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Y Silvia cogió su mochila

Por Alejandra Luengo Alejandra Luengo

Silvia (no es su nombre real) tenía menos de cuarenta años cuando la conocí. Me contó que años atrás había escapado en un camión junto a su hermana huyendo de la violencia de su país. Salió una madrugada con una mochila pequeña, después de haber pagado una cantidad desorbitada para intentarlo. Fue afortunada y logró primero seguir con vida y más tarde trabajar cuidando a una señora mayor. Pero la incertidumbre, la ansiedad, la pérdida de referencias, la soledad y el miedo del camino habían transformado y dejado una profunda huella en su personalidad.

Zakia Abdullah, una mujer siria, sobre los escombros de su vivienda tras la explosión de un misil en Alepo. Imagen de Pablo Tosco/Oxfam Intermón.

Zakia Abdullah, una mujer siria, sobre los escombros de su vivienda tras la explosión de un misil en Alepo. Imagen de Pablo Tosco/Oxfam Intermón.

Hace cinco días leí la noticia de los 71 refugiados muertos en un camión frigorífico. Hace tres días, que al menos 37 habían fallecido al hundirse su embarcación frente a las costas libias. Hace dos días, que cuatro refugiados murieron y más de mil fueron rescatados en aguas del Mediterráneo intentando llegar a Italia. Ayer, que al menos doce refugiados sirios, de los que cinco eran niños, murieron ahogados de madrugada al intentar alcanzar la isla griega de Kos en dos barcas…

Las noticias nos sacuden diariamente, aunque posiblemente la realidad es infinitamente más dramática. No soy una experta del tema y mi conocimiento sobre refugiados es escaso. Por circunstancias laborales, en determinados momentos de mi vida he acompañado a algunas de esas personas y familias que tuvieron que dejar sus países por amenazas, guerras, violencia extrema, inseguridad, y desesperanza. No podía evitar quedarme abrumada ante todos los pasos que tuvieron que dar para poder disponer de un horizonte vital.

Ahora en Europa estamos siendo espectadores de la desesperanza, de la necesidad de escapar de un sitio donde no hay futuro, del sacrificio, de las masas movilizadas para huir de la muerte. Países desbordados reforzando sus límites y construyendo muros para que no entren, discursos sobre fronteras y derechos, y mientras las personas mueren, se hacinan y buscan la forma de entrar, cueste lo que cueste. Esas mujeres, hombres y niños llevan sobre sus espaldas una mochila donde posiblemente hay muchas experiencias traumáticas y de dolor tanto en su país de origen como en el hecho de escapar.

Por supuesto que el problema es difícil y en absoluto tengo la respuesta, pero según la Organización Internacional para las Migraciones alrededor de 3.600 personas han muerto intentando llegar a Italia, Grecia y España por mar durante los últimos doce meses. Estamos hablando de casi 100 personas que fallecen al día simplemente por el hecho de querer sobrevivir y escapar de un lugar donde la vida no vale nada. ¿Quién se beneficia con este tráfico de personas?, ¿Acaso no escaparíamos de un lugar hostil si pudiésemos pagarlo? ¿Escapar, huir, buscar un futuro?

Me surge entonces una pregunta ¿La vida de un refugiado cuánto valor tiene?, ¿La de Silva cuando huía mochila al hombro sin saber qué iba a ser de ella?  ¿La de ese niño ahogado en la orilla de la playa que llenaba las portadas y las redes sociales? ¿Nada?

Bueno sí que parece valer para aquellos que se lucran del tráfico de personas, aquellos que les cobran por ejemplo en Libia entre 900 y 1.200 euros para una plaza en una lancha neumática que los lleve a una de las cercanas islas griegas.

Por supuesto que el problema está en los países de origen donde han ido proliferando regímenes totalitarios o donde se han ido gestando guerras civiles. Está claro que si uno se siente bien y seguro en su casa, no expone su vida para irse a otro sitio, eso es de lógica. Estas personas no son aventureros, son supervivientes y luchadores que se ven forzados a desplazarse. ¿Las diferentes religiones qué tienen que decir sobre todo esto? Y para quien no sea religioso, ¿la ética, la moral, los derechos humanos, la humanidad, la política que puede añadir? No hay decisiones fáciles, pero sí humanitarias.

Viendo la imagen del niño varado en la playa de Turquía me preguntaba por la impotencia de esas madres, padres que tienen que exponer a sus hijos a un viaje donde el final es incierto y frecuentemente dramático, sólo por el hecho de que la mera casualidad nos ha hecho nacer y vivir en lugar geográfico distinto. ¡Qué dolor ver a tu hijo morir así!

Los campos de refugiados está claro que no son la solución, ya que es perder en vida a personas con capacidades y recursos, pero pueden ser alternativas temporales en un momento dado. También en esta situación mujeres y hombres tendremos que salir de nuestro círculo de confort y comodidad para que las soluciones no sean meramente políticas, sino también ciudadanas en las que podamos participar de alguna manera.

Las secuelas psicológicas de la guerra, de la violencia, del escapar, de la masificación, de las muertes ¿Quién las trata?, ¿Quién acompaña? Son heridas que el tiempo no las cicatriza y que afectan en el terreno personal, familiar y social ¿Quién mira a los ojos de estas refugiadas y refugiados?

Varias organizaciones en nuestro país, como CEAR o el SJR reclaman y llaman la atención sobre la situación. No sólo es el momento de ver: escuchemos sus propuestas para evitar tanto dolor y tanto sufrimiento.

Alejandra Luengo. Psicóloga clínica,  combino la atención psicológica en servicios públicos con la consulta privada. Creo firmemente que se pueden cambiar las cosas y en esa dirección camino. Autora del blog unterapeutafiel.

Je suis Nigeria

Por María Solanas CardínMaría Solanas

Lo que no se cuenta, parece no existir, incluso cuando las dimensiones y la brutalidad de la masacre sobrepasan –con mucho- otros dramáticos atentados que han estremecido al mundo. En Nigeria, las acciones del grupo terrorista Boko Haram (que se puede traducir del hausa como “la educación occidental es pecado”) superan, desde 2009,  las 13.000 víctimas mortales. La violencia afecta, de manera particularmente cruel, a niñas y mujeres – que además de asesinadas y secuestradas, son obligadas a morir como bombas humanas por “pasar más desapercibidas y levantar menos sospechas” en los mercados y las plazas públicas-. Una violencia atroz y execrable que la pasada semana asesinó a 2.000 civiles en Baga. Pero, como tan acertadamente escribe Jesús Núñez,  Baga (Nigeria) no es Paris.

Manifestación.

Mujeres cristianas y musulmanas protestan contra el secuestro de niñas en Bauchi, Nigeria. Imagen de EFE / STR.

Gracias a Amnistía Internacional y otras organizaciones que trabajan en el terreno, la opinión pública ha conocido la masacre y el terror que están sucediendo en los estados del noreste de Nigeria. Sin embargo, lo que la magnitud y las consecuencias de la barbarie terrorista de Boko Haram exigen con urgencia es actuar. La condena internacional, la solidaridad con las víctimas, el foco informativo, o la movilización de la opinión pública -habiendo sido deseables y siendo aún necesarias- son ya absolutamente insuficientes. Con más de un millón y medio de desplazados huyendo del conflicto a otras zonas del país, y a los vecinos Camerún, Níger y Chad; más de 10.000 personas muertas en 2014 como consecuencia de la violencia; y  230 niñas secuestradas desde el pasado mes de abril, ha llegado el momento de pasar de la repulsa global y las campañas en redes sociales a la acción eficaz y la cooperación de la comunidad internacional para afrontar un problema que no es sólo de otros, y que ningún gobierno puede abordar en solitario. Que debemos asumir colectivamente porque amenaza la paz y la seguridad globales. También la nuestra. También somos Nigeria.

La marginación, la pobreza y la inestabilidad de los estados del noreste del país -a donde no llegan los beneficios del petróleo que han convertido a Nigeria en el primer productor del continente africano- requieren de un enfoque multidimensional que incluya no sólo medidas de seguridad, militares, de cooperación en materia de contra-terrorismo y de prevención de la radicalización, sino también y sobre todo, de un desarrollo inclusivo que ofrezca un horizonte vital a la población, en particular a los jóvenes de las zonas afectadas. El gobierno nigeriano debe abordar con mayor determinación un conflicto cuya magnitud y complejidad no hacen sino crecer. Las elecciones presidenciales del próximo mes de febrero deberían ser una oportunidad para asumir un compromiso firme en esa dirección. Hasta ahora las autoridades nigerianas han evitado por todos los medios que la violencia de Boko Haram “empañe” la campaña electoral. Tras la masacre y la destrucción de Baga, será difícil seguir ignorando el conflicto.

Con la ayuda de los países y organizaciones de la región, en particular de la CEDEAO y la Unión Africana es necesario poner en marcha una estrategia integral para lograr el fin de la violencia, y sentar las bases que prevengan la lacra terrorista. La próxima Cumbre de la Unión Africana, prevista para los días 23 a 31 de enero en la capital etíope Addis Abeba, y centrada, entre otros asuntos, en el 2015 como año del empoderamiento de las mujeres, no puede ser una ocasión perdida. La comunidad internacional, y en particular la Unión Europea, deben también contribuir a garantizar la paz y la seguridad en uno de nuestros vecinos del sur, cuya estabilidad es clave para el conjunto de la UE, y muy en especial para España. En su última reunión de diálogo político con la Unión Europea, Nigeria apeló a la cooperación permanente en materia de inteligencia, incluida aquella que afecta a las fuentes externas de financiación y al suministro de armas a Boko Haram. La Unión Europea no parece tener sentido de urgencia,  pero el margen para poder afrontar la amenaza con ciertas garantías de éxito es cada día más estrecho. No ignoremos, como hemos hecho hasta ahora, que también somos Nigeria.

María Solanas es Coordinadora de Proyectos en el Real Instituto Elcano. Privilegiada en los afectos, feliz madre de una hija feliz.

Que no paguen las de siempre

Por  Belén de la Banda @bdelabanda

Hace apenas dos meses,  11 países de la Unión Europea, entre ellos España, aprobaron la Tasa a las Transacciones Financieras, también llamada Tasa Robin Hood. Es una buena idea: un pequeño impuesto a las operaciones financieras especulativas (las de riesgo, las que desestabilizan las economías para llenar los bolsillos a los especuladores), podría generar 5 mil millones de euros anuales en España para luchar contra la pobreza.

Tasa Robin Hood

Personalidades internacionales en un cartel en defensa de la Tasa Robin Hood

Pero según publica El Mundo, el ministro de Economía ha dado a entender que España se va a convertir en una fuerza bloqueadora en la Unión Europea, y si no se rebajan las aspiraciones de la tasa, amenaza con vetarla. No entiendo que el ministro de economía renuncie en estas circunstancias a conseguir de forma justa y legítima nuevos fondos para las necesidades más urgentes, y no entiendo que defienda los intereses de los especuladores como si todavía trabajara para Lehman Brothers.

La crisis financiera hay que controlarla donde se produce, y no cargar con ella a las familias. Las que pagamos una y otra vez, si recordamos  la subida del IVA a principios de este curso  que puso cuesta arriba los lápices y cuadernos de nuestros niños. Las subidas de impuestos a la ciudadanía y los recortes en dependencia, salud y educación van en perjuicio de la igualdad, porque cargan a las mujeres con más trabajo no remunerado, y dificultan su desarrollo laboral, como han advertido la OCDE y muchas organizaciones sociales. Por no hablar de las terribles consecuencias que puede tener el recorte en la atención a las víctimas de maltrato y en la prevención de la violencia machista.

La crisis la tienen que pagar quienes la han causado. Señor De Guindos, ya está bien de que siempre paguen las mismas.

 

 

 

Belén de la Banda trabaja en el equipo de comunicación de Intermón Oxfam

Beatriz sólo quiere vivir

Por María del Pozo María del Pozo

¿Quién es Beatriz? Beatriz es una mujer salvadoreña de 22 años, madre de un hijo de un año de edad y que quería ser madre por segunda vez. Está embarazada de 2semanas Lamentablemente, tres pruebas realizadas han confirmado que el feto es anencefálico (le falta gran parte del cerebro y el cráneo). Casi todos los bebés anencefálicos mueren antes del parto, o unas horas o días después de nacer. Así que Beatriz no podrá ser madre de su segundo hijo.

 

Pero el problema es aún mas complejo. A la triste realidad del bebé se suma que, si nadie toma medidas urgentes, Beatriz ni siquiera va a poder seguir siendo madre de su primer hijo y éste quedaría huérfano. Beatriz está sufriendo, Beatriz podría morirBeatriz sufre problemas de salud que ponen su vida en peligro durante su embarazo. Tiene un historial de lupus, enfermedad en la cual el sistema inmunológico ataca los tejidos del propio cuerpo, y una enfermedad renal relacionada con el lupus.

Los médicos dicen que Beatriz podría morir si continúa con su embarazo, pero no la han tratado porque temen ser procesados bajo las estrictas leyes anti-aborto del país. El miércoles 29 de mayo, después de injustificados retrasos ante la urgencia del tema, la Sala de lo Constitucional de la Corte Suprema de Justicia (CSJ) de El Salvador se ha pronunciado obligando a las autoridades de salud a garantizar el tratamiento que en cada momento resulte idóneo para su “condición médica”

Ahora ya el Gobierno de El Salvador no tiene excusa, ya no puede retrasarlo más. Debe tomar medidas urgentes. Las autoridades deben, de forma inmediata, proveer a Beatriz del tratamiento médico vital que, hasta ahora, le ha sido negado. La Comisión Interamericana de Derechos Humanos y cuatro expertos de Naciones Unidas han instado al gobierno de El Salvador a proporcionarle a Beatriz el tratamiento médico que necesita, pero el gobierno aún no lo ha hecho.

La comunidad internacional no puede dar la espalda a Beatriz. Es necesario que el Gobierno español y la Unión Europea se movilicen, es necesario salvar la vida de Beatriz.

Sobre la mesa: una gran falta de humanidad, una ruleta rusa. Estamos ante el derecho a la vida de la madre, o el derecho de la muerte de los dos y un nuevo huérfano. ¿Dónde está el bien mayor que proteger? Si las cosas no cambian, yo solo veo un mal mayor.

Si nadie lo remedia Beatriz va a convertirse en un daño colateral de una guerra que nada tiene que ver con ella. Ella está de espectadora, pero ella nos pide ayuda, a todos, a ti también.

El derecho a la vida de Beatriz es sagrado. Ponte en su lugar, tú si fueras ella ¿no querrías también vivir?

Más de 81.000 personas se han sumado a la petición dirigida al Gobierno de El Salvador para garantizar el tratamiento médico adecuado.  Tu firma también es necesaria

 

 

María del Pozo es responsable de relaciones institucionales y política exterior de Amnistía Internacional