La televisión ha creado un mundo esquizofrénico en el que entre el individuo y lo global no hay nada. Alain Touraine

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Mientras tú estás en el atasco de vuelta del trabajo, alguien gana miles de euros en televisión

Curioso fenómeno.

Antena 3

Cuatro

Tele 5

[Maaaaaaaaaaambo]

Emiten casi a la misma hora cada día sus concursos vespertinos.

¿Quién quiere ser millonario?

Money, money

¡Allá tú!

Una curiosa trilogía del juego y del euro seguido de muchos ceros, de la posibilidad, del azar y del conocimiento descendente.

Porque en ¿Quién quiere ser millonario? todo depende de la memoria y los conocimientos del concursante.

En Money, money hay que saber algo, pero además tener suerte al elegir al bailarín – eso es tremendo – que muestre el premio obtenido tras cada respuesta acertada.

Y en ¡Allá tú! – directamente – todo es azar. Y tedioso compadreo. Y una mecánica que uno tarda varios años en descubrir [lo peor es que cuando la descubres te das cuenta de que la cosa es estúpidamente simple].

Bah, pero eso no es lo importante. El formato es lo de menos. Lo de más es que en los tres programas el espectáculo es el dinero. Las enormes cifras que pueden llevarse los concursantes y que funcionan como reclamo de una audiencia que tal vez en ese momento no esté sentada frente al televisor, sino que acaba de llegar a casa y lo escucha de fondo mientras se dedica a cosas mejores.

Pero el anuncio de tantos euros en juego, de tan buen dinero, le lleva a la pantalla sólo para comprobar si eso es posible, si será verdad que se lo van a llevar…

Y qué buenas son las hermanas ursulinas que nos llevan de excursión…

… Y qué buena es la televisión que regala a diario dinerales…

Y qué casualidad que los tres concursos se emitan justo antes del informativo nocturno de cada una de las tres cadenas [5, 4, 3…] y al tiempo que La Primera emite Gente Viva Gente Muerta, donde queda claro que las penas con pan son menos, que el dinero no da la felicidad pero ayuda, y toda esa retahíla de píldoras de incultura popular tan recurrentes.

Porque en el fondo de todo esto hay un mensaje. Un mensaje bien claro: la vida es una mierda. El mundo es una mierda. Y tal.

Sí.

Pero en tu mano está salir del vertedero, coño. ¿No ves que la televisión te está ofreciendo la posibilidad de forrarte en media hora y olvidarte de las miserias que suceden a tu alrededor?

Así es que deja de quejarte y de pensar que todo está fatal. Pues claro que todo está fatal. Porque eres pobre. Porque no te dejas ayudar por Sobera o por Vázquez. Que pueden hacer del mundo un lugar mucho mejor. Que lo hacen cada tarde.

Porque mientras tú estás en el atasco de vuelta del trabajo, alguien gana miles de euros en televisión.

Who wants to be a millionaire? I don’t.

Have flashy flunkeys everywhere? I don’t.

Who wants the bother of a country estate?

A country estate is something I’d hate!

Who wants to wallow in champagne? I don’t.

Who wants a supersonic plane? I don’t.

Who wants a marble swimming pool too? I don’t.

And I don’t `cause all I want is you.

COLE PORTER

Lo peor de OT…

… es que OT está muy bien hecho. Es un gran producto televisivo. Hay que reconocerlo.

Y hay que admitir que han acertado al importar de otros formatos – como American Idol o America’s next Topmodel – la figura del miembro del jurado villano, con lo que han convertido la última parte de las galas en un gran espectáculo, con una inteligentísima estructura que arrastra a la audiencia hasta el final… y más allá.

Porque cuando Risto Mejido – el hombre peinado con raya en medio, el director creativo de una de las agencias de publicidad españolas más brillantes, SCPF – abre la boca, el programa adquiere otra dimensión para incorporar un ‘lado oscuro’ que en otras ediciones estuvo representado – débilmente – por algunos concursantes más malos que la quina, pero que andan ausentes en esta.

Risto habla y eleva el nivel de tensión televisiva, que se mantiene gracias a las reacciones de los concursantes. Bien hecho. Y lo mejor es que gracias a esa tensión, la aparición de los miembros del jurado para salvar a alguno de los muchachos, la presencia del ‘lado luminoso’, POR FIN tiene algún interés en el programa. Porque los espectadores sabemos que van a lanzarle alguna puya al malo de Risto… Muy bien hecho.

Tan bien como desvelar la trama que hay detrás de las votaciones de los concursantes ‘salvados’, la estrategia de las pizarritas que ayudan siempre al más débil. Otra contribución para elevar el nivel de interés de otro bloque del concurso.

Pero aún hay más. Los muchachos, tan ofendidos los pobres, aseguran que tienen mucho que decir en contra de lo que les ha dicho ese señor con gafas oscuras. Pero no lo dicen. No. Prefieren no decirlo en ese momento. Prefieren reflexionar antes de hacerlo. Reflexionar un rato… hasta que empiece el chat posterior. BINGO. De esta manera, el chat deja de ser esa tontería interactiva blandengue y se reinventa con polémica y cosas que nunca le dije…

OT es pura televisión. Televisión muy bien hecha, muy bien pensada.

Y que – por favor – nadie piense que el tal Risto es un topo del programa. Risto es tan OT como Jesús Vázquez. Y tan bueno para el programa como aquel escenario que se vino abajo en una de las galas de la segunda edición…

Lo peor de OT es que está tan bien hecho que alguien se lo podría creer.