Prácticamente todos los hogares en los que viven personas de avanzada edad (por ejemplo la casa de nuestras madres o abuelas) tienen un elemento que no suele faltar y este es una especie de paño, realizado normalmente de ganchillo (crochet), que está colocado en los sofás y sillones (a la altura del reposacabezas).
Muchas son las personas que creen que el único fin de esos tapetes es meramente decorativo, pero en realidad tienen una función muy específica: evitar que la grasa capilar pueda manchar o estropear ese mobiliario.
El nombre de esa pieza es ‘antimacasar’ y hoy en día podemos encontrarlo también en numerosos medios de transporte (aviones, trenes de largo recorrido, autocares…) aunque estos suelen estar realizados de tela, fieltro u otros materiales.
Este tipo de tapetes empezaron a surgir en la Inglaterra Victoriana, a partir de la segunda mitad del siglo XIX, a raíz de la popularización que tuvo entre los hombres el ‘aceite de Macasar’; una loción capilar que entre sus beneficios estaba la de hidratar el cabello seco y dañado (algunos barberos los vendían como crecepelo) en una época en la que muchos eran los hombres que deseaban arreglarse y estar presentables (los típicos ‘Dandis británicos’).
Pero esa loción provocaba que al apoyar la cabeza sobre el sofá/sillón quedase una horrible y antiestética mancha aceitosa y ese fue el motivo por el que se comenzó a realizar los tapetes de ganchillo, con el fin de que evitar que el aceite de Macasar dejase ensuciara las butacas y de ahí que recibieran el nombre ‘antimacasar’.
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Fuentes de las imágenes: pxhere / Wikimedia commons