Emilio Lara, autor de ‘El relojero de la Puerta del Sol’: «El siglo XIX es una época virginal literariamente, está por escribir»

Emilio Lara (Jaén, 1969) -doctor en Antropología, licenciado en Humanidades y profesor de Geografía e Historia en Secundaria- ha entrado como un cañonazo en el género histórico español con sólo dos novelas. Si el año pasado su debut, La cofradía de la Armada Invencible (Edhasa, 2016), lograba un considerable éxito de crítica –lo situé entre lo mejor del año pasado y resultó finalista del premio Cerros de Úbeda– y público, en este 2017, repite y amplía su impacto con El relojero de la Puerta del Sol (Edhasa). Una novela que hace ficción a través de un fascinante personaje de nuestro siglo XIX: José Rodríguez Losada, el relojero que construyó el reloj de la Puerta del Sol de Madrid.

«Iba a escribir otra novela, tenía otros proyectos, pero cuando me enteré de esta historia lo vi clarísimo. No se sabía todo sobre él, pero para mí era suficiente, porque me daba también para imaginar», explica Lara su fascinación por el personaje.

No es extraño, Rodríguez Losada –el propio Lara nos contó su historia en este artículo– recorrió el turbulento siglo XIX y salió de él bien parado. Escapó del brutal mundo rural, luchó contra el absolutismo, fue perseguido, logró llegar a Londres y convertirse en un relojero de éxito: tanto, que fue llamado para reparar el célebre Big Ben y creó y donó al pueblo de Madrid el reloj que congrega a todos los españoles en Nochevieja.

«Se reinventó y luchó contra la adversidad», me explica este profesor. «Su historia es de segundas oportunidades en todos los sentidos, en el amor, en la amistad… y sobre todo, de cómo los españoles somos capaces de convivir por encima de las ideologías». «Es una novela de concordia», define Lara.

EFE

Viendo los tiempos políticos que corren en España no puedo resistirme a preguntar: ¿fue buscado ese mensaje de concordia en la España del procés y el 155? «No, ha coincidido,» explica el escritor «cuando la escribí no pensaba que la situación iba a llegar a este punto». Pero la verdad es que la historia viene muy a juego: «El invento de tomar las uvas en Nochevieja fue de los levantinos, que tuvieron sobreproducción de uva blanca para el cava. Gustó, se repitió y a la tercera vez parecía que era algo de toda la vida. Y ahí sigue y nos une a todos los españoles año tras año», asegura este escritor.

Lo cierto es que muchos lectores de esta novela es muy posible que rememoren la figura de Rodríguez Losada esta Nochevieja. Un personaje tan fascinante que Pérez Galdós lo sacó en uno de sus Episodios NacionalesLa revolución de julio-. «Vino a España a vender cronómetros a la Marina de Guerra Española en 1860 y se alojó en un hotel de la Puerta del Sol, que la estaban reconstruyendo a la francesa. Estaba allí el reloj de la Iglesia del Buen Suceso que se iba a poner en le edificio de Correos. Y cada día daba una hora diferente. Él decidió que eso no podía ser y construyó un reloj revolucionario para regalárselo al pueblo de Madrid. Debía ser bueno», asegura Lara, «porque casi se mantiene igual al 90% de sus piezas».

No solo el reloj es parte del mensaje de concordia en la novela. Rodríguez Losada, y lo cuenta bien Lara en su obra, montaría una tertulia de exiliados españoles en su relojería donde se juntó a gente como Prim, otro con peso en la novela.

Un siglo XIX actual y despreciado por los editores

Emilio Lara quería mostrar el siglo XIX español como ese destino que es el «gran antagonista» del protagonista: «La España de la época estaba muy atrasada respecto al resto de Europa y era imposible prosperar». Pero Losada lo logró: lejos de los cánones anglosajones, aquí está un personaje español triunfador y hecho así mismo.

«De niño recuerdo pueblos de España que vivían como auténticos herederos del siglo XIX», rememora Lara, «a mediados de los ochenta esa vida se pierde y ya no existe. Pero eso quiere decir que nosotros somos hijos del siglo XIX, que fue el apasionante brutal camino hacia la modernidad». «Muchas de nuestras formas de vida las podemos reconocer allí. Yo quería remarcar en la novela cómo hay una aceleración del tiempo histórico en el siglo de XIX, por ejemplo en el asunto de la contaminación (que se ve muy bien en la serie The Crown, de Netflix), cambios vertiginosos comparables con el cambio digital de hoy… Quería hacerlo para que el lector lo captase de forma subliminal», explica su trabajo. «Quería que el lector se reconociera en el siglo XIX. Lo fácil es que reconozca en el reloj de la Puerta del Sol, pero para mí es la excusa para hablar de tantas cosas de la época, pero desde una visión muy moderna. Pero la literatura histórica española de la época en España es un erial, si sales de la Guerra de la Independencia».

¿Por qué cree que ocurre eso?, le pregunto. «Ya me habían advertido que a los editores no les gusta el siglo XIX, que dicen que no venden una novela, qué tontería, si es una época inmensa», me asegura. «La novela histórica contemporánea sobre el siglo XIX es tan escasa porque los editores no han tenido el ojo o el arrojo necesario. También le pasa al siglo XVIII, son siglos virginales para la literatura histórica, están por escribir», asegura.

Me pregunto si no tendrá que ver con el respeto y el miedo a compararse a Galdós. «No tengo claro si es cosa de escritores o de editores, pero en cualquier caso son pensamientos circulares», me responde. «Lo que sí tengo claro que en los americanos y los ingleses escriben de una manera alucinante sobre el siglo XIX. Ninguna novela del siglo XIX que leemos parece arcaizante, la podemos disfrutar nosotros y nuestros abuelos. Las de la Edad Media son apasionantes, pero es un mundo ya desparecido. Piensa en El hijo, de Philipp Meyer, es una epopeya genial y la usa para mostrarnos de qué son hijos los estadounidenses».

Una novela histórica mestiza

Como ya ocurría en su anterior novela, El relojero de la Puerta del Sol, no se limita a novelar la biografía de Rodríguez Losada: hay realidad y ficción, hay misterio, intriga, episodios bélicos, emociones… «No me gusta nada la historia novelada«, confirma, «todo en la obra es absolutamente histórico, pero sobre eso construyo una ficción. La ambientación es un telón de fondo que no tapa la trama. Soy un lector asiduo de historia y ahora muchos historiadores dan enfoques alucinantes a su obras, como La casa del lago. Se pueden leer como novelas. Y eso quiero yo también trasladarlo a la ficción: hacer género mestizo», explica este gran conocedor del género.

«Con mis novelas busco presentizar la historia, decir que no te es ajena, porque la sigues viviendo tú. Es como una muñeca rusa. Con las novelas intento superar la distancia espacial y temporal y hacer pensar que podríamos ser amigos de esos personajes que vivieron en el pasado y que ahora viven en nuestras mentes», asegura. Y pone un ejemplo: «El nombre de la rosa, de Umberto Eco, es fascinante porque te muestra la Edad Media pero te ves reflejado en ese mundo. Hay cosas que te chocan, pero en otras te reconoces».

Habla mucho del siglo XIX, pero ¿y el siglo XX y la Guerra Civil? «Se han escrito cosas muy interesantes, pero aún falta la gran novela que guste a varias generaciones. Pienso en algo del estilo de la serie alemana Hijos del Tercer Reich. No sé si en España habría una editorial capaz de publicar algo así», responde.

¡Buenas lecturas!

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9 comentarios

  1. Dice ser ¿Otro invento catalán?

    ¿Ahora resulta que esto también fue un «invento» catalán? Yo tenía entendido que fue una costumbre que se debió a un excedente de uva en la provincia de ALICANTE. ¿Va a ser éste otro «robo» hacia los pobres catalanes?

    11 diciembre 2017 | 11:32

  2. Dice ser Marco Montes

    De acuerdo con el comentario anterior. la otra teoría es la que tuvieron los ciudadanos madrileños para ridiculizar a los nobles en la celebración del año nuevo, así que no se de donde procede esto del excedente catalán.Gracias.

    11 diciembre 2017 | 12:36

  3. Dice ser pepito

    Y a que esperais a lanzar un titular para boikotear el consumo de uvas? Ya que segun vosotros es una tradición catalana……

    11 diciembre 2017 | 15:12

  4. Dice ser Jop

    invento catalan? jaja eso quisieran ellos

    11 diciembre 2017 | 15:31

  5. Dice ser Ana

    Las doce uvas «de la suerte» comenzaron a tomarse de manera masiva en España en la Nochevieja de 1909, debido a un excedente de la cosecha en Alicante. Sin embargo ya en el siglo XIX existía la costumbre entre los burgueses españoles de comer uvas y brindar con champán para despedir el año.

    11 diciembre 2017 | 17:20

  6. Dice ser Jeeves

    «regalárselo gratis», se dice en el texto mostrando que el autor del artículo es un mostrenco pues si se regala es gratis, no hay que usar esa estúpida redundancia. Es como esos que dicen «gratis total» como si existiera el «gratis parcial»; si es parcialmente gratis, simplemente no es gratis.

    11 diciembre 2017 | 19:02

  7. Dice ser Jeeves

    Como se dice en el comentario nº 6, el origen de la costumbre es por los excedentes de uva de Alicante que le dieron salida de esa manera. Es la primera vez que oigo eso de que viene de Cataluña (y no lo digo porque me moleste, sólo me molesta que sea mentira).

    11 diciembre 2017 | 19:07

  8. Dice ser ceborrinche

    de aquí a nada , dirán qué el jamón ibérico es catalán , también el salmorejo y por supuesto el vino de jerez….. amén

    11 diciembre 2017 | 23:19

  9. Dice ser LUis

    Las doce uvas ya se tomaban en Madrid a finales del siglo XIX por lo que de Alicante nada y de catalanas menos.

    12 diciembre 2017 | 03:15

Los comentarios están cerrados.