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¿Todos ganan o todos perdemos?

Creo que esta es una de las primeras veces en que veo a varios partidos reconocer en la noche electoral o al día siguiente que no han alcanzado sus objetivos. Lo habitual es siempre encontrar el lado bueno de los resultados y, al igual que el día que se publica el EGM parece que todas las cadenas de radio han ganado (y, como hay muchos indicadores, siempre es posible encontrar alguno en el que los resultados mejoran) el día de las elecciones lo normal es que todos ganen, o digan que han ganado.

Estas de Cataluña han sido unas elecciones tan atípicas en todo que hasta ha habido muchos partidos que no han ganado.

Así es como yo lo veo:

El PP, que montó todo esto, eligió la fecha de las elecciones y las condiciones en las que se harían (con la Generalitat controlada desde Madrid, varios candidatos encarcelados y otros en el exilio) casi desaparece de Cataluña y consigue los peores resultados de su historia.

Ciudadanos, ganador indiscutible de las elecciones, no consigue su objetivo de gobernar. Su granero de votos no han sido la abstención ni los partidos independentistas sino los otros partidos constitucionalistas en los que se tendría que haber apoyado.

El PSC consigue frenar su caída de los últimos años pero al conseguir sólo un escaño más se queda sin fuerza para apoyar a cualquiera de las combinaciones con opciones de gobierno que se puedan contemplar.

Cataluña en comú/Podem consigue menos escaños de los que tenía y tiene pocas opciones de ser relevante en su intento de conseguir el diálogo entre las dos partes de una sociedad enfrentada. No parecen haber acertado con una estrategia con poca cabida en un momento tan caliente.

Los independentistas, en su conjunto, vuelven a ganar en escaños pero no consiguen superar un escollo (no tener mayoría en voto popular) que en mi opinión y en la de muchos otros les inhabilita para avanzar en su objetivo principal.

La CUP retrocede. Es posible que su estrategia de no personalizar y cambiar las caras en cada ocasión no sea muy eficaz en los tiempos que corren.

Y entre los dos grandes partidos indepes llama la atención que, en contra de lo que parecían apuntar las encuestas, los votantes hayan apoyado más a quien huye que a quien es fiel a sus valores hasta el punto de ir a la cárcel por defenderlos. Me parece toda una demostración del orden que van adoptando los valores en esta sociedad en la que vivimos.

Todo eso por lo que respecta a los políticos pero ¿y en lo que nos afecta a los ciudadanos?

No creo que quienes han cifrado todos sus objetivos en la independencia puedan estar satisfechos: hemos vuelto, prácticamente, al punto de salida. La galería de imágenes que les regaló el 1 de Octubre un Gobierno torpe (si de ninguna forma se iba a dar validez a los resultados del referendum sobraban las imágenes de colegios rotos y ciudadanos apaleados) no parece haberles aportado votos ni un gran apoyo internacional.

Quienes pensamos que no vivimos tiempos de divisiones sino de sumar esfuerzos (y en muchos casos tenemos amigos catalanes a ambos lados de la línea divisoria) creo que volvemos a perder frente a la ineficaia de unos políticos incapaces de salir del mero enfrentamiento y pasar a la búsqueda de soluciones.

Ayer, como en los últimos tres meses, como en los últimos años, perdimos todos.

Preguntas postelectorales

No soy un especialista en política pero, por aquello de los números, me apasionan las elecciones, más aún éstas, que han tenido un resultado tan complejo y, por tanto, tan interesante.

No creo que, por sistema, deba gobernar la lista más votada, salvo que hubiera dos vueltas. Debe gobernar quien consiga más apoyos. Tenemos muchos casos tras estas elecciones, pero el de Barcelona es muy claro: Barcelona en Comú tiene 11 concejales de 41; si no consigue llegar a acuerdos tendrá una oposición de casi las tres cuartas partes del consistorio, lo que le hará muy difícil gobernar.

Hemos entrado en una nueva era, en la que hablar con quien tiene ideas diferentes, negociar, pactar, cobra una importancia que, hasta ahora, sólo había tenido en algunas comunidades autónomas. El reciente ejemplo de Andalucía no es el mejor precedente.

Se me plantean un buen número de preguntas, que pongo aquí por si algún lector tiene las respuestas; también me gustaría ver más preguntas en los comentarios.

De cara a las elecciones de fin de año:

¿Qué le perjudicaría más al PSOE: apoyar a Ahora Madrid o aceptar el apoyo del PP para gobernar?

¿Qué le perjudicaría más a Podemos: apoyar al PSOE en Castilla La Mancha o no hacerlo y dejar que gobierne Cospedal?

¿Qué le perjudicaría más a Ciudadanos: apoyar al PP o no hacerlo donde otras coaliciones den el poder a la izquierda?

¿Qué le perjudicaría más al PP: cambiar de estrategia o no hacer nada?

¿Está a tiempo el PP de cambiar de candidato?¿Existe un candidato con más posibilidades que Rajoy?

Y centrándonos en las elecciones del domingo:

Si los tripartitos o pentapartitos entre partidos de izquierda propiciaban la inestabilidad ¿por qué un tripartito de ideas opuestas como el que propone Aguirre va a generar estabilidad?

Foto: 20 Minutos

Si, como parece, la propuesta de frente antiPodemos, se extiende a otros lugares, entonces ¿no era una boutade de Esperanza?

¿Por qué es peor ser el quinto partido en Navarra que el sexto en Barcelona?

¿Por qué da la sensación de que muchos políticos no se enteran? Si ya estábamos hartos del y tú más ¿por qué creen que nos pueden conquistar con el pues a tí te ha ido aún peor?

¿Por qué dimiten en diferido quienes no se han atrevido a decirle al jefe en directo que se han equivocado?¿Por qué el jefe mira siempre para otro lado?

¿Qué ha pasado con el proceso soberanista; sale reforzado, como dicen algunos o se ha dado un batacazo considerable como piensan otros?

¿Es muy diferente la situación actual de la de 1979 cuando coaliciones de izquierda llegaron al poder municipal? Entonces también, para algunos, se iba a hundir el mundo.

Podría seguir y seguir, pero me saldría un post demasiado largo.

¿Quién me puede dar las respuestas?

¿Podemos fiarnos de las encuestas?

Una vez más, las encuestas preelectorales han fallado y esto puede perjudicar seriamente el prestigio de las encuestas en general. Esto resulta muy preocupante para quienes, directa o indirectamente, desarrollamos nuestra actividad profesional en el campo de las encuestas por muestreo y las estimaciones a partir de muestras pequeñas.

Pero ¿han fallado las encuestas o lo que ha fallado es la cocina?

Normalmente los resultados que se publican no son los que se extraen directamente de las encuestas. Coloquialmente se denomina cocina a las modificaciones que se introducen en los resultados obtenidos.

Hay dos tipos de cocina:

1. El que trata de corregir los efectos de la ocultación de voto en función de la experiencia en encuestas anteriores . Se sabe por esas experiencias que las personas de determinadas ideologías tienen tendencia a contestar menos o a declarar al encuestador una opción distinta a la que realmente piensan votar. Esta cocina es perfectamente legítima y, en condiciones normales, mejora los resultados obtenidos.

2. El otro tipo es el que modifica los resultados obtenidos para favorecer los intereses de quien encargó la encuesta. A la vista de las diferencias que se encuentran entre los resultados publicados por medios de ideologías contrapuestas, este tipo de cocina también es muy habitual. Desde mi punto de vista es absolutamente ilegítimo. Los resultados de una encuesta se pueden interpretar desde diferentes puntos de vista, pero no se deberían manipular.

En teoría las elecciones europeas, que se desarrollan en circunscripción única para toda España, son las más fáciles de estimar. No hacen falta tamaños de muestra tan grandes como cuando se trata de estimar los resultados en 52 circunscripciones.

Pero en esta ocasión existía una complicación adicional: se presentaba un buen número de partidos para los que no se disponía de datos anteriores. ¿Hasta qué punto los encuestados exageraban u ocultaban el voto a Podemos, Vox o Ciudadanos, por poner un ejemplo? La cocina buena, la 1, no tenía armas para corregir esas posibles desviaciones.

Siempre recuerdo mi única presencia en una noche electoral durante mi etapa en RTVE. Fue en las elecciones autonómicas vascas de 1990; la única vez durante mis quince años de permanencia en la casa en que la exit poll, la encuesta que se hace a la salida de los colegios electorales, se encargó desde el Gabinete de Investigación de Audiencia (que éramos los expertos en estudios sociales) y no desde Informativos. El trabajo de campo lo hizo la empresa Metraseis, una de las más prestigiosas en aquel momento, ahora absorbida por la vorágine multinacional.

Cuando en la tarde electoral, en Torrespaña, fuimos recibiendo los resultados de la encuesta cundió el pánico: Unidad Alavesa, un partido que se presentaba por primera vez, obtenía 3 escaños. Nadie sabía muy bien qué representaba el nuevo partido; todos los ojos se volvían hacia mí: un alavés podría aclarar las dudas. Pero yo no sabía mucho más que los otros. Al final se decidió informar de la entrada de UA en el Parlamento Vasco, pero atribuyéndole sólo un escaño.

Cuando se conocieron los resultados finales se vio que la encuesta había dado en el clavo, algo que nunca supieron los que sólo conocieron los resultados de la encuesta a través de la información emitida. Para la opinión pública, aquella encuesta falló.

No tengo información suficiente para juzgar lo que ha ocurrido en esta ocasión, pero me temo que una buena parte de los errores se debe mucho más a la cocina que a las encuestas. Demasiados partidos nuevos y demasiado cambio en la aceptación de los dos partidos dominantes como para que la experiencia de los cocineros ayudara a mejorar el guiso ofrecido.