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Un acróbata del brutalismo se lleva la medalla de oro como mejor arquitecto

Ginasio Paulistano Athletic Club © PMDR archive

Ginasio Paulistano Athletic Club, © PMDR archive

El ufo de la foto está en São Paulo y fue construido entre 1958 y 1961. Es un polideportivo con capacidad para dos mil espectadores y parece desafiar todas las reglas sobre el equilibrio y la resistencia: el tejado circular de hormigón flota gracias a la sujección de seis hojas del mismo material, ancladas por una docena de cables de acero. El arquitecto Paulo Mendes da Rocha (1928) tenía 30 años cuando firmó el proyecto.

Era un recién llegado, pero el siempre espectacular y bienquerido gigantismo del jormigonaco —el material que más erotiza a las administraciones públicas y otros entes con afán de dejar manchas sobre la Tierra—, convirtió al autor en una estrella.

Da Rocha, imparable desde entonces, acaba de ganar la medalla de oro que otorga cada año al mejor arquitecto el Royal Institute of British Architects (RIBA), el organismo colegial del Reino Unido que goza de enorme influencia y prestigio en el gremio. El premio, que se concede desde 1948, ha sido recibido por, entre otros, Zaha Hadid (2016), Frank Gehry (2000), Norman Foster (1983), Frank Lloyd Wright (1941) —no debe ser casual su soledad humanista entre tanto monstruo de la demasía— y Oscar Niemeyer (1998), el único brasileño que había sido galardonado hasta ahora.

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Comentarios racistas en Internet convertidos en grandes carteles

Uno de los carteles de 'Racismo virtual' -Foto: racismovirtual.com.br

Uno de los carteles de ‘Racismo virtual’ – Foto: racismovirtual.com.br

«He llegado a casa oliendo a negro». La frase es de un usuario que en las redes sociales escribe lo que no habría dicho en el transporte público o en una cafetería. Es uno de tantos que sienten una falsa superioridad en Internet. El mundo virtual, en apariencia, tiene la capacidad de hacerte invisible, es un potencial nicho de mezquindad y cobardía, un paraíso para despacharse a gusto porque parece imposible que nadie te relacione en la vida real con aquello que has escrito.

El nombre está pixelado y la foto de perfil también, pero la frase —escrita desde algún dispositivo electrónico de Vila Velha, un municipio costero del sureste de Brasil— se lee en un gigantesco cartel exhibido en una valla publicitaria.

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‘Los nobles usan la pluma; nosotros, el fusil’: galería de ‘bandoleros sociales’

Foto policial de Ned Kelly a los 16 años (Foto: dominio público)

Foto policial de Ned Kelly a los 16 años (Foto: dominio público)

Como tantos otros administradores de justicia antes que él, el magistrado que presidía el tribunal que condenó a muerte a Ned Kelly creyó necesario añadir la consabida e indulgente adenda tras la lectura de la sentencia:

— Que Dios se apiade de su alma.

El más famoso bushranger de Australia —que se protegía de los armados agentes de la ley llevando encima una armadura de metal que pesaba 45 kilos— respondió desde el banquillo de los acusados:

— Iré un poco más lejos que usted: nos encontraremos cuando yo me vaya y presentaremos juntos nuestros casos ante Dios.

Menos de un mes después, el 11 de noviembre de 1880, en los momentos previos al ahorcamiento en el penal de Melbourne —de nada valieron las 30.000 firmas que solicitaban que la condena fuese conmutada por prisión a perpetuidad—, Kelly estaba extrañamente apocado. Sus últimas palabras fueron:

— Así es la vida.

Se había explicado con un ánimo menos desmoralizado en una entrevista previa al juicio con el diario The Mercury, uno de cuyos periodistas consiguió permiso para entrevistar al bandido:

— Al juzgar un caso como el mío el público debe recordar que incluso la vida más oscura tiene una faceta brillante.

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Nueva Zelanda convoca un concurso para elegir una nueva bandera

Diseños propuestos para la nueva bandera de Nueva Zelanda

Diseños propuestos para la nueva bandera de Nueva Zelanda

Poblada sólo a partir de 1250 por sus primeros moradores, los polinesios que desarrollaron allí la cultura maorí, Nueva Zelanda vivió durante siglos un idilio con el Océano Pacífico, sin ser partícipe de las mundanas luchas de poder de los grandes imperios del pasado, escondida con gusto y ofreciendo un privilegiado ecosistema para las especies más exóticas de animales y plantas.

El Reino Unido había convertido Australia en colonia penal en 1788 y en 1840 hizo suya Nueva Zelanda. Poco después (en 1869), el almirante, explorador, escritor y oficial de la Marina Real Británica Albert Hastings Markham (1841-1918) dio forma a la bandera que tantos quebraderos de cabeza da a los neozelandeses ahora.

Casi idéntica a la australiana, la bandera kiwi tiene la Union Jack en el extremo superior izquierdo y en la extensión azul restante, cuatro estrellas que representan la constelación de la Cruz del Sur, común en banderas de países del hemisferio sur (Brasil, Samoa, Papúa Nueva Guinea, Australia…).

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El mural-símbolo contra el despilfarro del Mundial de Brasil

Paulo Ito (https://www.flickr.com/photos/pauloito)

El mural es sencillo y directo como una viñeta de opinión. Un niño llora sentado frente a una mesa deteriorada, sujeta el tenedor y el cuchillo mientras mira desconsolado cómo un balón de fútbol ocupa un plato en el que tendría que haber comida.

En los 14 años que lleva pintando en la calle, Paulo Ito no había creado nunca una obra que alcanzara la popularidad masiva de esta. Desde que en mayo lo creó, fotografió y colgó en su página de Flickr, el mural se ha vuelto viral y se ha erigido como un símbolo de las protestas contra el despilfarro del Mundial de fútbol.

Sobrecoste en la organización, corrupción, inversiones millonarias que pudieron destinarse a educación, salud y vivienda… Los brasileños denuncian que el evento deportivo ha servido para que se enriquezcan los más poderosos, acrecentar la brecha social, aplastar más si cabe los derechos de los pueblos indígenas… En el colmo de la sordidez está el documental The Price of the World Cup (El precio de la Copa del Mundo), del periodista danés Mikkel Jensen, que recopila testimonios sobre el supuesto asesinato de personas que viven en la calle (incluido niños) para limpiar ciudades como Río de Janeiro y Fortaleza de la incómoda presencia de la gente sin hogar.

Ito pintó la obra en las puertas de un colegio del municipio de Pompéia, en Sao Paulo. «Lo cierto es que hay tantas cosas mal en Brasil que es difícil saber por dónde empezar«, dice en unas declaraciones a la publicación online estadounidense Slate. El artista siente que con su obra no ha hecho más que «condensar» los sentimientos de quienes consideran que los miles de millones de euros que ha gastado el gobierno brasileño podrían haberse invertido en reducir una desigualdad social que crece al mismo tiempo que el país parece despegar económicamente.

Aunque tal vez el más difundido, el trabajo es sólo uno de la gran colección que puebla las calles de Brasil. Imágenes de Pelé con un saco de dinero y una estrafalaria corona, un niño africano desnutrido con el trofeo del Mundial en alto, un cartel de vendido sobre el emblema de la bandera nacional, una pelota de fútbol devorando colegios y hospitales… En internet se suceden las galerías de testimonios callejeros, reflexiones gráficas del descontento por la escala de prioridades de un gobierno que ha gastado ya más de 10.000 millones de euros en el evento.

Helena Celdrán

Un proyecto artístico que ilusiona a los jóvenes de una conflictiva favela de Río de Janeiro

Con la absoluta fe en el poder del arte para mejorar la calidad de vida de las personas en ambientes hostiles, los holandeses Jeroen Koolhaas y Dre Urhahn (Haas & Hahn) visitaron por primera vez la favela de Vila Cruzeiro en 2005 y desde entonces han conseguido que sus habitantes se impliquen con ellos en la transformación de la barriada en un asombroso lienzo a través de las varias entregas de Favela Painting Project.

Entraron en 2005 en la conflictiva favela de Río de Janeiro, famosa por sus frecuentes tiroteos y vigilada por más de 500 policías. Aún conscientes de la terrible situación de un territorio desolado y controlado por los narcotraficantes, los artistas se atrevieron a iniciar el proyecto de embellecer las viviendas precarias y apiñadas con ayuda de los vecinos.

El resultado de esta primera colaboración fue un hermoso mural de un niño volando una cometa, una imagen habitual en las azoteas de los humildes edificios de la zona. Tres años después, impulsados por la buena acogida de la obra, animaron a los jóvenes de Vila Cruzeiro a pintar junto a ellos una calle entera (más de 650 metros cuadrados) con una enorme carpa japonesa en un mar de cemento. La experiencia exigia a los chavales iniciarse en la pintura, acudir a talleres y practicar antes de ponerse manos a la obra: toda una novedad para un sector de la población del que nadie se preocupa jamás.

'Boy With Kite' (2006), Vila Cruzeiro. (Australfoto/Douglas Engle)

‘Boy With Kite’. Vila Cruzeiro, 2006. (Australfoto/Douglas Engle)

Por mucho que pareciera caprichosa y algo banal, la iniciativa de Haas & Hahn no se quedaba en lo puramente estético. «El embellecimiento, la creación de una ocupación y la atención estimulan el orgullo y la autoestima y ayudan a mitigar brechas sociales de un modo creativo y artístico. Los proyectos son la voz de los habitantes, influyen en la opinión pública y en los medios de comunicación, pueden ayudar a cambiar percepciones y eliminar estigmas», declaran los autores.

Vila Cruzeiro, 2008

Vila Cruzeiro, 2008

Regresaron en 2010 con un reto aún mayor que permitiera «a más gente trabajar al mismo tiempo». Entrenaron y contrataron a 25 jóvenes residentes de las favelas para que, en poco menos de un mes, cubrieran de color 34 edificios y transformaran así el aspecto triste y descuidado del paisaje. En los últimos años, el lugar ha pasado de ser evitado por cualquiera que no viviera allí a atraer la atención de turistas.

Praça Cantao, 2010

Praça Cantao, 2010

Ahora Haas & Hahn quieren volver: planean pintar toda una ladera de la favela, «crear una obra de arte comunitaria de una escala sin precedentes: un monumento que irradiará orgullo y energía». Además de pintar, los artistas de Ámsterdam quieren cubrir con una capa de cemento las viviendas, ahora de de ladrillo vista. Algo tan básico y barato ayudaría a «controlar la humedad, la acústica y la temperatura» y mejoraría la calidad de vida de los vecinos de un modo sencillo y económico.

Para conseguir su objetivo piden fondos en la plataforma de microfinanciación de Kickstarter, pero aún queda mucho por recaudar. De los 100.000 dólares (unos 73.900 euros) que piden sólo han conseguido 7.827 (5.784 euros) y quedan sólo 30 días para que venza el plazo.

Helena Celdrán

Los gemelos rubios brasileños del ‘Ángel de la Muerte’ de Auschwitz

Foto: Gabriele Galimberti

Foto: Gabriele Galimberti

Darles y Darlene Wolkeins. Tenían diez años cuando posaron en un columpio del colegio ante la cámara del fotógrafo italiano Gabriele Galimetti (Arezzo, 1977). Los niños gemelos son hijos de un granjero de la zona y una maestra de la misma escuela en cuyo patio fue tomada la imagen.

Si les propongo adivinar  la localización de la fotografía o la procedencia de los niños y dado el perfil racial de los gemelos (pigmentación blanquísima de la piel, ojos azules, rubios), es posible que las respuestas se concentren en Austria, Alemania, Holanda, otros países del centro y el norte de Europa, ciertas zonas de los Estados Unidos o, en resumen, cualquier lugar donde primen los rasgos de la llamada —con injusticia e imprecisión— raza blanca, equívoco término tantas veces usado para justificar el racismo, la xenofobia y otro tipo de desmanes.

Foto: Gabriele Galimberti

Foto: Gabriele Galimberti

Segunda foto: Kitana and Tauhana Lunkes, de cinco años, sonrientes y juguetonas en el sofá de su casa. De nuevo, gemelas y con el mismo patrón biológico de los anteriores.

Ambas fotografías son del pequeño poblado de Linha de São Pedro, en Cândido Godói, municipio de unos 7.000 habitantes del estado brasileño de Rio Grande do Sul, no muy lejos de la frontera con Argentina, una zona poblada a partir de comunidades de inmigrantes alemanes y polacos.

El pueblo del lejano y fértil límite sureño de Brasil, donde la tierra es dócil y permite dos o tres cosechas al año, aparece en los libros por una característica singular. En la villa se da la mayor cantidad proporcional de gemelos del mundo.

De cada diez embarazadas de Linha de São Pedro, una da a luz a gemelos monocigóticos, nacidos de un embrión fecundado por un único óvulo y un único espermatozoide.

Foto: Gabriele Galimberti

Foto: Gabriele Galimberti

Los expertos en genética dicen que la extraordinaria abundancia de gemelos se debe a lo que se llama efecto fundador (presencia inusitada de un rasgo determinado en poblaciones muy pequeñas) que ya se daba en la región renana de Hunsrück, en la que tienen ancestros comunes muchos de los habitantes del poblado brasileño.

El fotógrafo Galimbetti cree en otra teoría y culpa de la explosión de gemelos al hombre que dormía en la cama con mosquitero de la foto de la izquierda. Se hacía llamar Rudolph Weiss y visitó el pueblo con cierta asiduidad durante las décadas de los años cincuenta y sesenta del siglo XX. Algunos granjeros todavía le recuerdan, le describen como «simpático» y «muy buen veterinario». Weiss daba charlas sobre técnicas de reproducción animal y, a veces, atendía a las mujeres embarazadas de la zona, que en aquellos tiempos no contaba con asistencia médica.

Lo tenebroso del asunto es que bajo la falsa identidad de Weiss se ocultaba Josef Mengele (1911-1979), el médico nazi que hacía experimentos genéticos con prisioneros del campo de concentración de Auschwitz-Birkenau para intentar crear una raza de superhombres arios para Hitler. La especialidad del Ángel de la Muerte, como era conocido, fue la experimentación con gemelos.

Foto: Gabriele Galimberti

Foto: Gabriele Galimberti

El periodista argentino Jorge Camarasa sostiene en el libro de investigación Mengele: el Ángel de la Muerte en Sudamérica (2008) que el perverso médico, detenido pero liberado por los aliados porque no pudieron establecer su identidad real, y refugiado luego en Argentina, Paraguay y Brasil, está relacionado con la proliferación de gemelos en Linha de São Pedro, porque administró a mujeres embarazadas del pueblo «nuevos tipos de drogas y medicamentos» que las predispusieron al parto de gemelos arios.

Mengele habría elegido el lugar no por azar sino, precisamente, por la dominancia genética alemana, señala el periodista.

Pese a que los genetistas brasileños siguen insistiendo en que todo lo que sucede en el pueblo es fruto de la lotería del ADN y no tiene nada que ver con el prófugo nazi (¿qué otra cosa podrían decir para no poner en evidencia que su país fue cómplice en la huida de la justicia de un criminal psicópata que murió tranquilamente en la cama?), el trabajo del fotógrafo Galimbetti resulta turbador y produce escalofríos.

Ánxel Grove

Foto: Gabriele Galimberti

Foto: Gabriele Galimberti

Foto: Gabriele Galimberti

Foto: Gabriele Galimberti

Foto: Gabriele Galimberti

Foto: Gabriele Galimberti

Foto: Gabriele Galimberti

Foto: Gabriele Galimberti

El mejor fotógrafo de la historia es un renegado

Robert Frank

Robert Frank, autorretrato

Lo rompió todo y de manera definitiva. Varias veces. Todo lo perdió. Varias veces.

Es desde hace décadas una sombra entre la niebla de Nova Scotia, en el Canadá más norteño. En noviembre cumplió 87 años. Vive como un ermitaño en una antigua cabaña de pescadores. Reaparece por impulsos. Tiene un genio cambiante.

Puede ser calificado como el mejor fotógrafo de la historia porque incluso cuando dejó de hacer fotos (porque le cansaban y nada le decían, porque renegó de ellas) siguió siendo el mejor.

Hoy le dedicamos la sección Cotilleando a… a Robert Frank (Suiza, 1924), cuya larga sombra, que se proyecta sobre toda la fotografía de los últimos sesenta años, es notable incluso en la ausencia.

El arte de Frank, como él mismo predicó, es objeto simple, fácil y teorizable. No se puede decir lo mismo de la persona y su reacción, porque la vida, como la fotografía, es una respuesta contra uno mismo.

Cubierta de "40 Fotos", 1946

Cubierta de "40 Fotos", 1946

1. Nace en una familia judía de buena posición económica que lo había perdido todo durante el nazismo y la II Guerra Mundial.

2. Se foguea como aprendiz de fotografía en Suiza. Autoedita su primer libro, 40 Fotos, en 1946. Es un portfolio para intentar venderse como fotógrafo. El estilo, demasiado ecléctico: contiene incluso fotos de otros autores retocadas por Frank. Fue reeditado hace unos años.

3. Viaja por Europa, pero en el continente desolado por la guerra no encuentra receptividad. En febrero de 1947 embarca en Holanda hacia los EE UU («me voy a América, ¿cómo puede ser uno suizo?», escribe). Sobrevive en Nueva York hasta que encuentra trabajo como colaborador habitual de la revista Harper’s Bazaar, donde hace bodegones de bolsos, zapaatos y otros accesorios de moda como protegido del gran Alexey Brodovitch, que dió cancha un puñado de los mejores fotógrafos de la segunda mitad del siglo XX (Richard Avedon, Irving Penn, Lisette Model…).

4. Brodovitch le convence para que abandone la poco ágil Rolleiflex bifocal de medio formato y se pase a la Leica III de 135 milímetros, que permite hacer fotos con una sola mano. Esta decisión cambiará la historia de la fotografía.

"Horse and Sun" - Perú, 1948

"Horse and Sun" - Perú, 1948

5. En 1948 comienza el nomadismo de Frank. Entre junio y diciembre recorre Brasil, Cuba, Panamá y, sobre todo, Perú. Autoedita dos cuadernos de espiral con las fotos. El libro Peru, publicado años más tarde, es su primera obra maestra y predice lo que vendrá.

6. Cruza el Atlántico varias veces. Traba amistad con otros buscadores de verdad (Elliott Erwitt y Bill Brandt) y viaja a Francia, Italia, Reino Unido y España. Entre marzo y agosto de 1952 vive con su mujer, la pintora Mary Lockspeiser, y el primer hijo de la pareja, Pablo, en El Grao (Valencia). Hace fotos sobre corridas de toros. Se hospedan en el hotel El Sol y, como no tienen dinero, pagan al propietario con fotos que hace Frank y que nunca han sido localizadas.

"Sobre Valencia", 1950

"Sobre Valencia", 1950

7. En el casi inencontrable catálogo Sobre Valencia, 1950, el parco Frank -muy poco amigo de teorizar- incluye una de sus más detalladas declaraciones de principios: «Blanco y negro son los colores de la fotografía. Para mí simbolizan las alternativas de esperanza y desesperación a las que la humanidad está eternamente sujeta. La mayoría de mis fotografías son de gente, vista de un modo muy simple, como a través de los ojos del hombre de la calle. Eso es algo que la fotografía debe contener: la humanidad del momento. Esa clase de fotografía es realismo. Pero el realismo no es suficiente: ha de estar lleno de visión, y las dos cosas juntas pueden hacer una buena fotografía. Es difícil describir esa tenue línea donde acaba el tema y empieza la propia mente».

"Funeral. St. Helena, South Carolina, 1955" ("The Americans")

"Funeral. St. Helena, South Carolina, 1955" ("The Americans")

8. En 1954, con el padrinazgo de Walker Evans, fundador del moderno fotoperiodismo, Frank solicita una beca de la fundación Guggenheim. En la memoria indica que desea fotografiar en profundidad, en ciudades y pueblos de los EE UU, el rostro de una «nación cambiante». Le dan 3.600 dólares (que amplirán en una cantidad similar dos años más tarde). Frank compra un Ford de segunda mano y se embarca en un recorrido de decenas de miles de kilómetros a través de 48 estados del país, que atraviesa de este a oeste, de norte a sur, de oeste a este y en varias direcciones erráticas más. Armado con su fiel Leica dispara 767 rollos de película (unas 27.000 fotos) durante dos años y medio. El resultado será con los años el libro de fotografía más importante de la historia, Los americanos.

"Elevator. Miami Beach, 1955" ("The Americans")

"Elevator. Miami Beach, 1955" ("The Americans")

9. Proteico y metafórico, real y humano, el foto-ensayo habla de política, religión, pobreza, racismo, riqueza, alienación, redención, música, juventud, medios de comunicación, nacimiento, muerte… Pese a todo, es autobiográfico: la mirada de Frank, que fue detenido varias veces por la policía, expulsado de pueblos y amenazado, está en cada foto. «Trabajo todo el tiempo, hablo poco, trato de no ser visto», escribe en su diario. En algunas etapas embarca a su esposa y sus dos hijos (Andrea, la segunda, había nacido en 1954) en un viaje que parece comenzar eternamente y no tener fin. Duermen en el coche o en moteles baratos, se mueven por impulsos, entran en tiendas y bares, conviven con las paradojas y registran las grandezas. Nunca nadie, ni antes ni después, se tomó tan en serio un recorrido anatómico-fotográfico para diseccionar un país con ternura pero sin piedad.

"City Hall. Reno, Nevada, 1955" ("The Americans")

"City Hall. Reno, Nevada, 1955" ("The Americans")

10. Los americanos -83 imágenes seleccionadas por Frank tras un meticuloso y agotador proceso- provoca miedo. Es un espejo demasiado exacto. Las editoriales califican el libro de «perverso», «siniestro» y «antiamericano» y ninguna se atreve a publicarlo. En 1958 Frank logra editarlo en Francia. La introducción la escribe Jack Kerouac: «Después de ver estas imágenes, terminas por no saber si un jukebox es más triste que un ataúd (…) Robert Frank, suizo, discreto, amable, con esa pequeña cámara, que levanta y dispara con una mano, se tragó un triste poema desde la misma América y lo pasó a fotografía, haciéndose un sitio entre los grandes poetas trágicos del mundo», dice. En 1959, cuando el libro aparece en los EE UU, ofende a los críticos. La revista Popular Photography publica siete reseñas en un mismo número. Todas son malas menos una, que destaca el uso del contraste.

Hoja de contactos de "The Americans"

Hoja de contactos de "The Americans"

11. «Una decisión: meto la Leica en el armario. Basta de espiar, de cazar, de atrapar a veces la esencia de lo que es negro, de lo que es blanco, de saber dónde se encuentra el Buen Dios», escribe Frank en 1960. Había empezado a tantear con el cine el año anterior, con Pull My Daisy, inspirada en un texto de Kerouac.

12. Desde entonces se dedica a destruir lo descriptivo para ahondar en su propio estado de ánimo. Ha vuelto a hacer fotos con película Polaroid o cámaras desechables, pero las interviene, superpone, raya, dibuja y escribe sobre ellas. De vez en cuando acepta encargos extraños, como fotografiar un catálogo de camisas, una convención política o la contraportada para un disco de Tom Waits, pero se muestra esquivo y prefiere pasar el tiempo grabando vídeos en los alrededores de su cabaña de pescador.

13. Andrea, la hija, murió en 1974 en un accidente de avión en Guatemala; Pablo, el primogénito, padeció esquizofrenia y murió en 1994 en un centro siquiátrico. Frank vive desde 1970 con su segunda esposa, la artista June Leaf.

Fotos para el disco "Exile on Main St." (The Rolling Stones, 1972)

Fotos para el disco "Exile on Main St." (The Rolling Stones, 1972)

14. En 1972 hizo las fotos de la portada y las cubiertas interiores del mejor disco de los Rolling Stones, Exile on Main St. Siguió al grupo en la gira de ese mismo año por los EE UU y filmó el documental Cocksucker Blues (El blues de la felación), que fue estrenado en 1975 y proyectado una docena de veces antes de que Mick Jagger y Keith Richard prohibiesen la exhibición por la imagen de brutal amoralidad que se desprende del film. A la hora de escribir esta entrada, el documental está disponible online a partir de este vínculo.

15. Casi todas las películas de Frank también pueden ser encontradas en la red. Son introspectivas y radicales. «Son los mapas de mis viajes por esta vida», dijo de ellas. Inserto para terminar el bellísimo clip que rodó Frank en 1996 para Patti Smith.

Ánxel Grove

Convirtiendo las alcantarillas en galletas

'Dolls' - 6emeia

'Dolls' - 6emeia

El arte callejero de 6emeia es comiquero, brillante, simple y apetitoso como un bollo industrial bañado en virutas de caramelo.

Los tonos son fluorescentes y atractivos, las líneas gruesas dibujan motivos que coquetean con el lenguaje estético del grafiti, pero siempre orientados hacia la inocencia de los colores básicos.

Anderson Augusto (SÃO) y Leonardo Delafuente componen este dúo de tuneadores natos que hoy muestro en la sección de Obsesiones del blog.

Viven en el barrio de Barra Funda, al oeste de São Paulo, una ciudad que ambos definen como «tensa y confusa». Tienen fijación por el asfalto, las baldosas de las aceras y todos los pequeños accidentes urbanos que descansan sobre el suelo público.

'Torradeira' - 6emeia

'Torradeira' - 6emeia

El gris y el beige, neutros y aburridos, componen -según los artistas- la paleta cromática de la urbe, el principal centro financiero de Brasil, en el que habitan más de 11 millones de personas.

El antídoto a esta monotonía espiritual es el color: en su trabajo intentan usar tonos chillones casi como terapia de choque, para cambiar el ánimo plomizo de la rutina diaria.

Las alcantarillas y los registros de suministro público son los objetivos más frecuentes. 6emeia los convierten en galletas rellenas de crema, polos mordisqueados o tortugas marinas.

'Genius' - 6emeia

'Genius' - 6emeia

Los sumideros son un filón: el espacio por donde se drena el agua, que coincide con el bordillo, es ideal como boca para cualquier personaje.

Desde 2006 -el año en que comenzaron sus andanzas- intentan establecer «un nuevo vínculo» entre el arte y la ciudad, demostrar que cualquier objeto es susceptible de ser hermoso.

En sus aventuras no sólo han transformado mobiliario urbano con el método furtivo y silencioso del arte plástico: recientemente han perforado el cemento para elaborar grabados callejeros en grandes cartulinas o han tranformado las papeleras en amplificadores, con transistores dentro para que suenen de verdad.

Helena Celdrán

 

Blaise Cendrars, rompiendo relojes a martillazos

Blaise Cendrars, pintado por Amadeo Modigliani

Blaise Cendrars, pintado por Amadeo Modigliani

Henry Miller afirmaba que para escribir «hay que estar poseído y obsesionado”.

Blaise Cendrars (1887-1961) -a quien Miller idolatraba- cumplía ambos requisitos.

Vivió cada mañana como si fuese la primera y cada noche como si fuese la última. Se dió de baja en todo para ejercer la vida.

Renunció a la educación por castrante. Renunció a su tierra natal, Suiza, por somnífera. Renunció a su clase social, la burguesía (si es suiza, insufrible), para largarse a Rusia a los 17 años y trabajar como aprendiz de relojero. Sólo se llevó unos paquetes de cigarrillos.

En el oscuro taller de San Petesburgo donde se maneja con las miniaturas que pretenden en vano simplificar el tiempo a través de la mecánica comprendio que el único destino de los relojes es el martillo.

En Rusia es testigo del domingo negro del 9 de enero de 1905: los cosacos del zar atacan espada a mano a los 20.000 hambrientos, sobre todo campesinos, que se manifiestan ante la residencia de verano del tirano. Mil muertos.

Blaise Cendrars (1887-1961)

Blaise Cendrars (1887-1961)

El relojero suizo cultiva la amistad de anarquistas y bolcheviques. Algunos de sus colegas son condenados a muerte.

Empieza a escribir y publicar.

«No mojaré la pluma en un tintero, sino en la vida», afirma una mañana. No faltó a su palabra.

En 1913, establecido en el  trepidante París de la primera década del XX, amigo de los radicales del arte (Chagall, Léger, Modigliani), publica este poema:

Disonancias del arco iris en la telegrafía inalámbrica de la Torre
Mediodía
Medianoche
En todos los rincones del universo se murmura: “Merde”
Rayos
Cromo amarillo
Nos hemos contactado
Los transatlánticos se acercan desde todas las direcciones
Desaparecen
Todos están en movimiento
Y los relojes marchan
Paris-Midi informa que un profesor alemán fue devorado por los caníbales en el Congo
Bien hecho

Tiene agujas en los zapatos y se le clavan en la planta de los pies. No puede evitar el movimiento.

Habla seis idiomas. Intenta estudiar medicina en Berna para indagar en la verdad definitiva del desorden nervioso. Entiende que no son biológicos nuestros fantasmas y se matricula en Filosofía. Lo deja por el amor de su vida, la polaca Féla Poznanska. Regresa a San Petesburgo, viaja a Nueva York, vuelve a París en un barco en el que deportan a delincuentes y trabajadores del sexo. Se mezcla con ellos.

Renuncia a su filiación registral (Frédéric Louis Sauser) para incinerar el pasado. Elige nombre: Blaise Cendrars. En francés la palabra cendres significa cenizas. Un arte (ars) calcinado.

«Lo he derribado todo. He dejado atrás mi vida anterior, todo lo que sé, todo lo que ignoro, mis ideas, mis creencias, mis vulgaridades, mis demencias, mis estupideces, la vida y la muerte», escribe.

Apollinare le saluda como el mejor poeta del momento.

"Moravagine"

"Moravagine"

Escribe 19 poemas elásticos y prepara la que será su mejor novela, Moravagine. Vive con Féla en una granja. En  abril de 1914 nace su hijo Odilon, en honor al príncipe de los sueños Odilon Redon.

Sin que nadie en su círculo entienda por qué, se alista en la Legión Extranjera para combatir en la I Guerra Mundial. «Odio a los alemanes», se justifica con parquedad.

En febrero de 1915, en un combate sangriento, la metralla le arranca el brazo derecho. Describe las consecuencias, años más tarde, en la novela La mano cortada: «Me he comprometido y como muchas veces en mi vida, estaba listo para ir hasta el fondo de mis actos. Pero no sabía que la Legión me haría beber de ese cáliz hasta los excrementos para conquistar mi libertad como hombre. Ser. Ser un hombre. Y descubrir la soledad«.

El manco viaja a Brasil, a Hollywood, edita reportajes catárticos y vivenciales que predicen el nuevo periodismo; recopila literatura africana de tradición oral; escribe dos de las novelas más peculiares del siglo XX, Moravagine (1926) y El Hombre fulminado (1945)…

Varios adjetivos cuadran con la obra de Cendrars, lo cual implica que también se ajustan a su devenir sobre el mundo. Acaso el más justo sea vertiginoso.

Me entristece que en castellano sean tan escasas las posibilidades de encontrar sus libros (bellamente editados en el pasado, pero inencontrables entre tanta miseria en las librerías de hoy).

Por esa dejadez editorial tengo el atrevimiento de incluir a Cendrars -de cuya muerte se cumplieron cincuenta años en enero- en la sección Top Secret, admitiendo que su figura es demasiado grande para la consideración de autor de culto.

«La eternidad no es más que un breve instante en el espacio y el infinito lo atrapa a uno por los cabellos y lo fulmina en el acto. El tiempo no cuenta», escribió.

Siempre con el martillo a mano para romper relojes.

Ánxel Grove