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Propuestas colaborativas para acabar con el desperdicio de alimentos

Setem, una ong de ayuda al desarrollo, reunirá este viernes, 6 de octubre, en su sede de Madrid a los responsables de plataformas colaborativas que luchan contra el desperdicio de alimentos.

Ni Las Migas, yonodesperdicio y Espigoladors explicarán cómo trabajan para aprovechar los alimentos y que no terminen en la basura.

El desperdicio de alimentos es el resultado de un sistema alimentario insostenible e irresponsable, señalan. Vivimos la gran paradoja de que, mientras casi ochocientos millones de personas sufren hambre crónica, enormes cantidades de alimentos se desperdician y se tiran a la basura en todo el mundo. «Aunque es difícil saber exactamente la cantidad de alimentos que se desperdicia en el mundo, indica Setem, se estima que supone unos 1.300 millones de toneladas -un tercio de la producción mundial- según datos de La Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO)».

El desperdicio de alimentos supone una amenaza para la seguridad alimentaria global y tiene, además, impactos medioambientales negativos. En este sentido Yonodesperdicio y Ni Las Migas ofrecerán algunas ideas para comprometernos con este reto. Ambas son herramientas de consumo responsable que ya están funcionando en Madrid.

Además, habrá degustación de mermeladas y patés vegetales elaborados por Es-Imperfect , de Espigoladors a partir de frutas y verduras que se desechan por «feas» o «imperfectas», y que esta empresa social transforma en productos de calidad.

Ni Las Migas es un proyecto  que tiene un año de existencia, cuyo objetivo de reducir el impacto del desperdicio alimentario. Su actividad se desarrolla a través de una aplicación móvil que, basada en la geolocalización, pone en contacto a clientes con establecimientos que tienen comida en perfecto estado que no ha encontrado consumidor final. Mediante el móvil, los usuarios, también conocidos como migueros, reservan los productos a un precio menor que después recogen en los locales a la hora indicada, ahorrando y ayudando a reducir el excedente.

La comunidad Ni Las Migas, a través de la colaboración con diversas iniciativas y proyectos, pretende concienciar y sensibilizar sobre el desperdicio alimentario y busca ser un agente de cambio para promover una sociedad implicada en la sostenibilidad de nuestras ciudades.

Espigoladors es una organización sin ánimo de lucro que lucha también contra el despilfarro alimentario a la vez que empodera a personas en riesgo de exclusión social de una manera transformadora, participativa, inclusiva y sostenible. Opera en Cataluña para combatir el desaprovechamiento de frutas y verduras que se descartan, ya sea por un descenso en las ventas o por cuestiones estéticas.

Canalizan las frutas y verduras descartadas a entidades sociales o las transformamos en los productos es im-perfect. Las comunidades de espigadores estimulan no sólo maneras de pensar y actuar de forma colectiva, sino que también generan un sentimiento de identidad, pertenencia y utilidad.

De frutas y verduras imperfectas nacen segundas oportunidades que dan acceso a una alimentación saludable y equilibrada a personas que viven en una situación vulnerable. Creen que es esencial sensibilizar a la sociedad, por eso trabajan para crear conciencia de la importancia de disfrutar de una alimentación saludable y para formentar un cambio hacia nuevos hábitos de consumo.

Yonodesperdicio.org es una iniciativa de Prosalus para reducir el desperdicio de alimentos, principalmente en los hogares. Yonodesperdicio.org quiere ser una red ciudadana comprometida con la reducción del desperdicio de alimentos; ofrece recursos contra el desperdicio y pone en contacto con otras personas que quieren entregar alimentos (o necesitan alimentos). A través de la aplicación, se comparten  únicamente alimentos. También se puede compartir recetas o trucos para reducir el desperdicio de alimentos.

Se trata de alimentos que podrían acabar en la basura si no los consumimos a tiempo. La iniciativa quiere poner en marcha una red que facilite la entrega de alimentos a otras personas o asociaciones y la reducción del desperdicio de los mismos.

Prosalus, una organización no gubernamental de cooperación al desarrollo (Ongd) cuya misión es promover el respeto, protección y garantía de los derechos humanos y el acceso a la alimentación, a la salud y al agua y saneamiento.

Charla: viernes, 6 de octubre, a las 19.30 h,
Sede de Setem, c/ Gaztambide, 50, Madrid

El Congreso legislará contra el despilfarro de alimentos en los comedores escolares

La Comisión de Educación del Congreso de los Diputados se ha interesado por las iniciativas que se están llevando a cabo contra el despilfarro de alimentos en los comedores escolares para poder incorporarlas al Pacto de Estado por la Educación.

Después de más de un año y medio de batallar con las  instituciones, la activista Cristina Romero, como impulsora de la campaña nacional contra el despilfarro de alimentos en los comedores escolares y como creadora del movimiento Hay que ponerse, ha trasladado a la Comisión sus propuestas para que puedan ser incluidas en dicho pacto.

Estas propuestas incluyen la modificación de la Ley de Seguridad Alimentaria. Ahora, por razones higiénicas y sanitarias, la comida sobrante no puede ser manipulada, según esta ley y los reales decretos que establecen  las normas de higiene para la elaboración.

También, pide incluir en el Plan de Educación programas de educación en reducción de despilfarro de alimentos por parte de las empresas de catering escolares, en colaboración con el centro educativo y poder otorgar un distintivo de calidad de lucha contra el despilfarro de alimentos a las entidades involucradas (las que lo posean podrán beneficiarse de subvenciones o ayudas).

Romero es una madre catalana que en enero de 2016 comenzó una campaña de firmas en Change. org , que sigue activa, para acabar con el desperdicio de toneladas de comida que se produce en los colegios.

En octubre de 2016, presentó en el Congreso 244.000 firmas para modificar la Ley de Seguridad Alimentaria. En el texto de la recogida de firmas, todavía activa, solicita que los miles de toneladas de alimentos que no se aprovechan en los comedores escolares -según un estudio del Ministerio de Agricultura de 201, podrían ser 14.000 toneladas al año-, sean destinados a los miles de familias necesitadas.

Desde octubre de 2016 hasta ahora, Cristina Romero se ha reunido con la presidenta del Congreso, Ana Pastor, y con diputados del PP, Podemos, PSC y UDC y ha colaborado con políticos de otras comunidades autónomas que han dado luz verde a diversas iniciativas para el aprovechamiento de los alimentos. Además, en Cataluña, su petición será incluida en el Plan de Educación para fomentar el aprovechamiento de alimentos entre niños y adolescentes.

«En este país –señala Romero- sólo se trabaja con alimentos no perecederos y el objetivo sería hacer llegar más carne y pescado a los comedores sociales y bancos de alimentos, ya que según la Federación de Bancos de Alimentos (Fesbal), el año pasado atendieron a más de 1.500.000 personas en España».

«La dieta mediterránea es una de las más sanas, equilibradas y sabrosas del mundo. En nuestras escuelas se ofrece diariamente un menú equilibrado y saludable y es una verdadera lástima que las personas necesitadas no puedan disfrutarla. No olvidemos que muchas de ellas tan solo hacen una comida al día y si hablamos de riesgo de pobreza, este tiene en cuenta la baja intensidad de empleo y la carencia material severa como no poder comer carne o pescado cada dos días, según datos del INE», añade.

La Federación de Bancos de Alimentos tiene firmados 32 convenios, gracias a los cuales se han recuperado más de seis millones de kilos de alimentos. Por eso, la impulsora de la campaña considera un acierto que las escuelas españolas, las empresas de catering, Fesbal y otras organizaciones no gubernamentales pudiesen firmar acuerdos de colaboración y así dar un buen destino a todo ese excedente.

Según su propuesta, este excedente sería previamente seleccionado: carne, pescado, legumbres…, excluyendo los alimentos que por su naturaleza pueden ser peligrosos a la hora de darles un segundo uso: huevo, carne y marisco crudo, cremas pasteleras… Los alimentos estarían congelados a -18 grados, en un envase en perfectas condiciones y con un etiquetado que incluyera el tipo de alimento, la cantidad, la fecha de congelación y la fecha de entrega.

El paso que se dio en el Congreso a finales de junio de este mismo año, podría hacer que este hecho fuese en breve una realidad, ya que se aprobó una iniciativa para modificar la Ley de Seguridad Alimentaria tras varios meses de contactos con grupos políticos y los ministerios de Agricultura y Sanidad.

Los diputados que la presentaron señalan que se trata de un proceso de auxilio social. El cambio legal generará seguridad jurídica para facilitar la iniciativa tanto pública como privada, mejorando la eficiencia y reduciendo los niveles de despilfarro.

Más Comunidades debaten leyes contra el despilfarro de alimentos en los colegios

Cristina Romero, la madre catalana que en enero de 2016 puso en marcha, en Change.org, una campaña para pedir al Ministerio de Sanidad medidas contra el despilfarro de comida en los comedores escolares, continúa con su periplo por las instituciones  para que se cambie la  Ley 17/2011 de Seguridad Alimentaria y Nutrición y los reales decretos que establecen  las normas de higiene para la elaboración de alimentos en estos centros.

Por razones higiénicas y sanitarias, la ley señala que la comida sobrante en los comedores escolares no puede ser manipulada y se prohíbe a los centros escolares donar lo que sobra. Y esto es lo que se quiere modificar con las miles de firmas que apoyan el cambio.

En junio, Cristina Romero compareció en el Parlamento catalán, ante la Comisión que se ocupa de la Propuesta de Ley a favor del Aprovechamiento de Alimentos. Junto con ella, han acudido otros comparecientes (asociaciones y fundaciones no gubernamentales, expertos en seguridad alimentaria, técnicos en residuos, hosteleros, comerciantes…) que han ofrecido sus puntos de vista contra el despilfarro.

El proyecto de ley catalán está en la fase de presentación de enmiendas y se espera su aprobación para el próximo otoño.

Romero mantiene además conversaciones con los partidos políticos para explicarles la necesidad de promover leyes que eviten el despilfarro de alimentos. El último ejemplo ha sido Cantabria. Su Parlamento aprobó por unanimidad a principios de junio la propuesta de Podemos que pretende acabar con el despilfarro.

«Estaré a disposición de cualquier partido político que necesite información y apoyo para abolir el despilfarro de alimentos –señala Cristina Romero-, ya que jamás me cansaré de decir que esta petición es totalmente transversal. No entiende de ideología política o clase social.
Lo importante es caminar todos en el mismo sentido y me congratula comprobar que poco a poco, se está haciendo. Imagino que las próximas noticias llegarán desde Madrid y Bruselas», donde también se han presentado iniciativas en el mismo sentido.

Mientras tanto, esta madre continúa haciendo ruido para conseguir su propósito.

El 19 de octubre de 2016, Cristina Romero entregó en el Congreso de los Diputados, junto con la chef Ada Perellada y un experto en seguridad alimentaria, las más de 244.000 firmas que ha conseguido para hacer posible que el excedente de comida procedente de comedores escolares sean aprovechados  y se pueda ayudar así a miles de personas que lo necesitan.

El 30% de los alimentos se tira a la basura

Los menores de 35 años con estudios superiores y renta media/alta son las personas que más desperdician.

Esta es la principal conclusión de una encuesta sobre desperdicio alimentario en los hogares madrileños, encargada por la Universidad Pontificia Comillas y Prosalus (organización no gubernamental de cooperación al desarrollo), que se ha presentado esta mañana en Madrid.

La encuesta, elaborada por las investigadoras Victoria Labajo y María Eugenia Fabra, del Grupo de Investigación E‐SOST (Economía, Empresa y Sostenibilidad) de la Facultad de Ciencias Económicas y Empresariales, es una de las actividades contempladas en el proyecto impulsado por Prosalus y financiado por el Ayuntamiento de Madrid: En Madrid yo no desperdicio, yo comparto, implicación ciudadana en la reducción del desperdicio alimentario.

José María Medina Rey, director de Prosalus, impulsora de la iniciativa Yonodesperdicio.org, ha señalado que el 30% de los alimentos que se producen acaban en el cubo de la basura y, por tanto, también el 30% de los recursos naturales destinados a producir dichos alimentos, como agua y tierras cultivables. Por ello, indicó que «el desperdicio alimentario es éticamente reprobable».

Las personas consideradas grandes desperdiciadoras son jóvenes menores de 35 años, con estudios superiores, renta alta o media-alta, principalmente hombres, no sensibilizados con el consumo responsable, pero, curiosamente sí sensibilizados con la sostenibilidad ambiental.

Este dato muestra que una mayoría aún no es capaz de establecer una conexión entre nuestra actuación en el ámbito local y los resultados que provocan en el ámbito global, señalan las investigadoras.

El estudio resalta también la gran confusión que existe entre las fechas de caducidad y de consumo preferente. Solo un tercio de las personas encuestadas identifican correctamente la fecha de consumo preferente y curiosamente son los hogares de rentas más bajas quienes más alimentos tiran durante la fecha preferente, auque son perfectamente consumibles. Por otro lado, el 44% de los hogares aprovechan alimentos caducados que suponen, en ciertos casos, un riesgo para su salud.

Los alimentos que más se desperdician son frutas y verduras, pan, cereales, repostería y productos lácteos. Las causas que se apuntan son el deterioro de los productos por mala conservación o la preparación inapropiada junto con la caducidad de los productos.

La motivación principal para no desperdiciar alimentos no es la sostenibilidad ambiental sino el ahorro.

Yonodesperdicio.org es una plataforma que trata de poner en contacto a personas que quieren compartir alimentos para evitar que acaben en la basura, tiene como objetivo último sensibilizar acerca de las consecuencias que tiene sobre el hambre y la sostenibilidad del planeta un acto tan cotidiano como tirar a la basura alimentos.

Acciones para reducir el desperdicio de alimentos en los hogares

yonodesperdicio.org es una iniciativa colaborativa para reducir el desperdicio de alimentos principalmente en los hogares, promovida por Prosalus, una organización no gubernamental de cooperación al desarrollo, cuya misión es promover el respeto, la protección y la garantía de los derechos humanos en la alimentación, la salud, el agua y el saneamiento.

Desde su creación, en noviembre de 2015, pretende ser una red ciudadana comprometida con la reducción del desperdicio que ofrece recursos para ello y pone en contacto a personas que quieren entregar alimentos con las que los necesitan.

yonodesperdicio cuenta con una aplicación web-móvil de consumo colaborativo en la que se comparten únicamente alimentos y tiene más de 800 personas registradas  en todas las comunidades autónomas, aunque es Madrid la que más tiene, casi 300.

En este tiempo, la plataforma ha rescatado más de 65 kilos de la basura, según el contador, visible en la web. Según sus responsables, «va poco a poco porque las cantidades que se ofrece son de poco peso y aún falta mucha más difusión para animar a que se participe en esta forma de consumo».

En estos momentos, gracias a un proyecto aprobado por el Ayuntamiento de Madrid, yonodesperdicio está desarrollando diferentes actividades y elaborando materiales de sensibilización y difusión que animen a la participación. Por ejemplo, ha editado un recetario con las ideas compartidas en la plataforma y ha organizado un concurso de fotografía para visibilizar el desperdicio a lo largo de toda la cadena alimentaria.

Foto: Noticias del Parlamento Europeo

A finales de este mes van a presentar los resultados de una encuesta- investigación sobre el desperdicio de alimentos en los hogares madrileños y, por otro lado, ya tienen en marcha el desarrollo de la app para dispositivos IOS.

Trabajan con alimentos que podrían acabar en la basura si no se consumen a tiempo y que se entregan tanto a organizaciones encargadas de distribuirlas entre familias sin recursos o directamente a particulares que lo necesitan.

La ONG advierte de que antes de tirar la comida, hay que pensar que nuestros excedentes pueden utilizarse en otras casas y que son necesarios para otras personas y anima a formar parte de esta red, compartiendo aquello que no se va a consumir.

Tanto para donar como para recibir alimentos hay que regístrate en la web; después, ofrecer la comida excedente que quieres compartir, revisar los mensajes de las personas que están interesadas y acordar un punto de entrega.

Esta iniciativa cuenta con financiación de Territorios Solidarios de BBVA, el Ayuntamiento de Madrid y con la colaboración del Centro de Innovación en Tecnología para el Desarrollo Humano (itdUPM).

El escándalo del desperdicio de alimentos

En el conjunto de la Unión Europea se desperdician cada año 88 millones de toneladas de alimentos, 173 kilos por persona. No son cifras nuevas que no hayamos escuchado y leído en los medios de comunicación, pero siguen ahí sin conseguir que los gobernantes aprueben leyes que lo eviten.

Estas cifras escandalosas han llevado a la Comisión de Medio Ambiente del Parlamento Europeo a presentar una propuesta, votada por unanimidad,  en la que piden una serie de medidas para reducir el desperdicio de alimentos y ha pedido a los estados miembros que intensifiquen los esfuerzos en esa dirección.

Entre esas medidas, plantean a la Comisión Europea que estudie los beneficios de eliminar de la fecha de caducidad de algunos productos siempre que no se ponga en riesgo la salud pública o el medio ambiente. En este sentido, la medida va encaminada a que las autoridades nacionales y otros actores eduquen a los consumidores a comprender mejor las fechas de caducidad y la fórmula «consumir preferentemente antes de» y a que se aclare la utilidad de los alimentos una vez superada dicha fecha.

En la misma línea de reducir el desperdicio, se organizan con frecuencia distintas campañas de organizaciones sociales y personas encaminadas al mismo objetivo: que no se tiren alimentos y que se aprovechen para donarlo a quienes pasan hambre. No hay que olvidar que unos 2,6 millones de personas están en situación de pobreza severa en España y que nuestro país tiene una de las tasas más altas de pobreza infantil de la UE y es el tercer país, por detrás de Rumanía y Grecia.

Así, la Organización de Consumidores y Usuarios (OCU) y la Federación de Bancos de Alimentos (Fesbal) han relanzado la Operación Kilo para poder recoger durante todo el mes de mayo donaciones de alimentos, que se hará a través de la plataforma www.notireslacomida.org.

OCU y FESBAL quieren unir fuerzas para conseguir, a través de la colaboración ciudadana, recoger kilos suficientes para poder cubrir la demanda de alimentos al menos durante las próximas semanas.

También, resalta la iniciativa de Cristina Romero, una madre catalana empeñada en que se cambie la ley para que se pueda donar la comida sobrante de los comedores escolares, que ahora no se puede. Su campaña ha llegado hasta el parlamento español.

En  la Unión Europea,  se intenta conseguir reducir un 30 por ciento el desperdicio de alimentos para 2025 y un 50% para 2030, pero no existe una norma única que obligue de la misma forma a los Estados.

Otra de las medidas propuestas por el Parlamento Europeo a Bruselas se dirige a  impulsar las donaciones de alimentos mediante la introducción de exenciones fiscales en el impuesto sobre el valor añadido (IVA). Y en el mismo sentido, han pedido que el Fondo de Ayuda Europea para los Más Necesitados (FEAD) tenga la posibilidad de financiar el coste del transporte, almacenamiento y distribución de donaciones colectivas de alimentos.

En el mundo, un tercio de la comida producida para consumo humano se desperdicia (1.300 millones de toneladas). Un dato muy alarmante, teniendo en cuenta que hay gente que muere de hambre. Este enorme nivel de residuos tiene impacto económico, social y ambiental, ya que causa una pérdida económica de unos 940.000 millones de dólares al año y provoca inseguridad alimentaria y desnutrición.

Además, los alimentos que se desperdician consumen recursos valiosos, por ejemplo, aproximadamente una cuarta parte del agua utilizada para la agricultura. Y se estima que son responsables del ocho por ciento de las emisiones globales de gases de efecto invernadero.

Iniciativas con un mismo objetivo: No al despilfarro de alimentos

Cristina Romero, una madre catalana que en enero de 2016 puso en marcha, en Change.org, una campaña para pedir al Ministerio de Sanidad medidas contra el despilfarro de comida en los comedores escolares, continúa con su misión para que se cambie la  Ley 17/2011 de Seguridad Alimentaria y Nutrición y los reales decretos que establecen  las normas de higiene para la elaboración de alimentos en estos centros.

Por razones higiénicas y sanitarias, la ley señala que la comida sobrante en los comedores escolares no puede ser manipulada y se prohíbe a los centros escolares donar lo que sobra. Y esto es lo que se quiere modificar con las miles de firmas que apoyan el cambio.

Mientras el cambio legislativo en calidad de Seguridad Alimentaria sigue su curso, surgen cada vez más acciones y movilizaciones ciudadanas o de asociaciones con un objetivo común: evitar el despilfarro de alimentos.

Un ejemplo es el de la Organización de Consumidores y Usuarios (OCU), que a principios de marzo promovió, y el PSOE presentó, un proyecto no de Ley para incentivar a que supermercados, restaurantes y escuelas puedan donar la comida sobrante y que obtengan beneficios fiscales para motivar que más gente done y no se desperdicie comida que puede beneficiar a las más de 30.000 familias con niños que se encuentras en situación de pobreza en España.

Mientras tanto, Cristina Romero continúa visitando centros escolares, el último, una escuela de Barcelona donde prácticamente el 95% de los alumnos, unos 500, son usuarios del comedor escolar. El colegio dispone de cocina propia y una empresa gestora de comedores escolares se ocupa de que el servicio de comida del mediodía discurra de una manera amena y didáctica.

Los niños son los que deciden la cantidad que comen y Cristina comprobó que en las bandejas prácticamente no quedaba nada. La autogestión, supervisada por monitores, puede ser una buena alternativa.

«Ese día no sobró mucha comida: un litro de crema de puerros, algunos buñuelos de bacalao y verdura. El congelador destinado a conservar ese excedente también contenía, de esa misma semana, potaje de garbanzos, bacalao al horno…», explica Cristina Romero.

«Pensad que la comida que reciben las familias más necesitadas procedentes de bancos de alimentos u organizaciones no gubernamentales es normalmente hidrato de carbono (arroz, legumbres…) y es de suma importancia aportar proteína (pollo, pescado…) para que lleguen a tener una dieta equilibrada«, añade.

La ONG Nutrición sin Fronteras es la que se ocupa de recoger semanalmente el excedente en esa escuela y la reparte entre las familias más desfavorecidas.

OCU y Cristina Romero han grabado un vídeo promocional que exige un cambio de Ley contra el desperdicio alimentario.

«Precisamente este problema es una cuestión social. Nos concierne a todos y cuantas más personas y organismos se involucren, más presión haremos y más adelantaremos en esta carrera que es la lucha contra el despilfarro de alimentos. Todos estamos en el mismo barco», señala Cristina Romero.

El 19 de octubre de 2016, Cristina entregó en el Congreso de los Diputados, junto con la chef Ada Perellada y un experto en seguridad alimentaria, las más de 244.000 firmas que ha conseguido para hacer posible que el excedente de comida procedente de comedores escolares sean aprovechados, ayudando así a los miles de personas que lo necesitan.

En el vídeo se explica todo lo expuesto y además, se puede comprobar, una vez más, cómo aprovechar el excedente alimentario en escuelas es cuestión de predisposición.

 

Alubias solidarias: compras una ración y donas otra

Alubias Solidarias es el proyecto de una serie de profesionales radicados en Málaga, que pretenden obtener fondos mediante la elaboración y venta de alubias secas y platos preparados para conseguir fondos y repartir raciones entre personas necesitadas.

El proyecto, que está a punto de echar a andar, lo han puesto en marcha profesionales de varios campos que viven en Málaga; entre ellos, un holandés, Joost; un belga, Sven; y tres españoles, José Antonio, Teresa y Marta. Y han elegido las alubias por su alto valor nutritivo, energético y aporte de vitaminas y minerales y porque además es un alimento idóneo para compartir y disfrutar en grupo. Otro motivo es su bajo precio y las múltiples posibilidades de preparación culinaria que ofrece.

«Se pueden comparar las alubias con la sociedad en que vivimos. Existen alubias de muchas distintas razas y clases. Hay alubias buenísimas y otras no tan buenas. Puedes encontrar alubias blancas, pintas, negras, grandes, pequeñas, de origen español, alubias exóticas desde el extranjero, sin entrar en sus familiares como las lentejas, garbanzos o fríjoles», señala Joost Van Vuren, que añade que Alubias Solidarias «existe para ayudar a cualquier persona que lo necesita. No discriminamos por religión, color, etnia, sexo, preferencia sexual, discapacidad o de ninguna otra manera. Apoyamos a que cada persona sea diferente y viva según su propio criterio».

El objetivo de esta asociación es repartir la mayor cantidad de alubias diarias posibles entre las personas que lo necesitan. «Mediante la venta de alubias secas y platos preparados, recaudarán fondos para poder dar de comer a personas que están pasando hambre», señalan.

En la primera fase del proyecto el objetivo es vender 200 raciones diarias para donar otras 200, hasta llegar a 100.000 raciones. «Con los ingresos obtenidos podemos seguir cocinando alubias y crear la infraestructura necesaria para el siguiente objetivo: escalar el proyecto para poder dar de comer a más personas», explican.

Su zona de actuación, en principio, es Málaga, pero quieren ampliar la zona de acción hasta cubrir el territorio español por completo. Por cada ración de alubias vendida, donarán otra a un comedor social o un banco de alimentos.

«La finalidad de este proyecto es ser tan rentable que, aparte de financiarse a sí mismo, dé para donar la misma cantidad de comida a personas que lo necesitan».

Los promotores de Alubias solidarias están buscando una plataforma para llevar a cabo la campaña de crowdfunding, necesaria para poner en macha toda la maquinaria. Necesitan 25.000 euros.

Mientras tanto, están llevando a cabo otras acciones para conseguir clientes y también piensan en una red de restaurantes que les puedan prestar las cocinas cuando no las utilicen.

Se puede contactar con ellos en Facebook y Twitter

 

 

Más adhesiones a la campaña para evitar el despilfarro de alimentos en los comedores escolares

Cristina Romero, una madre catalana que en enero de 2016 puso en marcha, en Change.org, una campaña para pedir al Ministerio de Sanidad medidas contra el despilfarro de comida en los comedores escolares, continúa con su lucha, obteniendo cada vez más adhesiones a su iniciativa.

Cada vez hay más escuelas, partidos políticos, asociaciones… interesadas y muy concienciadas contra el despilfarro en comedores escolares, afirma Cristina, que en el mes de noviembre se reunió con diputados del PSC en el Parlament de Cataluña, que tres meses antes habían presentado la propuesta de Ley sobre el Aprovechamiento del Excedente Alimenticio y que sigue adelante ya que ningún partido se opuso.

El próximo mes de enero, Cristina asistirá como compareciente para explicar el motivo de la campaña y para dar mi opinión sobre las posibles soluciones. Soluciones como la que ha puesto en marcha la compañía americana Kentucky Fried Chicken a través de su proyecto Harvest. Este proyecto existente hace años en EE UU permite aprovechar sus productos y repartirlos entre los más necesitados.

Esta empresa junto con la Fundación Altius ayudan a que 60 familias reciban diariamente menús compuestos por primero, segundo, postre y pan (menús confeccionados por amas de casa, en su mayoría, voluntarias, y que recuerdan muchísimo a las comidas de abuelas y madres).

Este mismo mes de diciembre, la promotora de esta iniciativa ha viajado a Madrid para visitar las instalaciones de KFC en San Sebastián de los Reyes y la sede de Fundación Altius. También se ha reunido con representantes de Fundación Banco de Alimentos de Madrid y Barcelona, que ven totalmente viable el aprovechamiento procedente de la comida de los restaurantes KFC ya que la proteína es unos de los pilares básicos de la alimentación.

La política del Ministerio de Sanidad favorece que cada se tiren a la basura toneladas de alimentos, mientras que hay familias que no pueden llevarse nada a la boca.

La Ley 17/2011 de Seguridad Alimentaria y Nutrición y los reales decretos que establecen la normas de higiene para la elaboración, distribución y comercio de comidas preparadas y la manipulación de alimentos señalan que «por razones higiénicas y sanitarias la comida sobrante no puede ser manipulada«.

El pasado 19 de octubre Cristina entregó en el Congreso de los Diputados, junto con la gran chef Ada Perellada y un experto en seguridad alimentaria, las más de 244.000 firmas que ha conseguido para hacer posible que el excedente de comida procedente de comedores escolares sean aprovechados, ayudando así a miles de personas que lo necesitan.

Slow Food pone en marcha una campaña para proteger los alimentos y las razas animales locales

2.608 huertos en África en los que se han implicado más de  50.000 personas.
513 Baluartes y 57 Mercados de la Tierra para apoyar el trabajo de otros 20.000 productores en 84 países. Más de 3.000 cocineros y cocineras que trabajan al lado de los pequeños productores. 6.000 recomendaciones del Arca del Gusto sobre productos en riesgo.

Todas estas cifras son el fruto del trabajo de la red de Slow Food, formada por más de un millón de personas de 160 países de todo el mundo.

Para seguir protegiendo un patrimonio inmenso de variedades vegetales, razas animales, productos y conocimientos que están desapareciendo, para apoyar a los pequeños productores y para poder proteger los recursos de este planeta contra la contaminación, contra la desforestación, contra los daños de la agricultura industrial, la organización ha puesto en marcha la campaña Ama la Tierra. Defiende el futuro.

El propósito es la recaudación de fondos para sostener una agricultura mejor, en condiciones de garantizar a todos una alimentación buena, limpia y justa y para que esta que esta actividad pueda continuar libre e independiente. Pero también pretende  incrementar la conciencia pública sobre la grave pérdida de biodiversidad que amenaza la seguridad alimentaria y contribuye al cambio climático.

La red aborda una amplia gama de problemas y propone soluciones eficaces desde los propios territorios y de la tutela de variedades de plantas, razas animales y culturas culinarias locales que a lo largo del tiempo han permitido mantener los recursos locales sin deteriorarlos.

«Son muchísimos los defensores de un futuro más rico, diferente y sano», señala la organización.»Un futuro que solo se puede garantizar preservando la biodiversidad y defendiéndonos de los efectos de una agricultura cargante, que contamina el suelo y el agua y que apuesta por la homologación sin conseguir alimentar al mundo; de una economía que tiende hacia el crecimiento infinito sin tener en cuenta los límites de un planeta finito; de un crecimiento como un fin en sí mismo, que destruye la naturaleza y el tejido social y mantiene a la humanidad constantemente insatisfecha e infeliz».

Slow Food es  una organización sin ánimo de lucro sostenida por sus socios, fundada en 1989 para contrarrestar el auge de la comida rápida (fast food) y la vida rápida (fast life), impedir la desaparición de las tradiciones gastronómicas y los productos locales y combatir la pérdida de interés de la sociedad por los alimentos, su origen, su sabor y las consecuencias que cada una de nuestras decisiones alimentarias ejerce en el mundo.