Entradas etiquetadas como ‘confinamiento’

Los riesgos del teletrabajo: ¿es seguro trabajar en la red?

Por David Arroyo, Víctor Gayoso y Luis Hernández (CSIC)*

El confinamiento ha sido uno de los principales elementos de contención de la COVID-19 desde el inicio de la crisis pandémica. Para mantener la actividad laboral y educativa ha sido necesario desplegar un conjunto de soluciones tecnológicas que han hecho que el teletrabajo y la enseñanza online cobren un peso muy significativo en nuestra sociedad. Así, por ejemplo, se ha estimado que entre marzo y septiembre de 2020 hubo un incremento del 84% en el uso de herramientas de teletrabajo. En paralelo, sin embargo, también han proliferado los ciberataques y los cibercrímenes: a lo largo de 2020, se estima que hubo un incremento del 6.000% en ataques por spam, ransomware (programas de secuestro de datos) y phishing (suplantación de la identidad de un tercero –persona, empresa o servicio– para que un usuario proporcione datos confidenciales creyendo que trata con un interlocutor de confianza).

Un ejemplo de los riesgos que trae consigo el teletrabajo es el de las aplicaciones de videoconferencia, como Zoom, Skype o Teams, que nos han permitido seguir manteniendo reuniones. El uso de herramientas como estas, desarrolladas por terceros, puede hacer mucho más vulnerable la seguridad de la información intercambiada; sobre todo, cuando se recurre a ellas con urgencia y no son debidamente auditadas y verificadas.

La amenaza del espionaje afecta también a las reuniones presenciales, pero acceder maliciosamente a la información que se comparte en estos encuentros supone que los atacantes pongan en marcha procedimientos y técnicas de alto coste y específicos para cada situación. En el caso de las videoconferencias, si existen vulnerabilidades de seguridad en una aplicación, todas las reuniones celebradas usando ese software estarán afectadas por un riesgo de interceptación de la información intercambiada. Esto es, existiría una vulnerabilidad matriz que puede ser explotada de modo generalizado.

El software que se emplea en videoconferencias solo es una pieza dentro del complejo del teletrabajo, que constituye un verdadero reto para las políticas de ciberseguridad. Lo es en situaciones de normalidad, pero mucho más en escenarios de crisis similares al deparado por la COVID-19. En este contexto, el teletrabajo se ha adoptado en la mayor parte de los casos de modo improvisado, sin una política de seguridad previamente definida y debidamente evaluada. Baste mencionar como ejemplo de ello los recientes ataques contra el Servicio Público de Empleo Estatal (SEPE) y el Ayuntamiento de Castellón, o los mensajes fraudulentos relacionados con el ofrecimiento de servicios a domicilio para la vacunación contra la COVID-19.

Ciberhigiene y ciberseguridad

Sin duda, es deseable que todas las personas que teletrabajan sigan unas buenas prácticas de ciberhigiene, como evitar la instalación de software no recomendado por los responsables de cibersegu­ridad, no conectarse a redes wifi públicas o no responder correos sospechosos de phishing. Ahora bien, una buena política de seguridad no asume sin más que esas normas de ciberhigiene se vayan a cumplir, sino que establece mecanismos de control para salvaguardar la seguridad, o al menos paliar las consecuencias de posibles ataques, en caso de incumplimiento.

Pues bien, en la crisis de la COVID-19 el teletrabajo se ha desplegado, en muchos casos, sin que las plantillas tengan arraigada esa disciplina de ciberhigiene y sin que su empresa haya diseñado una política de seguridad adecuada. Es más, en muchas situaciones los teletrabajadores han tenido que utilizar ordenadores y dispositivos propios. Dada la situación de confinamiento generalizado y la limitación de recursos tecnológicos en el hogar, es de suponer que en muchos domicilios los ordenadores han sido compartidos entre varios integrantes de la unidad familiar. Esta práctica tiene que ser considerada como un riesgo de seguridad adicional, ya que cada miembro del hogar tiene, a priori, una cultura de ciberseguridad distinta y usa la tecnología para objetivos diferentes.

Por ello, es preciso formar de modo adecuado a las personas que potencialmente van a teletrabajar para que tomen conciencia de los riesgos de ciberseguridad asociados a entornos de trabajo fuera del perímetro de seguridad de su empresa. En este sentido, sería de alto interés la planificación de simulacros y ciberejercicios en los que la interacción con las personas responsables de la ciberseguridad permitiera fortalecer rutinas de ciberhigiene, así como establecer pautas para la resolución de problemas de seguridad con el apoyo telemático de especialistas.

Si se ejecutan de modo correcto y de forma regular, estos ejercicios pueden servir para disminuir el impacto de los ciberataques al mejorar las competencias tecnológicas de la plantilla y la gestión de factores psicológicos que pueden ser explotados por ciberatacantes en periodos de crisis. Es el caso del estrés, la ansiedad o la falta de concentración motivada por las distracciones que se dan en un entorno distinto del laboral. Aquí conviene tener presente que la cadena de ataque habitual incluye estrategias de ingeniería social y phishing mediante las que los usuarios pueden bajar la guardia e instalar software sin evaluación de seguridad, acceder a sitios web asociados a campañas de malware y ser víctimas de robo de información o de ciberacoso.

Fomentar una cultura de ciberseguridad y ciberresiliencia puede y debe contribuir a reducir el impacto de estos ataques en posibles crisis futuras.

* David Arroyo, Víctor Gayoso y Luis Hernández son investigadores del CSIC en el Instituto de Tecnologías Físicas y de la Información “Leonardo Torres Quevedo” y autores del libro Ciberseguridad (CSIC-Catarata). Este post es un extracto del mismo.

Vitamina D: cómo obtenerla y qué hacer ante los confinamientos

Por Alexandra Alcorta y Pilar Vaquero (CSIC)*

En estos tiempos de coronavirus, es recomendable salir lo menos posible para evitar contagios, sobre todo en el caso de personas de alto riesgo como las de tercera edad. Sin embargo, no salir a la calle también conlleva un riesgo, ya que no sintetizamos suficiente vitamina D en nuestro cuerpo por falta de exposición solar.

¿Por qué es tan importante la vitamina D?

La forma activa de la vitamina D ejerce diversas funciones en el cuerpo, como el mantenimiento de la salud ósea, el crecimiento celular o la regulación del sistema inmune y cardiovascular.

Siempre se ha dicho que el calcio fortalece los huesos. Sin embargo, esto no sería posible sin los superpoderes de la vitamina D, que es la que se encarga de absorber el calcio y fijarlo a huesos y dientes. Por ello, cuando hablamos de salud ósea, la vitamina D es un nutriente esencial para nuestro organismo.

Además, aunque es menos conocido, la falta de vitamina D se asocia con una mayor susceptibilidad a tener infecciones y enfermedades autoinmunes. A nivel celular, también estimula levemente la eritropoyesis, es decir, la formación de glóbulos rojos.

El salmón, un alimento rico en vitamina D.

Y respecto a la salud cardiovascular, en otras investigaciones la deficiencia de vitamina D se ha asociado con la activación de mecanismos proinflamatorios que promueven el depósito de grasas y triglicéridos en las arterias, lo que conduce a la arteriosclerosis. Además, la vitamina D juega un papel importante en la regulación de la presión arterial y en la función cardíaca, lo que significa que una deficiencia podría afectar negativamente a la salud cardiovascular.

¿Y cómo ocurren estos procesos en nuestro organismo?

Existe un precursor de vitamina D en nuestra piel que es activado mediante la radiación solar ultravioleta y se transforma en vitamina D3, una de las formas en las que se puede obtener esta vitamina. También se puede obtener mediante la dieta en dos formas: D2 y D3. Estas dos formas son conducidas por un transportador específico de vitamina D al hígado y luego al riñón, donde se transforman en sus formas activas, que son las responsables de todas las funciones biológicas como la absorción de calcio y la mineralización ósea.

¿De dónde podemos obtener la vitamina D?

Luz solar

La mayor parte de la vitamina D que circula en nuestro organismo se obtiene a través de la exposición de la piel al sol. Generalmente, la producción máxima de vitamina D se alcanza después de 10-15 minutos de exposición solar, lo que supone una dosis de vitamina D3 más que suficiente, 500 µg, ya que la ingesta diaria recomendada es de unos 10-20 µg.

Dieta y suplementos

La vitamina D también se puede obtener a través de la dieta. La vitamina D2 se encuentra principalmente en alimentos de origen vegetal y la D3 lo hace prioritariamente en fuentes animales, como el aceite de pescado, los huevos y los lácteos. Además, los alimentos enriquecidos, como los cereales de desayuno y lácteos, pueden proporcionar vitamina D2 o D3.

En cuanto a los suplementos (comprimidos, cápsulas, etc.) para personas vegetarianas o veganas, se pueden obtener a partir de lana de oveja (lanolina) o de líquenes.

A partir de líquenes se pueden producir suplementos de vitamina D aptos para personas veganas.

¿Cabe la posibilidad de estar en riesgo de deficiencia de vitamina D?

A veces no es tan fácil obtener la vitamina D mediante la exposición solar, puesto que la producción de vitamina D en la piel es modulada por la estación, la latitud, la hora del día, la pigmentación de la piel, la edad y el uso de protectores solares.

Paradójicamente, en los países del norte de Europa con latitudes superiores a 40oN, los niveles de vitamina D en la población son más altos que en los países de la cuenca mediterránea, como Italia y España. Esto se explica por el mayor consumo de alimentos enriquecidos con vitamina D y suplementos.

Poblaciones que viven en latitudes por encima de 40º N presentan un mayor riesgo de deficiencia de vitamina D.

¿Y qué pasa con las personas veganas-vegetarianas?

Hoy en día, el número de personas que siguen una dieta vegetariana o vegana está en aumento, ya sea por motivos de salud, razones éticas o medioambientales. Sin embargo, estas dietas pueden conllevar un incremento en el riesgo de deficiencia de vitamina D, ya que los alimentos de origen vegetal proporcionan únicamente vitamina D2, que es más difícil de absorber para el organismo que la D3

Según varios estudios, se han encontrado niveles más bajos de vitamina D en personas vegetarianas y veganas, sobre todo después del invierno y en regiones geográficas donde la radiación solar es escasa. Si sigues este tipo de dieta, o si además de hacerlo tienes otros factores de riesgo, es importante que consideres tomar vitamina D, mediante alimentos fortificados o suplementos de D3 aptos para personas vegetarianas.

Confinamientos y otras situaciones de riesgo. ¿Cómo podemos evitar la deficiencia de esta vitamina?

Normalmente, a comienzos de primavera es cuando tenemos las reservas de vitamina D en sus niveles más bajos. Sin embargo, también suben un poco las temperaturas, lo que hace que nos apetezca salir a tomar el sol.

Desafortunadamente, este año empezó el confinamiento justo en esa época, lo que ha dificultado recargar nuestros niveles de vitamina D. Si además se ha reducido la actividad física, la salud ósea se ha podido ver afectada. Esta situación pone a la población en riesgo de deficiencia de esta vitamina tan esencial para el organismo. Por ello, en el caso de sufrir un nuevo confinamiento, os damos una serie de pautas:

  • En primer lugar, intentad exponer vuestra piel al sol durante 15-20 minutos en la ventana o terraza.
  • Si lleváis una dieta vegetariana, es recomendable consumir alimentos fortificados y suplementos de vitamina D3, por su mayor biodisponibilidad.
  • Por último, en la medida de vuestras posibilidades, mantened una actividad física frecuente, para mantener la fortaleza de vuestros huesos.

En conclusión…

Ya hemos visto que las ingestas de vitamina D dependen de muchos factores como la estación del año, la latitud del país, la hora del día, la pigmentación de la piel, la edad, el uso de protectores solares y el estilo de vida. En el CSIC, en colaboración con otros centros de investigación, trabajamos para definir mejor las ingestas recomendadas de vitamina D, teniendo en cuenta todos los condicionantes que se pueden dar en la población.

*Alexandra Alcorta y Pilar Vaquero son investigadoras en el Instituto de Ciencia y Tecnología de Alimentos y Nutrición (ICTAN) del CSIC. Este artículo forma parte del proyecto europeo V-PLACE, financiado por el European Institute of Innovation and Technology (EIT Food). La participación española está liderada por el CSIC, y cuenta con personal investigador perteneciente al Instituto de Ciencia y Tecnología de Alimentos y Nutrición (ICTAN) y al Instituto de Agroquímica y Tecnología de Alimentos (IATA).

 

 

 

¿Te gusta escribir? Aprovecha el tiempo en casa y participa en Inspiraciencia

Por Mar Gulis (CSIC)

El Consejo Superior de Investigaciones Científicas (CSIC) acaba de poner en marcha la décima edición de su certamen de relatos de inspiración científica. Si tienes más de 12 o más años, Inspiraciencia te invita a enviar un texto de ficción corto escrito en castellano, catalán, euskera o gallego en el que, de forma libre y personal, trates algún aspecto relacionado con la ciencia.

Inspiraciencia X

Para participar no necesitas ser un especialista en la materia ni ceñirte a un tema o a un estilo determinado. Imaginar el futuro en clave de ciencia ficción, explicar fenómenos científicos por medio de metáforas y personajes o fabular descubrimientos y anécdotas históricas son solo algunas de las posibilidades que tienes a mano para inventar una historia.

En la página web de Inspiraciencia puedes leer los textos presentados en las ediciones anteriores y así hacerte una idea de la gran variedad de propuestas que tienen cabida en el certamen. Un ejemplo son los últimos relatos en castellano premiados en la categoría ‘Adulto’. El de 2019 utilizaba la estrepitosa caída de un eminente científico durante la entrega de un importante premio para hablar, con mucho humor negro, de estadística y probabilidades. El del año precedente nos presentaba un diálogo entre un profesor y varios alumnos en el que se iban desvelando los sorprendentes cambios educativos y sociales provocados por el desarrollo de la inteligencia artificial. Por su parte, el de 2017 fantaseaba sobre el impacto ambivalente de la realidad virtual en el marketing y la selección de recursos humanos del futuro.

Existen muchos alicientes para aceptar el reto que propone Inspiraciencia. El más importante es que te guste escribir ficción, pero también están los premios. Como en años anteriores, quienes resulten galardonados serán premiados con cursos de escritura en escuelas de prestigio, libros electrónicos o suscripciones a revistas.

Además, esta edición coincide con un momento excepcional al que quizás puedes sacarle partido literario. ¿Quién sabe? Tal vez estos días de confinamiento tienes más tiempo para ponerte a escribir. O a lo mejor la crisis del coronavirus ha hecho que se dispare tu creatividad. Desde luego, la situación invita a proyectar distopías causadas por fenómenos como las pandemias o el cambio climático; aunque también a soñar utopías en las que la ciencia nos ayude a solucionar los múltiples desafíos del presente. O, ¿por qué no?, a crear ficciones que sirvan para evadirnos y pensar en otra cosa. La imaginación es libre.

¿Te animas a participar? Entonces, tienes hasta el 7 de junio para enviar un texto original de 800 palabras como máximo. Tendrás que presentarlo en la categoría ‘Joven’ si tienes entre 12 y 17 años y ‘Adulto’ si ya has cumplido los 18. ¡Te esperamos!

 

Inspiraciencia es un certamen impulsado por la Delegación del CSIC en Cataluña con la colaboración de numerosas personas y entidades; entre ellas, la Fundación Española para la Ciencia y la Tecnología (FECYT) del Ministerio de Ciencia e Innovación.