Las brujas de Salem: ¿y si fue un hongo el culpable de todo?

Por Mar Gulis (CSIC)

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Ilustración de uno de los juicios que se celebraron en Salem / Wikipedia

Salem, Massachusetts, 1692. De forma repentina se multiplican los juicios contra habitantes de esta localidad, en su mayoría mujeres a las que se acusa de brujería. ¿Cuál es el detonante? Varios casos de niñas con extraños síntomas, como espasmos y alucinaciones, desatan la alarma en la ciudad. En una espiral de histeria colectiva, en la que aparece como trasfondo la pugna entre varias familias por el control político y una fuerte presencia de la religión y el puritanismo, comienza a señalarse a algunas personas como causantes de estos trastornos. El número de acusados supera el centenar, los juicios se multiplican y alrededor de 20 procesos acaban en ejecuciones, a pesar de que las acusaciones se basan más en rumores que en pruebas.

Diferentes han sido las teorías para explicar este episodio. Lo que se consideró un caso de brujería, con el paso del tiempo ha dado lugar a otras interpretaciones. Una de las que cobran más fuerza, y que sostienen algunos investigadores, explica lo sucedido en Salem como una consecuencia del ergotismo. Esta enfermedad, que asoló a poblaciones rurales europeas en la Edad Media, la causa el cornezuelo del centeno, un hongo relacionado históricamente con brujería y toda clase de misterios y leyendas.

Claviceps purpurea –su nombre científico– crece en las espigas del centeno y ha estado presente en el imaginario de muchas comunidades. Durante siglos los campesinos se esforzaron en evitar que aquel espolón negruzco se mezclase con el grano en las cosechas del cereal. Si no lo conseguían, el hongo acababa mezclado con la harina, se incorporaba al pan y era ingerido, provocando la intoxicación. Alucinaciones, delirios, convulsiones e incluso en ciertos casos gangrena eran algunos de los síntomas asociados. Ello se debe a que este organismo contiene alcaloides, unos compuestos químicos orgánicos que, al ser consumidos, tienen efectos sobre el cerebro y el sistema circulatorio que producen esa llamativa sintomatología.

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El cornezuelo, de color negruzco, crece entre las espigas del cereal / Dominique Jacquin / Wikipedia

El cornezuelo ejemplifica esa “leyenda negra” que, según la investigadora del CSIC María Teresa Tellería, ha rodeado a los hongos a lo largo de la historia. En el caso de los juicios de Salem, la hipótesis es que la ingesta del hongo habría provocado en una parte de la población delirios y convulsiones que, de forma consciente o no, se utilizaron para acusar de brujería a los afectados o a quienes supuestamente les ‘embrujaron’.

Tellería considera que estas y otras anécdotas remiten a esa relación de amor-odio que mantenemos los humanos con los hongos, “unos organismos muy mal conocidos e interpretados”, señala. “Cuando se habla de ellos, todo el mundo piensa en su lado gastronómico. Eso es confundir una pequeña parte con el todo”, añade.

Junto a su vertiente culinaria, el otro aspecto que más atención despierta es la toxicidad de algunas especies. Pero en este punto también reina la confusión. Aunque existen pocas que sean venenosas mortales, en general “tenemos una idea muy maniquea de los hongos”, afirma. “Parece que solo los hay buenos y malos, los demás no existen, cuando los comestibles y venenosos son un porcentaje muy pequeño de las 100.000 especies hoy conocidas”, explica.

El propio cornezuelo refleja los peligros de una excesiva simplificación. Aunque puede provocar ergotismo, sus alcaloides también han tenido y tienen usos farmacológicos y terapéuticos. Por ejemplo, por su potente efecto vasoconstrictor se ha utilizado contra las migrañas y para tratar las hemorragias post-parto.

Para rematar los malos entendidos en torno a estos organismos, Tellería, que trabaja como micóloga en el Real Jardín Botánico del CSIC, recuerda otro error habitual: identificar los hongos con plantas. Tanto es así que incluso el diccionario de la RAE patina. “Los describe como plantas talofitas sin clorofila, cuando constituyen un reino independiente más emparentado con los animales. Es lo mismo que afirmar que las ballenas son peces o que los murciélagos son pájaros”, concluye la investigadora.

3 comentarios

  1. Dice ser Ana

    Esta teoría ya la desarrollaba el autor Robin Cook en su novela «Los archivos de Salem», y si no recuerdo mal hablaba exactamente del mismo hongo. La novela es de 1994, por lo que deduzco que la hipótesis no es precisamente nueva.

    29 septiembre 2015 | 10:37

  2. Dice ser Kaltan

    Interesante teoría. El problema que le veo es que no puede ser aplicable a todos los juicios por brujería que se han hecho…

    http://documentalium.blogspot.com/2015/03/los-juicios-por-brujeria-de-north.html

    29 septiembre 2015 | 11:43

  3. Dice ser Gripweed

    Normal, alucinaciones a lo bestia ya que el cornezuelo contiene ácido lisérgico, que es el precursor del LSD o «dietilamida de ácido lisérgico» que fue descubierto por Albert Hofmann que trabajaba para la empresa Sandoz. Empresa que estudiaba y comercializaba fármacos derivados del ácido lisérgico como la ergobasina, que aun sigue usándose para la obstetricia con el nombre de «Methergin».

    29 septiembre 2015 | 13:23

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