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Mujeres de Nepal, a un año del terremoto

Por Beatriz Pozo

‘Cuando sentí el temblor en las piernas, me pregunté por qué habría camiones pesados en el pueblo. Para cuando ese pensamiento había cruzado mi mente, todo el suelo vibraba violentamente. Se oía un gran estruendo, un sonido muy grave, que venía de todas partes. Estaba realmente asustada. Me giré a mirar mi casa, y vi que se mantenía en pie, pero, cuando entre, cada piedra, cada trozo de pared, se había derrumbado. Fue horrible.’

 The communities living in Ghairung, Ghorka take part in an Oxfam funded Cash for work scheme to rebuild a 5km trail. The trail connects two villages, a health centre and a local market and will benefit 1140 households. The 153 people (both men and women) taking part in the scheme are being paid 510 rupees per day for 32 days. In Jhyamir (one of the two villages) there are 160 households, 80 of which had their houses completely destroyed in the 2015 earthquake. Only 2 houses in Jhyamir are still safe to live in. Oxfam previously distributed 300 latrines in Ghairung.

Mujeres nepalís construyen un camino en Jhyamir, Ghairung (Nepal). Kieran Doherty/ Oxfam

Hoy hace un año del terremoto que asoló Nepal, dejando casi 9000 muertos y 850000 casas destruidas o dañadas. La de Kamala Koirala, de 42 años, fue una de ellas. Desde entonces, ella y su familia han estado viviendo en una pequeña cabaña

que construyeron con el dinero que les dieron de ayuda humanitaria. En su pueblo Jhyamir, la mitad de las casas quedaron completamente destruidas tras el terremoto y solo en dos de ellas es seguro vivir.

Bimela, en cambio, estaba viendo la televisión con su bebé, cuando la tierra empezó a temblar. De repente, la pantalla se apagó, se fue la luz y todo empezó a moverse. Sujetando a su bebé, se protegió debajo de la escalera.  Su casa, por suerte, aguantó y no tuvo que lamentar ninguna perdida en su familia.

Ahora, tanto Kamala como Bimela tratan de recuperar su vida anterior. Ambas trabajan en el proceso de reconstrucción de sus pueblos, con la ayuda de Oxfam. Kamala, pese a haberse roto una mano durante el terremoto y tener aún secuelas, participa en la construcción de un nuevo camino, más seguro, que conecta dos pueblos, un centro sanitario y un mercado. Antes Kamala vivía de lo que daban sus tierras, pero estas quedaron totalmente destruidas por el terremoto.

Bimela, por otro lado, trabaja en la reconstrucción de unos canales de irrigación que se rompieron durante el terremoto e inundaron toda la zona. Es una labor que están realizando solo mujeres. ‘Aquí, tras el terremoto, los hombres se llevaban las manos a la cabeza ante la destrucción de sus casas y se preguntaban qué iban a hacer. Las mujeres, en cambio tenían que cuidar a sus hijos y su casa. Al final han sido ellas las que han dado un paso adelante y tomado la iniciativa.’ Ahora, son las mujeres, en muchos casos, las que proveen para sus familias, gracias a proyectos como este.

Sin embargo, tratar de recuperar la vida de antes es difícil para todos los nepalíes; y más con las constantes replicas, más de 400 en un año, que constantemente les recuerdan lo que pasó. Mucha gente tiene miedo de reconstruir sus casas o de dormir bajo techo solido, por si la tragedia se volviera a repetir. Kamala cree que no tiene ningún sentido reconstruir su casa, porque, si hubiera un nuevo terremoto, se derrumbaría de nuevo.

A pesar de las dificultades, tanto Bimela como Kamala están muy agradecidas por poder trabajar. La ayuda humanitaria ha ayudado a muchos de los habitantes de Nepal a sobrevivir durante estos últimos 12 meses. Una vez pasado el desastre, sus consecuencias permanecen y el país tardará aún mucho tiempo en recuperarse de lo que pasó. Las víctimas mortales, los heridos y los edificios derruidos, no han sido las únicas consecuencias del terremoto. El miedo, la sensación de haber perdido una forma de vida, la incertidumbre ante probables nuevas catástrofes y el dolor por lo que ocurrió, afectan todavía a la población nepalí. Bimela, Kamala y tantos otros como ellas, aún necesitan nuestra ayuda.

Beatriz Pozo es estudiante de periodismo y comunicación audiovisual. Colabora como voluntaria con el equipo de comunicación de Oxfam Intermón.

Seis meses después de un terremoto

Por Bárbara Mineo BarbaraMineo

Cuando de nuevo la tierra tiembla entre tres países del sur de Asia (Pakistán, Afganistán e India), no puedo evitar de pensar en la situación de quienes hace 6 meses pasaron por un desastre parecido. Me gustaría hablar de Ganga Parajuli. Esta mujer de 35 años, es una de las miles de víctimas del terremoto que hace seis meses sacudió el Nepal.

Vive en uno de los distritos golpeados por el terremoto, pero carece de tierras. Ganga y su familia han vivido en asentamientos informales desde que tiene memoria. Ha pasado toda su vida sin las facilidades y privilegios que otorga tener un certificado de tenencia de tierras. A Ganga le preocupa que la situación no cambie, ni siquiera para sus hijos.

Ganga Parajuli, de 35 años, es una mujer sin tierra del distrito de Bhaktapur. Imagen: Oxfam Internacional.

Ganga Parajuli, de 35 años, es una mujer sin tierra del distrito de Bhaktapur. Imagen: Oxfam Internacional.

Ganga solía trabajar como limpiadora en un hotel de Telkot, mientras su marido trabajaba como jornalero. Actualmente vive en un refugio temporal después de que su casa, situada en una propiedad de un familiar, se viniera abajo tras el terremoto que sacudió Nepal hace seis meses, el 25 de abril de 2015. El hotel en el que trabajaba también sufrió daño y Ganga se ha quedado sin trabajo.

«El terremoto nos ha convertido en personas sin hogar. Teníamos una pequeña casa, pero el terremoto la destruyó. Todo lo que nos queda son escombros y deudas que contrajimos al construirla”

El terremoto ha afectado a millones de Nepalís pero sin dudas ha afectado de forma desproporcionada a las mujeres, los niños y las personas ancianas, así como a las personas con discapacidades o pertenecientes a minorías étnicas o castas discriminadas.

La desigualdad, exclusión y discriminación que sufren estos grupos sociales no solo ha determinado quiénes han sido las principales víctimas mortales del terremoto sino, también, su capacidad para hacer frente y responder de manera eficaz al desastre.

Más de la mitad de las víctimas mortales fueron mujeres y niñas.

A pesar de los esfuerzos importantes realizados en estos meses para hacer frente a las necesidades de las mujeres, la violencia sexual y de género siguen siendo un problema especialmente preocupante en los asentamientos temporales: se han denunciado incidentes en Nuwakot, Rasuwa and Dolakha.

El tráfico de mujeres jóvenes y niñas ha aumentado: las redes de explotación han aprovechado que las mujeres se veían obligadas a buscar desesperadamente fuentes de ingresos para mantener a sus familias.

Las mujeres en una situación de emergencia como ésta cuentan con escasos activos. Las cargas domésticas caen sobre ellas, tienen muy limitado el acceso a recursos económicos y no cuentan con medios de vida alternativos, ni siquiera con la propiedad de sus terrenos o casas. Todo esto menoscaba de forma significativa la capacidad de recuperación de las mujeres en comparación con la de los hombres, que tienen más opciones para acceder a otros medios de vida.

Sin embargo, el predominio de las mujeres en los sectores informales y el agrícola, unido a su capacidad única para impulsar la resiliencia en sus comunidades, podría jugar un papel crucial en la recuperación y reconstrucción si se proporcionase el apoyo adecuado.

Es fundamental convertir la desgracia en oportunidad, en éste y en todos los terremotos,  y hacer lo posible para que en los planes de reconstrucción se preste especial consideración a las necesidades de las mujeres y los grupos excluidos, especialmente a las necesidades de quienes carecen de tierras, para garantizar que se aborden y no se agraven las desigualdades y para que las mujeres se impulse una participación genuina y significativa  de las mujeres para buscar soluciones sostenibles que permitan atacar el problema de la desigualdad y discriminación aun presente en el país.

Bárbara Mineo es responsable de acción humanitaria en Oxfam Intermón

Inge Lehman: la mujer que corrigió a Verne

Por Beatriz Pozo Bea Pozo

Estos días los ojos del mundo están vueltos hacía un pequeño país de Asia, donde un terremoto se ha llevado por delante más de 8000 vidas y buena parte de sus infraestructuras y patrimonio histórico y cultural. Mientras en Nepal los equipos de rescate y las ONG se afanan por llevar ayuda humanitaria a los más afectados, un debate vuelve a resurgir: ¿Se podía haber evitado la tragedia? Cada vez que hay un terremoto  -bien sea en Japón, en Indonesia, en Chile o en Nepal-, esta pregunta ocupa las primeras planas.

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En este caso los expertos dicen que, aunque no se podía predecir el momento exacto, Nepal se encuentra en una zona con una gran actividad sísmica, y un terremoto de estas características podía tener lugar en cualquier momento. Sin embargo, las infraestructuras y los edificios no estaban preparados para ello.

Más allá de buscar los porqués y de analizar la pobreza del país o la labor de las autoridades, hoy quiero destacar y reivindicar la importancia que tienen la sismología y aquellos avances científicos que ayudan a predecir este tipo de catástrofes y que permiten prevenirlas. En la historia de esta materia me llama especialmente la atención la figura de Inge Lehmann, una mujer que redefinió el concepto que se tenía hasta entonces de los movimientos sísmicos. Estos días se está celebrando el 127 aniversario de su nacimiento y, el pasado día 13, Google le dedicó su Doodle.

Lehmann fue una pionera en su campo, aunque siempre tuvo que luchar contra las dificultades de ser mujer en un mundo hecho por y para los hombres o, por ponerlo en sus propias palabras, ‘no sabéis con cuántos hombres incompetentes he tenido que competir en vano’. Nacida en 1888 en Østerbro, Dinamarca; estudió matemáticas en la Universidad de Copenhague y en Cambridge, donde no pudo graduarse porque las mujeres en esa época no lo tenían permitido, una injusticia que no se corrigió hasta 1948. Su experiencia inglesa la dejó exhausta, por lo que abandonó los estudios  y no los volvió a retomar hasta 6 años después, de nuevo en su país natal.  Una vez graduada, la sismología llamo la atención, iniciando así una carrera que la convirtió en una de las figuras más eminentes en la materia.

En 1936, publicaría “P”, su obra más famosa. En ella demostraba que el centro de la tierra tiene en realidad dos núcleos (interno y externo), uno líquido y otro sólido, que interactúan entre sí, pero que están separados por una discontinuidad, que recibió su nombre. Hasta entonces se pensaba que había un solo núcleo líquido. Este descubrimiento le llevó a recibir numerosos premios. Se convirtió así en la primera mujer en recibir la medalla William Bowie en 1971, la máxima distinción en el campo de la geofísica.

De entre todos los datos de su biografía, llama especialmente la atención que estudiara en el primer instituto de Dinamarca que trataba a chicos y chicas por igual. Ella misma dijo que ‘allí no se reconocía ninguna diferencia entre el intelecto de hombres y mujeres. Tuve muchas decepciones más adelante al descubrir que esa no era la actitud general’. Recibir una educación mixta e igualitaria tuvo pues una gran influencia en su desarrollo posterior y en que se convirtiera en lo que llego a ser; aunque fue también una de las causas de su desdicha en Cambridge donde ‘a las chicas jóvenes se les imponían muchas restricciones’.

En estos días en los que una nueva tragedia nos recuerda la importancia de que se sigan produciendo avances científicos que nos permitan entender mejor el mundo y prevenir las catástrofes, no viene mal recordar figuras como la de Inge Lehmann, que durante toda su vida trabajó porque estos descubrimientos tuvieran lugar, por muchas dificultades que se le pusieran por delante. Su ciencia no solo sirvió para mejorar nuestro conocimiento de los movimientos sísmicos, sino también para reivindicarse a sí misma y con ello el papel de las mujeres en el mundo de la investigación.

Beatriz Pozo es estudiante de periodismo y comunicación audiovisual. Colabora con el equipo de comunicación de Oxfam Intermón.

La casa de Guita

Por Júlia SerramitjanaJulia Serramitjana

Guita es nepalí y acaba de perder su casa. Cuando la tierra tembló el pasado 25 de abril, estaba en una reunión de la comunidad en la que vive, en la zona rural de Champi, en el noroeste del país. Estar fuera de su casa la salvó. Sus dos hijos también consiguieron salir ilesos de la vivienda, antes que se desmoronara y se convirtiera en un montón de piedras y polvo. Están vivos y son afortunados por ello, pero todo lo que tenían se ha esfumado en segundos.

Guita está sola tratando de sobrellevar este drama. Su marido Ramés no puede estar con ella. Trabaja en la construcción en Dubai y les manda dinero cuando puede. Pudieron hablar días después del seísmo pero no podrá venir para ayudarles. Guita deambula por los escombros de lo que hace apenas minutos había sido su casa, intentando recuperar algunas de las cosas que han quedado sepultadas: cuadernos de texto de sus hijos, un jarro de agua y un plato.

Curiosamente, lo hace vestida con un ‘punjabi’, el vestido que los nepalíes tienen reservado para las fiestas y celebraciones. La imagen roza lo surreal. Es obvio que no hay nada que celebrar, pero es lo único de ropa que tiene ahora. La pudo recuperar porque la había llevado al costurero una semana antes del terremoto y ese edificio no sufrió daños. Así que fue a buscarlo y se lo puso.

Además de su casa, Guita a ha perdido las semillas para la próxima cosecha. Se ha quedado sin su medio de subsistencia.

Además de su casa, Guita a ha perdido las semillas para la próxima cosecha. Se ha quedado sin su medio de subsistencia. (C) Pablo Tosco / Oxfam Intermón

Ver esta imagen me hace estremecer. Hace años una máquina excavadora derrumbó en escasos minutos la casa en la que había vivido mi familia durante varias generaciones. En un abrir y cerrar de ojos desapareció todo lo que se había construido allí durante años y años. Las paredes, las habitaciones, los muebles, los olores y los sonidos a los que uno se acostumbra. Todo lo que habíamos vivido, compartido y aprendido en esa casa dejó de exisitir para transformase sólo en recuerdos que, de vez en cuando, rescata nuestra memoria. Recuerdo que, con la mirada clavada en el suelo, aún en shock y como si fuera un último intento para rescatar nuestro pasado, tratábamos de recuperar  objetos que se habían quedado dentro: un cuadro, unos platos de porcelana y una baldosa. Y es que una parte de nosotros  se quedaba entre esos escombros para siempre.

No sé si Guita habrá tenido tiempo de pensar mucho en eso. Con las lluvias monzónicas al caer, en su comunidad se apresuran para acondicionar cobertizos que les protejan hasta que puedan levantar edificaciones más sólidas. No pueden perder tiempo.

Además, Guita ha perdido todas las semillas de cereal que guardaba en su casa para la próxima cosecha y no tiene nada con lo que poder subsistir. Cuenta que su marido tratará de mandarle dinero y que sus vecinos la están ayudando. Ella también está ayudando en lo que puede para poder volver a la vida que tenían antes. Enfundada en su ‘punjabi’ de colores alegres en un escenario triste y gris, ahora le toca empezar de cero para volver a tener su casa, luchando para seguir adelante.

Júlia Serramitjana es periodista y trabaja en Oxfam Intermón

Desastre de mujer

Por Lara Contreras Lara Contreras

Estoy en Ginebra en una conferencia organizada por Naciones Unidas donde se discute un tema vital: ¿qué tiene que hacer la comunidad internacional para prevenir los desastres naturales? El objetivo de esta reunión debería ser que las personas, en todo el mundo, sufran menos.

No se puede impedir que ocurra un terremoto, un tornado o una inundación, pero hay muchas medidas que los gobiernos y las instituciones internacionales pueden tomar para impedir que destrocen miles de vidas. Por ejemplo: hay decisiones sobre cómo y donde construir las viviendas que salvan vidas ante un terremoto o una inundación. Hay información y formación que se puede dar a las personas de una zona de riesgo para que sepan qué deben hacer para protegerse o para evacuar las  áreas de peligro cuando se avecina un desastre.

En los años que he pasado en distintos países (India, Bangladesh, Nepal…) he visto claramente que el riesgo de sufrir un desastre no es el mismo para los ricos que para los pobres y no es el mismo para las mujeres que para los hombres. Las personas más vulnerables, con menos recursos, pueden caer en la pobreza en un momento, si en un día demasiado lluvioso se inunda su casa.

El 50 por ciento de la población, las mujeres, son más vulnerables a sufrir en una situación de emergencia porque parten de una situación de desventaja. En muchas partes del mundo, no tienen acceso a tierra, no pueden disponer de ahorros y en algunos casos no son conscientes de su derecho a ser protegidas ni tienen voz política. En los últimos grandes desastres como el Tsunami la mayoría de muertos fueron mujeres.

Sin embargo, este mismo 50 por ciento, las mujeres, son las que sacan a sus familias adelante después de un desastre y son las que saben qué se necesita en su casa, en su pueblo y en su país, para prevenirlos. Son el corazón de sus comunidades y sus familias en los momentos más difíciles.

En todos los documentos que se están presentando para este evento aparece el género como un tema transversal. Pero la realidad es que en las sesiones importantes, en las que se toman decisiones, hay una gran mayoría de hombres y las mujeres son invisibles. Sólo eran mayoría en la sesión de prevención de riesgos y mujeres, y precisamente en esta sesión no había casi hombres que las escucharan. De hecho la representante de Camboya se levantó y felicitó con ironía a los hombres que estaban en la sala.

Violent junto a los restos de su vivienda en Place Soulouque, Petit Goave, en Haití. Imagen de Pablo Tosco.

Violent junto a los restos de su vivienda en Place Soulouque, Petit Goave, en Haití. Imagen de Pablo Tosco.

Las mujeres son agentes de cambio. Se organizan. No son simples víctimas. Tienen derecho a ser protegidas de los desastres y quieren compartir el riesgo en términos de igualdad con los hombres, con los ricos, con los poderosos. Para que se reduzca el sufrimiento que causan los desastres, las mujeres tienen que ser más conscientes de sus derechos, dejarse oír y ser escuchadas. No pueden rendirse, no pueden callarse y no lo harán. Quieren planificar su vida, decidir qué quieren para el futuro, no sólo intentar superar un desastre cuando ya ha ocurrido. Quieren enfrentarlos con fuerza, estar preparadas y saben cómo hacerlo, sólo necesitan tener voz. En lo cercano y en lo político. Si ellas participan en la prevención, los desastres serán menos dolorosos para todos.

 

Lara Contreras es experta en acción humanitaria e incidencia política de Intermón Oxfam. Ha trabajado en diversos países en conflicto (Irak, Palestina, Colombia) y en la respuesta a desastres naturales como el Tsunami de 2006, Bangladesh, Nepal, India…