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"Sin música, la vida sería un error". (Friedrich Nietzsche).

Hasta el año que viene

Apenas quedan seis horas para que se acabe 2008. Y a estas alturas del día, no creo que muchos de vosotros estéis por la labor de dejaros caer por este blog.

Por mi parte, sólo me queda desearos un buen fin de año, una feliz resaca y todas esas cosas. Yo hace años que dejé de salir en esta infame noche, repleta de encorbatados que pagan cantidades absurdas por entrar a fiestas atestadas de gente. Pero tanto si sois uno de ellos como si planeáis quedaros en casa, ir a un concierto o cenar con los suegros, que lo paséis bien. Y que el nuevo año nos traiga a todos mucha y muy buena música…

Seguiremos informando.

(Diez de los) discos del año

Y aquí estamos otra vez. Como si hubiera sido ayer cuando colgué aquellos vídeos de Youtube en la serie de posts con lo mejor de 2007. El tiempo vuela, amigos. Ay.

Como entonces, hoy sigo siendo poco amigo de las listas, jerarquías aburdas de algo que difícilmente se puede organizar en forma de ránking. Y sin embargo, creo que es positivo citar, sin establecer orden alguno de preferencias, algunos de los lanzamientos que más nos han cautivado de entre los publicados en el año que ya toca a su fin. Porque al leer algunas de estas relaciones, que estos días copan los medios especializados, siempre da uno con algo que conocía poco, algún disco al que apenas había prestado atención lo largo de los doce meses, o quizá algún grupo del que ni siquiera había oído hablar. Y de eso se trata.

Para escuchar un tema del disco en cuestión, pinchen ustedes sobre su nombre. Goear hará el resto (mejor abriendo una nueva ventana, para no perder el hilo).

Portishead «Third»

Ya hablé hace unos días (y un poco a toro pasado) del tercer disco de los de Bristol, aprovechando la buena noticia de su próxima visita al estudio. Hoy me remito a lo ya dicho. Third es enorme, abrumador, inclasificable, genial. De entre lo más destacable de este agonizante 2008. Si aún no lo has esuchado, no sé a qué estás esperando.


Calexico «Carried To Dust»

La genial banda de Tucson volvió. Y lo hizo por la puerta grande y mostrando sus mejores armas, aquellas que la han convertido en un grupo clave del panorama independiente norteamericano de las últimas dos décadas y en representantes por méritos propios del llamado sonido fronterizo, fusionado siempre con gusto exquisito. Este mestizaje sí que mola.


The Raconteurs «Consolers of the lonely»

La banda liderada por Jack White, uno de los grandes genios de nuestro tiempo, igualó su notable debut con otra demostración de cómo hacer hard rock salpicado de blues, psicodelia, garage y lo que les venga en gana, siempre desde la noble premisa de facturar grandes canciones. Gracias a The Raconteurs, casi no echamos de menos a los White Stripes.


Jamie Lidell «Jim»

El inglés Jamie Lidell se alejó de la experimentación electrónica de sus anteriores Muddlin Gear y Multiply y se rodeó de una auténtica banda para grabar el dulce Jim. Un caramelo de soul añejo, con ecos a todos los clásicos del género a manos de un tipo que, si te dicen que es negro, te lo crees a pies juntillas. Para alegrarse el día.


Weezer «Red album»

Me encantan Weezer. No sólo eso, sino que además no soy el típico fan que asegura que sólo le gustan el disco azul y el Pinkerton. No. Con sus lógicos altibajos, todo lo que hizo la banda de Rivers Cuomo tras sus dos primeras e inolvidables obras tiene grandes momentos en forma de canciones. Y su último y rojizo álbum no es una excepción.


Beatsteaks «Limbo Messiah»

Una banda alemana que a muchos sonará a chino, pero que viene siendo santo de mi devoción desde hace ya muchos años. Su último trabajo no alcanza el nivel del espectacular Smack Smash, pero tiene un buen puñado de canciones que lo hacen muy especial. Punk rock de amplias miras y un directo de los más divertidos que he podido ver en mi vida.


Half Foot Outside «Heavenly»

Sí, hablamos de un grupo de aquí, aunque no lo parezca. Y es que si los pamploneses HFO fueran de Inglaterra o EE UU, a nadie le extrañaría. Suenan al mejor indie rock de guitarras poderosas, ese que dio nombres tan memorables como Built to Spill, Pavement o Dinosaur Jr. Su último disco está plagado de melodías de esas que, una vez te atrapan, ya no te sueltan.


ACDC «Black Ice»

Siguen haciendo exactamente lo mismo. Y nosotros, encantados. A estas alturas, todos sabemos lo que esperamos de cada nuevo disco de los australianos. Más de lo mismo y tan bien hecho como viene siendo habitual en ellos. Y que dure. No hay más que subir el volumen y seguir disfrutando de esos riffs y ese sonido tan suyo. Eternos, como siempre.


TV on the Radio «Dear Science

Una de las bandas más en forma del panorama neoyorquino, lo que es mucho decir. TV on the Radio siguen dando en el clavo con su peculiar mezcla de post punk, funk y pop, sus inimitables juegos de voces y sus melodías impredecibles. En su tercer largo se muestran más asequibles, pero siempre manteniendo ese espíritu imaginativo tan suyo.


The Bellrays «Hard, sweet and sticky»

¿Qué resultaría de meter en una coctelera sónica la crudeza de los Stooges con el sonido Motown? ¿Punk-soul? Los californianos Bellrays son únicos en su especie, amantes de nuestro país (ya perdí la cuenta de las veces que les he visto en directo) y una máquina de hacer temazos. Un disco menos rudo que sus anteriores, ideal para iniciarse en su propuesta.


Sí, podría hablar de muchos otros discos que se han quedado en el tintero y que merecen tanta atención como los reseñados: Death Cab for Cutie, Nick Cave, Sigur Ros, Beck, The Last Shadow Puppets, The Ting Tings, Mars Volta, Zoo, Conor Oberst, The B-52´s, Mogwai… Pero me temo que sería un poco coñazo alargarnos tanto. Lo que realmente me interesa es que seais vosotros los que me contéis: ¿cuáles han sido vuestros discos del año?

El verdadero ganador del Gordo

Escribo este post con el tradicional (e irritante) soniquete de los niños de San Ildefonso de fondo, que reparten euros alegremente. Mil por aquí, mil por allá. Y una vez más, no parece que me haya tocado nada. Qué raro.

Este año no ha habido calvo, pero sí un fenómeno de lo más interesante llamado Lionel Neykov, del que muchos probablemente ya hayáis oído hablar. Lionel es un simpático (y algo nerd) joven neoyorquino que en su día grabó un tema propio, Freeze my senses, ante su webcam y lo colgó en Youtube, muy al hilo de lo que hablábamos hace un mes en el post «Tú, tu guitarra y Youtube». Los responsables de buscar la música para el anuncio de la Lotería encontraron en él la banda sonora perfecta para la campaña. Y cuando llegaron las Navidades, la sorprendente voz de Neykov sonaba a todas horas en todas las televisiones de un país entero. Bravo.

Con Freeze my senses, un tema tan sencillo como cautivador, Lionel ha sido el auténtico ganador del Gordo este año. 20.000 euros por los derechos, así, de entrada, más las puertas que se le abren de cara al futuro. Y de paso ha vuelto a demostrar las infinitas posibilidades de Internet como trampolín para los músicos anónimos que se asoman a la Red, y que atesoran más talento que muchos ya consagrados. Se da además la bonita paradoja de que Lionel estaba pasando enormes apuros para pagar el alquiler de su casa.

Os dejo el vídeo original, junto a su letra, y el del anuncio.

Your eyes have more power than vampires. You bit my mouth and then left me on the floor shivering and aching for more. Your smile is more dangerous than reptiles. You shot your poison in my skin and now I can’t get you out of my mind. Help me babe I got a hole in my heart. My head is spinning I feel so high. Release me darling from this pain In my side and please Freeze my senses with your kiss. Your lips more addictive than sugar sticks. Take me dizzy and so light I could fly I think my brain has melted down. So there now that you know that I care for you Yeah be fair cos I’m a fool in despair And you got your hands round my neck.

Portishead planean nuevo asalto

Cuando todavía no nos hemos recuperado de la impresión del sobresaliente (y duro, y complejo, y estimulante) Third, la banda de Bristol ha anunciado que está trabajando en las canciones del que será su cuarto disco, que verá la luz a lo largo del próximo año.

La noticia ha saltado a raíz de unas declaraciones de Geoff Barrow, teclista de la banda, a la omnipresente BBC británica. Barrow apuntó que en breve volverán al estudio de grabación y que ya están pensando en la promoción que acompañará al nuevo álbum. Y es que se da, en este punto concreto de la carrera de la banda, una situación curiosa: no tienen contrato discográfico. Tras publicar sus dos primeras referencias (más el directo de Nueva York) bajo el amparo del sello londinense Go Discs y lanzar Third con la todopoderosa Island, los miembros del grupo se han quedado compuestos y sin novia. ¿Un grave problema? Desde luego que no. Cuando un grupo tiene una base de fans tan sólida como la suya se puede permitir lo que le salga del higo. Miren si no a Radiohead. Así que alguien les acompañará en su aventura, de eso no cabe duda.

En su día comencé a perfilar un post, que no llegó a ver la luz, sobre las impresiones que me había dejado la primera escucha del último trabajo de la banda de Beth Gibbons. Debo confesar que la sensación incicial fue de desconcierto. El sonido de sus primeros compases se me antojó extraño, casi como si se tratara de una versión aún por masterizar. No había apenas rastro de las coordenadas sonoras que, una década atrás, les habían situado en lo más alto de las listas de medio mundo y les había coronado, junto a sus conciudadanos Massive Attack y Tricky, como los reyes de un nuevo género bautizado como trip-hop por algún crítico avispado. No había un «Roads», ni un «Numb», ni un «All mine». Ni nada que se le aproximara apenas. En Third, se suceden, una tras otra, composiciones poco recomendables para oídos impacientes, más oscuras que nunca, llenas de recovecos por explorar y de claustrofóbicos secretos por descubrir. Temás que suenan clásicos y modernos al mismo tiempo, estructurados de manera impredecible y guiados magistralmente por la siempre desgarradora (y al mismo tiempo seductora) voz de Gibbons.

Como ocurre con muchos otros discos, las canciones de Third me fueron atrapando poco a poco hasta extremos casi obsesivos. Y cuando me quise dar cuenta, ya estaba rendido a un disco no apto para el consumo masivo ni para las radios comerciales. Ni siquiera para los fans de Dummy, a pesar de sonar paradójica e indudablemente a Portishead. Con Third, la banda parecía decirle al mundo: «sí, hemos tardado once años en sacar disco, y hemos hecho lo que nos ha dado la gana. No es trip-hop. Y si no os gusta, nos la trae floja». Pues chapó, chavales.

Ahora parece que no está en los planes de Portishead esperar otros once años para volver a sorprendernos. Se sienten inspirados para hacer dos discos en menos de uno. Y lo cierto es que así debería ser el arte, lejos de obligaciones contractuales que provocan que muchos grupos saquen discos aun cuando no tienen nada que decir. Pero claro, ya se sabe cómo funciona todo esto.

España me pone (I): Madrid

No, no es este un post dedicado a ensalzar los valores nacionales, ni pretende ejercer de imán para las hordas de apasionados patriotas que campan por esta y otras tantas webs. Ni siquiera es un homenaje al saleroso presidente de Cantabria. Ésta es, simplemente, la primera de una serie de entradas que quiero dedicar a la música hecha aquí. Porque muchos estamos cansados de ver cómo día sí y día también se valora más lo que viene de fuera que el producto nacional.

Entiéndaseme bien. La idea no es reivindicar más atención para Los Planetas, Nacho Vegas, Bunbury o Fito Cabrales. Ellos, unos más y otros menos, cuentan con el favor del público y de buena parte de los medios. Ésta es una serie para dar cabida a algunas de las bandas más destacables del underground patrio, aquellas que difícilmente tendrían un hueco en un medio tan masivo como éste y que merecen toda nuestra atención y respeto. Desde grupos maqueteros hasta otros con un buen puñado de discos publicados, pero siempre desde la más absoluta (y a menudo precaria) independencia. Y por encima de todo, es una iniciativa para que vosotros compartáis vuestros descubrimientos conmigo y el resto de lectores para, entre todos, componer una bonita radiografía de lo que se cuece en este país.

Hoy, y por ser la ciudad en la que vivo, voy a hablaros de cuatro grupos de Madrid. Vamos allá.

MARGARITA

Suenan a dibujos animados, a psicodelia peligrosa, a punk esquizofrénico, pero también a frescura y buen rollo. A locura facturada concienzudamente. Margarita se han marcado un discazo de debut infeccioso, cautivador y lleno de sorpresas, Parque Mágico, del que os dejo un auténtico pildorazo histérico.

MULETRAIN

Arrolladores como pocos y poseedores de un directo espeluznante, Muletrain se formaron tras la separación de los legendarios Aerobitch. A punto de publicar su tercer álbum, su sonido es una apisonadora a medio camino entre el hardcore y el rock, facturado con precisión milimétrica y una contundencia envidiable.

CLINT

Desde Leganés, Clint proponen una seductora fusión de sonidos fronterizos a lo Calexico, lounge y música instrumental. Toda una delicia sonora de la que os dejo el tema que da nombre a su último disco, Los tipos duros también bailan, introducido por el propio Eastwood en la voz de Constantino Romero.

THE SINGER NOT THE SONG

Este es, con permiso del tema de los Rolling, el nombre del proyecto acústico en clave folk de Francisco, un joven residente en Madrid que acaba de publicar su primer EP, grabado en casa de un amiguete y descargable desde su myspace. Os dejo una de las cuatro canciones que lo integran, The song I sing when Im here.

¿Qué bandas underground de Madrid conoces? Deja su nombre, estilo y myspace en los comentarios.

Ilustración de María Gil.




Rock y revolución

Hoy actúa en la sala Heineken de Madrid (mañana en el café Antzokia de Bilbao y pasado en la Barcelonesa Apolo) una de mis bandas favoritas de entre las surgidas los últimos años. The (International) Noise Conspiracy es uno de los dos proyectos que surgieron tras la separación de los suecos Refused. Tras la ruptura, tres cuartas partes de la banda formaron Text, un marciano proyecto experimental para oídos inquietos, mientras que su vocalista, Dennis Lyzxen, se alió con varios viejos conocidos de la escena de Umeå para formar la banda que nos ocupa hoy. Lejos del hardcore avanzado de Refused, T(I)NC facturan una poderosa propuesta de garage-soul que en el escenario multiplica su fuerza, de la mano de un frontman carismático que lo da todo en cada concierto. Riffs irresistibles y muchas ganas de hacer bailar son las especialidades de la casa. Su quinto disco, The Cross of my Calling, acaba de ver la luz.

En su día, T(I)NC se definieron a sí mismos como «el cruce perfecto entre Elvis y el Che Guevara», en una frase no demasiado afortunada que acompaña a sus notas de promo. El hecho es que las letras de los suecos están impregnadas de un fuerte contenido político. Revolución y lucha anticapitalista son la bandera principal de un grupo para el que la política es tan importante como la propia música. Ello siempre suscitó un animado debate entre sus seguidores y detractores. Teniendo en cuenta que desde Armed Love, su anterior trabajo, militan en un gran sello como es American Recordings, cabe preguntarse por lo consecuente de muchos de sus planteamientos ideológicos. Ellos, guste o no, forman parte del sistema. Es algo inevitable. El debate está en si es factible aprovecharse de ese sistema para propagar un mensaje y hacerlo llegar al mayor público posible, o si por contra sería más consecuente hacerlo desde los más radicales postulados del Do it Yourself.

Sea como sea, lo importante son las buenas canciones. Y ellos tienen un buen puñado de ellas. Os dejo una de mis preferidas, Smash it up. Con su letra.

I want to smash it up for all the workers who spent hours into nothing. I want to smash it up for all my sisters who got caught up in this punk ass system. I want to smash it up just like a locust, like a satellite shooting rockets. I want to smash it up in every way. I can and right now. I think I want to be your man. Smash it up when I’m down. I want to smash it up for all the kids who got fucked up just like their parents did. I want to smash it up the gods and masters who made us die so much faster. Yeah you know I want to smash it up. Smash it up when I’m down. I want to smash it up for all the people and for our right to be treated equal. I want to smash it up for all my friends. I hope you stick around until the very end. Yeah you know we gotta smash it up. Smash it up when I’m down.

Gracias

Hoy, Entrada Gratuita cumple un año. Y yo desde aquí sólo puedo dar las gracias. Por una parte, a la dirección de este diario, por darme la oportunidad de expresarme con total libertad. Y por otra, y muy especialmente, a ti, anónimo lector.

Gracias, en primer lugar, porque la respuesta ha sido magnífica, pese a no ser ésta una propuesta tan masiva como la de otras bitácoras de 20minutos.es. El seguimiento de este blog ha demostrado que se puede hablar de música sin prejuicios, prestando especial atención a las propuestas independientes, y obtener con ello un feedback más que significativo (y a menudo espectacular). Es además especialmente destacable el hecho de que la gran mayoría de los comentarios vertidos en este blog se han hecho desde el respeto y el ánimo de enriquecimiento mutuo. Y eso, viendo como está el patio en la Red, tiene un gran valor. Ese ánimo de aprender juntos y compartir puntos de vista dispares sobre la música que nos hace vibrar es, y seguirá siendo, el espíritu de este pequeño rincón musical.

Me gustaría compartir un par de datos, a raíz de este año de experiencia bloguera:

– A día de hoy, Entrada Gratuita ha recibido un total de 3.437 comentarios en las 140 entradas publicadas (141, con la que estás leyendo).

– El primer post, «Pagar o no pagar» fue uno de los que más tiempo me llevó escribir. Era el estreno, y no quería defraudar. Sólo recibió un comentario, obra del ilustre y fiel lector niño caos.

– El post de Maná ha sido el más comentado, con la friolera de 317 comentarios. De hecho, apenas pasa un día sin que entre uno nuevo. Tras él se sitúan el reciente «Canciones que me hacen llorar (I)», con 176, y el dedicado a los D’Nash, con 138.

Con toda sinceridad, nunca fue ni será mi intención captar clics a cualquier precio. Siempre pensé que se pueden intercalar los contenidos minoritarios con los de interés general en un tema tan subjetivo como la música. Y siempre creí que se puede hacer tratando de huir del aura elitista que a veces impregna este oficio de periodista musical. Por mi parte, sólo espero seguir contando con este espacio y continuar haciéndolo lo mejor que pueda, siempre con vuestro inestimable apoyo.

Llegados a este punto, sólo me queda pedir disculpas por esta pequeña turra en forma de autobombo y preguntarte: ¿Qué opinas de este blog? ¿Qué fomentarías? ¿Qué quitarías? Toda sugerencia es más que bienvenida.

«La SGAE acosa, y si puede, derriba»

La noticia saltó a la palestra en abril de 2006. La Sociedad General de Autores y Editores ganaba un pleito por la utilización de música en una boda para la que no se habían pagado los pertinentes derechos de autor. La cosa fue aún más esperpéntica de lo que ya de por sí parece: la SGAE contrató a un detective que se coló en la boda y grabó un vídeo, que fue aportado como prueba en el juicio pertinente, y posteriormente rechazado al considerar que vulneraba el derecho a la intimidad. Dio exactamente igual: el salón de bodas fue condenado a pagar 43.179 euros a la SGAE.

Ahora, más de dos años después, la Agencia Española de Protección de Datos ha condenado a la SGAE a pagar 60.101 euros por grabar el vídeo sin permiso, ya que este constituyó «una clara violación del derecho constitucional a la intimidad y a la propia imagen». Sobran las palabras.

Es este tema de los derechos de autor, en muchos sentidos, un auténtico galimatías. Y sobre todo, algo muy desconocido por un amplio sector de la sociedad, más allá de la generalizada antipatía hacia la SGAE por los motivos que todos conocemos. Y así, muchos se preguntan cosas como si todo lugar en el que suene música debe pagar a Teddy Bautista y los suyos en concepto de derechos, o simplemente hasta dónde llega el derecho de la SGAE a meterse en la vida de muchos. Para aportar algo de luz a estas cuestiones, hoy os ofrezco la opinión de alguien que sabe mucho más que yo de esto, el abogado, escritor y músico Servando Rocha, a quien he realizado cuatro sencillas preguntas sobre las que yo mismo tenía ciertas dudas.

¿Debe todo bar, garito o tienda pagar derechos de autor por toda la música que suene en su local?

La SGAE, en principio, sólo puede gestionar, administrar y, por tanto, recaudar los derechos patrimoniales de sus socios. No puede recaudar más allá de sus miembros. Lo que hace la SGAE es gestionar su catálogo, es decir, tiene derecho a percibir una remuneración en compensación por el uso que de este se haga. En el caso de bares o establecimientos públicos habría que ver si, previamente, sus dueños han firmado un contrato con la SGAE por la utilización de un aparato de radiodifusión determinado (radio, televisor, etc). En ese contrato, el local estaría reconociendo que hace uso y/o utiliza repertorio protegido por la SGAE. En ese caso, la SGAE está en su derecho de dirigirse a este y cobrar su cánon. Lo que hace la SGAE es el acoso y, si puede, el derribo. Es decir, envía a los llamados «inspectores», cuyo cometido es visitar bares, levantar actas e intentar que el empresario concierte con la SGAE. Si no se ha suscrito ningún contrato no pueden reclamarte nada, salvo que demuestre que, efectivamente, se programa o difunde música de sus miembros. Son ellos los que, en teoría, deben probar que se vulneran los derechos de autor al no percbir compensación económica por el uso de su repertorio.Una solución está en dirigirte a la propia SGAE y notificarle que de ningún modo hará uso de obras de sus socios (ya existen locales que sólo pinchan y programan obras copyleft). La SGAE debería probar aquello que dice acerca de la utilización de su repertorio, y no al revés (esto es, que sea el dueño del bar quien lo haga). En la gran mayoría de ocasiones, el inspector de la SGAE, al levantar el acta, señala únicamente que la música programada «es de actualidad», nada más. Por otro lado, sus visitas no ostentan las de un inspector con cargo público, sino sólo el de un mero empleado.

¿Cómo un organismo privado como la SGAE puede tener tanto poder en la esfera pública?

El Ministerio de Cultura es el único encargado de autorizar la existencia de las llamadas entidades de gestión que, actualmente, son ocho. La SGAE tiene el monopolio práctico sobre los autores. Cada entidad de gestión administra unos derechos concretos y se circunscribe a sectores de la creación concretos (por ejemplo, otra entidad de gestión, en este caso VEGAP, es la encargada de hacer lo mismo que la SGAE pero para los artistas plásticos). Con el tiempo han ido aumentando su influencia a nivel estatal y de la misma Administración hasta el punto de ser una asociación privada con capacidad para influir notablemente en las modificaciones legislativas, como se ha demostrado en los últimos años. Lejos de apoyar a la industria musical y bajo el pretexto falso de la protección y la difusión de la cultura impide la libre difusión de la música y crea malos hábitos y prácticas. La cuestión no está tanto en si los autores deben cobrar o no por sus derechos, sino en la política obsoleta y fracasada de una entidad como la SGAE.

¿Qué opinas de la sentencia contra la SGAE?

Tiene una doble dimensión. Por un lado, está la vulneración del derecho a la intimidad por el tipo de acto que se estaba realizando (una boda). En este caso, la sentencia es clara y la SGAE ha sido condenada. Cuestión distinta es el valorar si tenía o no derecho la SGAE a cobrar un canon por hacer uso de su repertorio sin autorización y/o pagar derechos de autor. Habría que determinar qué autores fueron difundios y todo parece indicar, según la sentencia emitida dos años antes, que se trataba de un derecho que efectivamente le correspondía a la SGAE. En el fondo, lo que esta estrambótica situación pone de manifiesto son los métodos grotescos y de rapiña de la SGAE que ha ido recogiendo una merecida desconfianza y mala prensa por sus malas artes y prácticas abusivas y desproporcionadas. Y no sólo eso, sus prácticas incluyen falsas ideas como que la música esta en peligro, la criminalización de los manteros o que copiar un cd es lo mismo que atracar a una persona. La realidad está compuesta de miles de situaciones y algunas son injustas o dañinas para terceros y otras no. Aunque no es contradictoria porque protege derechos distintos, la SGAE ha cobrado un dinero a costa de vulnerar la intimidad de una persona, por lo que ha sido condenada.

Con respecto a los grupos, ¿Se puede funcionar totalmente al margen de la SGAE en España?

Sí. De hecho, miles de artistas ya lo hacen. La SGAE tiene cerca de 80.000 socios, por lo que no representa a la totalidad, ni mucho menos, del sector musical en España. El problema es que la SGAE cuenta con el monopolio a la hora de gestionar dichos derechos ante terceros, así como la infraestructura necesaria para hacerse con la información sobre la difusión de tu obra por cualquier medio. Todo autor, por el mero hecho de tener una creación intelectual propia, ostenta el derecho a cobrar derechos de autor y, por tanto, está protegido por la Ley de Propiedad Intelectual. Las licencias libres permiten especificar claramente que derechos aplicas sobre tu obra y cuáles no, así como se adaptan más y mejor a la realidad actual. En caso de no incluir este tipo de clásulas, se te aplica el copyright tradicional de forma automática.

Ilustración de María Gil.

Canciones que me hacen llorar (I)

Es este pequeño rincón de Internet, en ocasiones, una mera plataforma de información sobre conciertos, discos y novedades del planeta sonoro. Otras (las más entretenidas) se transforma en plaza de apasionados debates sociomusicales. Y a menudo sirve, casi exclusivamente, para haceros partícipes de mis más banales reflexiones sobre esta manera de escuchar la vida. Hoy quiero hacer algo diferente. Hoy quiero compartir con vosotros los sonidos que más me conmueven. Aquellos que, casi irremediablemente y sea cual sea mi estado de ánimo, son capaces de hacer brotar mis lágrimas de pura emoción. Y lo quiero hacer en forma de serie, colgando periódicamente esas canciones tan especiales acompañadas de su letra. Porque, digámoslo abiertamente: aunque me pierda la energía del rock and roll, también lo hacen las canciones dolientes, esas que incluso te da miedo escuchar por la cantidad de sentimientos que transmiten.

No se me ocurre mejor manera de abrir esta serie que con un auténtico maestro. Uno de los más grandes: Johnny Cash. En 2002, el Hombre de Negro publicó The man comes around, la cuarta entrega de sus célebres grabaciones para American Recordings. Un disco lleno de versiones (como Bridge Over Troubled Water, de Simon and Garfunkel o Personal Jesus, de Depeche Mode) a las que imprimió su particular estilo. Sin embargo, fue en Hurt, original de Nine Inch Nails, en la que Cash rozó el cielo, otorgándole a la letra (un alegato sobre el consumo de heroina y el suicidio) un sentido completamente distinto. Haciéndola propia. Interpretándola con un sentimiento estremecedor y confiriéndole un halo de despedida.

Johnny Cash falleció apenas un año después de la edición del disco.

 

Johnny Cash «Hurt»

I hurt myself today to see if i still feel. I focus on the pain, the only thing thats real. The needle tears a hole, the old familiar sting, try to kill it all away, but I remember everything. What have I become, my sweetest friend. Everyone i know, goes away in the end, and you could have it all, my empire of dirt. I will let you down, I will make you hurt. I wear this crown of thorns, upon my liars chair, full of broken thoughts, I cannot repair beneath the stains of time, the feelings dissapear, you are someone else, I am still right here. What have I become, my sweetest friend. Everyone i know, goes away in the end, and you could have it all, my empire of dirt. I will let you down, I will make you hurt. If I could start again, a million miles away, I will keep myself, I would find a way.


¿Qué canciones te hacen llorar? Construyamos un bonito top lacrimoso…

 

Ilustración de María Gil

Leyendas travestidas

La suya es una batallita contada en innumerables ocasiones. Un clásico de la historia del rock: grupo que durante su tiempo de vida apenas se come un rosco es reivindicado con el paso de los años –y separación mediante– como pionero e influencia básica para multitud de grupos posteriores, todos ellos de repercusión y éxito mucho mayor.

Los New York Dolls se formaron en la Gran manzana en el lejano 1971. Sin apenas saberlo, fueron los encargados de poner las bases de un género, el punk, que explotaría a finales de la década, lo que les ha hecho compartir la etiqueta de proto-punk con bandas como los Stooges de Iggy Pop, The Dictators o MC5. Ellos dieron el pistoletazo de salida a una escena que, poco después, situaría a Nueva York en el centro del mundo del rock con bandas como los Ramones, Blondie, Television o Talking Heads. Y lo hicieron aportando además el desparpajo del glam, con una estética de travestidos y un desmedido descaro que heredarían en los 80 las insufribles bandas de hair metal.

Hoy, y con sólo dos de sus miembros originales vivos (el cantante David Johansen y el guitarrista Syl Sylvain), vuelven tras publicar nuevo álbum en 2006, de título más que apropiado One Day It Will Please Us to Remember Even This. (Algún día nos gustará recordar incluso esto). Seguro que sí.

Ahora es el momento. Comienza el debate entre los que creen que el grupo que viene a tocar (hoy en Madrid, mañana en Zaragoza, pasado mañana en Barakaldo y el sábado en Zaragoza) es sólo la sombra de lo que fueron los New York Dolls, y los que, por el contrario, están convencidos de que ésta es una gran ocasión (quizá la última) para ver sobre las tablas a un grupo legendario. Abran fuego.

The New York Dolls: Personality crisis: