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Perfil de un criminal contra el patrimonio universal

Antigua mano de hierro en un desierto sereno, “el señor Al Mahdi”, así es citado por la pionera sentencia de la Corte Penal Internacional, pasará nueve años entre rejas, quizás anhelando el espacio perdido, el enigma geométrico de las dunas móviles, y el viento, el viento que serpentea en el Sahara movido por un aliento cálido que nunca penetrará en su celda.

Ahmad al Mahdi, acusado de crímes de guerra en Malí por el TPI © TPI

Ahmad al Mahdi, acusado de crímenes de guerra en Malí por el TPI © TPI

Es el primer condenado bajo la ley internacional por la destrucción de bienes, arte y patrimonio cultural. La Corte penal consideró que destruir estos bienes equivale a anular personas. Antes de escuchar la sentencia, ha mostrado arrepentimiento por el sufrimiento emocional causado; tal vez de corazón –“por su familia, por su país, por la comunidad internacional”, o quizás buscando el atenuante. Este arrepentimiento viene por haber destruido o dañado joyas irremplazables que dijimos que pertenecen a todos, resilentes piezas de nuestro puzzle antiguo, patrimonio catalogado por la Unesco, mausoleos lejanos que evocaban un tiempo de caravanas y largos trayectos cuando los humanos sabían que la arena era un océano, el origen y final de todo. Tiempos en los que la sal y no el silicio y el petróleo motivaba las guerras.

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Los gemelos rubios brasileños del ‘Ángel de la Muerte’ de Auschwitz

Foto: Gabriele Galimberti

Foto: Gabriele Galimberti

Darles y Darlene Wolkeins. Tenían diez años cuando posaron en un columpio del colegio ante la cámara del fotógrafo italiano Gabriele Galimetti (Arezzo, 1977). Los niños gemelos son hijos de un granjero de la zona y una maestra de la misma escuela en cuyo patio fue tomada la imagen.

Si les propongo adivinar  la localización de la fotografía o la procedencia de los niños y dado el perfil racial de los gemelos (pigmentación blanquísima de la piel, ojos azules, rubios), es posible que las respuestas se concentren en Austria, Alemania, Holanda, otros países del centro y el norte de Europa, ciertas zonas de los Estados Unidos o, en resumen, cualquier lugar donde primen los rasgos de la llamada —con injusticia e imprecisión— raza blanca, equívoco término tantas veces usado para justificar el racismo, la xenofobia y otro tipo de desmanes.

Foto: Gabriele Galimberti

Foto: Gabriele Galimberti

Segunda foto: Kitana and Tauhana Lunkes, de cinco años, sonrientes y juguetonas en el sofá de su casa. De nuevo, gemelas y con el mismo patrón biológico de los anteriores.

Ambas fotografías son del pequeño poblado de Linha de São Pedro, en Cândido Godói, municipio de unos 7.000 habitantes del estado brasileño de Rio Grande do Sul, no muy lejos de la frontera con Argentina, una zona poblada a partir de comunidades de inmigrantes alemanes y polacos.

El pueblo del lejano y fértil límite sureño de Brasil, donde la tierra es dócil y permite dos o tres cosechas al año, aparece en los libros por una característica singular. En la villa se da la mayor cantidad proporcional de gemelos del mundo.

De cada diez embarazadas de Linha de São Pedro, una da a luz a gemelos monocigóticos, nacidos de un embrión fecundado por un único óvulo y un único espermatozoide.

Foto: Gabriele Galimberti

Foto: Gabriele Galimberti

Los expertos en genética dicen que la extraordinaria abundancia de gemelos se debe a lo que se llama efecto fundador (presencia inusitada de un rasgo determinado en poblaciones muy pequeñas) que ya se daba en la región renana de Hunsrück, en la que tienen ancestros comunes muchos de los habitantes del poblado brasileño.

El fotógrafo Galimbetti cree en otra teoría y culpa de la explosión de gemelos al hombre que dormía en la cama con mosquitero de la foto de la izquierda. Se hacía llamar Rudolph Weiss y visitó el pueblo con cierta asiduidad durante las décadas de los años cincuenta y sesenta del siglo XX. Algunos granjeros todavía le recuerdan, le describen como «simpático» y «muy buen veterinario». Weiss daba charlas sobre técnicas de reproducción animal y, a veces, atendía a las mujeres embarazadas de la zona, que en aquellos tiempos no contaba con asistencia médica.

Lo tenebroso del asunto es que bajo la falsa identidad de Weiss se ocultaba Josef Mengele (1911-1979), el médico nazi que hacía experimentos genéticos con prisioneros del campo de concentración de Auschwitz-Birkenau para intentar crear una raza de superhombres arios para Hitler. La especialidad del Ángel de la Muerte, como era conocido, fue la experimentación con gemelos.

Foto: Gabriele Galimberti

Foto: Gabriele Galimberti

El periodista argentino Jorge Camarasa sostiene en el libro de investigación Mengele: el Ángel de la Muerte en Sudamérica (2008) que el perverso médico, detenido pero liberado por los aliados porque no pudieron establecer su identidad real, y refugiado luego en Argentina, Paraguay y Brasil, está relacionado con la proliferación de gemelos en Linha de São Pedro, porque administró a mujeres embarazadas del pueblo «nuevos tipos de drogas y medicamentos» que las predispusieron al parto de gemelos arios.

Mengele habría elegido el lugar no por azar sino, precisamente, por la dominancia genética alemana, señala el periodista.

Pese a que los genetistas brasileños siguen insistiendo en que todo lo que sucede en el pueblo es fruto de la lotería del ADN y no tiene nada que ver con el prófugo nazi (¿qué otra cosa podrían decir para no poner en evidencia que su país fue cómplice en la huida de la justicia de un criminal psicópata que murió tranquilamente en la cama?), el trabajo del fotógrafo Galimbetti resulta turbador y produce escalofríos.

Ánxel Grove

Foto: Gabriele Galimberti

Foto: Gabriele Galimberti

Foto: Gabriele Galimberti

Foto: Gabriele Galimberti

Foto: Gabriele Galimberti

Foto: Gabriele Galimberti

Foto: Gabriele Galimberti

Foto: Gabriele Galimberti