Archivo de mayo, 2013

El Gobierno de El Salvador, responsable de la vida de Beatriz

Por María del Pozo María del Pozo

La vida de Beatriz está ahora firmemente y únicamente en las manos del gobierno. El Presidente de El Salvador y la Ministra de Salud deben actuar ya sin demora para cumplir de inmediato con las medidas provisionales dictadas por la Corte Inteamericana y proveer el tratamiento que necesite Beatriz.

El anuncio del Gobierno de El Salvador de tomar medidas orientadas a salvar la vida de Beatriz es una muy buena noticia. Lo importante es que las medidas que se tomen sean las que recomienden los médicos, y que a éstos se les den todas las garantías de que no habrá consecuencias penales.

La presión internacional funciona. Beatriz no esta sola. Las naciones unidas, la CIDH, y miles y miles de personas estamos preocupados por la situación de ella, y estamos exigiendo que el gobierno muestre a Beatriz ahora lo que deberian haberle mostrado desde el principio: humanidad.

Imagen de Mariana Moisa

Las manos de Beatriz, en el video de Mariana Moisa

 

María del Pozo es responsable de relaciones institucionales y política exterior de Amnistía Internacional

Nota de las editoras: Esta entrada es una actualización sobre el caso de Beatriz, una joven salvadoreña de 22 años enferma y embarazada cuya vida está en riesgo. Más de 81.000 personas se han sumado a la petición dirigida al Gobierno de El Salvador para garantizar el tratamiento médico adecuado. Más información de la campaña de Amnistía Internacional para apoyar a Beatriz. 

Beatriz sólo quiere vivir

Por María del Pozo María del Pozo

¿Quién es Beatriz? Beatriz es una mujer salvadoreña de 22 años, madre de un hijo de un año de edad y que quería ser madre por segunda vez. Está embarazada de 2semanas Lamentablemente, tres pruebas realizadas han confirmado que el feto es anencefálico (le falta gran parte del cerebro y el cráneo). Casi todos los bebés anencefálicos mueren antes del parto, o unas horas o días después de nacer. Así que Beatriz no podrá ser madre de su segundo hijo.

 

Pero el problema es aún mas complejo. A la triste realidad del bebé se suma que, si nadie toma medidas urgentes, Beatriz ni siquiera va a poder seguir siendo madre de su primer hijo y éste quedaría huérfano. Beatriz está sufriendo, Beatriz podría morirBeatriz sufre problemas de salud que ponen su vida en peligro durante su embarazo. Tiene un historial de lupus, enfermedad en la cual el sistema inmunológico ataca los tejidos del propio cuerpo, y una enfermedad renal relacionada con el lupus.

Los médicos dicen que Beatriz podría morir si continúa con su embarazo, pero no la han tratado porque temen ser procesados bajo las estrictas leyes anti-aborto del país. El miércoles 29 de mayo, después de injustificados retrasos ante la urgencia del tema, la Sala de lo Constitucional de la Corte Suprema de Justicia (CSJ) de El Salvador se ha pronunciado obligando a las autoridades de salud a garantizar el tratamiento que en cada momento resulte idóneo para su “condición médica”

Ahora ya el Gobierno de El Salvador no tiene excusa, ya no puede retrasarlo más. Debe tomar medidas urgentes. Las autoridades deben, de forma inmediata, proveer a Beatriz del tratamiento médico vital que, hasta ahora, le ha sido negado. La Comisión Interamericana de Derechos Humanos y cuatro expertos de Naciones Unidas han instado al gobierno de El Salvador a proporcionarle a Beatriz el tratamiento médico que necesita, pero el gobierno aún no lo ha hecho.

La comunidad internacional no puede dar la espalda a Beatriz. Es necesario que el Gobierno español y la Unión Europea se movilicen, es necesario salvar la vida de Beatriz.

Sobre la mesa: una gran falta de humanidad, una ruleta rusa. Estamos ante el derecho a la vida de la madre, o el derecho de la muerte de los dos y un nuevo huérfano. ¿Dónde está el bien mayor que proteger? Si las cosas no cambian, yo solo veo un mal mayor.

Si nadie lo remedia Beatriz va a convertirse en un daño colateral de una guerra que nada tiene que ver con ella. Ella está de espectadora, pero ella nos pide ayuda, a todos, a ti también.

El derecho a la vida de Beatriz es sagrado. Ponte en su lugar, tú si fueras ella ¿no querrías también vivir?

Más de 81.000 personas se han sumado a la petición dirigida al Gobierno de El Salvador para garantizar el tratamiento médico adecuado.  Tu firma también es necesaria

 

 

María del Pozo es responsable de relaciones institucionales y política exterior de Amnistía Internacional

Machismo al revés

Por Irantzu Varela Irantzu Varela

No, el feminismo no es lo mismo que el machismo, pero al revés.

Porque el machismo es la forma de pensar que opina que las mujeres estamos subordinadas porque es lo que nos merecemos, la posición en la que nos corresponde estar, dada nuestra naturaleza inferior, secundaria, complementaria.

Y el feminismo es la idea radical de que las mujeres somos gente. Es la forma de pensar que opina que todas las personas debemos tener los mismos derechos y las mismas oportunidades.

Imagen del día contra la violencia machista

Imagen del Día contra la violencia machista

Si el feminismo fuera como el machismo, pero al revés, pretendería que los hombres vivieran sometidos a las mujeres, que trabajaran sesenta días más al año para cobrar lo mismo, que cuidaran gratis, pensando que es su obligación y por amor, a todas las personas de su entorno; que asumieran como propia la única responsabilidad de los trabajos domésticos, que se sometieran a unos roles de belleza imposibles impuestos para nuestro capricho, que se dedicaran a satisfacer los deseos de las mujeres en la cama, en la cocina, en la calle.

Si el feminismo fuera como el machismo, pero al revés, buscaría excusas biologicistas para explicar la discriminación, utilizaría a los hombres como adorno y hablaría como si la mitad de las personas no existieran. Trataría de construir un sistema de desigualdad, orientado a mantener sometida a la mitad de la población del mundo, para que fueran sus sirvientes, sus cocineros, sus enfermeros, sus mancebos, sus distracciones…

Si el feminismo fuera como el machismo, pero al revés, pretendería que las mujeres tuviéramos privilegios a costa de la libertad de los hombres, que mandáramos por encima de ellos en la política, en la economía, en la cultura, en los medios de comunicación, en la calle. Habría mujeres que pegarían a sus parejas, mujeres que matarían a sus maridos, mujeres que violarían a hombres, mujeres que torturarían hombres, y mujeres que harían chistes sobre ello, que cuestionarían a los hombres que lo denunciaran, que se burlarían de los hombres que lucharan para combatirlo.

El feminismo se diferencia del machismo en que es una forma de pensar, de luchar y de vivir, que pretende que construyamos entre todas y todos una sociedad en que ninguna persona tenga menos oportunidades ni menos derechos por ser una mujer, en que nadie tenga represalias ni miedo por su opción sexual, en que todas las personas sean dueñas de su cuerpo y de su sexualidad, y que nadie pretenda secuestrar su capacidad para decidir sobre ningún aspecto de su vida.

El feminismo se diferencia del machismo en que el primero es una ideología de la libertad, de la igualdad, y el otro es una ideología de la esclavitud y de la subordinación.

El feminismo es lo opuesto al machismo. Que no es lo mismo, pero al revés.

 

 

 

Irantzu Varela es periodista, feminista, experta en género y comunicación, y (de)formadora en talleres sobre igualdad en Faktoría Lila.

Yo, emigrante

Por  Raquel García Hermida Raquel García Hermida

Me vais a permitir abrir mi primera contribución en este espacio citando al gran Juanito Valderrama cantando aquello de “adiós mi España querida, dentro de mi alma te llevo metía…” Por eso de ponerle un poco de ambiente al asunto y dar cierta ligereza a algo que a menudo se ve y se vive como una experiencia traumática y desoladora, cuando no tiene por qué serlo: la emigración.

No es mi intención hablar de la emigración como todo totémico, pues soy sólo una de tantas, tantísimas personas que dan el salto de su España, su Surinam o sus Filipinas queridas a otro lugar, a otra “tierra extraña”, siguiendo los versos del maestro coplero. En este espacio compartiré mi particular versión de la experiencia migratoria, la de (y ahora toca autodefinirme cual concursante de la tele) Raquel, natural de Madrid, 30 años y un día (suena a cadena perpetua, eso de la transición a la fatídica treintena, pero de eso de la edad ya hablaré más adelante…), trabajadora, estudiante, según las cuentas madre en exactamente tres meses y, por segunda vez en mi vida, emigrante, una categoría que altera e imprime un carácter especial a todo lo anterior.

Imagen de Raquel García Hermida

Migrar es tender y cruzar puentes. Raquel en Surinam, antigua colonia holandesa, pocos meses antes de trasladarse a los Países Bajos

Como en todo fenómeno social, en éste también se mezcla lo individual con lo colectivo, lo estrictamente personal con lo que es común a todos los que estamos en la misma situación. Son pocas las personas que emigran por el puro placer de hacerlo; siempre hay un componente de necesidad: económica, laboral, afectiva, de seguridad. Pero la decisión de hacerlo siempre viene acompañada de las mismas incertidumbres: ¿Qué me espera? ¿Saldrá todo bien? ¿Echarán por la tele los partidos de Liga?

Como mujer, y en general como persona, pertenezco a una categoría privilegiada: occidental, blanca, bien alimentada, con un techo seguro sobre mi cabeza, por limitar el rango a las cuestiones más básicas de la existencia. Como mujer emigrante, también parto con muchas ventajas. Mi experiencia migratoria, así de primeras, tiene poco que ver con la de una subsahariana embarazada que se juega la vida para atravesar el Estrecho en una balsa inflable. Y sin embargo, me resisto a admitir que no tengamos nada en común, aparte de nuestra común humanidad e inminente maternidad.

Porque, una vez que entras en esa categoría administrativa llamada CERA (Censo Electoral de Residentes Ausentes), todo cambia, y ya nada es igual, seas quien seas y vengas de donde vengas. Aunque al cabo de un tiempo regreses y te reintegren legítimamente en el parco CER (el Censo de toda la vida, vaya). Tú no eres la misma, tus ojos ya no ven como antes, y no solo por los desperfectos de la edad. La emigración es cirugía vital y, como la que se practica en camilla, puede hacer maravillas o causar destrozos.

¿Me acompañáis en el viaje?

 

Raquel García ha dedicado su carrera profesional a la comunicación política y en distintas ONG, en España y Estados Unidos. Su última parada es Gorredijk, una pequeña comunidad rural en los Países Bajos, desde donde escribe sobre los retos de la emigración, la maternidad y cómo conciliar las aspiraciones personales y laborales. 

Custodia compartida: ¿fórmula maestra?

Por Susana Martínez Novo SusanaMartinezNovo70

Una reciente Sentencia del Tribunal Supremo afirma que la custodia compartida es la mejor solución para los menores en casos de separación. Sin poner en duda el conocimiento jurídico ni el papel de responsabilidad de los miembros del Tribunal Supremo, me gustaría aportar algunos elementos de reflexión nacidos de más de 20 años de experiencia en Derecho de Familia.

Cada familia compone una unidad compleja, que debe obligar a los jueces y Tribunales a huir de generalidades. No hay una pareja igual, no hay un hijo igual a otro. Por eso, la custodia compartida no es deseable ni indeseable por sí misma. Comparto la línea de la sentencia al señalar que la custodia compartida requiere que se den unos presupuestos específicos para ser efectiva y realmente beneficiosa para las niñas y niños. Y también para que la dinámica familiar se desenvuelva bien una vez rota la convivencia.

El problema, lógicamente, no suele plantearse cuando hay un acuerdo real entre los progenitores y éstos anteponen el bienestar de los niños a sus propios intereses. Pero he visto muchos casos en que el acuerdo se ha visto forzado o condicionado por motivos económicos o miedo a represalias, en los que el acuerdo es ficticio. No obstante el mayor problema surge ante la falta real de acuerdo. Muchas veces, es una circunstancia insalvable que impide que una custodia compartida funcione.

Los presupuestos básicos para una custodia compartida beneficiosa pasan siempre por la condición de que entre los padres exista la posibilidad de negociación y diálogo para resolver la multiplicidad de incidencias o decisiones que han de tomar en la vida diaria respecto a sus hijos e hijas. Elegir colegio, médicos, gestionar las excursiones, clases extraescolares, horarios…

Si no es posible la negociación, lejos de ser un sistema beneficioso para la familia en su conjunto, y especialmente para las niñas y niños, se convierte en un foco de conflictos. Vemos muchos menores que sufren yendo y viniendo como «instrumentos arrojadizos» entre la antigua pareja. El sentimiento de culpabilidad y el conflicto de lealtades pueden condicionar el futuro desarrollo de la vida de estas niñas y niños. Otro elemento fundamental que no puede olvidarse es la trayectoria de participación de los padres en el cuidado de sus hijas e hijos antes de la ruptura, ni la estabilidad que cada uno de los padres puede ofrecer.

Afortunadamente cada vez somos más, mujeres y hombres, quienes creemos en una sociedad igualitaria y tratamos de avanzar hacia ella. Si en una familia las prácticas de cuidado han sido equilibradas, la custodia compartida será una prolongación de esa costumbre familiar beneficiosa para todos.

Pero la realidad de la práctica cotidiana en derecho de familia nos muestra que en la mayoría de los casos aún nos queda mucho para llegar a ese equilibrio. Generalmente, es sólo uno de los miembros de la pareja quien ejerce la principal función cuidadora, y quien asume una jornada reducida o deja de trabajar para ocuparse de las niñas y niños. Y esa persona es por lo regular la mujer.

Desde hace algún tiempo, una de las consultas frecuentes que recibo por parte de algunos padres en relación con su interés por solicitar la custodia compartida se refiere a la necesidad o no de abonar alimentos a las hijas e hijos en esa situación, o la posibilidad de vender la vivienda sin que ésta quede para el uso del padre o la madre que tiene la custodia exclusiva. También en algunos casos se plantea someter a los niños a desplazamientos constantes de una a otra casa para ajustarse a las necesidades laborales de sus padres, sin pensar en el impacto psicológico que puede producirles.

Esta realidad debe ir cambiando poco a poco y para ello tenemos que seguir trabajando por la igualdad efectiva en todas las parejas, unidas y separadas. Mientras tanto, es muy importante que nuestros hijos e hijas no sirvan de experimento. Un sistema de custodia compartida impuesto por un juez sin acuerdo real entre los progenitores puede tener un impacto negativo en sus vidas.  Tanto como meterles en un avispero. Y creo que esta sentencia debería invitarnos a todos a reflexionar, si tenemos hijos o estamos pensando tenerlos en el futuro. Deberíamos pensar más en cómo compartimos su cuidado y su crianza cuando la pareja está unida, y así será más sencillo compartir su custodia si nos vemos en la situación de tener que separarnos.

Susan George y las redes del poder

Por María Luisa Toribio María Luisa Toribio

Me encanta escuchar a Susan George. Combina una mente lúcida con una gran capacidad de comunicación. Sus investigaciones apuntan a las entrañas del poder y del proceso de globalización económica y financiera del mundo. En sus libros y en sus charlas nos lo cuenta con una claridad impresionante, al tiempo que plantea líneas de actuación desde la sociedad. Los títulos de algunos de sus libros lo dicen todo: Otro mundo es posible si…, Sus crisis, nuestras soluciones.

Susan George (c) Pablo Tosco

Susan George, en el 50 aniversario de Intermón Oxfam

Me gusta lo bien que explica la manera en que las élites financieras han conseguido convertir sus objetivos –privatización de los servicios públicos, prioridad incuestionable del mercado…– en el sentido común del mundo. Es cierto, hay reconocerles el mérito de haber puesto los mercados financieros (o lo que es lo mismo, la especulación y la acumulación indecente de capitales) en primer lugar, por encima de los derechos de las personas y del equilibrio del Planeta en el que vivimos. Hemos llegado al extremo de que el mundo de las finanzas es quien dicta a los Estados las políticas de austeridad que nos están quitando derechos y servicios.

He aprendido tanto escuchando a Susan George que sus escalas en Madrid son para mí una cita ineludible. La última vez que tuve el privilegio de escucharla fue en el encuentro Otro Mundo Está en Marcha, el pasado mes de febrero. Nos dejó dos prioridades: el cambio climático y tener al sector financiero bajo control; nos animó a actuar: “nunca pienses que lo que haces es inútil, porque no sabes qué efecto puede tener”; y nos metió prisa: “vivimos un momento único en la historia”, nos dijo «y urge reaccionar, necesitamos objetivos claros y actuar juntos».

Si bien es cierto que la sociedad está despertando y cada día vemos ejemplos del poder de la acción ciudadana colectiva, creativa y pacífica; también lo es que necesitamos impulsar cambios de calado que nos lleven a poner el equilibrio del Planeta (nuestra casa común) y el bienestar de las personas por delante de los intereses financieros de unos pocos.

Mientras escribo estas líneas, los niveles de CO2 en la atmósfera alcanzan un nuevo récord. Greenpeace reacciona con rapidez y cuelga en su web un gráfico que habla por sí solo. Una nueva llamada de atención sobre el cambio climático, una de esas dos prioridades acuciantes que nos recordaba Susan George.

El dato me reaviva una pregunta que me acompaña desde hace décadas: ¿cómo lograr que el medio ambiente se perciba como algo propio? Porque la realidad es que buena parte de la sociedad –y desde luego la inmensa mayoría de la clase política– sigue viendo el medio ambiente como algo ajeno, que no afecta a sus vidas. La respuesta se va perfilando con el tiempo, necesitamos sentirnos parte de la vida en el Planeta. Una conexión que no vendrá solo de los datos y los argumentos, sino del corazón y los sentimientos.

 

 

María Luisa Toribio. Bióloga y activista, con una mirada global al mundo que me lleva a implicarme en causas  como el medio ambiente, la pobreza, los derechos humanos, las poblaciones indígenas… Convencida de que las múltiples crisis que vivimos tienen raíces comunes y que toca impulsar cambios profundos. 

 

Decisiones de mujer

Por Sole Giménez Sole Giménez

Hay dias en los que me siento pequeña y frágil, tan indefensa y perdida como una niña, pero no lo soy. Soy una mujer adulta y como tal con capacidad de tomar decisiones sobre mi propia vida, con el derecho a decidir cómo vivir mi propia vida, como debería ser para toda esa inmensa mayoría de mujeres que habitan en este mundo a las que desde tiempo inmemorial les ha sido negado sistemáticamente ese derecho, de muchas y muy diferentes maneras.

A dia de hoy, en mayo 2013, se nos sigue negando y se nos sigue tratando como a niños a los que hay que dirigir, manejar, acallar y anular pues según algunos hombres, no tenemos criterio como para decidir por nosotras mismas, y seguimos siendo tratadas como ciudadanos de segunda. Evidentemente depende mucho de los países, pero asombrosamente el transfondo que subyace bajo este tema es tristemente universal y desagradablemente paternalista.

Malala, activista paquistaní por la educación de las niñas

Malala, atacada por defender el derecho de las niñas a la educación, se ha convertido en un símbolo mundial.

Nuestros derechos están limitados a lo largo y ancho del planeta, desde cosas tan sencillas pero tan esenciales como decidir sobre tu propio cabello, que tendrás que rapar en el Israel más ortodoxo y deberás ocultar en Argelia o Arabia Saudí. Como decidir la parte de tu cuerpo de mujer que enseñas, pues no puedes mostrar tu cara en Afganistán, ni los brazos, ni las piernas, ni los pies en Irán, ni tampoco puedes mostrar tu cuerpo libremente como acto de protesta –como le ocurrió a Amina, amenazada de lapidación en Túnez por enseñarlo-.

Son demasiadas las mujeres que no pueden decidir sobre su futuro y no pueden por ejemplo elegir con quién comparten su vida, como ocurre en la India o cuántos hijos quieren tener, como pasa en China.  O si deciden o no dar a luz una criatura que vendrá al mundo a sufrir por sus malformaciones congénitas como en breve pasará en España. Hay mujeres que tampoco pueden decidir sobre sus propias y tantas veces escasas pertenencias como en Nicaragua, donde no se les permite tener dinero a su nombre, no pueden ni heredar ni ser dueñas de la tierra que trabajan, no pueden vender los frutos que cultivan, ni tampoco pueden opinar.

Niñas con voces de mujer que quieren ir a la escuela y no pueden y llegan a ser tiroteadas como Malala en Pakistán. Otras que tienen posiciones claras y valientes que defender pero a las que se les niega su participación en la sociedad como ocurre en Marruecos o en el Vaticano. Adolescentes que ni siquiera deciden sobre su propia sexualidad, tantas veces mancillada, utilizadas en conflictos armados, usadas como mercancía a lo largo de todo el planeta. Futuras mujeres que ni siquiera llegan a decidir sobre sus propios órganos sexuales brutalmente mutilados, como sigue ocurriendo en Mauritania.

Sé que muchos hombres nos acompañan y nos ayudan a avanzar en nuestros derechos, benditos sean, pero por un segundo les pido que se imaginen vivir con esa condena sólo por el hecho de tener uno de los dos únicos sexos. La mujeres somos el 50% de la población y en general tenemos menos del 50% de los derechos. El de decidir cómo queremos que sea el mundo en el que vivimos es uno de nuestros grandes derechos. Por eso no debemos dejar que otros decidan por nosotros.

Desastre de mujer

Por Lara Contreras Lara Contreras

Estoy en Ginebra en una conferencia organizada por Naciones Unidas donde se discute un tema vital: ¿qué tiene que hacer la comunidad internacional para prevenir los desastres naturales? El objetivo de esta reunión debería ser que las personas, en todo el mundo, sufran menos.

No se puede impedir que ocurra un terremoto, un tornado o una inundación, pero hay muchas medidas que los gobiernos y las instituciones internacionales pueden tomar para impedir que destrocen miles de vidas. Por ejemplo: hay decisiones sobre cómo y donde construir las viviendas que salvan vidas ante un terremoto o una inundación. Hay información y formación que se puede dar a las personas de una zona de riesgo para que sepan qué deben hacer para protegerse o para evacuar las  áreas de peligro cuando se avecina un desastre.

En los años que he pasado en distintos países (India, Bangladesh, Nepal…) he visto claramente que el riesgo de sufrir un desastre no es el mismo para los ricos que para los pobres y no es el mismo para las mujeres que para los hombres. Las personas más vulnerables, con menos recursos, pueden caer en la pobreza en un momento, si en un día demasiado lluvioso se inunda su casa.

El 50 por ciento de la población, las mujeres, son más vulnerables a sufrir en una situación de emergencia porque parten de una situación de desventaja. En muchas partes del mundo, no tienen acceso a tierra, no pueden disponer de ahorros y en algunos casos no son conscientes de su derecho a ser protegidas ni tienen voz política. En los últimos grandes desastres como el Tsunami la mayoría de muertos fueron mujeres.

Sin embargo, este mismo 50 por ciento, las mujeres, son las que sacan a sus familias adelante después de un desastre y son las que saben qué se necesita en su casa, en su pueblo y en su país, para prevenirlos. Son el corazón de sus comunidades y sus familias en los momentos más difíciles.

En todos los documentos que se están presentando para este evento aparece el género como un tema transversal. Pero la realidad es que en las sesiones importantes, en las que se toman decisiones, hay una gran mayoría de hombres y las mujeres son invisibles. Sólo eran mayoría en la sesión de prevención de riesgos y mujeres, y precisamente en esta sesión no había casi hombres que las escucharan. De hecho la representante de Camboya se levantó y felicitó con ironía a los hombres que estaban en la sala.

Violent junto a los restos de su vivienda en Place Soulouque, Petit Goave, en Haití. Imagen de Pablo Tosco.

Violent junto a los restos de su vivienda en Place Soulouque, Petit Goave, en Haití. Imagen de Pablo Tosco.

Las mujeres son agentes de cambio. Se organizan. No son simples víctimas. Tienen derecho a ser protegidas de los desastres y quieren compartir el riesgo en términos de igualdad con los hombres, con los ricos, con los poderosos. Para que se reduzca el sufrimiento que causan los desastres, las mujeres tienen que ser más conscientes de sus derechos, dejarse oír y ser escuchadas. No pueden rendirse, no pueden callarse y no lo harán. Quieren planificar su vida, decidir qué quieren para el futuro, no sólo intentar superar un desastre cuando ya ha ocurrido. Quieren enfrentarlos con fuerza, estar preparadas y saben cómo hacerlo, sólo necesitan tener voz. En lo cercano y en lo político. Si ellas participan en la prevención, los desastres serán menos dolorosos para todos.

 

Lara Contreras es experta en acción humanitaria e incidencia política de Intermón Oxfam. Ha trabajado en diversos países en conflicto (Irak, Palestina, Colombia) y en la respuesta a desastres naturales como el Tsunami de 2006, Bangladesh, Nepal, India…

 

A vueltas con el mundo

Por Gema Castilla Gema Castilla

El mundo está del revés. Y en muchas de sus acepciones semánticas: como infortunio, como golpe con la mano vuelta, como parte opuesta de algo… pero a los problemas se les puede dar un giro. Y así, convertir la enfermedad, en salud. La desigualdad, en integración. Los conflictos, en paz. El analfabetismo, en educación. La pobreza, en bienestar.

Soy testigo del dolor en la mirada de las personas más gravemente excluidas que pasan cada día por @RAISfundacion. Si esa mirada calase, seguro que el giro sería más contundente. Porque cada euro invertido en solidaridad tiene un impacto real sobre el futuro de millones de personas tanto en nuestro país como en todo el planeta. Cabe destacar que, según un estudio de la Asociación Española de Fundraising y Bain & Company, los fondos donados a las ONG tienen una repercusión en la sociedad nueve veces superior a su valor, es decir, por cada euro recibido, las organizaciones pueden llegar a generar una media de nueve euros de impacto económico a largo plazo.

Por eso, quiero agradecer a la ciudadanía sus donaciones, y en especial a las contribuciones de sus socios regulares, que en los últimos dos años han crecido un 10%, alcanzando los 3,5 millones. Una cifra que representa el mayor colectivo de personas que colaboran con una aportación económica al sostenimiento de su organización, por delante de sindicatos, partidos políticos o clubes de fútbol. Porque en un momento en el que la economía es el ojo del huracán y los fondos públicos se han visto cercenados contundentemente, es cuando más valor tiene la participación ciudadana y su compromiso con los más vulnerables. Así que por pequeña que sea la aportación, sin lugar a dudas, todo suma.

7,5 millones de personas colaboraron con las organizaciones sociales españolas en 2012

Infografía de la campaña SOMOS sobre el apoyo económico a las ONG en España

El seleccionador nacional Vicente del Bosque, el campeón del Mundo de moto GP Jorge Lorenzo, el deportista Juanma López Iturriaga, la periodista Ana Pastor, los presentadores Christian Gálvez, Carlos Sobera, Sandra Sabatés y Anne Igartiburu, las actrices Marta Etura y Macarena Gómez o los músicos Antonio Carmona y Carlos Jean son algunos de los ciudadanos que han querido demostrar su compromiso. Pero tú también puedes hacerlo. El próximo 24 de mayo todos podemos salir a la calle con una prenda del revés para celebrar el Día SOMOS o bien participar en las quedadas a las 12 de la mañana de ciudades como Badajoz, Guadalajara, Huesca, Madrid, Palma de Mallorca o Pamplona.

Gracias en nombre de los beneficiarios de programas de empleo para personas en riesgo de exclusión, gracias por contribuir a la investigación en la leucemia, gracias por dar asistencia a personas con discapacidad, gracias por contribuir a aquella catástrofe del otro lado del océano, gracias por dar acceso a la educación a cientos de niños. GRACIAS eterno y en mayúsculas. Porque estoy convencida que unidos podemos cambiar el mundo, entre todos vamos a darle la vuelta a los problemas y hacer de este planeta un lugar mejor para vivir.

 

Castigada

Por Yolanda Román YolandaRoman

No les voy a hablar de mujeres condenadas a morir lapidadas por adulterio, ni de niñas a las que se les rebana el clítoris en nombre de la tradición, ni de matrimonios precoces y forzados, ni de abortos clandestinos que acaban con mujeres desangradas. Hoy no. Ya tendremos tiempo de abordar estos temas si son ustedes -hombres o mujeres- tan amables e inquietos como para visitar regularmente este ilusionante espacio recién nacido.

Hoy les voy a contar una historia cercana, de aquí al lado, pero igual de estremecedora, incomprensible y colérica que esas que nos llegan de lugares lejanos en los que las mujeres no tienen ni siquiera formalmente reconocidos sus derechos. Y esta vez no voy a hacer uso de recursos literarios; les contaré los hechos objetivos. Seré irremediablemente breve, pero vaya por delante que puedo demostrar y ampliar lo que les cuento con documentación oficial e informes de expertos.

Imagen de Óscar Garcia intervenida

Intervención de una imagen de Óscar García

Se llama Paula. Es una mujer de ojos claros que casi nunca lloran. Una mujer delicada y dura a la vez, de esas a las que les cuesta dejarse abrazar porque temen derrumbarse. Paula tiene una hija, Lara. La niña tiene ahora 5 años. Paula y Lara se quieren mucho -todos los que las conocen, lo aseguran- pero desde hace un año sólo pueden verse 2 días a la semana, durante dos horas, y sólo desde hace muy poco sin vigilancia.

Un día, cuando Lara tenía 3 años y sus padres ya estaban separados, Paula llevó a su hija al médico. La pediatra le dijo que presentaba síntomas de abuso sexual. Paula no se lo podía creer, pero la pediatra presentó un parte de lesiones y se abrió un proceso judicial contra el padre de Lara. Los jueces que conocieron del caso decidieron que no había pruebas suficientes contra él pero, además, determinaron que Paula era una mujer mentirosa y manipuladora que había dañado, con sus acusaciones, la relación entre Lara y su padre.

El caso de abusos sexuales fue sobreseído provisionalmente y a Paula se le castigó retirándole la custodia de su hija y concediéndosela al padre, con el fin de que este pudiera normalizar la relación con su hija. Para evitar que Paula manipulase a la niña, los jueces decidieron que sólo podía verla en un punto de encuentro con vigilancia, sólo cuatro horas a la semana. Esta situación se alarga ya desde hace casi un año.

Lara vive con su padre y sólo ve a su madre, un ratito, los lunes y los jueves. Nadie le ha explicado por qué. Paula no puede hacerlo, ya que le acusarían de tratar de manipular a su hija. Lara sólo sabe que un día, sin previo aviso, su padre fue a buscarla al colegio 20 minutos antes de que terminaran las clases y se la llevó a la fuerza, entre gritos, forcejeos e hipidos, y desde entonces sólo ve a su madre dos días a la semana, en un lugar extraño y observadas por personas extrañas. Lara sólo sabe –siente- que cualquier cosa que ella haga o diga puede dañar a su madre y hacer que le castiguen más, por eso cada vez habla menos. Dicen los que la conocen, incluido su padre, que es una sombra, delgadísima y muda, de la niña que fue.

Su madre no puede explicarle nada y tampoco es seguro que la niña pudiera entenderlo. ¿Acaso lo entienden ustedes? ¿Cómo explicarle a una niña que sobre las mujeres pesa una sospecha de maldad que puede condenarlas al infierno porque hay algo monstruoso y atávico llamado machismo?

Para determinar que Paula era una madre manipuladora no había pruebas, como  no las había para procesar al padre por abusos sexuales. Sin embargo ella sí fue castigada. Contra Paula sólo había prejuicios y un principio judicial no reconocido abiertamente en España pero muy instalado en los juzgados: la presunción de manipulación. Por supuesto, sólo aplicable a las mujeres.

Piénsenlo un momento, ¿qué harían ustedes si tuvieran la mínima sospecha, cierta o no, de que alguien le está haciendo daño a sus hijos? Piénselo un momento y entiendan el infierno de Paula, que es, sobre todo, el infierno de Lara.

 

Si conoces un caso como éste, escríbenos y cuéntanoslo: info@savethechildren.es. Save the Children trabaja para lograr una mayor protección de los niños y las niñas en el ámbito de la Administración de Justicia y para que su interés superior sea el centro de todas las decisiones judiciales que les afecten. Si no quieres quedarte de brazos cruzados ante casos como éste, únete a Save the Children ahora (www.savethechildren.es – 902 013 224).