidido que la categoría Comunidades digitales sea para este espacio madrileño.

¿Comunidad digital?, se preguntarán algunos de los que frecuentan el espacio. En el sitio oficial de Ars Electrónica se justifica la decisión así: «El Campo de Cebada es una prueba de que la crisis también crea oportunidades. En el lugar de una piscina demolida, los vecinos de los alrededores construyeron un lugar para el intercambio humano, la creatividad, para el encuentro de la comunidad tanto para los que vivan en Madrid como online». Exacto: El Campo de Cebada es un cruce de redes y territorios, de dinámicas digitales y presencia física. Quien participa en El Campo de Cebada teje red, crea un proceso (software), transforma lo físico (su cuerpo, el huerto colectivo, la cancha de baloncesto construida de forma colaborativa…) en el hardware abierto que es la base de la comunidad.

Sugerencia: dejemos de hablar de red social como sinónimo de herramientas digitales. El camino al MundoReal™ (qué gran texto de @Ciudadano_zer0) desde Internet es más directo del que la mayoría piensa. Y en un momento en el que lo digital y lo analógico se confunden en conceptos como ‘fisital’, ‘digitalógico’ o ‘cibridismo’ vemos cómo un festival de tecnología como Ars Electrónica premia una convivencia humana en el espacio físico. El Campo de Cebada es una fábrica (oh, palabra del pasado-que-agoniza) de tecnología social. Innovación social en estado puro.

Hace unas semanas, envié un mail a algunas de las personas que están involucradas en la gestión de El Campo de Cebada para que nos viésemos allá. Rubén Caravaca, gestor cultural y activista vinculado al movimiento 15M, respondió con un mail emotivo y profundo en el que me contaba que el movimiento 15M, concretamente la Asamblea Austria, ya no era el epicentro del proyecto. Era una parte de un ecosistema más rico y mayor.

«El Campo es un proceso singular, único, con aciertos y errores, pero lo importante es que la gente lo hace suyo. No es el espacio de los de siempre, de los alternativos, de los perroflautas, es el punto de encuentro del barrio, es crear plaza, es participar… es llevar a adelante lo que decimos en tantos foros y que habitualmente se reduce a los de siempre».

El espacio público del futuro está aquí. Se gestiona en red, de forma horizontal, participativa. Es un espacio en beta, imperfecto, que mejora y muta gracias a la inteligencia colectiva. Es más que espacio público: es un espacio común. Pero Houston / Madrid, tenemos un problema. Faltan recursos. Los ciudadanos que han conseguido para Madrid uno de los premios internacionales más prestigiosos tuvieron que recurrir al crowd funding para recaudar los 6.000 escasos euros necesarios para construir una cúpula geodésica que proteja de la lluvia algunas de las actividades culturales habituales en El Campo de la Cebada.

El espacio público del futuro está aquí. Se cocina en red. Pero llegó el momento de que las instituciones reviertan los recursos públicos (impuestos de todos) en lo común, que distribuyan nuestros recursos directamente en las comunidades que construyen ciudad y tejen comunidad.

MediaLab Prado, diez años de innovación

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Imagen: una modificación de la aparecida en Nómada Blog

Para algunos de los grandes gurús de la innovación la palabra del momento es lab. Laboratorio, tal vez, no sea la traducción más apropiada. La definición de la Real Academia de la Lengua de «laboratorio», de hecho, es insuficiente: «Lugar dotado de los medios necesarios para realizar investigaciones, experimentos y trabajos de carácter científico o técnico». El matiz habría que buscarlo en el nacimiento del Media Lab del Massachusetts Institute of Technology (MIT), en 1985: un espacio donde converge la tecnología, el arte multimedia y el diseño. Sin embargo, en los últimos años, el modelo MIT parece estancado y obsoleto. Y están surgiendo otros labs más innovadores y relevantes. Y aquí es donde el MediaLab Prado, que acaba de cumplir diez años e inaugura su nueva sede en la Serrería Belga de Madrid, se ha erigido como la gran referencia mundial de la era de los labs.

¿Qué es exactamente un lab? ¿Un laboratorio tecnológico? ¿Un espacio multidisciplinar abierto a la ciudadanía? Quizá no sea necesario acotar del todo la definición de lab. Tal vez baste con observar el paisaje global y fijarse en algunos detalles locales. Cualquier ciudad que quiera reinventarse y adaptarse a la era de las redes apuesta por un lab urbano como el Laboratorio del Procomún de Rosario, en Argentina. Los centros culturales están mutando hacia un paradigma más abierto más allá de los objetos artísticos, como el Ljudmila Media Lab (Liubliana, Eslovenia). Los espacios de arte digital, como el prestigioso Eyebeam de Nueva York, se reciclan apoyándose en lo colaborativo. En todos los casos anteriores el común denominador, la inspiración y el modelo es el MediaLab Prado del Ayuntamiento de Madrid. Y así ocurre con decenas de instituciones, labs, universidades y centros culturales de todo el mundo. Cualquier ciudad del mundo sueña con tener algo parecido al MediaLab Prado. ¿Pero por qué el ADN de este mediaLab se ha convertido en el objeto de deseo de sectores tan dispares como la innovación tecnológica, la cultura o la participación cívica?

 

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El secreto (a voces) del MediaLab Prado podría estar en una definición de José Luis de Vicente: «es una incubadora de comunidades». De hecho, ambas palabras, «incubadora» y «comunidad» han estado en boga en los círculos del Silicon Valley y las agencias de community managers anglosajonas. Sin embargo, casi nunca han ido de la mano. Y es que la innovación en la Era Red camina, como recogen Juan Freire y Antoni Gutiérrez Rubí en el Manifiesto Crowd, hacia otras direcciones: «Los viveros de empresas (siglo XX) han muerto y han nacido los espacios de innovación colectiva (siglo XXI)». La «incubadora» es insuficiente si no existe una «comunidad». Y por eso un lab – su espacio físico y su capa digital – tienen que ser ante todo una plataforma abierta. Por eso el MediaLab Prado se ha convertido en un espacio de convivencia, innovación y co-creación colectiva tan importante.

El MediaLab Prado es una plataforma, física y digital. Es en espacio físico abierto a todo el mundo y una laboratorio de ideas conectadas en red. El MediaLab es un laboratorio interdisciplinar para crear e innovar. Y un detalle importantísimo: su fortaleza no reside apenas en la programación propia, cocinada por comisarios y especialistas. Su vigor también está en los grupos de trabajo, encuentros y proyectos cocinados de forma horizontal por las comunidades de ciudadanos que frecuentan la sede del MediaLab Prado o participan en él digitalmente. Cada viernes, por ejemplo, existe un open lab en el que cualquier persona puede colaborar y crear proyectos con cualquier persona. Y aquí está otro detalle crucial: el prototipado, término que viene de la cultura digital y de la programación informativa. La cultura del prototipado no genera productos definitivos y cerrados. Trabaja de forma transparente y colectiva en proyectos abiertos, mejorados en tiempo real por la inteligencia ciudadana. Además, el MediaLab Prado se ha convertido en un espacio catalizador donde se encuentran la cultura, la tecnología, las redes, la ciencia, la educación y la innovación.

Sin duda, las líneas de trabajo oficiales del MediaLab Prado son ejes reconocidos, necesarios y relevantes. Su Interactivos? (laboratorio sobre aplicaciones creativas y educativas de la tecnología), su Visualizar (visualizaciones de datos y ciudadanía) o su Laboratorio del Procomún (investigación transversal alrededor del commons) son clarísimas referencias internacionales. Sin embargo, no menos influyentes son los grupos de trabajo auto gestionados Funcionamientos: Diseños abiertos y remezcla social o Género y Tecnología, por citar algunos. El MediaLab Prado es más que un centro cultural, mucho más que un edificio lleno de obras de arte o infraestructuras tecnológicas. Es un conector, un hub, una plataforma que activa la inteligencia colectiva que está transformando la industria, la economía, la tecnología, la educación y el arte en todo el planeta.

8650721371_42c27faed5Imagen: La serrería Belga. Licencia: Creative Commons Share Alike

¿Cuáles son los desafíos del MediaLab Prado en esta nueva época? Sin duda, muchos. Uno importante es canalizar la innovación empresarial y navegar en los nuevos paradigmas económicos. En un momento en el que el mismísimo The Economist le dedica una portada a la sharing economy (economía compartida), el MediaLab Prado está muy bien situado. Y puede convertirse, si sigue su ya reconocida senda, en un gran catalizador de la inteligencia ciudadana, las redes, la cultura abierta y la innovación que necesita Europa. De hecho, la conexión de personas en MediaLab Prado de estos años ha dado pie a proyectos y start ups ciudadanas como MLP, Play the Magic, Open Materials, Hackteria, Lummo, Muimota, Máster DIWO, Ultralab o Data Citizen Driven City, entre muchos otros. Algunos nuevos grupos de trabajo como el IoT Madrid (Internet de las Cosas) o proyectos en exhibición como Impresoras 3D: Makerbot y Reprap son toda una apuesta de futuro.

Sin embargo, en un momento en el que la mayoría de la población del planeta se concentra en ciudades, el gran desafío del MediaLab Prado es la innovación urbana. No es casualidad que algunos de los labs influyentes en el mundo estén apostando sus cartas a la innovación urbana, como  el CityLab de Cornellà en Barcelona o el BMW Guggenheimlab de Nueva York. Por eso, es vital que el MediaLab esté situado en el corazón histórico de Madrid. Su vocación urbana es patente en grupos de trabajo como Ciudad y procomún, la nueva estación de Ciencia Ciudadana o proyectos como Hacer barrio o Quality Eggs. 

La historia del barrio de las Letras donde se ubica el MediaLab Prado nos brinda otra clave interesante. Las instituciones científicas fueron las responsables del primer ensanche de Madrid y la expansión del barrio de las Letras. En el siglo XVIII, en apenas tres décadas la ciudad vio cómo se levantaban el Jardín Botánico, el Observatorio Astronómico, la Academia de Ciencias (hoy Museo del Prado), el Hospital General hoy Museo Reina Sofía) y el Gabinete de Máquinas (destruido, pero cerca del antiguo Museo del Ejército). El nuevo emplazamiento del MediaLab Prado, la Serreria belga, es otra metáfora: la era industrial que abandonó los entornos urbanos.

Por todo ello, convertir un espacio industrial abandonado en un lab de innovación ciudadana justo donde empezaron a dialogar las letras y las ciencias es una metáfora verdaderamente prometedora.

Cuatros años de Wallpeople

Wallpeople- Homenaje al ECCE-HOMO

Wall People Barcelona

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Imágenes (de arriba a abajo). Homenaje al Ecce Homo, Wall People Barcelona, Wall People Berlín, Wall People Buenos Aires. 

De las redes a la calle. Del Do it your self (DIY) al Do it with others (DIWO). Del espacio público como lugar de paso al espacio vivo construido por redes de personas. Del arte como producto de mercado o pieza de museo a la creación compartida al aire libre. Wall People, proyecto que hoy cumple exactamente cuatro años, intuyó como pocas iniciativas las contradicciones y desafíos de la nueva era. No es casualidad que su filosofía se haya expandido como la espuma por todo el mundo: «Wallpeople «defiende la creatividad libre y se sirve de Internet y de sus herramientas digitales para proponer experiencias en la vida real». Y se limita a lanzar una convocatoria. Un día D. Un eje temático. Cualquier persona puede apropiarse de la convocatoria. Hacerla suya. En la última, Express Yourself, participaron treinta ciudades de todo el mundo.

¿Cuál es su secreto? ¿Por qué ha funcionado esta idea tan sencilla? En la definición que Wallpeople hace de sí mismo están algunas claves: «Sus acciones tienen como objetivo la creación de obras callejeras irrepetibles gracias a las aportaciones de todos los participantes. Una de las razones de ser de Wallpeople es devolver el arte a las calles y reivindicar el espacio público como medio de expresión y de interacción ciudadana».

En mi opinión, Wallpeople ha funcionado por motivos muy sencillos. 1) Por la sencillez de su ejecución. 2) Por gritar lúdicamente ese ‘toma la calle’. 3) Por incentivar la creatividad al margen de los paradigmas del mercado. 4) Por que es fácilmente replicable, reapropiable. 5) Porque incentiva la convivencia humana, las redes de afectos. 6) Porque crea un puente intuitivo entre las redes digitales y los territorios.

Podría enumerar muchos más. No creo que haga falta. Que cada uno encuentre los suyos. Acá os dejo con una galería completa de Wallpeople del año 2012. ¡Felicidades Wall People!

Oiga.me, un entorno activista al servicio del 99%

Nueva cara de la plataforma activista Oiga.me

Nueva cara de la plataforma activista Oiga.me

«Tecnología libre para la acción ciudadana. Del 99% para el 99%». Así se define así misma Oiga.me, una «plataforma activista de movilización distribuida, transparente, con software libre y sin ánimo de lucro». Oiga.me, que lleva funcionando desde el octubre de 2011, está presentando su nueva cara y funcionalidades en el Reina Sofía de Madrid mientras yo escribo estas líneas. El hashgtag de Twitter para seguir lo de presentación es #NuevoOigame.

 

Oiga.me es mucho más que una plataforma. Una definición más acorde con la realidad sería la de un «entorno activista». Para empezar, tiene serias diferencias con otras plataformas del denominado clic-activismo en las que una persona propone una petición, los usuarios la firman y miles de mails llegan a una dirección concreta. Oiga.me no tiene ánimo de lucro. Impulsada por diferentes colectivos, Oiga.me tiene un consejo social del que forman parte entidades de la sociedad civil. Además, está diseñada con software libre, su código está abierto (aquí está documentado todo el proceso) y la licencia es libre. «Usamos software libre porque así la capacidad de pensar y decidir sobre lo que haces es de todos y fluye libremente por la red. Esto beneficia a toda la comunidad y hace que Oiga.me sea mejor», aseguran sus impulsores en una respuesta colectiva a una entrevista que les he mandado por  mail. El software libre de Oiga.me garantiza la privacidad e impide que el dueño de la plataforma vendra los mails de los firmantes de peticiones, como ocurre en el mundo anglosajón.

Quizá la diferencia mayor con otras plataformas de clic-activismo sea su forma de funcionamiento. La mayoría son verticales y monolíticas. Alguien crea una petición, el resto la firma digitalmente. Oiga.me cree en los procesos en red. Y por eso ofrece todo un abanico de posibilidades. Con las nuevas funcionalidades de Oiga.es se pueden organizar campañas de forma orgánica. La presión podrá llegar por e-mail, pero también por teléfono, fax o listas de firmas. Además, existirá un ‘kit de ayuda’, para que quien inicie una campaña reciba consejos sobre las mejores tácticas a seguir. La inclusión del fax ha llamado mucha atención durante la presentación.

¿Por qué incluir una herramienta del pasado para ejercer presión? Desde Oiga.me, por mail, me responden así: «Las formas analógicas de comunicación tipo fax son un mecanismo deliberado de filtro para inhibir las reclamaciones. Es normal que las operadoras telefónicas, o las compañías de agua, luz, gas, o las propias instituciones públicas abusen de este tipo de medios para reducir las reclamaciones». El uso de fax en Oiga.me incluirá un módulo que permitirá que los usuarios firmantes de una petición puedan darse de baja de los servicios de, por ejemplo, una compañía operadora que no ofrece calidad.

Oiga.me irá lanzando nuevas funcionalidades en los próximos meses. Siempre – aseguran – con las perspectiva de realizar «acciones que se trasladen de la red digital al mundo físico». En un futuro próximo incluirán telefonía (SMS) y , más adelante, sistemas de geoacciones «que faciliten movilizaciones de enjambre de manera distribuida». Aprovechando el lanzamiento del #NuevoOigame la Plataforma de Afectados por la Hipoteca acaba de crear una campaña para que el Instituto de Vivienda de Madrid «no ejecute ningún desahucio más sin alternativas de habitabilidad».

Oiga.me es una iniciativa promovida por colectivos y organizaciones sociales como la asociación aLabs, el Patio Maravillas, las cooperativas de software libre Dabne y xsto.info, Greenpeace, Attac, Facua, Ecologistas en Acción, el sindicato CGT, la Plataforma Política de Apoyo al Pueblo Saharaui, la Asociación Libre de Abogados y abogadas (ALA), o la Alternativa Antimilitarista (Movimiento de Objeción de Conciencia).

La España en red protege a sus inmigrantes

Población autóctona protegiendo a los inmigrantes frente a las redadas de la policía. Personas apoyando a inmigrantes frente a los desahucios, luchando contra los abusos de los bancos. Ciudadanos intentando que el Gobierno cierre los Centros de Internación de Inmigrantes (CIE). Médicos que se declaran objetores de conciencia y van a desobedecer la ley para, atendiendo a inmigrantes sin papeles. No son hipótesis. Está pasando. En la España de la crisis. Y casi nadie, ni medios locales ni internacional, lo está contando. Mientras en Grecia la crisis catapulta la ideología neonazi y la persecución irracional de inmigrantes, en España brota la solidaridad con el prójimo. La Europa del capital, la que blindó sus fronteras con el tratado de Schengen, intenta cerrarse todavía más. La España en red, sus ciudadanos, van en la dirección opuesta. El divorcio entre instituciones y sociedad sigue creciendo.

Mira con calma el vídeo que abre esta entrada. Ocurrió el día  5 de julio de 2011, en el madrileño de Lavapiés. Alguien denunció en Twitter una redada policial contra inmigrantes en el hashgtag #Stopredadas. Y una multitud acudió a proteger a los inmigrantes. Tras la presión, la policía tuvo que salir del barrio. No fue la única vez. De hecho, el hashtag de Twitter se popularizó. Es muy habitual para denunciar redadas policiales y proteger a los inmigrantes.

 

 

Por otro lado, en Madrid existen las Brigadas Vecinales de Observación de Derechos Humanos. Centrado en la lucha contra las ‘redadas racistas’, este colectivo actúa en toda la ciudad. Redactan informes, actúan sobre el terreno, denuncia hechos. Por si fuera poco, 148 organizaciones se han unido para forzar el cierre de los Centros de Internación de Extranjeros (CIE). Denuncian sus condiciones y sus presuntas violaciones de los derechos humanos. Han llegado a realizar manifestaciones simultáneas en varias ciudades de España. Por su parte, el movimiento 15M trata a los inmigrantes como uno más. Y cuando hay que protegerles contra un deshaucio, lo hacen. Una buena parte de los desahucios parados por el movimiento #StopDeshaucios benefician a familias inmigrantes. Especialmente emotivo fue el caso de los bangladesíes Shibu, Siza, Akter Hossain, Abdul Ali, que consiguieron un alquiler social gracias al apoyo popular. Los ‘indignados’ también pararon la deportación del argelino Sid Hamed Bouziane. La campaña Derecho a curar de apoyo a los inmigrantes ilegales, a la que se unieron miles de médicos, es otro bello caso de solidaridad. La República del 99% se muevo. Acoge a todos por igual.

¿Por qué los medios no publican casi nada en profundidad sobre esta realidad? ¿Por qué los corresponsales no reflejan estos hechos? ¿Dónde está The New York Times, que retrata las consecuencias de la crisis en España? ¿No es esta oleada de apoyo una de sus consecuencias? Bastaría conseguir algunos datos, encuestas, para darle cuerpo. Un estudio de la fundación Bertelsman de 2010 reveló que un 89% de los españoles «se muestra a favor de la inmigración». Otro estudio de la Fundación Rey Balduino y el Migration Policy Group destacaba que los inmigrantes se sentían mejor acogidos que en ningún país de Europa (15 incluídos en el estudio). Seguro que hay otros estudios que sacan a relucir algún dato menos positivo. El nacimiento del partido Plataforma per Catalunya, claramente xenófobo, no es una buena noticia. Pero la simple comparación con Francia, para no ir muy lejos, donde la xenofobia es una moneda de cambio, revela lo especial de la situación en España

Sin embargo, el Gobierno español ha adoptado una política migratoria muy dura en los últimos años, aferrándose al Tratado de Schengen de Europa. Ha deportado o prohibido entrar en España a personas que tenían toda la documentación para hacerlo. Las escenas en el aeropuerto de Barajas dieron la vuelta al mundo. Acuñando una falsa imagen de la realidad, por cierto. Ahora que hemos visto que el Estado español maltrata, tortura y veja también a los ciudadanos españoles que protestan pacificamente en las calles, la conclusión está clara: el Gobierno de España no representa a sus ciudadanos. Apenas a las élites, al capital financiero. Y el divorcio crece. La República del 99% defiende a sus inmigrantes, los protege. Mientras, el Estado Nación anacrónico intenta cerrar más todavía la puerta.

La carta de los comunes

«Madrid hace tiemque dejó de ser una unidad social autocontenida, si es que alguna vez lo fue. Un programa de liberación de la reproducción social y de gobierno de los comunes debe así tener en cuenta las interconexiones globales que hoy constituyen la metrópoli madrileña. Y aunque aquí, como no podría ser de otra manera, se dan respuestas a problemas globales adaptadas a este contexto específico, para que todo el programa de apertura de nuevos comunes tenga sentido, éste tiene que estar acompañado por movimientos similares en las distintas escalas geoeconómicas. Desde la extensión universal de los comunes, a escala local, hasta el diseño de mecanismos para gestionar los global commons como la atmósfera, los océanos, o el total de la biosfera, pasando por la solución de los problemas de deuda ecológica o déficit de materiales, el espectro de los comunes tiende a la universalidad. Dicho de otro modo, el programa de los comunes será global o no será».

Este texto pertenece a La carta de los comunes, un libro de los colectivos Madrilonia y Observatorio Metropolitano. Publicado con licencia Creative Commons por Traficantes de sueños. La Carta de los comunes es un ácido y acertado escrito recreado en Madrid, en el año 2033, año en el que se recuerda «con una media sonrisa la crisis de los años diez». El texto especula sobre una revolución constante de la ciudadanía sobre los bienes comunes que habían sido privatizados por instituciones irresponsables. Y hace un fantástico vínculo de leyes / conceptos medievales (el procomún) y tecnologías libres.  Los comuneros que se alzaron en Castilla en 1521 fueron los precursores del 15M, queridos políticos. Y si viviesen en el año 2012, serían defensores de las commons cities y formarían parte del nuevo grupo de trabajo del Media Lab Prado, Ciudad y procomún. La carta de los comunes es, sin duda, una lectura muy recomendable. Cualquier alcalde y/o político debería leerla.

Curioso: los estados nación están diluyéndose, sobrepasados por problemas globales que les superan; las ciudades se están convirtiendo en los nuevos núcleos de influencia, poder y convivencia (recomendable lectura de Zygmunt Bauman en City of fear, city of hopes). Pero al mismo tiempo las ciudades no tienen ni recursos ni capacidad legislativa. Y sus gobiernos suelen demostrar una ceguera antológica. Además, en el caso de España, la situación es doblemente absurda: los expatriados han perdido el derecho a votar en sus ciudades y los inmigrantes (una gran mayoría) no pueden votar. ¿Quién gobierna nuestras ciudades, nuestros bienes, nuestro procomún? ¿Con qué legitimidad? ¿En nombre de quién?