En las casas, pisos y oficinas de Nueva York no hay calderas para la calefacción o agua caliente, sino que ésta proviene de una empresa llamada Consolidated Edison que manda a cada edificio vapor para los radiadores. El subsuelo de Nueva York está totalmente canalizado y las tuberías cruzan la ciudad de norte a sur y de este a oeste.
En verano es posible ver salir el vapor, pues el sistema sigue funcionando, ya que ésta canalización de vapor no solo sirve para la calefacción o el agua corriente, sino que en muchos lugares se utiliza la presión del vapor para hacer que funcionen las enormes máquinas de aire acondicionado de empresas y comercios, y también se utiliza para la limpieza y desinfección de muchos edificios.
A veces por el cambio de temperatura estas tuberías desprenden vapor (también sale vapor por las grietas que se producen). Tanto, que incluso en muchas calles se tienen que poner unas llamativas chimeneas de color encarnado.
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El 25 de octubre de 1944 en el Carnegie Hall de Nueva York, con un lleno absoluto de público, se celebró un recital por parte de la que se ha considerado como la peor cantante de ópera de la historia: Florence Foster Jenkins. Hija de un millonario industrial de Pensilvania, Florence siempre tuvo el capricho de dedicarse al mundo de la música. Tomó clases de canto siendo niña, pero rápidamente le aconsejaron que no se dedicase a ello debido a su nulo talento para la lírica.
Foster no quiso desistir de su sueño y siendo jovencita se marchó de su casa destino a Filadelfia, allí se casó con el médico Frank Thornton Jenkins del que se divorció poco después (aunque pasaría a la posteridad con su apellido de casada). En 1909 y tras el fallecimiento de su padre, Florence recibió una cuantiosa herencia que le permitió acomodarse lujosamente en Nueva York y allí dedicarse a lo que más deseaba: formar parte de la vida musical de la ciudad.
Se convirtió en asidua a todo tipo de evento musical y se le comenzó a ver acompañada por el pianista Cosmé McMoon. Florence Foster Jenkins, gastó parte de su fortuna en intentar cumplir su sueño y financiarse pequeños recitales en los que tan solo acudía gente de su círculo más íntimo. Incluso llegó a grabar tres discos que regalaba a sus amistades.
En 1944, con 76 años y tras un accidente en taxi en el que descubrió que podía cantar un Fa más alto, se decidió a dar un concierto multitudinario en el Carnegie Hall de Nueva York. No se sabe bien por qué, pero en cuestión de pocos días las entradas para dicho recital se agotaron… Florence se había convertido en todo un símbolo dentro de los círculos musicales de la ciudad.
Pese a pasar a la historia por ser la peor cantante de ópera de la historia y a pesar de su arritmia innata y falta de sentido atonal no desfalleció en su empeño de dedicarse a su gran pasión que era la música. Incluso en una ocasión llegó a decir a un periodista: «La gente puede decir que no sé cantar, pero nadie podrá decir nunca que no canté».
En el año 2005 se estrenó en Broadway un musical sobre su vida llamado Souvenir: A Fantasia on the Life of Florence Foster Jenkins y que fue también estrenado en 2010 en España bajo el título Glorious! La peor cantante del mundo, siendo interpretando el papel principal por la actriz mallorquina Llum Barrera. Para el año 2015 se prepara una versión cinematográfica de su vida dirigida por Stephen Frears en la que Meryl Streep dará vida a Florence y contará con la presencia del actor Hugh Grant (La película finalmente no se ha estrenado hasta el otoño de 2016).
A continuación podréis escuchar el aria de Mozart «Queen of the Night» interpretado por Florence Foster:
Curiosidad que forma parte del libro “Vuelve el listo que todo lo sabe” de Alfred López.
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Es uno de los logotipos más famosos del mundo y surgió hace ya tres décadas a raíz de la campaña publicitaria para promocionar el estado (que no la ciudad) de Nueva York. Eran tiempos difíciles. La delincuencia había aumentado, la crisis económica de los 70 era cada vez más aguda y los trabajadores emigraban hacia otros puntos del país. En 1977, y a instancias del presidente Gerald Ford, el comisionado adjunto del Departamento de Comercio de Nueva York, William S. Doyle, tuvo el encargo de promocionar y revitalizar el estado. Para ello, contactó con la agencia Wells Rich Greene para que realizasen una campaña publicitaria en torno a Nueva York.
En lo primero que se pensó fue en crear un logotipo que pudiese asociarse con la campaña y se contó con el trabajo del creativo y diseñador gráfico Milton Glaser como responsable de esa tarea. De su creativa mente salió uno de los logos más conocidos, imitados y utilizados del mundo. Estaban convencidos de que dicha campaña y su impacto no duraría mucho más allá de dos meses, por lo que tenían preparado un plan B, que, obviamente, no les hizo falta, pues el estilo innovador de la campaña hizo que se convirtiera muy rápidamente en un venerado icono pop que aún perdura como uno de los símbolos mundiales más conocidos y reconocidos. Desde entonces se han impreso millones de tazas, camisetas, pegatinas y un sinfín de artículos y recuerdos conmemorativos. Raro es el lugar, localidad o nombre que no tenga su adhesivo correspondiente con el I♥