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Entradas etiquetadas como ‘sexo’

La proliferación de las carreras sexistas

Por Lidia Arribas

Carrera de la mujer en Gijón (Carrera de la mujer).

Carrera de la mujer en Gijón.

Últimamente proliferan las carreras para mujeres y yo, corredora popular desde hace muchos años, no acabo de entender el motivo que lleva a los organizadores a vetar la participación a los hombres.

No estoy dispuesta a participar en esta prueba, cuya base es la discriminación por sexo y aumentar los beneficios de unos pocos, encubierto en carreras benéficas.

 

Paz entre los sexos, Almodóvar

Por María Faes Risco

El director de cine Pedro Almodóvar, durante la ceremonia del Festival Lumiere en Lyon, Francia (Gtres).

Pedro Almodóvar, durante la ceremonia del Festival Lumiere en Francia (Gtres).

Lo del señor Almodóvar es de cine. Y estos días, más que nunca, por dos razones. Una, porque ha aparecido su nombre en los Papeles de Panamá, escasamente patrióticos y quizá también algo peor. Y la otra, porque ha declarado que las mujeres son mejores que los hombres. Si hubiera dicho lo contrario, quizá a estas horas habría tenido que refugiarse en Panamá.

Como ha criticado a los hombres, quiero defender a ese grupo diciendo que no hay razones científicas que avalen el que ninguno de los géneros sea mejor, y que es, por tanto, tan injusto como imprudente sacudir el avispero para ganar notoriedad.

¿Videojuegos demasiado violentos o padres irresponsables?

Por Jaime García Murillo
Watch Dogs.

Un hombre portando un arma de fuego en un videojuego. (VANDAL)

Estamos acostumbrados a adquirir violencia de muchas maneras: series, películas, videojuegos, etc. Pero cuando hablamos de violencia infantil, es decir, la violencia generada por personas menores de 18 años, se les echa la culpa a los videojuegos que se dice que «causan esa violencia».

 Pero, ¿la culpa es de verdad de los videojuegos? En la carátula de los mismos podemos observar las restricciones y los elementos que tienen estos videojuegos (violencia, sexo, drogas, etc.). Mi pregunta es: ¿Debemos culpar a los videojuegos de esta violencia o a los padres irresponsables que no se fijan en qué le compran a sus hijos?

Así es un día de acoso sexual en el trabajo

Por Ana (*NOTA DE LA REDACCIÓN)

Me llamo Ana y tras leer el artículo sobre acoso sexual en el trabajo os envío cómo era uno de mis días. Tenía 23 años. Alguien que lo leyó me dijo que se podía “sentir” el miedo. Si con ello conseguimos que al menos una mujer pueda salir o identificar ese acoso habrá valido la pena:

Estoy en el salón viendo la tele y hablando y discutiendo, papá quiere ver reportajes; yo, series. Le digo, tú eliges martes y jueves, él ríe o me dice que veremos lo que él quiera, pero siempre acaba dándome el mando.

Suena mi móvil, voy a la habitación, mi chico, la llamada más dulce. Estudia fuera y cada día nos llamamos varias veces, pero siempre está la llamada de las 23.30, cuando nos decimos lo mucho que nos echamos de menos. Trago saliva porque le quiero y quiero que él vuelva. Quiero estar con él, pero por otro lado tengo miedo de que descubra la realidad.

Las 12 y pico, colgamos, vuelvo al salón y les digo a mis padres que me voy a la cama, mañana hay que trabajar, y papá me dice: ¡hale hija, hasta mañana! Mamá a veces me da un beso, pero siempre  me regala una sonrisa.

He puesto el despertador, a las 8 está bien. Estoy en la cama asustada, con el móvil en la mesita. Hay días en que suena a las tantas, pero nunca sé qué día sonará y esas llamadas no son de mi novio, no, son de ese jefe.

Doy vueltas y vueltas, miro el despertador y son las 6, aún no he pegado ojo y pienso que otro día más sin dormir; me levanto, voy a la cocina a fumar un cigarro tras otro.

Mientras fumo pienso, si llama no lo cojo, pero suena y lo cojo rápido, lo que pensaba hacer se viene abajo, me puede el miedo, me puede que papá lo vuelva a oír y me diga que le diga a mi jefe que no son horas. Papá se va pero le dice a mi madre que algo me pasa, que estoy llorando, y mamá se levanta y me pregunta qué pasa, yo le digo nada, que no puedo dormir y me da rabia.

Hora de desayunar, joder, no me entra, tengo dolor de estómago y diarrea, pero sobre todo miedo. Bajo al coche, pongo música a tope, son las 9.30, hasta las 10 no entro pero he de estar antes, si viene algún cliente tengo orden de entretenerle hasta que él llegue.

En invierno tengo suerte, la gente no va pronto al negocio, hace frío, así que espero en el coche; la tripa me da mil vueltas y me tiembla el cuerpo. Empiezo a mirar el reloj, él siempre llega tarde, según él es lo que tiene ser jefe.

Mientras espero imagino, me imagino fuerte y hoy no le paso ni una, al primer insulto le doy una torta y me largo. Tras ese pensamiento me viene una pena de mí misma y me llamo gilipollas, me digo que por qué quiero engañarme si no soy capaz de decirle nada, soy consciente del miedo que le tengo, simplemente no puedo reaccionar. Vuelvo a mirar el reloj. Sigo pensando: ¿y si lo cuento? No, nadie creerá que me está pasando, que él es tan malo, además todos creen que soy feliz, que puedo con todo, soy fuerte a ojos de los demás.

De repente llega; siempre aparca detráAcoso sexual en el trabajos de mí, miro por el retrovisor. Quiero verle la cara, necesito verle la cara. Reconozco sus gestos más que los míos, sé si está furioso o no, le miro y cuando para su motor bajo, le saludo con una sonrisa que fuerzo.

Entramos por la puerta de atrás, y sí, hoy está enfadado. No me contestó al saludarle. Además lleva el ceño fruncido. Dios mío, tengo miedo.

Me voy al baño, me cambio. No tiene cerrojo y me visto rápido con la espalda pegada a la puerta porque temo que entre; nunca lo hizo, pero me habla desde la misma puerta. Su voz es de estar enfadado. Sale un momento del negocio.

Vuelve y le miro, trato de no hacer nada que le moleste, pero mientras llamo a clientes él me para y entre medias me dice que qué pretendo poniendo esa voz, que si quería calentarle la bragueta, y yo, sintiéndome sucia, le digo: “si era una señora, lo ha cogido la mujer”. Él se ríe y se va.

Desde su despacho me llama. Está escribiendo. Le digo que no le he entendido. Se enfada, me llama tonta, porque todas las mujeres sois tontas, no tienes ni puta idea, imbécil, marcha de aquí, me pones enfermo.

Salgo y voy a hacer cosas, él ya está enfadado y viene a insultarme, me dice que qué ha hecho para merecer eso, para que no entienda nada de lo que me explica.

Tiemblo y pienso que sí, soy tonta, pero por no atreverme a irme. De repente viene otra vez y me habla muy bien, no ha pasado nada, como si la vida fuese normal.

Ahora me pregunta cosas de mi vida sexual, no le contesto y, claro, eso sí le enfada. Empieza a decirme que cada vez le demuestro más lo imbécil que soy, que damos asco. Quiero irme, salir, no escuchar más, me siento mal, lloro por dentro, se me encoge el corazón, cuanto más me insulta más mierda me siento, pero sé que no puedo marcharme ni darle la espalda, me lo ha dicho millones de veces, pero soy terca y pese al miedo y la vergüenza me trago mis lágrimas. Dios, le doy la espalda de nuevo, lo tengo prohibido pero no puedo seguir mirando su sucia cara mientras me insulta y amenaza, así que cojo la fregona y avanzo por el pasillo, sé que ese momento precede al agarrón de mi brazo, siempre el gesto de cogerme el brazo y siempre la misma frase de no me des la espalda cuando te hablo.

Sigo mi pasos, miro de reojo y sí, viene, ya siento sus manos en mi brazo y oigo esa maldita frase, le pido que me suelte y no, me empuja con la fuerza justa para que acabe contra la pared. Mis manos paran el golpe, vuelve y me empuja otra vez. Solo le miro, creo que mi odio se ve en mi mirada, pero me odio a mí, tanto que me doy asco; le tengo miedo, tanto que quiero callar y que todo pase.

Se va. Allí me quedo, atendiendo clientes y mandándolos venir por la tarde, me trago mis lágrimas, esas que delante de él no quiero sacar, me las trago y sonrío a esos clientes que van entrando. Muchos me dicen: ¡Hasta luego niña, alegra esa cara!

Vuelve y me habla muy simpático, me pregunta quién ha ido; lo tengo todo apuntado, no puedo permitirme que se me pase el mínimo detalle, sería fatal.

Hace como que no pasa nada, como si lo que me hizo fuese algo que yo había soñado. Me habla contento, fuerte y seguro, me dice que soy lo mejor que  ha tenido allí. Quiero gritarle, mandarle a la mierda, matarle, morirme.

Salimos y me dice adiós, esta vez me sonríe y yo le sonrío y le digo hasta luego.

Voy a casa. Mientras conduzco lloro lo que puedo y más, voy a comer con papá y mamá y no pueden enterarse, no quiero, no puedo, tengo miedo.

Mientras nos sentamos a la mesa me hablan y yo contesto, pero no sé qué me dicen. Solo me doy miedo, me creo un monstruo, ahora por mentir y decir que todo bien. Me doy asco, no puedo afrontar la verdad, no puedo.

Ya no puedo más, mi silencio me mata, mis miedos me destruyen, mi familia ve que no como y piensan que entro en la anorexia. Para mí es más fácil. Ante ellos mi única salida para no contar qué pasaba era esa, que piensen que tengo anorexia.

No paro de pensar, de sentir, me he convertido en nada, en nadie, en miedo, en una diana de rabia y odio en la que un señor saca su furia.

Las 16.30, a las 17 entro de nuevo; no quiero, tengo miedo, ahora más.

Acaba la jornada, llego a casa rápido, mientras me ducho pongo música y me entretengo en la habitación. Quiero llorar lo que allí no he podido, coger fuerzas para que papá y mamá vean que ceno y no se preocupen. Quiero coger fuerza para no oír el eco de sus insultos, para que no retumben en mí esas imágenes de cómo me ha empujado, la forma en que me ha tirado al suelo. Quiero, pero cada día se hace más difícil, ya van tres años y no puedo más, mi cuerpo ya no responde, mi cabeza está rota, absorbida por el miedo. Se me cae el pelo, no puedo más, me cuesta sonreír, mis ojos han cambiado, yo entera he cambiado, pero he de fingir que no pasa nada, que es un momento bajo.

Las 23.30, llama mi chico y la misma despedida. Misma vuelta al salón para dar buenas noches y así me voy a la cama. Esta vez lloro, me tapo con la almohada para que no se me oiga, lloro de miedo, asco y vergüenza, quiero escapar, quiero morirme y no puedo.

Suena el despertador. ¿Para qué lo pones si estás despierta? Me levanto y solo quiero morir, no podré más, más no, pero puedo otro día y otro y otro, idiota. Me doy asco, no me conozco, me siento asquerosamente sucia, por sus sobes, por sus palabras sexuales llenas de maldad, por haber aprendido a mentir a mi familia, sucia por no saber parar la situación, por volver al mismo lugar de tortura, por saludarle con una sonrisa, sucia por todo, quiero salir corriendo de mí misma, quiero mirarme y reconocerme, quiero matarle, quiero morirme.

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(*) NOTA DE LA REDACCIÓN: Ana, la protagonista de este relato, finalmente dejó el trabajo, denunció a su jefe por acoso sexual y ganó el juicio en sentencia firme.

Distorsión del idioma

Por Antonio García

Diccionario de lengua españolaParece ser que queremos distorsionar nuestro idioma. Hagámoslo, pues, con cierta coherencia.

Yo soy médico. Tengo ‘pacientas’ ‘pertenecientas’ a todas las profesiones y actividades: ‘militaras’ (‘tenientas’, ‘cabas’, ‘coronelas’, sargentas…), ‘pilotas’, ‘conserjas’, ‘auxiliaras administrativas’, ‘agentas’ de seguridad, ‘choferas’, capatazas, ‘albañilas’, ‘vigilantas’, ‘miembras’ de diversas asociaciones, presidentas, ‘conferenciantas’…

Algunas de ellas confían en mí contándome sus asuntos personales: unas son ‘brillantas’, otras ‘valientas’, las hay pusilánimas ante ciertos temas, algunas algo ‘arrogantas’, otras ‘humildas’ como ellas solas. Una se me definía como una ‘sujeta ignoranta’ en temas de salud; otra se consideraba una ‘sera humana nobla y amabla’. Recuerdo que una ‘contribuyenta’ (como decía ella) me hablaba siempre del esperado nacimiento de su ‘bebá’. En fin, ‘personajas’ de toda índole.

Desde luego que también tengo hombres a los que atiendo: ‘ordenanzos’, ‘publicistos’, ‘policíos’, ‘aristócratos’, ‘guíos turísticos’, ‘malabaristos’, ‘guardios’ de seguridad, ‘fisioterapeutos’, ‘periodistos’, ‘pediatros’, ‘ludópatos’, ‘logopedos’, y bastantes ‘deportistos’ (‘futbolistos’, ‘tenistos’, ‘golfistos’, ‘atletos’, ‘ciclistos’, ‘motoristos’… ).

Después de bastantes años ya, me considero ‘colego y camarado’ de muchos de ellos. Me cuentan historias como al que le entró en su casa ‘una caca’ con un antifaz, o al que le encantaba viajar y, en una isla, los ‘indígenos’ le dieron una afectuosa despedida”.

Qué hermoso que muchas palabras nos unan, sean comunes para ambos sexos. Palabras que nos hacen más igual a todos los seres humanos.

La siguiente acuarela, torso desnudo de hombre

Por Olimpia Carrera

Me encanta vuestro periódico. Por eso me ha sorprendido la elección de una acuarela [página 9 de la edición impresa del día 9 de abril]: una mujer descabezada y despatarrada enseñando unos pechos totalmente desproporcionados con la nula grasa del resto de su cuerpo. Yo, que he visto porno (incluso con alguno, tipo documental, he aprendido algo), reconozco en ese desnudo silicona y una posición evocadora de la acción sexual. Ni su publicación es el sitio adecuado para evocar acción sexual ni mucho menos para promocionar la pesadísima presión social sobre el físico de las mujeres.

DesnudoEs un rollo estar todo el día aguantando que vales más cuanto más se aleje tu cuerpo del cuerpo más común… ¡En el maravilloso 20minutos también no, por favor! Un abrazo y gracias por resistir al pie del cañón con vuestra gratuidad.

P.D. La siguiente acuarela que sea de torso desnudo de hombre prototípico, por favor…no soluciona nada someter a los tíos a la misma presión pero al menos compensa la balanza. 😉

Violencia y crimen… ¿hasta cuándo?

Por Juana Mª Márquez

Estamos en marzo y, como todos los años, el día 8 se celebra el Día Internacional de La Mujer. Me pregunto: ¿por qué es necesaria esa celebración?, ¿por qué no existe algo parecido para el hombre? Problemas padecen las mujeres pues tienen que poner un día para que muchos tomen conciencia de ello. La primera víctima este año fue nada más empezar el 2013, el 4 de enero, una mujer de 33 años fue degollada por su pareja. Y a esta siguen más y por desgracia no terminarán ahí. Se hacen esfuerzos, desde la ONU se intenta consensuar una declaración común sobre la violencia contra Violencia machistael género femenino, ardua tarea pues tratarán de poner de acuerdo a muchos países con costumbres muy dispares.

Mientras se intenta hacer leyes, nosotros somos espectadores y oyentes de noticias que hacen que un escalofrío recorra nuestro cuerpo. Me ha llamado la atención un par de casos que aparecen en las redes sociales. Los cito a continuación. En Málaga se ha detenido a dos hombres que intentaban ligar a través de las redes para luego quedar con esas mujeres y, una vez con ellas, las drogaban para agredirlas y abusar sexualmente. Otro más: la Policía ha desmantelado una red que explotaba a unas 400 mujeres en 6 macroprostíbulos en Andalucía. Se han detenido a 36 personas e inmovilizado bienes por valor de 14 millones de euros. Datos como estos los contamos a cientos y nos acompañan a diario. Lo que está ocurriendo es una forma de terrorismo contra la mujer.

Las primeras que tenemos que tomar conciencia somos nosotras, aprender a querernos a nosotras mismas, a no pertenecer a nadie, a no amar demasiado a ningún hombre, a no tener sentimiento de culpa y a no rebajarnos ante unos seres despreciables que nos calumnian, insultan o nos dan un tortazo. Por supuesto, he de decir que no generalizo, eso no lo hacen todos los hombres pero sí algunos y esos merecen más castigo. Que cada uno haga todo lo que pueda por no dejarse agredir y por ayudar a esas señoras que han perdido toda su autoestima por una lesión no sólo física sino en su alma.

Acoso de mendigos a niñas y niños en un colegio de Madrid

Por M. A. M.

Soy una madre de niños de 11 años. Van al colegio Rafaela Ybarra, del distrito de Usera. Desde hace varias semanas se han instalado al lado de las vallas del patio de los niños unos mendigos. El problema es que estos se meten con los menores cuando salen al patio. Entre otras lindezas que les han dicho a las niñas de 11 años es que «si quieren follar«… y cosas similares. Ante este problema, el AMPA del colegio ha puesto una denuncia ante la Policía Nacional, y esta ha contestado que no pueden hacer nada puesto que no ha ocurrido nada. ¿Hay que esperar a que alguna niña o niño sufra una agresión de estos personajes para que la Policía tome cartas en el asunto? ¿Dónde está le defensa del menor? Espero que la respuesta no llegue demasiado tarde.

La ‘justa’ Iglesia

Por Adrián Infante Dionisio

Parece ser que a la Conferencia Episcopal Española le parece “gravemente injusta” la decisión del Tribunal Constitucional de avalar el matrimonio homosexual. Es decir, a los garantes de la moral y la ética en España les parece injusto que dos personas que se aman quieran formalizar su relación en pos de una vida en común.

A estas alturas, yo me pregunto: ¿qué es justo para la Iglesia? ¿Qué es para ustedes la justicia, señores clérigos? ¿Acaso entendéis por justicia aquellas cruzadas en las que se mataba a miles de personas en nombre de Dios? ¿O quizás les parecía más justo que su institución mandara quemar en la hoguera a los científicos y librepensadores que, en aras del progreso, se atrevían a poner en entredicho sus postulados?

Quizás soy muy antiguo en mis planteamientos; en ese caso, ¿les parece justo no permitir que las mujeres puedan oficiar sus sacramentos? Que vuestro máximo representante se desplace a uno de los países más azotados por el sida para dar el mensaje de que es malo usar preservativos, ¿les parece suficiente justicia? Que miles de niños y niñas en todo el mundo hayan sido vejados sexualmente por sacerdotes cristianos (y que se les intente encubrir desde las altas instancias eclesiásticas) es muy justo, ¿verdad? Y la ostentación y el derroche de medios económicos de los que hace gala el Vaticano mientras miles de millones de personas no pueden ni beber agua, ¿es justo?

Señores (que no señoras, porque no las dejan) de la Conferencia Episcopal, antes de hablar de justicia revisen su pasado y su presente; no banalicen un concepto tan importante porque entonces estaremos condenados, como a ustedes les gusta decir, al infierno.

La fe del ministro

Por Diego Mas

En principio, la fe de un ministro no tiene interés para nadie más que para él, aunque sea el ministro del Interior. No importaría, pues, que Fernández diga, a pesar de la sentencia del Tribunal Constitucional, que “sigo creyendo que el matrimonio es entre hombre y mujer”. Pero en España sí importa, y mucho. Porque Fernández está tratando de ocultar lo que él y el PP trataban de hacer con su recurso ante ese Tribunal: impedir por ley que otros ciudadanos tuvieran los mismos derechos que ellos para realizar un contrato civil de convivencia con otra persona, llamado matrimonio. Y no podemos olvidar que su partido ha sido fundado y han pertenecido y pertenecen a él personas que proviene de un régimen que condenaba a los homosexuales a la cárcel e incluso a la muerte. Así de claro, como así de dura y peligrosa es la ideología de no pocos de los que nos gobiernan aún en los más altos organismos del Estado. Con razón les suena fatal todo lo que sea que otros hablen de “memoria histórica”, aunque ellos no hagan sino santificar la de carniceros como Franco o Queipo de Llano. Esto nos exige una profunda y constante alerta para no perder nuestros derechos, nuestra libertad física e incluso algo más.