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Wilfred Sätty, el mejor ilustrador de Edgar Allan Poe

"The Illustrated Edgar Allan Poe"

«The Illustrated Edgar Allan Poe»

El libro de la izquierda es difícil de encontrar y no está editado en español.

Además, The Illustrated Edgar Allan Poe, editado en 1976, debe competir con dos grandes rivales que supieron venderse antes y mejor a la hora de llevar al dibujo los cuentos de misterio y terror de Poe: Harry Clarke y Aubrey Beardsley, aplaudidos masivamente como los ilustradores canónicos de los mórbidos ambientes del autor estadounidense.

Creo que es injusto no introducir en la ecuación a Wilfred Sätty (1939-1982), un artista alemán alucinado cuya trayectoria vital se empareja a la de Poe, a quien ilustró en el más torvo de los estilos y, según creo, con resultados menos amanerados y más al servicio del espíritu de la narración que Clarke y Beardsley.

Dibujo de Sätty para 'La caída de la Casa Usher'

Dibujo de Sätty para ‘La caída de la Casa Usher’

Nacido en Bremen (Alemania), los indiscriminados bombardeos aliados sobre la ciudad durante la II Guerra Mundial (más de 500 toneladas de bombas al día) hicieron mella en la niñez de Wilfred Podreich -nombre real de Sätty- y le marcaron de por vida («la ciudad era un inmenso campo de juegos surrealista»).

En los años sesenta se estableció en San Francisco (EE UU), ciudad en la que vivió hasta la muerte.

De los años hippies heredó el gusto por el ocultismo y la sicodelia.

En una ciudad donde la excentricidad es un valor, Sätty -que eligió nombre artístico en honor a un faraón egipcio- se convirtió en el anfitrión de fabulosas fiestas-experiencia donde la bohemia era bienvenida y el LSD se consumía con normalidad.

Sus «collages-mágicos» alcanzaron cierta notoriedad para ilustrar cartelería. También publicó algunos libros (Cosmic Bicycle, Time Zone, The annotated Dracula…) y colocó colaboraciones gráficas en revistas como Rolling Stone.

Nunca intentó vivir como artista, consideraba absurda la idea de la reproducción masiva de una obra y prefería que cada pieza tuviese un carácter único.

Dibujo de Sätty para 'Los asesinatos de la calle Morgue'

Dibujo de Sätty para ‘Los asesinatos de la calle Morgue’

Los últimos años de Sätty fueron erráticos. Se aficionó al alcohol y la soledad, sufrió una racha de percances absurdos y murió en un accidente doméstico al caer por una escalera.

Sus ilustraciones para los relatos más conocidos de Poe tienen aire germano y ambiente de fiebre.

Olvidado y oculto -por eso asomo su figura a la sección Top Secret de cada lunes-, Sätty ha sufrido una injusta omisión en un área donde abunda el aplauso fácil: las narraciones de Poe, siempre agradecidas y plásticas para la ilustración gráfica.

Ánxel Grove

 

Kerouac, inédito y en app

"The Sea Is My Brother"

"The Sea Is My Brother"

Era conocida la existencia del manuscrito, pero nadie sabía del paradero. La novela perdida de Jack Kerouac (1922-1969) ha sido editada 42 años después de la muerte de su autor. The Sea Is My Brother (El mar es mi hermano) está a la venta en inglés desde hace unos días.

Localizado por casualidad por el hermanastro de Kerouac tras revisar el contenido de unos legajos, el manuscrito, redactado a mano (el libro impreso tiene 158 páginas), es el primer intento del autor de En la carretera de escribir una narración coherente.

La empezó a redactar a finales del verano de 1942, cuando se embarcó como marinero en el carguero SS Dorchester. En octubre, cuando se cansó del trabajo, ya la tenía terminada.

Es una narración breve, autobiográfica -como todas las de Kerouac, que nunca separó la vida de la literatura-, que narra el intento de fuga de un joven veinteañero que busca en el mar un horizonte no sujeto a las leyes y miserias de la vida en sociedad.

Descrita en su día por el autor como una «rebelión» de un sólo hombre contra las «desigualdades, frustraciones y auto infilingidas agonías», la pieza cuenta el viaje entre Boston y Groenlandia de Wesley Martin, que ha abandonado sus estudios para buscar en el mar «la América que se desvanece, la gran libertad, los últimos pioneros, los últimos vagabundos».

En suma, nada nuevo. Kerouac escribió sobre un sólo tema en todos sus libros: la fuga.

"On the Road" en APP

"On the Road" en APP

Mientras tanto, sigue la explotación comercial de En la carretera -el libro de Kerouac rechazado durante seis años por las editoriales antes de ser editado en 1957 y convertido desde entonces en una de las obras más hipnóticas para los adolescentes de todo el mundo-.

Penguin lo editó hace unos meses como APP para las tabletas iPad y ahora inicia una campaña publicitaria que pretende convertir la versión digital en uno de los regalos de moda en Navidad.

La nota de prensa de la editorial no tiene desperdicio. Cita a la novela como «legendaria», tilda a Kerouac de «profeta» y promete que la experiencia de la aplicación para iPad es «absorbente y transformadora», con nuevos contenidos que «pulsan los ritmos del jazz, el sexo frenético, las drogas ilícitas y el misterio y la promesa de la carretera abierta».

Han editado un bonito (estoy siendo cínico) vídeo -con una seudo versión de Kind of Blue, para ahorrarse derechos, como banda sonora- para vender la moto.


Todo lo que prometen es mentira. El supuesto material inédito, tanto el fotográfico como el literario, está a disposición de cualquiera en las bibliotecas desde hace décadas.

La engañifa es todavía más dolorosa espiritualmente. ¿Es así como se puede y debe disfrutar de la transformadora experiencia de En la carretera? Neal Cassady les partiría la boca, les quitaría la cartera y secuestraría a sus hijas adolecentes.

Ánxel Grove

Los complejos de Charlotte Brontë

Las hermanas Brontë retratadas por su hermano Brawnwell, que aparece como una sombra

Anne, Emily y Charlotte Brontë retratadas Branwell, que aparece como una sombra

Veía la vida como un deber, carente de belleza. Estaba convencida de que el amor y la alegría eran siempre para otros. Charlotte (1816-1855) fue, junto a Emily (1818-1848) y Anne (1820-1849), una de las hermanas Brontë: tres muchachas inglesas de pueblo que nacieron en Thornton (Yorkshire). Vivieron en la fantasía de sus novelas y poemas, tempestuosos y apasionados, que contrastaban con la quietud de la localidad y del hogar religioso.

Dedicamos el Cotilleando a… de esta semana a la escritora Charlotte Brontë a propósito de la reciente adaptación cinematográfica -ya la undécima- de la obra más emblemática de la autora: Jane Eyre.

Dirigida por Cary Joji Fukunaga y protagonizada por Mia Wasikowska y Michael Fassbender, la adaptación rescata de nuevo el clásico de la literatura inglesa y recupera a la huérfana Jane, pequeña, acomplejada, solitaria y rebelde. Características que Brontë compartía, siempre escondida tras sus personajes femeninos.

1. Fue la tercera de seis hermanos, Maria y Elizabeth (las dos mayores) murieron de tuberculosis en la preadolescencia. Charlotte se convirtió en la hermana mayor de Branwell (el único varón), Emily y Anne. Huérfanos de madre, eran una piña en el melancólico ambiente doméstico que el padre, Patrick Brönte, creaba en el hogar.

2. Algunos testimonios de la época hablan del padre como  de un hombre excéntrico. Patrick, clérigo anglicano, estaba obsesionado con la austeridad, atormentado por la muerte de su esposa, que le dejó a cargo de seis niños pequeños al morir en  1821. Aunque algunas biografías lo tachan de tirano y egoísta, hay discrepancias sobre el modo en que trataba a sus hijos. También escritor, no muy conocido, pero prolífico y con obra publicada, fue una influencia decisiva en el futuro de las hermanas Brontë. Patrick hablaba a sus hijos sin contemplaciones, tratándolos como a adultos, pero sin maldad. Conversaba con ellos de temas de actualidad, les recomendaba los libros y artículos de periódico que él había leído. En los testimonios contradictorios sobre el padre de Charlotte se adivina la sombra del señor Rochester, el dueño de Thornfield, la mansión en la que vive y trabaja Jane Eyre.

Retrato idealizado de Charlotte (1850)

Retrato idealizado de Charlotte (1850)

3. En 1824 Charlotte y Emily (con ocho y seis años) ingresaron en el Clergy Daughter’s School de Lancashire, en el que Maria y Elizabeth llevaban ya unos meses. Charlotte se basó en las prácticas crueles de la institución para retratar Lowood, el colegio en en que la huerfana Jane Eyre pasa su infancia. La situación real de Brontë seguramente fue menos dramática, porque contaba con el apoyo de sus hermanas, pero la brutalidad con que las maestras trataban a las niñas parece ser que se correspondía con la realidad. Fue allí donde Elizabeth y Maria contrajeron la tuberculosis, murieron poco después, lo que provocó la salida de las pequeñas Charlotte y Emily para que no enfermaran también.

4. Patrick le regaló a Branwell en 1826 un set de soldaditos de madera que compró en Leeds. Un hecho tan insignificante cambió la vida de los cuatro hermanos, que crearon alrededor de las figuritas una colección de historias que escribían en papeles de apenas 11 centímetros de largo. Inventaron el Mundo de Angria, un universo épico en el que se desarrollaba la imaginación de Charlotte, Branwell, Emily y Ann. El primer extracto de historia que escribió Charlotte fue sobre este reino imaginario, a los 12 años.

Uno de los pequeños manuscritos del 'Mundo de Angria'

Uno de los pequeños manuscritos del 'Mundo de Angria'

5. Tanto Charlotte como sus hermanas mandaban manuscritos a editores e intelectuales con la esperanza de publicar. Se encontraron con el rechazo que cualquier mujer del siglo XIX recibía cuando intentaba desempeñar una tarea que no fuera la de ama de casa, institutriz, ama de llaves o maestra. Tuvieron que recurrir a pseudónimos para engañar a una editorial, que publicó el primer volumen de poesía de las Brontë en 1846. Firmaron como Currer, Ellis y Acton Bell (Eligiendo nombres que empezaran por la misma letra que los suyos, Charlotte, Emily y Anne).

6. Charlotte publicó, también con el sinónimo de Currer Bell, Jane Eyre un año más tarde. Se convirtió en un éxito instantáneo y las especulaciones sobre el sexo del autor eran frecuentes en las reseñas de la novela. Los críticos opinaban que, si bien una mujer no podía escribir de manera tan franca sobre el amor y la pasión, el libro contenía pasajes que claramente tenían un toque femenino. Algunos concluían teorizando que el libro lo debían haber escrito un hombre y una mujer, seguramente hermanos.

7. Uno de los escándalos de la novela lo provocó la visión que se daba de la mujer como ser independiente, capaz de tomar decisiones y reticente a la dominación. En el poco margen de maniobra que se le concede al personaje para tener el poder sobre su vida, Jane se independiza lo más pronto que puede para dejar de depender de la caridad. Trabaja de maestra y de institutriz y lucha contra el sentido de inferioridad que otros quieren inculcarle. Charlotte Brontë se correspondía con esta visión: rechazó tres propuestas de matrimonio porque sabía que sus pretendientes no la veían como a una igual, sino que buscaban una esposa.

Caricatura de Branwell en la que se retrata esperando a la muerte

Caricatura de Branwell en la que se retrata esperando a la muerte

8. La historia de Berta, la mujer con la que Rochester contrae matrimonio en su juventud, es una de las más turbadoras de la novela. No daré detalles para no destripar a nadie el libro (ni la película, claro), tan solo decir que la escritora Jean Rhys escribió en 1966 el libro Wide Sargasso Sea (Ancho mar de los Sargazos), que cuenta el pasado de esta misteriosa mujer, tachada de loca, hija de hacendados esclavistas, que vivía en Jamaica.

9. Fue la misma autora de Jane Eyre la que protagonizó sin querer el mayor escándalo con la publicación de la segunda edición del libro. En una muestra por la admiración que sentía por el novelista inglés William Makepeace Thackeray, Charlotte -que ya había hecho pública su identidad- dedicó la obra al autor, que había escrito un artículo laudatorio sobre Jane Eyre. El problema fue lo que Brontë desconocía: Tackeray estaba casado con una mujer (Isabella) que comenzó a sufrir un grave trastorno mental tras cuatro años de matrimonio. Intentó suicidarse y ahogar a uno de sus hijos y fue internada en varios psiquiátricos. Era una historia tan parecida a la del señor Rochester que se comenzó a extender el rumor de que Charlotte había sido la institutriz de los niños del trágico matrimonio y era la amante del escritor. Brontë no podía contener su vergüenza y se apresuró a disculparse, sintiéndose conmocionada por la macabra coincidencia.

Primera edición de 'El ancho mar de los Sargazos', de Jean Rhys

Primera edición de 'Ancho mar de los Sargazos', de Jean Rhys

10. En septiembre de 1848 murió Branwell, el único hermano de las Brontë, siempre a la sombra del genio literario de sus hermanas y un fracaso a ojos de su padre. De niño y de joven había sido el hijo de más talento y Patrick se dedicó a su educación con esmero para que fuera admitido en una gran universidad inglesa, como Oxford o Cambridge. Escribió junto con sus hermanas relatos del Mundo de Angria y también destacaba en el dibujo. Los famosos retratos de sus hermanas son obra suya. Tras varios reveses sentimentales y laborales, terminó siendo alcohólico y adicto al láudano, se volvió irascible e incluso peligroso. Murió de tuberculosis, sin que ni él ni su familia se enteraran de que estaba enfermo por el mal estado en que se solía encontrar.

11. Ese mismo año, en diciembre de 1848 murió Emily, autora de la famosa novela Cumbres borrascosas. En mayo del año siguiente murió Anne, la pequeña de las hermanas. Las dos sucumbieron a la tuberculosis. En menos de nueve meses Charlotte se encontró con que su padre era la única familia que le quedaba. «Rezo para que ni tú ni nadie a quien quiero se encuentre nunca en mi lugar», escribía a una amiga: «Sentarse en una habitación solitaria, el reloj haciendo tic-tac en una casa silenciosa, y tener en la mente el historial del último año con sus sacudidas y pérdidas, es un sufrimiento».

Cartel de la última adaptación de Jane Eyre (2011)

Cartel de la última adaptación de 'Jane Eyre' (Cary Joji Fukunaga, 2011)

12. Joan Fontaine en 1943, Charlote Gainsbourgh en 1996, Samantha Morton en la serie de televisión de 1997, Mia Wasikowska en la última adaptación… Las actrices que interpretaron a Jane en las numerosas adaptaciones cinematográficas de la novela nunca fueron feas y como mucho se las afeó un poco para caracterizarlas. Charlotte Brontë sin embargo especifica que la heroína no es guapa: «…me gustaba no dar una impresión de descuido o desaliño y deseaba parecer tan bien como mi falta de belleza me lo permitía. Con frecuencia lamentaba no ser más hermosa: me hubiera gustado tener las mejillas rosadas, la nariz recta y la boca pequeña y roja. Hubiese querido también ser alta, majestuosa y bien conformada y me parecía una desdicha verme tan baja, tan pálida y de facciones tan irregulares y tan pronunciadas».

13. La novela, en primera persona, deja ver los complejos de Jane por su físico. No le gusta hablar de ella y las pocas veces que lo hace es para considerarse poca cosa. Su visión de las damas que van a las fiestas de Thornfield es la de una niña fascinada y un poco envidiosa por la belleza de las demás. Charlotte Brontë tampoco se consideraba bella y su vestimenta era austera y pasada de moda. Huía de los adornos y cultivaba su interior para no pensar en el exterior.

14. La escritora Elizabeth Gaskell, amiga y también autora de la primera biografía de Charlotte, escribió en una carta sus primeras impresiones sobre Brontë: «Está (como dice ella de sí misma) ‘sin desarrollar’; delgada y más de media cabeza más baja que yo, pelo marrón y suave, ojos (muy expresivos, mirando directamente a ti) del mismo color, una cara rojiza, una boca grande a la que le faltan muchos dientes. En conjunto es sencilla, de frente cuadrada, ancha y saliente».

15. Se casó por primera y única vez en 1854, a los 39 años con Arthur Bell Nichols. Tras nueve meses de feliz matrimonio, ella murió. Dejó una novela sin terminar titulada Emma, estaba embarazada por primera vez, pero la tuberculosis, que había matado a todos sus hermanos, también se la llevó a ella.

Helena Celdrán

El mejor crítico de música no existe para las editoriales españolas

Greil Marcus

Greil Marcus

Se llama Greil Marcus y es uno de los mejores críticos de música popular de la historia, quizá el mejor.

Es un insulto colocarlo en la categoría de Top Secret de este blog. En todo caso, caiga la culpa sobre la industria editorial española, que parece no darse por enterada.

Desde 1972, Marcus ha editado, recopilado o coordinado veinte libros. Algunos son clásicos en el sentido literal: perennes.

De esa larga bibliografía, el sagaz gremio de los editores de este país (publicadores, convendría llamarlos) sólo ha tenido a bien entregarnos tres traducidos al castellano. Uno de ellos está agotado y es inencontrable.

Marcus es de esa clase de críticos que no entienden la música pop (incluyo al rock, más popular que ningún otro subgénero) como vanidad y fanatismo. Su profesión no es la del enciclopedista. Marcus es un cirujano forense que no concluye la autopsia hasta no haber analizado la tierra bajo la uña del último dedo. Su erudicción erudición es más instintiva que cerebral.

Es vergonzante para los editores y lastimoso para los lectores que siga siendo un desconocido lejano o un autor al que debes acudir con conocimientos de inglés.

Un repaso, primero a los libros editados y luego a los hurtados a los lectores españoles, a los que, por lo visto, no nos consideran suficientemente preparados para leer sobre pop si al mismo tiempo es necesario pensar.

"Rastros de carmín"

"Rastros de carmín"

Rastros de carmín (Anagrama, 1993). Una historia secreta del siglo XX trazada, en flashback, porque toda conspiración es un retorno, desde Johnny Rotten hasta las vanguardias de principios de siglo.

Tristan Tzara jugando al ajedrez con Lenin, el futuro suicida Guy Debord camuflado en la deriva situacionista, la Baader Meinhof prediciendo la belleza de los Clash, los letristas de Alexander Trocchi escribiendo las canciones que cantarán las Slits, un anarquista vestido de monje que entra en Notre Dame el Viernes Santo de 1950 para anunciar la muerte de dios, los criptógrafos de mayo de 1968, Danny el Rojo antes de ser criogenizado por la política parlamentaria…

Todos los herejes de la bella Europa revolucionaria de Antonio Gramsci juramentados para matar a Bambi.

Un libro que debería ser entregado a los adolescentes al mismo tiempo que el primer preservativo o a los enfermos deshauciados antes de desenchufar el respirador.

Tras leerlo por primera vez supe con certeza que en los campos de concentración que nos aguardan la música de ambiente será de Michael Jackson.

"Mistery Train"

"Mistery Train"

Mistery train: imágenes de América en el rock & roll. Editado en castellano en 1993 por Círculo de Lectores, pero ni siquiera lo incluyen ya en su catálogo. Es decir: pusieron en la calle mil ejemplares y se quedaron tan anchos.

Fue el primer gran libro de Marcus, que lo publicó en 1975, cuando a nadie importaba quiénes eran Stagger Lee o Harmonica Frank.

La idea, que el autor desarrolla en otras obras, es que la música popular responde a las leyes arcaicas y sagradas de la tierra y la sangre: el odio, el amor, el rencor, la venganza, el engaño, la verdad y la culpa. Cuestiones simples y, por su simpleza, de enorme importancia.

Robert Johnson, Elvis Presley, The Band, Randy Newman y Sly Stone, emisarios de un código secreto, son utilizados por Marcus para rastrear las huellas, complejas y oscuras, de los errabundos que viajan a bordo del tren misterioso.

Se puede comprar en inglés.

Like a Rolling Stone: Bob Dylan en la encrucijada (Global Rhythm Press, 2009). Es el tercer libro de Marcus publicado en España, un ensayo sobre una canción, quizá la más importante del siglo XX.

Es una obra de contexto político, que sitúa la pieza de Dylan -de quien Marcus ha escrito en todas las claves- en el centro del torbellino moral de una época.

Ahora le toca el turno a lo que nos estamos perdiendo.

"Old, Weird America"

"The Old, Weird America"

 The Old, Weird America: The World of Bob Dylan’s Basement Tapes (Picador, 2011). Apareció este año como edición revisada de Invisible Republic (1997).

Es uno de los libros fundamentales sobre música y es un pecado que no esté traducido al español.

Divertido, irónico y escrito con tono literario, narra la historia de un mito (Bob Dylan) que de pronto, en 1965 y por el pecado de enchufar una guitarra eléctrica, se convierte en invisible para sus compatriotas, los mismos que hasta entonces le consideraban un mesías redentor.

Crónica feliz y desternillante sobre la música escondida que Dylan y unos cuantos amigotes se dedicaron a hacer, por placer, en una casa pintada de rosa de las montañas.

Marcus retrocede hasta las fuentes primordiales e ilumina la senda de la febril canción americana, vieja, loca, arrebatada, poblada por tramposos, asesinos, mentirosos, fabuladores y matasanos, para demostrarnos que yendo hacia atrás siempre vas hacia adelante.

La antihistoria que nunca nos habían contado sobre los lamentos de los esclavos, las baladas de crímenes rurales y los cantos de juerga alcohólica que parieron al rock and roll y toda su imaginería.

El libro del que nace Rastros de carmín y, como éste, una de las piezas mayores de la crítica musical contemporánea.

"The Shape of Things to Come"

"The Shape of Things to Come"

The Shape of Things to Come: Prophecy and the American Voice (Picador, 2006).

Es uno de los libros más complejos de Marcus y, según sus detractores (que los hay, sobre todo entre los veneradores que entienden el pop como una sucesión de altares dedicados a héroes infalibles), uno de sus grandes fracasos.

La tesis es compleja: siete ensayos que pretenden construir con una misma voz, desde momentos históricos muy distintos, el aroma bíblico, apostólico, que sostiene espiritualmente a los EE UU.

Los profetas estadounidenses que Marcus propone son, cuando menos, sorprendentes: Martin Luther King, Philip Roth, David Lynch, John Dos Passos, Dave Thomas (líder del grupo Pere Ubu) y Bill Pullman.

La conclusión, si es que hay alguna, es que en los EE UU nada está donde lo encuentras y que antes de encontrarlo debes juzgarte para, con toda seguridad, declararte culpable de no importa qué, pero culpable como para soportar la carga de un peso que lastrará tu existencia.

"A New Literary History of America"

"A New Literary History of America"

«A New Literary History of America» (Harvard University Press, 2009). El proyecto más ambicioso en el que se ha embarcado Marcus, que en este tomo de más de mil páginas se encarga de la coordinación editorial junto al crítico literario Werner Sollors.

La idea es una delicia: confeccionar un coro de voces que tracen la historia de la literatura real de los EE UU, no la de las cátedras, sino la de la vida.

El resultado no decepciona: decenas de ensayos que reconstruyen el puzzle del made in USA desde el siglo XVI hasta el hip-hop, pasando por la televisión, los dibujos animados, el cine, la ciencia y la banalidad.

Linda Lovelace merece la misma consideración que Ronald Reagan, Alcohólicos Anónimos baila en el mismo salón que Chuck Berry, Emily Dickinson viaja a Oz, Dillinger pisa la Luna…

Un libro para leer durante toda la vida.

Hay más obras de Greil Marcus no traducidas al español, entre otras Dead Elvis: A Chronicle of a Cultural Obsession (1991), When That Rough God Goes Riding: Listening to Van Morrison (2010), Bob Dylan by Greil Marcus: Writings 1968-2010 (2010) y el recién editado The Doors: A Lifetime of Listening to Five Mean Years (2011).

Me gustaría saber en qué cajones han quedado abandonados en los kafkianos negociados de las editoriales españolas. Para saber a quién maldecir en mis oraciones al diablo.

Ánxel Grove

 

Las ‘sombras’ sexuales de la escritora que prefería ser hombre

Patricia Highsmith, 1942

Patricia Highsmith, 1942, retratada por Rolf Tietgens

La chica que posa desnuda en 1942 tiene 21 años y todavía se llama Mary Patricia Plangman. Cuatro años después adoptará legalmente el apellido de su padrastro y empezará a usar la identidad por la que todos la conocemos: Patricia Highsmith (1921-1995).

La foto, el ánimo de suave orgullo y autoconfianza de muchacha salvaje de la modelo son anomalías excepcionales: Pat, como prefería que la llamasen, odiaba su aspecto y sentía bastante asco hacia los humanos, sobre todo hacia las mujeres. «Son sucias, físicamente sucias», dijo en una ocasión. «Me aburren», añadió en otra.

Vivió obsesionada con el disgusto certero de que el mundo es una sociedad de detritus y dejó sin escribir la novela que quizá se acercase más a sus sentimientos profundos. Tenía claro que el personaje principal sería alguien aquejado de neurosis hacia los desechos: basuras, fetos, deposiciones biológicas, pañales, compresas, toallas de papel, tumores, órganos extirpados…

Pat en Nueva York, a comienzos de los años treinta

Pat en Nueva York, a comienzos de los años treinta

La «poeta de la aprensión», como la llamó con exactitud Graham Greene, basó su imponente obra (más de veinte novelas, ocho colecciones de relatos y algún ensayo) en la perversidad del infundio, en el equívoco de la felicidad, en la creencia en el pesimismo más radical, en la adhesión a la idea de que sólo somos quienes realmente deseamos ser cuando residimos en la intranquilidad de la Bella Sombra, nombre revelador de la casita de alta burguesía, con clavicémbalo en la sala de música y obras de arte en las paredes, en la que vivía en los libros de Highsmith el más famoso de sus personajes, el encantador y amoral asesino Tom Ripley.

Sin llegar a insertar nunca una escena sexual en sus tramas, toda la obra de la escritora supura sexo y late como carne febril. Ripley tiene los ojos de un reptil y goza en un éxtasis frío cuando mata a seres «supestamente humanos».

Hoy dedicamos la sección Cotilleando a… a las bellas sombras sexuales de Patricia Highsmith. Con ellas a mano es más fácil entender a una mujer que vivía con dos gatos porque los prefería a los humanos, tomaba una botella de whisky al día, se sentía como un hombre en un cuerpo de mujer e hizo el amor con muchas y con casi todas acabó peleada.

Acaso el tono de esta pieza abuse del cacareo rosa de los secretos de alcoba, pero, además de que todos los protagonistas están muertos y han hablado sin tapujos ante los biográfos de la escritora, considero que a Tom Ripley le encantaría este catálogo de las debilidades de su señora madre malencarada.

Rolf Tietgens

Rolf Tietgens

1. El amante gay. En el verano de 1942, Pat conoció al fotógrafo alemán Rolf Tietgens (1911-1984). Se prendó de su estilo (alto, bien parecido, moreno), aunque sabía que era homosexual y ella también lo era. «Algún día me casaré con un hombre como él», escribió en su diario. Se dejó retratar por Rolf -el desnudo del inicio de esta entrada, por ejemplo- porque él consideraba que el aspecto de ella era «muy de chico» y Pat se sintió halagada por el piropo. Le confesó los grandes secretos del pasado: el borroso suceso de abusos deshonestos cuando tenía seis años (cuyos detalles no lograba precisar pero presentía como reales entre la niebla de los recuerdos), los contactos lésbicos en el instituto, el miedo a la locura, la falta de confianza en sus habilidades como escritora… Leían en voz alta a Kafka y, aunque pasaron muchas noches juntos, nunca lograron hacer el amor con penetración sexual, porque Rolf era incapaz de la erección con una chica. En 1953 volvieron a verse por casualidad en Nueva York y tuvieron un lío de una vez que, según Highsmith, «fue muy placentero». Tietgens, que se dedicó a la fotografía comercial cuando aceptó que no estaba dotado para la artística, nunca olvidó a Pat.

Marc Brandel

Marc Brandel

2. El prometido traidor. El segundo hombre en la vida de Pat fue el escritor inglés de tercera categoría Marc Brandel (1919-1994), al que había conocido durante una estancia en la colonia de artistas de Yaddo. Él era tan insistente en mostrarle lo enamorado que estaba, que Pat se sometió a un delirante tratamiento de psicoterapia freudiana para intentar ser heterosexual. Llegaron a estar prometidos, viajaron a Inglaterra para que la novia conociese a la familia Brandel y señalaron una fecha para la boda: el día de Navidad de 1949. La ceremonia no llegó a celebrarse por las dudas de Pat, que no estaba convencida del todo. La amistad entre ambos se enfrió cuando Brandel cometió la bellaquería de publicar una novela, The Choice (1950), en la que uno de los personajes es una torturada lesbiana que deseaba ser escritora pero no pasaba de los guiones para cómics, trabajo que Highsmith hizo para ganarse la vida entre 1942 y 1943 (escribió tramas para episodios de, entre otros superhéroes, Golden Arrow, Spy Smasher y Captain Midnight). Lo más productivo que obtuvo Pat de su relación con Brandel fue conocer Europa, continente con cuya callada decadencia se quedó prendada. Desde 1963 hasta su muerte vivió en varios países europeos y está enterrada, por su expreso deseo, en un pequeño pueblo suizo.

Virginia Kent

Virginia Kent

3. La millonaria alcohólica. La mujer que hizo más feliz a Pat fue Virginia Kent (1951-2002), hija de una familia de la alta sociedad de Filadelfia, educada en París y habitual en los ecos de sociedad de la época. Se casó con un banquero pero se divorciaron en 1941 tras la intervención de detectives y fotógrafos pagados por el marido en un encuentro sexual entre Victoria y otra mujer. Pat la conoció tres años más tarde en una fiesta y fueron amantes inseparables durante dos años. Rompieron porque Virginia, alcohólica y autodestructiva, se lío con otra y Pat las econtró en la cama. Pensó en matar a su rival («el crimen llena mi corazón esta noche», escribió en su diario), pero decidió retirarse, concentrarse en escribir y cultivar el recuerdo de Virginia, que ocuparía en el futuro un lugar central en sus obras y cuya proyección puede verse, por ejemplo, en los personajes centrales de El temblor de la falsificación (1969), El diario de Edith (1977) y, mucho antes, en El precio de la sal, la novela sobre amores prohibidos entre mujeres que Pat publicó en 1952 con seudónimo (Claire Morgan) y se convirtió en un éxito underground entre los grupos de lesbianas en los años cincuenta [En 1990 republicó el libro con su nombre real y otro título, Carol].

Kathleen Senn y el libro que inspiró

Kathleen Senn y el libro que inspiró sin saberlo

4. Carol. Las más turbadora y hermosa de las muchas historias de amor de Pat fue platónica y no implicó ni siquiera un intercambio casual de palabras. En diciembre de 1948, pocos días después de haber empezado a trabajar en el departamento de juguetes de Bloomingdale’s, se quedó prendada de una cliente elegante y rubia con un abrigo de visón que eligió una muñeca para una de sus hijas y dejó el nombre y la dirección para que la enviaran. Pat, que no la había atendido porque estaba demasiado aturdida por el flechazo, tomó buena nota de los detalles y los anotó en su diario. Sentía que había experimentado «una visión» y estaba «enamorada» de ella. Al día siguiente se manifestaron los primeros síntomas de una varicela. «Con el germen vino la fiebre y con la fiebre vino el libro». A partir de la clienta (de cuya imagen y rescoldo no podía apartarse) inició la redacción de El precio de la sal. Fue tanto el impacto que, dos años más tarde, Pat seguía obsesionada. Para completar la novela -un libro complicado y delicado, uno de los primeros en tratar abiertamente el lesbianismo-, se dedicó a espiar a la mujer, que vivía, con su marido e hijas, en un suburbio de Nueva Jersey. Pudo verla, siempre a escondidas, sin hacerse notar pero temblando de deseo. «Me sentí cerca del asesinato (…) El asesinato es una forma de hacer el amor (…) Quise asaltarla, poner mis manos en su garganta, que en realidad quiero besar, hacerle una foto, dejarla en un instante fría y rígida como una estatua«, escribió tras una de aquellas expediciones. El precio de la sal es la obra más autobiográfica de Pat, que combinó en la figura de una de las protagonistas, Carol, a varias de sus amantes, aunque la referencia inspiradora central fue la mujer de la juguetería, de la que nunca pudo olvidarse aunque sólo conocía su nombre, Kathleen Senn, y la dirección del domicilio familiar. Andrew Wilson, autor de Beautiful Shadow, la mejor de las biografías de la escritora, completó el epílogo de la historia. Kathleen Senn nunca tuvo oportunidad de leer la novela que inspiró. El 30 de octubre de 1951 entró en el garaje, cerró las puertas, encendió el contacto del coche y se dejó morir. Nunca supo que era la musa y el amor platónico de una escritora. Pat también murió sin saber que su Carol de la vida real, quizá incapaz de luchar contra las bellas sombras, se había suicidado.

Ellen Hill

Ellen Hill

5. La socióloga esnob. En 1951 Pat conoció en Munich (Alemania) a la socióloga Ellen Hill, inteligente, estirada y algo esnob. En la segunda cita hicieron el amor. Estuvieron juntas durante cuatro años seguidos y gozaron tanto como para olvidar las muchas crisis de celos y peleas. Ellen opinaba que Pat era «la mejor amante del mundo» y afirmaba que nunca había tenido sexo con nadie tan apasionado y experto. Viajaron y vivieron juntas en Italia, París y México. Los problemas eran constantes y Ellen criticaba a Pat cualquier descuido o nadería, pero el sexo lo solucionaba todo. Cuando Ellen intentó suicidarse por segunda vez en un ceremonial que parecía escenificado para llamar la atención, Pat decidió dejarla. Para entonces tenía un grave problema de alcoholismo porque, casi sin enterarse, había intentado mitigar la angustia y la presión de cuatro años de amor enfermo bebiendo sin parar. Entre 1954 y 1962 Pat abandonó una de las costumbres que más placer le producían: escribir cada día en su diario. Tenía miedo de que Ellen, como había sucedido durante su vida en común, lo leyese a sus espaldas y le echase algo en cara. La socióloga, que sobrevivió a su amante, no perdonó la ruptura y no asistió al funeral de Pat.

Mariom Aboudaram

Mariom Aboudaram

6. La falsa periodista. Entre 1975 y 1978 Pat estuvo liada con la traductora Mariom Aboudaram. La diferencia de edad (56 y 35 años) asustó a la novelista en un primer momento, pero Mariom la adoraba y había leído varias veces cada una de sus novelas. Traductora y escritora, había accedido a Pat con un engaño: le dijo que quería entrevistarla por encargo de Cosmopolitan, una soberana mentira. Durante su apasionado noviazgo hacían el mucho el amor, se escribían cuando estaban separadas y se hacían regalos de cumpleaños: en el caso de Mariom, delicados (un clavicémbalo), y en el de Pat, extraños (una fregona y una escoba). La escritora seguía bebiendo desde que se despertaba ginebra, whisky y cerveza («pobrecilla, te has casado con una borracha», decía a su pareja), se negaba a instalar calefacción en su casa de las montañas suizas y, según Mariom, era refractaria a las relaciones duraderas: «Tenía miedo a abrirse y convertir las relaciones en rutinarias. Necesitaba cambiar de pareja tanto como escribir un nuevo libro». Cuando supo que sobraba en la vida de Pat, Mariom se apartó en silencio.

Tabea Blumenschein

Tabea Blumenschein

7. Madame X. Uno de los últimos affaires sexuales de Pat fue otoñal y descarado. Se lió en 1978 con la actriz alemana de películas lésbicas Tabea Blumenschein (estrella del film de culto Madame X), que tenía por entonces 25 años, cultivaba una estética punk y no establecía límites para sus experiencias vitales. Pat le gustaba («es algo ruda, pero muy guapa, se parece a Gertrude Stein«) y la idea de mantener un idilio con una escritora de fama le gustaba más aún. Viajaron juntas a Londres, compraron discos en mercadillos y se pavonearon por algunas reuniones literarias en la ciudad. Pat se enganchó de modo enfermizo a su joven partenaire. «Me gustaría tirarte a una piscina y ahogarte. Lo haría con una sonrisa», le escribió en una carta. «Tus besos me llenan de terror», le dijo en otra.  Cuando la llama se apagó y la novedad dejó de serlo, Tabea cortó la relación por escrito, con un mensaje brutal pero honesto («las cosas duran lo que duran»). Pat se hundió en una profunda depresión, un «abismo de miseria».

Ánxel Grove

Edgar Allan Poe, un amante de las mentiras

Poe en 1949, el año de su muerte

Poe en 1949, el año de su muerte

Mucha información, pero pocos datos verificables. Entre la mentira y la fantasía, la vida de Edgar Allan Poe (1809-1849) está envuelta en una neblina de confusión.

Sorprende que de una época relativamente cercana, con abundantes documentos escritos y el nacimiento de la fotografía, ni siquiera se conserve el certificado de nacimiento del escritor. Nació en Boston en el año 1809, aunque hay quien dice que nació en Baltimore un par de años después. Ni en ese insignificante dato hay unanimidad.

Él ayudó también a sembrar la duda a lo largo de su vida. La única nota autobiográfica que escribió -en una antología de poesía norteamericana publicada en 1842- está llena de imprecisiones, exageraciones y mitos que utilizó para convertirse en un personaje literario, mencionando incluso que se unió a los griegos en su lucha por la independencia en 1828, como buen poeta romántico.

Luego llegaron las biografías -entre ellas la del escritor Charles Baudelaire, que lo promocionó en Francia- que dibujaban a Poe como un demonio, un alma perdida dada al alcohol y un poeta maldito. Otras versiones tiraban hacia la hagiografía y lo pintaban como un ángel incomprendido, una víctima del abandono emocional.

En los últimos años algunos autores han intentado desenmarañar con bastante pericia la madeja de datos y sucesos de la vida de Poe, como la biografía del inglés Peter Akroyd Poe, una vida truncada, que trata con cautela la información imprecisa, abre diferentes vías de investigación y cuenta con abundantes testimonios de la época.

Dedicamos este Cotilleando a… a Edgar Allan Poe, niño temeroso y falto de amor; melancólico e irritable; inseguro y presumido; humilde y soberbio; tétrico y tierno.

Dibujo del ilustrador Harry Clarke (1889-1931) para 'Ligeia'

Dibujo del ilustrador Harry Clarke (1889-1931) para 'Ligeia'

1. Hijo de actores pobres, la madre de Poe sufría de tuberculosis ya embarazada. El padre había abandonado a la familia y no se supo más de él. Ella murió cuando Edgar tenía dos años y él y sus dos hermanos, Henry y Rosalie, quedaron huerfanos. Cada niño fue a parar a una familia diferente y él fue acogido por John Allan, un próspero comerciante de Richmond (Virginia) que tenía entre sus negocios el tráfico de esclavos. Nunca llegó a adoptarlo y siempre tuvo una relación tormentosa con el escritor.

2. Pionero de la literatura de detectives con El escarabajo de oro y Los asesinatos de la calle Morgue; renovador de la literatura gótica con sus archiconocidos cuentos (El corazón delator, El pozo y el péndulo, El tonel de Amontillado…), autor de una sola novela (La narración de Arthur Gordon Pym) que fue la gran inspiración de La isla del tesoro de Robert Louis Stevenson… El éxito literario de Poe se vio reducido en vida del autor a modestos premios y publicaciones en revistas. Todos sus intentos de prosperar fueron fallidos.

3. El amor de su vida fue su prima, Virginia Clemm. Ella tenía siete años cuando él se mudó desde Nueva York a Richmond -como siempre, arruinado- a casa de su tía, que acababa de enviudar. Poe trataba a Virginia como su primita pequeña y cuando se enamoró en 1832 de una joven, la pequeña era la mensajera que llevaba las cartas de amor del poeta a su amada.

Virginia, retratada unas horas después de su muerte, cuando Poe se dio cuenta de que no había imágenes de su esposa viva

Virginia, retratada unas horas después de su muerte, cuando Poe se dio cuenta de que no había imágenes de su esposa viva

4. Cuando Virginia cumplió los 12 años, Edgar se dio cuenta de que la admiración que sentía hacia la belleza y la vitalidad de Virginia era demasiado fuerte. Le pidió que se casara con él con misivas desesperadas: «Virginia, mi amor, mi dulce Sissy, mi querida esposita, piénsalo bien antes de romper el corazón de tu primo». Un año después contrajeron matrimonio. Ella aún no había cumplido los 14 y él tenía 27 años. Testigos de la época dicen que hasta que ella no tuvo 16 años, durmieron en habitaciones separadas.

5. La relación con la bebida es otro de los puntos oscuros de la vida de Poe. Algunos biógrafos sugieren que es posible que consumiera poco alcohol, pero que le afectara mucho. Otros apoyan la tesis de que era alcohólico. Parece ser que bebía frecuentemente y en abundancia: los amigos y conocidos hablaban de noches enteras de alcohol, de situaciones en las que Poe -inconsciente- necesitaba que lo recogieran para llevarlo a casa, llamadas a la Policía por disputas de borrachos… Beber fue un refugio en su trayectoria de fracasos, por el rechazo de su tutor, el desamor, la muerte y el futuro incierto que lo acechó siempre.

6. Edgar y Virginia fueron felices durante seis años hasta que ella, con 20, sufrió su primera hemorragia derivada de la tuberculosis. Era 1842, ella tocaba el piano y cantaba en el salón cuando la sangre comenzó a salir a borbotones de su boca. Durante cinco años Poe vivió huyendo del dolor a través de la bebida, en la pobreza más absoluta, aterrorizado por el visible deterioro del cuerpo de su esposa y por la llegada de una muerte inevitable. La escena del piano fue la primera de varias similares: «En cada una de esas veces sentí la agonía de su muerte, con cada avance de la enfermedad la quise cada vez más y me aferré a su vida con mayor y desesperada pertinacia«, escribió el escritor a su amigo y primer biógrafo John Ingram. Parece ser que Eleonora, Ligeia, Berenice y La caída de la Casa Usher fueron algunos de los relatos que surgieron a partir del terror hacia la muerte de Virginia, aunque Poe sólo reconoció haberle dedicado el poema Ulalume.

John Tenniel (famoso por sus dibujos de 'Alicia en el país de las maravillas') ilustra 'El cuervo'

John Tenniel (famoso por sus dibujos de 'Alicia en el país de las maravillas') ilustra 'El cuervo'

7. Su singular sentido del humor, negro y burlón, está presente en relatos satíricos como El rey Peste o Los Anteojos (un cuento en que el protagonista se enamora de una dama que resulta ser su abuela). Su don para el sarcasmo descubría un sentido de superioridad. También era un amante de contar mentiras, jugar con la credulidad del interlocutor y del lector.

8. En 1845 compuso el más famoso de sus poemas, la obra que lo representa: El cuervo. Causó sensación de manera instantánea en Nueva York. El famoso «Nunca más» que se repite a lo largo de la composición se convirtió, según las declaraciones de la época, en una especie de eslogan. Poe interpretaba el poema en los salones literarios con gran solemnidad, con luz ténue y con una manera de declamar que embelesaba a las damas de la audiencia.

9. «Hay un caballero intoxicado (…), que dice ser Edgar A. Poe, que parece sufrir de una gran angustia y dice conocerle. Y le aseguro que necesita asistencia inmediata». La nota iba dirigida a Joseph Evans Snodgrass, editor del Saturday Visiter, una publicación de Baltimore en la que Poe había colaborado. Alarmado por el mensaje, Snodgrass fue a la taberna en la que estaba el escritor, frecuentada por borrachos y también utilizada convenientemente como centro electoral. Aquel día había elecciones al Congreso y allí estaba él, aturdido y sentado con una extraña ropa que no era de su talla, con el sombrero como única prenda con la que había salido de Richmond. Snodgrass pidió en la misma taberna una habitación para el escritor y se puso en contacto con un par de familiares de Poe, que «declinaron hacerse cargo de él». Ingresó en el hospital Washington College, donde murió el 7 de octubre de 1849. Al funeral acudieron sólo cuatro personas y la ceremonia duró menos de cinco minutos.

10. Nadie sabe con certeza qué sucedió durante aquellos días en que Poe desapareció por las calles de Baltimore. La teoría más sólida es que lo utilizaron para votar en las elecciones al congreso, una práctica habitual en aquel entonces. Los agentes electoreales reclutaban a borrachos e indigentes para que votaran varias veces al mismo candidato recorriendo las tabernas convertidas para la ocasión en centros electorales. Incluso les cambiaban la ropa para que parecieran otros y los mantenían a la vista en los tugurios, proporcionándoles todo el alcohol que ellos quisieran. Pero no hay constancia de que Poe ingresara ebrio en el hospital y también se apunta a que pudo morir de un tumor cerebral, tuberculosis o diabetes.

Helena Celdrán

¿La mejor novela de vampiros de la historia?

Stephen King

Stephen King

Cuando concedieron en 2003 el National Book Award  al conjunto de la obra de Stephen King por su «distinguida contribución a la literatura» estadounidense, algunos académicos -esos señores que enseñan a Faulkner según patrones matemáticos- pusieron el grito en el cielo.

Harold Bloom, el ángel exterminador de la crítica occidental, dijo que los libros de King son «no literatura» y que otorgarles la categoría de «noveluchas para adolescentes» es actuar con demasiada gentileza.

En la ceremonia de entrega del premio King fue presentado por otro autor que no gusta a los fabricantes de cánones, el escritor hard-boiled Walter Mosley. En el discurso dijo que las obras de King convierten la vida diaria de los compradores de aspirinas en vidas heróicas. Es la más precisa de las descripciones.

Me he encontrado varias veces en la tesitura de tener que defenderme por admirar a King, a quien considero el autor de varias de las mejores novelas del último tercio del siglo XX. En todas las ocasiones (sin una sola excepción) quien me lapidó por el pecado no había leído ninguna de las obras que criticaba. Tampoco el verdugo se interesa por tu vida antes de cortarte el cuello.

"El misterio de Salem's Lot" (Stephen King)

"El misterio de Salem's Lot" (Stephen King)

No encuentro demasiados autores de la generación de King que hayan firmado novelas tan redondas, excitantes, divertidas, terroríficas y cercanas a mí como las tres primeras que editó: Carrie (1974), el debut literario de King y un prodigio de estructura formal en forma de collage pop; El misterio de Salem’s Lot (1975), de la que hablaré más tarde, y El resplandor (1977), que es mucho mejor que la de por sí gloriosa adaptación a cine de Stanley Kubrick.

Sólo por estos tres libros, el novelista de Maine debería ser de obligatoria lectura en los recintos académicos que denigran su obra cíclicamente sin haber tenido la mínima elegancia de leerla antes. No debo extrañarme: el que habla, no sabe; el que sabe, no habla.

Con la querencia por los undead de los últimos años he recordado con frecuencia El misterio de Salem’s Lot, la obra cumbre sobre vampirismo del siglo pasado. Opino que se trata de un libro que debe presidir el sangriento altar del subgénero junto con Melmoth el Errabundo (Charles Maturin, 1820), el Drácula de Bram Stocker (1897) y Soy leyenda (Richard Matheson, 1954).

Nunca olvidaré mi primera lectura del libro de King, que es, por cierto, su hijo literario preferido: el viaje de recuperación del pasado, el escritor en busca de un aliento de sentido para una vida derramada, el encuentro con la adolescencia permanente en la que seguimos habitando hasta la muerte, el retrato de la decadencia inevitable del pequeño pueblo, campo de maniobras perfecto para Kurt Barlow, vampyr y también metáfora de la podredumbre de la alta cultura europea

Salí de Salem’s Lot como se sale de muy pocas novelas: empapado de emociones y dudas, mareado por la proyección, descompuesto por una lengua que adopté como mía, convencido de que yo no debería estar donde estoy…

"Salem's Lot" (Tobbe Hooper, 1979)

"Salem's Lot" (Tobbe Hooper, 1979)

Hay un telefilm sobre el libro, dirigido en 1979 por Tobe Hooper, pero, como ha sucedido con las obras de King trasladadas a imagen en movimiento -las dos excepciones son Cuenta conmigo (1986) y  Misery (1990), ambas dirigidas por otro adulto que se quedó enganchado en la adolescencia, Rob Reiner-, el resultado es desalentador frente a los libros. Falta la palabra.

¿Por qué me llega Stephen King más que cualquiera de los autores encumbrados por los cánones y las capillas académicas del presente (Auster, Ford, McCarthy, DeLillo, Roth, Wallace…)? ¿Por qué lo prefiero a Poe y Lovecraft cuando quiero quemarme con la llamas frías del espanto?

No me hace falta responder a las preguntas y a nadie deben interesar las respuestas posibles porque la literatura es un viaje íntimo y sin compañeros, pero quizá mi devoción tenga que ver con el deseo de entrar, acaso para no volver a salir, en aquel armario que, en mi cuarto de niño callado de 12 años, era la guarida de la rata.

Ánxel Grove

El hombre que inventó a Raymond Carver

Gordon Lish (Hewlett, Nueva York, 1934)

Gordon Lish (Hewlett, Nueva York, 1934)

Alguna de las muchas potenciales versiones que pueden redactarse sobre cada peripecia humana considerará a Gordón Lish un mezquino, un censor, el hombre que se atrevió a manipular los manuscritos de Raymond Carver (1938-1988).

Pero la verdad es otra y es de una belleza casi insoportable.

Lish fue el carveriano. Se atrevió, en su condición de editor y amigo, a recomponer los cuentos torpes de Carver, reducirlos, cambiarles el final, depurarlos de adjetivos y sentimentalismo, lograr que fuesen esenciales, abiertos, crudos, ejemplares en técnica y fondo como reconocieron durante años los lectores y los departamentos de literatura de las universidades.

Pero no era a Carver a quien leíamos. Era a Lish.

Alessandro Baricco lo ha contado con detalle, comparando ambas versiones una vez que se dieron a conocer los manuscritos originales.

The New Yorker publicó (en inglés) el original editado por Lish de uno de los cuentos más aclamados de Carver, De qué hablamos cuando hablamos del amor. Revisar el documento de trabajo sólo permite una conclusión: el segundo no sabía escribir finales, abusaba de las palabras y no tenía ni la más remota idea de la tensión emocional. No era, ni por asomo, el escritor de prosa destilada de la soledad y el suburbio. No era el nuevo Chejov.

En el artículo Carver no era carveriano, Edmundo Paz Soldán resume: «Lo carveriano es en buena medida una creación de Lish. Carver no era un minimalista; sus personajes no eran lacónicos, y sus silencios no lo eran tanto; había desolación, pero también una mirada sentimental que Lish eliminó sin compasión».

Es decir, nos vendieron a un escritor que había sido inventado por otro. A Borges le hubiese encantado esta parábola del hombre y sus múltiples sombras.

Hoy quiero recomendar al otro Gordon Lish, el que firma con su propio nombre.

"Perú" y "Epígrafe"

«Perú» y «Epígrafe»

A pesar de que se trata de un escritor de ficción reconocido desde los años ochenta, en el mercado español no había nada suyo. Tuvo que llegar una editorial independiente, Periférica, para traernos a este autor cuyas obras no dejan prisioneros, no consienten la apatía.

Primero fue Perú, una torva narración sobre un niño que mata a otro niño.

Este año llegó Epígrafe, donde Gordon Lish inventa a un personaje, llamado Gordon Lish, que se dedica a escribir en estado de catarsis una serie de epístolas mortificantes tras la muerte de su mujer.

Ambas novelas son de lo mejor de la literatura estadounidense de los últimos cincuenta años. Empiecen a leer y, pueden creerme, terminarán agarrotados, enganchados al libro como a una placenta. No se sale de Perú o Epígrafe siendo la misma persona.

Lish merece bastante más crédito como novelista que por ser el inventor del minimalismo carveriano.

Ánxel Grove

75 piezas de una coreografía bárbara

Federico García Lorca (1898-1936)

Federico García Lorca (1898-1936)

Este miércoles se cumplen 75 años del fusilamiento ilegal, es decir, del asesinato, de Federico García Lorca.

Lo mataron, como en una coreografía, junto a una hilera de olivos. El tiempo, pese a sus muchos laberintos, no ha conseguido acallar el eco de los disparos desnudos.

Acaso no haya otro escritor en castellano que sume una escenografía tan bárbara: poeta, gay, vanidoso, genial, señorito andaluz, teatrero, celebrity, víctima mortal del franquismo, desaparecido (no han logrado determinar dónde están sus huesos)…

Acaso ese mobiliario desmesurado no ayude a juzgar al autor y la persona sin que la sangre contamine la conversación. En España dices Lorca y te caen guantazos desde cada rincón.

Una nota del propio escritor puede ayudar a rebajar la pólvora del debate patrio en torno a su figura. En 1918, cuando la I Guerra Mundial sembraba de cadáveres en nombre de santísimas identidades e ideologías nacionales los labradíos europeos,  el entonces joven Lorca anotó que el patriotismo es «uno de los mayores crímenes de la humanidad». Creo que tenía razón.

Sin más intención que recordar al ciudadano prematura e injustamente asesinado hace tres cuartos de siglo, va un Cotilleando a… Federico García Lorca. Son 75 piezas. Como diría el escritor, 75 «cruces superpuestas».

1. Con la luna. Nace en la medianoche del 5 de junio de 1898. Le bautizan pomposamente: Federico del Sagrado Corazón de Jesús García Lorca.

2. Padre cacique. Federico García Rodríguez es un latifundista. De buen corazón (contrata peonadas con más brazos de los necesarios para paliar la pobreza de los jornaleros), pero cacique al fin: el hombre más rico de Fuente Vaqueros. Había cimentado la fortuna con un braguetazo en su primer matrimonio, al desposar a la hija de un ricachón. La muchacha, con la que no tuvo hijos, murió joven y testó a favor del viudo.

3. Madre maestra. Vicenta Lorca, maestra. Criada sin padre, acogida por la caridad familiar. Enfermiza y beata. Federico García Rodríguez la elige (así son las cosas en Andalucía a principios del XX) como segunda esposa porque le gusta su forma de hablar.

4. Bebé cadáver. Cuando Federico tiene dos años nace su hermano Luis. El niño muere a los 20 meses de una neumonía. Federico no olvidó nunca al hermanito-fantasma. En las pesadillas imagina el pequeño cadáver en descomposición.

El niño Federico, seis años

El niño Federico, seis años

5. Andares. Nace con una pierna algo más corta que otra. Sus andares siempre llamaron la atención y hay quien sostiene que su porte orgulloso está relacionado con un intento de disimular la cojera.

6. Mal alumno. Es un pésimo estudiante, pero un gran charlatán y un perfecto monaguillo ayudando en misa. En casa se disfraza de cura y oficia ceremoniosos rituales.

7. Asquerosa. Cuando el niño tiene ocho años la familia se muda  a dos kilómetros de Fuente Vaqueros, a Asquerosa (rebautizada como Valderrubio en 1943). A Federico no le gusta nada el nombre del pueblo. La familia vive en la mejor de las casas de la villa, con servidumbre y lujo.

8. Poco libro, mucho cuento. No hay demasiado que leer en la vivienda familiar. Víctor Hugo y Cervantes empezaban y terminaban la biblioteca. La ausencia de literatura la suple la abundancia de charloteo: 8 tías y tíos y casi 40 primos se dejan caer en las reuniones.

9. Graná. En 1909 la familia entera se marcha a una casa alquilada en Granada para acompañar a Federico, que se matricula en bachillerato en el Instituto General y Técnico. Repite cuatro veces el examen de ingreso antes de aprobarlo.

La familia, en torno a 1912. Abajo, Vicenta y Don Federico. Arriba, desde la izquierda, Federico y sus hermanos Concha y Paco.

La familia, en torno a 1912. Abajo, Vicenta y Don Federico. Arriba, desde la izquierda, Federico y sus hermanos Concha y Paco.

10. Federica. En la Academia Alemán -donde acude para reforzar su rendimiento escolar- le llaman Federica por sus modales afeminados.

11. Oscar y Rubén. En 1914, a los 16 años, acaba el bachillerato. Descubre a Oscar Wilde, que le fascina, y a Rubén Darío, que le fascina aún más. Jura emular su cultivo caprichoso del hedonismo: «Aplícate tu propio bálsamo. Proclama por doquier tu enfermedad. Eso te restablecerá».

12. Pianísimo. Su padre le regala un piano (primero uno vertical y luego otro de media cola). Federico escribe una nota dedicada al instrumento: «Te quiero más que a nada en el mundo». Aprende rápido con ayuda de un profesor. Compone cancioncillas, reune toques populares y da algún recital donde interpreta a Beethoven.

13. París jamás. Llega a pedir a su padre que le financie para ir a París a estudiar piano. El hacendado se niega.

Café Alameda, Granada

Café Alameda, Granada

14. Vida de chanza. Se matricula en Filosofía y Letras, luego en Derecho, luego en ambas a la vez… No da pie con bola. Sólo le ilusionan las reuniones del café Alameda con sus amigos del grupo del Rinconcillo. Van de sobrados y viven para la chanza, aunque discuten sobre lo divino y lo humano.

15. Padre quemado. «No sé qué va a pasar con este muchacho», se queja en público el padre de Federico.

16. Señorito. Federico se ve camino de emohecer como un remilgado y consentido señorito andaluz con, según escribe, una «vida de broma y jaleo».

17. Un cuarentón melancólico. Por casualidad conoce a la persona que dará sentido a su vida, el profesor Martín Domínguez Berrueta, cuarentón melancólico y vanidoso que sintoniza con Federico y le hace entender la poesía y su sentido último de expresión completa.

18. Unamuno, Machado. Con el profesor y algunos de sus alumnos, el joven Lorca viaja por España. En Salamanca conoce a Miguel de Unamuno. En Baeza, a Antonio Machado, que le embelesa con  su compromiso vital y extremo con la poesía. Federico decide que quiere ser poeta. Pasa las noches en vela escribiendo.

María Luisa Natera

María Luisa Natera

19. Primer amor. En un balneario de Lanjarón, en las estribaciones de las Alpujarras, Lorca, que acompaña a su madre, conoce a una muchacha de la que se enamora, María Luisa Natera. Ella tiene 15 años y él, 18 y la sexualidad adormecida o reprimida. Se gustan porque ambos tocan el piano. Galantean mientras interpretan a cuatro manos piezas de Chopin. Lorca le dedica algunos poemas que ella guardará toda la vida como un tesoro. No hubo más. La relación blanca -rechazada por la familia conservadora y beata de María Luisa- fue revelada en 2009 por el historiador lorquista Ian Gibson en el libro Lorca y el mundo gay.

20. Debut fatal. A los 19 años publica su primer libro Impresiones y paisajes, basado en la experiencia de sus viajes por España. La edición la paga el padre. Lorca dedica la obra, que contiene numerosas erratas y faltas sintácticas, a su antiguo profesor de música. Domínguez Berrueta, despechado, le expulsa de su casa y de su vida. Nunca volverán a hablar.

21. Al desván. El escritor se avergüenza pronto de la pobreza literaria de la obra y rescata de las librerías todos los ejemplares que puede. Los almacena en el desván.

22. Paralizado por el miedo. A principios de 1919 los sindicatos convocan una huelga general contra la monarquía y en favor de los derechos de los trabajadores. Los universitarios de Granada se suman. Frente a la casa de los Lorca la Guardia de Asalto mata de un balazo a un estudiante. Federico dice apoyar las demandas de los huelguistas, pero siente una neurosis paralizante ante la violencia y se queda encerrado en casa durante dos semanas. Ni siquiera se atrave a salir al balcón.

23. Madrid. Su padre, a regañadientes y gracias a la intervención final de Vicenta («no sé si será bueno como escritor, pero es lo único que quiere hacer»), le llena la cartera de billetes para que se vaya a Madrid en la primavera de 1919. Lleva vestuario de estreno: zapatos de charol, trajes oscuros, corbatas…

24. Juan Ramón. Se presenta ante el arisco Juan Ramón Jiménez, al que causa buena impresión. «Me leyó algunas composiciones muy bellas. Quizá un poco largas, pero la concisión vendrá sola», escribe el patriarca.

25. Deslumbrado. Le encanta Madrid («nada me aturde, ni siquiera todo este alboroto»), pero sigue viviendo de la sopa boba e incumpliendo los pocos encargos de trabajo que le hacen, por ejemplo un libreto teatral.  «No tengo apuro en llegar«, escribe a su familia.

Internos de la 'Resi' ante el edificio. Lorca, en el centro, como siempre

Internos de la 'Resi' ante el edificio. Lorca, en el centro, como siempre

26. Sin pegar clavo. Desde 1920 se hospeda en la Residencia de Estudiantes, donde no es necesario pegar clavo, las mucamas atienden a los internos y las obligaciones se limitan a bajar bien vestido a la cena. Lorca vive Madrid como un poseso: se exhibe en las fiestas y tertulias, se pavonea en las conferencias, se deja querer para amenizar las reuniones con interpretaciones de piano…

27. En el armario. El poeta Emilio Prados le tira los tejos con sinceridad y le propone que vivan juntos. Lorca, que tiene miedo a salir del armario, se aparta de su lado.

28. Abucheado. El 22 de marzo de 1920 se estrena en el Eslava la tantas veces retrasada obra de teatro de Federico. Su padre corre con los gastos de producción añadidos por los incumplimientos del hijo. El maleficio de la mariposa -que antes se había titulado La estrella del prado– es un incontestable fiasco, con abucheos, interrupciones y criticas demoledoras que aconsejan al autor haber previsto el fracaso no escribiendo la obra.

29. «He nacido poeta». Lorca queda tocado. Se cree una estrella y es un fracasado. Su padre le ordena que regrese a Granada, pero Federico le envía una carta desesperada: «He nacido poeta y artista, así como otros nacen rengos, o ciegos o apuestos». El padre, influido por su esposa, accede a otra moratoria y sigue financiando la experiencia madrileña.

30. «Niñez seca». Tras la edición de un poemario en 1921 (Libro de poemas), una obra de lirismo inocente que pasa sin pena ni gloria, regresa a Granada. A los 23 años se siente viejo («la vida me echa sus cadenas» y «¡qué lastima de mi niñez seca!», escribe), se resigna a la ciudad de provincias que odia por su ambiente «mediocre» y quiere acabar Derecho, carrera de la que ha ido aprobando asignaturas sueltas.

Casa familiar de los García Lorca en la Huerta de San Vicente, Granada

Casa familiar de los García Lorca en la Huerta de San Vicente, Granada

31. Un diletante y un workaholic. Intima con el músico, Manuel de Falla, que reside en Granada desde 1920. Les separan la edad (23 y 45 años) y la dedicación (Lorca es un diletante y Falla un workaholic), pero les une el amor por el cante de los gitanos.

32. El festival. Junto con un grupo de amigos, Falla y Lorca lidian con los poderes públicos y fácticos locales hasta terminar por organizar un festival de flamenco en la ciudad. Las actuaciones del Concurso de Cante Jondo de Granada se celebran, en el Patio de los Aljibes de la Alhambra,  en junio de 1922. El éxito es inmenso y tiene repercusión en diarios extranjeros. Los premios (mil pesetas y diploma) se los reparten Manuel Ortega Caracol, que tenía 13 años, y El Tenazas de Morón.

33. Cambio. Aunque Lorca no organiza por sí sólo el concurso -como se encarga de proclamar a los cuatro vientos entonces y en los años sucesivos-, la oportunidad le sirve para cambiar de registro poético de manera drástica, inclinándose hacia la llamada de la tierra, la vindicación del andalucismo como estado de ánimo y la sensibilidad arrebatada pero adusta de la música de los gitanos.

34. Catársis. En una especie de revelación y en estado de catársis escribe el Poema del cante jondo, que lee en público por primera vez poco antes del festival, en el Hotel Alhambra, en un acto al que asiste el todo Granada. La obra no sería publicada en libro hasta 1931.

35. Letrado García Lorca. En febrero de 1923, nueve años después de matricularse, obtiene el título de Derecho. No por sus méritos, pero sí por su encanto. De Derecho Político le examina oralmente su amigo Fernando de los Ríos. «¿Qué es el Estado?», le pregunta. «Una araña», responde Federico.

Con Dalí en el verano loco en Cadaqués, 1927

Con Dalí en el verano loco en Cadaqués, 1927

36. Amor loco. Lorca regresa a Madrid. En la Residencia de Estudiantes, donde vuelve a alojarse, conoce al excéntrico Salvador Dalí, que tiene 19 años. Se prendan uno del otro. Dalí recordaría el primer encuentro con el verbo excesivo que tanto le gustaba: «El fenómeno poético en su integridad, a secas, súbitamente se me apareció en carne y sangre».

37. ¿Sin sexo? Son inseparables, estrafalarios, histriones, pomposos y complementarios (Lorca, locuaz y elegante al modo torerista; Dalí, tímido y excesivo a la manera del astracán mediterráneo). Hay muchas cartas de apasionado erotismo que contradicen la versión oficial de un romance casto, pero ninguna prueba o testimonio de que hubiese  sexo. Según el pintor, Lorca se le insinúa en 1926, pero, aunque halagado, rechaza los acercamientos. Pasan un dionisiaco verano juntos en Cadaqués.

38. Pintoresquismos. Cuando Lorca publica Romancero gitano (1928), Dalí le critica en una carta: «Tú eres un genio y lo que se lleva ahora es la poesía surrealista. Así que no pierdas tu talento con pintoresquismos».

39. «Gitano bronceado». En otro momento dice: «Te amo por lo que el libro revela que eres, que es bastante distinto de la idea que los pútridos filisteos se han hecho de ti, que es la de un gitano bronceado de pelo negro, corazón de niño, etc, etc…».

40. «Yo soy el perro andaluz». Lorca se toma a mal la película Un perro andaluz, co dirigida en 1929 por Dalí y otro alumno de la Resi, Luis Buñuel, al entender que el título es una referencia grosera hacia él («Buñuel hizo una película de mierda que se llama Un perro andaluz y yo soy el perro andaluz»).

41. Buñuel, celoso. Algunos biógrafos opinan que Buñuel, celoso, malmetió para que Dalí y Lorca se distanciasen. Se volverían a encontrar fugazmente en 1935 y todas las rencillas quedaron olvidadas.

El taimado Aladrén, a la izquierda, y Federico

El taimado Aladrén, a la izquierda, y Federico

42. Novio manipulador. En 1927 se lió con Emilio Aladrén, artista bisexual de llamativa y exótica belleza, ocho años más joven que Lorca. El novio es un vago, gusta de la manipulación y tiene mala calaña. En 1928 Aladrén se enamoró de una representante inglesa de una firma de cosméticos y dejó al escritor, que cayó en una profunda depresión («ahora me doy cuenta de qué es eso del fuego del amor del que hablan los poetas eróticos»). En esa época Lorca habla abiertamente por primera vez de su homosexualidad. «Tu no sabes lo que es sufrir por la belleza masculina», le dice a un amigo.

43. Escultor franquista. El noviete bisexual de Lorca se dedicaría a esculpir bustos de los prebostes del régimen franquista. Murió prematuramente en 1944.

44. Ego en alza. Federico se convierte en la figura central de la joven literatura española, que comienza a ser considerada por la crítica como una generación (Vicente Aleixandre, Jorge Guillén, Manuel Altolaguirre, Gerardo Diego, Pedro Salinas…). Dice bastante de la capacidad de Lorca para venderse y de su charmant personal que sea designado como líder cuando tiene tan poca obra publicada. El sostiene que no le interesa editar, porque los poemas mueren al estar impresos.

45. Estado mental. Algunos críticos de la época acuñan con sorna la expresión «el estado mental García Lorca» para referirse al ego creciente del escritor.

En su cuarto en Granada, bajo un cuadro que le regaló Dalí, 1925

En su cuarto en Granada, bajo un cuadro que le regaló Dalí, 1925

46. Ladrón de opiniones. Su agenda sigue siendo la de un ministro. Conquista a la alta burguesía con su conversación chispeante y sus ostentosos ademanes al recitar. Algunos de sus cercanos ven con desagrado como se hace con el control de las situaciones y no se queda tranquilo hasta ser el rey de cada fiesta. En sus disdertaciones inventa y miente. Alguien le pilla disertando con tono elevado sobre el Ulysses de Joyce -que no ha leído- con una argumentación copiada al pie de la letra de una opinión escuchada el día antes de otra persona.

47. Odiado Alberti. Su pique con Rafael Alberti, poeta en alza y también andaluz, adquiere tono de sainete: cada vez que alguien menciona a Alberti en presencia de Lorca, éste dice que le duele la garganta y se ausenta.

48. Misticismo. Tras la ruptura con el arribista Aladrén, al poeta se le vienen encima todas las dudas y recurre al misticismo. Reza a diario y va a misa («soy un católico estético»), se interesa por las cosmogonías hinduistas, regresa a sus adorados griegos… Está tan fuera de sí que, ajeno a su desprecio por la política, firma una carta abierta -escrita por Ortega y Gasset- para pedir la formación de un partido liberal que combata la dictadura de Primo de Rivera.

49. Penitente. El jueves santo de 1929 marcha anónimamente -encapuchado, descalzo, cargando una pesada cruz de madera- en la procesión de la granadina Confraternidad de Santa María de la Alhambra. Dos meses más tarde se asocia como cofrade.

Un andaluz en Nueva York, 1930

Un andaluz en Nueva York, 1930

50. Harlem. Intenta escapar de las dudas y la tristeza con un viaje a Nueva York (con paradas previas breves en París y Londres) en junio de 1929. La ciudad le deja, como escribe a sus padres, «knock-out«, una de las poquísimas expresiones en inglés que era capaz de manejar. Aprende a pedir «bacon and eggs» (tocino y huevos) y casi no come otra cosa. Se matricula en un curso de la Universidad de Columbia, cose el primer botón de su vida en una camisa, se deja sorprender por un mundo nuevo, chocante y fascinante al tiempo, da grandes caminatas, canta y toca el piano en fiestas del círculo docente de españoles, se enamora de los clubes de jazz de Harlem y de la desvergüenza de los negros. Escribe Oda al Rey de Harlem, un poema en el que rompe con su estilo anterior.

51. Sexo surrealista. Visita Nueva Inglaterra y se enamora (al parecer de manera sólo platónica) de un estudiante de 20 años que le sirve de cicerone. Escribe el guión de un cortometraje que nunca será filmado, Viaje a la luna, donde explica, con imágenes surrealistas, sus desvelos por el sexo.

52. Testigo del crack. Está en Nueva York el martes negro del 29 de octubre y va a Wall Street para ver a «hombres gritando como animales y mujeres llorando» por el crack bursatil que originó la Gran Depresión. Impresionado, empieza a escribir los poemas del que sería su mejor libro, Poeta en Nueva York. En marzo de 1930 toma un tren hacia Miami y de allí un barco con destino a La Habana.

53. Ídolo. Lo que iba a ser una visita de unos días se convierte en una estancia de tres semanas. La Habana ama a Lorca y viceversa. Es tratado como un ídolo en varias lecturas en teatros abarrotados, se pavonea por el Malecón, va a una cacería de cocodrilos y, como había amenazado al llegar, se dedica a parodiarse a sí mismo.

En La Habana, entre hombres

En La Habana, entre hombres

54. Locaza. Da rienda suelta a la homosexualidad y la disfruta sin temores por primera vez, como una locaza: se baña desnudo, se acuesta con varios chicos jóvenes y guapos, se deja querer… Empieza a escribir su obra de teatro más audaz, El público, el único de sus textos que aborda con franqueza las inclinaciones del autor y reinvindica el deber de «quitarse la máscara».

55.  Fuera lunares. En La Habana también padece un ataque de angustia histérica: está convencido de que tiene cáncer de piel. Se somete a una operación para quitarse varios lunares.

56. El nuevo Lorca. Regresa a España en octubre de 1930. Está cambiado. Sus amigos, entre ellos el poeta Luis Cernuda, tambien gay, le encuentran cínico, sensual, franco, con más aplomo y menos miedos. El nuevo estilo de Lorca coincide con la proclamación de la Segunda República Española y el final de la monarquía.

57. Teatro en las plazas. En 1932, el Ministerio de Instrucción Pública, del que se ocupa Fernando de los Ríos, otorga fondos públicos a Lorca para que dirija la compañía de teatro La Barraca. «Sacaremos las obras de las bibliotecas, se las sacaremos a los académicos, y las devolveremos al sol y al aire fresco de las plazas del pueblo», declara el flamante director artístico. Hasta el comienzo de la Guerra Civil la compañía, integrada por dos decenas de universitarios, presenta 13 adaptaciones de clásicos españoles en 74 ciudades y pueblos.

Con Rafael Rodríguez Rapún, uno de sus grandes amores

Con Rafael Rodríguez Rapún, uno de sus grandes amores

58. Penúltimo amor. Durante las giras de La Barraca Lorca mantuvo romances fugaces con algunos de los actores, pero se enamoró perdidamente sólo de uno, Rafael Rodríguez Rapún, madrileño nacido en 1912, socialista y atlético. Fue una pasión correspondida.

59. Un año exacto. A Rafael lo matarían los nacionales en la guerra el 18 de julio de 1937, exactamente un año después de la muerte de Federico.

59. Gloria y sangre. Entre 1933 y 1935 Lorca alcanza el estrellato como autor teatral. Es la época de sus dramas más celebrados, Bodas de sangre (1933) y Yerma (1934), del apoyo de la actriz republicana Margarita Xirgú, que le considera el mejor escritor español, de la triunfal visita a Buenos Aires….

60. El toro Granadino. En agosto de 1934 muere, tras ser corneado por el toro Granadino, Ignacio Sánchez Mejías, el torero-escritor al que toda la generación del 27 veneraba. Lorca escribe: «La muerte de Ignacio es como mi propia muerte, un aprendizaje para mi propia muerte». Le dedica al torero el sobrecogedor lamento Llanto por Ignacio Sánchez Mejías: Porque te has muerto para siempre, / como todos los muertos de la Tierra, / como todos los muertos que se olvidan / en un montón de perros apagados.

61. Blasfemo. En los tiempos convulsos previos a la Guerra Civil el escritor participa en la fundación de la Asociación de Amigos de la Unión Soviética, que consideraba la revolución bolchevique y su desarrollo como «el acontecimiento económico y social más formidable del mundo moderno». Aunque siempre se había mantenido en los márgenes de la política, el cargo de Lorca como director de La Barraca y su militancia en el teatro marcial, didáctico y uniformado con monos de faena -también llamados mamelucos– le gana las antipatías y la crítica atroz de los medios conservadores. Algunos diarios hablan de intelectuales «de sexo desviado» que «corrompen a la juventud española». Tras el estreno de Yerma, en diciembre de 1934, acusan al autor de «inmoral», «irreverente», «blasfemo».

Con el grupo La Barraca, todos con el uniforme de mamelucos azules, en 1933. Lorca es el segundo por la izquierda

Con el grupo La Barraca, todos con el uniforme de mamelucos azules, en 1933. Lorca es el segundo por la izquierda

62. Amigo de José Antonio. Pocos saben entonces que Lorca es amigo personal del líder falalangista José Antonio Primo de Rivera, aunque ambos tratan de mantener la relación en la penumbra. Un día José Antonio le pasa a Federico un mensaje escrito en una servilleta de un restaurante: «Federico, ¿no crees que con tu mameluco azul y nuestras camisas azules podríamos forjar una España mejor?».

63. El último amor. Su último confidente es el granadino Eduardo Rodríguez Valdivieso, catorce años más joven que Lorca, empleado de banca, triste y de escasos recursos. Se habían conocido en 1932 en un baile de disfraces al que Eduardo llegó vestido de Pierrot y Lorca de Dominó. El escritor ama al joven apasionademente, pero, al parecer, no es correspondido.

64. Abandono. A partir de 1935 los episodios de profunda tristeza que siempre padeció se hacen más frecuentes. Empieza a beber más de lo acostumbrado. Le gustan el whisky y el coñac. Enciende un cigarrillo con el siguiente. Engorda y pierde pelo. El gran dandy descuida su aspecto: lleva trajes arrugados. Tiene más dinero que nunca por el éxito de los montajes teatrales y habla de hacerse una casa en la costa mediterránea.

65. Frentista. En febrero de 1936 lee en una cena de intelectuales un manifiesto en apoyo del Frente Popular, que aparece publicado al día siguiente con trescientas firmas. Poco antes había sido citado a declarar por la denuncia de un teniente coronel contra su Romance de la Guardia Civil.

66. La Gran Revolución. En abril dice en una entrevista: «Nunca jamás se podrán figurar los hombres la alegría que estallará el día de la Gran Revolución». Participa en los desfiles del 1 de mayo en Madrid, donde se exhiben carteles con las imágenes de Lenin y Stalin. Lleva una corbata roja y declina participar en los discursos.

Al piano

Al piano

67. 38 años. El 5 de julio -trece días antes del golpe de Estado militar contra la República- Lorca cumple 38 años. Le preguntan cómo se imagina de viejo. Responde que le gustaría envejecer en Cádiz, frente al mar, «con una barba blanca, apoyado en un bastón, enormemente popular y amado por la gente de Cádiz… un Walt Whitman español».

68. Aterrado. Cuando se  entera de la muerte a tiros del líder derechista José Calvo Sotelo, Lorca entra en pánico. Empaqueta como puede cuatro cosas, pide prestadas 200 pesetas y se mete en un tren a Granada el 13 de julio. «Se está avecinando una tormenta y me voy a casa. Allí estaré a salvo de los rayos».

69. Último santo. El mismo día de la asonada militar fascista, el 18 de julio, los García Lorca celebran San Federico, patrón de padre e hijo. Hay licores y dulces en la casa de la Huerta de San Vicente.

70. «Ñino precioso de mamá». El Heraldo de Madrid publica ese día una extraña caricatura del poeta en pantalones cortos con este texto: «García Lorca. ‘Niño precioso de mamá’. Es una delicia. Verán: sólo tiene siete años y medio. No ha tenido apendicitis y dicen que tiene el cerebro de un adulto… Con todo, Federico García no es maleducado, y ahora tiene más de treinta».

71. «Como perros». El día 19 el sanguinario Queipo de Llano radia un mensaje desde Sevilla. Anuncia que toda Andalucía está a punto de caer bajo la dominación de los sublevados. Advierte a «la chusma» que los resistentes serán tiroteados «como perros». El 20 de julio los nacionales toman Granada. Al día siguiente comienzan las ejecuciones.

"Hizo más daño con la pluma de lo que otros hicieron con el revolver”

"Hizo más daño con la pluma de lo que otros hicieron con el revolver”

72. «¡Maricón!». El 9 de agosto un escuadrón falangista entra en la casa de la Huerta. Golpean a Lorca y lo tiran escaleras abajo. «¡Maricón!», gritan. Cuando se marchan, Lorca pide ayuda al poeta Luis Rosales, falangista. Acuerdan que Federico se trasladase a vivir a casa de éste.

73. La pluma y el revolver. El 16 de agosto una patrulla detiene a Lorca. Cuando la mujer de Rosales pregunta el motivo, responden: «Sus obras». Luego ampliarían la acusación: «Hizo más daño con la pluma de lo que otros hicieron con el revolver». Le encierran en una habitación del Gobierno Civil. Permiten que le lleven comida, ropa y cigarrillos Camel, sus favoritos.

74. La madrugada. Lo fusilan, en un paraje cerca de Alfacar, junto a un maestro y dos toreros. El crimen se perpetra en torno a las 4:45 de la madrugada del 17 de agosto, hace 75 años.

75. Sin plegaria. Poco antes de la ejecución, cuando un guardia civil revela a los prisioneros lo que está a punto de suceder, Lorca intenta rezar, pero no es capaz de recordar ninguna plegaria:  «Mi madre me las enseñó todas y ahora las he olvidado. ¿Estaré condenado?». El guardia dice que no.

Ánxel Grove

«Es mejor tener la boca cerrada y parecer estúpido que abrirla y disipar la duda»

Mark Twain (foto: A.F. Bradley, 1907)

Mark Twain (foto: A.F. Bradley, 1907)

Algunas personas merecen el paraíso por poca cosa. Tres frases, por ejemplo:

1. «Cada vez que se encuentre usted del lado de la mayoría, es tiempo de hacer una pausa y reflexionar».

2. «El hombre es el único animal que come sin tener hambre, bebe sin tener sed y habla sin tener nada que decir«.

3. «Es mejor tener la boca cerrada y parecer estúpido que abrirla y disipar la duda».

El hombre con ojos de fuego de la foto de la izquierda hizo bastante más que enunciar frases que ganan de calle a todo el cuerpo doctrinal de la lógica kantiana. Escribió novelas -entre ellas el más hermoso canto a la libertad sin convenciones, Las aventuras de Huckleberry Finn (1884)-; fue crítico social sagaz y librepensador; ejerció el periodismo con modales precursores y deshinibidos; apoyó la formación de sindicatos, el voto universal y el desarrollo pleno de los derechos civiles; criticó la política exterior de su país, los EE UU, y los ademanes imperiales de sus gobernantes; fue el más radical de los escritores de su tiempo y también el mejor de los humoristas.

Hablamos de Samuel Langhorne Clemens, conocido por el mundo por uno de sus seudónimos, Mark Twain. Con humilde respeto le dedicamos hoy nuestro Cotilleando a…

Casa natal

Casa natal

1. Nació, sietemesino, el 30 de noviembre de 1835, dos semanas después de que el cometa Halley se acercase a la Tierra. «El pueblo [natal, Florida-Missouri] tenía cien habitantes. Aumenté la población un uno por ciento. Ni Shakespeare llegó a tanto«, comentó años más tarde. La casucha en la que vino al mundo tuvo que ser cambiada de lugar porque el emplazamiento original fue inundado por un lago artificial.

 2. Fue el sexto de siete hijos. Cuatro murieron antes de superar la infancia. Cuando Twain tenía once años, su padre, transportista fluvial y juez de paz, falleció de una neumonía. El niño tuvo que buscar empleo como aprendiz de imprenta. En 1851 escribió sus primeros artículos, piezas humorísticas que publicaba en el Hannibal Journal, un diario editado por uno de sus hermanos.

Samuel Clemens, en torno a 1851-1852

Samuel Clemens, en torno a 1851-1852

3. A los 18 años viajó a Nueva York, Philadelphia, San Luis y Cincinati. Trabajaba en imprentas por la mañana y pasaba las tardes en las bibliotecas públicas, devorando libros. Nunca recibió otro tipo de formación. «Nunca he permitido que la escuela entorpeciese mi educación», dijo.

4. En 1859, tras estudiar dos años y aprobar un riguroso examen, le concedieron la licencia de piloto de barco de vapor. Había quedado prendado del oficio tras viajar a Nueva Orleans en una de las majestuosas embarcaciones que surcaban el Misisipi. El piloto tenía más consideración y recibía mayor salario que el capitán. Debía conocer al dedillo el curso del río y sus secretos. Twain tuvo que memorizar 2.000 kilómetros de curso fluvial. Trabajó en veinte barcos.

5. La muerte de su hermano menor Henry en la explosión de un barco en 1958 1858 le hizo sentirse culpable. Twain le había convencido para que se enrolase. Intentó mantener contacto post mortem con el espíritu de Henry mediante la práctica de la parapsicología.

6. Cuando la Guerra Civil interrumpió el servicio de los barcos de vapor se trasladó a Carson City (Nevada). Fue buscador de oro y plata.

El vapor 'City of Memphis', que pilotó Twain en 1860

El vapor 'City of Memphis', que pilotó Twain en 1860

7. En el diario Territorial Enterprise, en 1863, utilizó por primera vez su nombre de guerra: Mark Twain.

8. Se estableció en San Francisco en 1864. Primer éxito literario, con La célebre rana saltarina del condado de Calaveras (1865). Escribió el libro recluido en una cabaña en el bosque.

9. Se embarcó como reportero en uno de los primeros viajes organizados de la historia, un recorrido en barco para estadounidenses con posibles por el Mediterráneo (con parada en Andalucía) y Tierra Santa. Las crónicas se editaron posteriormente en el libro Los inocentes en el extranjero (1872). Ponían a caldo a sus compatriotas, los europeos, el Renacimiento, los guías turísticos, la cultura empaquetada, los viajes entendidos como picnic y la moral conservadora.

La primera vez que Mark Twain vió a Livy Langdon fue en esta foto

La primera vez que Mark Twain vió a Livy Langdon fue en esta foto

10. Intimó con uno de los viajeros, Charles Langdon, de una familia ilustrada y socialista de Nueva York. Cuando Charles le mostró una foto de su hermana Olivia, Livy, Twain se enamoró a primera vista. El matrimonio se celebró en 1870 y se adoraron durante los 34 años que vivieron juntos, hasta la muerte de Livy, en 1904. «Para Adán, el paraíso era donde estaba Eva», escribió.

11. Una de las casas familiares, en Hartford (Connecticut) fue salvada de la demolición en 1972 por una subscripción entre los admiradores de Twain. Ahora es un museo dedicado al escritor.

12. La pareja tuvo tres hijas. Dos murieron prematuramente: Susy, la primogénita, a los 24 años, de meningitis y Jean, la menor, a los 29, ahogada en una bañera tras sufrir un ataque epiléptico. Mark Twain acumuló la culpa de las dos tragedias a la que ya cargaba por la muerte de su hermano. Sufrió severas depresiones. La única hija que sobrevivió a sus padres fue la mediana, Clara (1874-1962).

En el laboratorio de Tesla, 1894

En el laboratorio de Tesla, 1894

13. El escritor estaba fascinado con los avances científicos. Fue muy amigo del inventor-visionario Nikola Tesla, en cuyo laboratorio pasaba horas.

14. Twain patentó tres inventos: un sustituto de los ligueros masculinos para los calcetines (1871), los álbumes con superficies autoadhesivas para pegar recortes (1873) y un juego educativo sobre sucesos históricos (1875).

15. Hay algunos minutos de metraje cinematográfico mudo de Mark Twain. Los grabó en 1909 Thomas Edison.

16. Aunque ganó mucho dinero con sus libros, sus finanzas personales fueron un desastre. Invirtió en una máquina de composición tipográfica que quedó obsoleta con la invención de la linotipia y se embarcó en una editorial que quebró. Para pagar a sus acreedores y salvar a su familia de la ruina se embarcó en una gira de conferencias por todo el mundo en 1894.

En la mecedora, con uno de los veinte gatos a los que cuidaba

En la mecedora, con uno de los veinte gatos a los que cuidaba

17. En 1909 dijo: «Nací con el cometa Halley en 1835. Regresa el año que viene y espero irme con él. No lograrlo será el mayor sinsabor de mi vida. El Señor Todopoderosa ha dicho, sin duda: ‘Aquí están esta pareja de locos. Llegaron juntos y deben irse juntos».

18. Acertó en la predicción. Twain murió en Redding (Connecticut) de un ataque al corazón el 21 de abril de 1910, un día después de la máxima aproximación a la Tierra del Halley.

19. Quien no haya leído Las aventuras de Huckleberry Finn no merece estar en el cielo.

20. Un combo de verdades-Twain para terminar: «Hay tres clases de mentiras: La mentira, la maldita mentira y las estadísticas». «Honestidad: la mejor de todas las artes perdidas». «La diferencia entre la palabra adecuada y la casi correcta, es la misma que entre el rayo y la luciérnaga». «La única manera de conservar la salud es comer lo que no quieres, beber lo que no te gusta, y hacer lo que preferirías no hacer». «Si dices la verdad, no tendrás que acordarte de nada». «Suelen hacer falta tres semanas para preparar un discurso improvisado». «Y así va el mundo. Hay veces en que deseo sinceramente que Noé y su comitiva hubiesen perdido el barco».

Ánxel Grove