Yo, emigrante

Por  Raquel García Hermida Raquel García Hermida

Me vais a permitir abrir mi primera contribución en este espacio citando al gran Juanito Valderrama cantando aquello de “adiós mi España querida, dentro de mi alma te llevo metía…” Por eso de ponerle un poco de ambiente al asunto y dar cierta ligereza a algo que a menudo se ve y se vive como una experiencia traumática y desoladora, cuando no tiene por qué serlo: la emigración.

No es mi intención hablar de la emigración como todo totémico, pues soy sólo una de tantas, tantísimas personas que dan el salto de su España, su Surinam o sus Filipinas queridas a otro lugar, a otra “tierra extraña”, siguiendo los versos del maestro coplero. En este espacio compartiré mi particular versión de la experiencia migratoria, la de (y ahora toca autodefinirme cual concursante de la tele) Raquel, natural de Madrid, 30 años y un día (suena a cadena perpetua, eso de la transición a la fatídica treintena, pero de eso de la edad ya hablaré más adelante…), trabajadora, estudiante, según las cuentas madre en exactamente tres meses y, por segunda vez en mi vida, emigrante, una categoría que altera e imprime un carácter especial a todo lo anterior.

Imagen de Raquel García Hermida

Migrar es tender y cruzar puentes. Raquel en Surinam, antigua colonia holandesa, pocos meses antes de trasladarse a los Países Bajos

Como en todo fenómeno social, en éste también se mezcla lo individual con lo colectivo, lo estrictamente personal con lo que es común a todos los que estamos en la misma situación. Son pocas las personas que emigran por el puro placer de hacerlo; siempre hay un componente de necesidad: económica, laboral, afectiva, de seguridad. Pero la decisión de hacerlo siempre viene acompañada de las mismas incertidumbres: ¿Qué me espera? ¿Saldrá todo bien? ¿Echarán por la tele los partidos de Liga?

Como mujer, y en general como persona, pertenezco a una categoría privilegiada: occidental, blanca, bien alimentada, con un techo seguro sobre mi cabeza, por limitar el rango a las cuestiones más básicas de la existencia. Como mujer emigrante, también parto con muchas ventajas. Mi experiencia migratoria, así de primeras, tiene poco que ver con la de una subsahariana embarazada que se juega la vida para atravesar el Estrecho en una balsa inflable. Y sin embargo, me resisto a admitir que no tengamos nada en común, aparte de nuestra común humanidad e inminente maternidad.

Porque, una vez que entras en esa categoría administrativa llamada CERA (Censo Electoral de Residentes Ausentes), todo cambia, y ya nada es igual, seas quien seas y vengas de donde vengas. Aunque al cabo de un tiempo regreses y te reintegren legítimamente en el parco CER (el Censo de toda la vida, vaya). Tú no eres la misma, tus ojos ya no ven como antes, y no solo por los desperfectos de la edad. La emigración es cirugía vital y, como la que se practica en camilla, puede hacer maravillas o causar destrozos.

¿Me acompañáis en el viaje?

 

Raquel García ha dedicado su carrera profesional a la comunicación política y en distintas ONG, en España y Estados Unidos. Su última parada es Gorredijk, una pequeña comunidad rural en los Países Bajos, desde donde escribe sobre los retos de la emigración, la maternidad y cómo conciliar las aspiraciones personales y laborales. 

6 comentarios

  1. Dice ser SARA SOLANO

    Hola Raquel, interesante tu post. Yo también soy emigrante, desde ya hace muchos años a esta España, y aunque mucha gente me dice y me repite lo «bien integrada» que estoy, las heridas y las cicatrices de la cirugía duelen, no ser ni de aquí ni más de allí es un limbo creativo, desafiante y doloroso del que es difcícil sustraerse. Un abrazo, alegría en la maternidad y buen camino!

    29 mayo 2013 | 08:04

  2. Dice ser orgasmos

    Este tipo de suceso lo pagamos lo que menos culpa tenemos como somos los ciudadanos toda esta culpa que emigremos la tiene los señores politicos por dejar que españa vaya al abismo pero estos señores no tienen problema porque tienen esas nóminas tan altas…..yo pienso que hay solucion pero es muy dificil y es que todo el mundo -y cuando digo todo el mundo es todo el mundo- dejemos el pais parado durante varios dias, verá como esta gente busca solucion para la emigracion…….

    29 mayo 2013 | 09:56

  3. Dice ser Raquel

    Gracias, Sara, por tu comentario. Es cierto que algunas cicatrices nunca dejan de doler: nunca se deja de echar de menos el contacto personal y físico con familia y amigos, ni la lengua propia allá donde es distinta, ni pasear por la ciudad de una y sentirla «suya». Me gusta tu alusión a un «limbo creativo», ¡una imagen muy evocadora pero real!

    29 mayo 2013 | 10:36

  4. El colectivo Juventud Sin Futuro lanzó una campaña (#nonosvamosnosechan) para denunciar la situación de precariedad general en que vive la juventud del país. La página web de la campaña recoge una serie de datos espeluznantes: las cifras de paro juvenil se disparan, las condiciones laborales de los que sí tienen trabajo no dejan de empeorar, y cada vez más personas deciden irse del país para labrar su futuro en otra parte. Mucho se ha hablado de la sangría que supone la fuga de cerebros, y de cómo el Estado ha sufragado con dinero público la valiosa formación de jóvenes trabajadores (médicos, investigadores, personal sanitario, técnicos de todo tipo, ingenieros, profesores, arquitectos…) a los que ahora se obliga a emigrar. Los países receptores reciben estos flujos de mano de obra cualificada como un maná caído del cielo; la ministra alemana de Trabajo dijo la semana pasada que la inmigración española era “un golpe de suerte”.

    Pero la realidad es que muchos de los emigrantes (cualificados y no cualificados) se encuentran en sus destinos con enormes dificultades y condiciones no mucho mejores de las que dejaron (“precariedad everywhere” es uno de los lemas de la campaña). Hasta hace relativamente poco, se iban del país los que querían intentar algo distinto. Ahora se están yendo los que ya no pueden quedarse, y eso da lugar a escenas y situaciones que se habían reprimido en lo más profundo de nuestro inconsciente político, familiar, cultural. La ironía, además, es dolorosa: en un país que sigue teniendo centros de internamiento de migrantes opacos a todo escrutinio y control social, nos encontramos deseándole suerte a aquellos que se van buscando una vida mejor.

    Juventud Sin Futuro se ha lanzado pues a una apuesta osada y decidida: politizar ese exilio masivo. Hasta ahora, la emigración se ha vivido generalmente como un fenómeno privado; la decisión de partir siempre es al fin y al cabo una cuestión personal, y hay tantas trayectorias y situaciones como personas se marchan. Todo el mundo conoce a alguien que se ha ido, pero rara vez se encuentran parecidos entre esas historias más allá de un mismo diagnóstico resignado: las cosas están muy mal, es normal que la gente decida buscar fuera lo que no puede encontrar aquí. Al apuntar directamente a las causas de ese proceso, sin embargo, JSF presenta el exilio como una realidad desindividualizada, una condición que se comparte más allá de lo privado y lo singular, el tronco común de todas las voces y trayectorias que están sin estar en el país. O mejor, JSF consigue hacer las dos cosas a la vez: el centro simbólico de la campaña es un mapamundi lleno de diminutos puntos amarillos, cada uno de los cuales representa una historia individual con nombres y apellidos; todas son diferentes, pero todas son parte también de un mismo entramado que expresa lo que tienen en común. Eso se lee en el mapa: que la emigración no es una tormenta o una plaga, ni una suma de odiseas personales, sino una realidad económica y política que tiene causas, responsables y alternativas.

    Pero la campaña hace algo más que denunciar esa realidad. Vaya donde vaya, el emigrante aprende a hacerse invisible: su lugar es el de quien se ha ido, un lugar vacío y sin voz. Por eso politizar el exilio significa también rescatar a los emigrantes de su muerte civil, de ese destino trágico por el que irse es abandonar lo que uno deja atrás, renunciar a decir nada, perder definitiva o temporalmente la ciudadanía y el vínculo con la realidad política del país. Frente a esa imposición de silencio, la campaña hace presentes a los emigrantes fuera (porque les permite comunicarse y organizarse entre sí) y dentro a la vez (porque la campaña no se limita a los que se han ido, sino que vincula esas trayectorias con las de los que se han quedado, con los que piensan o no en marcharse pero que, independientemente de lo que decidan, comparten con los de fuera los mismos problemas y una misma condición). La juventud sin futuro está de los dos lados, fuera y dentro del país, y eso logra la campaña: hacerla presente en dos lugares a la vez, darles una voz y un nombre común, reunir lo que está aislado y darle un cuerpo político a lo que era invisible.

    A primera vista, el mapa político de los exiliados parece un cerebro o un rizoma, esas estructuras botánicas llenas de raíces, brotes y nudos que crecen horizontalmente y sin centro alguno. Aunque para eso falta aún algo importante: trazar líneas entre los puntos, crear vínculos entre cada una de las historias, multiplicar sus cruces y trayectorias. Ojalá circulen ideas y prácticas en todas las direcciones, y ese nombre común se convierta en una máquina de derogar distancias. La juventud sin futuro de los que se van y los que se quedan es paradójicamente el mejor futuro que tiene el país: es un sujeto que, para liberarse, tiene la tarea de abolir su propia condición presente. En ese empeño, los jóvenes no tienen nada que perder, salvo la precariedad y el silencio que los encadena.

    Pablo BustinduyFilósofo
    11-03-2013

    29 mayo 2013 | 11:08

  5. Dice ser BcnUK

    Me ha encantado tu entrada.
    Yo tambien soy una emigrante «privilegiada», de un pais de la Union Europea a otro, con un buen trabajo, pudiendo ir de visita a menudo (aunque menos de lo que quisiera) … Y aun asi… Estoy ahora en un momento en el que volver se hace dificil (he pasado demasiado tiempo fuera) y no consigo acabar de sentirme adaptada donde estoy… Ya no me siento del todo en casa en mi tierra y no siento que mi nueva tierra sea mi casa… No es una sensacion agradable.
    Coincido plenamente en que todos los emigrantes tenemos un algo en comun. A menudo companeras de trabajo hablan a mi alrededor de problemas que segun ellas vienen con la immigracion… cuando les hago notar que yo soy imigrante tambien me dicen que yo soy «diferente»… creo que todos nos movemos en busca de un futuro mejor, sea emocional, laboral, politico, economico… Pero para el publico hay immigracion de primera y de segunda.

    29 mayo 2013 | 14:22

  6. Dice ser Raquel

    @BcnUK ¡Gracias! Yo también me he encontrado en muchísimas ocasiones con lo de «ya, pero lo tuyo es diferente». Invariablemente me ataca una oleada de rabia y frustración, y deseos de gritar «¡¿Por qué dices eso?!». Pero claro, no siempre se puede… Y, en cualquier caso, no sé hasta cuándo los inmigrantes españoles vamos a seguir siendo del grupo «de primera». Tanto por el incremento en nuestros números como por las constantes noticias (merecidamente) negativas sobre España que inundan los medios de comunicación, al menos aquí en los Países Bajos, empiezo a notar «resquemores» que tal vez hasta hace poco no se manifestaban salvo hacia inmigrantes de otros orígenes.

    29 mayo 2013 | 16:50

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