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¿Podemos fiarnos de las encuestas?

Una vez más, las encuestas preelectorales han fallado y esto puede perjudicar seriamente el prestigio de las encuestas en general. Esto resulta muy preocupante para quienes, directa o indirectamente, desarrollamos nuestra actividad profesional en el campo de las encuestas por muestreo y las estimaciones a partir de muestras pequeñas.

Pero ¿han fallado las encuestas o lo que ha fallado es la cocina?

Normalmente los resultados que se publican no son los que se extraen directamente de las encuestas. Coloquialmente se denomina cocina a las modificaciones que se introducen en los resultados obtenidos.

Hay dos tipos de cocina:

1. El que trata de corregir los efectos de la ocultación de voto en función de la experiencia en encuestas anteriores . Se sabe por esas experiencias que las personas de determinadas ideologías tienen tendencia a contestar menos o a declarar al encuestador una opción distinta a la que realmente piensan votar. Esta cocina es perfectamente legítima y, en condiciones normales, mejora los resultados obtenidos.

2. El otro tipo es el que modifica los resultados obtenidos para favorecer los intereses de quien encargó la encuesta. A la vista de las diferencias que se encuentran entre los resultados publicados por medios de ideologías contrapuestas, este tipo de cocina también es muy habitual. Desde mi punto de vista es absolutamente ilegítimo. Los resultados de una encuesta se pueden interpretar desde diferentes puntos de vista, pero no se deberían manipular.

En teoría las elecciones europeas, que se desarrollan en circunscripción única para toda España, son las más fáciles de estimar. No hacen falta tamaños de muestra tan grandes como cuando se trata de estimar los resultados en 52 circunscripciones.

Pero en esta ocasión existía una complicación adicional: se presentaba un buen número de partidos para los que no se disponía de datos anteriores. ¿Hasta qué punto los encuestados exageraban u ocultaban el voto a Podemos, Vox o Ciudadanos, por poner un ejemplo? La cocina buena, la 1, no tenía armas para corregir esas posibles desviaciones.

Siempre recuerdo mi única presencia en una noche electoral durante mi etapa en RTVE. Fue en las elecciones autonómicas vascas de 1990; la única vez durante mis quince años de permanencia en la casa en que la exit poll, la encuesta que se hace a la salida de los colegios electorales, se encargó desde el Gabinete de Investigación de Audiencia (que éramos los expertos en estudios sociales) y no desde Informativos. El trabajo de campo lo hizo la empresa Metraseis, una de las más prestigiosas en aquel momento, ahora absorbida por la vorágine multinacional.

Cuando en la tarde electoral, en Torrespaña, fuimos recibiendo los resultados de la encuesta cundió el pánico: Unidad Alavesa, un partido que se presentaba por primera vez, obtenía 3 escaños. Nadie sabía muy bien qué representaba el nuevo partido; todos los ojos se volvían hacia mí: un alavés podría aclarar las dudas. Pero yo no sabía mucho más que los otros. Al final se decidió informar de la entrada de UA en el Parlamento Vasco, pero atribuyéndole sólo un escaño.

Cuando se conocieron los resultados finales se vio que la encuesta había dado en el clavo, algo que nunca supieron los que sólo conocieron los resultados de la encuesta a través de la información emitida. Para la opinión pública, aquella encuesta falló.

No tengo información suficiente para juzgar lo que ha ocurrido en esta ocasión, pero me temo que una buena parte de los errores se debe mucho más a la cocina que a las encuestas. Demasiados partidos nuevos y demasiado cambio en la aceptación de los dos partidos dominantes como para que la experiencia de los cocineros ayudara a mejorar el guiso ofrecido.