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‘Los nobles usan la pluma; nosotros, el fusil’: galería de ‘bandoleros sociales’

Foto policial de Ned Kelly a los 16 años (Foto: dominio público)

Foto policial de Ned Kelly a los 16 años (Foto: dominio público)

Como tantos otros administradores de justicia antes que él, el magistrado que presidía el tribunal que condenó a muerte a Ned Kelly creyó necesario añadir la consabida e indulgente adenda tras la lectura de la sentencia:

— Que Dios se apiade de su alma.

El más famoso bushranger de Australia —que se protegía de los armados agentes de la ley llevando encima una armadura de metal que pesaba 45 kilos— respondió desde el banquillo de los acusados:

— Iré un poco más lejos que usted: nos encontraremos cuando yo me vaya y presentaremos juntos nuestros casos ante Dios.

Menos de un mes después, el 11 de noviembre de 1880, en los momentos previos al ahorcamiento en el penal de Melbourne —de nada valieron las 30.000 firmas que solicitaban que la condena fuese conmutada por prisión a perpetuidad—, Kelly estaba extrañamente apocado. Sus últimas palabras fueron:

— Así es la vida.

Se había explicado con un ánimo menos desmoralizado en una entrevista previa al juicio con el diario The Mercury, uno de cuyos periodistas consiguió permiso para entrevistar al bandido:

— Al juzgar un caso como el mío el público debe recordar que incluso la vida más oscura tiene una faceta brillante.

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El adiós a la música de Robert Wyatt, último ángel guardián

"‘Different Every Time" - Robert Wyatt

«‘Different Every Time» – Robert Wyatt

La despedida de un amigo es siempre una mala noticia. La despedida de un ángel de la guardia es una maldita tragedia. Si el ángel de la guardia es quien maneja el orden del jardín la despedida te rompe el alma. Te quedas durante un momento sin aliento, luego dejas de sentirte tú mismo y, como si el día se entintase de noche, deseas irte a la cama para no ver a nadie, para que nadie te vea.

Veo mis canciones como un jardín salvaje. Soy un jardinero que está enamorado de la belleza orgánica de lo que se trae entre manos.

El músico Robert Wyatt se declaraba labrador de jardines embrollados en una entrevista que le hizo para El País en 2007 el gran periodista Íker Seisdedos, capaz, según alguien me reveló por entonces, del acto de amor de viajar en coche hasta Louth, un pueblo del norte de Inglaterra —estación de tren más cercana a 45 kilómetros— donde nació el extravagante poeta Tennyson, quien dejó notas que convendría pegar al pecho como imanes sentimentales: «es mejor haber amado y perdido que jamás haber amado»; «la felicidad no consiste en realizar nuestros ideales, sino en idealizar lo que realizamos»; «hay más fe en una honrada duda, creedme, que en la mitad de las creencias».

En Louth tienen su casa un par de veteranos hippies que, estoy seguro, admitirían los consejos del poeta: Wyatt y su esposa, la pintora, ilustradora, musa y enfermera Alfreda Alfie Benge:

De no haber existido ella, me habría dedicado a beber hasta morir escuchando a Thelonious Monk (…) Soy un cocinero terrible, no soy capaz de vestirme solo, ni puedo administrar mi dinero. En nuestro contrato, a mí me toca hacer discos.

Acabo de leer en la revista Uncut que Wyatt se retira, que no hará más música, que el doble disco Different Every Time, anunciado para el 17 de noviembre por la discográfica Domino Records, tiene el carácter de un epitafio.

Los maquinistas de tren se retiran a los 65, yo tengo 69. Prefiero decir que lo dejo, es una palabra más exacta que retirarse. Cincuenta años en la silla de montar es suficiente (…) Hay orgullo en dejarlo. No quiero seguir.

El volumen de despedida es en realidad una recopilación: el primer disco, Ex Machina, está concebido como un grandes éxitos cronológico, y el segundo, titulado Bening Dictatorships (Dictadores benignos) con un humor muy reconocible, se dedicada a congregar las colaboraciones desprejuiciadas de Wyatt con otros músicos: Hot Chip (We’re Looking For A Lot Of Love), Cristina Donà (Goccia), Anja Garbarek (The Diver), Nick Mason (Siam), Björk (Submarine)…

Para cerrar todos los candados y fundir las llaves, Wyatt, un tipo hablador pero con ciertas reservas hacia los periodistas metomentodo, ha dado su consentimiento a una biografía autorizada, titulada también Different Every Time, firmada por Marcus O’Dair, columnista musical de The Guardian. En el libro está todo: los años patafísicos de Soft Machine [vídeo de una actuación en 1968 en Francia, 25 minutos], la demente gira por los EE UU como teloneros de Jimi Hendrix, la expulsión del grupo por ser demasiado canalla («somos ingleses, no expresamos sentimientos, seguramente toda la conversación se redujo a: ‘Que te follen, tío»), los discos de la unidad democrática Matching Mole y la caída, el uno de junio de 1973, durante una fiesta y en estado de semicomatosa ebriedad, desde un cuarto piso, con el resultado de seis meses de sedantes, un año de hospital, paraplejia y silla de ruedas de por vida.

Aunque suene chocante, yo no contemplo aquel accidente como algo malo. Fue un nuevo comienzo. Puesto que mi vida es mejor después que aquello, mucho mejor, de hecho, no lo veo como una tragedia. Es sólo un cambio. Y en mi caso, a pesar de las dificultades obvias, soy una persona más feliz. La gente que no se ha roto nunca la espalda piensa: qué terrible vivir así. Pero es algo que sucede. ¡Bang! y a otra cosa. Parecido a un animal salvaje cuando está en la jungla. Llega un helicóptero, le atrapa con una red, y al poco está en una reserva en Tanzania. Y piensa: cojones, dónde están mis amigos, mis árboles… y al final se da cuenta de que está en un lugar más seguro. Si fuese religioso, diría que fue un don. Esto me recuerda la mejor mala crítica sobre mi trabajo que nunca leí. «Como mucho nos temíamos, Wyatt se cayó aquel día sobre su cabeza».

En 2008 intenté condensar lo que siento hacia este músico que me ha guiado como un gurú —y sigo sin creer en los gurús— en un artículito que publique en 20 minutos [PDF]. Lo repito porque nada más se me ocurre añadir:

Se llama Robert Wyatt y tiene edad para ser tu abuelo. La discográfica Domino, hogar mercantil de nuevos y aparatosos trovadores (Franz Ferdinand, Artic Monkeys, The Kills), se ha hecho con la dispersa obra de Wyatt y solventa el agravio de su descatalogación con la reedición de toda su discografía como solista (9 álbumes).

Hippie de primera generación, Wyatt fundó en 1966 el grupo pivotal del rock progresivo británico, The Soft Machine y, cuando le expulsaron por canalla, montó Matching Mole, la banda central del sonido de Canterbury, lo más brillante que el Reino Unido ha dado al rock desde los Beatles. Ha tocado con Jimi Hendrix, Syd Barrett y Brian Eno pero viste ropa comprada en tiendas de beneficencia. Björk y Paul Weller le adoran pero él prefiere a Nat King Cole y Thelonious Monk.

Sabe volar y sumergirse pero es parapléjico desde 1973, cuando una borrachera absoluta le hizo caer de un cuarto piso durante una fiesta que organizaba Pink Floyd. Hasta entonces había sido el batería más loco del Reino Unido. Por consejo de su colega de parranda Keith Moon (también batería conThe Who, también alcohólico, muerto en 1978), utilizaba el combustible más eficaz para la destrucción: un trago de tequila y otro de whisky en un bucle eterno.

Tras la convalecencia y la parálisis, como si el accidente fuese una epifanía, Wyatt se convirtió en otra persona. Estremece escucharle resumir la mutación: “¡bang! y a otra cosa”. De no ser por la flojera física provocada por la curda, hubiese muerto.

Desde 1974, siempre de la mano de su mujer, la pintora Alfreda Benge, ejerce de artesano ensimismado. Es capaz de licuar el jazz o achicharrar el pop. Han llamado a su música ‘jazz confesional’ y ‘folk visionario’, pero ambas expresiones son puro lenguaje. La palabra genial, tantas veces utilizada como gratuita etiqueta, tiene con Wyatt la calidad seminal de adjetivo calificativo.

Con él no son válidos los estándares ni los caprichos: cantó baladas obreristas durante el señorío deleznable de Margaret Thatcher y ahora se avergüenza de ser inglés y cantar en el idioma que se ha convertido en “el latín” de los rituales del fracaso social y la explotación. Gracias a Wyatt muchos esnobs saben de la existencia de Pablo Milanés, Víctor Jara y Violeta Parra. Hasta la caída del Muro de Berlín militó en el Partido Comunista. Los marxistas, dice, le enseñaron a leer mientras otros aprendían como robar a sus semejantes.

Algunos de los discos de Robert Wyatt

Algunos de los discos de Robert Wyatt

Rock Bottom (1974), Ruth Is Stranger Than Richard (1975), Nothing Can Stop Us (1981), Old Rottenhat (1985), Dondeestán (1991),  Shleep (1997), Cuckooland (2003), Comicopera (2007)… No son discos, son moralidad. Es música testamentaria de un hombre, no por casualidad educado en el marxismo, que, además de la melancolía y el alcoholismo, tiene un gran enemigo: «Gran parte de mi problema es decir siempre la verdad».

La discografía de Wyatt desde la silla de ruedas es la que elegiría salvar en caso de incendio, la que regalaría a mis hijos como única herencia, la que desearía escuchar en mi lecho de muerte, la que emplearía como arma de ataque antes de una noche de furor sexual, la que me acerca a los bosques donde cada rama es sagrada, la que me convence de que ha valido la pena estar aquí sin rendirse, la que remitiría como arte postal a todos los desgraciados, la fuente de la eterna juventud, la única declaración política necesaria —la que siempre sostuvo que sí, claro que sí, podemos, siempre que antes dinamiten los cuarteles del poder—, el tratado más lúdico sobre qué y cómo sentimos los deprimidos, la deseperanza que sostiene la ilusión, la certidumbre de que Víctor Jara y Duke Ellington beben del mismo manantial…

Robert Wyatt lo deja. Me desangro en la evidencia: no es este un tipejo que juegue a la rentabilidad del me-voy-pero-regreso. Sólo me consuela pensar que nunca le veré como a otros —por ahí anda Leonard Cohen en un grotesco kickstarter non stop—. Sé que tuve y tengo a Wyatt y que, cómo él mismo dice:

Lo mejor es dejar el escenario cinco minutos antes, nunca cinco minutos después.

Entiendo que las secuelas de las más agradables heridas no han de ser presenciales —como prueba les dejo una ristra de vídeos de Wyatt— pero no puedo evitar la orfandad: me despojan de mi último ángel guardián.

Ánxel Grove

 

Los «accidentes de adentro y los accidentes de afuera» de Frida Kahlo

El funeral de Frida Kahlo. Sobre el féretro, la bandera del Partido Comunista de México

El funeral de Frida Kahlo. Sobre el féretro, la bandera del Partido Comunista de México

Murió de pulmonía, eso dijeron, el 13 de julio de 1954, una semana después de cumplir 47 años.

Algunos pusieron en duda la causa y vieron en la muerte una sobredosis de ánimo suicida. Recordaron que lo había intentado en varias ocasiones y reclamaron una autopsia, pero su viudo se negó muy teatralmente. Suicidarse es contra revolucionario.

En un gesto amanerado del gusto de los comunistas, que prefieren los desfiles a la justicia social, cubrieron el féretro con una bandera roja con la hoz y el martillo sin reparar en la ironía: si la muerta  hubiese vivido en la Unión Soviética habría terminado en el gulag por degenerada. O por acostarse con León Trotski.

Unos días antes de dejar el mundo, Magdalena Carmen Frida Kahlo Calderón, escribió en su diario una entrada en la que parece hablar con la muerte:

«Espero alegre la salida y espero no volver jamás«.

Vivió el dolor como si fuese una función biológica, con constancia. Los «accidentes de afuera y los accidentes de adentro», como ella decía, le dieron la mano para atravesar el mundo.

Hoy la protagonista de la sección Cotilleando a… es Frida Kahlo:

A los tres años

A los tres años

1.El retrato de la izquierda se lo hizo su padre, el fotógrafo Guillermo Kahlo (Carl Wilhelm Kahlo), hijo de un joyero alemán. Frida, fabuladora, propagó la leyenda de que era judío-hungaro. Guillermo hacía fotos de edificios. Era liberal y culto. Llamaba a su hija Frieducha.

2. La madre, Matilde Calderón, tenía ancestros españoles e indígenas. Era el envés de su marido: católica, conservadora y con muy poco interés por la cultura. Nunca le gustaron los cuadros de la hija.

3. Frida nació en 1907 pero trampeó la fecha y sostuvo que el año correcto era 1910, fecha de inicio de la Revolución Mexicana.

4. A los seis años tuvo poliomelitis. Estuvo encamada e inventó a una doble imaginaria para que el tiempo fuese más leve. Vivía en un mundo al que accedía por una puerta pintada en el vaho de la ventana. (La doble) «era ágil y bailaba como si no tuviera peso alguno. Yo la seguía en todos sus movimientos y le contaba, mientras ella bailaba, mis problemas secretos», escribió años más tarde al explicar el cuadro Las dos Fridas. A consecuencia de la polio, la pierna derecha se le desarrolló menos que la izquierda.

Frida retratada por su padre, Guillermo Kahlo

Frida retratada por su padre, Guillermo Kahlo

5. En 1922 fue de las primeras niñas en estudiar en la Escuela Nacional Preparatoria de Ciudad de México, hasta entonces limitada a chicos. Montó un grupo de debate, Los Cachuchas, que discutía el materialismo dialéctico de Hegel, Marx y Engels

6. Ese mismo año conoció al pintor Diego Rivera, que pintaba un mural en el anfiteatro de la escuela. Ella tenía 15 años y él 36.

7. El 17 de septiembre de 1925 el autobús en el que viajaba chocó contra un tranvía. Frida resulta gravemente herida. El parte de lesiones es pavoroso: fractura de columna y cuello, varias costillas, rotura de una pierna (11 fracturas), un hombro, un pie, la clavícula y la pelvis. Un pasamanos de metal se le clava en el costado y le destroza el abdomen y el útero. La operan 30 veces, la someten a tratamientos más dolorosos que las secuelas.

8. «Hace poco, tal vez unos cuantos días era una niña que andaba en un mundo de colores, de formas precisas y tangibles (…) Ahora habito un planeta doloroso, transparente como el hielo. Es como si hubiera aprendido todo al mismo tiempo, en cosa de segundos (…) envejecí en algunos instantes, y ahora todo es insípido y raso. Sé que no hay nada detrás, si lo hubiera lo vería», escribió poco después del accidente.

9. Durante el resto de su vida se sintió miserable por no poder tener hijos. Sufrió tres abortos.

En rehabilitación

En rehabilitación

10. En la convalecencia empezó a pintar. Además de muchos bocetos y dibujos, firmó 143 cuadros, 55 de los cuales son autorretratos. «Mi obsesión fue recomenzar de nuevo pintando las cosas tal y como yo las veía, con mi propio ojo y nada más«.

11. En 1929 se casó con Diego Rivera. La madre de Frida montó una pelotera por la fama (fundada) del pintor de mujeriego, comunista, pendeciero y bebedor. La relación fue explosiva y cambiante. “Tus manos me estremecieron toda”, dice ella en una carta. “Sin ser virgen, andas diciendo que ya te lo hice. Cuélgame el milagro cabrón Diego”, añade en otra. Se divorciaron durante unos meses y se casaron por segunda vez en 1940.

12. Frida era bisexual. Se le atribuyeron relaciones con la pintora Georgia O’Keeffe, la cantante y bailarina Josephine Baker y las actrices María Félix, Dolores del Río y Paulette Goddard. Sólo las dos primeras aventuras están confirmadas y fueron públicas.

13. Diego Rivera se acostaba con todas las que podía y presumía de conquistador. Sedujo a la hermana menor de Frida, Cristina, que también, como Frida, estuvo liada con Leon Trotski.

Frida Kahlo retratada por Fritz Henle

Frida Kahlo retratada por Fritz Henle

14. Pese a que ambos consentían los amoríos extra maritales (eran revolucionarios y el amor libre era muy marxista), Frida y Diego montaban en cólera con frecuencia por ataques de celos. Ella escribió: «No hablaré de Diego como de mi esposo porque sería ridículo. Diego no ha sido jamás ni será esposo de nadie. Tampoco como de un amante, porque él abarca mucho más allá de las limitaciones sexuales, y si hablara de él como de mi hijo, no haría sino describir o pintar mi propia emoción, casi mi autorretrato y no el de Diego». También: «Quizá esperen oír de mí lamentos de lo mucho que se sufre viviendo con un hombre como Diego. Pero yo no creo que las márgenes de un río sufran por dejarlo correr». Y: «Cada momento él es mi niño, mi niño nacido, cada ratito, diario, de mí misma». Pese a tanta comprensión, Frida siempre odió a Guadalupe Marín, primera mujer de Rivera y madre de sus dos hijas.

Frida Kahlo retratada por Julien Levy

Frida Kahlo retratada por Julien Levy

15. Kahlo y Rivera cobijaron al revolucionario Trotski en la Casa Azul de la pareja en la calle Londres del barrio de Coyoacán. La mujer de Trotski, Natalia Ivanovna Sedova, no soportaba a las hermanas Kahlo, a quienes consideraba unas frescas sin moral. Aunque consintió el adulterio, para mantener las apariencias obligó a su marido a alquilar otra casa. Allí fue asesinado Trotski  por el sicario profesional estalinista nacido en España Ramón Mercader.

16. En 1939, Frida expuso en París, conoció a Picasso y conquistó a los vanguardistas franceses («Es la mecha de una bomba», escribió el santo patrón del Surrealismo André Breton). Es un bulo -con mucho crédito en Internet- que la edición francesa de Vogue le dedicase entonces una portada. La culpa la tiene la película Frida (Julie Taymor, 2002), donde Salma Hayek interpreta a Frida. El filme incluyó el falso episodio de Vogue en el guión.

17.Unos meses antes de morir le tuvieron que amputar la pierna derecha desde la rodilla. Se le había gangrenado. Le organizaron una última exposición en México DF. Asistió en una cama.

Frida Kahlo por Lola Alvarez Bravo, 1944

Frida Kahlo por Lola Alvarez Bravo, 1944

18. Los cuadros de Frida son muy cotizados. Una de las principales coleccionistas es la cantante Madonna.

19. En 2007 se empezaron a comercializar los materiales (más de 22.000 fotos, cartas, recortes…) que guardaban Kahlo y Rivera en el desván de la Casa Azul. Existe una empresa llamada Frida Corporation que a la artista, desprendida y sincera, la hubiera sacado de sus casillas.

20. Dos citas finales. Una: «A veces prefiero hablar con obreros y albañiles que con esa gente estupida que se hace llamar gente culta». Dos: «No estoy enferma, estoy rota».

Ánxel Grove

«¿Está enterrado ahí un tal Dashiell Hammett?»

Dashiell Hammet (1894-1961)

Dashiell Hammet (1894-1961)

Dashiell Hammett murió hace cincuenta años.

Conocido el gusto editorial y mediático por la efeméride redonda y tratándose de quien se trata, quizá uno de entre los diez mejores escritores estadounidenses del siglo, es notable el desinterés.

El muro de silencio ha sido roto, en estos días, por dos excepciones editoriales.

Todos los casos de Sam Spade (RBA), reune las cuatro obras que Hammett escribió para su más famoso (pero no más logrado) personaje (los cuentos Demasiados han vivido, Sólo pueden colgarte una vez y Un tal Samuel Spade, publicados originalmente en The American Magazine en 1932, y la novela El halcón maltés, editada en 1930).

Interrogatorios (Errata Naturae) reproduce por primera vez en castellano las actas de las bravas comparecencias de Hammett ante los comités de la caza de brujas (1949 y 1953), que le valieron ser condenado a prisión por la torva justicia del maccarthismo y al ostracismo y la ruina económica por la aún más bellaca justicia de la sociedad sordomuda. Como magnífica adenda, el libro añade el cuento Sombra en la noche, que aparece esgrimido en los interrogatorios como posible prueba del talante anti-americano y subversivo del autor y acusado.

El personaje, su integra complejidad, merece un Cotilleando a…

1. Para empezar, una declaración. La pronuncia el otro grande de la literatura negra, Raymond Chandler. Sabiendo de su propensión a la parquedad y su repelencia al cumplido protocolario, hagámosle caso: «Hammett sacó el asesinato del jarrón veneciano y lo echó al callejón».

2. Para seguir, una cita de Dash: «Me gustan las mujeres. Realmente me gustan». No mentía. Ellas también le adoraron.

Dashiell Hammett

Dashiell Hammett

3. André Gide le consideraba el mejor escritor estadounidense del siglo XX, junto con (y a la misma altura de) William Faulkner. Creo que Dash secundaría la idea de éste: «Entre el dolor y la nada, me quedo con el dolor». Fue un escritor de novelas de policías, gangsters e intermediarios, es decir, un escritor que, como Balzac, Hugo y Dickens, transmitió la verdad. Alguien dijo que Hammet es «el puñetazo que nos merecemos todos, sin excepción«.

4. Samuel Dashiell Hammett nació el 27 de mayo de 1894 en la granja de tabaco Hopewell and Aim, propiedad de su abuelo, en el condado de St. Mary (Maryland), donde, como dice el lema de la comarca, se juntan los ríos Chesapeake y Potomac. Sus ancestros eran americanos viejos, llegados en el XVIII de Francia y los Paises Bajos. Sastres, marineros, artesanos…

5. Creció en Baltimore. A los 13 años lee Crítica de la razón pura, de Immanuel Kant. No entiende casi nada, pero necesita las respuestas que no encontraba en los libros del colegio.

6. A los 14 su padre, que estaba en la ruina, le obliga a dejar los estudios para trabajar. Primero, mensajero; luego, vigilante. Odia ambos empleos. A los 16 empieza a beber. Regresa a casa borracho cada noche.

7. Su abuela materna está fascinada con el chico («te pareces a Wallace Reid«, la estrella de cine, le decía). Es ella quien le busca trabajo, en 1915, en la agencia de detectives Pinkerton. «Nunca dormimos», era el lema.  Dash, alto, apuesto, despierto, está encantado. Le pagan 20 dólares a la semana. Hace trabajos de vigilancia en casos de adulterio y estafas. Se acostumbra a ser una sombra silenciosa, casi invisible.

8. En una misión en una zona minera de Montana para investigar la muerte de un sindicalista se tropieza de frente con la dialéctica de los opresores y los oprimidos y su pervesión. Descubre que al hombre lo han matado detectives de Pinkerton.

9. En otro caso, dispara a un sospechoso que amenazaba a un compañero. El hombre huye, herido y sangrando. Dash se asusta tanto que se promete no usar un arma de fuego nunca más, excepto para cazar y siempre que la presa sea para comer. Cumple su palabra.

10. Le alistan en 1918 por la I Guerra Mundial. Asignado a una brigada de transportes sanitarios, sufre un accidente al volante de una ambulancia. Hay varios heridos leves. Promete no conducir jamás. También cumple.

11. En el campamento militar contrae la gripe española, que mató a entre 100 y 200 millones de personas en el mundo. Tras varios meses internado, le licencian con el grado de sargento y una pensión de 40 dólares al mes. Su salud no volverá a ser la misma por la tuberculosis que le queda como secuela. En el hospital conoce a la enfermera Josephine Annis Dolan. Se casan en 1921 y se establecen en San Francisco. Tienen dos hijas. Los servicios de Sanidad obligan al padre a vivir en un domicilio diferente al de las niñas por el peligro de que les contagie la tuberculosis.

12. En 1922 deja de trabajar como detective y ampieza a escribir. También hace trabajos por pieza para agencias de publicidad.

"Red Harvest" ("Cosecha Roja")

"Red Harvest" ("Cosecha Roja")

13. Entre 1929 y 1934 publica unas decenas de cuentos y las novelas Cosecha roja (1929), La maldición de los Dain (1929), El halcón maltés (1930), La llave de cristal (1931) y El hombre delgado (1934). La primera y las dos últimas son las mejores de la historia de la novela negra y deberían ser de lectura obligatoria para entender por qué nos siguen dando coces los que siempre nos han dado coces. Son las novelas que hubiese escrito Karl Marx si hubiese nacido con el don de la palabra inteligible.

14. Se lía con la escritora Lillian Hellman, gran confidente y amiga durante el resto de la vida de Dash. Son una pareja abierta.

15. Tiene dinero y éxito. Hollywood se enamora de su prosa afilada y elegante. Es uno de los guionistas mejor remunerados de su tiempo. En 1938 la Metro le paga 80.000 dólares. Sólo diez del millar de escritores contratados por los estudios llegan a tamaño nivel de facturación.

16. En 1937 paga de su bolsillo parte del coste de producción del documental de apoyo a la República Española Spanish Earth (Tierra de España, de Joris Ivens y Ernest Hemingway). Firma una petición de los Amigos Americanos de la Democracia Española, para que el Gobierno de Roosvelt ayude ecónomica y militarmente a los republicanos «en nombre de la decencia y la humanidad», para que «aquellos que no aceptan ni el fascismo ni el nazismo tengan una oportunidad de luchar por sus vidas».

17. Entre 1938 y 1941 apoya o promueve causas en favor del derecho al voto de los negros, la libre actividad sindical, los programas de acogida de refugiados políticos, contra las actividades de la extrema derecha… En 1940 se afilia al Partido Comunista y es nombrado presidente del Comité de Derechos Electorales.

18. El FBI le enfila. Le siguen día y noche. Recopilan 278 páginas durante 25 años. También Hellman es espiada.

19. En 1941 se alista para pelear en la II Guerra Mundial. Tenía 47 años y una salud delicada, pero se sentía obligado a luchar contra el nazismo. Como era  considerado peligroso fue destinado a un campamento en Alaska. Montó un periódico para las tropas.

Hammett ante un comité de la caza de brujas

Hammett ante un comité de la caza de brujas

20. En 1951 es condenado a seis meses de cárcel en una prisión federal porque se negó a dar detalles sobre la particpación del Congreso por los Derechos Civiles, de cuyas cuentas es responsable, en el pago de las fianzas de miembros del Partido Comunista acusados de conspiración. Hammett se acoge una y otra vez a la Quinta Enmienda a la Constitución y se niega a responder porque considera ilégitimas las preguntas en una democracia. En la cárcel, en Kentucky, lee a Gogol y se encarga de la biblioteca. Sale de prisión envejecido y con la salud aún más rota.

21. En 1953 vuelve a ser citado por un comité de la caza de brujas. Le interroga el senador Joseph McCarthy en persona. Está interesado en saber por qué hay libros de un comunista en las bibliotecas públicas estadounidenses. ¿Es esa una buena forma de luchar contra el comunismo?, le pregunta al escritor. Hammet responde: «Bien, yo pienso (por supuesto no lo sé) que si estuviera luchando contra el comunismo creo que lo que haría es no darle a la gente ninguna clase de libros».

Lillian Hellman

Lillian Hellman

22. Hacienda le reclama 100.000 dólares en impuestos impagados. Hammet, que nunca había destacado por administrar con precaución sus ingresos, se declara insolvente. Todos sus amigos del pasado dorado le dan la espalda. Intenta terminar Tulip, una novela. No lo consigue. Está muy enfermo. Se recluye y vive como un ermitaño. Hellman le cuida. Los editores de Interrogatorios señalan en el prólogo: «El maestro indiscutible de la detective fiction pasó sus últimos veinticinco años sobre la tierra, casi la mitad de su vida, leyendo, bebiendo, follando, y también luchando por una sociedad más digna, sin escribir una sola línea digna de mención«.

23. El 10 de enero de 1961 muere en un hospital de Nueva York de un cáncer de pulmón diagnosticado dos meses antes.

24. La mejor biógrafa de Hammett, Diane Johnson, destaca el perfil contradictorio del escritor: marxista, pero autor de novelas sobre la violencia social y la corrupción cuyos protagonistas sólo intervienen para hacer «pequeñas correciones»;  virtuoso pero libertino; rico y pobre; descreído pero lleno de fe; asceta pero hedonista; comunista pero ardiente patriota…

25. Los informes del FBI sobre Hammett concluyen con el apunte de un agente que llama al cementerio para asegurarse de que «un tal Dashiell Hammett» está muerto y enterrado.

Ánxel Grove