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Entradas etiquetadas como ‘medicos’

¿Traumatología y fisioterapia eficaz? Me temo que no

Por Ángel Estévez García

Un fisioterapeuta practicando un masaje a una mujer. (GTRES)

Un fisioterapeuta practicando un masaje a una mujer. (GTRES)

Me gustaría saber por qué ciertas enfermedades son tan maltratadas por el sistema sanitario, me refiero a enfermedades del aparato locomotor no autoinmunes como tendinitis, rotura de tendones, pinzamientos, condromalacia rotuliana y similares.

Se desprecia a los enfermos, y pobre del que tenga varias enfermedades como yo. El médico de cabecera te deriva al traumatólogo, él te dice que lo tuyo es del reumatólogo, el reumatólogo te medio mira y te da el alta, aunque seas crónico con vagas indicaciones.

¿Quién debe tratarnos? ¿Quién se dignará a explicarnos lo que tenemos y no salir corriendo de consulta? ¿Dejaremos de buscar por Internet lo que nos ocurre?

En realidad, tenemos muchísima suerte si nos mandan a fisioterapia, pero después de esperar meses, nos atienden de tres en tres, cuando no de seis en seis o más.

Sin olvidar, que accederemos a diez sesiones máximo, bastante pobres y sin masajes.

Con eso se cura o mejora poca cosa. Al final o pagas un fisioterapeuta privado u olvídate. No obstante, no todo el mundo tiene dinero para pagárselo.

Seguros médicos que deciden por ti dónde dar a luz

Por A. Bardina

Imagen de una mujer embarazada. (ARCHIVO)

Imagen de una mujer embarazada. (ARCHIVO)

Hoy en día, cuando una mujer está embarazada, se le informa de que el parto es suyo, de que no está enferma y que, por tanto, no está supeditada a la decisión de otros en lo referente a cómo desea que sea su embarazo y parto.

Si decide dar a luz en un hospital, se realiza un plan de parto en el que constan todos los detalles por escrito para garantizar que se respetan sus decisiones en un momento tan delicado e íntimo.

Tengo un seguro privado. Lo escogí con cierta compañía nacional, hace más de un año, mirando expresamente que trabajase con un médico en concreto, de mi máxima confianza, y con su equipo de la clínica El Pilar.

Sin embargo, a pocas semanas de salir de cuentas se me informa de que a partir de junio tendré que parir en el hospital Cima (Barcelona) y si bien podré contar con mi ginecólogo, no con su equipo, pese a que mi aseguradora sigue trabajando con otros ginecólogos que llevan partos en El Pilar.

¿No sería más razonable que implantasen este cambio progresivamente a las futuras mamás? De esta manera, ellas podrían escoger.

Me siento engañada y traicionada, y me indigna profundamente que crean que pueden decidir dónde voy a parir y con quién, como si eso no tuviese ninguna trascendencia.

También me decepciona mucho que a día de hoy mi aseguradora no me haya contestado a la petición que les hice, informándoles de la situación y solicitándoles que respeten las condiciones bajo las que contraté la póliza, permitiéndome dar a luz en la clínica El Pilar, con mi médico y su equipo de confianza.

Ni siquiera enviándoles un burofax a Madrid he conseguido respuesta alguna. Siento tristeza cuando le doy vueltas a la situación y me doy cuenta que desearía que se adelantase la fecha de parto para dar a luz en mayo y no tener este problema en el que parece que sólo puedo patalear a merced de las grandes compañías, que nos hacen creer con hermosos anuncios que tienen interés real por sus clientes, cuando lo único que quieren es ganar dinero.

Humillación en la consulta del médico

Por M ª Ángeles Sánchez

Soy una mujer de 46 años afectada de EA (Espondilitis Anquilosante, enfermedad autoinmune reumática crónica y degenerativa de las articulaciones). Hace dos largos años que no sé lo que es pasar una día, incluyendo su noche, sin dolores. La desesperación de no tener un día de paz termina afectándome también psíquicamente.

Me presenté en el ICAMS (Instituto Catalán de Evaluaciones Médicas y Sanitarias, Cataluña) con un informe de mi doctora de cabecera pidiendo que me dieran nuevamente la baja médica, puesto que no estoy en condiciones de cumplir con mi trabajo —en el que llevo 26 años—. Después de esta visita, lo único que conseguí fue salir de allí humillada, hundida psíquicamente y con la desesperación como futuro.

Un médico pasa consulta presencial. (ARCHIVO)

Un médico pasa consulta presencial. (ARCHIVO)

Me visitó un señor que se supone que es médico, cosa que me niego a creer ya que no cabe en mi cabeza que un médico pueda tratar a un enfermo de manera tan despreciable y vejatoria. Sin ni siquiera mirarme a la cara y mucho menos leer los informes que adjuntaba, me dijo que nada de baja y que me fuera al trabajo. Yo le comenté que era incapaz tanto física como psíquicamente, que incluso mi reumatólogo, traumatólogo y doctora de cabecera me habían recomendado reposo (justificado con los correspondientes informes que le aporté).

Totalmente indiferente a todo, me dijo que no tenía otra opción. Yo, en la desesperación por hacerle entender mi estado y con un ataque de ansiedad, le supliqué que me ayudara. Ante su indiferencia le pregunté qué tenía que hacer, si tirarme por la ventana o pegarme un tiro para dejar de ser una carga para el Estado. Su respuesta fue que ese era mi problema y que hiciera el favor de irme que tenía más visitas.

Es verdaderamente vergonzoso lo que están haciendo con las personas, no solo te tratan como a un indeseable sino que te hacen sentir como si sobraras en esta sociedad. Ni siquiera dejan que entres acompañada (al contrario de lo que pone en su publicación “Derechos y responsabilidades de las personas usuarias con su relación con el Instituto Catalán de Evaluaciones Médicas”), supongo que para que no haya testigos del trato humillante.

Apelo al colegio de médicos a tomar cartas en el asunto y que no permita que estos médicos falten vergonzosamente al juramento hipocrático (está claro que no recuerdan la parte que dice «en cualquier casa que entre, lo haré para bien de los enfermos, apartándome de toda injusticia voluntaria y de toda corrupción») y sigan ejerciendo.

Y mucho menos quisiera creer que esta política corrupta que ha esquilmado las arcas del Estado en su beneficio haya llegado incluso a la Salud.

Por unas justas pruebas de fertilidad en la Sanidad Pública

Por Núria Serra

Prueba para diagnosticar la fertilidad del hombre. (ARCHIVO)

Prueba para diagnosticar la fertilidad del hombre. (ARCHIVO)

Quiero reflejar mi malestar con la Seguridad Social con respecto a la fertilidad.

Me considero una persona joven (tengo 29 años). Hace un tiempo que mi marido y yo queremos formar una familia y parece que por motivos de la naturaleza no es posible.

No es normal que en un país en el que cada vez hay menos niños y que la población envejece por momentos, no se den más facilidades para traer al mundo nuevas generaciones. Ya no me refiero a que te den una subvención por tener un hijo, simplemente al hecho de que si tienes problemas para concebir, el médico te dé una solución.

Llevo pagando mi Seguridad Social desde que empecé a trabajar con 18 años y jamás he tenido que realizarme ninguna operación y creo que es justo que como mínimo consiga que me hagan unas pruebas de fertilidad, que al fin y al cabo yo pago esos sueldos, y no tenga que irme como muchas de mis amistades y conocidos a la sanidad privada.

Ojalá cambien las cosas y las personas como yo y mi marido tengamos más oportunidades de hacer algo tan bonito como crear una vida.

Descontenta con el trato médico recibido

Por M. C. S.

Un médico pasa consulta presencial. (ARCHIVO)

Un médico pasa consulta presencial. (ARCHIVO)

Me gustaría transmitir mi indignación y cabreo por el trato de ciertos médicos del hospital 12 de Octubre de Madrid, en concreto de la unidad de infertilidad.

Tengo 36 años y llevo años intentando quedarme embarazada pero por problemas diversos no puedo y he decidido ir a la seguridad social. Primero porque me gusta lo que tenemos y segundo porque no puedo pagarme sanidad privada.

He pasado 14 meses en lista de espera. El primer día de cita me hicieron una ecografía, una citología y me pesaron. Llevaba una carta de mi dietista donde ponía el seguimiento que llevo desde hace cuatro años y los problemas que estamos teniendo para mi bajada de peso. Ahí empiezó el maltrato hacia mi persona: me trató mal y usó un tono intentado imponer y coaccionar.

Me dijo que tenía que bajar peso, que ahora teníamos un objetivo. Le contesté que llevaba años luchando y que mi deseo era perder peso, y más ahora que estaba deseando tener un hijo, pero ella con sus malas maneras no me dejó casi contarle mis problemas y continuaba diciendo que le daba lo mismo.

Volví para otra cita. Esta vez, una prueba para mi marido. En esta ocasión la cosa cambió. Estaba más amable, me dijo otra vez lo del peso y mi marido comentó que hacía todo lo que podía pero que era cierto que tenía muchos problemas.

Este lunes he vuelto para recoger los resultados. Estaba con dos estudiantes y nuevamente me ha recibido de malas maneras y tratándome mal. Me ha preguntado que cómo iba el peso y le he contestado que he perdido. Tras pesarme, me ha dicho que es mentira y que cree que no me estoy esforzando por lo que me ha dado cita para septiembre.

Según he salido por la puerta, me ha preguntado si ya me han hecho una prueba para ver qué tal tengo las trompas. Como no me la han mandado, una de las estudiantes ha empezado a rellenar los papeles pero de repente ha dicho que no me la manda hasta septiembre, en función de si para entonces he perdido peso o no.

Y me planteo: ¿No puede decirme desde en el principio que tengo que pesar un mínimo y no hacerme perder el tiempo con tanto ir y venir? ¿Se piensa que haciendo presión y tratando mal a los pacientes nos vamos más contentos? ¿O quizá, todo esto es porque tienen orden, a raíz de los recortes sanitarios, en tirar a todo el que se pueda con argumentos dañinos y acusar de mentirosos a los pacientes para ahorrarse dinero? Puede ser que sea eso y que el Gobierno esté haciendo recortes para que no podamos tener hijos y optemos por las clínicas privadas para soltar un dinero que no tenemos.

Lo único que sé, e independientemente de quién sea el responsable, es que no es normal que nos tiren para atrás un tratamiento y una ilusión y otras tantas cosas. Y menos, que nos traten de cualquier manera. Somos personas, no cosas, bichos o animales y mucho menos inferiores a los médicos.

Esto es lo que me ha pasado este lunes 7 de abril. Espero que esta carta haga pensar a los sanitarios de este país, esos que nos pedían que firmásemos para que la sanidad continuara siendo pública y algunos de ellos no perdieran su puesto de trabajo.

Nueve meses para ver al especialista

Por A. I. G. M.

Pacientes en la sala de espera de un ambulatorio. (ARCHIVO)

Pacientes en la sala de espera de un ambulatorio. (ARCHIVO)

Estoy muy indignada con la espera para una cita con el especialista. Me he dirigido al ambulatorio de especialidades de Leganés para pedir cita con el digestivo. Concretamente, la consulta es para mi hija de 17 años, que lleva un año y medio acudiendo a este médico por diversos problemas y que necesita volver en un mes, más o menos, para conocer el resultado de una endoscopia.

Para mi sorpresa, la persona que muy amablemente me ha atendido en ventanilla me ha dicho que no hay hueco para este médico hasta noviembre. Le he dicho que es para saber el resultado de una prueba y me ha contestado que no me preocupe, que si ven algo anormal me llamaran.

A ver, ya sé que si tras una prueba los médicos ven que algo no va bien, te llaman y te atienden con más rapidez. El problema es que si el diagnóstico es negativo, el especialista tiene que hacerle otro estudio hasta dar con el asunto. En resumen, no podemos esperar nueve meses.

No sé si quien lea esto tiene hijos o no. En caso afirmativo, pueden comprender la indignación y la impotencia que siento en estos momentos. Quizás no sea grave, pero mi hija tiene trastornos digestivos que le están dejando literalmente en los huesos. Llevamos año y medio con el problema, haciéndole todo tipo de pruebas, y no dan con ello. Lo que sé es que desde que le hacen un estudio y hasta que conocemos el resultado, pasan meses. Pero lo que colma el vaso es que ahora tenga que pasar casi un año para un único estudio.

La sanidad pública está hecha un asco y nadie hace nada para remediarlo, más bien todo lo contrario. El problema no está en los médicos, de los que no tengo queja, ni en los administrativos, que intentan encontrar citas donde no las hay. La incompetencia está en el sistema. La Seguridad Social no es gratuita, la pagamos todos con esfuerzo cada mes y no hay derecho a tener una mala atención. Creo que represento a una gran mayoría de la Comunidad de Madrid que se siente frustrada ante tanta injusticia.

El Síndrome de Fatiga Crónica de la Seguridad Social

Por Francisco José García

Administración de la Seguridad Social. (EP)

Administración de la Seguridad Social. (EP)

En marzo del 2012 fui diagnosticado en el hospital Valle Hebrón (Barcelona) del Síndrome de Fatiga Crónica, causado con casi toda probabilidad por el VIH que se me detectó en 2007.

Esta situación me produce severas limitaciones tanto físicas (me despierto cada día ya agotado) como psicológicas. A pesar de que en los sucesivos informes de mi médico especialista se afirma que “el complejo sintomático de la Fatiga Crónica no le permite realizar actividades laborales” y que la Organización Mundial de la Salud la reconoce como una “enfermedad orgánica, severa e incapacitante”, el Instituto Nacional de la Seguridad Social dictamina mi “posibilidad de prestar actividades laborales rentables”, no reconociendo así el derecho a percibir una pensión a causa de “la no existencia de grado alguno de incapacidad”.

 

Desde un corazón científico, por España

Por Cristina Aguado

Todos los investigadores hablan solos, en mayor o menor medida todos piensan en alto, este murmullo es uno de los sonidos que se sienten si estás en un laboratorio, junto a él otros,  como el sonido a maíz que se convierte en palomita que hacen los eppendorfs, o el  sonido a moto que acelera de las centrífugas, o el pitido de despertador de  los cronómetros dispersos por las poyatas, o el golpeteo de granizo de las puntas de las pipetas al caer en los botes de basura, estos sonidos  me hacen sentir en casa, me estimulan y desafían, y  me unen  a quienes ganaron el Premio Nobel, hace años y que, como yo, vivieron en un país en el que la ilusión, el trabajo y la inteligencia intentan superar los límites económicos que quieren ser barreras.

EFE

EFE

Estos sonidos que me acompañan cada jornada laboral los podría escuchar en cualquier parte del mundo, pero no quiero, no solo por razones personales sino porque creo que debemos tener una ciencia fuerte, y si nos vamos quizá nunca volvamos; muchos cargaron sus maletas con su experiencia, su formación y lo volcaron en los pilares de otros países. Muchos no tan jóvenes, tras años de esfuerzo lejos de donde empezaron, han conseguido volver, pero son pocos, no nos engañemos; uno se debe ir pensando en no volver y es cierto que tendrá muchas oportunidades pero yo no quiero, porque lo que quiero es cimentar esos nuevos pilares aquí. “¿Con qué?, si no se invierte en ciencia”, me dirán muchos. Pues aunque me dé pena decirlo no lo sé, no lo sé, pero tendremos que gritar, tendremos que luchar y tendremos que pedir sin cansarnos. Como el padre que con paciencia responde a los mil porqués de su hijo cuando empieza a descubrir que las cosas no son porque si, sino que tienen una explicación, lucharemos para hacer entender todos los porqués de la necesidad de invertir en ciencia, en un I+D real y en un futuro en el que seamos tan potentes por nuestro patrimonio cultural, nuestro sol y nuestra comida como por nuestros avances médicos y tecnológicos. Sueño con el puño cerrado porque así dice mi padre que se duerme más rápido y pasa la noche más deprisa, a ver si cuando despierte, aquí, puedo construir un nuevo país de ciencia en España.

No a los ‘minijobs’ en la sanidad andaluza

Por Ruth Molina Fuillerat

Cuál ha sido mi sorpresa cuando me han llamado de la bolsa para un contrato en el hospital de Baza (Granada): 15 días y un tercio, pero para ponerle la guinda al contrato más aún debo de ir todos los días de 8 a 10 h. Para mi asombro no ha sido la única oferta de empleo de este tipo; a otra compañera el mismo contrato en el hospital de Antequera (Málaga) de 15 a 17 h todos los días. En el Carlos Haya (Málaga) un compañero médico igual, dos horas todos los días. ¿Quién da más? Sólo me queda decir que seguiré renunciando a esos contratos basura o minijobs del SAS, porque así no se avanza, nuestro sistema sanitario andaluz de salud precisa de profesionales con jornadas dignas para aportar calidad a nuestro quehacer diario y satisfacer a los pacientes.

Como bien promulga desde la Consejería María José Sánchez Rubio [consejera andaluza de Igualdad, Salud y Políticas Sociales], dar un buen servicio sanitario a la ciudadanía es prioritario para la Consejería de Salud a través de estrategias que mejoren la calidad en la atención, la seguridad de pacientes y la transparencia del sistema sanitario público de Andalucía. EnfermerasAsí no, señora consejera, siempre he apostado por nuestro sistema sanitario público, pionero en avanzadas técnicas y cuidados para la mejora, pero si se deciden por apostar por esas contrataciones he de decirle que muchos compañeros nos marcharemos, porque mi profesión lo vale y aquí no se valora.

Seguiré con esa ilusión de que esto se puede mejorar entre todos pero va por mal camino, ¿o usted podría trabajar en esas condiciones paupérrimas que nos están dando? No somos concursantes de un reality sobre quién aguanta más canalladas. En el siguiente contrato a ver si me sorprenden con… una horita. Ruth, vas todos los días, enciendes la luz y el ordenador de la consulta y…. finalizas, gracias por sus servicios, enfermera. No se mofe más de la Enfermería, porque es nuestro comer y vocación. Gracias y espero que de una vez por todas nos considere como profesionales de una salud pública y digna.

Jubilados sin más

Por Juana María Niño Ocaña

Cirujanos en el quirófanoMi marido es cirujano. Como cada día, nos despedimos temprano. Cuando vuelva no me dirá que ha hecho una intervención complicada. Es posible que me cuente cómo alguien, el paciente en su cama, un familiar, le han expresado su agradecimiento. El otro día, la víspera del puente en la Comunidad de Madrid, no fue así. Al volver me dio una carta que le acababan de entregar en mano en su hospital, en Móstoles. Hace cuatro meses, cuando cumplió la edad de jubilación, le dieron otro escrito aceptando la prórroga de su trabajo hasta 2017. Pero ahora le han dicho que se vaya, sin más.

No hay una palabra de agradecimiento por toda una vida de dedicación. No hay el consuelo de que vayan a contratar a un joven cirujano en su lugar. Ya no hay pacientes ni listas de espera. Es como si no hubiera un mañana para uno y otros. No creo que mi marido sea especial. Creo que las personas como él, plenamente satisfechas a cambio de esos agradecimientos y de un salario digno, no tienen cabida en una sanidad convertida en negocio. Afortunadamente mi marido tiene recursos, intelectuales y económicos, pero, ¿cuántas personas no?