La televisión ha creado un mundo esquizofrénico en el que entre el individuo y lo global no hay nada. Alain Touraine

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Famosas putas

(A propósito del «Si yo fuera tú» de anoche con Marlene Morreau)

Yo os aseguro que no entiendo esa obsesión televisiva por saber qué famosas son putas, si existen pruebas, o sus tarifas son elevadas.

Y me vais a perdonar que me ponga serio y un poco antiguo, pero tampoco entiendo por qué coño andamos todo el tiempo buscando la diferencia entre clases de prostitución. Entre vender el cuerpo o vender la vida, las tetas o el alma (si la hubiera). Entre sacar el culo a subasta pública o tener las miserias hipotecadas a la televisión. O incluso entre chupar pollas a cambio de un billete o culos por una transferencia mensual.

(Aclaro antes de seguir que me refiero a esa prostitución morbosona de alto standing que sale a colación en TV. No a la explotación sexual, a la esclavitud o a las putas puteadas por redes de extorsión cuyos capos se guardan sus pasaportes en el mismo bolsillo que la pistola. Que quede muy claro eso, por favor.)

Insisto: no entiendo el morbo que nos da saber quién es puta, o lo ha sido. Como si tuviera algún valor. En serio. Como si – y me vais a tener que disculpar otra vez la demagogia – no fuera mucho más obsceno hablar a cambio de dinero de los abusos que sufriste en la infancia que abrirse de piernas frente a un desconocido. A mí, sinceramente, me daría muchísimo más asco relatar mis desamoríos frente a una cámara que dejarme sodomizar por David Gest.

A ver si al final va a ser todo un problema de nomenclatura. De esa necesidad juanramoniana de que la intelijencia nos dé el nombre exacto de las cosas. Y lo que andemos buscando, en realidad, sea una palabra fácil que nos ayude. Y puta es sencillísima. Es mucho más complicado dar con una precisa que nos ayude a etiquetar esa atracción que sentimos hacia quienes se arrancan la piel en los televisores y, al tiempo que nos regalan una altura moral frente a sus bajezas, nos hacen dudar de nuestro precio. De si seríamos capaces de alquilar nuestras confidencias por unos euros. Por cuántos y cuántas veces. Pero ¿follar por dinero? Ah, no. Eso sí que no.

TVísceras, ¿se acerca su final?

Me encanta cuando los niños hacen preguntas a los famosos en Dolce Vita Baby, porque resulta tan obsceno, es tan repugnante, que tal vez sea un síntoma del final del formato. Decía Paul Poiret – el gran modisto francés a quien destronó Coco Chanel – que «todo exceso en materia de moda es signo del final«. Y creo que usar a los niños como entrevistadores o reporteros (como hace otro programa, no recuerdo cuál), es un exceso que está anticipando un final próximo de un estilo de televisión endogámico y falto de imaginación, al que ya se le ven las tripas y que trata de salir de la espiral de falacia en la que anda metido utilizando a los niños como ese «aire fresco» que dicen algunos que son los infantes.

Podría ejercer de gurú y afirmar que los contenidos de chismes y vísceras tienen los días contados en televisión. Y me equivocaría, seguro. Pero lo que sí es cierto – creo – es que las cadenas andan dándoles vueltas y presentando alternativas que van desde los niños cotillas del DVB, al tribunal popular de «Si yo fuera tú…«, o al trabajo de desempolvado de «Hormigas Blancas» (desempolvado y enmierdado, todo en uno, un lavar y marcar hipermoderno) y su tendencia a lo histórico (La cara B de Franco y, si nos descuidamos, en breve, «Isabel la Católica, esa tía guarra«).

Resulta también muy interesante ver cómo en las categorías de los interrogadores/opinadores/tertulianos van desapareciendo algunas y otras regresan. A saber: se esfuman poco a poco los advenedizos, los que tanto juego dieron en las «Crónicas Marcianas» de Sardá y en el recientemente fenecido «A tu lado«. Se han ido los grandes hermanos largones, los mejores amigos y enemigos del famoso de moda y los ex resentidos. Sólo ARQ mantiene en su programa a la cuñadaviuda de LaMahGrandeh, a Belén Esteban y a otros cuantos más. Al menos durante el programa estival…

Desaparecen los grandes hermanos y parientes y regresan con fuerza, como auténticas autoridades, los históricos de la prensa chisme española: Mariñas, Yagüe, Peñafiel,… vuelven a recuperar su sitio después de un tiempo de cierto ostracismo, y son tratados como auténticas eminencias, simplemente porque ellos hacen lo que hicieron toda la vida los periodistas de sociedad: hablar de lo que saben de primera o segunda mano, y no de lo que han escuchado en los lavabos de una discoteca o han leído en las revistas como hacen todos esos «periodistas del corazón» de la nueva hornada, que han hecho buenos a estos históricos que pasaron sus peores momentos cuando empezaron a ser noticia personajes de usar y tirar con los que ellos no tenían ningún contacto… ni ganas.

Algo está pasando en la TV cotilleo. Y yo creo que lo vamos a notar la próxima temporada. Ya veremos…

«Si yo fuera tú», con Bárbara Rey

Grande, muy grande el nuevo programa nocturno de los miércoles de Antena3. Enooooorme. Y apoteósico su estreno con Bárbara Rey, ese icono español.

Para los que no tuviéseis la gran suerte de verlo anoche os cuento de qué va el formato:

Se lleva a un famoso por semana, se le sienta en una butaca giratoria en medio de un pequeño escenario rodeado de gradas con público, mientras un presentador guapete (Aitor Trigos, que debe de haber sacado el nombre de un personaje de Gomaespuma), le va haciendo un «Hormigas Blancas» garrafón en vivo y en directo.

El público – que ya se ha aburrido de limitarse a abuchear o a aplaudir según lo que diga el regidor – tiene aquí un papel muy participativo. A saber:

BÁRBARA REY: A mí Ángel Cristo me pegaba.

TESTIMONIO DEL PÚBLICO 1: Ay, no, Bárbara. Tú no sabes lo que es que te peguen. A mí sí que sí. Y además me vi sola, en la calle, sin dinero, con un bote de leche en polvo y un bebé de 9 meses. Tú qué vas a saber…

O, por ejemplo:

BÁRBARA REY: Yo tengo una relación maravillosa con mis hijos.

TESTIMONIO DEL PÚBLICO 2: Hace años que no veo a mis hijos, mi mujer envenena su mente y les dice que yo soy malo, lo peor. Por su culpa mis hijos no me quieren ni ver. Yo no digo que tú hayas hecho eso, Bárbara, aunque quién sabe…

En fin. Así es el plan.

Yo pienso que el programa debería cambiar su título por el de «Y yo, más. Y gratis. Tía puta» Para que nos quede a todos claro que la entrevista dedo-en-la-llaga a los famosos acaba de alcanzar una nueva dimensión. Ya no basta con que aireen sus miserias en un plató. No. Ahora tienen que enfrentarlas a las de «la gente normal».

Una buenísima idea… para vomitar.

Y que anoche contó con una Bárbara Rey tan agradecida que hasta les regaló unos minutos de cabreo que merecerán sus minutos de zapping – ya no son los 15 de fama de Warhol; son los 3 de zapping. No hay tiempo ni talento para más.

Un consejo para famosos; si vais a ir en próximas semanas a «Si yo fuera tú«, en Antena 3, pensad que aquello va a ser como recibir la visita de vuestra cuñada, madre de 5 hijos, al hospital cuando acabáis de parir a vuestro primogénito. Todo lo que le contéis, ella ya lo había pasado antes, más y peor…