El término ‘prestigio’ tiene sus raíces en el vocablo en latín praestigium, que, originalmente, estaba relacionada con actos de magia, trucos y engaños, y, a su vez, provenía del verbo latino praestringere, compuesto por prae (antes) y stringere (atar), significando ‘amarrar’.
En sus orígenes, el término ‘prestigio’ estaba vinculado a la magia y a la fascinación que ejercían los magos (llamados prestigiadores) sobre el público, a menudo a través de trucos, sortilegios y engaños.
La entrada ‘prestigio’ fue recogida por primera vez en el Diccionario de Autoridades de 1737 con la acepción: ‘El engaño, ilusión o apariencia con que los prestigiadores emboban al pueblo’.
Estos ‘prestigiadores’ conseguían, a menudo, deslumbrar y asombrar al público, motivo por el que, con el tiempo, el significado del vocablo ‘prestigio’ evolucionó hacia una connotación más positiva, sirviendo para describir la buena fama que alguien o algo adquiere debido a sus méritos, virtudes o logros legítimos, siendo un sinónimo para referirse a al crédito, honra, logro, logro o consideración de un individuo e incluso de un lugar, producto, servicio…
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