La crítica es, esta vez, algo menos entusiasta, pero merece la pena leer sus razones.
Pero ‘Batman Begins’ no es cualquier cosa. Frente a la explosión (hortera) de color de las pelis de Shumachery el delirio barroco de Burton, Nolan nos daba el Batman que todos queremos. Adulto, oscuro, atormentado. Cierto que no era una peli redonda (por Dios, ¡si pasaba por allí una despistada Katie Holmes!) y que las escenas de acción eran, por decirlo de manera suave, «confusas». Pero nos dejó satisfechos y con ganas de más. Parecía que DC/Warner se habían puesto las pilas ante la ofensiva cinematográfica de Marvel (ay, qué ingenuos éramos; pero esa es otra historia). Y en esas llegó ‘The Dark Knight‘, y para no ser redundante, me remito a mi anterior visita a este blog. El listón se había elevado hasta el infinito, y los que esperaban ansiosos el desenlace de la trilogía ya no eran sólo los seguidores del cómic.
Y claro, en esa tesitura, la sensación es que Nolan ha despachado esta tercera entrega con oficio, pero faltándole fuelle, o ganas, o las dos cosas. Porque la peli está bien, pero supone claramente un coitus interruptus con respecto a la anterior y tiene varios lastres importantes.
Para empezar, mientras que en ‘El Caballero Oscuro’ la intensidad se mantenía de principio a fin, aquí a la película le cuesta arrancar más de 1 hora, con un comienzo moroso, con situaciones poco creíbles y una ausencia de épica que alguna situación requería. El referente comiquero más claro en esta primera parte sería el Dark Knight de Miller, con un Batman retirado y envejecido. Pero su regreso es un poco… peregrino (¿lleva 8 años sin asomar el morro, llega un jovenzuelo que se identifica con él, le comenta no sé qué de una tal Bane, y ale hop, vamos a desempolvar el traje?).
Y mejor no hablar del «romance» (o mas bien, polvete de una noche) con el personaje de Marion Cotillard, tan traído por los pelos que chirría, con la única razón de que la revelación final sea mas impactante. Otro detalle que a un comiquero le causa cierta irritación es la desnaturalización de Gotham, que parece una ciudad como cualquier otra, tanto da Chicago como Nueva York. No hace falta llegar a los extremos de Burton, pero en algo se tiene que notar su sordidez, su negrura. Cierto que es también algo que también pasaba en la segunda, pero mira por dónde, allí nos pasó mas desapercibido, quizás porque la historia nos tenía atrapados. Y para mí, el gran problema de la cinta es el villano, Bane, que nos habían vendido en la promoción como el oponente definitivo de Batman, y que no tiene carisma alguno, y que palidece ante el fresco recuerdo de Heath Ledger y su Joker. Si, en el cómic también le parte la espalda a Batman en una viñeta que la película reproduce casi al milímetro, pero desde luego no forma parte del panteón de los villanos más ilustres del hombre murciélago. La revuelta popular que encabeza, con un claro mensaje sociopolítico dada la situación actual, me sobra en una historia de estas características. Sencillamente, no es el lugar. Aparte de que acaba resultando de un fascismo que enturbia el resultado final de la película. Para el seguidor habitual de las viñetas toda esa parte le remitirá claramente a la saga de Tierra de Nadie.
Pero claro que tenemos cosas buenas, lo suficientemente buenas como para inclinar la balanza a favor de la película. El tramo final (bueno, prácticamente los 90 minutos finales) tiene todo lo que nos había faltado antes durante el aletargante primer acto, grandiosidad, intensidad, épica, diálogos grandilocuentes que no nos hacen sonrojarnos. Ahí si que Nolan nos clava a la butaca. Uno de los aspecto mas criticados de la cinta es la limitada presencia de Batman en pantalla. Una peli de Batman… sin Batman. Siempre he considerado que Batman, aparte del superhéroe físico, es un símbolo, y su universo de secundarios es tan rico que muchas veces nos interesan mas que el propio Bruce Wayne. Gordon, Catwoman, Alfred, etc. No sólo no me molesta sino que incluso lo agradezco. Y el epílogo es lo que definitivamente nos reconcilia con Nolan y hace palpitar nuestro corazón de fan, es sencillamente emocionante, incluida la introducción de Robin, tan diferente en la forma a los cómics como similar en el fondo.
En definitiva, un broche, sino de oro, sí digno a este Batman, que nos deja una película para la historia y otras dos entregas más que decentes. El peligro, que futuras traslaciones del cómic a la pantalla quieran lo que los frikis ya llaman nolanizarse, es decir, adoptar un tono más adulto y sombrío, que evidentemente no pega para cualquier superhéroe. De momento ya ha habido una víctima, el nuevo Spiderman. Bueno, siempre nos quedarán ‘Los Vengadores‘.