Adiós Zaha, qué pena que no siguieras con el origami

Zaha Hadid (1950-2016) - Foto: Zaha Hadid Architects

Zaha Hadid (1950-2016) – Foto: Zaha Hadid Architects

Dicen que siendo una niña era capaz de moldear en papel cualquier pedazo de mundo, cualquier asomo de sueño, cualquier ficción imaginaria. Era un vislumbre de lo que sería su arquitectura: una corriente de flujos, un imprevisto caos… Zaha Hadid, muerta el 31 de marzo a los 65 años de un ataque al corazón, vivió convencida de que aquellos diseños de origami eran posibles como construcciones, edificables.

Los obituarios destacaron, sobre todo, que era un mujer capaz de brillar —hacerse millonaria también— en un gremio de hombres y, al mismo tiempo que ensalzaron la condición femenina, ocultaron otras certezas que no son menos relevantes.

Hija de una familia con la vida resuelta gracias a la sólida fortuna del padre, que pagaba los viajes bimensuales a Europa, la educación suiza, el tren de vida de la alta burguesía de los últimos musulmames cosmopolitas de la hoy destartalada Bagdad, Hadid trabajó sin pestañear para dictadores —ganó el concurso del magno Salón de Convenciones del Pueblo que Gadafi quería levantar en Trípoli (la primavera árabe paró el proyecto) e hizo el Heydar Aliyev Center en Azerbaiyán, bautizado en honor al estalinista gobernante del país durante 30 años en una dictadura del culto a la personalidad que parece medieval— y colaboró en la consodilación del neocapitalismo policéntrico —en Moscú, centro de altas y sospechosas finanzas, construyó el moderno complejo de oficinas Dominion Tower, cuyo nombre elimina la necesidad de críticas—…

Su tienda virtual está poblada de objetos de cariz pornográfico en este tiempo de pobreza e injusticia: un juego de ajedrez de cristal con un PVP de más de 6.000 euros, joyas de quilates con probabilidad manchados de sangre africana, mobiliario para residencias de criminales de postín y otros productos que no merecen salir de las manos de alguien que se considere creador.

Entre los casi mil proyectos de arquitectura que desarrolló desde su estudio no hay uno solo que merezca el adjetivo, ni siquiera secundario, de social. La mujer en la que se convirtió la niña que se negaba a poner límites a las formas, solamente practicaba el origami con billetes de mil dólares.

Vilnius Guggenheim Hermitage Museum - Photo via Archilovers

Vilnius Guggenheim Hermitage Museum – Photo via Archilovers

Tokyo Olympic Stadium - Foto: Zaha Hadid Architects

Tokyo Olympic Stadium – Foto: Zaha Hadid Architects

Los dos edificios de arriba, tan complejos, extravagantes y hermosos a la vista —al menos en una pantalla de ordenador— como todos los de Hadid, nunca llegarán a construirse. Ambos estaban dirigidos a clientes de alcurnia: la alianza de los museos Guggenheim y Hermitage, que quieren montar una franquicia en la Vilna, la capital de Lituania y la ciudad de más rápida gentrificación del Báltico, y los organizadores de los juegos olímpicos de Tokio 2020 —tras desvelarse el presupuesto de la obra del estadio de la ciudad, 2.000 millones de dólares, las protestas públicas fueron unánimes en un país que atraviesa un duro momento económico y el Gobierno japonés anunció que optará por otro proyecto menos oneroso y de logística no tan compleja—.

Hija de su tiempo —el boom Hadid comenzó en 2004, al ganar el Pritzker (ya no es la única mujer laureada, como he leído en algún medio estos días: en 2010 se lo llevó la pareja de Kazuyo Sejima (1956) y Ryue Nishizawa (1966),  estos sí implicados con la arquitectura del menos es más—, la prima donna anglo-iraquí basó toda su obra en la ausencia de límites. Todo parecía posible a comienzos del siglo XXI, cuando el dinero manaba de las alcantarillas. Era una ilusión y, mientras algunos arquitectos seguían apostando por la racionalidad y la humanización, otros se dedicaron a explotar la megalomanía institucional.

Spiral Tower Barcelona - Foto: Zaha Hadid Architects

Spiral Tower Barcelona – Foto: Zaha Hadid Architects

Tampoco será culminada la Torre Espiral de Barcelona, una especie de hito simbólico del nuevo campus del Besós. La arquitecta y el entonces alcalde, el socialista Jordi Hereu, montaron el numerito de mercadotecnia de la colocación de la primera piedra en 2007. Todos repartieron sonrisas ante las cámaras y sembraron el páramo del solar con los acostumbrados términos buenos para nada: «zona de transición», «diseño de vanguardia», «nuevos equipamientos»…

El Consorcio de la Zona Franca, que debía sufragar la obra, se retiró discretamente del asunto por la amenaza de quiebra que todos llevábamos ya sobre la cabeza en 2007 y el descampado está hoy tan vacío como los bolsillos del 80% de la población española que tiene problemas para llegar a fin de mes.

Hadid tiene el mérito de haber propinado el estoque mortal a la época de conquista del cielo y la siembra de edificios de autor, esa entelequia con alto grado de contagio que amenazó con destrozar el planeamiento urbano de algunas ciudades españolas antes de que nos rompiesen los dientes con las piedras de la pobreza.

A New Barcelona - Foto: Zaha Hadid Architects

A New Barcelona – Foto: Zaha Hadid Architects

Bastantes años antes, una todavía joven y sin currículo de cabeza de cartel Hadid había presentado Una nueva Barcelona, un proyecto conceptual de geometría urbana para la ciudad. Se limitaba a desarrollar, con bosquejos formales de líneas y planos, las ideas de Ildefons Cerda, el polifacético urbanista, ingeniero y jurista del siglo XIX que deseaba una ciudad basada en axis diagonales y proyectó la reforma del Ensanche.

Al menos en aquella ocasión, la prematuramente fallecida Hadid todavía soñaba sobre el papel y no tenía la fama y el poder que la política y  los especuladores que medran asociados a ella conceden a los arquitectos que diseñan construcciones acaso hermosas pero irracionales, repletas de glosario —vean el vídeo promocional de abajo— pero vacías de alma, edificios para otros planetas y no para este, donde cada céntimo malgastado en banalidad y palabrería es una llaga más en la boca de un hambriento.

Jose Ángel González

1 comentario

  1. Dice ser ASDF

    ¡Jó, te habrás quedado a gusto! No, desde luego, no has hecho el típico panegírico-hagiográfico en memoria de un difunto cuyo cadáver aún está caliente. En lugar de eso, te has despachado a gusto, de forma despiadada y a degüello, contra esta señora. No soy un especialista en arquitectura, pero creo que tu opinión (válida, como todas) es perfectamente discutible y hasta rebatible por quien tenga más conocimientos que yo.

    Y aunque tuvieras tú razón, aunque Zaha en realidad sólo fuera una arquitecta mediocre que medró únicamente gracias a hacerle encargos faraónicos a dictadores sanguinarios, gastando ingentes cantidades de dinero público en obras, a mayor gloria exclusivamente de su crecido ego, recuerda que tampoco es la única: no quiero pensar qué dirás el dia que palme Calatrava. O Moneo. O Foster. O Nouvel. O…

    Ahora en serio: por decoro, creo que deberías tener más respeto por los muertos «recientes». Pasados unos años, con más perspectiva histórica, el tiempo dirá si Zaha merecía tus afiladas críticas (en cuyo caso, habrá quedado relegada al olvido) o si eras tú el que estaba equivocado.

    19 abril 2016 | 10:35

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