Casi enteros Casi enteros

Casi enteros: un blog sobre los medios de comunicación, la publicidad, su papel en la financiación de los medios, la investigación y otros temas relacionados con todo esto

Entradas etiquetadas como ‘aquinas’

María Lisboa y el nacimiento del Instituto Español

A Eduardo (Foronda) con un fuerte abrazo.

Como sabes (página 20), en la ruta hacia la habitación 412 del AQUINAS, el camarada que suscribe dejaba dormir en la 410 los papeles comprometidos. ¡Qué buenos años compartimos en aquella Universidad! Espero que te guste la novela.

Ángel.   Noviembre 2015

Con esa dedicatoria me llegó por correo un libro, María Lisboa, enviado por su autor: Ángel Chica Blas.

Portada del libro

Ángel fue compañero mío en el Aquinas; efectivamente utilizaba mi habitación como depósito de material comprometido (y comprometedor) y quizá fue en parte responsable de que tanto mi amigo Roberto como yo acabáramos estudiando Matemáticas después de un no muy brillante intento en la Escuela de Ingenieros de Caminos.

Chica era un genio para las Matemáticas en su versión más abstracta (lo que llamábamos pura) se lo sabía todo, mucho antes de que lo explicaran en clase; sabía de donde venía y qué otros teoremas estaban relacionados con el que se estaba estudiando. Acabó siendo Catedrático de Instituto; de Matemáticas, claro.

Pero con este libro se me ha revelado también como un gran escritor.

Él venía de Lisboa, donde había pasado una gran parte de su vida. Hasta llegar a la Universidad Complutense siempre había estudiado en la Escuela e Instituto Español de Lisboa y fue allí donde, muchos años después, decidió terminar su carrera profesional en los años previos a su reciente jubilación.

Su estancia en esta última etapa coincidió con la celebración del 75º aniversario de la creación del centro; como antiguo alumno se encargó de la organización de los actos conmemorativos de esa efeméride. Eso le puso en contacto con mucha documentación de la época inicial y le permitió conocer en profundidad la historia de los dos primeros profesores del centro: José Hernández y Ramón Martínez.

El Instituto Español de Lisboa nació en los años de la Segunda República, con un ideario de formación muy próximo al de la Institución Libre de Enseñanza. El inicio de la Guerra Civil fue determinante en el cambio de trayectoria. Cada uno de los dos profesores fundadores tomó un rumbo diferente: José siguió en el centro, aunque renunció a la dirección, mientras Ramón se vio obligado a optar por el exilio y acabó como profesor de gran prestigio en una universidad de Estados Unidos.

Años después se produjo un reencuentro entre los dos compañeros, del que existe un testimonio gráfico. A partir de esa fotografía el autor reconstruye en una excelente novela la historia de esa relación, la de los primeros años del Instituto, los cambios que se producen en los primeros momentos de la Guerra y, sobre todo, el ambiente de una Lisboa entrañable, tan cercana y a la vez tan lejana en muchos sentidos como lo es Portugal para los españoles.

Por la novela, además de retazos de esas dos vidas tan distintas, desfilan los olores y los sabores de las calles de una Lisboa a la que apetece siempre volver, a pasear siempre cuesta abajo en una ciudad de grandes cuestas que ha sabido resolver el problema: se sube en ascensores, en tranvías o en cualquier vehículo para después disfrutar del descenso.

María Lisboa es el título de un fado que pudo empezar a cantar Amalia Rodrigues, aunque quizá lo terminara Mariza. O puede que no; puede que sea un texto que comenzó Pessoa o cualquiera de sus heterónimos y terminó Saramago tiempo después.

Aunque yo sigo prefiriendo leer los libros en papel y así se lo dije a Ángel Chica, que en seguida me lo envió, también se puede adquirir en versión electrónica: http://www.amazon.es/MAR%C3%8DA-LISBOA-ANGEL-CHICA-BLAS-ebook/dp/B017HOBS9I

Yo lo recomiendo.

Una semana de locos

Últimamente no escribo mucho por aquí.

Y es que no paro. Entre otras cosas de escribir; en otros sitios.

La semana empezó el sábado 22 con la comida de ex colegiales del Aquinas, el colegio mayor en el que viví durante gran parte de mi carrera. Hace unos años se nos ocurrió ampliar hacia otros grupos que hubieran vivido allí por la misma época la reunión que ya hacíamos el grupo de amigos más cercanos. Este año entre la comida y las copas posteriores nos hemos reunido sesenta personas. No es excesivamente complicado, pero la coordinación de toda esa gente, que hago junto con Emilio, otro amigo del grupo más próximo, se lleva su tiempo.

Me había comprometido con Juanjo Ibáñez a enviarle dos artículos (uno largo sobre la evolución de la publicidad y otro corto sobre la aportación de Zenith en investigación) para la revista Investigación y Marketing, que va a publicar el número conmemorativo de sus primeros 35 años. Tenían que estar para el día 25. El corto pude enviarlo a tiempo. Con el largo me cogió el toro y acabé enviándolo el viernes por la noche, con tres días de retraso.

Cuando acometía la redacción de la última parte del artículo largo me entró un mensaje de Pedro Urquidi recordándome mi columna mensual en IPMark; tenía que enviársela ese día, así que me puse con ella y la envié. Una columna es corta y no me llevó demasiado tiempo.

Pero lo mejor de la semana fueron los eventos del miércoles.

Por la mañana teníamos lo que yo llamaba homenaje a los panelistas de Atalaya (los estudios Vigía y Zenthinela con los que hago previsiones de inversión publicitaria desde hace catorce años) y que acabamos denominando El arte de fallar en las previsiones. Tras una introducción de Candi Rodríguez, mi jefa, hablaba yo (conté cómo surgió el proyecto y cómo se ha convertido en una referencia en el mercado. Es un caso de generación colaborativa de conocimiento). El resto del acto miraba hacia el futuro: una impresionante Antonella Broglia expuso como un verdadero tsunami las novedades en tecnología; Nacho Villoch nos contó los obstáculos que se encuentra quien quiere innovar y cómo debemos actuar para sobrevivir a ellos y Pablo Foncillas las propiedades formativas del fracaso, cómo no hay que tenerle miedo: fracasar es la demostración de haberlo intentado. Resultó un acto tremendamente interesante; al menos eso me han dicho muchas de las 160 personas que me arroparon ese día.

Mi intervención era breve y sobre un tema que conozco bien, pero aun así había que prepararla y ensayarla.

Ese mismo día por la tarde mi hija Usúe presentaba un nuevo e.book colaborativo: #papiconcilia en el Centro de Innovación del BBVA. Ahí yo sólo participaba como público orgulloso.

Y este fin de semana, además de terminar y enviar los artículos que ya he mencionado, tenía que escribir el informe sobre el estudio Vigía de noviembre y el resumen que elaboro para la prensa. Al menos esta vez los resultados son buenos y he podido escribir textos optimistas algo que, cuando se escribe sobre la realidad, siempre es más agradable. Esta mañana ya he podido terminarlos.

Para completar la semana de eventos ayer tuvimos la comida de los Herrera, los hermanos de mi mujer y algunos sobrinos, en total diecisiete, nos reunimos para pasar nuestro agradable rato anual prenavideño.

Y, claro, todo eso sin dejar el trabajo normal de cada día.

¿Ha sido o no una semana de locos?

La cena de Navidad y las opiniones en Internet

Hace ya unos cuantos años que organizo con mi amigo Emilio la comida de los amigos del colegio mayor. Yo me encargo de convocar y convocar a la gente y Emilio selecciona y negocia con el restaurante. Cada año sosmos más; esta vez cerca de setenta personas que nos conocimos hace más de 45 años en el Aquinas y que, con suerte, aún nos reconocemos.

Emilio hace las cosas bien y nadie protesta por los restaurantes que elige ni por los precios que consigue. Somos gente que no regatea pagar diez euros más por una comida o un vino un poco mejor.

Otra cosa es la cena de la familia. Ahí hay que tener mucho cuidado con los precios y no se puede fallar.

Este año Pepe, mi cuñado, que se encargaba de la selección del restaurante, propuso varios. Todos por el barrio.

Había uno que inicialmente nos recomendaba más. Tenía buena pinta y estaba en buen sitio. Nos venía bien a todos. Así que entramos en Internet para ver qué referencias había. La primera hablaba de camareros antipáticos y estafadores y de cucarachas por el salón. El comentario era anónimo. Casi todas las demás referencias eran buenas y hablaban de una buena relación calidad-precio.

Pero, habiendo tantos restaurantes donde elegir ¿quién se arriesgaba a ir y pelear con los camareros antipáticos o a tener que pisotear cucarachas para llegar a la mesa? Nadie fue a comprobarlo. Elegimos el segundo de la lista y cenamos muy bien.

Ese es el riesgo de las opiniones en Internet. Nos pueden ayudar mucho, pero también pueden hundir un negocio. Me acordé de nuestra cena de Navidad cuando leí hace unos días en el blog de Zenith un artículo sobre la sentencia que, en Estados Unidos, ha obligado a Yelp, un sitio que vive de publicar opiniones sobre servicios, restaurantes, hoteles,… a identificar a los autores de las críticas negativas.

El demandante, un limpiador de alfombras de Virginia, argumentó que estaba seguro de que quien había escrito las críticas negativas no era cliente de su empresa. El juez argumentó que un cliente tiene derecho a exponer su opinión, sea positiva o negativa, pero las críticas de un no cliente son difamación y sólo tienen el objetivo de dañar al criticado.

Internet nos proporciona mucha información pero, como todo, está abierto a la picaresca: un competidor puede escribir críticas negativas con el fin de perjudicar a otra empresa, pero también una empresa puede escribir sus propias críticas positivas, o pagar a presuntos clientes para que se las escriban. El otro día, en una conferencia, escuché decir que un porcentaje alto (no recuerdo el número exacto) de las críticas que maneja Amazon son pagadas. (Algo que también podíamos sospechar que ocurría en los medios tradicionales).

¿Te ha ocurrido a ti?¿Has cambiado una decisión que tenías casi tomada tras leer una mala crítica en Internet?

¿Te influyen más las opiniones en Internet que la publicidad que, al fin y al cabo, ya sabes que está pagada?

La comida de la nostalgia

Ya es una tradición más.

Desde hace muchos años mis mejores amigos, que lo son desde que, hace más de cuarenta años, coincidimos en el Colegio Mayor Aquinas, nos reunimos al menos una vez al año, en el entorno de la Navidad.

Solían ser reuniones de entre 16 y 20 personas, con un núcleo duro: la banda del Peska.

Este año abrimos un poco la convocatoria y acabamos siendo 32 a pesar de que fallaron algunos de los habituales: Antonio prefirió una cena en Zaragoza olvidando que el AVE nos ha puesto a poco más de una hora de distancia. A Pepe le surgió un viaje de última hora a Perú .

A cambio vinieron personas de muchos puntos de España: Barcelona, Tarragona, Valencia, Alicante, Murcia, Ciudad Real, Vitoria y (lo que tiene más mérito) varios desde Canarias.

En el grupo hay una mayoría de ingenieros, sobre de todo de Caminos y de Telecomunicaciones (la escuela estaba muy cerca del Aquinas), pero también hay farmaceúticos, dos matemáticos, algún arquitecto y algunos de otras carreras.

Por las edades en las que nos movemos ya empieza a haber jubilados entre nosotros, pero también tenemos algunos en la cumbre de su carrera: Miguel Ángel es Presidente de una Confederación Hidrográfica y Antonio Comisario de otra. Roberto, el Presidente europeo de una multinacional americana, se jubila a finales de año. Juan Manuel se ha jubilado como el mejor constructor de presas de finales del siglo XX. José Eladio presidió AENA y Adif y ahora culmina su carrera trabajando por su cuenta como consultor. Pepe construye ahora en Perú después de haberlo hecho en diversas zonas de la Península. Vicente ocupó altos cargos en empresas de Telefónica.

Como hacía mucho tiempo que no nos veíamos (algunos más de cuarenta años) había quien echaba de menos a mi hermano José Ramón, ya fallecido, que dirigió el proyecto del Metro de Bilbao.

En ese capítulo, el de las penas y de las nostalgias, estuvo con nosotros Carmina, la viuda de Fernado, uno de mis mejores amigos.

No todos hemos triunfado en lo profesional, claro. Pero se respiraba muy buen ambiente. Creo que no nos ha ido mal en la vida.

Esta tarde me ha llamado Emilio, que llevó la parte dura de la organización, la búsqueda y la negociación con el restaurante. Ya está pensando en el año que viene: adelantaremos la fecha; seremos más, organizaremos algo diferente…

Este año ha sido claramente un éxito: aunque algunos hacía cuarenta años que no nos veíamos todos nos pudimos reconocer.

La comida de Navidad

Ayer tuvimos la comida de los amigos del colegio mayor.

Eso quiere decir de gente que nos conocemos desde hace algo más de ¡cuarenta! años, cuando llegamos al Aquinas a estudiar nuestras carreras.

En mi grupo hay una mayoría de ingenieros (Caminos, Agrónomo, Teleco…) y, curioso, los dos que acabamos estudiando Matemáticas somos los que tenemos algo que ver con este mundo de la publicidad. Incluso tenemos una relación, más allá de la amistad, su empresa es cliente de la mía; lo era desde antes de que yo llegara.

Luego está Antonio, el genio, que primero hizo Químicas y luego Farmacia y nunca conoció lo que era un suspenso (y seguramente tampoco un aprobado raso).

Aquellos eran otros tiempos y en un colegio mayor podías encontrarte con gente de toda España. En el grupo hay varios catalanes, andaluces, un aragonés, un extremeño, un manchego y yo, un vasco.

Ahora eso es más difícil. Pero se le puede dar una vuelta más: los Erasmus, o los que hacen carrera internacional pueden tener un grupo parecido pero multinacional. No sé si es lo mismo.

Muchos vivimos en Madrid, pero no todos.

Nosotros intentamos vernos varias veces al año, aunque no siempre lo conseguimos. Al menos la cena de Navidad, que lleva dos años siendo comida, no falla los últimos años. A esta vamos con nuestras mujeres; ninguno hemos cambiado de pareja en estos años complicados.

Todos estamos igual que hace cuarenta años. El tiempo no ha pasado por nosotros. O eso decimos.

Muchos recuerdos, algún proyecto, mucha nostalgia…lo pasamos bien.

18 de Mayo del 68: yo estuve allí

¡Qué mayor soy!

Hace unos años mucha gente de mi edad decía que había estado en París en mayo del 68. Como entonces en España se viajaba poco, no era muy verosímil que tanta gente hubiera estado allí.

Estos días he visto que otro de los símbolos de aquel año tan simbólico (París, Praga, su primavera y su mes de agosto, Luther King, Robert Kennedy…) fue el concierto de Raimon en la antigua Facultad de Económicas, luego Filosofía B, luego…

Y resulta que yo estuve allí.

Era mi primer año en Madrid. Yo hacía primero en la Escuela de Ingenieros de Montes.

Entonces era muy difícil cambiar de distrito. Los de Vitoria pertenecíamos al de Valladolid y yo tenía a mi hermano José Ramón estudiando Caminos en Madrid. Supongo que esto, y que la Escuela de Montes estaba muy cerca del Aquinas, el

colegio mayor donde vivíamos, explica en parte qué hacía yo por allí.

El Aquinas es uno de los referentes de mi vida; de allí provienen muchos de mis mejores amigos actuales.

Esa tarde habíamos tenido un examen y un amigo, José Javier Ulargui, al que hace muchos años que no veo, me propuso ir al concierto de Raimon.

Raimon, como todos los componentes de la Nova Cançó era un símbolo de la resistencia a la dictadura.

Yo ya había visto unas cuantas cargas de la policía; entonces eran los grises. Casi todos los mediodías que había jaleo en la Universidad subían con sus caballos por la cuesta del Aquinas (detrás de Ciencias). Vicente Ibáñez, un fotógrafo valenciano que vivía en el colegio sacaba fotos muy impresionantes.

También tenía un receptor de radio que recibía la señal de la policía y muchas veces podíamos anticipar sus movimientos.

A mí siempre me ha gustado la música y mantenerme al día. De Raimon conocía Al vent, Diguem no y alguna cosilla más.

Supongo que el concierto estuvo bien, o sea emocionante. No creo que se oyera demasiado. El recinto no estaba prepardo para eso. Recuerdo que cuando llegamos, después del examen, el hall de Económicas estaba ya muy lleno; que había muchas pancartas y banderas de todo tipo. Conseguimos un sitio al fondo, a la derecha según se entraba.

También recuerdo que al salir había mucha policía. Que la gente se iba hacia Argüelles en semimanifestación, muy vigilada. La policía a caballo siempre impresiona mucho. Yo me volví al colegio, donde mi hermano

estaba preocupado, preocupado por lo que pudiera pasarme, escuchando en mi aparato de radio los movimientos de la policía.

Al día siguiente, en un campo petrolífero de Sudáfrica, nacía Jaime Agulló, con el que un cuarto de siglo después colaboré durante unos cuantos años, creo que muy fructíferos, y con el que ahora estoy tratando de volver a colaborar.

¡Cuarenta años después!

Por cierto, ¡Felicidades Jaime!