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Entradas etiquetadas como ‘enfermeras’

Cultivar la gratitud

Por Elena Izquierdo

Me animo a escribir esta carta después de escuchar las terribles cifras de ancianos fallecidos en residencias de mayores. ¡Qué dolor y qué tristeza perder a tu ser querido en estas terribles circunstancias!

Quiero cultivar la gratitud, reflexionar, apoyar y hablar de aquellas residencias –que no salen en las noticias– y que han tenido un empeño heroico –un reto nada fácil- en mantener una actitud ejemplar, actuando rápidamente y poniendo todo su afán en controlar la situación para proteger a nuestros mayores.

Voy a destacar la residencia de San Juan De Dios (de El Álamo, Madrid). Allí está mi madre. Y les quiero felicitar por su responsabilidad, por su esfuerzo incansable, su profesionalidad y su gran capacidad para perseverar en la dura batalla que están manteniendo diariamente contra este virus.

Residencia San Juan de Dios

Residencia San Juan de Dios en El Álamo. (residenciasanjuandedios.es)

Mi reconocimiento y gratitud para Yolanda. Gracias por tu gran profesionalidad y tu gran capacidad de trabajo dando ejemplo y esforzándote siempre por los que más lo necesitan.

Mil gracias a todo un gran equipo humano:

Los doctores, supervisoras, enfermeras, equipo rehabilitador (físico y psicológico), auxiliares, recepción, administración, personal de mantenimiento, cocineros, limpieza… por cuidar a mi madre y a todos los residentes. Gracias por mantenerme informada de su estado de salud, por las vídeollamadas, por el apoyo psicológico que he tenido para poder llevar esta terrible situación que vivimos alejados de nuestros mayores.

Por vuestra gran capacidad de reacción y vuestro buen saber hacer, habéis plantado cara a esta pandemia protegiendo a nuestros ancianos.

 

 

 

 

Diario de una enfermera en la trinchera del coronavirus: No soy ninguna heroína

Por Sandra Aparicio Mendizábal

A medida que van pasando las semanas tenemos más asimilada la situación actual… Los días que tengo para descansar (que son pocos) mi cabeza tiene momentos de lucidez en los que me da por reflexionar

Soy enfermera [en el Hospital San Eloy de Barakaldo]. Trabajo en una planta con pacientes infectados por coronavirus. Y tengo que confesar que siento una mezcla de rabia y orgullo cuando escucho que nos llaman héroes. Puesto que eso puede significar restar heroicidad a mi padre, por ejemplo, que se levanta a las cinco de la mañana para seguir trabajando, y no es sanitario.

Y siento orgullo. Porque no tengo pruebas, pero tampoco dudas, de que para ir a trabajar a un hospital o centro de salud (seas lo que seas) con la que está cayendo hay que tener algo bonito dentro (no sé si heroico).

Sandra, de verde, con su amiga Isabel en el hospital en el que trabajan.

Hay gente que piensa que es nuestro trabajo y que no somos merecedores de tanto reconocimiento (ni más ni menos que el que se nos daba antes de todo esto). Este pensamiento seguro es típico de aquel que lleva interiorizado que mi sueldo sale de su bolsillo…, en fin.

Cerca del que sufre

Ya de antes creía que en nuestros trabajos no se puede pagar con dinero el esfuerzo mental que supone estar tan cerca del que sufre por enfermedad. Algo tan de siempre que me sorprende que la gente esté ahora empezando a valorar.

Ahora bien, lo que pienso que no es de siempre y que ha llegado de sopetón es la cantidad de esfuerzos que se suman a la mochila del sanitario en estos tiempos de coronavirus. Y voy a enumerar unos poquitos que se me ocurren así, rápidamente…

El esfuerzo mental de no dejarte arrastrar por el miedo e ir a trabajar con la mejor de tus disposiciones. Pese a estar sintiendo que puedes estar poniendo en riesgo a tu familia. O bien lo contrario, el esfuerzo mental de decidir libremente alejarte de los tuyos por pensar que les puedes estar poniendo en peligro.

Transmitir tranquilidad y serenidad a los demás

El esfuerzo mental de transmitir tranquilidad y serenidad a los demás los días que a ti también te come la ansiedad. O el trabajar sin pararte a pensar, dejando de lado que puedas estar poniendo tu vida en riesgo, seas una persona entrada o no en edad, también es un esfuerzo mental.

Y cuando consigues sacar adelante el día llevando esa mochila, en ese contexto de machaque psicológico, te acuerdas de lo que pesa el esfuerzo físico, porque el estrés y los turnos también son cansinos. Sin entrar en pequeños detalles, como las heridas en las manos o las marcas de la cara. Cosa que, personalmente, me escuece menos que la puñetera barrera virtual con mi familia.

La mochila de esfuerzos pesa demasiado. Y el miedo es libre

A mí lo que realmente me parece heroico y acojonante es que todavía no me he encontrado con nadie que diga “lo siento, pero yo así no trabajo”. Y no le faltarían motivos. Porque la mochila de esfuerzos pesa demasiado. Y el miedo es libre.

Sin embargo, la realidad que yo vivo (y que comparten mis compañeras en otros hospitales) es la de un equipo remando todos a una. Con alegría, con entusiasmo y con compañerismo. Y con humor, porque verte disfrazada con una bolsa de basura, cual niño de preescolar en el desfile de carnaval, o te lo tomas con humor o no te lo tomas.

En el hospital.

Algo de humor como distensión.

Vas al hospital y punto. Y vas bien. Y hasta echas unos bailes con el EPI puesto (cuando no son carreras porque un paciente se pone malito).

Sin dejarte vencer. Por vocación

Y lo haces día a día. Sin dejarte vencer. Por vocación, o por responsabilidad social. Por tus familiares y por toda esa gente a la que quieres. Por esa sensación que compartimos todos de ‘somos lo única esperanza que la sociedad tiene para que todo esto pueda salir adelante’.

Somos personas que tenemos familias. Y sentimientos, cuando se nos permite. Y que queremos que todo esto pase cuanto antes. No sé si somos un equipo de héroes o de kamikazes. Pero lo que si tengo seguro es que la gente no viene sólo porque es su trabajo. Porque amigos, el trabajo se puede pagar con dinero, pero esto no.

Familia y amigos, a los que tengo muchas ganas de abrazar

Algunos pensarán que no es para tanto. A otros les absorbe la histeria que promueve la televisión y te preguntan que si es para tanto (como si a los sanitarios, por estar dentro del mundillo, no nos hubiera pillado de sopetón y no flipásemos igual que los demás).

No sé, yo desde la trinchera no tengo ni idea de lo que es o deja de ser. Sólo sé que es raro, es duro y es feo. Asi que animo a todos los compañeros a seguir luchando para que esto pase. Que pasará.

Y yo, personalmente, convivo con una gran satisfacción personal pero no me siento héroe. Lo que me siento es agradecida y afortunada por el soporte tan sólido y bonito de familia y amigos que me ayudan a remar. A los que, como todos, tengo muchas ganas de abrazar.

La mirada enfermera es la garantía del éxito y reconocimiento internacional de nuestro Sistema Nacional de Salud

Por Juanjo Sánchez Requena

Carta de una enfermera al presidente del Gobierno:

Sr. Sánchez Pérez-Castejón, en primer lugar, por el bien de los ciudadanos españoles, le deseo muchísimos aciertos y éxitos al nuevo gobierno que usted preside.

En segundo lugar, como enfermero, tengo un mensaje claro y conciso que transmitirle. Como usted bien sabe, la OMS proclamó 2020 «Año Internacional de las Enfermeras y Matronas”. Las enfermeras estamos de celebración y, por supuesto, reivindicamos abiertamente el rol enfermero del cuidado que ejercemos en todos los ámbitos posibles de nuestra sociedad y sistema sanitario.

Sin un número adecuado de enfermeras nuestro país no logrará un total desarrollo sostenible ni la cobertura sanitaria universal ni el objetivo de salud para todos (mandatos todos de la OMS).

Una enfermera

Una enfermera prepara un carrito de medicación.

Ustedes, políticos y legisladores, tienen la oportunidad de apostar por la profesión enfermera. Estudios científicos avalan que, en una sociedad con ratio enfermera acorde a las necesidades de la población, mejora proporcionalmente la calidad de vida de todos los ciudadanos.

Sr. Sánchez, sean valientes, legislen, establezcan normas de obligado cumplimiento estatales, garanticen el reconocimiento de las enfermeras, su desarrollo y carrera profesional, unas condiciones laborales y contractuales dignas y unas retribuciones salariales acordes a nuestro nivel competencial y de responsabilidad e impacto en la sociedad. Apuesten, y mucho, por todos los ámbitos de capacitación enfermera, pero muy especialmente por la Atención Primaria y Comunitaria.

Las enfermeras somos un pilar imprescindible del Sistema Nacional de Salud (SNS), hacemos visibles las vulnerabilidades de las personas, somos garantía de seguridad clínica y apostamos por un sistema sanitario público, universal y equitativo.

El cuidado de los ciudadanos requiere de unos presupuestos acordes, entre otras, a las necesidades enfermeras, para garantizar un sistema sanitario excelente y eficiente. Las enfermeras sabemos optimizar recursos y conocemos perfectamente las políticas sanitarias que precisa nuestro país, cuenten con nosotras, escúchennos y déjennos participar activamente en las decisiones políticas.

La mirada enfermera y el rol enfermero son la garantía del éxito y reconocimiento internacional de nuestro SNS. Le deseo tino en sus decisiones y un largo viaje de progreso para nuestro país. Atentamente, un enfermero del Sistema Sanitario Público Catalán.

Un vergonzoso examen-oposición de Enfermería en Gijón sin poder salir a orinar

Por Ianire Fernández

Quisiera que se hiciese público el trato inhumano y vejatorio que sufrimos todas las enfermeras que acudimos a realizar el examen-oposición el sábado 26 de octubre a Gijón. El comienzo estaba previsto a las 11 h, con 2 horas de duración, por lo que debería terminar a las 13 h. Las puertas de la feria de muestras de Gijón no se abrieron hasta las 10.15 y las de los pabellones lo hicieron a las 11.15. A mí me correspondía el pabellón 2, sector 3. Una vez dentro no nos hicieron entrega del examen hasta las 12.35. Visto el retraso, a las 12 pedí permiso para ir al baño, ya que aún no nos había entregado los exámenes y era previsible la cantidad de tiempo que íbamos a estar dentro (ya llevábamos 2 horas). Las puertas del pabellón estaban cerradas y una de las ayudantes encargada de repartir y recoger exámenes me trasmitió la negativa del tribunal.

El examen comenzó a las 12.35 como he dicho y a las 13.10, tras casi 3 horas dentro de la feria esperando la apertura de puertas, mi necesidad de ir al baño era inminente. Me trasmitieron que si iba automáticamente se anularía mi examen. El dolor de mi vejiga era increíble, no era capaz de concentrarme en el examen y mi dignidad y salud están por encima de todo, por lo que opté por entregar el examen. Tales eran mis ganas de hacer pis que ni siquiera llegué al baño, tuve que orinar en la campa camino al baño porque si no me lo hacía encima. El examen concluyó a las 14.30 y entre la recogida de exámenes y salida de los casi 10.000 aspirantes, hasta las 15.15 no se salió a la calle. Cinco horas metidos ahí, negándose una necesidad básica y un derecho al ser humano. Solo había dos opciones: o renunciabas al examen y perdías la oportunidad de aprobarlo para poder ir al baño o había que “hacérselo encima”, palabras textuales que le trasmitió el tribunal a uno de los opositores.

Entre las que tuvimos que renunciar al examen para ir al baño había embarazadas. Nos trataron como a perros. Leyendo el periódico La Nueva España hubo quien se hizo sus necesidades encima, a quien le dio ataque de ansiedad y tuvo que ser atendida por los sanitarios. Soy testigo de una chica con el pantalón manchado de sangre por la menstruación y no poder ir a cambiarse. examenEn pocas palabras, una vergüenza. Cada persona aguanta diferente sus necesidades, yo personalmente no habría aguantado 5 horas sin ir al baño.

Error de ellos las casi 2 horas de retraso de examen que hemos tenido que pagar los opositores. Ni siquiera terminando el examen antes de tiempo nos dejaban irnos, sería “renunciar al examen”. Si queríamos que nos corrigieran el examen y no fuese anulado tenías que permanecer ahí encerrado hasta la hora de finalización. Que menos que tras sus 2 horas de retraso, antes de comenzar el examen consientan ir a hacer tus necesidades.

Este trato inhumano quita importancia al hacinamiento que tuvimos, examen codo con codo. Frío en el pabellón y puertas cerradas. Por no mencionar el no respeto a la ley de protección de datos, ya que en el examen, a parte del DNI, teníamos que escribir nombre y apellidos. Estuvimos “secuestrados”, violando totalmente los derechos humanos.

Yo pagué las tasas, un importe de casi 40 euros, y realicé dos horas y media de viaje para que, negándome una necesidad básica, me arrebataran la posibilidad de concluir y aprobar dicho examen. Que contradictorio que en el año 2013, siglo XXI y en un examen de sanidad en la que todos conocemos las 14 necesidades básicas del ser humano, se violen nuestros derechos humanos completamente.

Espero que se haga justicia y se tomen las medidas necesarias con los tribunales responsables de este trato inhumano; por una pésima organización de ellos pagamos un precio muy alto. Haré todo lo que esté a mi alcance para que se haga justicia. Ya cuando salí del examen lo trasmití al sindicato SATSE y fui entrevistada por Enfermería TV y La Nueva España, como muchas otras “víctimas de este maltrato”.

He de recalcar que en la OPE del País Vasco consienten ir al baño cuando necesites a todos los opositores, no solo en ocasiones especiales como a embarazadas. Incluso cuando estamos todos los opositores sentados, antes de hacer entrega del examen, comunican que vaya al baño quien lo necesite. Y si acabas el examen antes de lo previsto, haces entrega de éste y puedes abandonar el pabellón sin ningún problema. Excepto en la última media hora, que si entregas el examen debes permanecer en el pabellón, pero con tu permiso de acudir al baño.

 

 

No a los ‘minijobs’ en la sanidad andaluza

Por Ruth Molina Fuillerat

Cuál ha sido mi sorpresa cuando me han llamado de la bolsa para un contrato en el hospital de Baza (Granada): 15 días y un tercio, pero para ponerle la guinda al contrato más aún debo de ir todos los días de 8 a 10 h. Para mi asombro no ha sido la única oferta de empleo de este tipo; a otra compañera el mismo contrato en el hospital de Antequera (Málaga) de 15 a 17 h todos los días. En el Carlos Haya (Málaga) un compañero médico igual, dos horas todos los días. ¿Quién da más? Sólo me queda decir que seguiré renunciando a esos contratos basura o minijobs del SAS, porque así no se avanza, nuestro sistema sanitario andaluz de salud precisa de profesionales con jornadas dignas para aportar calidad a nuestro quehacer diario y satisfacer a los pacientes.

Como bien promulga desde la Consejería María José Sánchez Rubio [consejera andaluza de Igualdad, Salud y Políticas Sociales], dar un buen servicio sanitario a la ciudadanía es prioritario para la Consejería de Salud a través de estrategias que mejoren la calidad en la atención, la seguridad de pacientes y la transparencia del sistema sanitario público de Andalucía. EnfermerasAsí no, señora consejera, siempre he apostado por nuestro sistema sanitario público, pionero en avanzadas técnicas y cuidados para la mejora, pero si se deciden por apostar por esas contrataciones he de decirle que muchos compañeros nos marcharemos, porque mi profesión lo vale y aquí no se valora.

Seguiré con esa ilusión de que esto se puede mejorar entre todos pero va por mal camino, ¿o usted podría trabajar en esas condiciones paupérrimas que nos están dando? No somos concursantes de un reality sobre quién aguanta más canalladas. En el siguiente contrato a ver si me sorprenden con… una horita. Ruth, vas todos los días, enciendes la luz y el ordenador de la consulta y…. finalizas, gracias por sus servicios, enfermera. No se mofe más de la Enfermería, porque es nuestro comer y vocación. Gracias y espero que de una vez por todas nos considere como profesionales de una salud pública y digna.

La señora Benita y sus geniales compañeras de residencia

Por Eugeni de Domingo

En varias ocasiones, he acompañado a un amigo a ver a su madre ingresada de hace tiempo en una residencia y he podido dialogar con alguna de ellas que están en su misma situación. Es admirable cómo algunas – tres o cuatro – de la docena de personas que acoge el centro, están en disponibilidad de comentar, e incluso acaloradamente, de temas de actualidad desde la política corrupta o los documentales que ven por la televisión. Cada una de ellas tiene algo que contar, porque se encuentran muy a gusto cuando ven a otra persona asidua en las visitas que no sea su propia familia y se explayan explicando su vida, como Marta que se marchó de su pueblo a la edad de trece años, por no poder aguantar el ambiente de su casa cuando su padre se volvió a casar. Al no tener familia ella misma se ingresó.

ancianosAntonio, que a los nueve años le sacan de su casa para ir a vivir a una gran ciudad y con idioma diferente, dejando a sus amigos y pasando muchas noches llorando. Sus padres murieron en la guerra por un bombardeo. Celestina, siempre con un carácter alegre, todavía hace punto moviendo las agujas con rapidez, no le falla la vista y, además colabora con las cuidadoras y enfermeras en las fiestas disfrazándose si hace falta, para alegrar a sus compañeras.

Por otra parte también deprime, el ver a algunos residentes que no son conscientes de  lo que están pasando y, están sentados con la mirada fija sin ver, o durmiendo con la cabeza sobre el pecho, atendidos por cuidadores eficaces. La señora Benita, que lleva cinco años aquí y hoy han venido sus hijos a visitarla para decirla que pasarán a fin de mes a recogerla para que pase la Semana Santa con ellos.

Lo que ella ignora, es que quizá no vuelva a ver a sus amigas porque sus hijos han venido a visitarla, pero también para hablar con la Dirección y explicar que este mes es el último de su estadía. No les queda otro remedio, de momento, o puede ser definitivo, porque los dos se han quedado sin empleo. Ella por el cierre de la agencia de viajes y él, por ser autónomo y único trabajador, ha tenido que cerrar el negocio por falta de pago de sus clientes. Triste momento tener que recurrir a lo último que hubieran pensado. Depender de una jubilación de sus mayores.