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Así se vestían los iberos

Por Carmen Rueda Galán (CSIC) y Susana González Reyero (Universidad de Jaén)*

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Estas imágenes iberas del siglo III antes de nuestra era reflejan las diferencias en la vestimenta y el peinado en función de la edad de los personajes representados. / CSIC-Catarata.

Cada cultura tiene sus modas pero es curioso que tendencias de entre los siglos VI y I antes de nuestra era se hayan repetido en otras épocas y culturas. No tienen más que fijarse en cómo vestían los iberos. En entradas anteriores hemos visto cómo los iberos, esos pueblos que habitaron la Península Ibérica en la Antigüedad, representaban la muerte y la familia. Hoy veremos cómo su arte retrató un tipo de vestimenta y peinado para cada edad.

Los bebés fueron raramente representados, lo cual sugiere poco interés por la imagen social de la infancia. Cuando aparecen, lo hacen en santuarios y asociados a ritos de protección, ya que pertenecen a un grupo de edad frágil, sujeto a un alto índice de mortalidad. Tampoco suele haber interés en diferenciar su sexo, pero sí se muestran con vestidos propios de la edad: un tipo de tela que envuelve totalmente a la figura, para evitar posibles rasguños.

Cuando los niños y las niñas van creciendo su imagen se perfila poco a poco, integrada en prácticas sociales y rituales. Algunos rasgos definen ese ideal y uno de los más destacados es el pelo. La juventud se representa con un tipo de peinado que, una vez alcanzada la edad adulta, se abandona, incluso a veces dentro de un ritual. En algunas imágenes, niños y niñas se presentan con dos largas trenzas que les llegan al pecho y que acaban en dos bolas o aros.

Pero la edad más representada en el imaginario ibero es la adulta. Vestido y peinado diferencian a los hombres y mujeres en su madurez. Por ejemplo, la mujer ibera viste largas túnicas de lino o de lana que en ocasiones van decoradas con cenefas pintadas o tejidas con hilo de color. La riqueza de la prenda depende del estatus social y de la funcionalidad del vestido. Las prendas se acompañan de velos y mantos, apoyados sobre el tocado. La diversidad de velos es amplia, como la de los tocados: diademas verticales o en aureola, cofias, turbantes redondos, etc. Los peinados son tan diversos que es difícil clasificarlos. Trenzas enrolladas en la cabeza, tirabuzones, pelo liso suelto, recogido bajo la nuca… Uno de los más característicos es el recogido por medio de rodetes a ambos lados de la cara, como el de la famosa Dama de Elche, y que nos recuerda formalmente al de la princesa Leia. Otro aspecto del atuendo femenino es la joyería: collares de todo tipo, pendientes (entre los que destacan los aros), brazaletes, anillos, pulseras, alfileres o broches.

El vestido más común para la imagen masculina es la túnica corta, ya sea de cuello en pico, cuello recto o acabada en recto o con vuelo, aunque los hombres también visten túnicas largas que podrían indicar la dignidad de la edad. Esta prenda suele ir acompañada de cinturones y, como en el caso de las mujeres, puede ir cubierta de un manto que presenta mucha variedad. Otros elementos que portan los hombres son los torques (collares rígidos) y los brazaletes. También se observan pendientes anulares, muy comunes en la imagen masculina como signo de rango, al igual que la tira cruzada. El peinado más común es la melena-casco o casquete con protección cervical, que a veces es el propio corte de pelo y en otros casos se trata de un ajustado casco de metal o cuero.  Otro peinado asociado a ritos concretos, como el matrimonio, es la tonsura, esa ‘calva’ de la coronilla muy habitual, por ejemplo, en los curas católicos.

Imagen de los ritos nupciales /CSIC-Catarata.

Imagen de los ritos nupciales iberos. / CSIC-Catarata.

Precisamente, una situación en la que la mujer y el hombre se presentan vestidos de igual forma y con los mismos atributos es el matrimonio. Ambos llevan un vestido lacio y fino, casi transparente, que deja ver algunos atributos del cuerpo.

La imagen adulta también se representa a través del desnudo. El desnudo ibero es funcional, en el sentido de que se entiende dentro de unos rituales concretos, relacionados con la fertilidad y la salud. Son muchas las imágenes de desnudos masculinos y femeninos con los atributos sexuales exagerados. Pero existen también imágenes en las que hombres y mujeres se representan exactamente igual.

No existen representaciones de la vejez explícita, algo que quizás se deba a que la esperanza de vida para la población ibérica estaba en torno a los 40 años.

 

*Susana González Reyero y Carmen Rueda Galán son investigadoras en el Instituto de Historia, Centro de Ciencias Humanas y Sociales, del CSIC, y la Universidad de Jaén, respectivamente. Para saber más, consulta el libro Imágenes de los iberos. Comunicar sin palabras en las sociedades de la antigua Iberia (CSICCatarata), del que son autoras.

 

Cómo la ciencia resolvió el misterio de la Dama de Elche

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La Dama de Elche es una de las obas más emblemáticas del arte ibero. / Jacinta Lluch Valero (CC-BY-SA 2.0).

Por Mar Gulis (CSIC)

La Dama de Elche ha estado rodeada de misterio y enigmas. Desde su hallazgo un 4 de agosto de 1897 por un joven en una finca de La Alcudia, a las afueras de la ciudad de Elche, esta figura ha suscitado numerosas preguntas en torno a su autenticidad, cronología y funcionalidad. Uno de los aspectos que más misterio ha provocado es el hueco que tiene en su parte posterior. Tuvo que pasar más de un siglo hasta que, en 2011, unos investigadores del CSIC descubrieron para qué servía.

La Dama de Elche es un referente artístico de la antigüedad española. Se trata de un busto de 56 centímetros de alto, policromado y tallado en piedra que se ha convertido en la obra más emblemática del arte ibero. Poco conocido por el público general, el mundo ibérico, como la Dama, está lleno de interrogantes. Pese a ser uno de los orígenes de nuestra actual civilización, aún se sabe muy poco sobre estos pueblos que habitaron la península ibérica entre los siglos VI y I antes de nuestra era.

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La función del hueco de la parte trasera de la Dama supuso un misterio hasta 2011. / Pilar de Luxán.

Uno de esos interrogantes comenzó a responderse cuando un equipo de investigación encabezado por María Pilar de Luxán, del Instituto de Ciencias de la Construcción Eduardo Torroja del CSIC, detectó partículas carbonosas en el interior de la Dama de Elche. En ellas se identificaron fragmentos ricos en fósforo y calcio con proporciones y composición que indicaban su naturaleza ósea. Su comparación con muestras de otras cenizas de huesos humanos procedentes de un yacimiento ibero cercano y de la misma época confirmó la hipótesis: la Dama de Elche es una urna funeraria.

El proceso de identificación fue el siguiente: los investigadores descubrieron que la capa de yeso que cubría el fondo de la cavidad había sufrido un proceso de recristalización a causa del paso del tiempo y los cambios de temperatura y humedad. En esa recristalización, utilizando técnicas de microscopía, se pudieron identificar partículas carbonosas ocluidas en su interior  que no eran detectables a simple vista. Entre estas partículas hallaron diversos fragmentos ricos en calcio y fósforo en proporciones variables, que constataban la existencia de cenizas de origen óseo.

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En esta imagen microscópica de muestras extraídas de la cavidad dorsal, las dos partículas de la derecha presentan restos de las cenizas depositadas tras la incineración; mientras que en la de la izquierda, obtenida más profundamente, ya no se aprecian restos incinerados.

Estos resultados son además coherentes con los ritos funerarios de incineración de la cultura ibera, que incluyen el almacenamiento de las cenizas dentro de una urna. Es más, la detección de las micropartículas carbonosas bajo la capa recristalizada de yeso permitió determinar que las cenizas aún estaban calientes cuando se depositaron en la urna.

Otra de las dudas que rodeaban a la Dama era su antigüedad, objeto de grandes debates. Los estudios realizados hasta el momento acotaban la cronología pero no daban una fecha exacta. Fue precisamente la investigación que reveló la función del hueco de su parte posterior la que permitió identificar la edad de la escultura: la alta similitud con los restos iberos datados con los que se comparó, situó la fecha de origen de la Dama entre finales del siglo V y principios del IV antes de nuestra era. Con esta investigación, además, se descartó que la figura fuese anacrónica o una falsificación del siglo XIX, anulando cualquier supuesta teoría sobre el tema. Misterio resuelto.

De diosas y peces: la muerte en los pueblos iberos

Por Susana González Reyero (CSIC) y Carmen Rueda Galán (Universidad de Jaén)*

¿Qué hay al otro lado? Al igual que sucede en muchas otras culturas, un mundo de incertidumbre se abre al pasar el umbral de la muerte entre los iberos. Estos pueblos, que habitaron la península ibérica entre los siglos VI y I antes de nuestra era, crearon su propia concepción del mundo del más allá como un espacio lleno de monstruos, entes irreales y seres híbridos entre lo humano y lo divino, con la facultad de traspasar los límites del mundo físico.

Para ellos, el allende era un espacio complementario al de la vida, donde se daban dualidades (que no contradicciones). Las metáforas que utilizaron para explicar esos reflejos, opuestos y complementarios al mismo tiempo, mostraban esa idea de continuidad entre el mundo de la vida y el más allá, donde destaca una representación del ideal del renacimiento, la juventud y la fecundidad.

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Caja funeraria en piedra encontrada en el túmulo 76 de la necrópolis de Tutugi (Galera, Granada).

De este modo, el otro mundo es también el espacio de una divinidad acogedora, que en ocasiones se presenta sentada, esperando la llegada del difunto. Así ocurre en la cista o caja del túmulo 76 de la necrópolis de Tutugi (Granada). En esta imagen la deidad, que está sentada en su trono, es cercana y comprensivaEs el ideal de la divinidad protectora, ‘diosa’ y ‘madre’, que con posterioridad será expresado en diferentes series de terracotas de diosas nutricias halladas en otros contextos funerarios. Es protección pero al mismo tiempo es fertilidad sagrada. La muerte, en estos casos, se plasma a través de su opuesto: la transmisión de la vida.

Esta dualidad de significados se expresa también a través de algunos signos de la naturaleza, como es el caso de los platos de pescado. Son unas piezas de vajilla que adoptan un modelo muy mediterráneo de origen griego. En las producciones ibéricas se presentan como platos llanos repletos de pescados que se suelen distribuir de manera circular. En ellos se representan peces de diferentes formas y tamaños, muestra de la diversidad y riqueza del espacio marino. Estos platos no se usan en ambientes domésticos como vajilla de mesa, sino que aparecen en contextos sagrados como santuarios y necrópolis y su significado y función es ritual, con un sentido dual. Por un lado, son imágenes para la vida, que transmiten el poder engendrador de la naturaleza que es controlada por la divinidad. Pero al mismo tiempo tienen un sentido funerario, como metáfora del tránsito a la muerte, reflejando la abundancia que domina el mundo del allende. Y es que los peces se asocian al tránsito y fecundidad del mar.

*Susana González Reyero y Carmen Rueda Galán son investigadoras en el Instituto de Historia, Centro de Ciencias Humanas y Sociales, del CSIC, y la Universidad de Jaén, respectivamente. El texto ha sido extraído del libro de la Colección Divulgación Imágenes de los iberos. Comunicar sin palabras en las sociedades de la antigua Iberia (CSICCatarata), del que son autoras.

¿Quién es quién en esta ‘foto’ de familia ibera?

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¿Quién es quién en este detalle del relieve de Las Atalayuelas? / CSIC-Catarata.

Por Susana González Reyero y Carmen Rueda Galán*

¿Sabrías decir cuál de estos rostros, de una misma familia, pertenece a un hombre o a una mujer? ¿Y sabrías adivinar su edad aproximada? ¿Son los rostros de los componentes más jóvenes? Es imposible contestar a estas preguntas con un flash parcial de esta pieza. Se trata del relieve de Las Atalayuelas (una ciudad ibera cerca de Jaén), un ‘retrato de familia’ de la época de los iberos.

Con el nombre de iberos nos referimos a un conjunto de pueblos que habitaron casi toda la Península Ibérica en la Antigüedad. Se distribuyeron por la fachada mediterránea, por el sur y el centro peninsular, así como por el Languedoc francés. Su tiempo abarca desde los siglos VI al I antes de nuestra era, hasta que Roma ocupa su territorio tras la Segunda Guerra Púnica e impone poco a poco una realidad sociopolítica nueva.

Retrato Atalayuelas

‘Retrato de familia’ de la época de los iberos / CSIC-Catarata.

El relieve de Las Atalayuelas es una ‘fotografía’ tallada en una lastra de piedra arenisca que fue depositada hace aproximadamente 2.200 años en un pequeño santuario cerca de Fuerte del Rey, Jaén, en la ciudad que se conocía con el nombre de Las Atalayuelas. La imagen representa a siete individuos, diferenciando a los hombres de las mujeres a través del atuendo, pero es tal la abstracción o generalización que unos son copia de los otros.

Si nos fijamos en la imagen, vemos que todos ocupan una misma escena: cuatro personajes masculinos en el lado izquierdo y tres femeninos en el lado derecho. Es una disposición homogénea y sistemática, todos llenan un espacio similar, aunque un rasgo salta a la vista: no todos tienen el mismo tamaño. Se trata de un recurso importante no solo en esta imagen, sino en otros ejemplos de la plástica ibérica, que puede hacer referencia a un rango de edad. Es el único aspecto que diferencia a unos personajes de otros, aparte del atuendo.

Todos se representan de la misma forma: rostro y cuerpo frontal, con los brazos separados del tronco  y las manos abiertas (observad cómo se individualiza el pulgar, un recurso muy ibérico). Parece como si se tocaran, aunque no llegan a cogerse, más bien se rozan.

Los pies se orientan todos hacia el mismo lugar y los rostros resultan impersonales. No existen peinados o tocados individualizados, todos aparecen con una cabeza redonda y despejada y rostros esquematizados. Apenas algunas incisiones marcan sus rasgos: cejas rectas que acaban en una nariz larga, los ojos son unas pequeñas líneas, lo mismo que la boca, que en algunos casos parece simular una ligera sonrisa. Los personajes masculinos visten túnica corta, con falda acampanada, lisa y ceñida por un cinturón atado con un nudo que deja caer dos cordones. Las mujeres llevan túnica lisa larga hasta los tobillos, ceñida del mismo modo que los varones, pero con una cinta más larga.

No hay jerarquización aparente, salvo el hecho de que en la zona central aparezca el cabeza de familia. Solo parece existir una intención de ordenar por género, posiblemente una prescripción de un ritual.

¿Qué papel juega cada uno en el seno familiar? ¿Se buscaba reforzar la pertenencia a un mismo grupo familiar o es simplemente fruto de una esquematización? Estas cuestiones son difíciles de contestar. Nos faltan argumentos. No podemos hacer una lectura directa desde los parámetros de familia nuclear que hemos heredado: padre, madre e hijos. La realidad de esta sociedad antigua podría ser mucho más diversa. Es necesario seguir investigando…

*Susana González Reyero y Carmen Rueda Galán son investigadoras en el Instituto de Historia, Centro de Ciencias Humanas y Sociales, del CSIC, y la Universidad de Jaén, respectivamente. El texto ha sido extraído del libro de la Colección Divulgación Imágenes de los iberos. Comunicar sin palabras en las sociedades de la antigua Iberia (CSICCatarata), del que son autoras.