Cómo escribir una novela histórica (III): la actitud

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Por José Manuel Aparicio | Escritor, autor de Banderizos, premio de Novela Histórica Ciudad de Úbeda 2015 y fundador de Mundopalabras | @Escritor_JMA | Artículo del taller de novela histórica de XX Siglos que José Manuel está haciendo en este blog con carácter mensual y que hoy se centra en la actitud que se debe tener a la hora de afrontar una ficción histórica.

Resto de entregas: la idea | los personajes |  el método  | la estructura | errores | recomendaciones | publicar 

Ya tenemos una idea válida y completa como línea argumental en la que vamos a trabajar. Ya podemos comenzar nuestra novela. No, no es un relato de unas pocas páginas, que podemos terminar en un buen día de inspiración. La novela va a tener decenas de páginas, incluso varios centenares, lo cual nos va a exigir muchos días de inspiración e incluso muchos de poca inspiración, de investigación, de estructura, de pensar y escribir. Hemos de ser conscientes de lo que esto representa, y de la tarea que tenemos por delante. Afrontar una novela histórica es una labor titánica, tanto como apasionante.

Por supuesto, está prohibido tener prisa. No se trata de llenar de palabras 200 páginas, se trata de articular una historia, que sea creíble, que se lea fluida, que obligue al lector a no querer dejar de leer y que mantenga unas bases de rigor histórico suficientes. Hemos de pensar que la novela es un proyecto a medio y largo plazo, que parte de un planteamiento inicial, y que por su extensión y complejidad hemos de considerar como un texto dinámico hasta que esté concluida. La novela va a ser un compromiso que vas a adquirir durante bastante tiempo. Como mínimo unos meses, tal vez años. Ese esfuerzo merece que sepamos bien lo que vamos a hacer, y merece también que seamos considerados con nosotros mismos. Nuestra vida puede cambiar en este tiempo, puede haber cambios en el trabajo, en nuestra familia, mudarnos de casa, irnos y volver de vacaciones, comprarnos un perro que hemos de sacar tres veces al día… Y la novela seguirá ahí, en la que hay que avanzar, no desesperarse nunca, superar los malos días de creatividad, resolver problemas, momentos en los que no nos apetece pensar, romper y rehacer… Da igual, lo único que hemos de exigirnos es no detenernos, no pasa nada si en lugar de tardar un año tardas dos, o tres, pero que ese tiempo suponga una mejor calidad. Ya que hemos de dedicarle tanto tiempo, que sea para bueno, como pasa con los buenos vinos. Inicias una etapa que suele resultar bastante incierta, caótica, que implica pensar mucho, escribir mucho y tirar mucho a la papelera. Además, debes cuadrar lo estrictamente narrativo con lo histórico y documental, una tarea que supera la ya de por sí natural complejidad de la novela. No te preocupe sentir momentos de mucha confusión, tanto porque te abrume la cantidad de ideas como porque no sabes qué camino seguir, eso es normal. Desde el momento en que te aventuras en este proyecto, todo está al servicio de lo que cuentas, y saldrá poco a poco, con trabajo y al menos un poco de método.

Parte de ese método consiste en seleccionar los aspectos históricos relevantes. Te atrapará el deseo de incluir todo lo que aprendes durante el proceso de documentación, desde la forma de una herramienta de labranza hasta la procedencia del tejido que viste la dama del castillo. Todo es seductor, pero no todo tiene cabida en la novela. Si no aporta a la narración, te sugiero no extenderte demasiado más allá de las necesarias pinceladas de decorados y atrezo. Es tu novela y puedes hacerlo, claro está, pero asumes el riesgo de hacérselo pasar mal al lector entorpeciendo la lectura. Tú decides.

La fase de documentación es uno de los trabajos más complejos (y cautivadores). Parece no tener fin, y con frecuencia hay que actualizar las informaciones disponibles con los nuevos descubrimientos que publican los historiadores y arqueólogos. Esto puede echar por tierra lo que considerábamos como «correcto». Sucede especialmente cuando encaras un periodo histórico con escasas fuentes. El menor descubrimiento se vuelve relevante. En cualquier caso, recuerda que afrontamos una ficción, no un libro de Historia. No puedes saberlo todo y dispones de cierta libertad, siempre que actúes de forma veraz. No metas un taladro para construir tu fortaleza, por ejemplo. Ya me entiendes.

Por otro lado, durante el proceso creativo el escritor está receptivo a todo lo que le rodea. Intensifica al máximo los sentidos. Las sensaciones se convierten en fuentes de recursos que le aportan ideas para, a su vez, provocar sensaciones y emociones en el lector.

Algunos escritores dispondrán de una mayor imaginación, mientras que otros buscarán en sus recuerdos, y de ellos obtendrán muchas historias, otros investigarán, se documentarán. Y lo mejor de todo: usar todo a la vez: imaginar, experimentar, recordar, leer, documentarse.

Importante: No te desesperes, nunca. La novela es un proyecto a largo plazo, necesita su tiempo y es un ejercicio de constancia.

*Las negritas son del bloguero, no del autor del texto.

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